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domingo, 9 de junio de 2013

la carta del atlántico

(etapa 27.13)

Quizás no esté en el Olimpo de los pintores estadounidenses del siglo XX, como los grandes Edward Hopper, Jackson Pollock o Andy Warhol, pero Norman Rockwell es tan conocido como ellos o como otros grandes artistas norteamericanos de la centuria: Lyonel Feininger, Aaron Douglas, Grant Wood, Mark Rothko, Frank Stella, Jasper Johns, Man Ray, Keith Haring... y un largo etcétera. Una muy prolífica producción contribuirá a hacer de él un pintor tan recordado: sus notables portadas en la revista The Saturday Evening Post, sus postales navideñas para Hallmark, sus ilustraciones publicitarias, sus singulares instantáneas de una idílica cotidianidad estadounidense o incluso de destacados episodios de su Historia.
Una de sus series más conocidas, "The Four Freedoms" (o "Four Essential Human Freedoms"), fue elaborada en 1943, precisamente con motivo de un acontecimiento histórico cuyo alcance se extiende hasta nuestros días. Se trata de la "Declaración conjunta del presidente de los Estados Unidos de América [Franklin D. Roosevelt] y del primer ministro Mr. Churchill, representante del gobierno de Su Majestad británica, que, habiéndose reunido, consideran justo dar a conocer algunos principios comunes de las políticas nacionales de sus respectivos países, principios sobre los cuales basan sus esperanzas para un mejor futuro del mundo".

En el verano de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, Churchill y Roosevelt se reúnen en Terranova y definen las "cuatro libertades" que basarán la posguerra mundial. En junio de ese año, Hitler había comenzado su campaña contra la Unión Soviética y eso daba un respiro a los británicos, después de que hubieran frustrado la operación Seelöwe logrando mantener a raya a la Luftwaffe en la Batalla de Inglaterra. Los Estados Unidos aún permanecen "neutrales" (no será hasta diciembre cuando se produzca el ataque japonés a Pearl Harbor), aunque su ayuda había ido llegando por medio de la ley de "Préstamo y Arriendo", que significaba una apertura de créditos prácticamente ilimitados para utilizar en la defensa de sus "aliados". Pero esto no resuelve todos los problemas de los ingleses y es Churchill quien propone una reunión al presidente Roosevelt a la altura de las costas canadienses, al otro lado del Atlántico. El 4 de agosto de 1941, el Premier británico zarpa desde Scapa Flow, a bordo del "Prince of Wales", el más moderno acorazado de la flota inglesa, escoltado por un grupo de destructores. Con él, también viaja Harry Hopkins, consejero del presidente Roosevelt. Al alba del 9 de agosto, la flota telegrafía a Londres su llegada al destino y la intención de reunirse con el presidente norteamericano, a bordo del "Augusta", esa misma mañana.

Es una reunión donde se tratan todos los temas del momento, la marcha de la guerra en todos los frentes y también de la situación de las colonias. Punto espinoso, puesto que para muchos americanos Inglaterra seguía siendo una potencia colonial tan detestable como había sido detestada en la época de los padres fundadores y de la revolución. En el discurso se vislumbraba la idea de que los estadounidenses podrían ser convencidos de luchar por la libertad de los pueblos y por un mundo mejor, pero no de morir por el imperio de Su Majestad. Churchill soportaba los reproches sin expresar objeciones, aunque mantuviera guardadas algunas, reservándose volver a ellas en el momento oportuno. La reunión sigue el 10 de agosto y se traslada al acorazado inglés. El tono es similar: el idealismo americano choca con el cinismo británico. Resulta difícil resumir en poco espacio el alcance de las conversaciones entre ambas delegaciones. En cierto momento de las propuestas, se habló de alcanzar una paz tal que garantizara a todos la seguridad por mares y océanos, además de obtener el desarme de los potenciales agresores. Fue una discusión muy animada y varias veces tuvo que suspenderse para dar a todos ocasión de calmarse y reordenar las ideas. Los americanos tendían a confirmar su fe en un mundo en que la paz fuese asegurada por un desarme general. Los ingleses mantenían que eso no sería posible sin la institución de una "organización internacional eficiente", algo distinto a la Sociedad de Naciones. Una institución que se apoyase en Inglaterra y los Estados Unidos, vencedores de la guerra y por tanto garantes de la paz restituida al mundo. Sin embargo, el desacuerdo se mantuvo en este punto: Roosevelt dijo muy claramente a Churchill que los Estados Unidos no querían aventurarse a hablar de una "organización internacional", ya que esta fórmula evocaba el infausto espectro de la Sociedad de Naciones, en la que había fracasado el optimismo de Woodrow Wilson. Churchill objetó que si no se lograba imaginar algo que, valiéndose del prestigio y autoridad de las potencias vencedoras, hiciese de algún modo de gendarme de la paz, el mundo no estaría nunca tranquilo. Roosevelt asintió, pero solo aceptó una anodina alusión a la creación de un poco específico "sistema más vasto y duradero de seguridad colectiva". Faltaba por superar el escollo constante del colonialismo británico: De las palabras de la declaración americana "sin discriminación y sobre la base de la igualdad", la delegación inglesa pretendía suprimir "sin discriminación", porque eso supondría una clara ruptura del tratado de Ottawa, del que había nacido la Commonwealth (asociación de Estados que, libremente, habían decidido aplicarse mutuamente especiales tarifas de aduana favorables, "discriminando" así a todos los demás países). Los americanos juzgaban irrazonable la petición británica: en su país ninguno se conmovería por el Imperio británico. Sumner Welles intervino con estas duras palabras: "La opinión pública americana no logra borrar el hecho de que la Gran Bretaña sea el país más colonialista del mundo. Esta circunstancia la coloca a sus ojos casi al mismo plano que el Tercer Reich". Más adelante, y después de varias acusaciones mutuas (el colonialismo por un lado, el proteccionismo por el otro), Churchill no desperdició la ocasión y respondió a Welles: "La opinión pública internacional, señor secretario de Estado, ve en Inglaterra el país que sostiene por sí solo el peso de la guerra contra Hitler en nombre de la libertad". La situación no podía permanecer bloqueada por mucho tiempo, y después de unos días se logró llevar adelante las negociaciones. Como fuere, se había estado tratando sobre una cierta idea de la ONU. En el curso de las conversaciones también se habló de la situación de la Unión Soviética (solo para observar los oportunos elementos de orden militar) y, antes de separarse, los dos estadistas redactaron un mensaje común enviado a Stalin.

La última reunión se celebró el 12 de agosto. El acuerdo se logró fácilmente y la declaración común fue aprobada dos días después. Aunque en el momento ninguno de los dos firmantes pareciera darle un significado excepcional, el documento fue la base de una alianza mundial entre todas las naciones unidas contra el fascismo y nazismo, y pasó a la Historia con el nombre de "Carta del Atlántico". El documento contenía unos principios sobre los cuales las dos potencias afirmaban querer reconstruir el mundo una vez pacificado después de la destrucción de la tiranía nazi: 1) Libertad de expresión, 2) Libertad de religión, 3) Libertad de la necesidad, 4) Libertad del temor.
Y así lo plasmó Rockwell en cuatro célebres lienzos.

miércoles, 6 de junio de 2012

misión de reconocimiento

(una mañana en la playa)

Aquello fue muy emocionante. Por primera vez en nuestra Historia recibíamos un mensaje de una raza alienígena, la prueba de que no estábamos solos. Era un mensaje rudimentario e incomprensible, pero en él ya se adivinaba que otros seres semejantes a nosotros habitaban la inmensidad de la galaxia. El hecho de que fueran capaces de enviar noticias al espacio exterior era una muestra de su grado de desarrollo científico y tecnológico y nos hacía albergar la esperanza de una alianza común, de la posible unión de nuestros destinos en el devenir del cosmos. En aquel momento yo cumplía con un periodo de destino en la estación orbital del sistema ▒▓▒░▓▒▒░░░▒, dominado por una hermosa estrella azulada, apenas una avanzadilla de la exploración galáctica en este sector. La estación recibió el mensaje y solicitó instrucciones al Consejo Científico. Con rapidez se organizó una misión de reconocimiento al sistema del que procedía la comunicación, en las proximidades de donde nos encontrábamos (¡cómo imaginar que ellos estaban tan cerca!), en esta remota región de la galaxia en la que nunca se habían depositado muchas esperanzas de éxito. Sin embargo, ahora se convertía en el lugar más importante de nuestras observaciones.

Fui reclutado como asesor bio-científico de la misión y, al poco, embarcado en la nave que nos llevaría hasta el sistema ░░▒░▓▒, el del planeta del que procedía el mensaje. Fue un viaje no muy largo a través de un plegamiento espacial improvisado y un ambiente expectante invadió a toda la tripulación al salir del canal y contemplar nuestro destino a escasos ÐÆ de distancia. Escaneamos las proximidades del planeta y no detectamos ningún satélite artificial, ni estaciones orbitales. Posiblemente, esta raza aún no se había aventurado a la exploración espacial y tan solo llevaba unos pocos ciclos emitiendo señales a quien las pudiera recibir. El director de la misión ordenó al comandante de la nave proceder según el protocolo para esta ocasión: el crucero debía ocupar un lugar en la órbita del planeta con el valor estipulado de gravedad, y luego se situaría en las proximidades de la vertical sobre el lugar (calculado por los goniómetras de la comisión científica) desde el que se emitió la comunicación. Allí nos encontrábamos. Se trataba de un planeta hermoso, muy similar al nuestro en tamaño, atmósfera, configuración... Incluso la estrella amarilla de este sistema era como la nuestra, pero eso ya lo habíamos observado antes de partir. Solo ahora contemplábamos la enorme similitud. Como no teníamos datos de la ubicación exacta de la emisión de la señal, elegimos como punto de contacto una zona de costa, próxima al lugar, un brazo de mar entre el continente y una isla. Ignorábamos si podíamos ser detectados, pero el protocolo establecía en estos casos activar el camuflaje de todas las naves que intervinieran en la misión. El contacto debía ser posterior a un informe de observación.

En una nave auxiliar con el camuflaje activado, un representante del Consejo Científico, un piloto y yo nos disponíamos a realizar esa primera observación para elaborar el informe que posibilitara el contacto. Descendimos hasta la superficie del mar, de color azul grisáceo debido a la nubosidad. La rotación del planeta empezaba a permitir que la luz de la estrella llegara hasta la zona de amerizaje. Amanecía aquí abajo. La atmósfera había presentado algunas perturbaciones en la zona, en forma de vientos y precipitaciones de agua sobre el océano. Esto hacía que el mar no estuviera completamente calmado. Con mucha pericia, el piloto posó suavemente la nave sobre las aguas, no muy lejos de la costa. Las olas golpeaban en el casco.
Debíamos tomar una decisión, pero el piloto llamó nuestra atención hacia unas columnas de humo que se veían en la costa. Ascendían desde lo que parecían construcciones realizadas por seres inteligentes, demasiado geométricas para ser caprichos naturales en una playa de arena. Al otro lado y en la lejanía, unas estructuras que se dirían metálicas, por el brillo que delataba su constitución, flotaban serenas sobre el agua de aquel mar salado. De pronto percibimos un estruendo, como sonido de golpes percutiendo en el aire. Detonaciones que perturbaban la paz de la mañana. Luego, el silbido de fragmentos de algún material que sobrevolaron con gran rapidez por encima de nuestra posición. Algunos de esos fragmentos impactaron en las construcciones provocando explosiones, llamaradas y más columnas de humo. No sabíamos qué estaba pasando, pero esto podría poner en peligro la misión. Esperamos en el interior de la nave, tratando de calmarnos por lo sucedido. Tiempo después, el piloto nos avisó de un avance de lo que parecían ser pequeñas naves hacia nuestra posición, procedentes de las estructuras flotantes... Una cantidad abundante de estas naves surcaban la superficie del agua a nuestro encuentro. ¿Quizás el contacto se produjera antes de lo previsto? ¿Cómo era posible haber sido avistados a pesar de un camuflaje de última generación? El momento había llegado y estábamos llenos de alegría y excitación, a pesar de que los planes no discurrían según lo previsto.

Pero en ese instante, el piloto nos indicó que las naves no se dirigían exactamente hacia nuestra posición. Con el rumbo que llevaban, pasarían cerca de nuestro flanco, pero seguirían su camino. No nos habían visto. Y así fue. Esas pequeñas naves sobre el agua se dirigían a la playa. Pude ver una de ellas. Tenía forma de zapato y llevaba dos inscripciones sobre su casco grisáceo: un símbolo solitario a manera de figura con cinco puntas y de color blanco, y otro símbolo más complejo, también en color blanco, con una forma que pude memorizar: PA33-4. Desde la costa se lanzaban a gran velocidad otros fragmentos sobre el mar. Algunos se hundían sin más consecuencia que grandes salpicaduras sobre la superficie, pero otros impactaban en las naves y las destruían, provocando llamaradas y arrojando por los aires cuerpos destrozados de los seres de aquel planeta que iban embarcados en las naves. No entendíamos lo que estaba pasando, pero la escena era terrible. Cuando las naves llegaban a la playa, esos seres se dispersaban sobre la arena y todo se convirtió en una sucesión ensordecedora de ruidos, fuego y destrucciones. La playa y el mar se fueron tiñendo de rojo.

Lo que observamos nos dejó muy perturbados. Decidimos volver al crucero para informar de lo que habíamos visto. Ya en la nave y después de conversaciones y deliberaciones, el representante del Gran Consejo concluyó que debíamos abandonar ese planeta para siempre. Al parecer, extrañas y olvidadas leyendas de nuestra raza contaban que una especie anterior a nosotros había asolado nuestro planeta en lo que se llamó las Edades Míticas, en una sucesión de guerras aniquiladoras. Nadie comprendía ya el significado de los términos. Palabras como guerra, odio, batalla, asesinato, masacre... habían desaparecido del bagaje léxico de nuestra especie. Y así había seguido en toda nuestra Historia. Esa forma de hablar ya solo pertenecía a aquellos inquietantes cuentos ignorados, enterrados en edades de las que ninguno de los nuestros comentaba nada. Este era nuestro primer contacto con remotísimas leyendas que se pensó que no tenían fundamento real...
Desolados, volvimos a la estación orbital y retiramos de nuestros mapas estelares cualquier posible ruta que pasara por el sistema ░░▒░▓▒, comprendiendo que aquellos seres autodestructivos se extinguirían antes de emprender la colonización de la galaxia.
Volvíamos a estar solos en el espacio.

D-day: 6 de junio de 1944
Han pasado ya 68 años desde una de las fechas clave de la Segunda Guerra Mundial en la liberación de Europa
(¿o quizás la oportunidad perdida de contactar con otros compañeros galácticos en Omaha beach?)

jueves, 8 de marzo de 2012

en caída libre

(área de descanso nº 172)

Ayer lo vi. Claramente. La escena estaba ante mis ojos y no podía dejar de asombrarme por lo que parecía inevitable. Lo estaba presenciando en toda su descarnada desnudez.
Mientras trataba de esquivar el impacto, pensaba en los conejos de Iriarte, escapando de galgos o de podencos, pero siendo finalmente cazados por los perros, como si lo importante hubiera sido conocer su raza y no huir de sus colmillos. Así, contemplaba a media humanidad sujetando con su pico la razón que le da derecho a enfrentarse con terquedad, con empecinamiento, sin ceder ni un milímetro, a la otra mitad igualmente aferrada a una misma razón que no quiere soltar por nada.

Caían en picado, como cae la humanidad sin freno en el pozo de sus mezquindades.
¿Y no serán capaces de darse cuenta de qué es lo que importa y dejar de lado las cuestiones de poco momento? Quizás es que la ceguera consiste exactamente en tener como importantes las "grandes causas", pero no las verdaderas causas. Oh, sí, organicemos la revolución, que ya habrá tiempo de resucitar a los muertos. Pero salgámonos con la nuestra si queremos que sobreviva la especie, aunque sea la parte que se ha cargado a la otra parte.
¡Como si nuestra supervivencia (visto lo visto) le fuera tan útil al planeta...! ¡Qué tragedia, si la especie se pierde en estúpidas riñas que solo a la propia especie parecieran importarle...!

¿Cómo es posible que no echen a volar teniendo alas? ¿Tan importante es vencer si se pierde todo? ¡Todo!
Y en este caso, me tocaba a mí ser galgo o podenco, ser la fatalidad que despierta por última vez a los que se inmolan por una miseria, ser el postrer fogonazo de luz (ya ineficaz) que contemplan los enceguecidos...

Sin embargo, se evitó el golpe.
Conducía mi coche por una avenida de la ciudad. No pude ver en ese momento que, en las alturas, dos gaviotas pugnaban por un trozo de comida. Obcecadas en la presa, ambas la sujetaban en el pico sin ceder su posesión a la compañera. Porfiaban las dos de tal forma que el aleteo se volvió inútil para quedar suspendidas en el aire y comenzaron la grotesca danza que ya estaba contemplando. Caían en círculos, girando ambas sin percatarse del peligro en una avenida llena de vehículos transitando. Calculé, por la velocidad de la caída, que sería mi coche el que recibiría el impacto en el costado izquierdo. O el que pasaría sus ruedas por encima de las aves, reduciéndolas a un amasijo de carne y plumas sobre el asfalto. Todo fue tan rápido que no supe si era mejor frenar o dar un volantazo hacia mi derecha. El vehículo de detrás o el de al lado podían resultar implicados por la maniobra. Al final, el instinto me hizo girar el volante para ocupar algo del espacio que me separaba con el coche a mi derecha, al tiempo que esperaba un golpe sordo cerca de mi parabrisas o un ruido desagradable bajo el vehículo. No hubo tal golpe. Ni hubo tal ruido. Sí hubo espacio suficiente para que las gaviotas tocaran suelo y, ya conscientes del peligro, remontaran el vuelo ilesas. No sé cuál de las dos se quedó con su trozo de pan o con su gorrión muerto o con su trozo de basura. Tampoco sé si lo que fuera que llevaban en el pico quedó abandonado en la calle. Solo sé que era un trofeo demasiado pobre como para merecer haber sido arrolladas.

Y sigo pensando en que los humanos vamos por el mismo camino, en caída libre y prestos a ser aplastados por la fatalidad que nos acecha. Pero no queremos soltar del pico nuestro trozo de basura. Qué enorme pérdida sería salvar la vida pero que otro se quedara con todo el botín. Inaceptable.
Seguimos en picado, en rumbo de colisión, aferrados a nuestras miserias. Bravo. Moriremos con las botas puestas.

viernes, 20 de enero de 2012

guerra de sexos

(área de descanso nº 165)
"Gens una sumus".
('Somos una sola gente', lema de la Federación Internacional de Ajedrez)

Tal y como está el día podría hablar de sopitas. Unas son buenas para la gripe que, con vocación de buen desodorante, no me abandona. Otras me parecen malas para la red, por esa forma de dar palos de ciego, alimentar paranoias conspiranoicas y fomentar delaciones más propias de años oscuros... Van a ser sopitas de ajo (a jod... muchachos: me temo que, de aquí a un tiempo, serán muy frecuentes las ausentes presencias de espacios en blanco y lugares "desaparecidos"). En fin. Pero paso de sopas, que me sube la fiebre.

No sé si la creación de tradiciones es uno de los deportes favoritos del ser humano, pero lo que sí sé es que deja abundantes ejemplos por todas partes. Además, es que es tan fácil. Imagina: un año quedas con unos amigos en un lugar y en una fecha determinada y si se te ocurre repetir eso al año siguiente, ya puedes haber iniciado una tradición. Esta parece saludable. Pero las hay más perras. Algunas se basan en la poca capacidad de adaptar las herencias del pasado (si nuestros antepasados eran unos salvajes, nosotros -además- somos imbéciles por tragar con las salvajadas del pasado). Otras se basan en los prejuicios. Y convertimos en tradición, por ejemplo, numerosas actividades con rastros inaceptables de racismo, sexismo, xenofobia... No siempre es fácil desacostumbrarse: normalmente, los reyes de la colina no abandonan su posición de privilegio así por las buenas.

Vale, pero si no quería hablar de sopas, tampoco voy a insistir con estas truculencias. Solo una anécdota a propósito de asuntos tradicionales.
Hace unos años, se debatía entre los estudiosos de la psicología de los jugadores de ajedrez (sí, también existen estudiosos de eso) por qué tan pocas mujeres alcanzaban el nivel de juego que tienen los ajedrecistas varones. A excepción de la húngara Judit Polgár, ninguna otra mujer se contaba entre los mejores ajedrecistas de hace una década, y es la única mujer que ha llegado a ocupar una plaza entre los diez mejores ajedrecistas en una clasificación mundial. ¿Explicaciones para esto? Se han dado varias. Incluso campeones y Grandes Maestros de ajedrez han participado en el debate. Unos dicen que se debe a factores psicológicos o meramente biológicos (por ejemplo, al menor interés que las mujeres demuestran por juegos de guerra o basados en la destrucción), a factores sociales, socio-culturales y también educativos (porque al haber estado las mujeres apartadas durante mucho tiempo de la práctica del ajedrez, su proporción en los circuitos ajedrecísticos es muy inferior a la de los hombres, o porque resulta difícil soportar la tensión de torneos largos, de gran desgaste nervioso, competitividad y agresividad, valores que por tradición se han inculcado más en los varones). La respuesta que me parece más audaz, e incluso acertada, fue la que dio Nigel Short, Gran Maestro de Inglaterra: "Las mujeres son más inteligentes que los hombres y no quieren desperdiciar su vida jugando a un juego estúpido". Vaya por delante que amo este juego, pero no deja de ser estúpido si se lo compara con la vida. Y aún hay más en las palabras de Short. También es estúpido el planteamiento de esa batalla (la de sexos, en este caso) y participar en ella. Es de inteligentes encauzar más los esfuerzos en colaborar que en competir. Hemos dedicado odas épicas a la competitividad, como si fuera el motor de la excelencia, cuando lo que se demuestra es un mayor progreso en ambientes cooperativos. Así, estas absurdas luchas de prejuicios entre razas, sexos, ideologías, creencias... lo que hacen es desgastar nuestras energías y frenar el desarrollo saludable de nuestras sociedades. ¿Por qué luchar entre hombres y mujeres, tratando de suplantarnos, cuando siempre es más eficaz la suma de ambas partes?

En el film de 1983 War games, el ordenador al que se encomienda la defensa de Estados Unidos en una fase de la guerra fría, y preparado para lanzar sin remordimientos (de los que las máquinas carecen) todo el arsenal nuclear contra la URSS, aprendia que su misión no tenía ningún final aceptable. Por más que probara distintas estrategias, táctica por allí, táctica por allá... el resultado era siempre el mismo: unos lanzaban sus misiles, el enemigo hacía otro tanto, y nadie ganaba la contienda. Todos eran aniquilados, ergo todos perdían. Es cierto, hay batallas estúpidas. Y ya va siendo hora de aprender la lección.

Recuerdo una frase que, al final, el ordenador le decía al profesor que lo diseñó, una vez que hubo asimilado el sinsentido de la guerra termonuclear:
- ¿Qué tal una partidita de ajedrez?

Todos los caminos llevan a Roma.

Nigel Short en misión de combate xD

miércoles, 17 de agosto de 2011

canción con ventana

(área de descanso nº 143)

(cuatro viñetas de la versión en castellano de "Astérix y los Godos")
La primera vez que escuché eso de "canciones con ventana" fue (creo recordar) en el programa de radio La gramola, de la emisora M80. De esto hace ya bastante tiempo. Me gustó la expresión. Viene a sugerir que hay canciones que son como una ventana a nuestros recuerdos. Escuchamos las notas y eso nos transporta por arte de magia a la contemplación de un paisaje recurrente que está ya indisolublemente asociado a la melodía. Generalmente, son buenos recuerdos, experiencias que nos han marcado o momentos que llevamos en nuestro equipaje vital de forma permanente, aunque no sepamos el motivo.
Por casualidad, hace unos días volví a escuchar una canción que ya tenía olvidada, y descubrí que era de las que tienen ventanita incorporada para asomarse a otro lugar en otro tiempo. Es una canción del grupo Olé Olé (del momento en que Vicky Larraz dejó el grupo y la cosa fue derivando con los años a una especie de Marta Sánchez y sus mariachis), titulada Lili Marleen y que está basada en un antiguo poema de un soldado alemán. Al oírla, recordé los días en que la familia nos vinimos a vivir a Coruña, las varias mudanzas, las cajas llenas de cosas, la novedad de un destino lejos de mis amigos de toda la vida y de mis años adolescentes, la lluvia y el cielo gris, los nuevos olores de una humedad que todo lo impregnaba... en definitiva, etapa de cambios drásticos. Nada que ver con la letra de la canción, sino con lo vivido en los días en que esa canción estaba en el aire.

La canción en sí también tiene su propia historia, mucho antes de convertirse en la versión pop ochentera que acabo de mencionar. El soldado Hans Leip había escrito un texto para recordar a su novia, allá por los años de la Primera Guerra Mundial, como despedida después de ser enviado al frente ruso. Pero fue en 1937 cuando el compositor Norbert Schultze puso la música al poema de Leip, titulado Das Lied eines jungen Soldaten auf der Wacht ("La canción de un joven soldado de guardia"). Sin embargo, esta canción (que recibió otro título distinto al actual: Das Mädchen unter der Laterne, "La chica bajo la farola") no tuvo ningún éxito remarcable en los días inmediatos a su lanzamiento. Pasados los años y entrada la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron.
En la primavera de 1941, apenas conquistada Belgrado por los nazis, el Alto Mando alemán ordenó reparar las estructuras de la que había sido la radio yugoeslava y reforzar las instalaciones. Rápidamente, la estación de Radio Belgrado se hizo una de las más potentes de Europa y fue destinada exclusivamente a transmitir programas en lengua alemana, para los soldados del Tercer Reich en todas partes, desde el norte de África hasta Noruega, desde la Unión Soviética hasta los Pirineos. En Radio Belgrado, una tarde, alguien escogió distraídamente un disco (había sido llevado hasta allí por un oficial del Afrika Korps destinado a Belgrado, después de que la balada fuera adoptada, por el éxito que tuvo entre los soldados de Rommel, como canción de la compañía) pero que hasta entonces no había llamado la atención de nadie en la emisora. Era una de tantas canciones inspiradas en la guerra, pero no estaba seleccionada en el grupo de las escogidas por el programa destinado a elevar la moral de la tropa, transmitido todas las noches a la hora de mayor audiencia. Esta canción tenía, en efecto, poco de heroico y mucho (demasiado) de nostálgico. Su título ya era Lili Marleen y contaba la historia de una muchacha esperando bajo un farol ante un cuartel, y de la ilusión de un soldado de poder estar un rato con ella. La cantaba Lale Andersen, una cantante de voz débil, un poco ronca, más de cabaret que de canción de amor. El éxito de Lili Marleen fue inmediato. Avalanchas de cartas inundaron Radio Belgrado y todas las otras estaciones alemanas solicitando que transmitieran otra vez esta canción que había impresionado la fantasía de tantos jóvenes solos y lejos de casa. Pronto el fenómeno llamó la atención del Ministerio de Propaganda, y el mismo Goebbels quiso escuchar la canción. Su sentencia fue negativa: la canción solo podía influir desfavorablemente sobre la moral de los hombres y por eso debía ser eliminada del repertorio destinado a las tropas. No obstante, las protestas fueron tantas que no fue posible prescindir del disco. Radio Belgrado llegó al punto de transmitir Lili Marleen todas las noches a la misma hora (a las 21 horas 57 minutos, como cierre de su programación) y Lale Andersen, con voz que parecía venir del más allá, fue la cantante más famosa de Alemania: la chica con la que todas las noches un soldado alemán tenía una cita.
Pero Goebbels llegó a descubrir que la Andersen tenía rastros de sangre judía en sus venas y utilizó ese descubrimiento para hacer que, a través del prejuicio, sus admiradores le volvieran la espalda. Ella lo pagó demostrando cada vez más abiertamente sentimientos antinazis.
El éxito de Lili Marleen no fue solo un fenómeno entre los soldados alemanes. La potencia de la emisora de Radio Belgrado permitía que también los soldados aliados escucharan la canción y terminaran por adoptar la melodía al otro lado del frente. ¡Qué sorpresa para los soldados alemanes cuando escuchaban tararear la canción de Lale Andersen a los prisioneros aliados!

Ahora que veo la versión de Olé Olé, me parece que todo ha envejecido demasiado rápido. O que algunos hemos nacido en el Pleistoceno...

domingo, 13 de marzo de 2011

het achterhuis

(área de descanso nº 119)
"Espero que te podré confiar todo, como nunca he podido hacer con nadie, y espero que serás para mí un gran apoyo".
(primeras líneas del diario de Anne Frank)


Es posible que en las edificaciones de otros países no haya nada que se pueda equiparar a una trascasa, un tipo de alojamiento que es muy frecuente en las más antiguas viviendas holandesas. Se le llama het Achterhuis (la trascasa, el anejo, la casa de atrás) y se trata de la parte de un edificio que da al patio o al jardín interior y que está completamente separada (también para el agua y los servicios) del resto de la casa, aunque ambas partes se comuniquen por una puerta. La trascasa de la Prinsengracht, en Amsterdam, el lugar que sirvió de refugio a Anne Frank y otras siete personas durante veinticinco meses, estaba formada por dos cuartos, más un almacén y un trastero con una ventana que daba al tejado. La puerta de acceso quedaba escondida tras una estantería.
En el verano del 42, el Comisario del Reich para Holanda, Arthur Seyss-Inquart, ha prohibido a los judíos que se muden o que se alojen con otros judíos. Con una orden del 30 de junio ha impuesto que los judíos no salgan de sus casas entre las 8 de la noche y las 6 de la mañana, y que durante ese tiempo no hagan visitas ni dejen las ventanas abiertas. La orden les prohíbe también tener teléfono, usar las cabinas telefónicas públicas, entrar en ciertos barrios de Amsterdam y comprar en los mercados. En los trenes, los judíos deben quedarse en pie hasta que todos los viajeros arios hayan encontrado sitio para sentarse. Todos los judíos estaban obligados (desde comienzo del año) a llevar sobre su ropa la estrella amarilla de seis puntas con la inscripción Jood. En este ambiente, y con la expulsión de Anne (por orden de la autoridad) de la escuela Montessori de la Nierstraat, Otto Frank comprendió que se avecinaba el momento en que los 100.000 judíos holandeses (todos ya localizados y fichados por la policía) no podrían evitar la deportación. Solo quedaba encontrar un escondite y organizar un plan para desaparecer de la escena hasta la liberación de Holanda.

Het Achterhuis fue el título con el que Otto Frank (padre de Anne y único superviviente de los ocho refugiados) publicó, unos dos años después del fin de la guerra, en 1947, la colección de pensamientos de su hija, obra que hoy conocemos como El Diario de Ana Frank. La primera anotación en ese diario corresponde al día 12 de junio de 1942, en que la más joven de los Frank cumplía los 13 años. El 7 de julio del 42 queda registrado en el diario el ingreso en la trascasa. La última anotación será la del 1 de agosto de 1944, tres días antes de que agentes de la Grüne Polizei, bajo el mando del brigada de la Gestapo Karl Silberbauer, asaltaran la Achterhuis y detuvieran a sus ocupantes. Aquel 4 de agosto, a la altura del número 263 de la Prinsengracht, ante el almacén de la empresa de ultramarinos "Kohen y Cía., importación de gelatinas de fruta para confituras" (un edificio de cuatro pisos tras el que se distinguía la grácil silueta de la iglesia de Wester, donde está sepultado Rembrandt), a los cuatro hombres de la Policía de Seguridad holandesa les está esperando el delator Willen Gerard van Maaren para indicarles el refugio de los ocho judíos. En el edificio está Victor Kugler (colaborador en el plan clandestino, junto a la secretaria Miep van Santen y la mecanógrafa Elli Vossen, además de Johannes Kleiman, otro de los empleados de Otto Frank, a quienes ya en el otoño del 41 les había cedido su empresa "Travis" de importación y elaboración de gelatinas, para que los alemanes no la hubieran confiscado como propiedad perteneciente a un judío), que es sorprendido por los agentes y llevado ante la estantería de marras en una gran habitación vacía en el tercer piso. Se le ordena retirarla, Kugler insiste en que no hay nada en ese lugar y es Silberbauer quien la retira a empujones. Tras aquella estantería estaba la puerta secreta y, tras ella, Anne Frank (de quince años), sus padres, su hermana Margot, los van Pels (padre, madre e hijo, llamados van Daan en las páginas escritas por Anne) y el dentista Fritz Pfeffer (con el nombre de Albert Düssel en el diario). Cuando la salvación parecía ya tan próxima, con los aliados rebasando Florencia, los rusos llegados al corazón de Polonia y los americanos cercando París, ocurre el más sombrío de los desenlaces y los refugiados son descubiertos. Han soportado más de dos años de reclusión para evitar la deportación a los campos de exterminio, pero ahora se ha esfumado toda posibilidad de escapar a un cruel destino.

Para la joven Anne Frank y el resto del grupo comienza un macabro peregrinaje. Kleiman y Kugler también son encarcelados, pero lograrán salvarse. Los ocho arrestados son enviados al campo de recogida de Westerbork. Momentos de esperanza: dicen que en Westerbork no se está tan mal y los aliados avanzan victoriosos en todos los frentes. Después de veinticinco meses de encierro, tienen la impresión de estar haciendo una excursión. Westerbork es un pueblecito al norte de Holanda y a unos 50 kms. de la frontera con Alemania. Pero la realidad es que Westerbork está dirigido por el jefe de la policía SS en Holanda, general Wilhelm Harster, que trata con especial dureza a los judíos que (como Frank) se habían sustraído a la captura. Agosto de 1944 está acabando. Los internados de Westerbork viven para el único pensamiento de una próxima liberación. Los ejércitos rusos han penetrado aún más en Polonia y los nazis no podrán seguir trasladando deportados a Auschwitz, Majdanek ni Treblinka. París acaba de caer y los aliados avanzan por Bélgica. Por desgracia, no es bastante. El 3 de septiembre se toma Bruselas, el día siguiente Amberes y el 11 se llega a la frontera alemana cerca de Aquisgrán, pero el último convoy de Westerbork ha partido ya la madrugada del 3 hacia la deportación y el exterminio. La noche del 7 de septiembre, llega a Auschwitz. Allí, hombres y mujeres son separados. Las mujeres de la familia Frank son recluidas en el bloque 29 del campo femenino de Birkenau. Anne debe conocer todavía lo peor. En Auschwitz está unos dos meses y después de un par de selecciones, es rechazada y enviada a Bergen Belsen junto con su hermana Margot. Bergen Belsen, en la Baja Sajonia, entre Berlín y Hamburgo, estaba constituido por cuatro pequeños campos y fue quizás el peor de todos los campos de exterminio. La escasísima dieta alimenticia llegó a provocar centenares de casos de canibalismo y las enfermedades se extendían con rapidez. El tifus petequial estaba tan difundido que los ingleses, al liberar el campo, se vieron obligados a destruir con lanzallamas las tiendas y los pocos barracones del recinto.

En este ambiente se quebrantó al fin el espíritu de Anne Frank. La niña que, como había escrito en su diario, tenía aún confianza en la vida y en la íntima bondad del hombre, confianza en la posibilidad de que tras la tormenta (que también acabaría con ella) volverían al mundo la serenidad y la paz, termina ahora por desesperar de la condición humana. Son escasos los testimonios sobre ella en Bergen Belsen. Lies Goosens Pick, amiga de la infancia de Anne, fue la última que la vio viva. Después de Margot, Anne falleció, tronchada por la fiebre tifoidea y por el dolor de perder a su hermana, a finales de febrero o, lo más probable, en marzo de 1945 (se señala la fecha del 12 de marzo de 1945, ayer se cumplían 66 años, como la más exacta). Sucedió pocos días antes de la liberación del campo. Anne no llegó a cumplir los dieciséis años.

A pesar de que la más siniestra, inimaginable e implacable máquina para triturar vidas engendrada por la locura humana acababa de cobrarse una nueva víctima, la voz de Anne Frank no se había apagado. A centenares de kilómetros, entre los muros ennegrecidos de la trascasa de la Prinsengracht donde había vivido escondida veinticinco meses, las fieles Elli y Miep habían encontrado en el abandonado desván el cuadernillo rosa que Otto había regalado a su querida hija en el día de su cumpleaños, en aquel ya lejano junio del 42. Ese extraordinario documento humano que nos legó Anne es el relato sencillo e intenso de tantas jornadas de reclusión, a través de los pensamientos, amistades, relaciones, ideales, conflictos, sentimientos, confidencias, experiencias... de una persona fascinante con grandes deseos de vivir.

Miércoles, 3 de mayo de 1944
Con frecuencia he estado abatida, pero nunca desesperada. Considero esta vida clandestina como una aventura peligrosa, pero romántica e interesante. Me consuelo de las privaciones entreteniéndome en describirlas en mi diario. Me he propuesto llevar una vida diferente de las otras chicas, y después, de las amas de casa corrientes. Este es un buen comienzo de una vida interesante, y por eso, aun en los momentos más peligrosos, tengo que reírme del lado humorístico de la situación. Soy joven y poseo muchas virtudes aún escondidas, soy joven y fuerte y vivo esta gran aventura, estoy en pleno centro, y no puedo pasar el día lamentándome. La naturaleza me ha favorecido dándome un carácter feliz, jovial y enérgico. Cada día siento que mi mente madura, que la liberación se avecina, que la naturaleza es bella, que la gente en torno a mí es buena y que esta aventura es interesante. Luego, ¿por qué tendría que desesperarme?

domingo, 21 de noviembre de 2010

los largos sollozos de los violines de otoño

(área de descanso nº 105)
Les sanglots longs
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

Tout suffocant
Et blême, quand
Sonne l'heure,
Je me souviens
Des jours anciens
Et je pleure.

Et je m'en vais
Au vent mauvais
Qui m'emporte
Deçà, delà,
Pareil à la
Feuille morte.
.
("Chanson d'automne", Paul Verlaine, 1844-1896)

Los largos sollozos
de los violines
de otoño
hieren mi corazón
con una languidez
monótona.

Muy sofocante
y pálido, cuando
suena la hora,
recuerdo
los días lejanos
y lloro.

Y me voy
con el mal viento
que me lleva
de un lado a otro,
parecido a la
hoja muerta.

Aunque los preparativos de la operación Overlord (el desembarco aliado en las playas de Normandía a finales de la primavera de 1944) estuvieron suficientemente revestidos de silencio y reserva, los alemanes no permanecían tan a oscuras como se podía creer. En realidad, sus servicios secretos habían conseguido noticias importantes, si bien no habían logrado enlazarlas y valorarlas exactamente. La indicación más importante había sido recogida por la Abwehr, el servicio secreto del almirante Canaris, gracias a la delación de un miembro de la Resistencia francesa. El traidor refirió a los alemanes que los aliados anunciarían el inminente desembarco a los guerrilleros mediante la transmisión de algunos versos de Verlaine. Los versos convenidos -dijo el traidor- eran los siguientes: Les sanglots longs / Des violons / De l’automne / Blessent mon coeur / D’une langueur / Monotone. Según explicó el espía, los aliados emitirían los tres primeros versos del poema, junto con otros, en los días precedentes al desembarco. Pero cuando emitieran la segunda parte, quería decir que el desembarco se efectuaría dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes. La información resultará exactísima y será el último servicio prestado por Canaris a Alemania, porque poco tiempo después el misterioso almirante será destituido de su cargo y la Abwehr será disuelta por orden de Himmler. En todos los escondrijos de Francia, las fuerzas de la Resistencia están a la espera. Es extraño y a la vez increíble que, en el momento de mayor tensión, Francia esperase como señal salvadora los versos de uno de sus poetas malditos.
El servicio secreto alemán había advertido a todos los puestos de escucha de la costa francesa que la transmisión de la segunda parte de la poesía de Verlaine podía significar que el desembarco era inminente. En especial, se había dado la alarma al coronel Meyer, que dirigía la sección de información del XV Ejército en Calais. La noche del 5 de junio, a las 22:30 horas, el coronel Meyer saltó de su asiento: la radio aliada había empezado a transmitir los versos finales de la estrofa del poema de Verlaine. Aquí está, pensó excitado el coronel, todo concuerda. Él mismo había logrado escuchar los días anteriores, mezclados con otros mensajes destinados a la Resistencia, los primeros tres versos de la Chanson d’automne. Inmediatamente corrió a avisar al mando del XV Ejército, al mando del Grupo de Ejércitos B de Rommel y finalmente al mando de Von Rundstedt, que a su vez pasó la noticia al general Jodl, en el Cuartel General de Hitler. Pero todo fue inútil. Probablemente, los jefes no tomaron en serio la cosa. Jodl, por ejemplo, no dio la alarma porque pensó que la habría dado Von Rundstedt, y este último se comportó del mismo modo suponiendo que ya lo habría hecho el puesto de mando de Rommel. Por consiguiente, aunque el destino hubiera concedido a los alemanes una pequeña chance, a lo largo del frente costero no sucedió absolutamente nada. Sólo el XV Ejército fue puesto en estado de alarma a petición del inquieto coronel Meyer. El VII Ejército, que a las dos horas recibiría el primer tremendo impacto de la invasión, ni siquiera fue avisado. Sus soldados estaban en el más profundo sueño.
La noche del 5 al 6 de junio de 1944, la más formidable armada de todos los tiempos navegaba hacia Francia. Desplegados en un frente de 35 kilómetros, 4.126 barcos de transporte, protegidos por 13.000 aviones y escoltados por 702 naves de guerra, llevaban hacia las playas de Normandía la primera oleada de las fuerzas de desembarco.

Una bella versión musicada del poema:

domingo, 30 de agosto de 2009

episodios de la guerra entre la calidad y la cantidad

(79ª parada)
"Mejor es lo poco bueno con justicia que abundantes ganancias sin derecho".
(Libro de los Proverbios, cap. 16: 8)

Alguien podrá decirme que exagero por usar la palabra "guerra" en el título. Sí, es una palabra muy fuerte. Pero, en primer lugar, no debiéramos subestimar la enorme influencia que los panoramas bélicos han ejercido en el desarrollo de nuestras sociedades: después de cada gran conflicto se puede observar un salto tecnológico, ideológico, económico, social... que no responde a la línea continua que cabría esperar en condiciones normales. En estos escenarios de guerra literal también se han librado intensas batallas entre la calidad y la cantidad.

Recuerdo haber leído, por ejemplo, acerca de la diferencia de concepción entre dos vehículos acorazados que participaron en la Segunda Guerra Mundial: el M4 Sherman y el Panzerkampfwagen ausf. VI Tiger. El blindado alemán era una máquina terrible de extraordinarias prestaciones para el combate. Una de las crónicas de la contienda mundial relata cómo, el 13 de junio de 1944, cerca de un importante nudo viario al sur de Bayeux (en la Normandía francesa), un solitario Tiger comandado por el capitán Michael Wittman (quien en apenas 9 meses había destruido 119 carros rusos en el frente soviético) fue capaz de desbaratar, en pocas decenas de minutos y sin sufrir daños, una larga columna de blindados y acorazados del 4º de caballería "County of London", integrada por 20 carros de combate, 4 cazacarros, un carro de mando, 14 transportes de tropas y 14 Bren Carriers. Por otra parte, el M4 producido por la maquinaria bélica estadounidense no brilló por sus dotes excepcionales pero fue un carro discreto que se convirtió, en el curso de poco menos de 4 años y con un total de más de 48.000 unidades salidas de las fábricas, en el medio de combate más difundido y utilizado por el ejército de los USA. Una de las consecuencias de su inferioridad en combate respecto a los Tiger alemanes es que se pueden distinguir claramente los dos diferentes puntos de vista con que se enfocó la producción bélica por los alemanes y por los norteamericanos. Los primeros fueron constructores de máquinas soberbias, pero comparadas con las americanas quedaban a nivel artesanal: poco más de 1.300 Tiger contra 48.000 Sherman. Los segundos, en vez de buscar la perfección desperdiciando energías para el esfuerzo bélico, se contentaron con algo que fuera bueno, aunque no excelente, pero en gran cantidad. Los manuales de los carristas decían: "Para enfrentarse a un Tiger hacen falta cuatro Sherman, con la perspectiva de perder tres". No se trató sólo de una disparidad de potencial industrial, sino de un verdadero encuentro entre la vieja mentalidad de los industriales europeos, semejante a la de comienzos del pasado siglo, y la de los industriales americanos, más elástica y ya proyectada hacia el futuro.

Este episodio de la guerra entre la calidad y la cantidad, del que acabamos de ver tan sólo uno de los numerosos ejemplos existentes, finalizó con la buena noticia de la victoria de los aliados sobre los totalitarismos del Eje, pero dejó un nuevo panorama en que la superproducción y su consecuencia natural, el consumismo feroz, iba a ser la nueva tendencia de las sociedades occidentales. Y en ello seguimos. Los intereses económicos, que priman la cantidad sobre la calidad para hacer llegar casi todo lo producido por las empresas hasta prácticamente el último de los (potenciales) consumidores, son demasiado fuertes como para imaginar que esta tendencia pueda revertir. Lo peor de todo es que el planeta, a nivel global, está pagando el alto precio de mantener este estado de cosas. Personas como Annie Leonard nos han ido hablando de todo ello, como ya dejé constancia AQUÍ.

Al margen de las cosas materiales que se pueden producir, la calidad y la cantidad también son variables presentes en otras actividades humanas como, por ejemplo, la EDUCACIÓN. Por decir algo, la masificación en las aulas se ha tenido como un factor que va en detrimento de la calidad de la enseñanza. Hasta es posible que la multiplicación de contenidos merme la profundización en valores elementales ...pero esto es otro cantar: no sólo se educa en las escuelas. Hay multitud de diversos factores que también influyen en el complejo panorama de las políticas educativas a día de hoy. Demasiado complejo como para animarme ahora a hincarle el diente, aunque sólo fuera en la superficie...

Quizás me resulte algo más ligero y, por tanto, más apetecible para una calurosa noche de verano como ésta, comentar algo de lo que sucede en el marco de la lucha cantidad-calidad con los contenidos de la televisión pública. Se nos dijo que la televisión pública (ésa que utiliza parte de los impuestos ciudadanos para seguir funcionando) tenía metas de entretenimiento (cada vez más, si se puede incluir el aburrimiento como una forma de entretenimiento) y de educación (cada vez menos y, en particular, si el adoctrinamiento va sustituyendo a la educación con la que no puede identificarse ni en un ápice). Pues hay que ser un tanto crédulo para asumirlo. Me viene a la mente un tiempo en que, siendo aún un crío, apenas podíamos ver dos cadenas. Los canales autonómicos llegaron mucho después y las cadenas privadas aún más tarde... Y, por aquel entonces, el horario de emisión no era continuo. Uno podía pasarse horas contemplando parásitos por la radiación de fondo o cartas de ajuste (quizás 'contenidos' de mucho más nivel que algunas de las emisiones que se pueden ver hoy en día). Es posible que, al ser tan reducida la cantidad de programas emitidos, se planteara un dilema en la encrucijada de dos caminos:
- Como hay muy poco con lo que comparar, cualquier cosa que se emita será acogida sin demasiada crítica, así que no hace falta afinar mucho la calidad de los contenidos.
- Ya que no hay demasiadas horas de parrilla televisiva que rellenar, se puede hacer un esfuerzo para que los contenidos sean todo lo buenos que se pueda. A fin de cuentas, talento y dedicación son dos pilares para mejorar la calidad de la producción y, a igualdad de talento, la dedicación puede ser mayor, con más tiempo disponible, al estar el trabajo concentrado en menor cantidad de programas.

En el escenario actual, ¿qué sucede con ambos caminos? Por un lado, demasiada programación con la que comparar debería ser un aliciente para mejorar la calidad de los contenidos. Por otro lado, con tantas horas que rellenar no hay posibilidad de mantener los niveles de dedicación de antaño y no hay por qué presuponer que ahora exista mayor talento para mantener una calidad aceptable.
No hace falta decir que los términos "televisión basura" o "programación basura" son propios de las últimas etapas (las de la programación continua y la multiplicación de cadenas). Y hasta se han justificado con otro invento más: los "índices de audiencia". Pues eso: si emiten tal telenovela, cierto talk-show, ese bodrio infumable, aquel lo-que-sea... es, simplemente, porque el público lo ve mayoritariamente. Hasta cierto punto, no sé si es que el público está hipnotizado, lobotomizado o sus sentidos cauterizados, si es que interesa que se vean ciertas emisiones en lugar de otras por aquello de los panem et circenses (con lo que un mayor consumo respondería a una desmesurada oferta en esas direcciones), o si es que definitivamente ya no se puede confiar más en el espíritu humano, que prefiere dormitar cuando asoman la belleza, la inteligencia, la excelencia... y, en cambio, elige recrearse con las banales historietas de intrascendentes personajes anónimos.

Ya que me puse apológico hace un par de entradas, repito autor y género. Y que, como siempre, cada cual saque sus conclusiones.

El asno y su amo ·····(fábula de Tomás de Iriarte)

Quien escribe para el público, y no escribe bien, no debe fundar su disculpa en el mal gusto del vulgo

···«Siempre acostumbra hacer el vulgo necio
de lo bueno y lo malo igual aprecio;
yo le doy lo peor, que es lo que alaba».
···De este modo sus yerros disculpaba
un escritor de farsas indecentes;
y un taimado poeta que lo oía,
le respondió en los términos siguientes:
···«Al humilde jumento
su dueño daba paja, y le decía:
'Toma, pues que con eso estás contento'.
Díjolo tantas veces, que ya un día
se enfadó el asno, y replicó: 'Yo tomo
lo que me quieres dar; pero, hombre injusto,
¿piensas que sólo de la paja gusto?
Dame grano, y verás si me lo como'».

···Sepa quien para el público trabaja,
que tal vez a la plebe culpa en vano,
pues si, en dándola paja, come paja,
siempre que la dan grano, come grano.


Por último, y como un testimonio más de la guerra calidad-cantidad en el campo de la educación de los más jovencitos, dejo un vídeo. De cuando la factoría Disney nos regalaba cosillas de las que se podía aprender...

fragmento de la película: “Donald en el maravilloso mundo de las matemáticas”