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miércoles, 3 de julio de 2013

campo de pirámides

(etapa 31.13)
"Si una necesidad es satisfecha, entonces aparece otra. Esta afirmación podría dar la falsa impresión de que una necesidad se debe satisfacer al 100 por 100, antes de que aparezca la siguiente necesidad. En realidad, la mayoría de los miembros de nuestra sociedad que son normales están parcialmente satisfechos y parcialmente insatisfechos en todas las necesidades básicas a la vez.
(...) En cuanto al concepto de aparición de una nueva necesidad, después de satisfacer otra predominante, dicha aparición no es un fenómeno repentino e intermitente, sino que más bien aparece gradualmente, paso a paso, desde cero".
(Abraham Maslow, "Motivación y personalidad")

A veces, escucho eso de "tapar agujeros" de boca de quienes reciben un dinero inesperado, cuando se les pregunta qué piensan hacer con él, qué planes tienen para invertir o gastar esa inyección económica. Parece que muchas existencias están demasiado horadadas, como si se tratara de un queso de Gruyère (si acaso es el queso de Gruyère el de los agujeros, que hay quien dice que no). Y no me refiero solo a las cuestiones pecuniarias, sino a cosas realmente más importantes. El dinero se inventó en un momento determinado de la historia de la humanidad, pero los problemas existenciales ya venían de mucho antes. Estos los trae de serie el ser humano desde que aparece en escena. Es fácil de explicar y de comprender: para un bebé, el dinero (por ejemplo) no significa nada, pero sí su necesidad de leche materna, de amor, de cuidados, de atenciones. Y todos hemos sido bebés en algún momento. Incluso nuestras sociedades han sido como bebés en el devenir de los tiempos. Que haya llegado un momento en que, con dinero, se compran objetos y servicios para paliar (o intentar paliar) necesidades o incluso para distraerlas con sucedáneos, es algo poco relevante. Se habla mucho de la pasta, pero el problema de fondo es más trascendente.

El problema de fondo puede ser un problema de vacíos, de rellenar huecos o tapar agujeros. Quizás es a lo que se refería Erich Fromm cuando escribió sobre la separatidad en "El arte de amar". Quizás es que, al nacer, todos llegamos al mundo como si fuéramos envasados al vacío, o como un ordenador con un software básico, pero al que le quedan muchos programas por instalar todavía. Me quedo con la imagen del vacío, porque ya se sabe lo que sucede cuando se abre un envase al vacío: al instante se llena de lo que tenga más cerca. De aire, por ejemplo. Lo cierto es que la principal característica del vacío es su necesidad de ser rellenado, y no habrá equilibrio real hasta que el vacío desaparezca. Los aristotélicos ya predicaban aquello de que la Naturaleza aborrece el vacío, y en particular es seguramente la naturaleza humana la que siente la aversión más profunda por el vacío. Cómo se rellena ese vacío es el leitmotiv de muchas existencias. También es la explicación de muchas adicciones, de infinidad de inseguridades, de múltiples carencias, de gran cantidad de obsesiones... ¿Por qué se dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces (y más, seguro) en la misma piedra? Es el retorno a la necesidad insatisfecha, al vacío que no se acaba de llenar.

En mi opinión, quien mejor ha tratado este asunto fue, con toda seguridad, Abraham Maslow. Él propuso una teoría psicológica que se puede concretar en una pirámide o jerarquía de las necesidades humanas, desde las más básicas (precisamente, en la base de la pirámide), las fisiológicas, las que tienen que ver con el soporte vital, pasando por las de seguridad, las de relación, pertenencia y afecto, las de reconocimiento y autoestima, hasta la cúspide, en que se encuentra la autorrealización, quizás el anhelado fin (fin como propósito más que como terminación) de la existencia humana.
Y si hay un tema de importancia capital, puede ser este de la autorrealización. Tanto como se ha hablado de la búsqueda de la felicidad y resulta que la clave está en el recorrido de la pirámide hasta lo más alto. Escribió Maslow que "en realidad, las personas autorrealizadas, las que han llegado a un alto nivel de madurez, salud y autosatisfacción, tienen tanto que enseñarnos que, a veces, casi parecen pertenecer a una especie diferente de seres humanos". Y también: "En última instancia, los músicos deben hacer música, los artistas deben pintar, los poetas deben escribir, si quieren estar en paz consigo mismos. Lo que los humanos pueden ser, es lo que deben ser. Deben ser auténticos con su propia naturaleza". Y esta última cita puede quedar enlazada con esa idea de Mihály Csíkszentmihályi acerca del fluir, desarrollada en su trabajo: "Fluir: la psicología de las experiencias óptimas".
Encontrar un sentido, un propósito, y llevarlo a cabo con la mayor naturalidad posible, respondiendo a la propia esencia sin forzarla ni un ápice, esa sí es una gran manera de vivir.

viernes, 29 de marzo de 2013

treinta y tantos

(etapa 16.13)
"El alma no va en línea recta, ni crece como una caña.
El alma se despliega como un loto de innumerables pétalos".
(Jalil Gibrán, "El Profeta")

He conocido muchas personas que no cejan en ayudar a los demás. Personas que, sabedoras de su lugar allá donde se encuentren, hallan tiempo y energías que dedicar al beneficio de otros menos favorecidos. Personas que disfrutan en la tarea de prestar sus manos a quienes están necesitados de unas para tratar de salir adelante. Personas que te convencerán, sin utilizar ningún tipo de coacciones o de chantajes, de que tú también puedes echar un cable, de que es sencillo y te reportará grande satisfacción. Si lo deseas, te llevarán al lugar en que puedes ser necesario, y nunca olvidarás la hermosura de esa experiencia.

He conocido unas cuantas personas discretas, amables, afables, equilibradas, que saben estar en su sitio. Personas trabajadoras, que saben valorar las pequeñas cosas y disfrutan con ellas. Y que, precisamente por conocer el valor del esfuerzo, también son generosas con todos aquellos que se cruzan en su camino.

He conocido algunas personas brillantes. Tan brillantes que, con sus rayos de luz, hacen aparecer arco-iris entre las gotas de lluvia. Personas capaces de pintar cielos azules en los días más oscuros. Personas de mente abierta y dispuesta a mirar el futuro con alegría y optimismo.

He conocido muy pocas personas que sepan comprenderme. Que lean en mis miradas, en mis gestos, incluso en mis intenciones antes de ser manifiestas. Personas con las que no necesito palabras para ser entendido. Personas con las que puedo utilizar un lenguaje tan personal, tan único, tan exclusivo, que parece como si hubiera sido inventado por nosotros y solo para nosotros, aun sin saber ni cómo ni cuándo. Personas con las que sigo entendiéndome a pesar de los altibajos, de las circunstancias por las que atraviesa toda relación y que, como el oleaje del océano, van uniendo y van separando.

He conocido bastantes personas dulces como una caricia, oportunas como la sombra de un árbol bajo el sol del mediodía en jornada calurosa, refrescantes como el vaso de agua que se ofrece al sediento, animosas como el abrazo recibido en el momento de mayor necesidad.

He conocido ciertas personas capaces de comenzar de cero una y otra vez. Personas dispuestas a dejar atrás lo que impida seguir creciendo y con valor para reinventarse sin caer en el desánimo o en el abandono, superando dificultades, miedos, obstáculos. Personas que han decidido levantarse tantas veces como sea preciso, sin importar las pérdidas y pensando solo en la futura ganancia, mejor y más provechosa. Personas de enorme fuerza interior, pero que ni siquiera son conscientes de que la poseen.

He conocido algunas personas de esas que cambian el mundo cuando aparecen en él. Como si fuera su sino, como si hubieran sido diseñadas para ello. Personas que, sin alardes, sin alharacas, sin estruendo, con la mayor naturalidad, tiñen con su esencia el entorno en el que viven. Personas que, a la larga, marcarán un antes y un después.

He conocido varias personas que no dejan de crecer en sus virtudes y que han decidido dejar de alimentar sus defectos. Son personas ejemplares, que no necesitan abundar en palabras, que no precisan proclamar sus sólidos principios en discursos vacíos. Son personas calladas, porque sus actos son más fuertes que sus palabras y son ellos los que hablan en su lugar. Personas modélicas que con sus vidas serán capaces de sacar lo mejor de los demás.

He conocido una cantidad de personas queridas por todos los de su entorno, personas que dejan huella en su presencia y en su ausencia. Personas que son referentes por mantener la alegría en las circunstancias más difíciles. Personas que, en el recuerdo cariñoso que dejan a su paso, mantendrán la atmósfera de dicha aun a centenares o miles de kilómetros.

He conocido a muchas personas extraordinarias.
Pero solo he conocido una en la que se junten todas esas cualidades tan admirables.
Es mi hermana y hoy es su cumpleaños. Treinta y tantos. Y cada vez estoy más impresionado y más orgulloso de haber compartido una parte de mi vida con alguien como ella.

domingo, 24 de abril de 2011

anguila al curry

(parada g-astronómica)

Ratatouille: Le Festin by Animation Soundtrack Ensemble on Grooveshark
(si te gusta cocinar con banda sonora, recomiendo que hagas click en el play
y si tienes problemas con la visualización de la receta,
también puedes hacer click sobre la imagen para verla completa)


domingo, 19 de diciembre de 2010

rozamiento

(área de descanso nº 107)

Dice la primera ley de Newton (o ley de la inercia) que todo cuerpo continúa en su estado de reposo o movimiento rectilíneo uniforme a menos que sobre él actúe una fuerza neta, que lo llevará a cambiar ese estado. Algo así.
Lanzando con precisión absoluta una bola de esas tan puliditas en una pista de esas también tan puliditas que hay en las boleras, si la pista fuera de directriz completamente recta y los bolos estuvieran a una distancia infinita (así, ya puestos a exagerar...), comprobaríamos algo sospechado de antemano: que la bola nunca llega hasta los bolos, ni en todo el tiempo que se le quiera dar. No por cuestión de falta de puntería, ni porque no se le haya dado suficiente fuerza a la bola, ni porque falle la ley de la inercia. Es porque la propia materialidad de la bola y de la pista implica la presencia de otra fuerza con la que el lanzador no tiene nada que ver, de sentido contrario al movimiento, que va frenando la bola. Es el rozamiento. Y una Física ideal, en que los modelos funcionarían idealmente, se ve corregida por estos matices microscópicos, más propios de la teoría del caos, para dar paso a la Física real en que vivimos.

Al margen de este concepto teórico de rozamiento, me gusta pensar también en cómo toda nuestra existencia está inmersa en infinidad de rozamientos, una auténtica red de caos. Imposible olvidar, al acercarse estas fechas festivas, las reacciones de las personas al ver el calendario, las coloridas luces parpadeantes, los trajines en los comercios, los adornos por doquier, el bombardeo publicitario, la planificación en las agendas... Y todo eso (y más aún lo que representa) actúa como agentes de rozamiento en la piel interior de cada uno, con efectos bien distintos. Hay quien lo pasa realmente mal cuando se acerca el solsticio de invierno y no es por el hecho astronómico. Otros lo viven con una ilusión extraordinaria. A algunos se les hace interminable y para otros es fugaz...
En definitiva, todos los estímulos para la memoria se convierten en el roce que pone de manifiesto cuán sana está esa piel interior, cómo de cerradas o abiertas permanecen ciertas heridas, en qué nivel se sitúa nuestra sensibilidad cutánea.
En estos días, una mano pasa por encima de lo vivido y se siente una suave caricia cuando todo está bien...
En estos días, una mano pasa por encima de lo vivido y un dolor agudo revela una desgarradura mal cicatrizada...

Hace unos años, en una multitudinaria reunión, una abuela conversaba conmigo en la sobremesa de la comida. Me hablaba de su papel como madre en primer lugar y como abuela después. Me decía que su gran objetivo había sido el de dar a sus seres queridos los más gratos momentos posibles, que fueran la semilla de los recuerdos más entrañables. Me aseguraba que pocos cementos hay tan poderosos como éste para conseguir que la familia estuviera unida y feliz.
Y lo recuerdo en estos días porque quizás sea la más eficaz escapatoria al roce con la lija. Ya no puedo cambiar el pasado, ahí permanecen los recuerdos que provocan irritación en la piel. Pero siempre podré seguir construyendo ahora, a pesar de ciertas amarguras, los buenos recuerdos del futuro. Si el recuerdo del ayer me molesta, el propósito para el mañana me ilusiona.
Ser consciente de esta oportunidad es exactamente la caricia que estaba necesitando.

viernes, 30 de abril de 2010

estacas

(sin parada, en el momento previo a recuperar el habitual ritmo de marcha)

Para ponerme otra vez a velocidad de crucero, me sirve como fuerza impulsora la que recibí con el mensaje de N. Nada nuevo. Pero la virtud de los grandes mensajes es ésa: que no necesitan ser nuevos para seguir manteniendo intacta y activa toda su capacidad de servir de estímulo. Lo único necesario es volver a tenerlos presentes y tratar de aplicarlos a la vida lo mejor posible.
La vida supone un cambio constante y, para crecer, hay que estar dispuesto a cambiar. No siempre es fácil: en el intento se presentan numerosos problemas que es difícil superar... En muchas ocasiones, estas dificultades son un reflejo de las estacas que no nos dejan avanzar. Generalmente, esas "estacas" no son otra cosa que barreras mentales con las cuales seguimos creciendo sin llegar a superarlas. Como dije, nada nuevo. Jorge Bucay escribió un cuento que ilustra a la perfección el poder de las estacas:
EL ELEFANTE ENCADENADO
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como mas tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?
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Cuando tenia cinco o seis años, yo todavía confiaba el la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
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Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imagine que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…


Ese elefante se parece a muchos de nosotros que creamos estacas mentales: yo no puedo, yo no sirvo para eso, yo nunca lo lograré, nadie lo ha hecho, siempre lo hemos hecho así ...y podríamos llegar a elaborar una larguísima lista de estacas o barreras mentales que no nos permiten ir más allá. Son muchos hoy los que se sienten encadenados a relaciones disfuncionales, a trabajos o empleos que no les gustan, a adicciones que no pueden controlar, a malos hábitos que esclavizan, y esto genera insatisfacción, frustración, ira, enojo, tristeza, miedo... entre otras emociones y estados de ánimo.
Todo esto que se produce en el ser se debe, básicamente, al desconocimiento de su propósito en la vida. Cuando desconoces tu propósito, tu vida pierde significado, te sientes inútil. Hay una frase que se muestra muy reveladora en este sentido: "El propósito te mantiene motivado, con energía, listo y enfocado".

Cuando descubres tu propósito, te das cuenta de que eres capaz de hacer muchas cosas que pensabas que no podías hacer. Cuando descubres tu propósito, puedes fluir libremente en las capacidades y talentos que tienes. Cuando descubres tu propósito, puedes cambiar y vivir una vida más satisfactoria.
Es el camino de la LIBERTAD. Y hoy es el mejor día para cambiar, para soltar las estacas y comenzar a vivir, a soñar, a sentir el ser volando en libertad.

"Si hiciéramos todo lo que somos capaces de hacer, quedaríamos realmente sorprendidos".
(Thomas A. Edison)

miércoles, 31 de marzo de 2010

vasos comunicantes

(90ª parada)
"Gran riqueza es la vida misericordiosa para quien sabe contentarse con lo que tiene".
(1ª carta de Pablo a Timoteo, cap. 6: 6)

Si hoy se me ocurriera ponerme un bañador, marcharme hasta una playa y meterme en el mar (¡ni loco estoy por la labor!), al ir metiéndome en el agua salada sentiría millones de microcuchillos introduciéndose a través de mi piel. En ocasiones, esto me pasa incluso en verano: la combinación de las aguas atlánticas con lo friolero que es uno no me deja otra opción. Es bastante normal, la constatación de un principio asumido. Por eso, cada cual tiene su estilazo al darse el bañito de turno: está el que remolonea zigzagueando, el que entra de puntillas, el que parece que se está electrocutando, el que da la sensación de amarse con locura (de tanto que se autoabraza), el que va mojándose en cómodos plazos, el que entra al galope tendido... ¡Todo un espectáculo! Sin embargo, si uno lo piensa bien, se dará cuenta de que la cantidad de calor que almacenan esas frígidas aguas sería tan grande como para hervirlo a uno ahí mismo. Todo el mar contra un ser humano: no hay color en cuanto al calor. Otra cosa es la temperatura que manifiestan unas aguas que almacenan tanta energía: hoy no sé si llegará a 10ºC frente a los (más-menos) 37ºC del cuerpo humano. Y ahí se pone de manifiesto el principio físico que dice que vamos a tratar de equilibrar las temperaturas, independientemente de quién tenga más o menos cantidad de calor.

Hay una ilustración que ayuda a comprender este fenómeno y que tiene un fundamento similar. Se trata de los vasos comunicantes. Es la forma visual de contemplar la ecuación fundamental de la hidrostática, de poner en evidencia este proceso que forma parte de la ley de Stevin. Sí, a todo le hemos puesto nombre... Pues bien, como se trata de equilibrar presiones (una manía de la Naturaleza, como otra cualquiera) y, al ser los recipientes abiertos por la parte superior, es la presión atmosférica la que manda (y resulta que es la misma sobre todos los recipientes, al estar uno al lado de otro, a similares altitudes sobre el nivel del mar), mientras que la presión ejercida por el líquido contenido en los vasos sólo depende de la aceleración de la gravedad (que será la misma en recipientes apenas separados por un conducto entre ellos), de su densidad (si se trata del mismo líquido es, por tanto, idéntica) y de la profundidad o altura que alcance el líquido en cada recipiente (no de su volumen total en él). Como lo único que puede variar es esa altura de la columna líquida y se trata de que la presión se equilibre, pues ¡zás! lo que sucederá es que en todos los recipientes comunicados la altura del líquido será la misma, independientemente de su capacidad. ¡Qué rollazo expresado así y qué fácil es verlo tratando de llenar un juguetito como el de la figura!

Y estaba pensando que, como parte de todo este entramado cósmico, sería extraño que el ser humano escapara a este equilibrado de presiones y temperaturas. Digamos que si se ponen en comunicación (como si de recipientes de líquido se tratara) a varias personas, lo que tiende a equipararse es el nivel del líquido y no su cantidad. Vale. Pues según los conceptos o valores que queramos asignarle al líquido, derivarían algunas conclusiones (más o menos válidas) que dejaré al desarrollo de cada cual.
Se me ocurre imaginar qué podría pasar si pongo en contacto a un rico amargado con un pobre feliz. Supongo que es posible encontrar a un espécimen de cada tipo. Bueno, no creo que tenga mucho mérito imaginar algo sobre lo que ya escribió Tolstoi años atrás. Refresquemos la memoria con una versión del cuento:

En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha. Pero, lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor.
Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.
El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció:
- Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor.
- Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.
Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra. Pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor. Y quien lo tenía se quejaba de los hijos.
Mas una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea:
- ¡Qué bella es la vida!, Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?
Al enterarse en palacio de que por fin habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente:
- Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida!
En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante.
Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante. Mas, cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:
- ¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!
- Señor - contestaron apenados los mensajeros - ¡¡El hombre feliz no tiene camisa!!


En este caso, el nivel de líquido podría ser la felicidad y el volumen del líquido en el recipiente la cantidad de riqueza material. Así, se puede encontrar uno a un hombre pobre y muy feliz que, al ponerlo en contacto con uno rico pero triste, aún debería entregarle lo poco que tiene (en este caso que ni siquiera tiene) para tratar de subir el nivel de felicidad del rico.
En otros casos, por ejemplo después de una catástrofe natural, se encuentra uno (desde su cómoda butaca en que contempla las noticias del mundo) rechazando al dios-que-pudiera-existir-en-alguna-parte por permitir este tipo de desmanes de la Tierra, mientras que el damnificado, entre los escombros, todavía tiene alguna palabra para agradecer a ese ser invisible por haberlo mantenido con vida. ¡Extraña espiritualidad la que hemos desarrollado y más extraña todavía la sensibilidad de quien se queja de las desgracias que no padece, mientras el que las padece simplemente trata de sobrellevarlas sin culpar a otros!
Y más casos habría. Pero es siempre la misma historia. Cuando el tubito estrecho tiene el nivel muy alto, porque con poco líquido llena rápidamente un volumen tan reducido, resulta que al final tiene que ceder incluso una parte de su escaso líquido para que el recipiente ancho que nunca se llena pueda subir en algo su nivel. Sin embargo, tomemos visión panorámica de la situación: si quien más tiene se acostumbra a recibir aún más, quien menos tiene puede llegar a sucumbir por el bajo nivel que ofrecen las circunstancias. No hay más que darse cuenta de lo rápido que baja el nivel en los tubos estrechos para que pueda subir escasos milímetros en los muy anchos. Y, a pesar de todo, los infelices occidentales no dejaremos de protestar, patalear y mostrar nuestra desdicha ante otros habitantes de este globo errante a los que nuestro egoísmo insaciable está convirtiendo cada vez en más infelices.

Tengo la costumbre de hacer la compra una vez por semana en un supermercado próximo a mi casa. Aunque suelo salir bastante cargado de bolsas que tendré que llevar a pulso hasta mi nevera, prefiero ir caminando y no tener que ir en coche a otro más lejano. Normalmente, cuando estoy a punto de cruzar la puerta del local, todavía sigo pensando en algún asunto pendiente o repasando de memoria la lista de cosas con las que llenaré la cesta o divagando en qué sé yo qué historias... pero me adivino con el gesto serio y meditabundo. Al ir a cruzar esa puerta, una persona ya habitual en el lugar me transporta a otra realidad. Allí está, al abrigo de un acceso algo recogido contra vientos y lluvias (pero a la intemperie, a fin de cuentas), una señora que por apariencia y acento me parece extranjera, pero sin ser capaz de aventurar de qué país. Siempre con su sonrisa y un casi ininteligible "Dios le bendiga", me saluda a mí y supongo que a tantas personas como atraviesan ese umbral al cabo del día. Algunas veces (las menos, tengo que reconocerlo), he compartido algo de mi compra o algunas monedas. Pero caigan o no unas migajas de mi mano, ella siempre me regala una sonrisa y una bendición. Inevitablemente, su sonrisa me contagia algo que desde adentro acaba por hacer brotar otra sonrisa en mi rostro. No es que me dé ganas de sonreír el ver a esa señora en su puesto esperando la misericordia de quien pase por allí. No es agradable ni ver esto ni imaginar todas las situaciones similares (¡y muchísimo peores!) que se dan a diario en todo el mundo. Pero a veces pienso en los vasos comunicantes y me sorprende recibir de quien, a priori, tan poco podría esperar...
Qué gran conocimiento del género humano demostró el sabio maestro galileo que nos dejó aquella sencilla sentencia: "Más felicidad hay en dar que en recibir".
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¡quién diría que está abierta la compuerta que mantiene ambos "vasos" comunicados!

miércoles, 20 de enero de 2010

una puerta se cierra

(87ª parada)
"(...) De todo árbol del huerto comerás; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás".
(Libro del Génesis, cap. 2: 16-17)

Si tuviera que decidir qué apartado fue, en mi opinión, el más sencillo del temario de estudio para el examen teórico del permiso de conducir (¡qué tiempos, aquéllos!), no tengo ninguna duda de que el capítulo de las señales de tráfico me resultó de lo más fácil. Sin embargo, lo tendría muy complicado para explicar por qué siempre me han provocado más tirria las señales de prohibición (esas redonditas con el borde en rojo) que las de obligatoriedad (las redonditas azules). A fin de cuentas, una prohibición impide hacer una sola cosa pero permite el resto, mientras que una obligación permite una sola cosa y, por tanto, implícitamente prohíbe el resto. Dicho con un sencillo ejemplo: si en un cruce al que convergen seis calles (además de la que me lleva hasta él) una señal de las circulares rojas me prohíbe tomar una de las salidas, quiere decir que me quedan otras cinco para elegir. Pero si me ponen la señal azul que me obliga a seguir, sí o sí, sólo por una de las calles, entonces es que tengo prohibidas las otras cinco opciones y no queda más tutía que tirar pa'lante por la de la flechita blanca en fondo azul. Está claro.

Se me ocurría esto a propósito de las señales que nosotros mismos nos vamos poniendo en el viaje de la vida. Y que, en este transitar, no sé por qué, también solemos preferir las obligaciones a las prohibiciones. No es que las obligaciones nos parezcan algo excelso, que no es así. Por el contrario, es seguro que las palabras obligación y prohibición no están en el top-thousand (así, sin exagerar) de ninguna lista de palabras predilectas. Supongo que esa ventaja que lo obligatorio le lleva a lo prohibitivo en nuestras preferencias será algún tipo de instinto muy bien incrustado en las neuronas humanas o algo por el estilo. Lo que parece cierto es que nos suele fastidiar mucho la palabra NO y todo lo que se le parezca. A veces basta un NO para que nos empeñemos en insistir en aquello que se nos niega...

¿Qué pensar, entonces, cuando se cierra una puerta?
Bueno. El tiempo, por ejemplo, no hace más que cerrarnos puertas. Puertas al pasado. Se cerró la puerta del 2-mil-9. Si algo quedó por realizar, si algo hubiera que rectificar en él, si algo se deseara recomponer... esa puerta ya se cerró. Nada hay que hacer. Las puertas abiertas, de existir, siempre están hacia delante pero nunca hacia atrás.

Por otra parte, pienso que no es tan mala cosa que se vayan cerrando puertas. En ocasiones, coceando contra aguijones, nos obcecamos como borriquillos frente a una hoja entreabierta, que permite ver algo más allá, pero cuyo umbral no somos capaces de atravesar, por más que lo intentamos... Puede ser una buena noticia sentir el portazo definitivo que apague el brillo de esa ilusión insensata. Y, a medida que los ojos se van acostumbrando a la nueva oscuridad, tal como si el sol repentinamente hubiera perdido su fulgor, comienza a vislumbrarse un tenue titilar, cada vez más nítido, de multitud de estrellas de oportunidad. Multitud de puertas abiertas que habían sido eclipsadas por la luz del día de la elegida obligatoriedad, pero que en la noche de la prohibición, quizás autoimpuesta, forman maravillosas constelaciones de futuros venturosos.
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martes, 6 de enero de 2009

volver a empezar

(62ª parada)
“Y aunque tu inicio haya sido insignificante, tu futuro prosperará en gran manera”.
(Libro de Job, cap. 8: 7)

El título: igualito que el de la primera película española oscarizada, aquella de Garci. Pero con el argumento que cada cual quiera ponerle. Curiosa costumbre, ésta de empezar cada nuevo año un 1 de enero. No coincide con ningún solsticio ni equinoccio. No es el día de una gran fiesta señalada. No se conmemora nada que fuera vital para el desarrollo de la Humanidad... Eso sí, queda muy bien empezar un 1 de enero. Mejor que un 8 de abril, por decir un día al azar (que habrá ochos de abril muy importantes para alguien, seguro). Trato de ponerme en el pellejo de un extraterrestre que observara ese júbilo y centelleo de fuegos de artificio y luces variadas, de campanadas, canciones y algarabía, extendiéndose en la noche como una oleada que recorriera los husos horarios a la velocidad de la rotación terrestre. Supongo que me sentiría algo perplejo por esa casi unanimidad para celebrar algo relativamente trivial, cuando luego faltan y faltan acuerdos para cosas muchísimo más importantes. En fin, un día es un día (o “se hundía, se hundía...”, como decía aquel otro). Aquí estamos, deseándonos felicidad... como si la felicidad fuera el resultado de un sorteo que toca a algún que otro afortunado de los que compran boleto, como si no se pudiera hacer por alcanzarla nada más que quedarse esperándola. Los más listos saben que la felicidad no es amante esquiva, sino que se puede cultivar en el jardín interior (aun independientemente de los temporales de afuera) y verla florecer a diario. Pero hay que trabajárselo. Así que yo no voy a desearos felicidad, sino, más bien, que la cultivéis.

Una forma interesante de ponerse manos a la obra con ese sembrao, sería recomenzar. Puede que haya que comenzar desde cero o puede que no, pero siempre hay algo nuevo que emprender o algo viejo que retomar. Recuerdo una frase de Norman Rockwell cuando ardió completamente su estudio en Arlington: “En parte, el fuego fue beneficioso... se llevó por delante muchas telarañas”. A veces, nos quedamos lamentándonos por la desgracia que merodea alrededor o nos quejamos por tantas cosas que van mal, pero pocas veces estamos dispuestos a desterrar esas ideas preconcebidas, hábitos viciados o incluso comodidad de acción y pensamiento, que nos impide progresar hacia mejores cotas. Como diría un filósofo de la calle, preferimos involucrarnos a comprometernos. Lo que pasa al preparar unos huevos con beicon (vamos: panceta de toda la vida): la gallina se involucra, pero el cerdo se compromete. Así, nos ahorramos ingresar en el hospital durante una temporada por tratar de mediar en un caso de maltrato (aunque hay quien lo hace), no tenemos que ir en persona a socorrer a nadie de la más absoluta indigencia con el riesgo de perder la propia vida o recursos (aunque hay quien lo hace), podemos escribir acerca de lo que se debería hacer, en lugar de ser consecuentes y actuar (aunque hay quien hace esto último) ...y un largo etcétera con el que me pego un tirón de orejas. No soy yo nadie para decir a los demás lo que deben o no deben hacer. No es ése mi cometido. Por eso pido que no se me tomen estos pensamientos en voz alta (en letra escrita) como un reproche para nadie que no sea yo mismo. Sobre todo, porque es a quien más conozco y con quien me puedo permitir este tipo de licencias.

Y así estuve estos días de despedida y bienvenida de año: recomenzando. La edad de piedra fue un buen lugar para recomenzar. Me convertí por unos días en mi propio abuelo. Es decir, el padre de mis padres. Y puedo asegurar que me he sentido inmensamente feliz. Prepararles la comida, cuidarles, sacar a mi madre a pasear (que tanto necesita moverse, aunque se resista), llevarles ilusión y algún que otro consejo, animarlos a mejorar y que no permitan la victoria de las depresiones... Hace un tiempo, no estaba preparado para esto. Me desesperaba, me superaba, me tenía desarmado... No podía (no quería) ni imaginar a mis padres en semejante estado. Pensaba: ¿tendrá que ver la crisis de los 40 (tan cercanos) con el relevo generacional? Pero una vez asumida la situación, desterrados los lamentos y acopiados los recursos en la mente, se tiene la claridad y sencillez para ser útil. Y cuidándoles y haciendo algo por ellos, ellos me han cuidado y han hecho algo por mí. Siempre lo harán: son mis padres. Y otra vez he sido su hijo, el que vivía con ellos, aunque fuera por unos días. Ha sido hermoso volver a empezar.

Un día de los que pasé en Castellón, en casa de mis padres, encontré en un cajón unas fotos de hace bastantes años. Me hizo gracia ver de qué manera va pasando el tiempo... madreeeeé... Y no sé cómo hago yo que no tengo estas viejas fotos de familia. Así que, con los medios de los que disponía, hale! a digitalizar esas instantáneas familiares para mi colección personal. Apenas tengo fotos mías, ni pasadas ni actuales. Y no sé por qué, con lo que me gusta la fotografía (o quizás por eso, que siempre estoy al otro lado del objetivo). Y aunque siempre he sido bastante reservado en este blog acerca de mis cosas más personales (y lo sigo siendo), por esta vez, y ya que estoy compartiendo algunas vivencias de estos días, voy a pegar aquí parte del botín-gráfico-navideño-castellonense de mi propio pasado.

(click en la imagen para ver grandecita)
En la foto 1: mis abuelos maternos. Mi abuela materna (y madrina) falleció hace un par de años, un diciembre. Con su muerte, me quedé sin abuelos. Mi abuelo materno había muerto mucho antes (creo que yo tenía 7 u 8 años, no recuerdo bien). Ahí se lo ve... con su bastón, por culpa de las heridas de metralla de las que nunca acabó de recuperarse y que sufrió en la guerra civil, esa mierda de la que tanto nos gusta discutir todavía y que tuvieron que padecer dos o tres generaciones de españoles. También fue a causa de esa mierda que un aragonés de cerca de Zaragoza y una gallega de cerca de Ferrol se acabaron conociendo en el hospital y voilà! primer acto de nuestra carambola familiar. En la foto 2: esa bolita gorda en brazos de mi yaya soy yo. Mi madre sostiene a no sé quién (porque a mi hermana aún le faltaban 4 años para aterrizar por estos lares). El nene de la corbata y los pantalones cortos (jajaj qué elegancia) es mi hermano mayor. La nena de al lado es hija del señor de traje oscuro que parece mirarnos desde atrás, un hermano de mi abuela. Sobre lo que se celebra: ni idea, créanme. Posiblemente, el bautizo de la criatura desconocida. Foto 3: cumplo un par de añitos. De esta foto he visto varias versiones, pero sólo encontré ésta en la que me hace eclipse de cara la mano del doble de Picasso (eclipsado, a su vez, por los restos del botellón). Me gusta de todas formas. Uno de los piropos más majos que me han dicho en esta vida (mi amiga A) fue que le gustaba mi sonrisa, porque es una sonrisa con la mirada. Creo que tiene razón. Ya me lo noto en esta instantánea: me imagino la sonrisa picarona que tengo ante esas velas que voy a soplar. Por cierto, el doble de Picasso es mi abuelo paterno. Detrás de mí, una prima mía (sobrina de mi padre). Mi abuela de pie (y con ese mandil de gallega-gallega) y un familiar de mi padre a la derecha de la foto (no recuerdo bien su parentesco). En la foto 4: mamá y los tres hermanitos. A mi padre, que no sale en ninguna de éstas, le debe de pasar como a mí: que está siempre al otro lado del objetivo. Sintiéndose orgulloso de su familia, seguro. Aunque a su manera, claro. En la reserva, calladamente. Más de una vez me hubiera gustado que fuera más abierto expresando sus sentimientos de cariño, pero también he aprendido que (como escribió Shakespeare) Descubrirás que sólo porque alguien no te ama de la forma que quieres, no significa que no te ame con todo lo que puede. Porque hay personas que nos aman, pero que no saben cómo demostrarlo... El de abajo con sonrisa picarona ya sabéis quién es. Por los cortes de pelo de ambos hermanos varones, diríase que la producción de tazas en el país iba viento en popa a toda vela. Bien. A los dos elementos que me flanquean en la foto los eché mucho de menos estos días... No fue posible reunirnos. Seguramente, este año nos desquitaremos. Son personas geniales, de quienes lamento no haber disfrutado y aprendido más en los años pasados. Pero nunca es tarde.

En fin. Lo que me pasa un día que no tengo muchas ganas de escribir cosas elaboradas y bien estructuradas es que el lector desprevenido que se deje caer por aquí puede encontrarse con estas zarandajas. Y quedarse con la misma cara que un pavo escuchando una pandereta. Bueno, como decía al principio: “se hundía, se hundía...” y otro día, otras cosas.

No quería terminar sin dejar una cancioncilla, de ésas de recomenzar. Hay una que me gusta mucho y que siempre me ha dado bastantes esperanzas, porque demuestra que hasta los tipos más tristes por naturaleza se pueden permitir una alegría en la vida.


Al lado también de unos amigos tan queridos como vosotros.
Que sepáis que estuve de viaje, pero os llevé en la maletita de mi corazón.

domingo, 8 de junio de 2008

concierto bloguístico en tres movimientos

(45ª parada)
"Todo tiene su tiempo (...) Tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de callar y tiempo de hablar".
(Sefer Kohelet, cap. 3: 1,7)

"concierto" tiene mucho que ver con ponerse de acuerdo para hacer algo. Lo interesante de los memes es, justamente, que uno cambia su monólogo para participar en una entretenida entrevista, diálogo diferente, con los amigos del blog. Es la oportunidad ideal para conocerse algo más, saliéndose por un instante del camino trazado de antemano y tomarse un respiro con alguna divertida cuestión a contrapié. Así que, con gusto, resuelvo en este post los dos últimos memes que me han llegado mientras estaba de trilogía.

PRIMER MOVIMIENTO: ALLEGRO ASSAI
UN MEME IMPOSIBLE

Sí, es un meme sobre la felicidad, pero me parece imposible en su planteamiento. Me llega de mi querida soloyo y me propone que le cuente 6 cosas sin importancia que me hagan feliz. ¿Sin importancia y que me hagan feliz? Ahí está lo imposible... No creo que haya nada que me haga feliz que no sea importante. Pero, bueno, si se trata de hacer una lista con una serie de cosas cotidianas, normalitas, sencillas, que no requieran mucho despliegue, y que (a pesar de todo) me hagan feliz, entonces la lista puede ser interminable: las cosas que más feliz me hacen son las sencillas. Yo me apunto a cantar lo de antes sencillo que muerto...
Elijo seis, reconociendo que son éstas como podrían ser otras seis diferentes:

1.- Conversar con un peque (por ejemplo, con mi sobrinita cuando tengo oportunidad, o con el hijo de mi amigo B). Siempre tienen cosas interesantes que decir y siempre te dejan cosas importantes que aprender.

2.- Meter un libro y un bocata en la mochila y marcharme a patear por la fraga de Caaveiro, por la orillita del río Eume. Y si es en buena compañía, mejor. Si la paz puede mezclarse en disolución con el aire, la concentración que se llega a medir en este lugar es algo impresionante.

3.- Hacer footing bajo la lluvia. Se limpian todos los pensamientos incordiantes.

4.- No seguir ninguna moda, a ser posible. La sensación de libertad que se tiene es algo impagable.

5.- Salir con la cámara para hacer fotos de la primera chorrada que se me ocurra. Lo mismo me da una nube curiosa, que el ambiente de un callejón perdido de la ciudad o las barcas amarradas en la bahía.

6.- Garabatear en el blanco de una hoja por estrenar. Debe de ser que siempre hay un proyecto en la cabeza que lucha por salir. No sé, es la impresión que da...

Y miles de cosas más... pero aquí me planto. Ahora, pongo las normas del meme para que los relevistas sepan qué tienen que hacer:
a) Escribir un post sobre seis cosas sin importancia que nos hagan felices.
b) Poner el enlace de la persona que nos ha elegido.
c) Poner las reglas en el blog.
d) Elegir seis personas para continuar el desafío.
e) Avisar a estas personas y dejar un comentario en sus blogs.

Yo voy a elegir a la mitad de continuadores, porque luego viene otro meme más. Los elegidos son:
pilar, jeje también adicta a Caaveiro, eh?
sib, dime esas cositas que te hacen feliz.
siberia, que quiero conocerte un poquito más :D

SEGUNDO MOVIMIENTO: SCHERZO FILMOSO
UN MEME PELICULERO

El segundo meme es cortesía de aurora, esa pedazoilustradora coruñesa que me tiene alucinado con sus primeros pinitos. La propuesta original consistía en nombrar cinco películas favoritas. Da igual la temática. La única condición es que una de ellas sea una frikada de la que la opinión general sea: "vaya m····· de película". Si al memeado le apetece, que explique por qué le gusta semejante bodriamen. Luego, a este ejercicio se sumó otra dificultad más, que consistía en añadir una ilustración, un diseño, una foto, un fotomontaje, un texto, etc. (lo que se quiera). Me conformo con que los elegidos cumplan la primera parte. Y si se quieren arremangar con la segunda, pues bienvenida sea.

Ahí va mi fotomontaje:
Como son pelis que nombro en el perfil, he querido poner éstas y no otras. Las típicas obras maestras las dejo de lado, que ésas le suelen gustar a todo el mundo y prefiero no repetir.
¿Es preciso que diga cuál es la frikipeli? jajaj creo que no.
Es que desde pequeñito coleccionando los cromos y tal... algo se va pegando.
En fin, que ya sabéis las reglas (las generales, igual al meme anterior pero cambiando cada 6 por un 5, y las particulares son las que acabo de contar más arriba), así que paso a nombrar a los elegidos para continuar con este meme.
El asunto es que hay que nombrar a 5, pero yo voy a seguir con el 3, que (si no) tengo a todos los amigos haciendo memes. Y el criterio que he tomado es que los elegidos no hayan dejado en el perfil ninguna pista sobre qué pelis les gustan. Así me voy enterando de una vez.
Hale, los elegidos:
nerea
tamara
xiketä

TERCER MOVIMIENTO: FINALE ENERGICO MA NON TROPPO
REGALITOOOOOOOOSSS!!

Se termina el concierto. Pero luciendo medallero, eso sí. Las corrientes de cariño que circulan por la blogosfera son tan fuertes que uno acaba sintiendo la caricia amable de sus amigos cada poco tiempo. En esta última semana, me han llegado cuatro premio-regalitos de dos queridas amigas.
estrella altair (un sol, como su nombre indica) me envió el premio cuéntame algo aunque me mientas y poledra (¡qué entrañable eres, maja!) me hizo llegar un paquete triple con los premios blog dorado, anarco-onda cachonda y campanha da amizade. Bueno, pues me he hecho un paquete cuádruple con estos cuatro premios (montaditos en el orden citado de arriba abajo y de izquierda a derecha) para darlo como regalito a todos mis amigos de la blogosfera.


Como digo en estos casos, entiendo que más que premios son muestras de cariño. Por eso: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS... Los premios podría llegar a merecerlos, pero el cariño sólo se da porque se quiere. No se puede ganar, ni comprar. Creo que ni merecer. Refleja la grandeza de quien lo da. Y no me cabe duda de que estrella altair y poledra son grandísimas personas. Una vez más: gracias, guapas :D
Y quisiera ser más enérgico, pero me puede la emoción.

Ahora, la parte pugnetera del asunto es que solamente debería pasar el regalo a unas pocas personas en concreto. No me veo capaz de nombrar a unos y callar otros. No sería justo. Si miráis esa lista a la izquierda que dice: otros viajeros -antes: extraordinarios nudos de esta extraordinaria red (blogs recomendables)-, ahí están siempre todas y cada una, sin excepción, las personas a quienes quiero regalar mi amistad. Si tú estás en la lista, el paquete-regalo es para ti, si lo quieres tomar. Y, si lo haces, habrás reforzado el hilo de afecto que hay tendido entre tu blog y el mío.
Entonces: Gracias a ti.

domingo, 6 de abril de 2008

open mind

(36ª parada)
"Si el árbol es cortado, aún queda de él esperanza; retoñará todavía y sus renuevos no faltarán".
(Libro de Job, cap. 14: 7)

Todas las personas nos acabamos catalogando de alguna forma; pero la que más me divierte es la distinción entre optimistas y pesimistas. La botella medio llena o medio vacía. Será porque, aunque siempre me he considerado un pesimista, toda la vida me ha gustado rodearme de optimistas y dejarme contagiar por su facilidad para ver el sol detrás de una gruesa capa de nubes. San Mario Benedetti ha celebrado una "frase reveladora" de la que no recuerda el autor (yo creo que se trata de Antonio Gala), pero dice algo así como que "el pesimista es un optimista, pero bien informado". Y, a pesar de esto, el escritor uruguayo se coloca mejor en el lado de los incurables del optimismo. Así lo ha expresado en más de una entrevista. Gran tipo, Don Mario.

El asunto es que este fin de semana me ha tocado convivir con un grupo de optimistas muy mal informados y he disfrutado como nadie. Entre estos amigos, el pesimismo parece vencido por incomparecencia... ¡Cuántas veces les habré oído decir "...y lo mejor aún está por llegar"! Hasta mi escepticismo ha tenido que hacer las maletas para buscarse más apropiado destino para este finde. Tant mieux! El pesimismo no conduce a nada: es un callejón sin salida. Creo que fue en un pueblo cercano a la ciudad de A Coruña, en San Pedro de Nós, que un grupo de personas intentó formar un club de pesimistas. Y digo "intentó" porque la cosa no llegó a funcionar. ¿El motivo? Ningún miembro del posible club tenía expectativas de que pudiera funcionar. Nadie creía en ello. Así es el pesimismo. Pero ¡cuidado! No hay que dejarse embaucar por nosotros, los pesimistas. Siempre tenemos respuestas para todo. Recuerdo una antigua historia que lo demuestra:
Sucedió hace muchos años en la estación ferroviaria de una ciudad, que estaban tratando de arrancar una vieja locomotora y se congregó un grupo de personas para presenciar el evento. Entre los asistentes, un pesimista insistía en una idea: "Es imposible... ¿Cómo va a moverse semejante masa de hierro y arrastrar todos esos vagones? El carbón no dará la fuerza necesaria... Nadie puede conseguir que esto se mueva". Pero no fue así. Después de que la caldera de vapor estuvo funcionando un buen rato, la máquina empezó a moverse lentamente al principio y fue ganando velocidad poco a poco. Las personas que rodeaban al pesimista comenzaron a mirarlo de reojo, esperando su reacción. La respuesta del pesimista fue: "Ahora sí que estamos metidos en un buen lío... ¡Nadie va a poder parar esto!".
Es así: tenemos respuesta para todo.

La despedida será compartiendo una breve frase que uno de mis mejores amigos (todo un padre para mí, la verdad) me dejó este mismo fin de semana. Estoy seguro de que no fue consciente de lo importante que me era escuchar aquello y creo que eso fue lo mejor: nada de arengas, nada de discursitos, nada de sermoncitos... Siempre me hace lo mismo. Me gusta escuchar su sencilla sabiduría. Dijo: La mente funciona como un paraguas, si no está abierta no sirve para nada.
Mente abierta, mano abierta, mirada a lo lejos, con perspectiva. Derribando las paredes que encierran al pesimismo, para que la libertad del pensamiento permita volar libre al optimismo.

domingo, 16 de diciembre de 2007

días de vida y risas

(20ª parada)
“Un corazón alegre es la mejor medicina, mientras que el espíritu triste reseca los huesos”.

(Libro de los Proverbios, cap. 17: 22)

He cambiado algunas letras del título de aquella película de Blake Edwards de 1962, para hablar también de otra adicción. Mi última adicción...

Llevo casi un par de semanas entregado a la risa: me ha dado por reírme de todo y por todo. Reconozco que en público me contengo un poco para evitar que nadie piense que le estoy faltando al respeto o cachondeándome en sus barbas sin motivo. Yo, motivo sí que tengo: he decidido que quiero ser feliz, independientemente de las circunstancias y necesito de la energía que me da la risa. Así empezó todo. Me dije: chaval, elige: feliz o amargado, tú no tienes más opciones... Y sólo con desearlo y reírme cada día ya me siento mejor. Los problemas siguen ahí, pero como no se van a arreglar manteniendo un tenso aspecto de seriedad, prefiero lanzar al aire mi grito risueño y dar trabajo a todos esos músculos de la cara, del pecho y del abdomen que tanto me están haciendo gozar estos días... Empiezo a reírme de mí mismo y ya no puedo parar. Vayan bien o mal los asuntos de cada día, los lleno de risas para dejar constancia de que sigo vivo y quiero seguir vivo. Y de que no me voy a dejar vencer sin lucha. Una lucha en la que mi mejor arma será mi risa. Son mis días de vida y risas.

Así que he guardado en el desván el saco del pesimismo (que de nada bueno me ha servido hasta ahora) y, ligero de carga, sigo viaje. A mi lento ritmo tortuguil (eso sí), pero muerto de la risa (no, aquí hay una errata... quiero decir: vivo de la risa). Y, entre risas, dejo estos pensamientos de un librito que me regaló una amiga esta semana y que le agradezco de todo corazón:

felicidad
Hay felicidad cuando cada momento se usa de un modo valioso.
La felicidad es un sustento tan poderoso que puede volver fuerte a una persona débil.
Hace fáciles las cosas difíciles y ligeras las pesadas.
Mantenerse feliz y compartir la felicidad con los demás es un gran acto de caridad.
Pase lo que pase, no debo dejar de ser feliz.

optimismo
A medida que crece nuestra fuerza interior, abandonamos el hábito de preocuparnos. Para nada sirve, como no sea para llenarnos de tensión y hacernos sentir desdichados.
Cuando dejo de inquietarme por cosas que están más allá de mi control, y en cambio me concentro en crear pensamientos optimistas y bondadosos, mi vida se encauza en direcciones mucho más positivas.
Al encarar la vida con espíritu liviano y optimista puedo afrontar con calma todo lo que ella me
depare.

Si mantengo mi mente en calma, logro ver el significado profundo de cada situación.
Por muy malo que parezca ser un problema a primera vista, si soy positivo acabaré por ver cómo todo se ha resuelto de la mejor manera.

entusiasmo
Sin entusiasmo la vida se vuelve una experiencia monótona e insípida.
Cualquiera puede sentir entusiasmo por unos momentos, pero conservar un entusiasmo permanente a lo largo de la vida es todo un arte.
No obstante, el secreto es extremadamente simple: vivir en un estado de admiración; admirar las cualidades especiales de cada uno; admirar la maravilla de la naturaleza y dar gracias al ciclo de la vida y a la contribución que cada uno hace a él.
El entusiasmo es contagioso, en especial cuando está basado en la admiración y el amor por la vida.

extraído de Libro de las Virtudes, de Dadi Janki (Brahma Kumaris WSU)

Muchas gracias a tod@s l@s que me habéis inspirado para reírme. Os devuelvo el aliento en forma de risas. Vosotr@s sabéis quiénes sois ;)

post scríptum
Prometo que hoy tenía la intención de escribir sobre Maslow, pero es que me ha dado la risa y ya se ve lo que pasa... Otro día será lo de Maslow. No me olvido ;)
De momento, a reírse.