"Desde el cuarto de Amadora" Juan Manuel Freire
Aquel año las amapolas florecieron en otoño al conjuro de la canción que cantaba Amadora en su lecho de muerte, allá en su cuarto perdido en las alturas de la Casa Grande: " Amapola, lindísima amapola... " La voz de Amadora, llevada por el eco que rebotaba en las partículas invisibles del aire, obró el milagro y los campos tristes y un poco incoloros de la estación se llenaron del rojo vivo, orgulloso y arrogante de las amapolas. Todo esto sucedió hace setenta años y uno de los testigos, el tío del narrador, se lo cuenta a su sobrino en el jardín de los tilos, uno de los jardines que sirven de antesala a la Casa Grande. "Recuerdo que era 1937, y noviembre, y el campo se hallaba enteramente cubierto de amapolas..." " Desde el cuarto de Amadora " constituye ese relato de los hechos acontecidos hace ya siete décadas, muchos años antes de que naciera el narrador, pero que fueron vividos en su temprana juventud por su tío. Tío que, tal vez (seguramente) d...