He leído por fin, y mira que me lo había propuesto veces, La idea de la universidad de san John Henry Newman. Me ha resultado un poco densa, demasiado decimonónica, muy apegada a su tiempo, más útil en todo caso para las universidades católicas y no sé si con mucha aplicación a la Universidad actual, que está muy lejos de su ideal (al menos la que conozco yo).
Me ha llamado la atención este párrafo:
La educación liberal no hace al cristiano ni al católico, sino al caballero. Está bien ser un caballero, está bien tener un intelecto cultivado, un gusto educado, un espíritu sencillo, equitativo, equilibrado, un comportamiento noble y lleno de cortesía en la vida diaria; estas son las cualidades connaturales a una amplia cultura; son el objeto de la universidad; estoy abogando por ellas, me extenderé sobre ellas, insistiré en ellas; pero, lo repito, no son garantía de santidad ni siquiera de rectitud, pueden ir de la mano con el hombre de mundo, con el libertino, con el hombre cruel, por muy agradable, ¡ay!, y muy atractivo que parezca cuando se adorna con ellas. Tomadas en sí mismas, es verdad que parecen ser lo que no son; desde lejos, se parecen a la virtud pero el que se fija con atención -o, si no, el mismo paso del tiempo- descubre la falacia; de ahí que a esas cualidades se las tache comúnmente de fingimiento e hipocresía, no, repito, por culpa suya sino porque quienes las profesan o las alaban persisten en tomarlas por lo que no son y, sin que nadie se lo pida, les otorgan unas alabanzas a las que no tienen derecho. Sacad el granito de la cantera con navajas de afeitar o amarrad barcos con un hilo de seda; cuando lo logréis, entonces, a lo mejor, con unos instrumentos tan finos y delicados como la razón y el conocimiento humanos, podréis luchar contra esos gigantes que son las pasiones y la soberbia del hombre (176).
No basta con la educación liberal, pero no está mal tener una educación liberal. Lo difícil es aunar eso con ser, no ya santo, ni siquiera una persona recta. En otra parte del libro habla sobre el caballero como quien "nunca inflige dolor"; "su gran preocupación es que todos y cada uno se encuentren a gusto y como en casa" (260). Claramente el caballero no es el ideal último de Newman, aunque lo valora en sus virtudes, que ni de lejos le hacen una persona ideal.