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miércoles, 1 de diciembre de 2010

DXC: Ella también

Cuesta dejarte atrás. Abandonar tu inyección, dar un paso adelante y volver a cero. El ojo desnudo, la pupila midriática saludándose de lejos con el refulgir crónico de tus palabras. Pero todo pasa, leí alguna vez. Pasan las horas, se quiebran amores, despojan rencores, se alquila la habitación nupcial del corazón completo. Al partir los barcos y los botes, el oleaje asusta, y desde el abrazador calor de este Sol de finales, tu ser me ilumina. Me acompaña.

lunes, 5 de octubre de 2009

sábado, 12 de septiembre de 2009

CCCXXI: Bisagra salomónica

La elegimos quizás sin dar con la palabra correcta, el acuerdo buscado. Pero allí estaba preescrita para nosotros, como estuvo la chispa que soltó las cuerdas de esa jauría enajenada de amor. Coliseos perfumados de añoranza se erigen en las polis del mañana. Inédita interacción temporal, donde las agujas por vagancia perecen quietas, más las horas corren desquiciadas tras los inviernos perdidos. Decisiones salomónicas sin vencedores ni vencidos, más que las partes intrínsecas de una relación contractual de pertenencia momentánea. Amorío, suelen decirle los nobles aristócratas resfregándose el corazón con los calzones de la Reina. En el Parnaso, nuestros dioses, prefirieron llamarla inmortalidad.

jueves, 27 de agosto de 2009

CCCXII: Invisible

Así te quiero, invisible. Entonces... ¿por qué te empeñás en aparecer? ¿El que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen? ¡No! Caca. No te quiero cerca. Fuiste un sueño, pero al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Porque volvés y no existe. Y de lo que fue, sólo las cenizas ruines de la añoranza quedan. Y los cimientos de un mañana ausente, momifican el sentir torturándolo en plan de extinción. Sabés leer, sabés desaparecer. Leé y desaparecé.

sábado, 25 de julio de 2009

CCIXC: Capítulo mágico

Adolfita toma las riendas del destino, cumple años y cierra etapas. Es maravilloso descifrar las vetas de una personalidad tan múltiple y reconocerla en distintos instantes. Yo supe amarlas a todas ellas, doncellas de ensueño que tuvieron en cautiverio a todos mis sentidos en un castillo mágico, de cristal. Hoy elige cerrar, no darle espacio a sus hermanas más idealistas para expresarse -y se nota hasta en el tono de su voz, como si un vibratto único las identificara dentro del mismo cuerpito-, y enojarse con lo que una vez, una artista compró, más allá de lo que exhibía la vidriera. Espejos nuevamente quizás, no lo sé. La busqué como se busca a la flor más auténtica del jardín del Edén, la amé como se ama a un infinito inalcanzable que trasciende las formas de lo que es y lo que debe ser. Me duele que no sea por amor, me duele que sea por miedo... Pero de la forma que sea, simplemente, es. Y así, será un capítulo increíble y mágico en la historia de mi vida. Ojalá el autor sepa dibujarla una vez más en esta trama triste en la que, de tanto en tanto, necesito su polvo de hada para volver a volar. 

jueves, 16 de julio de 2009

CCLXXXIII: Testamento vital

Cansa. El cáliz de la inmortalidad fluye, pero cansa. El cuerpo no permanece en pie, la mente no encuentra sosiego y el alma vaga intranquila por algún rincón alejado de mi cuerpo ajetreado. Tal vez me vea diminuto en mi lejanía ausente, desde lo alto de un edificio porteño y espejado. Creo haber escuchado en las noticias, que alguna noche inadvertida, ella dio el paso que faltaba, trascendió sus miedos y se aventuró al vuelo del sueño eterno, dejándome ahogado en la soledad de la sangre gris, en el mar del despojo y la vacuidad. Si en la víspera de un nuevo mañana, por alguna razón, me tocase seguir sus pasos, exijo entereza en sus corazones. No me lloren, no me sufran. Sepan, mis amados, que toda acción o reacción mundana, sólo habrá sido forjada en pos del elíxir de los días, del éxtasis de la vida en su máximo esplendor. Que la fuerza que me ha imantado tras mi alma en esa búsqueda incesante que nunca pude abandonar, está cargada de vitalidad desde su raíz hasta sus cenizas. Llévenme siempre consigo, no como cruz sobre la espalda, sino como el silbido intangible y sagrado del alba, que despavila suavemente e invade por el tamiz de sus párpados helados.

martes, 7 de julio de 2009

CCLXX: La herencia perdida

La lengua se adapta a la fuerza. El habla portuaria la arrincona contra la pared y la obliga a enunciar superfluos “vos”, sobre la magia azul y desgarrada de un tuteo abandonado. A veces quisiera simplemente tutearte. Las estrellas mueven los hilos de nuestros días, en la interpretación más bella de los principios constantes, de los finales eternos. Sobre vuestros párpados cansados, suele sosegar su alma el ángel de la incertidumbre, deslizando en su sueño el bautismo infinito de sus penas inmaculadas. Anímate a susurrar a su oído la estrofa ausente de la despedida, la alquimia de los cuerpos y el capítulo último de una biografía temprana.

miércoles, 10 de junio de 2009

CCLVIII: Sin despedidas

¿Hace falta estar solo una vez más? ¿Y otra? ¿Cuántas veces se aventurará a repiquetear sobre mi espalda el tortuoso látigo de los pasos caminados? Amanecer de una Alberdi entre la bruma, viendo rostros divinos, adolescentes, con el delineador corrido por las lágrimas derramadas. Y así sólo reafirman la creencia de que crecer es perder. Cuanto más perdemos más crecemos y cuanto más crecemos más perdemos. Es una ecuación absoluta, real, miserable. Pútrida, asquerosa y maquiavélica. ¿Quién quiere crecer perdiendo? La señora de negro que cruza la calle a paso firme, casi militar, me regala una mirada de congoja. Un sórdido perdón por ser humana como el alba. Y esas oscuras lágrimas, hoy recorren las nervaduras incipientes de una hojita maltratada por el otoño. La hojarasca alfombra un asfalto ensangrentado por un desdén inexpugnable. Y en historias que se entrelazan entre un pasado simple y un pasado perfecto, recuerdo cada ocasión en que la despedida quedó entorpecida. Aprendiendo así, quizás, a no decir adiós. Aprendiendo a dar media vuelta, suspirar, y partir hacia el nunca jamás.

sábado, 28 de febrero de 2009

CXCIX - Hurtos 6: Pablo Neruda

En esta nueva edición de Hurtos, no descubriremos nada nuevo. Le expropiaremos un jirón a la memoria. Retrocederemos pasos caminados en viejas historias, colegiales o amorosas, que alguna vez nos quebraron el pecho y lo sepultaron en una tumba improvisada, lejos de los grandes cementerios. Hoy es el día del reencuentro. Hoy, el Poema 20 vuelve a nuestro encuentro, y lo hace por todos los flancos. Hoy te dejo el video de una narración que aún no había oído; hoy te invito a la diversidad y al descubrimiento incluso en lo conocido. Hoy te saludo y te despido, hacia el ayer y hasta mañana.




Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Poema 20
Pablo Neruda

martes, 2 de diciembre de 2008

CXI

Hoy sentí, irrefrenable, la vehemecia de la nostalgia hacia adelante. Vi mis pies descalzos suspendidos, firmes, en el epicéntrico punto de quiebre de la historia urdida por vestigios pasados, acciones presentes e incertidumbres futuras. Un punto que puede ser vivido u olvidado. Interceptado o admirado. Enaltecido o añorado. La constancia ilógica de un miedo imbécil y pusilánime, por ser miedo antes que realidad. Por el incauto y prematuro temor a perder lo que siquiera nos pertenece. Enemigo íntimo, hermano de cama, besos, latidos. Compañero de viaje. Abrazo tus entrañas que son mías y te miro con ojos de adiós. Piernas juveniles e irreverentes, corriendo blanca fragata que zarpa. Convirtiéndose en artífices de la entrañable transparencia, de la querida presencia de mi ser. Ver al Sol Padre, reflejándose en océanos de incertidumbre y ver entonces, sólo entonces, un rostro auténtico y conocido. Inefables emociones se aglutinan en mi pecho que nunca deja de sentir. Abro los brazos e inundo un poco más el mar. Sólo un poco más. Miro al cielo y sonrío, fulgente y contagioso. Muero decidido y lentamente. Confinando mi presente a un nuevo amanecer. Ojos muertos llenos de vida, sonrientes y mirando al sol, ojos del ayer, ojos del mañana. Que amar es morir, que morir es poder y poder expresarme es también morir, pero de pie.

martes, 11 de noviembre de 2008

XCI

Resulta ineludible ese cross de derecha que el vacío atina en el centro de nuestro espíritu, haciéndonos sentir un poco más nada, de lo que estamos acostumbrados a pensar. Desesperadamente lento fue el camino de aquel Santo hacia la meca, pero arbitrariamente opuesto, repentino y efímero fue su salto al infinito de los letargos, fiel reflejo de su paz interior. Sin lugar a dudas, eso que representa para nosotros, los mortales, la culminación de las enseñanzas, o el adiós a todo pasado, presente y futuro, fue carne en un espíritu viejo, sabio, que nunca permitió a su cuerpo ceder ante la tentación.

Encontrar la paz, parece cuestión de infinitas búsquedas, pero ¿cuán ciegos pudimos ser para no haber inmiscuido nunca nuestra ociosa búsqueda, en esos ojos que bien sabían guardarla?

Que egoísta se ve hoy, ese último “Hola!”, que aludía a mi reciente llegada a un hogar (que hoy se asemeja un poco más a una casa), encadenando lo suficientemente mi percepción, como para reconocer el “Adiós!” que su alma estaba susurrando.

Sería infantil (más que infantil, estaría bordeando sutilmente la línea de la idiotez absoluta) el dolerse de una partida que nos carga de vida, más allá de la ausencia que indefectiblemente genera. Llorar a aquel Santo que fue ejemplo de vida y que supo grabar las huellas del camino que todos deberíamos seguir, es sano, pero uno nunca debe desmoronarse sobre sus lágrimas, sino llenar mares de sabiduría bajo sus párpados goteantes.

Éste es sólo un adiós, para el Omnisciente. Para quién fuera de toda concepción social, civil o correcta, supo amar, compartir, dar, disfrutar, conocer, aprender, pero sobre todas las cosas, pacificar.

Al  pacifista en su máxima expresión. Al símbolo de los que somos “parte” de la vida, y no entes autárquicas ante la belleza exterior. Al eternamente vivo…

Adiós!