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martes, 4 de noviembre de 2025

Cerveza y Ambiciones: House of Guinness (Netflix)



Steven Knight hace rato que anda buscando una familia disfuncional como la de los Shelby en Peaky Blinders. Ahora la ha encontrado en los cuatro vástagos de Sir Benjamín Guinness, el de la famosa cervecería. No tengo problemas con la falta de historicidad del relato, porque han tenido la cortesía de ofrecer un disclaimer indicando que es ficción “inspirada” en personajes reales. Mi problema es Knight, y su amoralidad que se refleja desde sus personajes antipáticos hasta la obsesión con la palabra “F” que sale de boca de hampones, criados y damas de sociedad.

Un Entierro muy Movido

Estamos en Dublín, 1868. El cortejo fúnebre de Sir Benjamin Guinness, dueño de la cervecería más importante del mundo, va a cruzar la ciudad hasta la catedral (protestante por supuesto), pero el populacho tiene otras ideas, o se las imponen un par de agitadores profesionales. Uno es un pastor que cree en la temperancia. O sea no bebe alcohol, pero se mete cocaína. Supongo que para curar la sinusitis, el único uso de la coca en ese tiempo.

El otro grupo lo dirige Patrick Cochrane, leader de la Hermandad Feniana. Su rabia contra el difunto es que era protestante y abusaba de sus empleados. Patrick parece bonachón, sabe que viene la policía y le pide a su gente que no hieran a los caballos porque “todos los caballos son católicos”. Que no te oiga la diosa Epona.



Al parecer los empleados no eran tan desafectos del patrón, porque ya los ha armado Sean Rafferty (James Norton), el capataz de la cervecera ,y juntos marchan a impedir que los revoltosos interrumpan el cortejo. Entretanto, los cuatro hijos y herederos del difunto están reunidos, no muy apenados, ya que cada uno tiene algún problema propio que espera solucione la muerte del padre.

Arthur, el mayor (Anthony Boyle), ha vivido tanto tiempo en Londres que ya no parece irlandés. Su hermano Edward (Louis Partridge , el Lord Tewksbury de Enola Holmes) es ambicioso, tiene planes y se siente capacitado para manejar el negocio. Su hermana Anne, es la voz de la razón de la familia, y Benjamin, el menor, duerme una borrachera en el sofá. Estos son los protagonistas del cuento.

Los Cochrane y sus Planes

Mientras los Guinness, con lujo de hipocresía, entierran al padre y lo homenajean con un baile (deseos del difunto); en los bajos fondos dublinesas, Cochrane prepara otro golpe contra sus enemigos. Esa noche quemarán el cargamento de cerveza que espera en el puerto. Aparece su hermana Ellen, presidenta del Comité de Fenianas, carga cuchillo en la liga y tiene planes más nefastos, pero más coherentes que los de su hermano.



Usará los secretos de los Guinness para destruirlos. Aconseja a su hermano no andar quemando barriles que con eso solo afecta al pueblo que necesita de sus empleos en la cervecera y que goza su pinta de cerveza negra. Está claro que Ellen es más inteligente que  Patrick, pero me desagrada esa premisa de lucha de clases que siempre enarbola Knight y en la que ahora la clase domestica es la destructora de oligarquías.

Como defensora del servicio doméstico digo que no necesitamos de más ejemplos como Parasito que solo sirve para desacreditar un trabajo digno y tremendamente útil. Es el rechazo de quienes no saben de los lazos que se establecen entre amo y sirviente y que superan diferencias de clases. Aunque exagerado, el modelo “Upstairs Downstairs” que Lord Julian Fellowes ha promovido en cine y televisión, no está tan alejado de la realidad.

Lo que es cierto que los Guinness tienen muchos secretos, Ellen Cochrane no ha podido encontrarle ninguno a Arthur. En busca de esa información, Ellen va a entrevistarse con el hampón Bonnie Champion , pero este solo conoce las deudas de Benjamin. Durante esa entrevista, Ellen presencia el incendio de los barriles y es vista por  Rafferty. Yo estaba temerosa de que tuviéramos romance ente el capataz y la feniana, pero Rafferty va a estar ocupado preñando a las mujeres de la Familia Guinness.

                                                 Sean Rafferty

En el segundo episodio presenciamos la lectura del testamento: Edward y Arthur se ocuparán el negocio, a pesar de que la verdadera carrera de Arthur es la política. Para eso está dispuesto a llevar una doble vida e incluso casarse por interés. Benjamin es desheredado por su alcoholismo y por jugador. Huye de sus acreedores, yéndose a Londres a unirse al ejército y también a casarse por interés.

                             Arthur tratando de no parecer gay

Anne es excluida por ser mujer. Se dedicará a la beneficencia y a cuidar de sus achaques mientras expía la única vez que dejó que su carne pecara. En cuanto a Edward, sus planes incluirán expandir su negocio al otro lado del Atlántico y también a hacer un provechose matrimonio del cual descienden hasta hoy los dueños de la cervecera y todos los Guinness que hayan aparecido en las portadas de periódicos o en las crónicas sociales. En cuanto a Ellen,  seguirá con sus planes de recaudar secretos, pero Edward dará vuelta su vida y proyectos de una manera que ella no podría imaginar ni evitar.

Lo Mejor y lo peor de The House of Guinness

Por ese motivo, voy a recomendar esta serie para los fans de Steven Knight. Sin ser aparatosamente exagerada como su último esfuerzo A Thousand Blows, pero sin llegar al pathos profundo de Taboo, cumple con los requisitos que han hecho al director reconocido. Puedo recomendarla para el fandom de Anthony Boyle y James Norton. Aquí interpretan roles vigorosos aunque no muy simpáticos. Para los amantes del género de época les cuento que es una combinación de The Gilded Age y Warrior. El parecido con esta última reside en que los irlandeses no están retratados con mucha justicia.

Ahora que he sido objetiva, puedo decirles que no me gustó. No es por no considerarla histórica. No hubo un escándalo público en el entierro de Sir Benjamín Guinness, pero le quedó divertido a Knight ese episodio. No hay registros de que Arthur Guinness fuese gay, pero su tío y tocayo si lo era. Una licencia legitima y un bono para la diversidad de Netflix. Los americanos estaban bebiendo cerveza desde 1817 y no hay registro de ningún primo Byron, pero , vamos, que ver nuevamente la sonrisa diabólica de Joffrey Baratheon valió la pena.

                           Joffrey cambio la corona por un sombrero hongo

Visualmente la serie es oscura, la recreación de Dublín está hecha con CGI (tal como la Birmingham de Peaky Blinders)  y fue filmada en Liverpool. La banda sonora es totalmente contemporánea salpicada de folk rock y de canciones en gaélico. El vestuario es feo, tan oscuro como la iluminación y no hay personaje que me atraiga,  con el que me identifique o que me arrebate el sueño. El libreto sigue los tropos tan amados por Knight. Un clérigo villano, fenianos bobos peligrosos, enemigos que olvidan sus ideologías en la cama.

En suma,  House of Guinness me aburrió. Parece increíble, pero pasada la batalla del cortejo, la serie me pareció tan poco original, los personajes tan poco atractivos,  que la seguí viendo con bostezos y reticencia. Me alegra saber que muchos espectadores comparten mi sentir. En IMDB me encuentro con adjetivos como “banal” y “aburrida”. El incorregible James Delingpole la calificó en The Spector de “excruciating”. Mas o menos es  lo que encuentro en Rotten Tomatoes donde la batalla de la cerveza obtiene un puntaje más bajo del auditorio que el de IMDB (7, 5 de IMDB y 6,6 en RT).

En Rotten Tomatoes, la crítica le ha dado un alto rating a la serie, algo común con el producto Netflix. Sin embargo, quienes aprueban no parecen ser de sitios muy conocidos y aun los conocidos reconocen que le falta algo.



Miren lo que dice Robert Levin en Newsday: “Casa de Guinness es siempre entretenida, pero presenta una insipidez que es difícil de ignorar”. John Anderson en el Wall Street Journal,  describe a la serie como algo para los que gustan de lo irlandés, lo sexy-violento y con una actitud casual hacia lo histórico,  y  termina con “ te dejará cómodamente atontado”. India Block en the London Standard dice que para gozar esta serie hay que “apagar el cerebro”.

Aun los críticos en nuestra lengua han tenido quejas. En MundoCine, Marta Medina revela dos falencias de la serie:Donde la serie tropieza es en su incapacidad para profundizar en los conflictos sociales de la Irlanda de la época. La tensión entre la familia Guinness, protestante y unionista, y la clase obrera feniana que lucha por la independencia de Irlanda, aparece esbozada de manera muy superficial. A ello se añade una cierta querencia por las subtramas amorosas, articuladas con un aire telenovelesco de sobremesa, que no necesariamente seducirá a todo tipo de público.”

Quienes se han lanzado en picada en contra de la serie han sido los medios irlandeses y con motivo de causa. Knight ha vilipendiado a los Hijos de Erin adjudicándoles todos los estereotipos posibles,  O son brutos o brutales o borrachos, o todo eso. Ya solo falta que los vistan de verde.

                                  A Ellen la vistieron de verde

Anna Marie Hourihan, escribiendo para el Irish Independent acumula “piropos” sobre la Casa de Guinness: llena de clichés, poco realista, aburrida y previsible. Ed Harris en The Irish Times describe el conocimiento de Steven Knight sore la experiencia colonialista de Irlanda bajo los ingleses como “rudimentaria”  y lo acusa de  aglomerar a todos los irlandeses bajo un mismo rotulo, incluyendo a los fenianos a los que ha caracterizado y vestido de “leprechauns ferales”.  En The Irish Examiner, Pat Fitzpatrick resume la poca originalidad de la historia con un “lo hemos visto antes”.

Contenido Violento y Gory: Comenzamos con fenianos, policía y empleados de la Guinness agarrándose de las greñas en medio de Dublín, . En típico humor Knight tenemos a los Fenianos a través de la serie confirmando la reputación de peleones de los irlandeses.

Contenido Sexual y Desnudos: Es Netflix…

Factor Feminista: Cero. Las mujeres de Steven Knight son osadas, transgresoras y furibundas, pero siempre terminan pagando sus pecados y los de sus hombres, sean estos sus amantes o sus hermanos. La verdadera Anne Guinness fue una mujer perseguida y limitada por sus achaques físicos. Aquí han querido empoderarla convirtiéndola en adúltera y no lo han logrado.

                                  Anne enfermiza e infiel.

Factor Diversidad: Por ahí hay algunos actores de color, pero ningún rol importante. (El incorregible Delingpole dijo que había que agradecer que de los cuatro Hermanos Guinness ¡ninguno fuese negro!) La diversidad sexual está representada por dos personajes importantes, pero Knight no es un campeón del wokismo en ese sentido. En cuanto a la enfermedad de Anne es tratada como un aspecto de su debilidad (tal como su adulterio) no como un estudio de como una minusválida lucha por ser relevante en un mundo donde las mujeres sanas ya son vistas como inútiles


martes, 14 de enero de 2025

El Silencio de las Hermanas Price: Say Nothing en Hulu

 


“ The Troubles”  solía ser el apodo de la Guerra de Independencia de Irlanda. Hoy también se usa para describir la guerrilla urbana que asoló el Norte de Irlanda en la segunda mitad del Siglo XX. Basándose en el libro de Patrick Radden Keefe , Hulu y FX han construido una visión a ratos trágica y a ratos cómica de la lucha armada en contra del ocupante inglés. A diferencia de otras obras sobre el tema nos muestra los daños colaterales que provoca el terrorismo y el modo en que lentamente va destruyendo al mismo guerrillero.

Los Infortunios de Irlanda

Si vamos a hablar de historias sangrientas, de reinos robados, de ocupaciones ilegales, y de pueblos oprimidos,  basta ver el ultimo milenio de la historia de Irlanda. En la Antigüedad, la isla estaba lo suficientemente lejana para que no la afectaran invasiones de griegos y romanos y para crear una sólida civilización de reinos o clanes tribales unidos por la herencia celta.

La cosa cambió en el medievo cuando Irlanda fue presa de invasiones vikingas y normandas. Para el siglo XV era vasalla de Los Tudor. Mas o menos se estableció un modus vivendis en el que los reinos seguían siendo semi autónomos, pero el cisma de Enrique VIII al imponer el anglicanismo destrozó toda oportunidad de armonía entre Inglaterra y la Isla Esmeralda.



Irlanda había sido una vez fervientemente pagana para convertirse en ferviente católica y no iba a cambiar. A los ojos de la corona británica, esto era rebeldía y sedición y a la isla le esperaban siglos de represión. Una de las mayores ocurrió en días de la dictadura de Oliver Cromwell quien implantaría el sistema de plantaciones, la importación de ingleses protestantes a Irlanda donde se convertirían en la nueva clase de terratenientes que subyugarían a la población católica.

Para La Hambruna de 1848, los irlandeses (y no solo católicos) se habían levantado en armas en contra del invasor en muchas ocasiones. Todas las revueltas habían fracasado. Entonces se constituyó el primer grupo de guerrilleros urbanos, Los Fenianos. The Fenian Brotherhood se dedicó a la lucha clandestina llegando a expandirse hasta Estados Unidos desde donde realizarían ataques al Canadá. Su especialidad, a fines de siglo, eran los asesinatos y bombas que hicieron estallar en ciudades inglesas como Manchester y Londres.

A comienzos del Siglo XX, la lucha irlandesa por la autonomía se batía en dos frentes: el político en el Parlamento de Londres y el frente del terrorismo ahora continuado por la Fraternidad Revolucionaria Irlandesa que tomaría parte en el Alzamiento de Pascua en plena Gran Guerra. La última gran batalla, que tendría lugar entre 1920 y 1922,  se conocería por el nombre coloquial de “Troubles” (problemas).  En ese entonces la Fraternidad cambió de nombre pasando a ser el Ejército Republicano Irlandés (Irish Republican Army o IRA. ERI en español).



Esta guerra de guerrillas, cruel y colmada de atrocidades por parte de ambos bandos, obtendría la ansiada autonomía. En 1923 nacía el Estado Libre de Irlanda, pero con un precio: seguirían en manos británicas un par de provincias del Norte que incluían las ciudades de Belfast y Londonderry (Derry). Esto se debía a que eran habitadas por una mayoría protestante. El ERI no aceptó esos términos llevando a Eamon De Valera (el primer presidente de Irlanda) a proscribirlo.

El ERI trasladó sus cuarteles y guerra a Irlanda del Norte. Aunque estuvieron activos antes de la Segunda Guerra Mundial, su periodo más agresivo fue durante los segundos “Troubles” que cubrirían casi tres décadas de lucha y que son el trasfondo de No digas nada. Esta guerra clandestina se amparó en los tres principios que han gobernado la lucha armada en contra de Inglaterra por siglos: el apoyo masivo de la población civil; la ejecución de traidores y delatores (los “tout”) y la obligación de los miembros de no revelar nunca información sobre la organización, aun bajo tortura. De eso se trata Say Nothing.



Las Price: ¿Heroínas o Terroristas?

Comenzamos en Belfast en 1972. Una madre de familia es secuestrada delante de sus hijos por un grupo que incluye una mujer. De ahí saltamos a fines del Siglo XX. Otra mujer (Maxime Peake) cuenta su historia a un entrevistador que graba lo narrado. Es un proyecto de la Universidad de Boston y solo saldrá a la luz, cuando la mujer, cuyo nombre es Dolours Price, haya muerto.





De ahí pasamos a un flashback de Dolours en 1969. Es hija de un matrimonio Republicano que ha participado en la guerra perpetua contra el invasor inglés. La tía de Dolours perdió las manos y la vista por estar manejando bombas. Dolours desprecia esa violencia, cree en la resistencia pacífica tipo Gandhi,  y se la inculca a Marian, su hermana menor.

Antes de partir a estudiar en una academia de arte, Dolours y su hermana participan en una marcha multitudinaria de protesta (La Marcha del Puente de Burntollet). Camino a Derry,  son interceptadas por bandas de rufianes protestantes que las agreden. Fieles a su credo, los marchantes no responden a la violencia, pero entran en pánico cuando ven que la policía no detiene a sus agresores. Las Price intentan huir, pero son atrapadas por los protestantes que las golpean salvajemente. Es ahí que Dolours toma conciencia de que la lucha armada es el único camino para una Irlanda Unida.


                   Las Price son atacadas en una marcha pacifica

Para eso, y siempre con su hermana a la zaga, Dolours busca al líder de la lucha armada en Belfast y a su lugarteniente “Dark” apodo de Brendan Hughes (quien también participa en el proyecto de entrevistas). Se sorprende al descubrir que el líder es Gerry Adams a quien conoce como un chico tranquilo y de bajo perfil. la ironía es que cada episodio de Say Nothing acaba con un disclaimer sobre Gerry Adamsex presidente del Sinn Feinnque siempre ha negado haber sido parte del ERI.




Después de una entrevista con Adams, Dolours lo convence de reclutarlas a ella y a Marian. Hasta entonces el ERI usaba a las mujeres como enfermeras, protectoras, mensajeras, y recolectoras de información, pero no como guerrilleras. Las Hermanas Price se hacen famosas por su capacidad de disfrazarse y por un cómico, pero efectivo, asalto a un banco en el que ambas van vestidas de monjas.



Luego que participa en el rescate de un camarada, Dolours pierde el miedo a las armas, pero su promoción no la complace. Debe “escoltar” a gente que está condenada a ser ejecutada. Como Caronte, Dolours los lleva en su barca (en este caso un automóvil) al sitio de ejecución. A veces tendrá que hacerlo con amigos o se verá involucrada en el secuestro de algún Tout como fue el caso de Jean McConville. Aunque no la vemos cometer crímenes de sangre, Dolours se siente culpable. “íNo estoy en esto para matar católicos!” le dice a su hermana que sigue secundándola en todo.

Entretanto, ha llegado a Belfast un nuevo comandante, Frank Kitson (Rory Kinnear) que trae experiencia de combatir a los Mau Mau de Kenia. Esa experiencia consigue hacer mella en la sociedad clandestina del ERI, tanto en sus miembros como en la población que los asiste. A Dolours se le ocurre una idea un poco loca, trasladar las operaciones a Londres, darles a los ingleses donde más les duela.

A Adams le gusta la idea y pone a las Hermanas Price a cargo de la operación. El error consiste en proporcionarles un equipo de chicos casi adolescentes y sin entrenamiento, entre ellos una joven asustadiza y llena de escrúpulos. Aun así Las Price consiguen sobrellevar todos los obstáculos y situar bombas en sitios como Scotland Yard y el tribunal de Old Bailey. El error es dar aviso a la policía, para evacuar los edificios, con mucho adelanto.



La policía tiene tiempo de desmontar varias bombas, solo dos estallan y el grupo de terroristas novatos es arrestado en el aeropuerto. Me detengo ahí. Esto ocurre en el quinto episodio, pero hay mucho que no he contado y los siguientes cinco están llenos de sorpresas y vivencias trágicas y no tanto de Las Hermanas Price.

Familia, Religión y el Espíritu Celta

Aunque se han hecho filmes sobre estos “Troubles” de Irlanda del Norte, ninguno cubre con tato detalle la estructura, acciones y experiencia del ERI y de sus miembros. En esta serie quedan claros los vínculos que han mantenido unidas estas organizaciones o “hermandades”. El ERI es una gran familia, pero el sentido de familia que siempre ha marcado al irlandés, sea en su terruño o en la diáspora, también es evidente.

Gerry Adams arriesga su pellejo, y es arrestado, cuando visita a su esposa ( Megan Cusack de Call the Midwife). El mayor sufrimiento de sus víctimas, los McConville es perder a su madre y ser separados . Donde más patente es el sentido de clan es con Las Price. Ellas vienen de una familia que por cien años ha luchado por la libertad de Irlanda. Son una familia unida por ese vínculo, aunque cada miembro lo viva de manera diferente,  como la madre que no deseaba que sus hijas siguiesen el camino de su hermana horriblemente mutilada por una bomba.



Sin embargo, cuando Dolours y Marian son arrestadas, y aun sufriendo de cáncer, la madre lucha como leona yendo a los medios a exigir que sus hijas sean llevadas a una prisión de mujeres y en Irlanda (“donde han estado todas las mujeres de nuestra familia”). Con ese sentido de tradición se entiende lo unidas que son las Price. La Tía Bidie le inculca a Dolours desde pequeña que siempre debe tratar bien a su hermanita “porque nunca sabes cuando la vas a necesitar”. Y a través de la serie vemos a Las Price apoyarse mutuamente, aun en los peores momentos.

                    Las Price son arrestadas

Curioso es que otros elementos que solemos asociar con la lucha de los irlandeses por su libertad no están tan presentes. Solo vemos dos circunstancias en que se habla el gaélico. Durante el asalto al banco, Dolours nota que la cajera oculta unos billetes. La chica le explica en gaélico que son billetes marcados que pondrían a la asaltante en peligro. En el quinto episodio, Marian sintiéndose al borde de la muerte debido a una huelga de hambre, reza el rosario “in the Irish”.

He leído que los Price no eran muy religiosos y, en general, el catolicismo no forma parte de esta historia. Al parecer esta ola de terrorismo se basó más en nacionalismo que en su fe, pero hay detalles de que la iglesia sigue siendo parte de su ethos. Vemos que las ejecuciones de los touts son acompañadas de un sacerdote que les da la extremaunción. Vemos a Dolours, antes del bombardeo de Londres, diciendo un “ Salve Regina” en la ducha,  y cuando Marian es interrogada por la policía londinense se pone su crucecita en la boca como sacralizando su silencio.

        Dolours reza antes de ir a lanzar bombas

Los irlandeses, que  han contribuido tanto a las letras británicas como a su teatro y cine, son histriones natos, pero este ensemble es magnífico.  Yo no conocía ni a Lola Petticrew y ni a Hazel Doupe,  pero su interpretación de Las Price es “priceless” , no me imagino a las verdaderas sino con sus rostros. Anthony Boyle me venció y convenció. En esta, su tercera actuación este año después de Masters of the Air, Manhunt y Shardlake, ha demostrado tremenda versatilidad.Su retrato de “Dark” Donovan combina humor, un sex appeal pedestre, y mucha humanidad. 




Hasta Rory Kinnear (Penny Dreadful, Ridley Road), como siempre, esta excelente en su rol de Sir Frank Kitson que se revela no como un sádico fanático sino un hombre competente y sensato. Por algo eventualmente se convirtió en el comandante de las fuerzas terrestres del Reino Unido y luego, ayudante de campo de Su Majestad Isabel II. (NOTA: Me acabo de enterar que Sir Frank tenía mamá judía y sefardita lo que puede explicar su creatividad pragmática y sagacidad).



Digna de mencionar la maravillosa dirección de Michael Lennox (Derry Girls) en incluso en dos capítulos más emotivos de Mary Nighy, a la que siempre recordarė como la Princesa de Lamballe de María Antonieta de Coppola. Para el final he dejado a Joshua Zetumer, el creador y escritor de No digas nada. Extraordinario trabajo de alguien que no es ni católico ni irlandés (es judío) y que demuestra el puntilloso trabajo de investigación que Josh  hizo para recrear este mundo donde la violencia se comía con el desayuno.

No es una Apología del Terrorismo

A pesar de lo cautivante de la historia y de los personajes, los críticos temen que Say Nothing pueda acabar siendo un elogió al terrorismo. “¿Sabe Disney lo horribles que eran estas personas (los miembros del ERI)?” pregunta Camilla Long en el Times británico.

En general, la perspectiva es crítica para ambos bandos. El enfocarse en Las Price podría glamurizar el terrorismo, pero Zetumer ha incluido en su argumento periódicas interrupciones a las vidas de las protagonistas con lo que ocurre con la familia de Jean McConville dejó atrás. Si la serie inicia con el secuestro de la madre de familia,  también hay flashbacks a los actos que la convirtieron en sospechosa para el ERI.




Primero, se niega a ocultar armas pertenecientes a los terroristas, no por razones ideológicas sino para no poner en peligro a su familia. Con esa negativa se distancia de sus vecinos. Luego socorre a un soldado ingles herido.  Tras el secuestro y ejecución de la señora McConvilel, el ERI hizo circular el rumor (nunca probado) de que ella era una Tout.

Angustiosas son las escenas de Los McConville después de la desaparición de su madre, como intentan buscar ayuda en su comunidad que los rechaza por ser hijos de una delatora. Llegan los trabajadores sociales que separan a los hermanitos y los envían a orfanatos. Sabemos que esos sitios,  en Irlanda, eran antros de horror. Uno de los chicos McConville declararía años más tarde que fue sistemáticamente abusado física y sexualmente en el orfanato.

Helen, la hija mayor, al llegar a edad adulta,  inició una investigación que es el centro del libro de Patrick Radden Keefe. Tenemos amplia cobertura de las desventuras de Helen (Laura Donnelly de Outlander y The Nevers)en la serie y que junto con el encarcelamiento de Las Price sirve para ilustrar los daños colaterales del terrorismo que ya no es una causa justa cuando afecta a inocentes y a los mismos terroristas.

                 Helen McConville, una vida buscando a su madre

Esta serie me ha encantado porque muestra el lado humano del ERI a la vez que señala la intransigencia británica que nunca ha sabido manejar el problema irlandés. Sin embargo, hoy en día en que el terrorismo sigue causando miedo y dolor en todo el mundo, es bueno observar como este tipo de violencia daña a inocentes y como no se debe idealizar una causa que, más que luchar por la libertad, acaba criminalizando a sus miembros.

La crítica se ha enamorado de la serie,  hasta en Espinoff se la ha alabado. Tiene altos ratings de audiencias (en los 90s) en Rotten Tomatoes e IMDB. La incógnita es porque se la ha despreciado en las nominaciones a premios televisivos. ¿Será porque el wokismo imperante en los medios idolatra el terrorismo y esta serie muestra un rostro poco heroico y muy destructivo de esa lacra?



Lo certifica, como siempre, la crítica de un reino del woke como lo es Salon, donde una Melanie  McFarland, un poco desviada de la realidad,  identifica a Say Nothing como una antítesis de odas al imperialismo tales como Bridgerton y The Crown. Acaba con un mega WTF? al preguntarse si los estadounidenses tendrán el valor de ver esta serie después de haber re-elegido a Donald Trump. ¿Qué tendrá que ver Trump con los Troubles de Belfast?

Contenido violento y Gory: Tenemos tantas y tan tristes imágenes de violencia, desde las pobres Price apaleadas por fuerzas que no respetan su pacifismo hasta la imagen de un hombre que agita un muñón donde antes hubo un brazo cercenado durante los bombardeos de Londres. Sin embargo, lo más sobrecogedor para mi es el episodio en el que Las Price inician una huelga de hambre y son alimentadas a la fuerza. Las huelgas de hambre han sido utilizadas como un arma por los revolucionarios irlandeses a través del siglo XX y muchos mártires de su causa murieron de inanición, pero Las Price fueron las primeras irlandesas en negarse a comer.

                      Ya se había usado esta tortura contra las sufragistas

Mas allá de mi repudio por el terrorismo y por los actos del ERI, el forzar a una persona a comer utilizando la fuerza y la violencia es tortura. En 1975, el Convenio de Tokio la declaró como tal. El equipo médico que por semanas forzó tubos dentro del aparato gástrico de las prisioneras, finalmente se negó a seguir con una práctica que iba en contra de su ética profesional. Vale recordar que Las Price eran jovencitas, Marian solo tenía 19 años. No estaban exigiendo nada imposible de conceder. Únicamente que las sacasen de una prisión de hombres en suelo inglés para llevarlas a una cárcel de mujeres en Irlanda, un derecho que se le concede a cualquier criminal.

                   Dolours rechaza todo alimento

Habían alcanzado a ayunar tres semanas cuando las sometieron a la alimentación forzada por 165 días, Aun después que los médicos se negaron a seguir con el proceso, continuaron su ayuno por casi tres semanas más,  antes de ser trasladada a Belfast. La ordalía no solo las volvió mártires, pero les dejó secuelas físicas y emocionales que las marcarían de por vida. Fueron esas secuelas las que consiguieron, después de siete años de encarcelamiento, que Las Price fueran puestas en libertad en 1980.

                  Dolours y Marian cercanas a la muerte debido a su ayuno.

Ambas sufrían de anorexia nerviosa, lesiones bucales e intestinales más supresión de sus reglas. Fue un milagro que pudiesen tener hijos más tarde. Dolours se casó con el actor Stephen Rea que se hizo famoso como el guerrillero del ERI afligido por remordimientos en la galardonada The Crying Game.

Además, Dolours sufrió de problemas psicológicos, depresión constante, y remordimientos. La rabia que sentía por el curso que habían tomado los arreglos entre el ERI y los ingleses la empujaron al alcoholismo. Acabó su vida con una sobredosis de medicamentos, todos recetados por los médicos. ¿Suicidio o muerte accidental? Nunca se sabrá.



NOTA:  Lo que he contado no califica como Spoiler. Es lo que se puede encontrar en la biografía de Dolours Price en la Wikipedia. La serie incluye datos que no están ahí, algunos cambios basados en interpretaciones del equipo y del libro, entre ellas, la mayor sorpresa de la serie y que está relacionada con el asesinato de Jean McConville.

Contenido Sexual y Desnudos: Un mínimo. A Gerry Adams lo arrestan cuando está en cama con su esposa, y le vemos las nalgas. Lola Petticrew protagoniza una sola escena desnuda, y es necesaria, cuando Dolours se niega a ponerse el uniforme de presidiaria argumentando que es una presa política.



Factor Feminista. Es innegable que la serie es un homenaje a la fortaleza de la mujer irlandesa, sea la que se involucra en la lucha armada (aunque no comparte todos sus métodos) como Las Price hasta la que quiere resguardar,  en vano, a su familia de este clima de violencia como Jean McConville. Existe en todas estas mujeres un sentido de deber, una obligación matriarcal que impresiona. Tal como impresiona la valentía, la determinación y el patriotismo de Dolours y Marian. Solo que nos gustaría que hubiesen utilizado esas admirables virtudes para un esfuerzo más constructivo que andar matando gente.



Factor Diversidad:  El mundo de los primeros episodios de No digas nada está dividido entre irlandeses e ingleses blancos. Se pone más diverso al trasladarse a Londres con un policía negro y el Dr. Mansir, de origen árabe, a cargo de la alimentación forzada de Las Price.



viernes, 29 de noviembre de 2019

Las Grandes Miniseries Épicas del Siglo XX (I): El triunfo de lo étnico (Televisión del Ayer)



Para mi cumpleaños recibí Epic Television Miniseries de John De Vito y Frank Tropea. Como los historiadores de la televisión se han ocupado poco de este género, esperaba más del libro. Pero su manera de dividir, incluir y excluir material, además de la simplificación de sus tesis, me han desilusionado hasta el punto de intentar humildemente explicar el fenómeno de la miniserie épica y como tuvo su Edad Gloriosa a fines del Siglo XX.

Nacimiento de la Miniserie Epica
La definición de miniserie es simplísima. Es una narrativa que necesita de varios capítulos para llegar a una conclusión.  Es lo que hoy llamamos “serie limitada”, lo opuesto a una serie “continuada” que puede abarcar varias temporadas. GOT era serie continuada, “Catalina, la Grande” es serie limitada. A pesar de compartir el mismo nombre, las dos temporadas de “The Terror” son series limitadas.

Un distingo de las miniseries estadounidenses del siglo pasado es que se ofrecían los capítulos de manera continuada, en tandas de tres a siete noches. Todavía recuerdo los anuncios: “Tonight! The (astounding, exciting, rousing, thrilling… adjetivos no escaseaban) conclusión of…! “

Esa es una de las primeras diferencias con las “series limitadas” del Masterpiece Theater, que como las modernas, eran un episodio semanal. Esa es la primera diferencia con “Brideshead Revisited”,  la extraordinaria adaptación de Granada del clásico de Evelyn Waugh del que ya hablé cuando mencioné la ficción conectada con las casas de campo inglesas.

Es tan notoria la obsesión de los autores de este libro con “Brideshead” que la han puesto en la cubierta y que se esmeran en incluirla en un examen del género. No reparan que esta serie no es parte de la miniserie craze estadounidense. “Brideshead Revisited” pertenece a una tradición británica y es el resultado esperado de la evolución de las series limitadas de la BBC. Es un puente entre las adaptaciones literarias del “Masterpiece Theater” y “Downton Abbey”.

En realidad, “Brideshead” es parte de la tradición televisiva continental. Antes de yo conocer el “Masterpiece Theater”, ya a fines de los 60/comienzos de los 70 haba visto una adaptación de la RAI de David Copperfield, una versión francesa de El Caballero de la Casa Roja de Dumas, y todas las dramatizaciones de obras literarias de la RTV que les mencioné en otro post.

Magnifica, y quizás superior a sus congéneres estadounidenses, “Brideshead Revisited” sigue el esquema del “Masterpiece Theater” (a pesar de que en Inglaterra debutó en ITV y en Estados Unidos la ofreció “Great Performances”).  Es un continuado semanal. No tiene esa proximidad de anticipación de la vieja miniserie épica.

Los otros intentos de De Vito y Portes de vincular un género totalmente estadounidense con la tradición europea son menos excusables.” Imágenes de un matrimonio” de Ingmar Bergman no es ni siquiera épica y “Berlín Alexanderplatz”, con su crudeza y escenas sórdidas de sexo (que a Mi Pa escandalizaron en su día), más se asemeja a la soberbia “Babylon Berlin” que a productos del otro lado del Atlántico.

El libro tiene ciertos aciertos. Reconoce que el núcleo principal de la televisión estadounidense de fines de los 70 hasta comienzos de los 90 fueron las miniseries. Reconoce que las miniseries nacen como competencia con el producto británico y define como la primera miniserie Bona Fide a “QBVII” en 1974. Sin embargo, deja como ambiguo el final del reinado de la miniserie. Por ejemplo, dice que no puede hablar de “Band of Brothers” porque trasciende los parámetros que el libro ha establecido. No sé qué parámetros serán eso. Aparte de que no se ofreció de manera continuada, “BOB” es para mí la última gran miniserie épica. Una que bien pudo hacerse (tal vez sin los efectos especiales) en los 80 y hubiese tenido igual relevancia y buen recibimiento.

Me imaginé que el libro se referiría a parámetros cronológicos, pero luego habla de “Angels in America” hecha dos años después que BOB y que ciertamente no es una miniserie épica solo una fastuosa y profunda serie limitada del siglo XXI. La miniserie épica corresponde a una mentalidad del último tercio del siglo XX, de un mundo menos global, totalmente desprovisto de los adelantos tecnológicos a los que estamos acostumbrados.

Literatura y los Bestsellers
La miniserie épica, como su nombre indica, debe ocurrir en un mundo épico, o sea el pasado. Esa es la primera característica en común del género. La segunda es que casi todas las miniseries épicas fueron adaptaciones de libros. Eso creo es importante recordar en vista de que vivimos una era de guiones pobres que solo se salvan si se apoyan en algún solido modelo original literario.  De hecho, las miniseries épicas más débiles fueron las que no tuvieron conexiones literarias como fueron el caso de “The Manions of America” o “Marco Polo” (1982).

A diferencia del “Masterpiece Theater” británico que solo trabajaba con clásicos de la literatura universal, la miniserie estadounidense era más amplia de criterio. Tuvimos adaptaciones de clásicos universales como Los últimos días de Pompeya de Bulwer Lytton, clásicos del Siglo XX como Al este del Eden y The Sun Also Rises, pero también de bestsellers del momento como el Shogun de James Clavell y, por supuesto, las Raíces de Alex Haley.

Hubo autores como Anton Myrer y John Jakes que adquirirían fama gracias a las teleseries. Harold Robbins encontró más respeto en la televisión que en el cine para su pulp fiction. En sus comienzos las miniseries se basaron en obras de reconocidos creadores de superventas como Leon Uris (QBVII); Irwin Shaw (Hombre Rico, Hombre Pobre; James Michener (Centennial); y en los 80 llegaría Herman Wouk con su épica de la Segunda Guerra Mundial The Winds of War and War and Remembrance.

Aunque también están basadas en superventas, desligo de la categoría de épicas a esas innumerables adaptaciones de las novelas de suspenso de Sídney Sheldon, los dramas sentimentales de Judith Kranz y las sagas hollywoodenses de Jackie Collins. En cambio, sí califica como épica la adaptación de Lace de Shirley Conran. Será su contenido, sus deslumbrantes y tenebrosos espacio geográficos, o sus monumentales personajes, pero épica es esa idea en que una estrella de cine exactriz pornoreúna a tres mujeres en una suite de hotel para espetarles la épica pregunta: “¿Cuál de ustedes, perras, es mi madre?”

Sobre todo, porque los espectadores, al igual que la protagonista, no sabemos quién es la madre de Lily (Phoebe Cates) sino hasta los últimos minutos del episodio final. Son las conjeturas las que le añaden otro elemento épico a una historia que nos remonta al pasado, a un prestigioso internado suizo a fines de los 50 donde tres jovencitas (no cuatro como en la novela) sueñan con el amor, descubren el sexo y una de ellas se enfrenta con un embarazo no deseado.

De ahí viene un vertiginoso viaje hasta el presente a través del cualen Francia, Inglaterra y Estados Unidoslas colegialas madurarán y encontrarán éxito y felicidad. No así Lily quien enfrentará orfandad, miseria, abuso, hasta caer en el degradante mundo de la pornografía del que surgirá como una estrella dee cine “serio”, pero llena de rencores y preguntas.

Roots y el Lado Oscuro de Ser Minoría
Volviendo al libro, De Vito y Aspen hacen unas divisiones increíbles, por ejemplo, dividen las miniseries épicas en personajes. Hablan de la predominación de duplas “esposa-amante” en las miniseries. Aparte de que tal predominio no existió, por excelente que fuese el género, las miniseries épicas del Siglo XX no se caracterizaron por enfocarse en mujeres, ni siquiera en “los protagonistas aventureros”, otra calificación ingenua del libro.

El primer personaje que los autores destacan es “el esclavo” porque obviamente deciden que el auge de la miniserie épica nace del fenómeno “Roots”. Pero no saben cómo aplicar este personaje a otras miniseries y acaban empalmándolo de mala manera con los protagonistas de “Holocausto”. Curioso porque el gran vínculo entre “Roots” y “Holocausto” no es la esclavitud sino el elogio a la etnicidad.

La Campaña de Derechos Civiles iniciada a fines de los 50 había cambiado el modo en que la sociedad estadounidense percibía a los descendientes de esclavos. La televisión a paso de caracol los integraba a sus series y ya no en roles de sirvientes. Al mismo tiempo surgía un “poder negro” fuera de las pantallas que coloreaba la expresión de figuras mediáticas afroamericanas. Puños en altos por parte de deportistas, críticas al whitewashing de “Julia” y un lenguaje más agresivo que el del difunto Dr. Martin Luther King revisaban la historia y experiencia del afroamericano a la par de exigir justicia, reparación y un lugar en la sociedad blanca.

“Roots” es el cierre de ese capítulo.  Fue publicada el año en que Jimmy Carter llegó a la Casa Blanca con promesas de cambios en la sociedad estadounidense los que incluían mayores beneficios para su población africana. El libro, que por un año fue un superventas, en 1977 se convertía en una miniserie de ocho horas. Premios, aplausos, honores se apilaron sobre este fuerte retrato histórico de la violencia cometida contra los africanos.

En el siglo XVIII, Kunta Kinte (LeVar Barton) un joven mandingo es secuestrado por traficantes de esclavos. Tras un viaje espeluznante es vendido como esclavo en Las Carolinas; cuando intenta huir le cortan un pie; su hija Kizzy (Leslie Uggams) es violada y embarazada por su amo; Tom (George Stanford Brown), nieto de Kizzy, enfrenta discriminación y violencia aun después de la Guerra de Secesión.



A pesar de lo innegablemente estupenda que es “Roots” había mucha amargura en este cuento de abusos y brutalidad. Sin llegar a los excesos de la reprensible adaptación del 2016, donde todos los personajes blancos “buenos” o fueron eliminados o convertidos en villanos, “Roots” incomodó a mucha gente que sin ser racista no quería sentirse como verdugo de todo un pueblo.

Debido a eso, todos recibimos con cariño la llegada de “Roots: The New Generation” que debutó el verano de 1979. No es que esta continuación (estaba basada en los 7 capítulos finales del libro) no fuese cruda en mostrar la violencia del blanco. 

Por el contrario, vemos que Tom es humillado por los racistas y se ve impedido de ejercer el voto. Su yerno Will Palmer (Stan Shaw) tiene un amigo que a fines del Siglo XIX es brutalmente linchado. Simon Haley (Dorian Harewood) yerno de Will es testigo de discriminación en contra de las tropas negras durante la Gran Guerra (incluyendo ejecuciones) y su hijo Alex (James Earl Jones) debe en los 60 entrevistar al líder del Ku Klux Klan, George Lincoln Rockwell (Marlon Brando).
James Earl Jones como Alex Haley y Marlon Brando como George Lincoln Rockwell

La diferencia es que a la par de monstruos, hay maravillosos personajes caucásicos. La serie expande el concepto del racismo. Vemos racismo en reversa (Tom impide a su hija casarse con un joven de raza mixta), hasta vemos un humilde almacenero judío, amigo de los Palmer, al que el Klan quema su tienda. A diferencia de “Roots” el mensaje de denuncia va acompañado de un retrato de la evolución del afroamericano en la sociedad estadounidense y su contribución a esta.

Will Palmer, a pesar de vivir en el racista Sur, establece una prospera barraca; su hija Bertha (Irene Cara) va a la universidad y se casa con un agrónomo, Simon Haley. Tanto Simon como su hijo Alex sirven honrosamente en las fuerzas armadas durante las Guerras Mundiales. Alex se convierte en prestigioso periodista y autor exitoso. La serie acaba en un conmovedor y optimista mensaje: Alex va la aldea del rio Gambia de donde era originario Kunta Kinte y se encuentra con sus parientes africanos.

Ese mensaje universal ilustraría la corriente que adoptaría la miniserie épica estadunidense: un honrar al inmigrante (incluso al traído a la fuerza), a su herencia étnica y a su contribución al crisol de razas que era Estados Unidos. Aunque ahora mucho se desprecia el concepto del Melting Pot, en ese entonces era parte de nuestro credo y nos lo era inculcado por las miniseries épicas.

La televisión de ese entonces se pobló de sitcoms que describían la experiencia de afroamericanos de todos los estratos sociales. A cambio no se volverían a hacer miniseries sobre historia africana o esclavitud sino hasta la tristísima “Queen” (1993) que continuaba la saga de Alex Haley, Ahora sobre la familia de su padre, principalmente de su abuela Queen Jackson Haley encarnada formidablemente por Halle Barry.

A pesar de que Queen nace esclava, hija del “señorito” blanco y aunque es liberada por la Guerra de Secesión, sufrirá mucho a manos de blancos prejuiciosos incluyendo su madrastra (Ann Margret) y hasta del Ku Klux Klan que lincha al padre de su hijo. Sin embargo, la historia mantiene ese lenguaje que apela a gente al margen del mundo afroamericano. “Queen” es la historia universal de una mujer de raza mixta que intenta pasar por blanca, pero al final acepta su color y solo busca que sus hijos tengan una vida mejor.

Como mujer abusada, violada, abandonada, como madre soltera y como paciente de una institución mental, Queen es un personaje con el que pueden identificarse mujeres de todas las razas. Además, la serie si tiene personajes blancos buenos: Jane, hermanastra de Queen; el bondadoso Mr. Cherry patrón de la protagonista y el psiquiatra que le da el permiso de salir del manicomio para asistir a la graduación de su hijo.

El gánster: los Italoamericanos en Miniseries Epicas
Sin llegar a la brutalidad que realmente vivieron los afroamericanos en los Estados unidos, otras miniseries buscarían describir la experiencia y la discriminación sufrida por otros grupos de inmigrantes, principalmente los que hoy se aglomeran bajo el rubro de “blancos”. No fue la televisión la primera en esbozar lo que más tarde se conocería como multiculturalismo.

Primero vino el filme sueco “Los Emigrantes”” con Max von Sydow y Liv Ullmann. Ganadora de un Oscar, esta sería la inspiración para “The New Land” una miniserie del 1974, ambas relatarían las vivencias de emigrantes escandinavos al Medio Oeste de los Estados Unidos.

En 1972, el mundo entero gracias a Francis Ford Coppola conocería la experiencia de la inmigración italiana (y subsecuente invención del crimen organizado) en los Estados Unidos. Es triste que la vida italoamericana fuese reducida, incluso en miniseries, a una humanización de los gánsteres. Siguiendo el modelo de “El Padrino”, nacía en 1980 “The Gangster Chronicles” con hampones guapísimos y románticos y toda una glorificación y glamurizacion del bajo mundo y sus muchas raíces étnicas que culminarían en este siglo en soberbias series como “Los Sopranos” y “El imperio del contrabando.”

Las únicas excepciones en lo que respecta a la semblanza de la peregrinación italoamericana fueron “The Fortunate Pilgrim” también basada en una novela de Mario Puzo y que en 1988 marcaria el debut de la diva Sofia Loren en la televisión americana. Otro (y tristemente olvidado) ejemplo fue la adaptación de The Inmigrants (1977) la primera parte de la trilogía de Howard Fast sobre la Familia Lavetta. Stephen Macht es Dan Lavetta un inmigrante italiano que pierde a su familia en el Terremoto de San Francisco. Ayudado por un grupo de personajes étnicos, Lavetta hace fortuna, se casa con una chica de sociedad, pero solo alcanza la felicidad con Mei Ling (Amy Eccles), la hija de su socio chino.


Mas allá del Holocausto
En los relatos gansteriles también pudimos divisar la experiencia de otras etnias tal como los judíos y los irlandeses. Pero los primeros tomarían por asalto la televisión con miniseries épicas sobre el Holocausto, un género que apenas levantaba cabeza en el cine, pero que animado por el éxito de determinadas miniseries daría lo mejor de sí en los 80 para luego caer en tristes clichés.

Ya he hablado en otro sitio sobre “Holocausto” de Gerald Green y su participación en el auge del género, pero no hay que olvidar que la miniserie épica comenzó con una adaptación de una novela de Leon Uris sobre el Holocausto, QBVII.  Aunque solo se hicieron tres miniseries épicas sobre el tema “QBVII”, “Holocaust” y “War and Remembrance”, se hicieron varios filmes (algunos en dos partes) sobre el tema.

En retrospectiva, me sorprende o incomoda que, a diferencia con los afroamericanos, la experiencia judeo-americana quedase relegada a víctimas del nazismo y a gánsteres. Por suerte hubo un par de miniseries que solucionarían el problema.

Steven Keats en 1975 había protagonizado la soberbia “Hester Street”, un retrato de un matrimonio de inmigrantes judío en la Nueva York de principios del siglo XX donde la adaptación del marido a un nuevo mundo se basa en la asimilación, mientras la esposa (Carol Kane) se aferra a sus tradiciones religiosas y culturales. Siempre dentro del tema, Keats protagonizó en 1977 “Seventh Avenue”.

Basada en un superventas de Norman Bogner, la serie describe el acenso del humilde Jay Black (Keats), un judío de Brooklyn, en el mundo de la confección de ropa (lo que se conocía como “La industria de la aguja”) de Nueva York durante la Depresión. A través de seis horas vemos a Jay hacerse millonario, luchar contra el bajo mundo que quiere dominar su negocio, y decidir qué mujer le conviene la esposa con la que se casó obligado (Dori Brenner) o la diseñadora a la que ama (Jane Seymour).

Casi una década tuvo que pasar antes de que se volviese a retratar en pantalla la experiencia de los inmigrantes judíos. Evergreen el superventas de Belva Plain llegó a la televisión en 1985, obtuvo altos ratings y un Emmy gracias a las poderosas actuaciones de Lesley Anne Warren, Amand Assante e Ian McShane.

 En los 1900, Anna, una chica judía, llega a Nueva York sin dinero ni familia. acaba de criada en casa de los adinerados y muy judíos Lerner, y se enamora del “señorito” Paul (McShane). Pero Anna termina casada con Joseph Friedman (Assante), un judío ortodoxo que cree en el “sueño americano”.
 Pasan los años, los Friedman son ricos pero infelices debido a la inflexibilidad de Joseph. Su hijo se casa con una cristiana y se aleja de la familia. Joseph aliviado ve que Iris, su hija menor, se casa con un doctor vienes, sobreviviente del Holocausto. Lo que Joseph ignora es que Iris es, en realidad, hija de Paul.

Como no es muy fácil ver esta miniserie les cuento el final. Eric, el nieto de Joseph, si está interesado en ser judío, tanto que muere en la primera guerra árabe-israelí (o como nosotros la llamamos La Guerra de Independencia de Israel). Joseph tiene un infarto fatal. El mismo día en que Anna recibe la visita de la esposa de Eric que viene a presentarle a su bisnieta, también recibe una visita de Paul Lerner que nunca ha dejado de amarla. La miniserie termina como en Amor en Tiempos de Colera con dos viejitos que deciden darse una nueva oportunidad.


De los Armagh a los Kennedy
El Holocausto y el cine de gánsteres, para bien o para mal, han convertido a judíos e italoamericanos en personajes reconocibles. No ha ocurrido lo mismo con los irlandeses cuya inmensa contribución a la historia y cultura estadounidense, al igual que la discriminación sufrida por parte de la población WASP (White Anglo-Saxon Protestant) han sido opacadas por las vivencias de otros grupos étnicos.

A pesar de que le tocaría a Hollywood retratar los más brutales ejemplos de discriminación en contra de los irlandeses, me refiero al Batallón de San Patricio y a los Molly Maguires, la miniserie épica no olvidaría a los hijos de Erin. En 1977 debutaba en las pantallas de NBC la adaptación del superventas de Taylor Cadwell Capitanes y Reyes.

Richard Jordan ganó un Globo de Oro por su interpretación de Joseph Armagh un huerfanito que llega a Filadelfia en 1848 huyendo de la hambruna en Irlanda. Armagh logra hacer fortuna y a medida que asciende en la escala social, va perdiendo moral y adquiriendo ambición. Traiciona a su verdadero amor para casarse con Bernadette (un merecidísimo Emmy para Patty Duke), la hija de un senador a la que le hace cuatro hijos a la vez que con su desamor empuja al alcoholismo y a la locura.
Patty Duke como Bernadette Armagh

La gran ambición de Armagh es convertir a su hijo Rory (Perry King) en el primer presidente católico de USA. Para eso lo obliga a divorciarse de Marjorie (Jane Seymour en su primera incursión en la miniserie épica de la cual sería reina) considerándola poca cosa. Sin embargo, antes de llegar a la Casa Blanca, Rory muere en un atentado que copia hasta el último detalle del asesinato de Robert Kennedy. Bueno para todo lector y televidente “Capitanes y Reyes” era un roman a clef sobre los Kennedy.

Antes de hablar de esta familia tan importante en la historia estadounidense, debemos saltarnos 13 años después del debut de “Captains and the  Kings” cuando la ABC decidió hacer algo parecido como marco para hacer conocer al público americano a un tal Pierce Brosnan. El galán irlandés interpretaba a Rory O’Manion, huérfano, cargado con dos hermanitos que llega a Estados Unidos huyendo no solo de la mala cosecha de la papa sino también de la justicia británica. En Irlanda además de matar a un hombre Rory tuvo sus revolcones con la aristocrática inglesa Rachel Clement (Kate Mulgrew). Rachel lo sigue a Boston, consigue que su tío le dé un empleo y se casa con él.

Pasan los años, Rory es millonario, pero su vida familiar es un infierno. Rachel no puede tener hijos, un embarazo pondría en riesgo su vida. Rory se hace amante de una jovencita, Rachel lo descubre, y acaban teniendo sexo violento (a ratos parecía viloacion). Rachel queda embarazada y muere al dar a luz.  De solo acordarme de tamaña bazofia, me dan arcadas. Basta decir que (¡oh anatema!) encontré a Pierce feo y no necesité que en una entrevista Kate dijera que nunca hubo química entre ella y el irlandés.

¿Pero quién necesitaba irlandeses ficticios para miniseries épicas cuando Estados Unidos gozaba de una aristocracia celta apellidada Kennedy?  Fueron Los Kennedys los protagonistas de media docena de telefilmes y miniseries totalmente épicos. Comenzamos en 1974 con William Devane y Martin Sheen como Los Hermanos Kennedy en “Los misiles de octubre”, seguido en 1977 por “Johnnie We Hardly Knew Ye”.  Ese mismo año Peter Strauss protagonizaba el telefilme “Young Joe: The Forgotten Kennedy”.

En 1981 tuvimos a Jackie Smith interpretando a otra Jackie en “Jacqueline Bouvier Kennedy” con James Franciscus como su primer marido. En 1983 Martin Sheen protagonizaba la miniserie “Kennedy” con una estupenda Blair Brown como Jackie En 1985, Brad Davis daba vida a “Robert Kennedy y su época” otra miniserie sobre estos fascinantes irlandeses.

La miniserie épica de los 90 tampoco abandonó a los Kennedy. En 1990 tuvimos “Los Kennedy de Masaachusets” que no solo abarcó las aventuras de los famosos hermanos y sus esposas, también exploró la vida de sus padres y abuelos y el modo en que los irlandeses habían sobrevivido la discriminación y el racismo del mundo de la política. Un año mas tarde, Sarah Michelle Gellar y Roma Downey interpretaron a Mrs. John Kennedy en “A Woman Called Jackie”, con Stephen Collins como Jack Kennedy.
Joseph y Rose Kennedy


En 1993, Patrick Dempsey fue un JFK adorable en “JFK: Reckless Youth” que describía los años mozos del primer presidente católico de Estados Unidos. El ciclo de las miniseries épicas sobre los Kennedy acaboó en el 2000 con otra variación de la vida de la infatigable y glamorosa Jackie en “Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis”. Esta vez les tocó a Emily van Camp y a Joanne Whalley dar vida la ex primera dama desde su juventud hasta su segundo matrimonio.

Vale decir que por francas que fueran estas miniseries, trataron con más respeto a los Kennedys que los esfuerzos de este siglo donde “The Kennedys”, “Jackie” y hasta “The Crown “han hecho hincapié en chismes de prensa amarillista antes de mostrar lo que esta familia representó para la comunidad irlandesa en la diáspora.

Si alguien se pregunta por qué hoy no hay miniseries, incluso limitadas, sobre el crisol de razas es porque el revisionismo moderno nos dice que nunca existió una interactuación armónica entre gente de diferentes culturas en Estados Unidos. De ahí que haya tantas series que victimizan a gente de color o promueven la segregación étnica. Únicamente “El Imperio del Contrabando” fue un homenaje al melting pot norteamericano, aunque fuese nada más que en el mundo del hampa.

En la próxima entrega veremos la verdadera miniserie épica, la que giró en torno a eventos históricos. veremos como las biopias del fin del siglo XX decantaron de figuras históricas para cifrarse en actores y millonarios y también revisaremos brevemente las carreras de actores que fueron los reyes del género.
¿Viste alguna vez alguna de estas miniseries étnicas de las que he mencionado? ¿Cuál crees que merecería un remake? ¿Por qué razón nunca ha habido una miniserie épica o no, dedicada los latinos en USA?