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jueves, 6 de junio de 2013

el pasado en el pasado

(etapa 26.13)
"Mamá siempre decía que tienes que dejar atrás el pasado antes de seguir adelante.
Creo que fue por eso que corrí tanto".
(del film "Forrest Gump", con guión de Eric Roth y dirección de Robert Zemeckis)

No sé si la vida será como un gran naufragio, pero se le parece.
A la playa de la remota isla del presente van llegando, de forma imprevista, los restos de un pasado engullido por el océano del tiempo. La orilla se llena, de cuando en cuando, de objetos que han ido perdiendo su lustre, incluso su sentido. Qué distintos se ven ahora que han sido vomitados por las olas. Qué absurdos yaciendo entre la arena, enredados de algas, atacados por la herrumbre, arrollados y mecidos por la espuma del mar... Ya solo sirven para construir quimeras.
Como un juez del destino, el mar se tragó en su resaca el lastre del pasado. Y ahora, en su borrachera, lo devuelve con impertinencia. Asoma su rostro en el momento inesperado. Por más que se limpia la playa, después de tanto trabajo vuelve la marea a sembrar de dudas el presente. Rara vez el panorama está completamente despejado.

En ocasiones, el flujo y reflujo de las olas traen otra propuesta. Algo simple pero esencial.
La visión del inicio, el origen. El retorno al lugar donde todo comenzó, donde se generaron las ilusiones, donde se era más auténtico, sin la pátina de las decepciones, de la frustraciones, sin el desgaste de la rutina, sin erosión ni corrosión. El retorno al lugar donde se iba aprendiendo, donde todo estaba por suceder. Regresar al instante de la frescura, a la fuente de las energías. Sembrar de nuevo el campo de los sueños.
Persiguiendo con afán la originalidad, no confundiéndola con la extravagancia; sino que, al degustar su etimología, se pueda revivir el espíritu de los orígenes.
Dejar atrás el pasado y poner el contador a cero.

miércoles, 2 de enero de 2013

rutina

(etapa 01.13)

La tenue luz de la mañana. La cara en el espejo. Las nubes en el cielo. El libro en la mesilla. El vaso de agua. El pomo de la puerta. La quiosquera de la esquina. El vendedor de pañuelos del semáforo. La papelera rota. El graffiti de las iniciales. La pintada obscena. El olor de la calle. Los adoquines bajo mis pies. La alfombra ondulante de cabezas. El ruido estridente de los coches. Los segundos de espera. La luz verde de paso. La puerta del local. Las mariposas en el estómago. La chica de la cafetería.
Y de repente...

domingo, 15 de julio de 2007

calentando motores...

(salida)


Así empiezan todas las carreras. Rugir de mecánica, escapes de gases, nervios a flor de piel... Todo a la espera del banderazo de salida. ¡La bandera ya se ha bajado!

Desde mi automóvil, veo alejarse a los participantes a todo gas mientras yo aún estoy clavado en la salida. Todavía no sé si lo he hecho a propósito, para descargar algo de tensión. Pues bien, piso el acelerador y comienzo una marcha muy particular, más lenta, para no perderme el paisaje. Ni siquiera a alguien entre el público (a quien creo que puedo haber defraudado un poquillo por una salida tan poco excitante).

Antes de salir, estaba releyendo una fabulilla de una liebre y de una tortuga. Pero os aseguro que a estas alturas no entendí ni un pito de lo que Esopo quería decir...

En fin. Saludos a todos los que paséis por aquí cerca. Agito mi mano para vosotros... Nos vemos en el camino. Nos veremos en la meta.