Después de la lectura feliz de Trilogía, que era un librito muy breve, estuve esperando tener tiempo por delante para leer Septología, unas ochocientas páginas. Y a fe que lo he disfrutado en este agosto.
Me lo he tomado como una obra en el fondo biográfica, como un diario, casi como un paralelo, pero de ficción, de los de Knausgård: de hecho se podría hacer un ejercicio de relacionarlo, al menos a nivel superficial, pero sobre todo aquí el aliento es distinto: no es la narratividad torrencial y la sinceridad arrasadora de Knausgård, que un poco también, sino que la clave es el ritmo, una narración que es un ejercicio de respiración. Al acabar cada sección de la obra, llega la calma por medio de la oración: y cuánto se agradece ese reposo de plegarias en latín y lenguas vernáculas alternadas al terminar cada una de las siete partes.
Luego está la multiplicación de referentes: Ales y Alse, Alse y Alse, Alse y Åsleik y dos personas que se llaman Guro. El tiempo también se entrecruza: distintos periodos de la vida en paralelo, el joven de melena que ve pasar en furgoneta al hombre anciano y son el mismo. Todo esto, que parece tan confuso contado así, milagrosamente se sigue bien, si estás en otro marco: es como Laurus en ese sentido.
Yo hubiera preferido no duplicar los dos Alse y a las dos Guro. Quizá el autor lo hace para no dar demasiadas pistas de sí mismo: el Alse protagonista, sin esos dobles, sería una figura quizá demasiado ideal, el gran pintor, el marido fiel hasta después de la muerte, el asceta, el hombre de fe que tiene como referente al maestro Eckhart, lo que le permite una holgura en sus páginas sobre Dios que van en paralelo con la descripción de una vida de piedad real, vivida. Tener un Nobel que diga cosas así, eso no me lo esperaba en este siglo XXI.
Además, la reflexión sobre el arte es muy interesante. Habla sobre pintura y no sabemos cómo son los cuadros, pero sí que vemos cómo describe el esfuerzo creativo y percibimos la necesidad del arte para el artista, que en realidad es, Jon Fosse, un escritor y no un pintor. Muy interesante.
Hay una reseña muy buena de Luis Daniel González. También un artículo muy interesante de Armando Pego: a ellos os remito.