Pues sí, hoy desperté... Y se acabó. Ya he tomado la decisión más difícil... Dolorosa, como todas las decisiones importantes de nuestra vida; pero necesaria, al fin y al cabo.
Alguien que te ha visto este fin de semana me ha contado lo que tú le habías dicho: Que no vas a volver. Y en ese preciso instante, el único resquicio de esperanza que yo aún podría albergar, se esfumó como por arte de magia. El estómago se me encogió hasta hacerse una pelota pequeña y dura, y el dolor que me empezó a subir por la garganta, amenazaba con no dejarme respirar.
De camino a casa ese dolor era casi insoportable, y al llegar y encerrarme en el cuarto de baño, no pude evitarlo.
He llorado muchas veces estos últimos meses. Muchísimas, es cierto. Pero ninguna de esas veces se ha parecido ni por asomo a ésta. Allí, apoyando mis manos en el lavabo, y mirándome de frente en el espejo, veía cómo las lágrimas resbalaban por mi cara en silencio. Ni un suspiro, ni un gemido... Sólo en silencio.
Y de pronto, noté cómo se me quitaba un peso de encima. No por el hecho de que no vayas a volver, que eso por supuesto me parte por medio. Simplemente, porque ya no tengo que seguir viviendo en medio de una ilusión que seguramente iba hacia ninguna parte. Yo no podía estar así eternamente, y ahora ya sé que no tengo que seguir esperando nada.
Supongo que en realidad es siempre la incertidumbre la que puede con nosotros, pero si ya está claro lo que es (o lo que no es), se acabó todo, ¿no?
Yo habría preferido que hubieses sido tú el que me hubiera dado la "mala noticia". Oír las cosas de primera mano siempre es mejor que oírlas cuando se han ido deformando de boca en boca. Y tú siempre me has contado todas las movidas que has tenido.
Te escuché en marzo cuando me dijiste que habías entrado en el sindicato.
Te escuché cuando me contaste que habías puesto tu empresa patas arriba y habías empezado a denunciar en la inspección de trabajo todo lo que no se hacía bien allí dentro.
Te escuché cuando me dijiste que tu jefe te había abierto un expediente disciplinario (falseando la verdad para poder hacerlo), y todavía recuerdo tus palabras aquel día de abril, que aún resuenan en mi cabeza:-"Lourdes, van a por mí"-.
Y a mediados de mayo te despidieron. Alegando una mentira, sí, pero te echaron. Todavía no he sido capaz de olvidar el dolor de estómago que me produjo hablar contigo aquel día, y eso que no fue cara a cara, sino por el msn. Me temblaban las manos y no podía escribir. Tú habías querido evitarme el sofocón intentando alargar mi ignorancia lo máximo posible, porque no querías que me preocupara. Pero me enteré, claro.
Estuve contigo en la distancia, cada minuto de aquellos días. Tú sabías que estaba contigo, es verdad, pero yo necesitaba verte para comprobar tu estado de ánimo. Y quedamos una semana después. El hecho de vivir a 15 Km. el uno del otro tiene estas ventajas.
Aquella fue la última vez que nos vimos los dos. Quizás el abrazo que me diste y el te quiero que dejaste resonando en mi oído, tuvieron sabor a despedida, aunque ninguno de los dos lo supiésemos en aquel momento.
Pero yo seguí contigo.
Estuve contigo en la recogida de firmas que se organizó para mostrarte el apoyo de toda la gente.
Estuve contigo el día de la manifestación de junio con la que recorrimos la calle principal de este pueblo, gritando consignas con tu nombre.
Estuve contigo el día de la concentración en la puerta de tu empresa, aquel 10 de julio, para armar escándalo y hacer que tu jefe nos escuchara.
Estuve contigo el 28 de julio, día del juicio. Estuve contigo todo el día, sin necesidad de moverme del lab.
Estuve contigo el día después, la semana siguiente...
Y estuve contigo el día de agosto en el que ya era un hecho que habías ganado y te tenían que readmitir de forma inmediata.
Te conectaste simplemente para contármelo, y yo no pude evitar echarme a llorar de la emoción. Me dijiste que empezabas a trabajar de nuevo, sí, pero en otro destino; que tuviera paciencia y que esperara a que tú volvieras... Porque sí, porque tenías claro que ibas a volver...
Pero no. Es evidente que ya no.
Aquella fue la última vez que hablamos. No has vuelto a darme ni una miaja de respiro. No has vuelto a dejarme hablar contigo. Quizás tú tb esperabas a tu vuelta para reanudar nuestras charlas y para poder vernos de nuevo. Sólo que eso no es suficiente y no me vale. Ya no.
Desde agosto hasta ahora he tratado de justificarte todos los días, pensando que si no hablas conmigo es porque no puedes, porque estás muy ocupado o porque tienes el ordenador roto; que si no quedamos a tomar un café, es porque tienes muchas cosas que hacer y no tienes tiempo... Pero eso ya no me sirve. No, porque cuando dos personas quieren verse, no hay nada ni nadie que lo impida.
Y es que, fuiste tú en una de nuestras múltiples conversaciones, durante uno de aquellos cafés de los sábados, el que me prometiste (del verbo prometer) que tú y yo nunca dejaríamos de vernos, aunque te fueses de aquí.
Fui yo la que te planteó la duda, en un momento de desconfianza (o de intuición) que tuve hace tres años. Porque es cierto que cuando los amigos se separan, a veces es muy fácil que dejen de verse. Pero tú dijiste que no, que eso nunca nos pasaría a nosotros, y que parecía que no te conocía nada en absoluto. Y yo te creí aquel día. Supongo que porque quería hacerlo.
Y me he aferrado a esa promesa todos estos meses, pero ya no puedo más y estoy cansada. Sí, porque además, yo te he dejado mensajes, o te he mandado recuerdos con tu cuñado (que sigue el hombre trabajando aquí), pero no he recibido ninguna contestación. Ni un "Estoy bien", ni un "Yo tb me acuerdo de ti" ni un nada. Así que, ¿para qué seguir pensando en más historias?
Quizás, sólo quizás, siempre significaste mucho más para mí de lo que yo signifiqué para ti. Que podría ser, ¿por qué no? Lo que sí sé es que eso, para mí, es muy triste.
Como diría Silvio a estas alturas: "Ya no te espero, porque de esperarte hay odio...". Pero no es un odio hacia ti. Nunca podría serlo porque nunca podría odiarte.
Es un simple odio visceral hacia las promesas incumplidas; hacia la decepción de esperar algo más y no recibirlo; a la ceguera que he tenido todos estos meses...
He estado ciega, sí, pero ¿qué esperabas? Sabes que te quiero. Te lo he dicho alguna vez. Y seguramente, eso me impedía ver la realidad tal y como es. Supongo que de la misma manera que ahora mismo las lágrimas me impiden ver la pantalla de mi ordenador, "tal y como es".
Seguramente, la culpa es mía por acercarme tanto a la gente. Sí, porque luego, cuando se tienen que ir, cuando me decepcionan, o cuando me fallan, lo paso fatal. Pero, a ver, ¿qué hacemos? Mejor perder que no jugarse nada, ¿no?
Además, que si alguien me llega al alma,como ha sido tu caso, yo no puedo hacer otra cosa que acercarme a ti de la forma en que lo hice: con el alma abierta y el corazón en la mano. Viviendo cada momento al máximo, fuese bueno o fuese malo.
Mira, yo lo único que sé es que eres un amigo al que no olvidaré nunca. Un amigo que, por circunstancias de la vida, ya no está a mi lado mostrándome el mundo. Sí, porque para mí, la amistad que había entre nosotros siempre fue un regalo. Y yo necesitaba pensar, necesitaba creer, que esto sólo sería una mala racha y que tarde o temprano todo pasaría. Hoy me he dado cuenta de que no es así.
Sí, hoy desperté. Hoy se ha acabado todo. Y hoy es el último día que escribo sobre ti.