domingo, 28 de agosto de 2016

Río 2016

Los Juegos Olímpicos de Río 2016 acabaron ya, dejándonos muchas imágenes grabadas en la retina. La única pega es que, el hecho de que fueran al otro lado del mundo, hacía que las cosas importantes sucedieran siempre de madrugada.
Menos mal que luego te levantabas por la mañana con la noticia y teníamos los resúmenes a horas más decentes, ¿eh? 

Cosas como la canasta en el último segundo de la Selección femenina de baloncesto que daba su paso a semifinales. Y luego llegaron a la final y ganaron una plata que sabía a oro. O el bronce de la selección masculina, que no pudo pasar a la final contra Estados Unidos.
El oro de Carolina Marín en badminton, el de Ruth Beitia en salto de altura o el de dobles de tenis.



La retirada de la amazona holandesa de la competición porque Parzival, su caballo, estaba enfermo y no quería que sufriera.

Las dos corredoras de los 5.000 metros que se cayeron, se ayudaron y entraron juntas a la meta en último lugar...



Vale. Pero si de algo estoy segura es de que nunca, jamás de los jamases, olvidaré el oro de Mireia Belmonte en la final de los 200 metros mariposa, el día 11 de agosto. 
No en sí ya por el oro olímpico, que también, sino porque los dos comentaristas que narraban el acontecimiento consiguieron ponerme los pelos de punta y emocionarme con sus gritos de ánimo desde que empezó la prueba.

Julia Luna y Javier Soriano, comentaristas de TVE, han sido sin lugar a dudas protagonistas sin proponérselo de este triunfo español. Han sido como Camacho y su "Iniesta de mi vida" en la final del Mundial de Fútbol.





¡Grande Mireia! ¡Y grandes Julia y Javier! Y, ¿por qué no? Grandes todos esos deportistas que lo han dado todo por estar allí.

sábado, 20 de agosto de 2016

Esos 'marditos roeores'

Pues eso, que la gente sigue ahí, con sus cacerías de pokemones, y el verano transcurre tranquilo y caluroso. Como debe ser un verano, ¿no? Pero ea, que yo he tenido que dedicarme a cazar otra clase de bichos.

Sí, gente, sí. Tengo una plaga de ratones con alas feos en casa. Bueno, en realidad, siempre hemos tenido algún bichejo de estos por ahí pululando, porque hacen los nidos en el hueco de las persianas. De hecho, tuvimos que poner mosquiteras en las ventanas porque a veces se colaban dentro de las habitaciones en sus vuelos rasantes. Pero lo de este año es mortal de necesidad.

Estábamos un día en el balcón, y de la ventana del salón que da a la calle, empezaron a salir murciélagos a eso de las nueve y algo de la tarde. Su hora de irse de picos pardos, es verdad.

Vale, pues cuando llegamos a contar ciento cincuenta y tres (153), dijimos:-"Esto va a ser una put*a plaga, ¿no? Tendríamos que hacer algo"-.
Pues eso. Al día siguiente, esperamos a la hora bruja, estuvimos viendo salir pilotos kamikaces un rato, y cuando ya supusimos que no quedaba ninguno en el hueco de la persiana, colocamos un trozo de corcho de esos de embalar.


Arreglo de andar por casa

Vale, pues tres horas después, noche cerrada ya, me volví a asomar al balcón y no sabéis la que había organizada en la ventana.

Claro, después de su primer vuelo sin motor dándose una vuelta por los alrededores, los murciélagos vinieron a descansar un rato a su casa, y se encontraron con la puerta cerrada a cal y canto.
Había una nube oscura revoloteando alrededor. Topetazos contra la persiana, bichos enganchados del corcho, bichos intentando colarse por debajo del corcho...



Y vosotros me diréis:-"Qué mala gente sois, joé. Pobrecicos los animalicos"-. Y yo os daré la razón, pero es que no os imagináis cómo olía de mal la habitación de esta ventana, y la escandalera que se traían con los chillidos cuando estaban todos dentro.

Así que claro, la única opción era echarlos y que se buscasen otro sitio. Lo de eliminarlos para siempre jamás estaba totalmente descartado. Eso lo teníamos claro.

Vale, pues resulta que al día siguiente, a eso de las nueve y algo, entraron en casa cuatro de ellos. Dos revoloteando por los pasillos, uno en el comedor, otro en la cocina...

Y yo:-"¡Má! ¡Que los hijos de su madre vienen a intimidarnos por haberlos echado de su casa! ¿Serán mafiosos?"-.

No. Qué va. Lo que pasó fue que los que pudieron atravesar la barrera de corcho blanco la noche anterior y meterse en su nido por algún agujero, luego no encontraron la salida hacia la calle. Pero eso, que la encontraron hacia dentro del salón y se nos colaron en el piso.

No veas el chou. Abriendo ventanas, abriendo puertas e intentando echarlos hacia la calle... -Veros de aquí, coñ*o!"-.

Sí. Sí. Y se fueron... 
¿Que a dónde? Pues a los huecos de las persianas de las habitaciones de atrás, donde dormimos. ¡Zas, en toda la boca! 
Vamos, que los seguimos teniendo de inquilinos okupas y que a las siete de la mañana cuando quieren volver a casa porque empieza a amanecer, de la escandalera que montan cuando quieren entrar y se estorban los unos a los otros, nos despiertan a todos.

O sea que ya os digo yo que pokemones no habré cazado, pero tampoco me he aburrido mucho. Eso sí, adoptar, no pienso adoptar ninguno.
Así que, gente, la lucha continúa.


Vosotros diréis lo que queráis, pero es feo de cojon*es

jueves, 11 de agosto de 2016

Ya no te espero

De esas veces que te cruzas con una persona por la calle y, con toda la pena del mundo, piensas:-"Lo he intentado muchas veces, pero se acabó. Ya me he cansado..."-.