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miércoles, 23 de julio de 2025

La educación liberal para el caballero

He leído por fin, y mira que me lo había propuesto veces, La idea de la universidad de san John Henry Newman. Me ha resultado un poco densa, demasiado decimonónica, muy apegada a su tiempo, más útil en todo caso para las universidades católicas y no sé si con mucha aplicación a la Universidad actual, que está muy lejos de su ideal (al menos la que conozco yo).

Me ha llamado la atención este párrafo: 

La educación liberal no hace al cristiano ni al católico, sino al caballero. Está bien ser un caballero, está bien tener un intelecto cultivado, un gusto educado, un espíritu sencillo, equitativo, equilibrado, un comportamiento noble y lleno de cortesía en la vida diaria; estas son las cualidades connaturales a una amplia cultura; son el objeto de la universidad; estoy abogando por ellas, me extenderé sobre ellas, insistiré en ellas; pero, lo repito, no son garantía de santidad ni siquiera de rectitud, pueden ir de la mano con el hombre de mundo, con el libertino, con el hombre cruel, por muy agradable, ¡ay!, y muy atractivo que parezca cuando se adorna con ellas. Tomadas en sí mismas, es verdad que parecen ser lo que no son; desde lejos, se parecen a la virtud pero el que se fija con atención -o, si no, el mismo paso del tiempo- descubre la falacia; de ahí que a esas cualidades se las tache comúnmente de fingimiento e hipocresía, no, repito, por culpa suya sino porque quienes las profesan o las alaban persisten en tomarlas por lo que no son y, sin que nadie se lo pida, les otorgan unas alabanzas a las que no tienen derecho. Sacad el granito de la cantera con navajas de afeitar o amarrad barcos con un hilo de seda; cuando lo logréis, entonces, a lo mejor, con unos instrumentos tan finos y delicados como la razón y el conocimiento humanos, podréis luchar contra esos gigantes que son las pasiones y la soberbia del hombre (176).

No basta con la educación liberal, pero no está mal tener una educación liberal. Lo difícil es aunar eso con ser, no ya santo, ni siquiera una persona recta. En otra parte del libro habla sobre el caballero como quien "nunca inflige dolor"; "su gran preocupación es que todos y cada uno se encuentren a gusto y como en casa" (260). Claramente el caballero no es el ideal último de Newman, aunque lo valora en sus virtudes, que ni de lejos le hacen una persona ideal. 

lunes, 8 de marzo de 2021

Gran biografía de san John Henry Newman

Me pilló por sorpresa la salida de un libro que yo ni me había atrevido a desear, una biografía de san John Henry Newman escrita por el mayor experto en español, Víctor García Ruiz, también excelente traductor de buena parte de sus obras. 

Lo llama Ensayo biográfico porque quiere subrayar que lo que quiere hacer en el libro es dar su visión más personal, pero sí que es una biografía lograda, producto de madurez, de la decantación de muchos años de lectura y traducción de obras de Newman y de estudios en torno a su figura. Me lo he leído como leía antes las novelas, como con prisa, sin querer que se terminara pero sin poder dejarlo. Son más de 400 páginas, pero yo hubiera preferido que hubiesen sido más de 800. 

El retrato de Newman que traza (por cierto que habla mucho de los que le pintaron) es impresionante, incluso para mí que ya creía conocerlo bastante. La verdad es que yo había leído varias biografías: de la de Morales tengo un buen recuerdo, pero lejanísimo, de la antología de textos personales que hizo el propio García Ruiz, Suyo con afecto, disfruté una barbaridad y tengo un recuerdo no tan bueno de la de Ian Ker, pesadísima, repleta de ese tono tan repelente de "yo estoy hablando en realidad para eruditos, así que si no sabes de qué va esto, es tu problema": la de Ker no volvería ni a mirarla, pero esta ya me apetece releerla.

Es la vida de Newman, escrita con libertad, sin tener que ir por carriles monótonos demasiado cronológicos y demasiado oficialistas. Como recoge al final datos de todas las biografías que se han escrito en español, que son bastantes, esta puede ser otra cosa. Yo creo que sobre todo se esfuerza en dar contexto: a mí me ha iluminado mucho sobre historia de la Universidad de Oxford en el siglo XIX, sobre el catolicismo inglés (y también el irlandés), sobre los efectos del clericalismo en el catolicismo, sobre las dificultades de gobierno de la iglesia inglesa desde Roma, con continuos malentendidos. Es un acierto que lo edite una editorial católica, para que nadie se llame a engaño, aunque yo el libro lo recomendaría a todo el mundo, porque creo que es uno de las mejores obras de historia del siglo XIX que podría haber podido leer (dentro de los que me apetecería leer, claro): es un retrato de los grandes ejes históricos, centrado en la lucha contra el liberalismo en religión, que es lo que marca la vida de Newman. Y Newman es una figura avanzada, innovadora, contraria a tradicionalismos varios, del irlandés al ultramontanismo clerical que dominaba y dejó una huella profunda en el catolicismo inglés. Él abre caminos, aunque en realidad sabe que lo que hace es seguir -con su conciencia iluminada por Dios- ese camino hacia Él: yo y mi Creador, esa es la seguridad básica que mueve a Newman, como se explica muy bien aquí.

Da coraje ver las dificultades con que tuvo que enfrentarse Newman y los fracasos que hubo de sobrellevar, zarandeado entre bandos clericales, en una pelea que marcó el catolicismo inglés, dominado por una jerarquía muy dirigista y muy dirigida, muy clerical y muy antiintelectual, al menos respecto a los laicos. Eso ha marcado claramente la historia de la humanidad desde entonces (no estoy exagerando): pero mucho de lo mejor del catolicismo de ese ámbito, con grandes repercusiones en el conjunto, se debe a Newman, una persona de cualidades excepcionales y virtudes asombrosas. En el libro se destaca sobre todo su humildad, su amor a la verdad, su laboriosidad, su fortaleza. 

Alguna crítica: al autor se le escapan algunos latinismos que podríamos dudar de que estén aclimatados aquí, como perfunctorio o hiato; a cambio tiene algún neologismo logrado: impeorable. Hay algunas erratas disculpables, pero tres que me fastidiaron, una latina (urbi et orbe, en vez de orbi) y dos griegas (τιμωροσ φονου en lugar de τιμωρὸς φόνου y οι περισσοι sin acentos: en la era postgutenberg en la que nos hallamos y teniendo amigos como los que menciona en el prólogo, poco le costaba poner οἱ περισσοί). Pero esto son ganas de ponerme borde, porque tengo miedo de dar la impresión de que estoy haciendo aquí una entusiasta reseña de esas oficiosas que abundan por España, cuando no es así: el libro es grandioso y me fastidia que aparezcan erratas tan tontas. Aunque fastidiarme, me fastidia más que nadie se haya enterado y yo casi de rebote medio año después de que saliera: compraos el libro, recomendadlo, leedlo, que si es por el autor no se va a enterar nadie. No sé si espera que la difusión se produzca por un milagro; Newman hubiera hecho lo contrario, con el talento publicístico que tenía.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Los amigos de Newman

Mi lectura favorita de este verano ha sido "Los amigos de John Henry Newman y un viejo capote azul", un artículo de Víctor García Ruiz en el último número de Scripta Theologica. Sí, leo revistas de teología: ya, es verdad, leo cosas muy aburridas, pero es que son las que me interesan ahora. 

Este artículo en concreto es una delicia también por el modo en que está escrito. La pena es que no será accesible para todo el mundo (en línea) hasta 2023, salvo si estás suscrito (aquí tenéis la bibliografía que cita).

Es un repaso a los amigos del hoy santo John Henry Newman; no es que haya ningún dato realmente nuevo, pero a mí me gustó mucho volver a ver cómo quería a sus amigos, qué pendiente estaba de todos, hasta el punto de que tenía fotos de ellos en su capilla particular para rezar por cada uno. Hay amigos que perdió al hacerse católico y con los que pudo volver a estar muchos años después, casi al final de sus vidas. 

De todos modos, del propio Víctor García Ruiz son las traducciones de la novela autobiográfica Perder y ganar. Y suyo es Suyo con afecto, un libro más difícil de conseguir (en la editorial Encuentro podrían reeditarlo, pero aquí lo tenéis a un precio más o menos asequible), una biografía a partir de sus diarios y cartas: los dos son libros maravillosos.

viernes, 24 de enero de 2020

Cosas de Newman sobre el paisaje griego

Cuando Newman llegó a Grecia, sus referentes eran Homero y Tucídides, la veía con los ojos de ellos y poniéndose en su lugar. Ítaca es sus lecturas de infancia y Tucídides la reflexión histórica. Hace comentarios muy interesantes sobre el tema del paisaje en la literatura. Os pongo tres párrafos largos, los dos primeros sobre Ítaca:

[Pasan por Ítaca] Nunca pensé que ver estos lugares me iba a encantar de esta manera. No es que haya tenido desde siempre mucho apego al viejo Homero, pero pensaba que mi imaginación era lenta a la hora de emocionarse a la vista de las cosas que ya conocía por haberlas leído. Pero cuando me encontraba durante horas a media milla de Ítaca, como esta mañana, ¿cómo describir mis sentimientos? No los causaba ninguna asociación de tipo clásico, sino el pensamiento de que yo veo ahora ante mí, en forma real, esos lugares que habían sido las primeras visiones de mi niñez. Ulises y Argos habitaron esa misma isla que yo veía. Respondía plenamente a la descripción: un peñasco inmenso y árido, de piedra arenisca (a lo que parecía), de un gris soso escasamente cubierto de maleza, que contenía diversas masas redondeadas, con gargantas profundas, que eran los puntos principales donde los lugareños habían osado intentar sus cultivos -aunque las laderas de los montes también estaban trabajadas con cultivos-. Veíamos los olivos; pero las viñas, como las cortan en invierno, no se ven desde el mar. (...) Homero llama a la isla pequeña y querida, y lo es. Me la quedé mirando durante un buen cuarto de hora y me dio mucho gusto la vista del peñasco. [Carta a Mrs. Newman, en el barco, 29.12.1832, p. 180]

Ojalá pudiera decirte cómo me encantó ver Ítaca, la tierra patientis Ulyssei. Había estado releyendo la Odisea los quince días antes, desde el momento en que entramos en el Mediterráneo; pero no me hacía falta, porque es el primer libro del que aprendí cosas, siendo niño (la traducción de Pope); y al ver Ítaca, mi niñez y las escenas de la niñez como que revivieron. Era una cosa tan extraña mirar las rocas de Nérito como en una visión ¡y no poder tocarlas! Suspirábamos por una avería en el sistema de vapor (cosa que ha ocurrido varias veces, cuando menos lo deseábamos) que nos diera la excusa de bajar a tierra. Te aseguro que lo que he visto de Grecia (con mis propios ojos un poco, y bastante más a través de dibujos) ha puesto el conjunto de su historia a una nueva luz para mí: aquello es un perfecto camino de cabras; poco más que cumbres altas, quebradas profundas y pasos de montaña difíciles. No logro explicarme cómo tenían lugar las relaciones entre unos lugares y otros, cómo pudieron hacer la guerra, cómo pudieron desarrollar el pensamiento. (...) Con  lo mucho que me emociona todo esto ahora, estoy seguro de que me emocionará mucho más al recordarlo, y me enfadaré mucho conmigo mismo por no haberme emocionado todo lo que tenía que haberme emocionado en el momento de estar en el lugar. (...) [Carta a Isaac Williams, desde Malta, 16.01.1833, 207-9]

Sobre Tucídides
[En Corfú] Esta mañana he podido casi revivir los tiempos griegos; es decir, imaginarme a Homero y Tucídides aquí; lo único que me asombra es lo poco que dicen acerca del paisaje; aunque ellos, claro, estaban acostumbrados a él. Es tan abrumador pararse a pensar que el lugar tuvo en sus tiempos exactamente el mismo aspecto: no hay floración vegetal, pero tiene el sello de los rasgos indelebles de «los collados eternos» (Gen. 49, 26). Aquí tuvo lugar la famosa acción que cuenta Tucídides, que fue la primera del combate entre oligarquía y democracia que finalmente se extendió por toda Grecia. (...) Ningún cambio es tan grande que no pueda ocurrir; lo que para mí da a esta reflexión toda su fuerza es el hecho de que estoy en el sitio. Si Tucídides saliera de la tumba, reconocería el sitio, señalaría las montañas, que tienen el mismo aspecto que en los viejos tiempos; por eso tengo algo en común con él, y conociendo sus palabras y viendo los cambios, estoy en su lugar, por así decir, y veo las cosas en su lugar. Soy Tucídides, pero con el don de la segunda mirada. (...)
190 Nuestras cabalgadas por el país me han dado una clara idea (antes no tenía ninguna) de lo que suponía viajar por Grecia en tiempos de Tucídides etcétera; ahora me doy cuenta (sobre todo con la ayuda de unos dibujos que he visto) cómo era realmente Grecia; y me asombra haber leído tanto sobre un país sin llegar a captarlo. Y me maravilla cómo pudo llegar a convertirse en un país, cómo llegaron a relacionarse unos con otros, y cómo fueron a la guerra, etcétera, porque es una masa de montañas, amontonadas ahí de la manera más salvaje que cabe imaginar. [Carta a Harriet Newman, Corfú, 2.01.1833, 185 y 190]

miércoles, 8 de enero de 2020

Dudas sobre las ventajas de viajar

Tenía cogidas varias citas del libro del viaje de Newman por el Mediterráneo, todas sobre el viajar:
¿No es una paradoja extraña que, a pesar de lo indeciblemente que he disfrutado, no obstante todo eso me interesa poco? Es decir, no me importaría demasiado, incluso hasta me gustaría mucho, verme de pronto trasladado a mi cuarto de Oxford y, a solas, con la puerta cerrada*, tumbarme bien a gusto en mi sofá. (...)  el caso es que, sin querer, huyo del contacto con el mundo. (...) a pesar de que estoy metido en estas andanzas porque he querido yo, de todo corazón te digo que ojalá se hubieran terminado ya, porque, sencillamente, las aguanto. Y prefiero con mucho haberlas visto que verlas, aunque al mismo tiempo me asombran extraordinariamente y me encantan cuando las veo.
[Carta a Harriet Newman, Corfú, 2.01.1833, p. 186]
*n. 186 oak sported: una segunda puerta, que si estaba cerrada quería decir que el inquilino no quería visitas.

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Por muchos motivos estoy contento de haber emprendido este viaje. Para un hombre de vida sedentaria creo que es bueno viajar, no tanto porque así se ve mundo sino porque se puede dar cuenta de lo limitado de su esfera de acción, de su poder. No me parece haber aprendido, hasta ahora, un solo hecho o impresión sobre la naturaleza humana que no tuviera ya antes. Aunque siempre me ha parecido que el objeto de conocimiento de la mente humana es inabarcable, a pesar de lo poco que es capaz de abarcar la mente humana más poderosa (y es cosa que yo noto en mí mismo), a pesar de eso, me he convencido aún más de la debilidad intelectual de un sujeto que se limita a leer; le es imposible captar y entender y hacer suyas las cosas que le trae la vida; sería como un niño inerme, mientras el torrente de la vida pasa y vuelve a pasar a su lado, y le zarandea y le sacude por todas partes. No me gustaría repetir, pero estoy contento de haberlo hecho. Si fuera más joven, quizá pudiera remediar eso que me falta, pero después de tantos años con las mismas costumbres, lograrlo me llevaría más tiempo del que puedo permitirme. Estoy tan acostumbrado a pasarlo bien a solas, sin ayuda de nadie, que, aunque me interesa lo que pasa a mi alrededor, estoy poco alerta a los acontecimientos externos; en el fondo me da igual; y parezco un loco.
[Carta a Isaac Williams, desde Malta, 16.01.1833, p. 208-9]
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Se diría que hay mucha diferencia entre Morton Pinkney y Roma, nuestros respectivos lugares de residencia actual, pero en realidad no es tanta. Esto he aprendido con tanto viaje, que todos los sitios son más o menos lo mismo, cosa que antes no sabía. Nunca había caído en que los caballos, los perros, los hombres y las casas son iguales en otros países que en casa; no es que lo dudara, exactamente, sino que mi imaginación no pillaba la idea. (...)
La naturaleza es siempre la naturaleza (...). Eso que uno aprende; supongo que es parte de ese nil admirari que uno aprende viajando. Es asombroso en lo poco que se queda haber estado en un sitio, cuando uno ha estado en ese sitio. (...)
Ya que estoy haciendo confesiones, añadiré que no he experimentado, ¡ay!, nada de esa ampliación y expansión de la mente que un amigo me dijo en confianza que debería obtener de viajar.
[Carta a Thomas Mozley, Roma, 9 de marzo de 1833, p. 256-9]

miércoles, 9 de octubre de 2019

La última celebración del beato John Henry Newman

Eso es así porque a partir del domingo ya no habrá «beato», sino que será san John Henry (o Juan Enrique, por qué no) Newman. He estado leyendo Via media. (el volumen II; aparte está el tracto 90), donde recogió textos de esa época en la que pensaba que la Iglesia Anglicana era el medio perfecto entre los excesos de los luteranos y los de los católicos. Me ha impresionado una barbaridad, otra vez más, su honradez intelectual y he podido constatar hasta qué punto era anglicano y hasta qué extremos era inglés, hasta las cachas. Que se hiciera católico es para mí un milagro de los gordos, pero de los gordos, gordos.
Yo pensaba que sería un libro aburrido. No es para menos si ves que un capítulo es «La restauración de los obispos sufragáneos», pero hasta ese me acabó interesando. O me he vuelto muy aburrido en mis lecturas (y creo que sí) o es que Newman es alguien siempre grande como escritor.
Hay un capítulo en el que discute un ataque que un catedrático de Oxford había hecho al libro de su amigo Hurrell Froude, ese con el que se fue al Mediterráneo de viaje, que era percibido como «demasiado ladeado hacia lo católico». Ahí aparece, al principio, este párrafo esplendoroso:
Estoy seguro de que, cuanto más se remuevan esas opiniones que usted censura, más se extenderán. De esto hemos tenido abundantes pruebas durante el curso de los últimos años. Sean cuales sean los errores y faltas de sus defensores, esas opiniones tienen en sí esa raíz de verdad que -lo creo firmemente- lleva aparejada una bendición. No pretendo decir que llegarán a ser tremendamente populares: esa es otra cuestión; la Verdad no es nunca -o, al menos, nunca lo es por mucho tiempo- popular; y tampoco digo que tendrán sobre la mayoría esa externa influencia que a menudo ha poseído esa Verdad que ha sido patrimonio de unos pocos, los cuales la han valorado, entronizado y recibido de ella su fuerza; ni tampoco que no estén destinadas -como lo ha estado a menudo la Verdad- a ser repudiadas o pisoteadas como algo odioso. Pero de esto sí estoy seguro: que, en esta coyuntura, en la medida en que esas opiniones sean conocidas, se abrirán camino en la comunidad, haciéndose con lo que es suyo y buscando y encontrando refugio en los corazones de cristianos, de arriba y de abajo, aquí y allá, con este hombre y con aquel, según sea el caso; y harán su labor en su día, y constituirán un memorial y un testimonio para esta generación caída de lo que ha sido, de lo que Dios siempre ha tenido y de lo que será un día en la perfección; y eso, no por lo que son en sí mismas, ya que, cuando se las observa en lo concreto, están mezcladas -como sucede con todo lo humano- con el error y la enfermedad, sino por razón del espíritu, la verdad y la antigua vida y poder católicos que hay en ellas (p. 192).
La traducción, sobresaliente, en un volumen tremendamente bien editado y con índices y explicaciones excelentes, es de José Gabriel Rodríguez Pazos, al que no tengo el gusto de conocer, pero al que le estoy tremendamente agradecido por el libro.

viernes, 13 de septiembre de 2019

La enfermedad de Newman en Sicilia

El Viaje al Mediterráneo de 1833 de Newman en principio es un libro sin nada especialmente llamativo, pero al final llega el momento de crisis, cuando contrae una enfermedad que lo deja al borde de la muerte, acompañado solamente de un criado italiano, en un sitio perdido de Sicilia. Lo leemos en varias fuentes, empezando por una carta a Henry Willbeforce, ya de vuelta en Oxford:
Estaba solo, en Leonforte, en una posada miserable. Seguramente la cabeza se me iba de vez en cuando y no me daba cuenta de mi desolada situación; pero al menos una vez, cuando me sentía muy solo, tuve una clara revelación del amor de Dios por sus elegidos, y yo sentí que yo era uno de ellos. Digo esto, claro, no para subrayarlo sino como ejemplo de la misericordia de Dios conmigo; y no logro describir este sentimiento con palabras.
(...) [Se pone a meditar sus faltas y termina] Al final me consoló el pensamiento de que, al ponerme a mí mismo en aquella situación, no había actuado (como acabo de decir) en contra de ningún consejo expreso que se me hubiera dado, y dije «No he pecado contra la luz», y lo repetí a menudo (16.07.1833; p. 354).
Lo siguiente es de un memorando que escribió en 1834; cuenta que estaba seguro de que se iba a recuperar y la razón que le dio a su criado fue que «creía que Dios tenía una tarea para mí». Después de la fiebre, se sentó en la cama «llorando sin parar, y yo solo era capaz de decir que no podía dejar de pensar que Dios quería que yo hiciera algo en Inglaterra»:
En un momento dado, me vino el consolador y arrollador pensamiento de que el amor de Dios me había elegido, y me pareció sentir que yo era suyo. Pero creo que todos mis pensamientos, los dolorosos y los agradables, estaban potenciados por una especie de delirio; no importa, siguen siendo de Dios porque son providencia suya. Al día siguiente se incrementaron los sentimientos de remordimiento. Veía más y más mi absoluta vaciedad (391).
Y bien que cumplió su función en Inglaterra en los años siguientes. Y mucho más.

Y su canonización es dentro de un mes.

martes, 16 de julio de 2019

Contra la espontaneidad

Mirad qué párrafo más jugoso de una carta en la que cuenta [san] John Henry Newman del viaje para embarcarse:
(...) la noche se animó gracias a lo que Heródoto llama en cierta ocasión νυκτομαχία o combate nocturno; es decir, la disputa entre yo mismo y un hombre (al que por cortesía llamaremos señor) que iba sentado con el conductor, sobre ciertas cosas que yo consideraba inadecuadas, y él apropiadas, de su modo de hablar. El primer acto terminó cuando él me calificó de «perfecto idiota». El segundo, dándome él dos sentidísimos apretones de manos al tiempo que declaraba que, desde luego, me tenía por muy indiscreto e inoportuno en mis comentarios. Había empezado yo diciéndole que parara de decir tantas tonterías a la tonta del bote de la criada que iba apretujada en el imperial, así que no podía quejarme yo de que me diera una respuesta tan poco cortés [Carta a Mrs. Newman, Falmouth, 5.12.1832, en Viaje al Mediterráneo en 1833, 127. La traducción, excelente siempre, de Víctor García Ruiz. En cambio transcribe el término griego y lo transcribe mal; lo he puesto en griego yo y he enlazado con el texto original].
En el primero folleto que publicó de vuelta del viaje, que abrió la serie de Tracts for the times que hizo poner en ebullición las islas británicas entre 1833 y 1841, me encontré esta frase contra los espontaneístas, que vale para muchos ámbitos de la vida:
¿El fin de la liturgia no es precisamente evitar el uso descuidado y vacío del lenguaje? ¿Y, en la más sagrada de todas las ceremonias ¿vamos a redactar, suscribir y emplear una y otra vez maneras de decir que no hayan sido sopesadas y que no haya que tomarse en su sentido más estricto? (Del Tracto nº 1, en Viaje Mediterráneo, 371)

lunes, 15 de julio de 2019

Newman sobre navegar

En el libro del viaje por el Mediterráneo que hizo Newman en 1833, aparece esta descripción de Gibraltar:
Tuvimos un rato de descanso maravilloso en el jardín del Convento que, incluso en este tiempo del año, estaba exuberante y lleno de fragancia: cactus enormes, dátiles, naranjas, limones, chirimoyas, terebintos, pitayas y por último, pero no menos importante, las palmeras (de unos 18 pies de altura), un árbol de lo más singular. O sea, el perfecto jardín de Alcínoo. [Carta a Harriet Newman, en el barco, 08.12.1832, p. 152]
Y esto es lo que dice cuando llega frente a las costas de Grecia:
Es extraño esto del barco; te vas abajo y te dedicas a tus asuntos. Te llaman a cubierta y lo que encuentras es todo nuevo. Te encuentras escenas como por arte de magia y te cuesta creer que sean verdad. Ayer fue el día más delicioso que he tenido. Al principio, cuando vi la costa española, mis raptos fueron más fuertes; pero ahora he superado esas turbulencias y estoy tan lleno de alegría que hasta se me sale, porque estoy en el mar de Grecia, el lugar de los cantos del viejo Homero y de las historias de Tucídides. (...) Llovía (...) y sólo pudimos mirar Zante (...) y Cefalonia (la Samos de Homero) a la izquierda. [aquí hace una descripción muy bonita de lo que ve] (...) Zante, la antigua Zacynthus, famosa por ser un puesto ateniense en la Guerra del Peloponeso (...) Al pasar con el barco entre las dos islas, vimos el Peloponeso a lo lejos, «la gran isla dórica de Pélope» como la llama Sófocles [Edipo en Colono 695]. (...) A la izquierda, muy a lo lejos, se veía la costa de Acarnania, cerca de la boca del Aquéloo (174).
Es sorprendente no que cite a Homero, sino a Tucídides. Es muy iluminador de la actitud de Newman, tan brillantemente político como fue en sus guerras de ideas y perdedor también como Tucidides desde el punto de vista más a ras de tierra.

jueves, 11 de julio de 2019

El paisaje de Taormina

El libro de Newman de su viaje por el Mediterráneo sigue creciendo en mi estimación a medida que copio cosas que me apunté en la primera lectura, por ejemplo esta sobre Taormina:
Nunca vi nada más encantador que este lugar. Cumplía todo lo que una había leído en los libros sobre la perfección del paisaje: un valle profundo, arroyos estruendosos, árboles hermosos. Pero de nada sirve describir; el mar se oía a la distancia. Pero cuando, después del desayuno, además con un día de sol, subimos hacia el teatro y vimos la vista desde allí, ¿qué puedo decir? Pues que no tenía ni idea de que la naturaleza podía llegar a ser tan hermosa, y que lo que se veía desde allí era lo más parecido a ver el Edén que se puede concebir. ¡Feliz yo! Valía la pena llegar hasta allí, aguantar la soledad y la tristeza del camino y el cansancio del viaje para ver aquello. Por primera vez en mi vida sentí, con los ojos abiertos, que tendría que ser mejor y más religioso, si viviera allí. Jamás he sido consciente con tanta intensidad de lo que supone un paisaje distinto. Quiero decir que he visto montañas y vegetación, y me he dado cuenta de que no eran como en Inglaterra, y sin embargo no podía creer que no fuera un sueño. Pero ahora veo cuán real es el paisaje hermoso; largas laderas que parecen no terminar nunca, cultivadas hasta la cima; o colgando ahí, con rocas que sobresalen; peñascos enormes, vertiginosos, ahí plantados, porque les da la gana, a su aire; montes y montes, unos tras otros, y uno se pregunta cuándo tendrá fin esa cadena. El teatro se asienta en una colina hueca y la scena forma un pantalla y a través de ella ves pendientes impresionantes que caen y caen; y encima de todo se eleva el Etna; en la parte de abajo ves el mar, y la costa forma el círculo de una bahía y luego sobresale hacia un punto donde estuvo Naxos, el primer asentamiento griego. Esta soberbia vista, la más maravillosa que espero ver nunca, no es más que uno entre los, por lo menos, media docena de paisajes que superan a todos los otros del mundo en cuanto a belleza (328-9).

Y mirando a ver cómo sería, me he encontrado con este cuadro, el que más me ha gustado (tienen otros del XIX). Es de William Stanley Hasseltine:

jueves, 9 de mayo de 2019

Newman quejándose

No ha sido menor la alegría de ver cómo se enfada Newman, el ahora Beato Newman y dentro de poco San Juan Enrique Newman. Por ejemplo, lleva muy mal que en la estafeta de Nápoles no le quieran dar cartas de su familia y amigos:
Y los desgraciados de Correos, adonde he ido ya cinco veces, la mayoría porque ellos me han dicho que fuera, no se han dignado mirar si me han llegado tus cartas [está escribiendo a su hermana Harriet], aunque estoy seguro de que han llegado (223).
Los desgraciados de Nápoles no te dan ni una sola carta que se mande allí. Lo mismo da tirarlas a la bahía que mandarlas a la estafeta de correos (260).
A[l futuro] san Juan Enrique Newman Nápoles le probó los nervios:
En Nápoles te extorsionan, sopla viento a todas horas, está siempre lloviendo, las calles son muy peligrosas por lo grasientas que están (a pesar de la lluvia); siempre te pasan por encima; hay chicos rateros que te asaltan los bolsillos (a Froude le quitaron dos pañuelos, yo pillé a 3 o 4 ladrones) y las montañas de alrededor son feas y chatas.
Y de política inglesa dice en otro momento:
En absoluto puedo ufanarme de haber obtenido el don de juzgar con frialdad, y leyendo los periódicos de principios y mediados de febrero [esto lo escribe el 9 de marzo de 1833], odio a los whigs (cristianamente, claro, como dice Rowena [un personaje de Ivanhoe]) con más rabia que nunca (258).
Qué bien, verle así, me consuelo de lo mío, aunque sea este consuelo mío muy tonto. Ya le podría imitar en todo lo demás también.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Más de Newman en España

Además de rodear la península en barco, en su viaje Newman paró en Cádiz, pero no pudo desembarcar:
Esta mañana estuvimos en Cádiz, que es una ciudad sorprendente, pero no nos dejaron desembarcar por el cólera; lo cual fue una decepción, claro (144).
También ve a lo lejos Granada. Está contando otras cosas a su madre y mete un paréntesis:
(Me acaban de llamar para ver las montañas de Granada, porque nos hemos aproximado a la costa. Están envueltas en una sábana de nieve con nubarrones negros a media altura, como unas crestas. A lo lejos parecen inmensas y sin forma, con el catalejo se ven las laderas y los picos perfectamente regulares) (149).
Luego le habla de su visita a Gibraltar, el único sitio de la península que visitó (el dice: «el primer país extranjero en que he puesto el pie»). Ahí habla de un jardín paradisiaco:
Tuvimos un rato de descanso maravilloso en el jardín del Convento que, incluso en este tiempo del año, estaba exuberante y lleno de fragancia: cactus enormes, dátiles, naranjas, limones, chirimoyas, terebintos, pitayas y, por último, pero no menos importante, las palmeras (de unos 18 pies de altura), un árbol de lo más singular. O sea, el perfecto jardín de Alcínoo.
Podéis comparar con la descripción de Homero en el canto VII de la Odisea, versos 112 a 132.

martes, 7 de mayo de 2019

Newman atisba España

En el relato del viaje de Newman me hizo mucha ilusión notar que la primera imagen que él tuvo de un lugar distinto de Inglaterra en el mundo fuese justo el cabo Ortegal. Es una carta a su madre (11 de diciembre de 1832):
Estamos a la altura del cabo Finisterre, pero aún no ha salido la luna y no la vemos, aunque, ahora mismo, sí algunas luces sueltas de casas de labor en la costa, que puede estar a unas 15 millas. Esta mañana temprano vimos las altas montañas de España (la primera tierra extranjera que he visto) y hemos completado con todo éxito nuestro paso por el impresionante Golfo de Vizcaya. La primera tierra a la vista fue el cabo Ortegal y sus alrededores, un perfil magnífico, y, a medida que nos acercábamos, destacaban tres filas de montes y, en algunos lugares, los había con grandes cortados que casi planeaban sobre el mar. (...) El día aclaró, todas las nubes desaparecieron y el mar, que hasta el momento había sido bueno, se puso de un color índigo profundo y, al soplar un refrescante viento, se coronó con los más impresionantes ángulos blancos, que, al romperse en espuma, se volvían fugaces arcoíris. Las gaviotas, a sus anchas, revolaban alrededor y el barco cabeceaba arriba y abajo con un movimiento que podía haber sido desagradable en el golfo o con el viento de suroeste, pero que era delicioso porque venía de la costa. No puedo darte una idea del exquisito color del mar que, no siendo en absoluto raro o nuevo, es, no obstante, del todo diferente a lo que he visto nunca (a lo mejor digo bobadas). Yo lo llamaría un color «de caballeros»; esto es, tan suave, tan sin aparato alguno, tan sobrio. Y al tiempo tan profundo y solemne, tan incomparablemente fuerte, si es que a un color se le puede llamar eso; y el contraste entre el blanco y el índigo tan sorprendente; y en la estela del barco se cambiaba en todos los colores, verde transparente, blanco, blanco verdoso, etc. Cuando cayó la tarde, nos dio la impresión de encontrarnos en una latitud más cálida. El mar se abrillantó y tomó un tono morado resplandeciente tirando a lila; el sol se puso en un carro de oro; y en seguida, primero un cielo primero naranja pálido, y que luego, poco a poco, subía a rojo polvoriento mientras salía Venus como estrella de la tarde con su peculiar palidez intensa. Ahora tenemos una brillante luz de estrellas. Pasamos Coruña por la tarde, pero demasiado lejos, sólo vimos las montañas de encima (129-30).
La traducción, ya dije, excelente, de Víctor García Ruiz.

lunes, 6 de mayo de 2019

Newman por el Mediterráneo

Todo lo que sale de Newman lo leo. En la editorial Encuentro han publicado buena parte de sus obras y casi todas editadas y traducidas por Víctor García Ruiz, una garantía. 
Esta vez ha hecho una selección de textos en torno al viaje que Newman hizo en 1833 con su amigo Hurrell Froude por el Mediterráneo, esperando vanamente de ello la curación de este. Cuando se publicaron los textos que había dejado Froude aquello fue una conmoción en el anglicanismo, porque se vio cómo se iba acercando a postulados «católicos». Yo lo que he visto es que al menos en este momento Newman estaba bien lejos de hacerse católico: no sólo es que siempre fue todo lo inglés que se puede ser, es que en este momento Roma para él es un lugar que le impresiona como enterramiento de los apóstoles, pero también porque es la Babilonia del Apocalipsis. En Roma conocerá a Wiseman, encontrará simpáticos a los ingleses católicos que conoce, pero da la impresión de que ni se le pasa por la cabeza hacerse católico.
A mí me ha parecido un libro fascinante, aunque no es exactamente entretenido. En primer lugar te enteras de lo poco cómodo que era viajar, aunque fuera por mar, de Inglaterra hasta Grecia, y eso que iban de colonia inglesa en colonia inglesa: Gibraltar, Malta, Corfú y otras zonas de Grecia entonces ocupadas tras la liberación de los turcos. 
Casi todo el libro son cartas, a su madre, a sus hermanas, donde describe todo en detalle. La mayor preocupación es saber cuándo llegarán las cartas, porque pueden tardar hasta dos meses; de hecho se pasará a veces semanas sin saber nada de Inglaterra. Hay también en el libro partes de su diario. Describe muy bien las incomodidades del viaje en barco, las semanas que tiene que pasar en cuarentena en Malta para poder cruzar a Italia, lo necesario que es llevar cartas de recomendación.
Sólo hay esbozos de lirismo en la descripción de paisajes, especialmente los griegos, que mira con la Odisea y Tucídides en la mano, y los sicilianos, que le impresionaron tanto que quiso volver allí. En Sicilia sufrirá la enfermedad que casi lo mata y que supuso un momento decisivo en su vida.
Si algo me ha llamado la atención es ver aquí a un Newman muy terreno, que sale de viaje lleno de preocupaciones por las sinecuras de la iglesia anglicana en Irlanda y los debates políticos que las ponían en discusión, intentando colocar a un amigo en la Universidad y con peleítas también con la máxima autoridad de su College. A la vez, es asombrosa la finura de su conciencia; cuando se ve cercano a la muerte le atormentarán esas peleas académicas, pero en conjunto podrá decir una frase que es central en su vida: No he pecado contra la luz.
Vuelto a Inglaterra, se apresta a la misión que ha visto en Sicilia que tiene que pelear: la liberación de la Iglesia (el cree todavía que es la Iglesia de Inglaterra la verdadera) de los enjuagues políticos, la vuelta a una fe que él cree que se puede revivir en la base del anglicanismo frente a las tentaciones protestantes. Es ahí cuando empieza aquellos folletos (los Tracts for the Times) que incendiarán el anglicanismo y que darán lugar al llamado Movimiento de Oxford, tan complejo.

El volumen tiene alguna pega: tipográficamente no está tan cuidado como debiera: hay erratas, los textos del Diario no se separan claramente de las cartas, con lo que parecen casi notas a pie. Todo hubiera estado mejor con una revisión completa. Sobre todo me ha asombrado lo mal transcritos que están los nombres griegos y que cuando Newman cita algo en griego el editor lo traduzca, pero no ponga, ni siquiera en nota, el texto original.

[aquí tenéis las primeras páginas en PDF]

jueves, 7 de junio de 2018

Newman entre Milton y Eurípides (o sobre Irlanda y España)

Por completar lo de ayer de Newman en relación con Las Bacantes de Eurípides, hay otro sitio donde lo cita también, en Idea de una universidad. Está hablando de la «apertura de mente» en la Universidad y tras repasar lo que ocurre al estudiar ciencias naturales, física o historia, pasa al momento en que un cristiano tradicional conoce los argumentos de los incrédulos:
Y luego también, la primera vez que la mente se cruza con los argumentos y especulaciones de los no creyentes y nota qué novedosa luz arrojan sobre lo que hasta ese momento se consideraba sagrado; y todavía más, si se entrega a estas teorías y arroja como una carga de prejuicios lo que hasta entonces sostenía y como despertándose de un sueño empieza a forjarse una idea viva de que ahora no hay ley divina ni transgresión de la misma, de que el pecado es un fantasma y el castigo un espectro, de que es libre para pecar, libre para gozar del mundo y de la carne; y, aún más, cuando experimenta tales goces y ve que puede pensar y sostener lo que quiera, que "el mundo se encuentra ante él y que puede escoger lo que desee"*, y puede construirse el sistema de ideas que le venga en gana; cuando este torrente de pensamientos intencionados le inunda por completo ¿quién negará que el fruto del árbol de la ciencia (o lo que él considera ciencia) le ha convertido en un dios, con su sensación de holgura y encumbramiento? Una embriaguez, en realidad, que no deja de ser una iluminación por lo que a su estado subjetivo se refiere. De ahí el fanatismo de los individuos o de las naciones que abandonan súbitamente a su Creador. Sus ojos se abren desmesuradamente y, al igual que el rey castigado de la tragedia, ven dos soles y un universo mágico**, desde el cual vuelven la mirada a su estado primitivo de fe e inocencia con una especie de indignación y desprecio, como si entonces hubieran estado locos o víctimas de una impostura.
Yo me he acordado de lo que está pasando ahora en Irlanda y España: somos Penteos que vemos dos soles y lo estamos flipando. Espero que no acabemos como él.

Aquí en el original:
And then again, the first time the mind comes across the arguments and speculations of unbelievers, and feels what a novel light they cast upon what he has hitherto accounted sacred; and still more, if it gives in to them and embraces them, and throws off as so much prejudice what it has hitherto held, and, as if waking from a dream, begins to realize to its imagination that there is now no such thing as law and the transgression of law, that sin is a phantom, and punishment a bugbear, that it is free to sin, free to enjoy the world and the flesh; and still further, when it does enjoy them, and reflects that it may think and hold just what it will, that "the world is all before it where to choose," and what system to build up as its own private persuasion; when this torrent of wilful thoughts rushes over and inundates it, who will deny that the fruit of the tree of knowledge, or what the mind takes for knowledge, has made it one of the gods, with a sense of expansion and elevation,—an intoxication in reality, still, so far as the subjective state of the mind goes, an illumination? Hence the fanaticism of individuals or nations, who suddenly cast off their Maker. Their eyes are opened; and, like the judgment-stricken king in the Tragedy, they see two suns, and a magic universe, out of which they look back upon their former state of faith and innocence with a sort of contempt and indignation, as if they were then but fools, and the dupes of imposture.
*Paraíso perdido de Milton (XII, 646). ** Bacantes v. 918.

miércoles, 6 de junio de 2018

Newman sobre Las Bacantes

Yo, si fuera más listo, me dedicaría a estudiar qué es el humor, la risa, la comicidad. Me voy dando con explicaciones que me dejan con la boca abierta y me parece que sigo sin pillarlo, especialmente en los casos en que la comicidad se aúna con lo trágico, por ejemplo en Flannery tantas veces.

En una página de un ensayo*, John Henry Newman me dejó hundido, porque, como de pasada, explica Las Bacantes sin despeinarse, mientras yo llevaba tiempo dándole vueltas sin acabar de pillar ese cogollo entre lo trágico y lo cómico que tan bien explica él:
La acción de Las Bacantes es también [como en el Agamenón de Esquilo] muy simple. Es la historia de cómo Tebas recibe la bendición de Baco tras perder Penteo la razón, ser conducido a su ruina y serle revelada la divinidad de aquel. El interés de la escena surge del proceso gradual por el que tiene lugar la enajenación del rey de Tebas, que se describe con gran fuerza y originalidad. Sería cómico si no estuviera relacionado con la religión. Tal y como tiene lugar, expone la grave ironía de un dios que triunfa sobre la impotente presunción de un hombre, el juego y la picardía terribles de una deidad a la que se ha insultado. Es una puesta en práctica del aforismo Quem deus vult perdere, prius dementat [=A quien la divinidad quiere perder, antes lo enloquece ]. La acción guarda un equilibrio tan delicado entre lo sublime y lo grotesco que es a un tiempo solemne y risible, sin ejercer violencia sobre la propiedad de la composición: el fuego loco del Coro, la alegría estúpida del viejo Cadmo y de Tiresias y el engaño de Penteo, que en último término es inducido a vestirse con atuendo femenino para ser aceptado entre las bacantes, son armonizados con la terrible hecatombe en que termina la vida del intruso. Tal vez el descubrimiento del dios disfrazado por parte de la víctima sea la idea más lograda de este espléndido drama: su locura le permite distinguir los característicos cuernos sobre la cabeza de Baco que su mente no lograba advertir cuando cuerda, pero este descubrimiento, en vez de llevarle a un reconocimiento de la divinidad, le proporciona únicamente ocasión para un estúpido y perplejo asombro:
Como toro tú pareces guiarnos, sobre tu testa han crecido los cuernos. ¿Eras antes una bestia? Porque ese es ahora tu aspecto.
Este drama es en conjunto el ejemplo más alto del genio de Eurípides, que carecía de la suave elegancia, la majestad y la gracia de Sófocles y de la rudeza y de la tragicidad abrumadoras de Esquilo, pero poseía un genio brillante, versátil, imaginativo, además de un sentimiento poderoso.

«La Poética de Aristóteles y la poesía», en Ensayos críticos e históricos I, Madrid: Encuentro, 2008, 53-54



viernes, 18 de mayo de 2018

Fe como moverse adelante en el claroscuro de la aurora

Otro texto, el último que me apunté, del libro sobre La Fe y la razón de John Henry Newman
Ésta es, pues, la fe real, en todos los casos: una presuposición, pero no una simple conjetura ocasional; un movimiento extensivo, pero no fruto de la pasión o la excitación momentánea; un moverse hacia adelante en el claroscuro de la aurora, pero no sin orientación ni huellas que seguir; el paso desde algo conocido a algo desconocido, pero bajo la protección de la ley del deber, que habita en el estrecho sendero de la verdad, y de la luz del cielo que lo anima y guía; luz que, tanto si es débil y empañada (en el pagano), como brillante y vigorosa (en el cristiano); tanto si es sólo la conciencia que lucha por despertarse como si es el «afecto del Espíritu»; tanto si asoma como una tímida esperanza como si tiene la plenitud del amor; en todo caso, en cualquier etapa de la historia de la salvación, es el único principio legítimo que nos vuelve aceptables ante Dios por los méritos de Cristo. La fe cae en la superstición, la credulidad, la exageración entusiasta o el fanatismo al desprenderse en algún grado de este espíritu de sabiduría y entendimiento, de consejo y fortaleza espiritual, de visión profunda de las cosas, auténtica piedad, y santo temor de Dios. Así respondería a la pregunta sobre cómo la fe puede protegerse de los excesos, sin necesidad de emplear lo que comúnmente se llama razón, es decir, los procedimientos de investigación, distinción, análisis, argumentación e inferencia: ella misma es un acto intelectual, que adquiere su carácter por la condición moral del sujeto. Se perfecciona no mediante el cultivo intelectual sino mediante la obediencia. No cambia su naturaleza o su función al perfeccionarse así. Sigue siendo lo que es en sí misma, un principio radical de acción; pero va mejorando en su calidad, porque el don del Espíritu lo enriquece. Es, como antes, una presuposición, pero la presuposición de un alma generosa, comprometida, sobria, reflexiva, pura, afectuosa y devota. Actúa porque es fe; pero la orientación, firmeza, coherencia y precisión de sus actos la obtiene por el amor.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Hondura del evangelio

La hondura del evangelio la explica aquí Newman de manera sublime. La comparación con los textos heréticos es luminosa también:
Este universo intelectual -todo el ámbito del pensamiento teológico cristiano- es la expansión de unas palabras más bien breves y ocasionales, pronunciadas por los pescadores de Galilea. Y aquí se halla otro punto, que corresponde más específicamente al tema que me propongo tratar en este discurso: la razón no sólo se ha sometido a la fe, sino que se ha puesto a su servicio. La razón ha dilucidado los documentos de la fe, ha convertido en filósofos y teólogos a campesinos sin estudios, de sus palabras ha explicitado significados que apenas sospechaban los primeros que las oyeron. Que san Juan llegara a ser teólogo es sin duda más extraño que si san Pedro hubiese llegado a príncipe. Éste es un fenómeno propio del evangelio y una nota de su carácter divino. Sus frases entrecortadas, lo que se desprende de su lenguaje, admiten desarrollo. Hay en ellas una vida que se manifiesta de manera progresiva, una verdad garantizada por la coherencia, una realidad que fructifica en recursos insospechados, una profundidad que llega a penetrar hasta el misterio. Todo esto porque sus palabras representan algo efectivo, que tiene un lugar y un sentido preciso y una incidencia necesaria dentro del sistema sublime de realidades divinas; algo armónico en su ser y compatible con lo que implica. ¿Qué forma de paganismo puede ofrecer algo semejante? ¿Qué filósofo ha dejado sus palabras a la posteridad como un talento que podía prestarse a usura, como una mina siempre inagotable? También aquí la herejía lleva su distintivo: sus dogmas son infructuosos, no tiene teología; no la tiene en la medida que es herética. Si se le descuenta lo que conserva de teología católica, ¿qué queda? Polémicas, excusas, protestas. Recurre a la crítica bíblica o a las pruebas apologéticas por falta de ámbito propio. Sus formulaciones terminan en sí mismas, sin desarrollo, porque son meras palabras; son estériles, porque están muertas. Si tuvieran vida, crecerían y se multiplicarían; si acaso viven y dan fruto son como «el pecado, que una vez consumado, da a luz la muerte» (St 1: 15; cf. 6: 23). Se desarrolla descomponiéndose; no crea nada, no tiende a ningún sistema, su dogma resultante no es sino la negación de todos los dogmas, de toda teología, bajo el Evangelio. No es de extrañar que niegue lo que no puede alcanzar

martes, 8 de mayo de 2018

La tortuga de la verdad adelanta al mundo apresurado

Otra vez el beato Newman, sobre razón y fe, en concreto sobre la fuerza de la Verdad:
Así pensarán, sobre todo, las multitudes incontables de personas que, en el transcurso de las pruebas de esta vida, se ven agobiadas de vez en cuando bajo el peso de la aflicción o sienten la angustia del dolor corporal. Ésta será para ellas la hora firme de la Verdad. Sin que la vean ni la oigan masivamente, la Verdad se acerca a cada ser humano, según su turno, en momentos distintos. Es entonces cuando los poderes del mundo, sus criterios y sus esfuerzos, por vigorosos que parecieran durante la carrera, pierden terreno y la Verdad con su paso lento lo gana. Entonces, si bien el mundo, visto exteriormente, siempre parece que va corriendo con prisas por la pendiente del pecado y la infidelidad declarada, diez mil obstáculos secretos enviados por la gracia de Dios entorpecen las ruedas de sus carros y vuelven pesado su movimiento, preservándolo así de la ruina completa (148).
Es muy consolador, la verdad. Es como lo del anzuelo del que tira Dios cuando parece que el pecador está muy lejos, aquella imagen de Chesterton que recuperó Waugh en Retorno a Brideshead..

miércoles, 2 de mayo de 2018

Bondades de la apologética

Creo que este texto hace un buen pendant con el de ayer. La cuestión de La fe y la razón le da a Newman para trescientas páginas y no sobra ni una, pero al menos aquí os doy bocados escogidos.
En este sobre las pruebas apologéticas explica que aunque pueden tener sus peligros, prestan quizá un gran servicio:
Los despreocupados en materia religiosa puede que se sobresalten ante ciertos signos como se alarmarían ante un milagro, por más que ello no sea una condición necesaria para creer. Las pruebas apologéticas sirven también a menudo de piedra de toque de la honradez del alma; su rechazo es la condenación de los incrédulos. Por su parte, también las personas religiosas sufren a veces la perplejidad y la desorientación; se sienten hostigadas por las objeciones; ven dificultades que no pueden resolver; son presa de un espíritu demasiado sutil o angustiado. En tales circunstancias, las diversas pruebas a favor del cristianismo serán para ellas un punto de apoyo, un refugio, un estímulo, un lugar de referencia para reanimar la fe, un don de la providencia divina; e incluso en el caso de los cristianos más sólidos son una fuente de gratitud y de respetuosa admiración, y un medio de confirmar su fe y esperanza. No hay nada que decir contra el uso de las garantías racionales por este motivo; y mucho menos puede ninguna mente sensata caer en la noción disparatada de que en el fondo no hay en absoluto ninguna prueba que avale la profesión del cristianismo o de que no es lícito requerirla.