La tradición de asesinar, cada siglo, al máximo representante del poder en Borja, se inició el 12 de enero de 1712 cuando fue asesinado el corregidor D. Antonio Fernández Treviño, un suceso que conmocionó a la ciudad. El hecho hay que enmarcarlo en un momento histórico en el que, tras la guerra de Sucesión y los decretos de Nueva Planta, Aragón había sido dividido en corregimientos, siendo nuestra ciudad cabeza de uno de ellos que, por cierto, comprendía un amplio territorio.