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martes, 6 de agosto de 2024

Las Actrices del Drama de Época Alemán: Por qué Elisa Schlott es la más prometedora

 


Desde que comencé a seguir el period drama alemán (2018) he conocido a varias actrices jóvenes, algunas muy talentosas, pero a las que les basta un mal rol para destruir su aura histriónica. Solo una ha ido evolucionando hasta ser un agasajo actoral cada vez que aparece en miniseries. Me refiero a Elisa Schlott.

Liv Lisa Fries:  Lo que Pudo Ser

Hasta hace poco, mi actriz germana favorita había sido Liv Lisa Fries que se ha hecho de un nombre en los dramas de época de su país, principalmente en la exitosa Babylon Berlin. Liv Lisa también ha aparecido en filmes como el noir austriaco Hinterland, donde da vida a una forense en la Viena de entreguerras. A pesar de ser policía , es un personaje muy poco parecido a la detective Flapper Charlotte Ritter.




                                 Liv Lisa en Hinterland

También participó junto a Jannis Niewohner,  en una adaptación del clásico de Hermann Hesse Las Confesiones de Felix Krull y en el desastroso Múnich de Netflix.  Recientemente la vi junto a Sir Anthony Hopkins y Matthew Goode en La última sesión de Freud donde da vida a Anna,  la hija del famoso psiquiatra,  y es lo único bueno de un filme ininteligible.

Mi admiración por Fries retornó al verla en el rol de la resistente y escritora checa Milena Jesenska en la miniserie Kafka. Como uno de los grandes amores del cuentista, Fries nos ofrece un tour de force, aunque solo aparece en dos episodios, tiempo suficiente para explicar su relación con Kafka.



Como demostración de su amistad con los dramas de época, al menos los que cubren la primera mitad del siglo XX, Liv Lisa también ha estrenado en los cines De Hilde, con amor. en donde encarna a la heroína de la resistencia anti hitleriana,  Hilde Coppi. Sin embargo, siento que Liv Lisa ya pertenece al pasado. Según IMDB el único proyecto futuro es la quinta temporada de Babylon Berlin que se sabe será la final. ¿Será este también el final de una carrera que pudo ser gloriosa?

Actrices Destruidas por el Cross Over:

 Leonie Benesch

La primera temporada de Babylon Berlin puso en contacto al público angloparlante con Leonie Benesch. Conocida mundialmente por su trabajo en El Lazo Blanco, Leonie ya había recibido un galardón como la actriz más prometedora de Alemania. Su rol de la desdichada madre soltera, mendiga y luego criada-asesina,  Greta Orveck en BB,  le ameritó un premio como Mejor Actriz Secundaria del Año.



Benesch siguió impresionándome como Hildegarde , la oficinista que rescata del comunismo a Jannis Niewohner en El Desertor. Y se hizo conocida a los televidentes del mundo en su breve rol de La Princesa Cecilia de Hesse, hermana del Duque de Edimburgo,  en The Crown.

                          Leonie en El desertor
                                     Leonie en The Crown

El talento de Leonie Benesch la llevó a ser contratada por productoras inglesas. Su papel de la secretaria que chantaje a Dominic Cooper para poder huir de la Alemania del Este fue lo único bueno de la funesta SpyCity. Sin embargo, el golpe bajo a mi admiración lo consiguió Leonie Benesch como la odiosa Abigail Fix, la periodista feminista de la última versión de La Vuelta al Mundo en 80 Días. Un personaje insoportable que Julio Verne jamás hubiese imaginado. Aunque Leonie ha vuelto a ser galardonada en el cine por su rol en El Salon de Clases, mi consejo es que se quede en Alemania y no haga más series de época.



Alicia von Rittberg

Mi segundo encuentro con las series de época germanas fue —siempre en Netflix—con Charité. Aunque como todo lo bueno de Netflix ha sido desterrado, este drama médico-histórico puede verse en Estados Unidos en PBS Amazon y en América Latina por Europa Europa.

En su primera temporada, situada a fines del Siglo XIX, Charité tuvo a Alicia von Rittberg como su encantadora protagonista. En 1889,  la adolescente Ida,  para pagar su operación del apéndice,  debe convertirse en enfermera del más antiguo y más celebre hospital de Alemania.  Por esa actuación, la Condesa von Rittberg recibió un Bambi (el equivalente al Emmy en Alemania) como Mejor Actriz.



Aunque Alicia ya había estado incursionando en el cine angloparlante en pequeños roles, su gran oportunidad de entrar en la televisión internacional fue en la producción de Lionsgate,  Becoming Elizabeth. Lamentablemente, la serie fue su canto del cine.  Se la canceló a fines de la primera temporada.

La culpa no la tuvo Alicia. Su interpretación de Isabel Tudor en su adolescencia fue muy convincente. El problema es que en esta incursión al universo Tudormaníaco, la serie de Starz se enfocó en el abuso sexual cometido por el Almirante Seymour contra su hijastra. Para colmo, el guion a ratos quería vendernos una historia de amor en la que Seymour e Isabel eran víctimas de intrigas políticas. El confundido televidente prefería apagar el televisor.




Emilia Schule

Volviendo a Charité, hubo otra actuación femenina que me encantó. Fue ahí que conocí a Emilia Schule cuya cara de muñeca la hacía perfecta para el rol de Hedwig, la actriz adolescente que enloqueció al médico alemán más celebre de su época, Robert Koch.



Mi ingreso a PBS Amazon en el 2021 me permitió acceder a maravillosas series europeas de época, una de ellas es Ku’Damm (en inglés Berlin Dance School) donde la actriz de origen ruso interpreta a Eva, la más ambiciosa de las Hermanas Schollack. Como hermana del medio, se esperaría que la vida de Eva, durante las tres temporadas de la serie girase en torno a sus hermanas, pero entre 1956 y1963 hemos visto a la enfermerita ser amante de un futbolista comunista y casado con una de las pacientes de ella. La hemos visto casarse con su jefe,  el manipulador psiquiatra Fassbender, abandonarlo, dedicarse a la prostitución,  chantajear al marido para que costee su galería de arte y acabar tras las rejas al convertirse en auto viuda.



En medio de las temporadas de Ku’Damm, Emilia estuvo en el filme multiestelar , basado en la novela de Hermann Hesse, Narciso y Golmundo. En este relato homoerótico y cargado de tonos edípicos, Emilia fue Lydia, la hija de un conde que recibe en su castillo a Golmundo (Jannis Niewohner) cuando este abandona el monasterio donde está haciendo un noviciado. Golmundo busca  internarse en un mundo donde conocerá bien los pecados de la carne,  iniciándose con la susodicha. Esto dio pie para que la prensa ligara sentimentalmente a Jannis y a Schule.



El currículo de Emilia Schule fue suficiente para interesar al mundo anglo parante . Lamentablemente ocurrió como con Alicia von Rittberg. Se partió de la base que por ser extranjera podía interpretar a una reina de antaño. La BBC y el canal francés + (responsable por Versalles) contrataron a Emilia para dar vida a María Antonieta.



El problema es que la producción era mediocre en términos visuales y de contenido. El guion se cifró en los esfuerzos antimonárquicos de la televisión woke aunados a intentos de sexualizar a una reina que no tenía (al menos entonces) mucho interés en el amor físico. El resultado fue que Emilia acabó como una tarada que ni sabía lo que era la menstruación y que dejaba que la utilizasen sus enemigos. El que le vayan a hacer una segunda temporada a semejante basura me quitó todo respeto por Emilia Schule.



Elisa Schlott, La Mas Prometedora

Sé que hago mucha propaganda a las series de época germanas,  eso no significa que sean todas buenas o que me gusten por igual. Con algunas me he llevado tremenda desilusión como con Unsere Wundebaren Jahre que se puede traducir como Nuestros Años Milagrosos. Basada en la insípida novela de Peter Prange, la historia de tres hermanas de la posguerra la hace parecida a Ku’Damm solo que la acción tiene lugar antes (1947-1952) y no en Berlín, sino en un pueblo cerca de Frankfurt.

El parecido acaba ahí.  Esta serie carece del vibrante dinamismo de Ku’Damm, sus personajes son poco atractivos, algunos francamente desagradables. Pueden leer mis impresiones en mi reseña, pero reitero el personaje más antipático es el más cercano a ser el protagónico; Ulla, la menor de las Hermanas Wolff. Rebelde e indecisa a la vez, Ulla acaba haciéndole daño a todos los que la aman. Culpé a Elisa Schlott de hacer más antipático el personaje, pero creo que fui injusta.



Aun así, sentía poca predilección por la actriz y me molestó mucho saber que se integraba a la Tercera Temporada de Das Boot. A pesar de las dificultades que yo y el público estadounidense hemos tenido para poder seguirla, dos temporadas de esta fantástica serie alemana la habían convertido en mi favorita.

Mi personaje predilecto era el Oberleutnant Robert Ehremberg (Franz Dinda) , ingeniero constructor de submarinos que, debido a la horrible muerte de su familia en un bombardeo de Kiel, vivía traumatizado intentando dominar su alcoholismo. Esto lo llevaba a maniobras desperadas desde amotinarse contra un capitán de submarino hasta asesinar a otro.



Solo su pericia en la construcción de submarinos evitaba que Ehremberg acabase en un paredón, pero destino peor me parecía ponerle a La Schlott de interés romántico. Sin embargo, Greta Nussmeier cambio mi perspectiva del rango actoral de Elisa. Con un marido gravemente herido en el Frente Oriental, Frau Nussmeier está sacando adelante sola a su hija y a la óptica que le legó su padre. Un encuentro con Ehremberg despierta en ambos el deseo de volver a amar y vivir. Solo que olvidan en qué país han decidido renacer como pareja.

Las leyes del Tercer Reich condenan a Nussmeier a la eutanasia. Para salvar al padre de su hija, Greta debe comprometerse a rehabilitarlo. Eso conlleva el seguir casada y acabar con su romance, lo que empuja a Ehremberg de regreso a la botella. Yo esperaba que, en la Cuarta Temporada, encontrasen una solución a ese dilema, pero como optaron por acabar la serie con un listado de cadáveres, no dejaron espacio para romance.

{NOTA: He tratado de encontrar videos de cada actriz para que las vean actuar. No he podido encontrar nada de Elisa, solo este  de Das Boot, aunque está doblado al ruso  con subtítulos en inglés pueden ver su lenguaje corporal y sus expresiones faciales}



Me enojó saber que Elisa Schlott no estaba disponible para ese final de serie puesto que había caído en las garras de Netflix y ni siquiera para un protagónico. Los subscriptores de esa plataforma la conocieron por esa bazofia llamada La Emperatriz, otro añadido a la destrucción del Mito Sisi.

En el cuento de brujas de Isabel de Baviera siempre he sentido lástima por su hermana Helena, la candidata despreciada. Pues aquí apareció Elisa Schlott interpretándola y creando un personaje más simpático y humano (a pesar de su anacrónico corte de cabello) que el de Sisi que quedó en manos de Devrim Lignau.



Una lástima que fuera esta serie mediocre la que la haya hecho conocida. Es una suerte para los habitantes de USA,  que PBS Amazon/Walter Presents ahora les ofrezca el protagónico que realmente hizo a Elisa celebre en su país. En Saludos desde America (Ein Hauch von Amerika)tenemos una temática parecida a Nuestros Años Maravillosos ya que tiene lugar a inicios de los 50,  en un pueblecito, esta vez en Baviera.



La diferencia es que en vez de mostrar como una familia lidia con su pasado nazi y como se reinventa en un mundo moderno, en Saludos… el tema es la mala influencia que tienen los ocupantes estadounidenses sobre su enemigo de ayer, especialmente sobre las jovencitas. Como dice el párroco (más nazi que Hitler) los americanos “no son buenos cristianos”.

Elisa es Marie, una joven campesina que comete el error de enamorarse de un soldado negro y ve como todo el mundo les vuelve la espalda con la excepción del tabernero judío y una gringa comunista. Vemos como bajo la influencia de esta última, Marie mejora su inglés, aprende a amar a Jack London y a admirar la pintura de Franz Mark, pero también a apreciar la libertad y a despreciar el racimo y discriminación.  En suma,  y lo que me gusta de los personajes de Elisa Schlott, Marie es una heroína inteligente y lo demostrará cuando su mejor amiga acuse a su amante  de violación.



Saludos, aunada a Nuestros Años… y a Das Boot, confirmó la imagen de Elisa como un símbolo de la mujer alemana durante y después del Tercer Reich. Un poco como lo había sido Hannah Schygulla a fines del Siglo XX,  y Nina Hoss en la primera década de este siglo.

Schlott ha destacado más en el cine donde ha cosechado premios, aunque siempre en escenarios contemporáneos. Una excepción fue la ya mencionada Narciso y Golmundo donde interpretó a Julia, hermana de Emilia Schule y también seducida por el ex monje interpretado por Jannis Niewohner.



En este momento, Elisa está en Italia filmando bajo las órdenes de Silvio Soldini una adaptación de La Catadora( At the Wolf’s Table en inglés)  una novela de Rosella Postorino. Vuelve Fraulein Schlott al siniestro mundo del Tercer Reich dando vida una joven que es reclutada por la SS en 1943 para probar la comida y bebida de nada menos que el Fuhrer. Aunque había oído hablar de la obsesión de Hitler con un posible envenenamiento,  no conocía esta “profesión”. Espero podamos pronto ver a Elisa Schlott en este filme y otros proyectos.




Conocen a estas actrices? Tienen alguna favorita? Alguna que no he mencionado, pero qué merezca estar al nivel de estrellas alemanas del pasado como Maria Schell, Hildegarde Kneff o Romy Schneider.

 

lunes, 19 de julio de 2021

El Desertor: Cuando el revisionismo germano se vuelve risible

 


Ya les he hablado de lo complicado que es para los alemanes retratar de manera objetiva su rol en la Segunda Guerra Mundial. Eso es evidente en su último esfuerzo, el telefilme “El Desertor” que, hecho en pandemia, ha sido comprado este verano en MHz Choice que lo ha presentado en cuatro episodios en formato de miniserie

En 1951, la editorial alemana Hoffman und Campe se rehusó a publicar un manuscrito escrito por un joven periodista, veterano de la Kriegsmarine y del Partido Nazi (habiendo ingresado a ambos en 1944 a los 18 años), considerando el contenido como “extremadamente peligroso”. En cambio, publicó otro manuscrito que pondría a Siegrfried Lenz en camino a ser uno de los mayores exponentes de las letras alemanas de los ’50.

En el 2014, tras la muerte del muy famoso y laureado Lenz, se encontraron entre sus papeles las páginas de esta primera obra. Bajo el título de Der Uberlaufer (el Desertor) fue publicada en el 2016. En una semana había escalado al primer puesto de las más vendidas. Es el tipo de novela que atrae a jóvenes generaciones alemanas con un protagonista entre rebelde e ingenuo que es atrapado por fuerzas políticas que ni comparte ni entiende. Se ha comparado a Walter Proska con el Holden Caulfied de J.D. Salinger en su rebeldía.  No he leído el libro, he tenido la poca fortuna de ver la serie. Me dicen que no se parecen, ojalá.



Walter Proska (Jannis Niewohner), es un soldado veinteañero de la Wehrmacht. En 1944, en su último permiso que ha pasado en la granja familiar en Pomerania, se rehúsa a oír los ruegos de su hermana y cuñado para que deserte. Walter no es ni nazi ni cree en victorias finales, pero no quiere abandonar a sus camaradas. Así se embarca en un tren de ganado que cruza Polonia, para reunirse con su batallón.



 En una estación, una joven polaca (Malgorzata Mikolajczak) se les acerca a Walter y al maquinista pidiendo que le permitan viajar. A pesar de que el maquinista se niega, argumentando que las polacas son todas peligrosas partisanas, Walter la sube a su vagón vacío. Ahí tienen un intercambio muy cargado de tensión sexual. De pronto el tren se detiene y suben militares a la caza de partisanos. Wanda huye. Walter nota que ha dejado una botella atrás que supuestamente cargaba las cenizas de su hermano.



Walter arroja la botella a un lago provocando una explosión. Toda la charla y el viaje eran una excusa para que la partisana colocase una bomba.  No importa porque los rieles están minados y el tren vuela en pedazos. Aunque ileso, Walter ya no tiene medios de transporte. Nunca más verá a sus camaradas. Debe incorporarse a una desastrada escuadrilla de caza partisanos dirigida por el desaliñado y cruel Sargento Rehaulf (Rainer Brock de Das Boot). Aquí comienza un atropellado relato, que los críticos han comparado con el “Äpocalypse Now” de Coppola. Walter ya no sabe quién es su enemigo, si los polacos o Rehaulf que es tan brutal con los partisanos como con sus subalternos.


Walter hace amistad con Wolfgang, un joven comunista que quiere desertar. Walter no quiere, hay un leitmotiv en la serie de que lo peor que puede hacer un hombre es desertar. En su guerra anti partisana, Walter es testigo de la ejecución sumaria de un sacerdote polaco. Es la única ocasión en que vemos una “atrocidad” germana y el único atisbo del calvario del pueblo polaco, y ese es el mayor defecto de la serie, su ausencia de datos históricos.

Un día, Walter se encuentra cara a cara en campo abierto con la partisana Wanda. A pesar de estar ambos armados, hacen lo inconcebible. Se quitan la ropa y se dan un buen revolcón al fresco. Vuelan las mariposas, cantan los pajaritos, brincan los unicornios. Después ambos se visten y calabazas, calabazas cada uno pa’ su casa. Pero Walter se promete matar a algún partisano para compensar su interludio sexual, con tan mala suerte, que acaba matando al hermano de Wanda.





Walter es tomado prisionero y maltratado por los rusos (ninguna mención de como los alemanes se comportaron en territorio soviético). Malherido, Walter no sobrevivirá el viaje a Siberia, pero hay ángeles que lo protegen. Lo encuentra Wolfgang que ahora trabaja para los soviéticos, y convence a sus superiores de que Walter es buen material para construir otro comunista.



Walter es atendido por médicos, se le pone un uniforme y se integra al victorioso Ejército Rojo. Como es buen soldado, sus superiores le toman estima. En su marcha hacia el oeste, Walter y sus camaradas llegan a su granja. A Walter no se le ocurre nada mejor que dispararle al primero que ve salir de ella; es su cuñado. ¡Que manía de matar cuñados! Tan atontado queda el desertor que es incapaz de detener la deportación de su hermana.

Continúan avanzado los soviéticos, y Walter llega a Varsovia. Una noche, en una fiesta, Walter se reencuentra con Wanda que canta para los rusos. Pasan la noche juntos, pero la ex partisana le dice a Walter que él ha escogido el bando equivocado y que deben huir. Es Wolfgang quien impide una nueva deserción de parte de Walter.



Walter llega a Berlín. La guerra acaba y él se integra a la vida civil formando parte de un grupo de alemanes comunistas que pretenden fundar un nuevo tipo de sociedad. En Berlín, Walter conoce a la secretaria Hilde Roth (Leonie Benesh de Babylon Berlin y The Crown) que se interesa por él, pero el desertor no olvida a Wanda. Sus amigos le prometen buscarla.

Ponen a Walter a cargo de una oficina que da permisos para que la gente que lo desee pueda viajar al sector británico de Berlín. Este servicio es una trampa. Los soviéticos quieren hacer justicia y es una buena manera de investigar el pasado nazi de los solicitantes. Le dicen a Walter que esperan que un diez por ciento de las solicitudes sean rechazadas debido a faltas cometidas (por el solicitante) durante el Tercer Reich.

A Walter no le parece. Dice que no son jueces para condenar a nadie. Que si lo hacen serán iguales que los nazis, que para que todos “sean felices” nadie debe ser castigado. Como la ridícula serie no nos muestra “atrocidades nazis”, ni nos explica por qué los rusos están enojados con ellos, habría que creer en lo que dice Walter. Solo que un día aparece Rehaulf en la oficina exigiendo un pase. Aquí tenemos un verdadero criminal de guerra. Alguien que merece castigo. Walter lo deja libre, así demuestra su superioridad moral.



Su ex sargento no se muestra ni agradecido ni contrito. Acusa a Walter de ser tan malo como el, de ser peor, ya que el desertor ha traicionado a su patria. A mí me da risa. ¿Traicionar a un régimen totalitario es malo? Pero Walter se lo cree. El carga con la culpa de la muerte de sus cuñados. El equiparar su torpeza con la deliberada bestialidad de Rehaulf, disminuye los crímenes de los nazis.

Wolfgang descubre que su ex sargento se les ha ido de las manos. En vez de castigar a Walter lo convence de entregar a Rehaulf a cambio de Wanda que ha sido encontrada. Por supuesto, Walter no titubea, pero cuando Hilde le cuenta que todo lo de Wanda es mentira que ni siquiera la han buscado, el desertor monta en colera.

Tras una pataleta pública en la que anuncia su propósito de liberar al reo, sale a la prisión a rescatar al sargento. Wolfgang llega, los rusos matan a Rehaulf y Walter se va a su casa tan tranquilo. No lo arrestan gracias a Hilde que por ayudarlo también se ha conseguido pasaje al Gulag. Se le aparece a Walter que va camino a su piso. Le trae una mochila y lo convence de huir con ella.




Nuevamente Walter es rescatado por fuerzas exteriores, y sigue siendo un tonto que no aprende de sus errores. La pareja logra huir al sector británico. Pasan diez años. Hilde y Walter están casados, tienen dos hijos y viven en Hamburgo. No se sabe en que se gana la vida el desertor, pero poseen su propia casa y han invitado a los vecinos a celebrar su prosperidad simbolizada por un televisor.



Se ponen a ver un programa de variedades. El anunciante recuerda tiempos pasados y como la música crea puentes entre antiguos enemigos. Este preámbulo es para presentar una cantante polaca. Tanto Hilde como la vecina se molestan por el discurso televisivo, ya que ellas no quieren recordar el pasado. Walter está en otra. Ha reconocido a la cantante: es Wanda.



Entonces, Walter hace lo increíble, sale corriendo de la casa y a pesar de las suplicas de Hilde, se sube al carro y parte como loco nadie sabe con qué rumbo. Y de esa manera desconcertante acaba una miniserie que no tiene pies ni cabeza.

Aparentemente el tema de la historia es el poder del amor. ¿Qué amor? No sabemos si es compartido porque vemos muy poco a Wanda y desconocemos su punto de vista. En el caso de Walter es una cuestión hormonal, y el modo en que huye dejando atrás familia, visitas y televisor demuestra que no ha madurado ni emocional ni intelectualmente. Se entiende que quiera ver a Wanda otra vez si tanto le gustó el par de polvos que compartieron, pero el Walter adolescente, no puede ser el padre de familia de treinta años. Algo tiene que haber aprendido.



Ese final que obviamente fie escrito para la serie (tiene lugar en 1955, y el libro fue escrito el ’50) quiere, en cinco minutos, reflejar lo vacía y materialista que se ha vuelto la vida de Walter. ¿Vacía respecto a qué?  ¿Era mejor cuando andaba de soldado zaparrastroso matando partisanos y siendo testigo de masacres de inocentes?  Debido a que el romance con Wanda es tan improbable que trasciende la fantasía de Romeo y Julieta en el Tercer Reich, no podemos sentir empatía ni por Walter ni por sus sueños truncos en los que la polaca no pasa de ser una imagen idealizada.

Se supone que cuando Hilde dice que no quiere recordar el pasado es una representación del síndrome de avestruz de la Alemania de la postguerra, ¿pero acaso Walter no ha hecho lo mismo? ¿Cuándo dice que nadie deber ser juzgado ni castigado, no está barriendo el pasado bajo la alfombra? En realidad, lo mejor de Walter fue su juventud y es eso lo que quiere recuperar. Que existan eternamente días soleados, un Walter joven y sano, y Wandas desnudas esperándolo en el prado. Walter es un eterno adolescente. Por eso tanto libro como serie han sido tan apreciados entre la juventud germana.



Peco de cínica, pero no me sorprende. No puedo tener peor opinión de los jóvenes alemanes y de sus fechorías recientes que van desde las Fiestas COVID en plena pandemia, hasta andar apaleando judíos y lapidando sinagogas con la excusa de apoyar a los palestinos de Gaza, pero también esta ese desagradable DejaVu.  Entre las maravillas que me brinda Tubi hay unos excelentes documentales de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo que se alejan de la progresía PC de los de la BBC.

El primero se llama “Berlín 1945” y es un amplio y descriptivo retrato del último año de la capital del Tercer Reich basado estrictamente en fuentes primarias: diarios y cartas de berlineses, entre ellos muchos jóvenes desde quinceañeras violadas por los rusos hasta soldados de la edad del Walter Proska que narran el horror de este último frente de batalla, la muerte de los camaradas y una latente desilusión con el régimen al que sirven.

Sin embargo, las mayores citas vienen del diario de Brigitte, una vendedora de tiendas que parece ser un ente privilegiado en comparación a lo que les ocurre a sus vecinos. Siempre tiene comida, su casa no es bombardeada, no es violada, su novio regresa de la guerra y se casan. Debido a eso conserva un humor caustico, se refiere con sarcasmo a la ocupación rusa y a la caída de un régimen en el que no ha dejado de creer.

Muy amiga del cine, a fines de ese año va a ver un documental hecho por los rusos sobre la caída de Berlín. Se irrita ante la insensibilidad del invasor que presenta hechos muy cercanos para poder ser todavía digeridos por el público germano. Eso es como un eco de Hilde, la esposa de “El Desertor” que una década después de esos hechos dice petulantemente que no quiere recordar el pasado. En realidad, los alemanes nunca lo han recordado totalmente.



Volviendo a Brigitte, un día se le acaba la suerte. Se descubre que es miembro del Partido Nazi y se la hace comparecer ante una oficina “desnazificadora”. Vuelve a caer parada. Les cae en gracia los jóvenes comunista que la “desnazifican” en un periquete y la enrolan en sus clubes comunistas. lo que sorprende a Brigitte es que tanto los panfleto como las charlas a las que debe asistir pregonan lo mismo que los nazis. Han cambiado las siglas algunas palabras, ahora son los fascistas, los burgueses, los capitalistas a los que hay que perseguir, pero es la misma ideología

Tan parecido es todo que Brigitte comenta en su diario que muchos chicos que ella conoció que eran líderes de las juventudes hitlerianas ahora se han vuelto líderes de asociaciones comunistas. No debería sorprendernos, “Los Hijos del Tercer Reich” y “Landgrerich” nos mostraron que en la otra Alemania tampoco se podía hacer justicia porque los nazis seguían al mando.

En” El Desertor”, Walter hace algo parecido al exigir que no haya juicios ni castigos “porque eso nos hará iguales a los nazis”. Está usando un argumento debilísimo que al final es una súplica de que se mantenga el status quo. Walter es singularmente tonto, pareciera que nunca supo la perversidad que definía al régimen al que servía. No era único y en otro excelente documental francés sobre los SS tuve la respuesta.



En una hora, los franceses se las arreglan para demostrarnos el poder, la dinámica y el propósito del grupo más elitista más poderoso y letal de la Alemania Nazi. Cuando Himmler crea a la SS, divide a sus miembros en dos grupos. El primero está compuesto por adultos profesionales, eruditos, leales al nazismo, pero no cegados por fanatismos. Ellos serán los ideólogos, los encargados de crear leyes, de preparar estrategias de propaganda, de conducir los programas de adoctrinamiento.

Por otro lado, para los guardias de los campos de concentración y otros organismos represores se reclutaba jovencitos de menos de 21 años, con apenas el diploma de secundaria, ingenuos, hormonales, ansiosos de pasarla bien como Walter. A ellos se les enseñaba a matar al “bastardo interior” que llevaban dentro. Este “bastardo” era un eufemismo para la compasión.

Según los nazis, el cristianismo con sus ideas de solidaridad y compasión era una treta judía para infiltrar y destruir a la raza aria, de ahí que todas sus enseñanza deberían ser erradicadas. En el caso de Walter sabemos, por su edad que ha sido adoctrinado por las Hitlerjugend y, sin embargo, se escandaliza ante la barbarie de Rehaulf. La ironía es que la única vez que actúa movido por compasión es para salvar a Rehaulf.



Aparte de las trama inconsistente, “El Desertor” no sufre de fallas graves. Se ha creado una atmosfera de época, a pesar de haber sido filmada en pandemia, gracias a que la filmación tiene lugar en bosques, interiores y una Berlín creada con CGI. Vestuario y actuaciones, como siempre, en las series de época alemanas es impecable. Siempre es un placer ver a Leonie Benesch, Jannis Niewohner es mucho más agradable que cuando hizo de Maximilien en “Borgoña” y Rainer Bock me ha dado una sorpresa por lo alejado que esta su Rehaulf del noble y justo Comandante Gluck de “Das Boot”.

En Estados Unidos, MHz la está ofreciendo con subtítulos en inglés. Lo que me ha sorprendido es lo rápido que la ha comprado Europa Europa que la estará pasando ahora en julio y agosto en America del Sur.