"Al este del Edén" John Steinbeck
—Recuerdo que me sentía algo resentido con Dios —explicó Adam—. Tanto Caín como Abel ofrecieron lo que poseían, pero Dios aceptó el presente de Abel y rechazó el de Caín. Eso siempre me pareció injusto. Jamás lo comprendí. ¿Y usted? —Acaso lo consideramos desde diferentes puntos de vista —replicó Lee—. Me parece recordar que esta historia fue escrita por y para un pueblo de pastores, que nada tenían de agricultores. ¿No es natural que el dios de los pastores encontrase más valioso un rollizo cordero que una gavilla de cebada? Siempre se debe sacrificar lo mejor y más valioso. —Sí, eso lo entiendo —dijo Samuel—. Pero, Lee, permítame advertirle que vaya usted con cuidado y procure no llamar la atención de Liza con sus razonamientos orientales. —Sí —intervino Adam con fogosidad—. Pero ¿por qué condenó Dios a Caín? Eso fue una injusticia. La cita con la que comienzo es una de las conversaciones más apasionantes que aparecen en esta novela. Aunque no lo parezca. Recuerdo que de ...