Mostrando entradas con la etiqueta marcus-du-sautoy. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta marcus-du-sautoy. Mostrar todas las entradas

lunes, 7 de febrero de 2011

el país extranjero en que todos vivimos

(contemplando el paisaje)

Para mucha gente, la Ciencia es como un país extranjero. No entienden el idioma, no entienden la cultura... y necesitamos embajadores para explicar lo que hacemos, cómo influimos en la sociedad. Pero también al revés. No se trata de explicarle la Ciencia a la gente de manera dogmática y esperar que la entienda, sino que hay que entablar un diálogo para saber cuáles son las preocupaciones del público y qué es lo que no queda claro.
Marcus Du Sautoy (matemático, catedrático de Comprensión pública de la Ciencia, en la Universidad de Oxford, U.K.)
Fragmento de una entrevista de Eduard Punset, en Redes.

El programa-entrevista completo, AQUÍ.

Cuando nacemos, aprendemos poco a poco a hablar la lengua del país en que vivimos. Y lo hacemos aunque no sepamos ni leerla ni escribirla. Eso viene después, si hay oportunidad para el aprendizaje, y con interés y dedicación. Lo cierto es que, del mismo modo, desde los primeros años de vida vamos adquiriendo habilidades científicas, a pesar de ser analfabetos para expresarnos en el lenguaje de la ciencia: las matemáticas. Pero con interés y dedicación...

Nuestras habilidades científicas son muy variadas y se muestran, por ejemplo, en nuestra capacidad de apreciar la belleza natural e incluso de fabricarla artificialmente. También en nuestro dominio práctico de nociones de geometría y de aritmética, en nuestro método de razonamiento, en las deducciones a partir de hechos observables, en el modo en que aplicamos conceptos estadísticos para obtener conclusiones, en la forma de descubrir nuevas realidades... y todo ello hecho con una naturalidad asombrosa. Hay quienes dicen que no podrían vivir sin música. Están reconociendo que no pueden vivir sin la base científica que la sustenta, porque nuestro gusto por el ritmo y la melodía también pertenecen a este campo y son expresables matemáticamente.
Sucede, cuando hablamos de naciones, que se puede no ser un político profesional o parte del gobierno o de otras instituciones nacionales, pero (aun así) conocer suficientes cosas del propio país y su cultura. Igualmente, sin ser científicos profesionales, como meros diletantes en la materia, se puede llegar a aprender diversos entresijos de la ciencia, el propio lenguaje científico, multitud de aplicaciones directas de base científica... A fin de cuentas, no hay más que abrir los ojos a lo que nos rodea, al cosmos completo, para percibir que la oportunidad de aprendizaje es la misma que la que tendría un recién nacido, quien llegará a dominar suficientemente la lengua del lugar en el que habite los próximos años de su vida.

¡Vaya! No me gustan este tipo de reduccionismos en que todo lo que podemos experimentar queda relegado a un solo campo de lo conocido, pero tampoco puedo obviar que tantas y tantas cosas vividas a diario son expresables en lenguaje matemático: el lenguaje de la belleza y el lenguaje de lo preciso, un lenguaje universal. Puede ser fascinante contemplar lo cotidiano desde una nueva perspectiva, más completa. Nos están reservadas grandes dosis de asombro si nos damos a la tarea de escudriñar lo ordinario con lente científica, con total libertad. Un mundo nuevo, distinto, puede aparecer ante nosotros en el mismo lugar en que estaba el de toda la vida, ese país extranjero en el que siempre hemos vivido y cuya lengua y cultura no hemos dominado lo suficiente.

Y si un fragmento de una entrevista dio inicio a este post, será otro fragmento de otra entrevista (esta, de 1981) el que lo concluya. De forma magistral, Richard Feynman nos hace ver que esa típica división del conocimiento en "ciencias y letras" no deja de ser algo tan artificial y en tantas ocasiones absurdo, como ponerle puertas al mar.

Tengo un amigo artista con el que a veces no coincido en cierto punto de vista. Cuando sostiene una flor y me dice que la flor es algo bello, estoy de acuerdo. Sin embargo, me dice que él, como artista, puede apreciar su belleza, mientras que yo, como científico, probablemente no encuentro ningún atractivo en ello. Y pienso que, realmente, habla a lo loco. La belleza que él ve la podemos ver los demás, aunque tal vez no la describamos con tanta exquisitez y finura. Sin embargo, yo veo mucho más que él en una flor. Imagino las células vegetales y sus complejidades, que también entrañan belleza. No solo se trata de la belleza en la dimensión que capta la vista, sino que se puede ir mas allá, hacia la estructura interior.
Por ejemplo, el hecho de que los colores hayan evolucionado para atraer a los insectos significa que los insectos pueden apreciar el color. Y entonces se crea la pregunta: ¿El sentido de la estética también lo tienen las formas de vida menores de la naturaleza? ¿Por qué razón les resulta estético? Toda clase de interesantes cuestiones de la ciencia que no hacen sino sumarle misterio e interés a la impresión que deja una simple flor, no entiendo en qué manera podrían restárselo.