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jueves, 19 de junio de 2025

Un Casanova Cocinero: La historia alternativa que nos presenta Careme

 


En una entrevista, Benjamin Voisin, el intérprete del famoso cocinero, dijo que la intención de la producción de Apple tv era convertir a Careme en un ídolo de masas, tipo estrella de rock. Aparte, la producción eligió involucrarlo con los hechos políticos de su tiempo y lo dotaron de un apetito sexual desmedido más un gancho de seducción que atrapa a criadas y reinas. Mas allá de que nada de esto corresponde a la biografía conocida de Careme, el gran signo de interrogación es . ¿Funciona? ¿Es creíble?





El Look Voisin

Pues ya el primer capítulo me tenía atrapada, aunque me era obvio que esta ensalada de episodios históricos, sacados de contexto y cronología, no correspondía a la realidad. Mi gran reparo era que el protagonista fuese un mocoso insufrible. O sea, Voisin tiene su encanto, aunque es demasiado joven para alborotar mis vetustas hormonas, pero su personaje es antipatiquísimo.

En la entrevista, él dijo que lo habían tratado de convertir en un Mick Jagger napoleónico para acercarlo a los jóvenes. Me dio risa, Los Z ni saben quién es Sir Mick, algo parecido ocurre con los Millenial que a lo más dirán: “Es el dude que canta el tema de Slow Horses

Pues en esa onda han caracterizado a Voisin como un rockero de la New Wave ochentera con pintura de ojos, arete en una sola oreja y un peinado cruce del de Simon Le Bon y el de los nenes de Tears for Fear. Su vestuario es característico semi punk, semi chef de programa de cocina, y a veces, anda disfrazado de Pirata del Caribe. Toque maestro del efecto es que se droga con un combinado propio de alcohol, opio y azafrán que debe saber a rayos.



Careme y Napoleón

Estamos en 1801, Napoleón Bonaparte es quien manda en Francia y Marie Antoine Careme de 18 años está teniendo sexo con Henriette en su cuarto. Llega su padre adoptivo, el pastelero Sylvestre Bailly, a pedirle que lo ayude a preparar un banquete para los soldados de Bonaparte. A Careme no le parece que deban cocinar para un tirano que además es culpable de la muerte de hija del pastelero. Esta aseveración que nunca es corroborada y no tiene equivalente en la vida real de Bailly es una de las muchas pistas falsas ( red herrings) del libreto.

Esa noche llega a la cocina un moro con turbante que exige que Careme lo siga. Atraviesan calles ribeteadas de tiendas en cuyos escaparates las prostitutas ofrecen “sus mercancías” . ¿Qué es eso?  ¿Hamburgo en la Era de Weimar? En un burdel, el pastelero se encuentra con una prostituta llorosa y un cliente con un ataque de epilepsia que Antonín cura con una cataplasma de tilo y espino.  Parece que nuestro futuro chef es un experto en herbolaria.

A ver, como yerbatera, yo diría que mejor le hubiese quedado esa mezcla convertida en tisana. Agregaría que aunque la prostitución fue legalizada por la Revolución Francesa, no era tan descaradamente abierta, que en su juventud Napo habría visitado más de un lupanar, pero ahora se había vuelto un señor muy circunspecto que si le pintaba el cuerno a su Josefina, lo hacía con alguna dama respetable, no rameras.

Por último,  Napoleón sufría de dolencias estomacales no de epilepsia. Se confundieron con Julio Cesar. Eso no le importa a Careme que sufre de remordimientos por no haber matado al tirano. Para compensar, se droga y va a buscarles camorra a los soldados bonapartistas quienes le atizan una buena paliza. El pastelero se ríe porque como le explicará a Henriette en su segunda sesión de sexo en un mismo capítulo la droga le evita el dolor. Ay, yo quiero de esa. ¿Pero qué dolor aqueja a Antonin?



 A la mañana siguiente, Careme está con su padre en la pastelería, cuando se presenta el moro del turbante (su nombre en la vida real era Rustam Raza). En agradecimiento por su atención médica y discreción, el Primer Cónsul le ofrece al joven pastelero, un puesto en su cocina de Las Tullerías.  Antonin declina amablemente, pero envía al futuro emperador una confección propia, una pirámide de nougat.

                              Un regalito para Napo

Careme y Talleyrand

Unos días después, Bailly es arrestado y acusado de haber hablado mal de Napoleón. Antes de que se lo lleven, le susurra a su hijo que vaya al Hotel de Galliffet a hablar con Talleyrand . Pasamos al Hotel, Talleyrand está jugando a las cartas con su ex amante, la famosa Baronesa de Stael, y su concubina actual, Catherine. Presentes también están el Conde Charles de Flahut, hijo adulterino de Talleyrand y …¡Henriette! Parece ser doncella de Catherine.

Talleyrand recibe aviso de la visita del joven Careme y lo recibe en su despacho. Antonin teme que su padre haya sido arrestado debido a su rechazo de trabajar para Bonaparte. Talleyrand  le aconseja aceptar esa oferta. De esa manera, Careme acaba en el sótano de las Tullerías bajo las órdenes de Laguipere quien le ordena picar kilos de cebolla. Lo unico bueno es que conoce a Agathe, la mano derecha de Laguipere. 



Una noche en que el jefe de la cocina está desaparecido, la dueña de casa pide un bocadillo. Es Careme quien lo prepara y sube al cuarto conociendo a Leonore, una dama de Josefina. Esta noticia llega a oídos de Talleyrand que se da cuenta de que el joven Careme tiene buena mano ya que la futura emperatriz ha gustado del bocadillo.

                          Careme seduce a Leonore con su comida.


El criado de Talleyrand pone fuera de combate a Laguipere. Careme queda a cargo de la cocina del Primer Consulado y se le encarga una cena especial para agasajar al embajador inglés, Lord Jenkinson. Toda marcha viento en popa. Careme ha preparado uno de sus famosos croquembouches para postre: un bergantín de azúcar que homenajea a la marina británica.

En eso entra Rustam con una orden. Bonaparte quiere que el postre sea una pirámide. Talleyrand le ha dicho a su protegido que el éxito de la cena cimentará la paz entre el Reino Unido y Francia. Una pirámide es una ofensa, un recordatorio de la victoria de Napoleón sobre los británicos en Egipto (donde Bonaparte ejecutó cientos de prisioneros lanzándolos a los tiburones). Antonín se niega, aduciendo que no hay tiempo. Rustam le responde destrozando el bergantín a sablazos.

Careme está desolado, pero Agathe le da alientos. Al cocinero se le ocurre una idea. Hace la pirámide de finas hojas de oblea a las que baña en licor. Cuando se aparece en el salón del banquete con su creación, hay escándalo total y Lord Jenkinson se siente ultrajado, pero Antoine lo tranquiliza. Enciende la pirámide y del flambee aparecen bandeja de pastelillos ocultas en un símbolo del pasado. Todos quedan contentos, pero Talleyrand descubre que ahora su protegido más detesta a Bonaparte.



Le dice que Napoleón va a salir en unos días más y que necesita el mapa del itinerario de su carruaje  que  está en poder de Josefina en sus aposentos. Careme seduce a Leonore quien le consigue una invitación para que cocine en privado para la futura Emperatriz. Llega Careme al boudoir de Josefina y encuentra que ella ya ha seleccionado los ingredientes. El cocinero reconoce que estos incluyen afrodisiacos y productos que promueven la fertilidad. Madame Bonaparte confía en Careme que su poder existe solo mientras pueda darle un hijo a Napoleón.

Antonin le prepara un coctel (el uso de esa palabra ya demuestra el presentismo del lenguaje) que seguramente tiene algún narcótico. Mientras Josefina ronca, Careme encuentra el mapa , lo copia y se lo hace llegar a Talleyrand. Días más tarde, Antonín sigue a la comitiva y cuando el carruaje está a punto de entrar a la calle San Nicasio, vira sorpresivamente. Aparece un carruaje lleno de barriles de pólvora (“la maquina infernal”) que estalla y mata gente, pero no a los que Careme quería ver muertos.

Aquí vemos la terrible inconsistencia moral de un héroe que ni siquiera califica de antihéroe porque es muy arrogante y desconoce sus flaquezas. Se da cuenta que Napoleón fue advertido de no seguir esa ruta. Se le ocurre que quien advirtió al General Bonaparte fue el mismo Talleyrand. Se presenta enfurecido al Hotel Galliffet y se tropieza con Henriette. La furia del cocinero es porque murieron inocentes en el atentado. No repara en que la misma cantidad hubiese muerto si Napoleón no hubiese desviado camino.

Talleyrand con dos palabras voltea a Careme que se va a trabajar con el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores. Entretanto nos enteramos de lo que hace Henriette en Gallifette. Parece ser doncella de confianza de Catherine. Hay una escena medio lésbica entre ambas cuando Catherine se baña y un intercambio de miradas entre Henriette y Talleyrand que da la impresión que harán tríos de vez en cuando.



Careme y los Niños

Sin embargo, el mayor oficio de Henriette es cuidar y ocultar a Charlotte, la hijita de Talleyrand y Catherine. Los historiadores reconocen la existencia de quien apodan “la misteriosa Charlotte” y asumen que era hija de la pareja. Sin embargo poco se sabe de ella. Talleyrand nunca la reconoció , pero la educó, la mantuvo con lujo y en cuanto la niña tuvo edad, la casó con su sobrino para que adquiriera su apellido y parte de la fortuna familiar.

Es en ese segundo capítulo que Careme presenta su peor rostro y me lo mata como personaje. El que haya a su alrededor monstruos brutales como Fouché o sutiles como Talleyrand, no lo exonera y solo una mente tupida de nacidos después del ’85 puede encontrarle disculpa o admirar sus actos.

El episodio inicia con el cocinero presentándose ante el patrón y exigiendo una solución al problema de Bailly. Cuando Talleyrand da una respuesta displicente,  Antonin lo amenaza con buscar ayuda en otro sitio, obviamente se refiere a contrarios del ministro. Talleyrand le responde que no se rinde ante chantajes.



Careme conoce a Charlotte, usa sus hierbas para curarla y sabe que la existencia de la criatura es un secreto que solo beneficiará a los enemigos de Talleyrand. Lo próximo es el generoso cocinero dándoles las sobras a los niños pobres de París. Uno de ellos, Étienne, le cuenta que el gran enemigo de Talleyrand es Fouché. Antonin envía una carta a Fouché con Étienne. En ella revela la existencia de Charlotte.

                             La misteriosa Charlotte

El niño mete la carta en el bolsillo del policía quien ordena su arresto. A pesar de la tortura, Étienne no delata a su amigo. Fouché lo suelta y hace que lo sigan hasta el Hotel de Galliffet. Careme le pone un emplasto en la mano a Étienne, pero no le pide disculpas. No es consciente de que ha utilizado a criaturas inocentes: Étienne y Charlotte.



Fouché visita a Talleyrand, entre risitas le dice que sabiendo que el “obispo” no acepta chantajes, ha preferido ir donde Napoleón. Bonaparte está indignado. No solo su ministro vive en concubinato con una cortesana, además ha nacido una hija de ese pecado. El Primer Cónsul exige que Talleyrand o se case o despida a su amante. Es un dilema que Catherine soluciona con chantaje: o Talleyrand se casa con ella o su concubina hará público todos sus manejos políticos. Por una vez, el ministro debe aceptar ser chantajeado.

Careme Y josefina

Talleyrand descarga su ira sobre su imprudente cocinero. Lo único que ha conseguido Antonin es arruinarle la vida a su patrón. Talleyrand se casa a regañadientes justo ahora que, por presión de Josefina, Napoleón va a prohibir el divorcio en Francia. Despide a Careme, le dice que no solo no ayudará a Bailly, además se asegurará que el cocinero no consiga trabajo en ninguna parte. Mas encima le canta una verdad, Careme es tonto.

Asustado, Antonin ofrece una salida: chantajear a Josefina para convencer al marido que deje el divorcio en el Código Napoleón. Talleyrand se ríe de la vanidad de su cocinero que se cree capaz de seducir y extorsionar a la mujer más poderosa de Francia, pero ya que todos chantajean...



Talleyrand decide celebrar su compromiso con una fiesta e invita a Josefina. Careme convence a Agathe que venga a cocinar con él en el hotel de Gallifette. Entre ambos confeccionan un menú compuesto de platos cocinados con alcohol. Le echan licor a todo, la idea es emborrachar a los invitados y despojarlos de sus inhibiciones.



Efectivamente la fiesta degenera en una orgia con unos pocos invitados sobrios y tranquilos. También han llegado Luis Bonaparte, en representación de su hermano, y su esposa Hortensia, hija de Josefina. Hortensia coquetea desde la distancia con su amante, Charles, hijo de Talleyrand.

Con ayuda de Henriette y del famoso coctel, Careme trae a Josefina al frigorífico donde tienen sexo hasta que los interrumpen las voces de Hortensia y su marido que se acercan. Talleyrand los conduce por el corredor, después de vendarles los ojos, con la excusa de tenerles preparada una sorpresa.



El ladino cocinero le pone un ultimátum a Josefina o convence al marido de no abolir el divorcio o la expone al escarnio público. Sin opciones, la futura emperatriz huye.  Careme la sigue y muy descaradamente, se muestra contrito y le dice que no fue idea suya. ¡Más encima mentiroso! Josefina le responde con una retahíla de obscenidades.

El tonto de Careme ni se entera de lo que pasa a su alrededor. Cuando fue a espiar el atentado de la Calle San Nicasio, llevaba encima el mapa con anotaciones hechas en su puño y letra. Fouché lo compara con la carta anónima y descubre que vienen de la misma mano. También descubre que Careme que es hijo adoptivo de Bailly. Nada bueno augura al pobre prisionero tanta información, pero Careme sigue encolumne. Protegido por Talleyrand, por su padre y hasta por Henriette que al final del tercer episodio descubrimos.. trabaja para Fouché!



Un Culebrón Erótico para Bobos

De aquí parte un cambio en el guion. Aparte del episodio 4, la serie degenera en historia alternativa sin coherencia con un protagonista insoportable, con soluciones Deus ex machina, y con twists argumentales dignos de telenovela. En un momento nos cuentan que Careme es hijo de un hombre importante. Ni que hubiese sido escrita por Doña Delia Fiallo que en la gloria esté.



A pesar de eso, Careme es entretenida y dinámica, pero sufre del mismo mal que otras series de Apple, es muy simple, parece escrita (a pesar del alto contenido sexual), para niños de ocho años. El suspenso y el drama son de culebrón, los personajes, comenzando con el prota, son bobos. Fouché es más inteligente que todos, no por ser un genio sino porque los demás son escasos de sesera.

Las actuaciones son pasables, destacando Jeremie Renier muy por encima del resto del reparto. La cinematografía sería buena sino fuese tan oscura. Me ha sorprendido que toda la serie ha utilizado locaciones cercanas a París. A ratos se siente como si fuésemos a otro mundo, como es el caso del viaje a Varsovia. El vestuario es vulgar y feo, sobre todo el de Josefina que siempre da la impresión de haberse vestido (o desvestido a la carrera), pero destaca el de Catherine, sobre todo después de su boda.


                   Modas de la Princesa de Talleyrand

Martin Bourbolon es un excelente director. En este momento muy In,  gracias a su nueva versión de Los Tres Mosqueteros. Yo lo recuerdo más por su labor como asistente de dirección en la deliciosa Bon Voyage y sobre todo en Vattel donde supo combinar comida, romance y política en el retrato del verdadero primer gran cocinero francés. Lástima que olvidó lo aprendido y no lo impuso en su Careme que a propósito no ha gustado. En IMDB tiene un misero 6.6 de rating, inferior a La Cocinera de Castamar y muy por debajo del 8.3 de Julia.

En Rotten Tomatoes solo 19 críticos la han reseñado. Como siempre, el único valiente ha sido James Delingpole, en The Spectator, imponiéndole un tomate podrido y argumentando que es una serie hecha para los fans de Bridgerton. Oh, eso duele. Los otros 18 le han otorgado un tomate fresco y maduro, pero sutilmente recuentan las fallas de la serie.

Jackson McHenry la ha descrío en Vulture como “entretenimiento ligero” y usa varias veces en su nota el adjetivo “ridículo” tanto para la vanidad de Careme como para el show. Otros se han quejado de que es “confusa”, que su narrativa no es lo suficientemente robusta para atrapar el interés del público y otros la acusan de irreal, y en The Guardian Rebecca Nicholson es mi eco al decir que nos alegraría ver a Careme en las garras de Fouché puesto que el chef es obnoxious (odioso).



Contenido Violento y Gory: Las torturas en las mazmorras de Fouché, el caballo decapitado en el atentado de San Nicasio son algunos ejemplos. ¿Quién quiere comer después de ver eso?

Contenido Sexual y Desnudos: La serie está inspirada en el libro de Ian Kelly: Careme: The First Celebrity Chef. El mismo Kelly es uno de los productores y parece que no le importa que hayan transformado su biopia en un drama erótico en donde el sexo supera la buena mesa. Es por eso que Careme más se acerca a La Cocinera de Castamar que a Julia.



Talleyrand suelta una sabia máxima cuando dice que al ser humano lo mueven el miedo y el placer y que hay dos clases de placer: el sexual y el que produce una buena comida. Sin embargo no son iguales y el rey XVIII se lo explica a Careme. Ha probado todo tipo de relación sexual, pero el sexo lo aburre. En cambio, la comida…

A pesar de todos los revolcones no vemos mucha carne. Toma obligada de las nalgas de Voisin en el tercer episodio. Ninguna de las escenas me resulta muy sensual, menos la seducción de Josefina en el frigorífico, con la futura emperatriz apoyada en bloques de hielo mientras el cocinero la penetra por la retaguardia. En la vida real, la mujer o hubiese sufrido hipotermia o se hubiese quedado pegada al hielo.

Factor Feminista: Aquí no hay mujer poderosa, ni Josefina, ni Madame de Stael con sus panfletitos, ni Catherine que consigue un marido a punto de chantaje. El caso más cercano al empoderamiento es Agathe. Es una gran cocinera y una buena amiga, pero ella también sucumbe al sex appal de Careme.



El mayor desprecio que me inspiran los personajes femeninos de esta serie es como caen tan fácilmente en la cama de un mocoso petulante y patán. Incluso la más decente, Agathe, anda de ofrecida y eso que Careme la humilla. Por un lado Careme es repelente (hasta maltrata animales) por otro las mujeres de la serie son traidoras, zorras y dependen de los hombres ¿pero qué hombre querría tenerlas solo para usarlas como muñecas inflables?

El problema del drama erótico es que no deja espacio para el amor verdadero ni para la amistad ni para la ternura, y eso se siente en la historia. A pesar de que en algún momento, Serino quiera arreglar ese entuerto poniendo a Talleyrand de culpable de todo, quienes prestamos atención sabemos que eso no disculpa el egocentrismo de Careme ni su poca inteligencia.



Factor Diversidad: Los amigos de la inclusividad racial no pueden quejarse, la serie es un buen ejemplo de colour-blindness. Sorprende que no hayan puesto una actriz hindú a interpretar a Catherine que era nacida en Pondicherry. Aunque en el episodio final Catherine trae una comadrona india, con sari y todo, para atender a Hortensia.

 Hay actores negros dando vida a Étienne y a Rustam. Este último da un poco de risa. Durante su campaña en Egipto, Napoleón recibió del sultán, como regalo, un esclavo que se convertiría en su ayuda de cámara. En búsqueda de diversidad racial, los guionistas encontraron este personaje y cometieron el error común de los cineastas contemporáneos de  que egipcio=negro. El problema es que el verdadero  era georgiano y de origen armenio. En la miniserie Napoleón (2010) es interpretado por un actor georgiano, Jacky Nercessian. Como ven en el retrato del verdadero Rustam, era blanco.



                                                 Los muchos rostros de Rustam Raza

Lyna Khoudry es muy bella y como ya había trabajado para Bourboulon en Los Tres Mosqueteros él se la trajo para interpretar a Henriette. Sabemos que Careme desposó a Henriette-Sophie Mahy de Chitenay, hija de un almirante y sobrina de un conde guillotinado, pero nada en su biografía nos indica que tuviese esa belleza árabe de la actriz argelina.

El caso de Agathe es igualmente complejo. Se sabe que Careme tuvo una hija con una mujer llamada Agathe Guichardet. Si hubiese sido su colega, los sabríamos. Si hubiese sido de origen africano también se sabría. Y ciertamente no hubo una mujer de raza negra que se pasease por las cocinas de las Tullerías en pantalones y ladrando órdenes.



El que Alice da Luz, una actriz cuyos padres viene del Cabo Verde, interprete a Agathe, tal como la imagen que nos da la serie, son manifestaciones de la inclusividad forzada del cuento de hadas erótico en que han convertido la historia de Marie Antoine Careme. Después del capítulo final, me sentiría culpable de recomendarla y espero que no haya segunda parte.

lunes, 16 de junio de 2025

¿Cómo era el verdadero Careme?: un poco de historia antes de ver la serie de Apple

 


Buscaba excusas para no ver el primer capítulo, no le tenía confianza, pero ni me di cuenta de cómo pasó la hora. Así de enganchada estaba. Alerta: cero semejanzas con la realidad; cero veracidades históricas; mucho sexo y mucho pastelito; entretenida, pero tan enredada que los mismos críticos no entendieron que pasaba. En resumen, esta producción de Apple tv+ tiene un protagonista que es cocinero y se llama Careme, pero es un mero alcance de nombres. Paso a carear al verdadero gran chef con el inventado y explicar el motivo por el que el libretista Davide Serino se volcó hacia la ficción en vez de la historia.

El Arquitecto de la Pastelería

Esta es la biografía genuina de Marie Antoine Careme, conocido como “Antonín”. Nacido en París en 1783 (6 años antes de la Revolución), su familia era tan pobre que su padre lo colocó de aprendiz de cocinero cuando el crio tenía diez años. Al menos ahí tenía algo que comer. El chico tenía buena mano para la cocina y fue trabajando en diferentes establecimientos, subiendo de categoría, hasta llegar donde Silvestre Bailly, uno de los mejores pasteleros del país.

Bailly notó que Careme tenía talento e ideas tales como convertir los pasteles en obras arquitectónicas, le fomentó ese habito y le daba permiso dos tardes semanales para que fuese a la biblioteca a examinar libros de arquitectura. Ya durante el Imperio, Careme se había trasladado a otra pastelería, la de Gendron y era famoso por sus postres en forma de pagodas y pirámides.


                         Careme y su croquenbouche


Es posible que en aquella época, el joven pastelero atrajese el interés de Talleyrand-Perigord, Ministro de Asuntos Exteriores. Una de las pocas verdades de la serie, es que a Napoleón la cocina le importaba poco (tal vez por sus ulceras), pero le dejaba todas las tareas diplomáticas a su ministro que consolidaba buenas relaciones exteriores usando la buena mesa como aliada. Napoleón permitió que Talleyrand adquiriese una mansión en las afueras de Paris donde agasajaba a altos dignatarios extranjeros y Careme se hacía cargo de esos banquetes.

Paso a proporcionar algunos detalles, porque los críticos no parecen entender el trasfondo de la serie. Se dice que están en el Consulado, periodo que inicio en 1799. En 1804, Napoleón se coronó emperador, por lo tanto la serie inicia a fines de 1801, cuando Careme tenía 18 años. El año clave de la vida del joven pastelero fue 1803 cuando puso su propia pastelería. Todo esto indica que para entonces Careme gozaba de una sólida posición económica y del mecenazgo de alguien importante ,en este caso Talleyrand.

La realidad desmiente a la serie, Careme nunca fue parte del servicio doméstico del ministro. Sus servicios en aquel entonces, eran estrictamente free-lance, aunque su mayor empleador era Talleyrand y es posible que haya cocinado para el Emperador. Se sabe que fue el encargado del catering de la boda de Jerónimo Bonaparte, y de las segundas nupcias de Napoleón en 1810. En sus memorias, Careme recuerda con mucho cariño haber trabajado en conjunto con Laguipere, el cocinero oficial de las Tullerías.

                        El verdadero Marie-Antoine

Un Cojo que Caía Parado

La caída de Bonaparte no hizo mella en el cocinero porque Talleyrand seguía siendo poderoso. Como decía mi padre: “Para ser cojo, Talleyrand caía siempre parado”. Hora de hablar un poco del personaje de Jeremie Renier que es mi favorito en la serie, a pesar de que a ratos lo calumnian para que parezca villano. Hasta lo ponen detrás del atentado de la Calle San Nicasio y del asesinato del Duque de Enghien.

Carlos Mauricio, Príncipe de Talleyrand-Perigord nació en el seno de una antigua familia de la nobleza, pero la deformidad de su pie le cerró las puertas a las oportunidades abiertas para esa clase, solo el clero lo aceptó. En poco tiempo,  Talleyrand ascendía a la mitra de obispo, no por mérito de su virtud, ya que era librepensador y mujeriego. La Revolución lo liberó de sus cadenas eclesiásticas.

Pronto ponía su sagacidad al servicio de los mandamases revolucionarios, destacando en labor diplomática. Ser excomulgado por el Papa le valió madre, más preocupación le daba el inicio de las masacres que caracterizarían la caída de Luis XVI. Huyó a Inglaterra de donde fue expulsado. Cruzó el Atlántico hasta la nueva nación americana donde hizo amistad con Alexander Hamilton y con Aaron Burr.

                                     El verdadero Talleyrand

Acabado El Terror, Talleyrand retorna a Francia. El Directorio lo nombra encargado de relaciones extranjeras. Notando las habilidades militares del joven General Bonaparte, Talleyrand lo apoya para que, tras el golpe de estado de Fructidor, Napoleón se erija en Primer Cónsul de la nación gala. En agradecimiento, Bonaparte nombra al ex obispo su ministro de relaciones exteriores, cargo que Talleyrand seguirá ocupando durante el imperio. Eso de andar congraciándose con Bonaparte porque quiere ese puesto, como aparece en Careme, es falso.

Lo que si es cierto, es que Napoleón permite que su ministro adquiera el Chateau de Valenҫay para agasajar a los diplomáticos extranjeros. Es ahí donde creará su fama el joven Careme. Eso ayuda a su patrón a hacer buenas migas fuera de Francia lo que le acarrea suerte cuando le llega su Waterloo a Napoleón.  Talleyrand Perigord, rápidamente, cambia de acera política. Colabora activa y eficazmente en el Congreso de Viena y recibe triunfalmente al Zar Alejandro a su llegada a París, por supuesto con un banquete de Careme.

Los Patrones de Antonin

El Emperador de todas las Rusias se enamora de la comida del joven chef hasta el punto de que querrá llevárselo a San Petersburgo, pero Careme acepta antes ser el cocinero oficial del Príncipe Regente de Gran Bretaña . Ha sido un error, el clima londinense no va con los pulmones ya maltrechos de Antonin. Marie Antoine preferirá irse a cocinar para Lord Stewart, embajador británico en Viena. Desde Rusia lo llama el Zar, pero a Careme le disgusta el clima ruso. Vuelve a París donde se ocupará de las cocinas de la Princesa Bagration, una adinerada aristócrata georgiana.



Sus últimos años de vida, los pasará Antonín como chef del hombre más rico de Francia, el banquero James de Rothschild. Para entonces, Careme era un hombre muy rico y famoso gracias a su excelsa clientela y a sus numerosos libros de cocina que influirían por más de un siglo la cocina de reconocidos cocineros como James Beard y Julia Child.

Antoine Careme es acreditado con haber impuesto en Francia el servicio “ a la rusa” . Bajo la influencia de su patrono Zar Alejandro, Careme desterró la costumbre de apilar platillos sobre la mesa de un banquete virándola por la más cómoda de tener camareros acercando bandejas de vituallas a los comensales. Él fue quien inventó el sombrero blanco alto de los cocineros y también el título “chef” (jefe) para ellos.

En la pastelería, Careme no solo impuso sus croquembouches, las fantásticas obras arquitectónicas construidas con obleas y nougat. También creó los repollitos (choux), los famosos vol-au-vents, las mil hojas, e incluso platillos salados como los Tournedós Rossini.



Pasados los cuarenta años era obvio para el cocinero y para sus íntimos que su salud era precaria. Rothschild le ofreció trasladarlo a su mansión para ser atendido por buenos médicos, pero Antonín prefería la independencia de su propia casa. Murió a los 49 años. Incluso la causa de su muerte es desconocida.

Se cree que sus pulmones fueron afectados por el carbón de sus hornos. Otros creen que fue una sinusitis que se unió a una enfermedad de su maxilar provocada por la ingesta de azúcar, obligación de un buen pastelero. O sea murió de una infección a los dientes que alcanzó sus sinus, letal en días pre-antibioticos. De cualquier forma, se puede decir que la gastronomía lo mató

Se sabe poco de los últimos días del gran chef, solo que vivía con su única hija Marie-Agathe. Fue ella quien, por razones personales, quemó las ultimas notas y diarios de su padre. Se cree que hubo un desacuerdo entre el chef y su hija, pero no se conocen detalles.



Como verán, la vida de Marie-Antoine  Careme fue rica en creatividad, en viajes, en tener importantes patronos, pero no hubo grandes escándalos. Por eso Apple+ ha decidido crearle una biografía alternativa convirtiéndolosiendo apenas un adolescente en espía, casanova y maestro de la intriga. Tengan eso en mente cuando vean y disfruten la serie.

Algunos datos antes de pasar a reseñar Careme.  Como ya dije inicia en 1801 y acaba en 1804 con la llegada del Imperio. Los episodios 3 y 4 ocurren en 1802 gracias a la mención de fechas claves: matrimonio de Hortensia de Beauharnais y consecuente primer embarazo, y matrimonio de Talleyrand-Perigord y su querida Catherine. Ambos hechos son parte de la trama.

                                          La verdadera Catherine

El Atentado de la Calle Sainte Nicaise

Este suceso tuvo lugar en Nochebuena de 1800, pero la serie lo traslada un año más tarde, en otra fecha y de día. El episodio de ese atentado es otro aspecto de la historia alternativa confeccionada por David Serino. En la vida real fue parte de varios complots de la chouannerie, los rebeldes bretones que eran partidarios de un regreso a la monarquía y al catolicismo en Francia.

En vísperas de Navidad, y creyendo a sus enemigos neutralizados, Bonaparte accedió asistir a un oratorio de Haydn en la Opera. Estaba cansado y se quedó dormido despertando con la explosión. No hubo ni un cambio de ruta, ni la escolta militar fue advertida, ni Careme ni Talleyrand fueron parte del complot. Si este fracasó fue por un atraso al encender las mechas.

                           El atentado de la Rue Saint Nicasie

Fouché, el siniestro ministro de la Policía,  ahora temía que en su odio por los jacobinos Napoleón cargase contra él así que se empeñó en descubrir a los verdaderos culpables de la muerte de no se sabe cuántas personas ya que los historiadores discrepan sobre la cifra. Aunque Fouché eventualmente descubriría el plan de los chuanes, Napoleón exigió una redada de jacobinos que, por una vez, eran inocentes.

Cuatro fueron guillotinados, 130 fueron deportados, algunos a la Guayana Francesa. A Fouché, Napoleón lo despidió por andar contradiciéndolo y de esa manera acabó con el poder jacobino. El grupo no levantaría cabeza sino hasta 1873 con la Comunne.

Detesto a los jacobinos como detesto a toda la izquierda desbocada. Hegel y Marx los llamaron “los primeros comunistas”. Fueron los jacobinos los que convirtieron a la Revolución en un baño de sangre, torturando y matando de maneras horribles no solo a la nobleza y la realeza, sino también a campesinos, artesanos e intelectuales. De eso he hablado ya en otra entrada. Me incomoda que pongan a Careme de jacobino porque se supone que debemos admirarlos ya que el cocinero los sigue.

La serie muestra a los franceses odiando a Napoleón. Falso. La noche del atentado, el público de la Opera lo recibió con ovación de pie. Madame de Stael si escribía panfletos, pero era moderada, la serie nos quiere hacer creer que era jacobina. Falso. Ella se exilió, al igual que Talleyrand al comienzo del Terror. Después de todo, era baronesa. La lucha en contra de Bonaparte, a quien Germaine veía como un futuro tirano, se volvió casi personal y el cónsul exilió a la Baronesa de Stael de Francia. Fouché nunca fue a arrestarla en su propia fiesta.

                                Talleyrand  y Madame de Stael
                                    La verdadera Germaine de Stael


Hablando de Fouché, realmente era un jacobino de lo peor. Lo vemos torturar al pastelero Bailly y a Étienne y no miente cuando recuerda que fue el “Carnicero de Lyon”. Se ganó esa fama cuando, para ahorrar municiones, despedazó a sus prisioneros con balas de cañón. Aunque enemigo de Talleyrand, en más de una ocasión se unieron en contra de Napoleón.

                                     El verdadero  Fouché 

Sobre Napoleón y el Divorcio.

El Código Napoleón deja abierta la posibilidad de que el marido pueda solicitar el divorcio por varias razones, y de común acuerdo. También hay causales que permiten el fin del vínculo matrimonial, pero la esposa solo puede pedir el divorcio si el marido le ha metido a una concubina en casa (aunque sorprenda esto ocurría mucho en ese entonces, sobre todo si la amante era una criada).

Napoleón nunca se opuso al divorcio puesto que Josefina le fue infiel desde su primer día de casados. La relación de La Beauharnais con el joven oficial (menor que ella) Hyppolite Charles trascendía la cama, ya que ambos se enriquecieron con unos negocios turbios. En varias ocasiones, Napoleón intentó divorciarse de una mujer que no solo le pintaba el cuerno además era más manirrota que María Antonieta.  No fue la infertilidad de Josefina, la única ni la mayor causa del divorcio (1809).

Careme en Varsovia

No quiero meterme en esa divertida escapada de Careme a Polonia a tratar de convencer a Luis XVIII de renunciar al trono francés, aunque fue chistoso ver al cocinero dándoles órdenes a sus pinches de cocina (Henriette, Catherine de Talleyrand y Charles de Flahut). El espacio lúgubre y medieval donde cocinan no se parece ni al Castillo de Jelgava en Letonia, ni al Palacio Lazinski en Varsovia donde el Conde de Provenza (como lo conocemos en María Antonieta) y su corte se trasladaron a fines de 1801.

                                    El Palacio Lazinski

Interesante que nos ponen a Madame Royal (María Teresa) como una demente que juega con guillotinas como si fuera Wednesday Adams. En 1802, María Teresa, única hija sobreviviente de María Antonieta, ya estaba casada con su primo el Duque de Angulema y era muy devota de su tío Luis XVIII.  Incluso fue quien consiguió que la Reina Luisa de Prusia les proporsionara alojo en Varsovia luego que el Zar Pablo hizo salir a la corte francesa del territorio ruso.



                              Madame Royale, la Duquesa de Angulema




La presencia de Giuseppina de Saboya (muy joven para tener 60 años)tampoco es verosímil. Ella vivía en Alemania-separada de su esposo y junto a su amante Marguerite de Grebillon. Catherine no miente cuando dice que a la  Condesa de Provenza solo le interesa el vino y una mujer. La relación lésbica de Giuseppina con su lectora, una mujer de clase humilde, había causado escandalo aun antes de la Revolución.

                      Maria Josefina de Saboya, Condesa de Provenza

El Gran Bake-Off del Hotel Galliffet

No puedo terminar sin reírme del absurdo concurso de cocina que ocupa el capitulo cinco. Grimod de la Reyniere era un abogado de clase alta y amigo de la buena mesa que antes de la Revolución invitaba a cenar a sus amigos a su casa. Mandaba traer platillos de diferentes restaurantes y hacía que sus comensales los juzgasen y escogiesen el mejor. Pues la serie lo ha convertido en el inventor de un concurso de cocina anual. Todo el episodio se convierte en el Great Bakeoff en el cual los jueces son todos abogados, Josefina, a medio vestir,  llega a chantajear a los jueces y bueno... tienen que ver para creerlo.

Las competencias de cocina son una invención del siglo XX. Las famosas cenas de La Reyniere acabaron antes de la Revolución. El abogado, que no era ni afeminado, ni esnob, ni sarcástico, al retornar del exilio siguió ejerciendo un poco más profesionalmente sus facetas de gourmet y gourmand. En 1803 publicó la primera edición del Almanach des Gourmandsuna guía gastronómicalo que lo convierte en el primer critico de cocina de la historia.



Esa es entonces la verdad detrás del “drama erótico”  que la televisión francesa y Apple tv han creado para que conozcamos a un hombre que más se la pasó en la cocina que en intrigas políticas y románticas. ¡Ahora a ver Careme!

jueves, 17 de octubre de 2024

No Solo Inventó el Pararrayos: Michael Douglas es Benjamín Franklin en Apple Tv

 


No dejen que el comienzo los aburra. Yo me arrastré a paso de tortuga por los dos primeros capítulos para encontrarme,  en el tercero, atrapada en las intrigas y espionaje de la Francia dieciochesca, a la par de haberme enamorado de un par de personajes. Michael Douglas ofrece un tour de force dando vida a un Benjamín Franklin maduro, famoso, pero aplastado por el peso de la misión que el Congreso y el destino le han encargado: convencer a Luis XVI y a sus ministros que apoyen la causa de su naciente país. Para eso deberá defenderse de muchos enemigos, crear extrañas alianzas, recordar el pasado y ver como este afecta su presente y futuro.

Parece que Appletv está recogiendo los proyectos descartados por HBO. Ya en el 2008―tras el éxito de John Adams― a la HBO se le había ocurrido hacer una serie sobre Franklin con Eddie Marsan haciendo de Adams. El proyecto se perdió hasta que Apple Tv lo compró, tal como lo hizo con Masters of the Air, otra serie de la que se desentendió (por motivos financieros) la HBO. Yo me alegro, porque aún en series problemáticas, Apple impone un sello, un no sé qué, que me las hace atractivas.

Americanos en Paris

Comencemos con el argumento que sigue muy cercanamente a los hechos reales. En 1776, recién declarada la independencia de Estados Unidos y de embarcarse en una guerra contra el poder colonial británico, la nación se vio superada. Necesitaban del apoyo de una gran potencia, de ayuda económica, y de reconocimiento de la Unión Americana. Con ese propósito, el Congreso envió al hombre más brillante de su siglo, Benjamín Franklin, a Francia.



A paso de caracol, el filósofo y científico consiguió llegar hasta Luis XVI y convencerlo de que en el conflicto intermitente entre Francia y el Reino Unido, era bueno apoyar a los enemigos de los ingleses. Así el esposo de María Antonieta dio permiso de que se enviasen soldados y pertrechos al otro lado del Atlántico, vaciando las arcas reales y creando un déficit económico más grande que el que provocaban los collares de la reina.

La serie inicia con la travesía de Franklin que viajó con sus nietos William Temple de 16 años y su primito William de siete. Al pequeño rápidamente lo empacaron a un internado, así que se entiende que la serie haya evitado incluirlo. El recibimiento apoteósico de Ben en Paris también es real. La gente lo consideraba una figura importantísima (tal vez le agradecían haber inventado el pararrayos).



En la serie, la fama de Franklin le consigue un estatus de invitado perpetuo en casa del acaudalado comerciante Chaumont que tenía muchas conexiones. Sin embargo, Benjamín Franklin no es bien recibido en la Corte. Los franceses temen incomodar a su durmiente enemigo, Gran Bretaña. Los servicios secretos británicos descubren la misión de Franklin e intentan impedir su éxito.

Para eso envían a su agente más famoso, Paul Wentworth, interpretado por Tom Hughes (siempre una delicia verlo). Este antecesor de James Bond planta un doble agente en la mini corte que el Doctor Franklin ha establecido en Passy, donde se ha vuelto un huésped eterno del adinerado y liberal Chaumont que ve en los Estados Unidos un nuevo mercado.



Francia en Vísperas de la Revolución

Tal como en la realidad, el Franklin de la serie ha estado en Francia antes, ha hecho buenos amigos y cree que sabe hablar francés (motivo de algunos bochornos en la serie), pero tal como en la realidad, le es difícil llegar a las altas esferas. Sus encuentros con el Conde de Vergennes, Ministro de Exteriores de Luis XVI, son exclusivamente secretos. A medida que la labor del Dr. Franklin se vuelve más engorrosa, el gobierno lo destierra a Passy y le rompe la imprenta. Con eso, declara el anciano, se ha quedado sin voz.

Sin embargo, persevera y después de la victoria de los americanos en Saratoga, logra que Vergennes consiga el permiso (y una audiencia) con el Rey. Esto le otorga a Franklin el puesto de Embajador de los Estados Unidos. Sin embargo, el Congreso está descontento con la lentitud de las negociaciones y envía a John Adams (Eddie Marsan)a vigilar e incluso a reemplazar al Dr. Franklin. En la vida real, Adams cayó mal, no era diplomático, fue convocado a retornar a América y Franklin reinó supremo.

                               John Adams y John Jay

Más allá de descubrir la tarea titánica, y a ratos ingrata, de Ben Franklin, la serie me ha encantado por ofrecer una visión muy completa de la clase media acomodada de la Francia prerrevolucionaria. Contraria a la imagen de la cultura popular de que Francia era un país de pobres campesinos y mendigos urbanos, gimiendo bajo la tiranía de clero y nobleza y olvidados por un rey pusilánime y su frívola consorte, la nación gala era una de las más adelantadas, cultas y ricas naciones europeas. Eso gracias a una pujante burguesía.

Sería la clase burguesa la que fomentaría alzamientos populares, la que idearía reformas y la que planearía crear una nueva sociedad donde los profesionales burgueses tendrían la voz cantante apoyados por las fortunas de los comerciantes y empresarios burgueses. Gente como Chaumont que apadrina a Franklin.

Chaumont ha hecho fortuna con la azúcar, un producto del naciente imperio colonialista francés. Similar es el origen de Brillon, su vecino. Estos serán los hombres que financiarán los ideales utópicos revolucionarios, fustigados por el ejemplo de la rebelión de las 13 Colonias que representa Benjamín Franklin

Un Influencer, Un Héroe y un Transgénero

Otros ejemplos de incipientes revolucionarios son el divertido Pierre Beaumarchais (Asaad Bouab de The Pursuit of Love), el mejor dramaturgo de su época. Tal como nos cuenta la serie, Beaumarchais le hacía al espionaje y sus obras como Las Bodas de Fígaro, incitaban a la agitación social. Lo que no he podido averiguar es si el escritor gustaba hablar en tercera persona como en la serie.


                               Pierre de Beaumarchais

Si Franklin era una estrella de cine y Beaumarchais un influencer, el personaje de moda en Paris en esa década era el Caballero d’ Eon. Efectivamente, este aristócrata que había caído un poco en desgracia después de su servicio en la Embajada de Francia en la Corte Rusa, había retornado a su patria donde la mayor duda y chisme era a qué sexo pertenecía.

Cuando niña vi un viejo filme francés sobre este extraordinario fenómeno de la naturaleza. Ahí explicaban su transgenerismo como una necesidad de ocultar su condición de mujer porque su padre deseaba un hijo varón. Eso es lo que El Caballero escribiría en sus memorias al fin de sus días. Sin embargo, en la pila de bautismo se le dio los nombres de Carlos y Genoveva, intimando que,  aun ante D-s, la criatura trascendía los géneros conocidos.

El requisito de la Corte para el regreso del Caballero era que usase vestuario femenino, añadiendo a la confusión sobre el personaje. El caballero aceptó a regañadientes y en los salones donde el Doctor Franklin lo conoció, Carlos-Genoveva arrastraba sus miriñaques y panniers acompañándolos de los modales del granadero más grosero, con lo que caía pésimo en sociedad.

                              El Caballero D'Eon

A la muerte del Caballero, se ordenó una autopsia para por fin conocer su secreto. Los médicos dictaminaron que tenía genitales masculinos, pero pechos de mujer. Como entonces no existían ni cirugías plásticas ni siliconas, debemos aceptar que este fenómeno era lo que hoy se llamaría una “She male” o como él le dijo a Ben Franklin “el nombre para definirme no se ha inventado todavía’.

De todas las figuras históricas que nos presenta la serie la más fascinante corresponde a Gilbert du Mottier , Marqués de Lafayette. Desde el cuarto grado que sé que Lafayette dejó a su joven esposa en Francia para unirse al ejército del General Washington. Como el mismo año en que aprendí en la escuela sobre La Revolución Francesa, me regalaron la primera biografía que leí de María Antonieta, no podía entender como Lafayette ―todo un héroe―se pusiese en contra de la Familia Real,

                                El Marques de Lafayette

 No me enseñaron que, en un momento, los revolucionarios lo pusieron a cargo del ejército de París que recibía ordenes de la Asamblea Nacional, no del rey. Eso lo comentaré en mi nota sobre la Revolución Francesa en la ficción. Para los propósitos de esta nota, es cierto que Lafayette se fue a América armado de una carta de presentación de Franklin, que se destacó en la batalla de Brandwyne Hill en la que fue herido,  y que volvió a París convertido en el héroe del momento.

Michael Douglas en la Piel de Franklin

Hora es de hablar del personaje principal. He oído críticas de que físicamente Michael Douglas no se parece al Doctor Franklin y que está muy viejo para el papel. Uno se pasó de listo diciendo que Douglas, de 78 años, no podía interpretar a un hombre de 33 (WTF?) Me ruboriza el que yo, la discalcúlica, maneje mejor mis cuatro operaciones de aritmética que mis congéneres “normales” que han dejado en manos de calculadoras sus sumas y restas. Ben Franklin nació en 1706, su viaje a Francia inició en diciembre de 1776. Solo tenía unos años menos que el actor que lo interpreta.

En cuanto al aspecto físico, sin ser idénticos, la caracterización es más que adecuada y Michael se ve muy alejado de sus grandes roles incluso de su último trabajo televisivo en El Método Kaminski. Me ha recordado a Spencer Tracy con esa bravura, ese gravitas del verdadero actor veterano. Michael Douglas impecablemente retrata los aspectos menos amables del Dr. Franklin. Su arrogancia que lo llevaba a meter la pata prescindiendo de traductor ya que creía erradamente que era ducho en lengua gala. Su decidía que tenía al congreso mesándose los cabellos porque no llevaba cuentas de gastos ni respondía su correspondencia.




A sus 70 años, Benjamín Franklin estaba en una edad en que los hombres dieciochescos o estaban camino a la tumba o pastando su vejez. El Dr. Franklin no era un dechado de salud. Sufría de gota. En París encontraría un remedio; la colchicina importada de las junglas de Sudamérica y que tanto alivio trajo a mi difunto padre. También sufría este sabio mundano de flatulencia y tenemos a Michael Douglas expulsando públicamente gases por todos los orificios del cuerpo.

Aun así, Ben Franklin no hacia caso de sus médicos. No gustaba mucho del ejercicio, trasnochaba, no se levantaba antes de las diez de la mañana, y amaba la buena comida, vinos finos y mujeres guapas. En su libro The Great Intervention, que ha servido de base para esta entretenida serie, la historiadora Stacy Schiff ha recogido toda anécdota, toda crónica y toda la correspondencia que suscitó esta larga estadía de Los Franklin en Paris. De ahí ha sacado la más que probada “amistad romántica” que el buen Dr. Franklin sostuvo con dos damas de la alta burguesía.

Las Dos Anas

Una es la famosa Madame Helvetius, interpretada aquí por Jeanne Balibar. Anne-Catherine de Ligniville, provenía de una noble familia lorenesa. Había recibido una esmerada educación que llamó la atención del filósofo Helvetius. A pesar de su filosofía, Helvetius en vida cosechó una importante fortuna que legaría a su viuda y a sus cuatro hijos y que, de acuerdo a las costumbres y su época, compraría esposos con títulos nobiliarios para sus hijas.

                                Madame Helvetius y Franklin

Ya viuda, Madame continúo manteniendo su salón, donde se reunían las personas más importantes de la política, las artes y las letras francesas que venían a hacer tertulia con esta mujer tan ilustrada y su docena de gatos persas. Ahí Franklin se encontró con otros famosos americanos expatriados como Thomas Jefferson y Thomas Paine y pronto fue amigo de la casa, de los gatos,  y de la salonniere.

Ben apodó a Madame Helvetius “Notre Dame de Auteuil” por el barrio donde ella vivía, (la celosa Madame Brillon la apodó “la Lavandera de Auteuil” ).  y se sabe que el viudo Dr. Franklin hasta le propuso matrimonio, pero se sabe que sus afectos se dividían entre Helvetius y otra dama. De regreso a los Estados Unidos, Franklin mantuvo correspondencia con estas fascinantes mujeres y es de esa correspondencia que Stacy Schiff ha sacado lo más jugoso de la estadía del diplomático en Francia.



En su larga visita a los Chaumont en Passy, Ben hizo amistad con los vecinos, el matrimonio Brillon de Jouy, principalmente con la esposa, Anne-Louise. Efectivamente Madame Brillon fue una compositora brillante cuya obra permaneció desconocida por casi doscientos años, puesto que las mujeres no eran aceptadas como músicas en ese entonces.  En 1777, como muestra la serie, compuso “La Marcha de los Insurgentes”  en honor de la Revolución Americana.




Me ha encantado ver a Ludivine Sagnier redimirse con este rol exquisito de su estrambótica caracterización de Diane de Poitiers en
The Serpent Queen. La verdadera Anne de Brillon mantuvo una intensa amistad romántica con Ben Franklin al que ella llamaba Mon Cher Papa (mi Querido Papi) y con quien coqueteaba castamente. Se sabe que hubo un tiempo en que la pareja estuvo distanciada. Se cree que porque el setentón, a pesar de sus achaques, quería que los juegos amorosos dejasen de ser castos.

A pesar de las infidelidades del marido, Anne de Brillon era una mujer virtuosa. Yo no creo esa versión y prefiero la de la serie que también tiene bases en la realidad. Anne se disgustó al saber que su esposo y su Cher Papa habían concertado un matrimonio entre su hija Cunegunda y Temple Franklin. No solo Temple era protestante (Brillon era ultra católica), pero también un mocoso imberbe que no tenía donde caerse muerto.

                               Anne Louise de Brillon

El Odioso Temple

A mí me simpatizó Noah Jupe en su rol de hijo de Nicole Kidman en The Undoing, pero en su rol de William Temple Franklin,  me ha caído antipático ya que lo retrata como un millenial privilegiado y le mete diálogos presentistas inconcebibles en su época y en la verdadera relación de los Franklin. Para entender mi molestia hay que conocer la cronología y genealogía de Temple.

El mujeriego Benjamín Franklin tuvo en su juventud un hijo, William Franklin, al que reconoció e integró a su hogar después de casarse (no con la madre del niño). Cuando William tuvo edad, su padre lo envió a estudiar Leyes a Londres. Ahí William se convertiría en un ardiente anglófilo y, tendría también un hijo fuera del matrimonio, William Temple Franklin. A eso se refiere despectivamente John Adams cuando dice” eso es lo que pasa cuando un bastardo procrea otro bastardo.”

A diferencia de su padre, William dejó a su vástago con una familia de crianza y, aparte de enviarle dinero, nunca se interesó en conocerlo, ni siquiera cuando se casó. A William le fue bien el ser leal a la Corona Británica llegando hasta ser nombrado Gobernador de Nueva Jersey. Las desavenencias políticas separaron a Ben de su hijo. Cuando estalló la rebelión, el Gobernador Franklin fue arrestado bajo cargos de espionaje y se le mantuvo en prisión hasta la firma del Tratado de París que sellaba la Independencia de los Estados Unidos.

                              Los Franklin en la Corte

Antes de eso, Ben no levantó un dedo para pedir la liberación de su hijo o aliviar su cautiverio. Eso es lo que Temple le reprocha su abuelo. Curioso reproche cuando es el abuelo quien lo ha criado y el padre quien se desentendió del muchacho. El Doctor Franklin supo de la existencia de su nieto cuando este tenía cuatro años y desde ese momento lo prohijó.  Temple nunca tuvo contacto con su padre biológico, por lo que se ve muy ingrato y fuera de contexto que le enrostre al abuelo no preocuparse por la suerte de William.

Lo que si es cierto es que Temple, en Paris, tuvo contacto con luminarias y con grandes familias de la burguesía. Estuvo brevemente comprometido con Cunegunda Brillon y siguiendo la tradición familiar, engendró un hijo sin casarse. Este niño moriría en la infancia. Temple cumplió el sueño de su abuelo de volverse francés, pero adquiriendo las peores características del genio galo.

De regreso en América nunca se sintió bien. No prosperó en puestos importantes y se dedicó a la especulación de tierras. Las conexiones que le dejó su abuelo no le sirvieron. Se le sabia inteligente, pero la clase política desconfiaba de sus ideas. Se le creía desafecto a la república, y partidario como su padre de un regreso a la sumisión al Reino Unido. Ayudaba que, tras la muerte de su abuelo, Temple se acercó a su padre y vivió junto a él en Inglaterra. Ahí tampoco prosperó y regresó a Francia donde moriría en la pobreza. Su entierro seria pagado por sus amigos.

                               El verdadero William Temple Franklin

Termino diciendo que Franklin es una serie magistral que al lado de una lección de historia, diplomacia y espionaje ofrece un fascinante retrato de una sociedad a punto de explotar, de una monarquía débil, de una burguesía cada vez más influyente y de un espacio donde ricos y famosos se apasionaron con la Independencia de Estados Unidos.

Agréguenle excelentes actuaciones y una hermosa escenografía que cuando sale de cuartos iluminados con velas, o callejones oscuros donde se cocinan intrigas, nos lleva a admirar los paisajes naturales sea en Versalles, en la pradera de Passy o en los bosques de Pensilvania donde casi muere Lafayette. Tim van Patten ha traído a esta serie todo el arte que desplegó en Boardwalk Empire.

                               Franklin y Madame Brillon de picnic en Passy

Contenido Violento y Gory: Muchos asesinatos e intentos de asesinatos, escenas de batalla, nada muy gráfico.

Contenido Sexual y Desnudos: Creo que hubo un topless en la escena de burdel donde Temple pierde su virginidad. Abuelo y nieto tienen sexo, pero no muestran ni un centímetro de carne.

Factor Feminista: Vemos una sociedad donde todas las mujeres están sometidas por ley a hombres sean esposos o protectores. Vemos en el caso de Cunegunda como se arreglaban matrimonios sin consultar a la novia. Lo interesante es que tanto Anne Louise de Brillon como Madame Helvetius, a pesar de pertenecer a la alta burguesía, sobrevivieron a la Revolución. Alcanzarían a ver una  nueva clase burguesa que conservaría por siglos ese status quo de la mujer como sierva del hambre

                      Anne-Louise pudo continuar con su música  a pesar de la Revolución 

Factor Diversidad: Aquí tenemos el único wokismo de la serie. Jacques, hijo de Los Chaumont, es un rebelde que pretende violentar las reglas de sus padres. Apostrofa al padre delante de los Franklin acusándolo de hacer fortuna gracias a sus esclavos de plantaciones de azúcar.

Temple descubre que su amigo tiene amores con Odette Callot, una actriz de color. Jacques colma la paciencia de su padre trayendo a Odette a una fiesta familiar, pero Temple descubre pronto que Jacques es un hipócrita, peor que sus padres. Luego que humilla a Odette, con chistes racistas, ante sus amigos, Temple y la actriz se hacen amantes y ella aborta a un posible bebé Franklin.

En la vida real, Temple tuvo amores con Blanchette Callot, una mujer casada, con quien tuvo un hijo, Theodore, que murió a los cinco años. Blanchette era blanca como su nombre. Odette es una invención innecesaria. No hay nada de malo en inventar una actriz de color que bien pudo existir en ese tiempo, e incluso pudieron inventarle un romance con el joven Temple. En cambio, darle el nombre y el embarazo de un personaje real, eso sí cambiando su pigmentación, es una muestra de que la diversidad forzada se hace espacio hasta en una buena serie.