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jueves, 20 de abril de 2017

Sin remedio ;)

Sí, ya sé que tengo 97 libros sin leer en casa. Y sí, también sé que no tengo ni chispa de tiempo para empezar ninguno. Y sé que se me va a quedar corta la vida para terminar los que me quedan. Sí, si yo eso lo sé.

Peeeeeeeeero, nada. Que si yo me encuentro con un stand por la calle (y por casualidad), no puedo evitar pillar alguno o algunos de esos librillos molones.

Sí, todos los libreros de Graná y de parte del extranjero lo saben. Es ley.

Ofú... Y eso que la feria del libro empieza oficialmente mañana.
Es que no tengo arreglo, vaya. 


Plaza Bib-Rambla, esta tarde

No, yo no tengo remedio. Y no, la novela titulada "Sin Remedios" de mi amigo Plebeyo tampoco estaba por allí todavía. 
Pero ea, es que la presentaban esta tarde en Cartagena, así que mucha prisa se tenía que haber dado para que estuviera por aquí tan pronto. 
Digo yo que ya mismo... Seguro. :)


viernes, 9 de octubre de 2015

La Tregua

Y justo cuando en la sala sonaba el Nessun dorma de Puccini, lo vi. Quizás (no estoy segura) me llamó.

Allí estaba, en medio de una estantería repleta de libros, apilados sin ningún orden ni concierto. Pero sí, lo vi. Como si hubiese sido un faro enorme en medio de la oscuridad. Como si hubiese sido el fogonazo de un relámpago que, en mitad de la noche, sólo iluminara un pedacito de cielo.

Lo que pasa es que, después de estar buscándolo algo más de un año, al final creo que no fui yo quien lo encontró a él. En realidad, y estoy convencida de ello, fue él el que me encontró a mí.



martes, 25 de agosto de 2015

Mis recomendaciones veraniegas

Pues nada. Agosto se termina, y con él, el mes vacacional por excelencia. Lo digo por la gente que haya tenido vacaciones ahora, claro. Que yo, he estado desconectá una mijilla, pero tampoco me he ido de parrandeo por ahí, por el mundo, así que...

Lo que sí he hecho es leer mucho, que eso también mola. He leído tres historias, a cual mejor. De esas historias de más de 1.000 páginas, sí.

En realidad, desde enero para acá, llevo unos 25 libros leídos. O sea, que sí, que yo me cargo la media. Pero es que me encanta, así que no tengo mérito ninguno.

Pero ya digo que estos mesecillos de verano me he empapado de tres historias geniales.

La primera llegó a mis manos a mediados de junio.


La historia de una familia de judíos que son expulsados de Rusia a finales del siglo XIX y que se van a vivir a Tierra Santa. Explica muy bien el origen del conflicto entre judíos y palestinos.

No había terminado de recuperarme de esa movida, cuando me prestaron este otro tocho:


La historia que cuenta la rebelión de los moriscos en la Alpujarra granadina, y posterior expulsión de la península. Y cuyo personaje principal, Hernando de Juviles, se encuentra entre dos religiones por ser hijo de una mujer árabe y el sacerdote cristiano que la violó. (Muy cristiano no sería el payo, está claro).

Y sin darme tiempo a descansar de las historias, me prestaron el último, ya a primeros de agosto:


La historia de una mujer, Amelia Garayoa, cuyas andanzas tiene que investigar su bisnieto remontándose a la época en la que a ella le tocó vivir: La Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, la construcción del Muro de Berlín, su caída...
De los tres, éste ha resultado ser el que más me ha llegado.

Y es que resulta que, leyendo estos libros, me he dado cuenta de la pena que me da cuando se acaba la última página. Le coges tanto cariño al personaje principal, y tanto odio a la gentuza con la que se encuentra por el camino, que entre unos y otros te hacen partícipe de todas su peripecias. 

Y me pasa siempre que cuando me quedan menos de 50 páginas, me cuesta más continuar leyendo. Porque no, porque no quiero que se acabe. Porque cuando se acaba, ese personaje se va. Y eso no me mola.
Es verdad. Es como si las criaturas cuyas vidas e historias lees, se hubieran hecho amigos tuyos, y supone un esfuerzo enorme dejar que se vayan.

Lo bueno de todo esto es que, de una forma o de otra, una parte de ellos se queda contigo para siempre.
:)


lunes, 30 de marzo de 2015

Donde nadie...


Porque sí, porque la gente siempre está totalmente cualificada para decirte cómo tienes que ser y cómo tienes que vivir; qué es lo que tienes que pensar y cómo tienes que sentir o sentirte en cada momento... 
Sí, son gente con mucha experiencia en la vida que, por lo que se ve, ha caminado en tus zapatos y sabe perfectamente quién eres y quién deberías ser.

Pero si no entras dentro de los parámetros en los que se supone que deberías estar y vas a tu aire, pues eso, que ya eres carne de prejuicios y, por supuesto, de juicios. 
Y eso cansa. Demasiado, a veces.

Porque eres un bicho raro.
Porque no eres normal.
Porque tu forma de pensar no es la correcta.
Porque tu forma de sentir no está bien.
Porque no deberías mostrar tu alegría o tu tristeza.
Porque la persona a la que amas no es la adecuada.
Porque no deberías dejar que adivinen tus sentimientos.
Porque podrías darle un poco de cuartelillo a esa persona a la que le gustas...
¿Pero por qué? Si a mí no me gusta...
En fin.

Hay muy pocas personas (poquísimas) con las que realmente puedes ser tú al cien por cien, en cualquier situación y en cualquier momento. Una, quizá. Dos como mucho. Esas personas con las que es fácil estar porque no te exigen nada y no te piden nada. Y puede que no te comprendan, pero al menos, no te censuran.

Con el resto del mundo, o finges, o disimulas y no te dejas ver tanto, o enseguida ya eres lo peor de lo peor, y tienes que aguantar que quieran comerte la cabeza para que seas como ellos quieren que seas.

Con lo fácil que es dejar a la gente en paz, que haga lo que quiera, que diga lo que quiera, que piense y sienta como quiera, sin tener que encasillar a nadie ni tocarle las narices a diario. Que bastante complicada es la vida ya de por sí, como para que encima te pongan trabas continuamente a que puedas ser tú.

El vive y deja vivir de toda la vida, vamos. 
Que ya sabéis que de vez en cuando, pues lo tengo que volver a repetir para que no se nos olvide.
:)


jueves, 12 de febrero de 2015

Cien mil razones

Los que me conocen saben que el día 14 de febrero no me dice absolutamente nada de nada. Pero no de ahora, ¿eh? De nunca.
Podéis leer las entradas que he escrito alguna vez conmemorando este día, y os daréis cuenta de que son de  menos de amós y cariño.

Estamos en lo de siempre. Acordarse de la gente a la que uno quiere un día al año me parece cutre cutre, superficial superficial, pero sobre , comercial comercial.

Así que yo, paso. Porque para escribirle al amor, no hace falta llegar a un día concreto. Supongo que por eso estoy escribiendo esto hoy. :)
Estáis conmigo, ¿no?

Pues ha sido leyendo el libro que tengo ahora entre manos, donde me he encontrado la frase que va a ilustrar la entrada de hoy. En la vida me podría imaginar que, sabiendo de antemano la temática del libro en cuestión, me encontraría una frasecilla trascendental como la que me he encontrado.

Y claro, es que además me ha llegado a la patata. Quizás porque es muy muy real. O quizás porque una criaturica como yo se puede sentir totalmente identificá en un momento dado.



Ale, gente. Feliz día y feliz finde
;)

P.D: Para aquellos que no se quieran quedar con la duda, que eso siempre suele ser algo chungo, el libro se titula El tesoro del templo. Habla de templarios, masones, esenios, y de Qumrán y los pergaminos del Mar Muerto. Así que, vosotros me diréis... ^_^

martes, 2 de diciembre de 2014

Top Ten de mi infancia

Mis meriendas.



Mi primer libro.



El personaje.



El programa de la tele.



Mis juguetes favoritos.



Las chuches.







Mis primeros cuadernos.



Mi primer videojuego.



El álbum de cromos completado.



Mi peli favorita.





sábado, 14 de septiembre de 2013

Zombi, Turista o Caminante

Pues... Lo cierto es que casi ni nos conocemos. Creo que sólo habremos hablado un par de veces o tres. Pero supongo que a veces la afinidad entre las personas está ahí, y sin saber muy bien cómo ni por qué, algo nos impulsa a acercarnos. 

Luego te das cuenta de que delante de ti tienes a una persona realmente interesante, con la que puedes hablar de cosas de las que seguramente con el resto del mundo no puedes. Y entonces piensas:-"Ah, pues sí. Vamos bien..."-.

Lo que son las cosas... En una de esas mini-conversaciones con él, y al mencionar un libro en concreto que yo no había leído, dijo de prestármelo para que yo también lo leyera. Que a él le había gustado.

Tengo que decir que a mí me cuesta un mundo prestar un libro de los míos. Seguramente por desconfianza y porque la gente no suele ser cuidadosa con las cosas ajenas. Me he llevado cada chasco... Y es verdad, no me gusta prestarlos.
Pero luego me contó que a él le pasaba lo mismo con los suyos. Imagino que por eso valoré tanto ese ofrecimiento suyo de querer prestarme uno. 


Y así fue. Me lo trajo un día. Ya digo, sin casi conocernos, pero con toda la confianza del mundo.



Y es que es justo así. Las personas llegan a nuestra vida en un momento concreto y por alguna razón. Ni más pronto ni más tarde, sino en el momento preciso. 
Aprovechar lo que cada una de esas personas nos aporta, sea bueno o sea malo, ya es sólo decisión nuestra.

P.D:-"Así que, ahora dime, ¿qué eres tú? ¿Zombi, Turista o Caminante?"-.

miércoles, 5 de junio de 2013

El Caos

Por lo visto, es verdad que en el siglo XVI existió un monje que escribió un tratado sobre gobierno que envió al Papa Clemente VII y que se titulaba "Sobre la Supremacía".
En este texto, el monje jesuita exponía la idea clara de cómo obtener el dominio mundial por medio del caos. El caos, en tres ámbitos de la vida: El caos político, el caos económico y el caos social. Y explica además, cómo conseguir el caos en cada una de esas esferas.


Leyendo el manuscrito del monje llamado Eisenreich, del que hablan en la novela de aquí arriba, te planteas:-"Joé, no nos estarán jodiendo a todos la vida haciendo algo parecido en la actualidad, ¿no?"-. Más que ná, porque en ese manuscrito se pueden leer cosas como éstas que no andan muy desencaminás

"(...) Los hombres son necios, seres crédulos que tanto pueden seguir a un santo como a una serpiente. Se dejan adular y mimar, insultar y golpear, y, durante un tiempo, irán donde les digan.
Pero sólo durante un tiempo. Luego, sentirán la tentación del cambio, la necesidad de poner sobre el tapete sus deseos particulares. Así destruirán todo cuanto los hombres sabios hayan construido para ellos con el fin de que puedan manifestar su espíritu agresivo. Ésa es la calamidad de la historia. Ésa es la obra de los hombres que se dedican a la política. (...)
Importante dejar claro qué es a lo que se tienen que dedicar los políticos, sí. Seguimos...

(...) Los hombres deben decidirse a seguir a sus caudillos a lo largo del estrecho sendero que convierte la agresión en la esencia de la estabilidad. Y la gente debe seguirlo no sólo voluntariamente, sino con entusiasmo. Los hombres deben ser conducidos, pero ellos no deben advertir la correa que los arrastra. La educación satisface ambos requisitos y al mismo tiempo genera el entusiasmo necesario para seguir el curso elegido. Puede convertir la agresión en fervor, la obstinación en compromiso, y la volubilidad en pasión. Una educación bien planificada enseña a los hombres a tener libre albedrío y al mismo tiempo los convence de que han elegido libremente. (...)
Conducidos, sí, por unos cuantos mataos hacia donde ellos quieran llevarnos. Ya...

(...) Baste decir que quienes esperan conservar el poder no deben perder de vista la educación con el fin de que sus lecciones siempre se adapten a las necesidades políticas y comerciales del día. Educar es proyectar a hurtadillas: Ésta debe ser una máxima primordial del liderazgo.
Además, el deseo agresivo que los hombres sienten por el cambio será bien controlado mediante la educación, acelerada durante un período, contenida durante otro. Pero siempre debe dejarse florecer ese deseo. Ésta es una verdad inmutable, pues si la gente siente alguna vez que su agresividad tiene límites, comenzarán a rasgar el tejido mismo del Gobierno del mismo modo que la bestia salvaje araña con sus garras la jaula que la contiene. A la gente se le debe consentir que dé rienda suelta a sus caprichos, a sus pasiones, a sus arbitrarios anhelos dentro de los límites de la estabilidad social. Pero nunca deben tener conciencia de los muros que los rodean. Es tarea del Gobierno y la educación mantener ese delicado equilibrio. (...)    

Y por supuesto, el manuscrito deja bastante claro además, que la educación tiene que darse sólo y exclusivamente por medio de la religión, en las iglesias. O, en su defecto, en las escuelas con una asignatura obligatoria de religión. (0_0)
Sí, señor. Cuanto mejor adoctrinado esté el pueblo, mucho más fácil es llevarlo por los senderos correctos.

Claro, ¿qué le iba a decir un monje a un Papa, fuera el siglo que fuera? :)

Gente... Escalofríos me han dado.
:)
 
 

jueves, 9 de febrero de 2012

¿En serio sería realmente feliz?


(...) El mundo es estable ahora. Las gentes son felices; tienen cuanto desean, y no desean nunca lo que no pueden tener. Están a gusto; están seguras; nunca están enfermas; no tienen miedo a la muerte; viven en una bendita ignorancia de la pasión y la vejez; no están cargados de padres ni madres; no tienen esposas ni amantes que les provoquen emociones violentas; están acondicionados de tal suerte que, prácticamente, no pueden dejar de comportarse como deben de hacerlo. Y si cualquier cosa no anda bien, ahí está el soma. (...)
"Un mundo feliz" (A. Huxley)
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Pues yo, ¿qué queréis que os diga? Feliz, feliz, lo que se dice feliz, no sé yo, ¿eh? Que menudo yuyu me ha dado a mí este libro, vamos.
Por una parte, sería la dictadura perfecta con apariencia de democracia. El sueño de todos los gobiernos, dicho sea de paso.
Y por otra, la deshumanización elevada a su máxima potencia. Joé, con el trabajico que le costó al mono humanizarse aquel día, hace tropecientos millones de años, y ahora resulta que eso no le sirvió a la criaturilla para nada. ¡Pues vaya guasa!

Sí que es verdad que en ese mundo feliz no habría guerras, ni pobreza, ni suciedad, ni enfermedades... Pero es que tampoco habría familia, ni arte, ni ciencia, ni cultura, ni filosofía... Y mucho menos, sentimientos. Todo ello para salvaguardar la estabilidad de la sociedad, claro.

Y todos los ciudadanos iguales. Y todos haciendo lo mismo. Todos condicionados a seguir unas pautas en la vida y a vivir de una determinada manera, prefijada desde el nacimiento y hasta la muerte, sin la más mínima posibilidad de cambiar nada ni de elegir nada, y procurando que nadie pensase por sí mismo.
Autómatas más que seres humanos. Esclavos más que personas.

Y digo yo, ¿qué gracia tendría vivir así?

Ofú, ofú, ¡qué repelunno! Hasta los pelos como escarpias, vaya...
:)

lunes, 4 de julio de 2011

Y seguimos, ¿no?

Y sea como fuere, pues la vida no se termina porque a mí no me hayan dejado entrar en el talego durante una temporaílla, ¿no? Nada, ¿qué le vamos a hacer? Así es la vida. O sea que yastá, a otra cosa.

Hoy he empezado con las dichosas clases de recuperación para septiembre. Y tengo clases por la mañana y por la tarde. ¡Ale! ¡Fiesta, fiesta, despiporre!
No sé qué hacen estos criajos, que no estudian cuando tienen que hacerlo. Y claro, luego tienen que apechugar en verano. Y tampoco sé qué co** están pensando para empezar ya el día 4 de julio. ¿Pero es que estamos locos? Aunque, bueno, igual ellos no están pensando en nada. Igual son sus padres los que se dedican a pensar por ellos y por todos los demás.

Es que no hace ni dos semanas que terminé con las clases del curso. Casi no me ha dado tiempo a desconectar. De hecho, porque hasta ayer me seguían llamando algunas criaturas para contarme su éxito en las notas o su estrepitoso fracaso en selectividad. Y palabras textuales del muchacho selectivo:
-"Bueno, siempre nos quedará septiembre, ¿no?... ¿Tú tendrás tiempo para mí cuando descanse un poco y decida ponerme de nuevo?"-. Pos claro, chiquillo, pa eso estamos.

Hasta me llamó una madre el otro día para darme las gracias también. Una madre que me buscó en mayo para ver si conseguíamos el milagro en un mes que quedaba de curso. Y por lo visto, sí, lo conseguimos.
Y eso, que cuando me llamó la mujer, no dejó de darme las gracias. Y a mí lo que me dio fue una vergüenza del copón. -"Señora, que no hace falta, de verdad..."-. Y ella no dejaba de decir que era el primer año que al petardo de su hijo no le quedaban asignaturas pendientes para el verano; que ojalá me hubieran conocido antes; que ha decidido que quiere hacer bachillerato y que el curso que viene contase con él desde el primer día...
Sí... Hoy he visto al petardo de su hijo. Le han regalado una moto preciosa por haber aprobado todas las asignaturas. Vamos, que le han hecho un cacho de regalo por hacer lo que se supone que tiene que hacer a su edad. Hay que ver...

Y yo, pues nada, ya me he leído el primer libro de este verano. Tres días me ha durado. Y he pensado que me voy a comprar toda la saga de este tío...
Sí, es que me ha gustado. O es que quizás algo me ha removido por dentro al leerlo. O es que me he acordado de otro momento, de otra época de mi vida... No sé.
Lo que si sé, es que me ha encantado el libro y que soy una romántica total... Pero, una pena, porque hasta yo sé que a estas alturas de vida, no se puede ser tan tonta... Quiero decir, tan romántica. ¡Cachislamar!
;)

sábado, 15 de noviembre de 2008

Se acerca peligrosamente...

Me encanta andar por Granada, vaya. Sobretodo, cuando está anocheciendo y las calles se llenan de gente y de olores. Y sobretodo, sobretodo, caminar por las calles del centro... Y es que no tengo que llamar a nadie. Simplemente, me arreglo y me voy. Lo hago muchas veces. Más que nada, porque sé, a ciencia cierta, lo bien que me sienta.
Para mí andar por la calle es algo tan terapéutico, que me cura todos los males. El simple paseo me ayuda a poner en orden todos mis pensamientos y aclarar todas mis ideas. Siempre. Y ahí voy, ensimismada en mis historias, en mis recuerdos... Pensando en mi gente, en los días, en los momentos...
Y además, observando todo lo que me rodea. Sí, porque eso es algo que no puedo evitar.

Y nada. Ahí he visto hoy las cafeterías y los bares de Gran Vía llenos de gente.Y gente fuera, en la calle, esperando a que hubiera algún hueco dentro. ¿Quién dijo crisis?
La Plaza Bib-Rambla (que siempre ha sido mi plaza favorita) estaba llena de padres con niños pequeños, que corrían detrás de las palomas; de parejas sentadas en los bancos, y de matrimonios que paseaban sin prisa, charlando.
He visto a grupillos de adolescentes y pre-adolescentes esperando a alguno que no había llegado aún, con esas conversaciones tan típicas y tan "trascendentales". Además, conforme me acercaba a ellos, parecía que la "marabunta" me iba a tragar. Y me ha hecho gracia porque, aunque es sábado y ninguno vestía uniforme de colegio, era evidente que todos estudiaban en un colegio privado. Hasta en las formas se les ve venir de lejos a estas criaturas. O quizás eran las ropas de marca que llevaban, que tb podría ser, ¿no?

Puerta Real era un hervidero. Sí, de gente y de puestos. El olor a castañas asadas invadía toda la calle. La venta de décimos de lotería era continua. Y el puto Pikachu que vendía globos a los niños me ha dado un susto de muerte. Es que no me lo esperaba tan cerca cuando he vuelto la cabeza y me lo he encontrado de sopetón, a un palmo de mi cara.
La música no paraba de sonar por todas partes. Con acordeones o con violines, los músicos ambulantes no han dejado de poner banda sonora a esta tarde de sábado. Y los mimos se iban a quedar "tiesos" (nunca mejor dicho) encima de sus pedestales. Porque frío hacía, todo hay que decirlo.
Ha tenido mucho éxito la marioneta de hilos de Mark Knopfler, que "cantaba" la de "Sultans of Swing", y que tenía a todos los chiquillos encandilados y a los padres tb.

Y ya que estabámos allí, respirando el ambiente que había, he decidido bajar a la Fuente de las Batallas, que era donde estaban las casetas de la Feria del Libro Descatalogado y de Ocasión. Además, que hace tiempo que busco un libro y no lo encuentro, así que, había que darse una vueltita, claro.
¿Quién me mandaría a mí prestar aquel libro el día que lo presté? Fue un regalo que me hicieron cuando cumplí 8 años y se lo dejé a quien no debía, hace más de diez años. Y por supuesto, no he vuelto a ver el libro. Ni al libro ni a la persona que se lo llevó, y que, de pronto, se había perdido.
Es cierto eso de que "los libros tb tienen su orgullo y si los prestas no vuelven jamás". Totalmente cierto, vaya.

Bueno, pues las casetas estaban rebosando de gente. Y además, literalmente, vamos. Todos buscando algún libro, ojeándolos, comprando más de uno y más de dos... Cosa que, dicho sea de paso, me ha alegrado bastante. Sí, porque he pensado que sí, que los bares estaban llenos de gente, era verdad; pero la feria del libro tb lo estaba. Y digo yo que eso ya dice mucho, ¿no? Además, que los chiquillos de ocho o diez años llegaban corriendo a cada puesto, delante de los padres que venían tranquilos más atrás, y gritaban:-"¡Mamá, cómprame un libro!"-. Así, como diciendo: Me da igual el que sea, pero cómprame uno. Y eso, ciertamente, me ha gustado más todavía. Ojalá no perdieran ese interés con el paso de los años, ¿no? Que luego siempre pasa lo que pasa...

Y yo, bueno, he preguntado en todas las casetas, una por una, y el libro que yo quería no estaba. Debe ser que es el más descatalogado de todos.
De todas formas, he "picado" y por supuesto he tenido que comprarme uno. Esto ha sido como cuando paso por la sección de papelería de los grandes almacenes, que siempre me tengo que llevar algo, ¿no? Pues con los libros igual. Además, que me encantan los libros. Que siempre me han gustado, y que tengo la habitación llena. Cualquier día de estos, se apoderan de ella, y no me dejan entrar. :)
Pues "La vida frenética de Kate" se llama el libro. Y como a mí me ha llamado la atención, pues... A ver qué tal escribe la tal Allison Pearson, que es la autora, y yo no la conocía.

Y ya está. He vuelto a mi casa. Paseando de nuevo. Sola con mis pensamientos. Muy contenta con mi nuevo libro. Oyendo todos los sonidos de la calle. Y oliendo todos los aromas que se respiran ya a estas alturas del año.
Porque sí, porque aún no hay luces encendidas, porque todavía falta más de un mes, pero está claro que ya huele a Navidad.

Frasecilla célebre del día: "Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora". (P. H.)