lunes, 26 de mayo de 2025
Sé mía de Richard Ford
lunes, 12 de agosto de 2024
Francamente, Frank, de Richard Ford
Se anunció hace poco la publicación de la última novela protagonizada por Frank Bascombe, Sé mía, y como yo en tiempos admiraba a Richard Ford y me gustó mucho Acción de gracias y un poco menos El periodista deportivo y El día de la independencia, miré a ver si había alguna que me hubiese dejado por el medio. Resultó que sí, una de título pésimo: Francamente, Frank (en inglés es mejor, Let me be frank with you).
Ahora, en cambio, he leído alguna entrevista reciente y me pareció penosa, como mínimo.
Lo increíble es que a pesar de eso me haya puesto a leer esta novela, por suerte breve, poco más de doscientas páginas. Salgo de ella con esa sensación de haber quizá perdido el tiempo, aunque es ilustrativa, en este caso de alguien, sospechosamente muy parecido a Richard Ford, que quiere mostrarnos lo que es vivir en las últimas etapas de la vida sin el más mínimo horizonte vital, solamente el de seguir viviendo: la gente hace lo que puede y el protagonista, también, mientras va rompiendo los posibles lazos que le puedan surgir, con su exmujer (a la que todavía, sin embargo, hace favores), con un antiguo cliente, con un amigo lejano, ahora moribundo. En el horizonte no hay nada, Las personas o están a favor de Obama o de Romney, así es la dualidad humana que presenta Ford. Los de Romney pueden estar en contra del aborto y aprobar el uso de armas para los bebés (lo dice así, no me invento nada); los otros, pues no se sabe: componer el gesto para mostrar una suerte de modelo humano lleno de tachas: hay una conversación del protagonista con una negra en la que todo está lastrado por la conciencia de él de su racismo de fondo, inexcusable. Su exmujer representa la paranoia de los jubilados, en una especie de asilo de gran lujo, interesante sociológicamente, un lugar de terror a la muerte disfrazado de resort de lujo.
Casi solamente le redime, a él y a su exmujer, el dolor por la muerte hace ya muchos años de un hijo suyo: ese es el único elemento que parece como romper la conformidad del protagonista/autor con una realidad que ha reducido a la altura de su pequeñez moral.
Ahora tengo, la verdad, pocas ganas de leer Sé mía. Quizá hasta caiga, por el morbo del love to hate.
lunes, 10 de junio de 2024
Domingo
Era un domingo de retiro. Acabamos a las cuatro y media y varios estuvimos viendo el partido de Alcaraz: fue todo muy raro, muchas alternativas, Zverev era muy alto, parecía que tenía un saque mortal, pero el hecho es que al final perdió. Lo hablé luego con mi madre, comentamos que nos dio pena, aunque también nos daba alegría la victoria de Alcaraz: todo no puede ser.
Fui a votar a Medicina. Había un señor, como enclenque, quejándose de que en la mesa de las papeletas, estas no estuvieran ordenadas alfabéticamente. Entre el señor enclenque y el personaje de Larry David, del que me acordé luego, debo de estar yo, es tristísimo lo mío.
Era una noche de elecciones pero sin resultados a la hora habitual. Fueron, los resultados, como frustrantes. Me he acordado de un artículo que leí el otro día de Richard Ford, un escritor que siempre me gustó, en el que este decía "Antes que a Donald Trump, votaría a un chimpancé". Le bastaba, para votar a Biden, con que "para cuando lleguen las elecciones, todavía pueda mantenerse en pie y hablar". Esto lo dice alguien que me merecía respeto por su oficio, no, ya se ve, por sus ideas políticas: y luego están los que critican las ideas del amigo-enemigo de Carl Schmitt, cuando es un hecho prácticamente empírico, como se puede ver. Doy todo este rodeo para decir que el psicópata que nos tortura en España sigue en la poltrona y ahí seguirá. Y toda su co(ho)rte por ahí, tan pichi.
Pero está bien aprender a vivir con la frustración en temas de política, como dice Gregorio Luri.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Acedia a la ficción
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Richard Ford
Eso me preocupaba lo indecible (lo de que a una determinada edad hay que dejar de leer novela siempre me pareció una enorme tontería, por mucho que la dijera Pla -y ese es el motivo de que no me acabe de caer bien: no empatizo con él) o una peligrosa tentación platónica, en la que no quería caer: estoy cada vez más convencido de que el saber no es acumular inputs, ni asimilar formas -¡hijo, aprende matemáticas, dicen los padres preocupados!-, sino comprender y comprenderse (sea eso lo que sea).
Pues bien, tengo que decir con gran alegría que he acabado mi primera novela (la última de Richard Ford, que en español se llama Acción de gracias y en el original The lay of the land) después de este periodo de año y medio que Frank Bascombe, el protagonista, llama el Periodo Permanente.
(...) aunque, como de costumbre, el júbilo no es desbordante -como antes- porque todas las sensaciones, buenas o malas, pasan ahora por el circuito amortiguador del paciente de cáncer, víctima o superviviente. El tiramisú no sabe tan dulce. La nueva mano de pintura no tiene el mismo brillo. En el papel satinado, sobre Miss America planea una sombra de desesperación, su sonrisa lucha por abrirse paso en un bosque oscuro. Eso es lo que la buena suerte nos depara a los supervivientes. Aunque hay que pensar en los otros pobres cabrones, los que de verdad tienen la negra -no simplemente la gris, como yo-, los que esta mañana vuelven a Omaha en avión y han de poner urgentemente sus asuntos en orden.
He aprendido, sin embargo, a dejar que el júbilo sea embriagador, aunque sólo dure un momento, y pelear luego en la sombra como un boxeador. (...) Estoy listo para saltar al ring y afrontar la jornada. Una vez más, es el día de Acción de Gracias (p. 582-3).