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21.7.22

BILL DOUGLAS:
"Deep Peace"

Aparte de un compositor sensible y luminoso, el canadiense Bill Douglas ha sido un artista polifacético durante toda su carrera, larga trayectoria en la cual ha estudiado y cultivado desde la música clásica hasta el rock, con grandes intereses también en otros campos, especialmente en el del jazz. No es de extrañar que en sus obras se conjuguen numerosos estilos, aunque derivaran con el tiempo en una eficaz y muy agradable reunión de músicas antigua, ambiental, celta, coral o new age, y que su fama en el creciente panorama de las conocidas como nuevas músicas cobrara un especial auge desde finales de los años 80, cuando Stephen Hill le dio la impagable oportunidad de publicar sus discos en solitario en la populosa compañía norteamericana Hearts of Space Records.

Bill Douglas llegó a hacerse muy popular en los años 90, también en una España que acogió favorablemente su estillo. Si el público buscaba naturalidad y espiritualidad en un entorno acústico con teclados y vientos, ahí estaban "Jewel Lake" y "Cantilena", dos obras de una magistral melodiosidad, plagadas de poesía, publicadas en un sello que, como Hearts of Space, estaba más dedicado a lo espacial que a lo terrenal. Pocos años después, para complementar sus nuevas composiciones, Bill decidió contar con la ayuda de los Ars Nova Singers, un reconocido conjunto coral de Colorado que iba a aparecer en varios de los discos del músico canadiense. "La voz humana es el instrumento más perfecto y expresivo que existe", decía Bill, y fue en "Deep Peace" en 1996 cuando esta eficaz colaboración explotó definitivamente, un trabajo para Hearts of Space que tradujo y distribuyó en España Resistencia. Inspirado por la poesía y la naturaleza, Bill Douglas afirmaba que su música era una combinación de alegría y tristeza, y que "como budista, una de las filosofías que seguimos con respecto al arte es crear para transmitir, y lo que queremos es que las gente esté contenta con aquella música que le hace sentir y recrear en su mente diferentes lugares y sentimientos". La entrada, con el tema principal del disco, es excepcional. "Deep Peace" es una bendición tradicional gaélica que proviene de su primer disco, "Jewel Lake", para el que grabó una primera versión, que regaló a su padre por su 71 cumpleaños. Tanto le gustó que en vida se convirtió en la pieza favorita de su hijo, y fue interpretada en su funeral. No es de extrañar la obsesión de Bill por esta hermosa canción, que cuenta aquí con esta versión coral, y que incluso titula el álbum. Profundamente navideño, "Flow Gently, Sweet Afton" no necesita más que de una introducción y final de piano para dar el punto al coro a cappella, que consigue un resultado perfecto con la letra de Robert Burns. A continuación, un característico clarinete (instrumento importante en la carrera de Bill, a través de su amigo Richard Stoltzman) da comienzo a "Piping Down the Valleys Wild", pero en vez de dialogar con el piano, surge de nuevo el coro para cantar este poema de William Blake, uno de sus poetas favoritos, que repite en esta obra en el muy religioso "O Earth, O Earth, Return" y en otra pieza que puede recordar a un villancico, "The Voices of Children". "The Wandering Moon" o "The Secret Forest" son dos hermosos instrumentales basados en piano y clarinete, que hacen la escucha más amena, mientras que en "The Hills of Glencar" hay una mayor musicalidad y el coro es un instrumento más. Otros célebres poetas que hacen su aparición en el disco son William Butler Yeats ("Red Rose, Sad Rose") o Alfred Graves ("Irish Lullaby"), mientras que el encanto instrumental continúa también con el aspecto medieval de "Return to Inishmore" o "Evening Star", antes de que el trabajo concluya con el inevitable "Deep Peace (Reprise)". La voz reviste de imponente seriedad la obra de un músico hasta entonces prioritariamente instrumental como Bill Douglas. cuyo trabajo anterior, "Circle of moons", estába inspirado por la música celta con un tratamiento clásico. Su primer tema, "Heaven in a Wild Flower, fue una muestra celestial de música coral (William Blake y los Ars Nova Singers, como precedente) qué gozó de un cierto éxito que le condujo hacia este delicioso "Deep Peace": "La espiritualidad y lo que encuentro en la poesía de William Blake es la inocencia infantil, que es lo que intento encontrar a la hora de crear mi música. El sentimiento puro". Su predilección por el Renacimiento, además, hace que el resultado de su escucha sea de una fabulosa calma envuelta en un velo atemporal.

En la familia de Bill Douglas había importantes antecedentes musicales que sin duda le condujeron a comenzar su próspera carrera musical. Su padre tocaba el trombón en una banda y su madre el órgano en la iglesia, pero a él le cautivó desde pequeño, sin embargo, el rock de mitos como Elvis Presley o como Jerry Lee Lewis. Es difícil de entender el cambio experimentado por su música décadas después, salvo comprendiendo que lo que mueve definitivamente a este fantástico personaje es el verdadero amor por la música, amor que seguirá profesando hasta que el cuerpo le permita, porque ya entrado en la ochentena continúa publicando discos, seguramente por satisfacción propia y ganas de seguir compartiendo su extraordinario talento.

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28.9.21

WILLIAM ELLWOOD:
"Openings"

Narada Productions fue desde su creación en 1983 más que una compañía discográfica, fue un espacio único para la conocida desde pocos años antes como música new age, un nombre desde entonces asociado sin remedio a esos sonidos instrumentales, tanto acústicos como electrónicos, que unieron fuerzas en dicho sello para contentar a un numeroso público en todo el mundo civilizado, personas de todo tipo que huían de la oferta convencional para buscar con ansia la sensibilidad, la elegancia, la melodía agradable, la magia de lo natural en piano, guitarra o vientos, y que conectaban desde muy dentro con las composiciones de músicos que se hicieron muy conocidos, aquellos David Lanz, Michael Jones, Peter Buffett o David Arkenstone, pero también de otros artistas menos relevantes como Gabriel Lee, Nancy Rumbel, Eric Tingstad, Spencer Brewer o William Ellwood. 

Tras la desaparición del guitarrista Gabriel Lee del catálogo de la compañía, se necesitaba urgentemente otro intérprete de las seis cuerdas que llenara ese importante hueco y diera relevo en sus lanzamientos a los pianos de Michael Jones y del exitoso David Lanz. Así llegó en 1986, como referencia número 10 de Narada, el primer trabajo de William Ellwood, "Openings", anticipo de una serie de nombres nuevos reclutados por el sello de Milwaukee para ampliar su catálogo. La esencia folclórica de este eficaz artista originario de Hamilton (Canadá) destaca sobre cualquier otra influencia en cada composición de este cuidado trabajo. En él se destila amor por la música y particularmente pasión por la guitarra, instrumento que puede tener multitud de roles en la música moderna y que puede poseer mucha vida fuera del campo clásico o de su vertiente más conocida en el pop y el rock. Desde el comienzo del disco (la gozosa "Eternal holly", todo un descubrimiento repentino) se adivina una delicia a la guitarra, pero muy distinta a la sobriedad estilística del anterior guitarrista que había publicado dos discos en Narada, Gabriel Lee. Ellwood se decanta por la melodía, con acertados tratamientos armónicos en los que no huye de lo barroco, pero esa antigüedad permite deslizar un curioso tono folclórico que fortalece un conjunto que por momentos (la espléndida "Spirit jazz", por ejemplo, o otra especialmente destacada en el conjunto del álbum, "Lunar return") parece acercarse al de guitarristas de Windham Hill como los ya consagrados a estas alturas William Ackerman o Alex de Grassi, aunque tal vez puede tratarse de un efecto derivado de la competencia que se vivía en aquellos momentos. Emociona la gallardía de "Winter waltz", el desarrollo épico de "Sea shanty" o la intensidad romántica de "Brittany" o "High park" en un conjunto sin altibajos, que se cierra tan acertadamente como empezó, con otro delicado regalo para el oyente titulado "Saluki". En cuanto a su carácter instrumental, William lo aclara así: "Para mí, la música es su propia voz. Nunca quise vincular la música a una historia personal en forma de letras". Este emocionante trabajo en cuya bella portada (fotografía de William Neill encuadrada en el típico diseño de John Morey y Barbara Richardson) se remarca 'solo guitar', fue grabado en abril de 1986 en el Studio 306 de Toronto (Canadá) bajo la producción del propio William Ellwood, que interpreta guitarras construidas a mano por el luthier David Wren, sin más acompañamiento, otros instrumentos que sí que llegarán suavemente en sus futuras entregas, entre las que destacan la más conocida en 1987, "Renaissance", "Vista" en 1989 y un "Touchstone" en 1993 cuyo tema homónimo pobló varios recopilatorios de Narada. 

Reflejos de una época gratamente recordada, los arreglos del muy placentero "Openings" son tratamientos deliciosamente ochenteros pero intemporales en definitiva, motivos sencillos que optan por un lenguaje musical muy particular y característico, que encontró fácil cabida en Narada como otra más de sus arriesgadas apuestas por lo instrumental, esas que originaron un nuevo camino de pasión por lo acústico, lo sutilmente electrónico y sus convenientes fusiones. "Eternal holly", "Spirit jazz", "Lunar return", "Brittany" o "Saluki" son algunas de las composiciones destacadas en este trabajo compuesto y producido por este poco conocido guitarrista canadiense, que en 1997 contó con una curiosa reedición en el sello Hallmark Music con cambio de título ("Music for a stress-free day") y de orden de las canciones. Los interesados han de estar atentos a sus andanzas en los cauces oficiales, ya que bien entrado el nuevo siglo ha vuelto a sorprender con exquisitas nuevas composiciones, por ejemplo con el álbum "Transit of Mars".







12.3.20

BILL DOUGLAS:
"Everywhere"

Cuando el músico canadiense Bill Douglas compuso y grabó sus dos primeros álbumes ("Jewel lake" y "Cantilena"), Hearts of Space encontró en su plácido estilo un éxito sorpresivo, no sólo en los Estados Unidos sino también en Europa, especialmente en España, donde el propio Bill reconocía en la biografía de su web que "esto se debió a que un locutor de radio español ponía piezas casi todos los días en su programa de radio nacional". Se trataba de Ramón Trecet, evidentemente, y de su programa Diálogos 3, que contribuyó a que Douglas girara por nuestro país en varias ocasiones desde 1990 con bastante éxito popular (en la primera gira le acompañaban John Steinmetz al fagot -su primer estudiante de fagot en Cal Arts-, y Geoff Johns a la percusión). No es de extrañar que Lyricon, la distribuidora de los trabajos del teclista en España, quisiera aprovechar la efervescencia del tirón popular de Douglas y de la new age en general, y lo hizo a través de un CD de venta exclusiva española, un disco de duetos (con los dos músicos antes mencionados y otros seis más) grabados en vivo en el estudio sin sobregrabación, que llevó por título "Everywhere" y que publicó Lyricon en 1992.

Cada trabajo de Bill Douglas es un ejemplo de fantástica resolución instrumental basada en unos arreglos formidables. Su trayectoria académica y vital deviene en unas obras completas y de enorme jovialidad, en las que se rodea siempre de buenos amigos. En el libreto de este trabajo lo explicaba así el propio Bill: "Ultimamente mi aspiración musical es componer las melodías más hermosas y emotivas que me sea posible y hacérselas interpretar a los instrumentistas y cantantes más expresivos y entregados que pueda encontrar. Para este disco he reunido a algunos de mis mejores amigos musicales, grabando directamente en cinta DAT sin utilizar sistemas multipista ni empalmar fragmentos de distintas tomas. La música resultante muestra más el carácter espontáneo de una actuación en directo que mis anteriores grabaciones". Este trabajo subtitulado 'Live studio duets' se nutría de cinco temas compuestos por Bill para los trabajos de un Richard Stoltzman que, lamentablemente, no pudo colaborar en el álbum ("Begin sweet world", "Everywhere", "Morning song", "Full moon" -estos del álbum "Begin sweet world"- y "Song for Catherine" -de "New York counterpoint"-), un corte de sus propios discos ("Jewel lake") y siete temas nuevos. Entre estos últimos, el que abre el trabajo, "In lovely blue", es sencillamente celestial, fondo y melodía de clarinete (dueto con Bill Jackson) se compenetran perfectamente y el resultado embelesa. También con clarinete son "Blossom" y "Mirage", dos serenos acercamientos al estilo de "Begin sweet world", mientras que "Jewel" es un asomo al estilo de danzas folclóricas, con la flauta de Anne Stackpole, que repite en la interesante y amena "Under the moon". "Noble heart" es un buen tema tranquilo y ambiental para acabar, un solo de Bill al sintetizador. Aparte del corte de apertura, "In lovely blue", el otro descubrimiento de las piezas nuevas del álbum es el dueto que Douglas realiza con la sensible cantante norteamericana pero de ascendencia irlandesa Therese Schroeder-Sheker, en el delicioso poema del escocés Robert Burns "My love is like a red, red rose", el poema de amor favorito de Douglas en lengua inglesa. De las composiciones creadas para los discos de Richard Stoltzman, "Begin sweet world" (la pieza más recordada de estas colaboraciones), no se resiente en su carácter casi improvisativo y de dueto, apenas pierde fuerza respecto de la versión original, a pesar de utilizar otro instrumento, el fagot interpretado por John Steinmetz, que vuelve a aparecer en esta nueva versión del precioso "Everywhere". La flautista Anne Stackpole toca de nuevo en el corte "Under the moon", y las cuerdas vocales de Therese Schroeder-Sheker sustituyen al clarinete de Stoltzman en una segunda canción, bella pero no tan luminosa como la anterior, "Morning song". Maravillosa era "Full moon" en su versión original, y la versión aquí incluida no desmerece y eso que el extraño dueto es con una sencilla percusión de tabla a cargo de Gregg Johnson. "Song for Catherine" es una pieza que Bill le cantó a su hija Catherine Karuna Douglas, nada más nacer en 1985; incluída originalmente en el trabajo de Richard Stoltzman "New York counterpoint", renace aquí en esta nueva versión con la ayuda del violonchelo de David Lockington. El último tema conocido era ese "Jewel lake" que tituló a su primer álbum, en una Versión distinta pero correcta, también con violonchelo. Aunque a veces se eche de menos la aportación de una mayor variedad de instrumentos (en realidad en algunas de las piezas se da la aportación del pandero de Geoff Johns), la completa factura de una banda, se acepta gratamente el hecho de la sencillez de los duetos. Ya se encargará Bill de renovarlos en posteriores versiones, mientras tanto se disfruta de su serena hermosura, prendada de espiritualidad budista: "Mi práctica budista continuó siendo la disciplina central en curso de mi vida. Como mencioné anteriormente, la esencia de esta práctica es desarrollar una conciencia presente sin esfuerzo y vívidamente clara. Esto trae espacio a nuestras mentes, satisfacción y una mayor apreciación del mundo. También se cultiva la amistad, la compasión y la bondad hacia los demás".

Bill Douglas ha presentado y reinventado de tantas maneras sus canciones más emblemáticas que a veces es difícil seguir su discografía. De hecho, varias de las nuevas composiciones de este exclusivo trabajo tuvieron salida en posteriores obras de Bill Douglas, generalmente con tratamientos diferentes dada esa versatilidad del canadiense; por ejemplo, "In lovely blue" aparecerá en "Earth prayer" y "Stepping stones" (aquí en versión de solo piano), "My love is like a red, red rose" en "Songs of earth & sky" (en versión coral), "Jewel" en "Stepping stones" (solo piano), "Under the moon" en "Circle of moons" y "Noble heart" en "Kaleidoscope". Ese era el título precisamente, "Kaleidoscope", del siguiente álbum de Bill Douglas en Hearts of Space en 1993, un bello ejercicio de réplica de sus dos obras anteriores, un trabajo agradable con hermosas baladas y danzas folclóricas de bella factura (la descripción del producto en su contraportada es "un caleidoscopio de colores celtas, africanos, indios, jazz y clásicos"), pero con una sensación de que todo ya estaba escuchado con anterioridad, por lo que muy pronto se hará acompañar de una agrupación coral llamada The ars nova singers, con los que explorara otra nueva faceta de su inspiración. Ya sea de manera vocal, instrumental con vientos, como solos de piano, en solitario o con Richard Stoltzman, siempre es un placer escuchar las pequeñas maravillas de este estupendo músico.

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31.5.18

LOREENA McKENNITT:
"Lost Souls"

Una voz tan talentosa, arcana y excitante como la de Loreena McKennitt no podía dejar pasar más tiempo sin volver a ser escuchada. Doce años después de su última muestra de composiciones propias, que llevaba por título "An Ancient Muse" (aparte quedan otros trabajos que profundizaban en los carols -"A Midwinter Night's Dream"-, o adaptaciones de composiciones tradicionales -"The Wind that Shakes the Barley"- o creadas por la propia Loreena para trabajos anteriores -"Troubadours on the Rhine"-), la cantautora canadiense reaparece en 2018 y despliega una nueva gama de canciones en un álbum pleno de magia y emocionales viajes, en esta ocasión más lejanos temporal que geográficamente, como si su alma hubiera quedado perdida hacia un destino desconocido, ese que encierra la inevitable pregunta de quiénes somos o hacia dónde vamos, que se hace en su nuevo trabajo, titulado así precisamente, "Lost Souls" ('el océano abre sus brazos a las almas perdidas', dice también un verso del primer tema del disco). Publicado por Quinlan Road (ella es su propio jefe), distribuido por Universal Music y autoproducido por Loreena McKennitt, la expectación hacia esta nueva entrega se tornó enseguida en un cierto y sorpresivo éxito, que viene a confirmar el número de seguidores que apostaban con seguridad por un retorno cualitativo de la cantante canadiense. Escucha tras escucha de este disco de impoluto diseño y portada fantasmal, se puede afirmar con rotundidad que no quedaron decepcionados ante un producto muy estudiado, muy cuidado y producido con esmero, pero eso es precisamente lo que se espera y desea de Loreena McKennitt, su sello propio, el regreso de un estilo inconfundible, el de la calidad innegable sin excesiva alharaca. 

"Lost Souls" es una obra menos aventurera, más poética y de esencia medieval, que nos acerca a la Loreena de la época de "Parallel Dreams" o, con todas las reservas hacia la que puede ser posiblemente su mejor obra, de "The Visit". Hay excepciones, claro está, como ese maravilloso tema de inicio que se acerca a nuestro país, a la España de guitarras y ambiente nocturno (concretamente recuerda su primera visita a Granada en 1981), en un corte destacado, "Spanish Guitars and Night Plazas", en el que, entre una ambientación monumental que incluye la guitarra flamenca de Daniel Casares y la percusión y palmas de Miguel Ortiz Ruvira, la voz de la McKennitt es la de siempre, tumultuosa y evocadora, un encanto que perdura a lo largo del disco y que se nutre a su vez de una instrumentación tan lograda como familiar, ya que el grueso de la banda que la acompaña desde casi siempre se mantiene en "Lost Souls", especialmente Brian Hughes (guitarra, bouzouki, sintetizador), Rick Lazar (percusión, aunque aquí se restringe a un solo tema), Hugh Marsh (violín), Nigel Eaton (hurdy gurdy) y Caroline Lavelle (violonchelo). Aparte de la voz, Loreena interpreta piano, teclado, acordeón y arpa. A esas "noches sensuales grabadas en mi mente, enriquecidas con el aroma del jazmín" le siguen los acordes de otro de los cortes importantes del trabajo, "A Hundred Wishes", una preciosa balada sobre el deseo de estar con la persona amada y recordar los grandes momentos vividos, en este caso en Francia, en España o en Irlanda. Loreena recita este poema como en los viejos tiempos, en los que esta contadora de historias alcanzó la fama mundial por recitaciones opulentas como "The Lady of Shalott" o "The Bonny Swans". Retorna aquí el encanto de ese estribillo perpetuo que no queremos que se acabe nunca, con sus giros vocales característicos, si bien una mayor duración hubiese beneficiado al conjunto del tema, por lo demás fantástico y rotundo. El regreso a épocas pasadas queda claramente reflejado en estas dos primeras canciones del álbum, escritas en la época de "The Visit" -casi tres décadas antes- y guardadas en lo más profundo de un maravilloso baúl en la mente de Loreena; el rumbo viajero que tomaron sus discos desde entonces hicieron de esta espera una lógica, llegando el momento apropiado en esta vuelta a las raíces. Anteriores incluso son "The Ballad of the Fox Hunter" (otra balada sencilla pero tierna y agradable, sobre su especial relación con los animales, basada en el poema de William Butler Yeats), el instrumental "Manx Ayre", proveniente de un set de tonadas de la época anterior a "Elemental" -titulada entonces "Port ui Mhuirfheasa"-, cuando ella hacía busking (actuación de artistas callejeros) o "Ages Past, Ages Hence", una canción inspirada esta vez por los árboles y su importancia en los pueblos antiguos, contundente, vibrante, con éxtasis instrumental, en la que se escucha por primera vez en el disco, en la propia introducción del tema, la nyckelharpa (o viola de teclas) de Ana Alcaide; esta madrileña residente en Toledo, una especie de Loreena McKennitt española, estudió este instrumento tradicional sueco de cuerda frotada en Malmö, y basados en él, ha grabado con éxito varios discos como "Viola de teclas", "Leyenda" o el exitoso "La cantiga del fuego", basado en la tradición sefardí. Ana sustituye en los trabajos de Loreena a la afamada artista noruega Annbjørg Lien. "La Belle Dame sans Merci" es otra nueva balada con aire de inocencia, más acunante que las demás canciones del disco, con un arrullo de voz y cuerdas y teclas en su justa medida, y la elegancia habitual; proveniente de la época de "An Ancient Muse", la letra es un arreglo de un poema de John Keats. "Breaking of the Sword" fue la primera canción que se pudo escuchar y adquirir de "Lost Souls", el single de anticipo del disco en noviembre de 2017; de ritmo marcial, sin ser lo mejor del trabajo, fue la demostración de que la canadiense estaba despierta y seguía reflexionando sobre la vida y la humanidad, pues este tema está dedicado a las familias que lloran la pérdida de un ser querido, viniendo su inspiración en una visita en Vimy (al norte de Francia) al Monumento Conmemorativo Nacional Canadiense, dedicado a los canadienses que dieron sus vidas en la Primera Guerra Mundial. Continuando con sus causas humanitarias, las ganancias de la descarga del single fueron donadas al Fondo de apoyo a las Tropas de las Fuerzas Armadas Canadienses. Como última de las canciones, "Lost Souls" es un final sencillo, la vuelta a casa de las almas perdidas ("tal vez no estamos perdidos, simplemente nos lleva mucho tiempo regresar a casa", dice), a la altura de un buen trabajo que es también la vuelta de Loreena McKennitt. Mantenido con nota alta el carisma de la voz, restaba por ver cómo cuajaban los esperados temas instrumentales: el primero de ellos, "Manx Ayre" (mencionado anteriormente), accede sin deslumbrar a territorios lejanos con una sencillez repetitiva y costumbrista, envuelta en una cierta inocencia folkie, como la de los coletazos celtas de Gwendal o Alan Stivell (una de sus influencias) en los 70. El segundo instrumental, que supone la vuelta -ellos han estado en los últimos proyectos étnicos de Loreena- de músicos griegos como Sokratis Sinopoulos (lira), Panos Dimitrakopoulos (kanun) o el sirio Haig Yazdjian (oud), es "Sun, Moon and Stars", más atrayente y rotundo, inspirado en una melodía popular moldava que logra enganchar con su compás danzante y su ritmo mediterráneo que entraña un periplo hacia el conocimiento antiguo, con el exotismo del otro lado del mare nostrum, o incluso más allá, y es que todo trabajo de esta artista supone algún tipo de viaje, ya sea interior, hacia la tradición, o en una búsqueda del origen de lo celta desde Occidente hasta Oriente. "Lost Souls" es más bien un camino de vuelta a casa, aunque sin profundizar en la herencia celta, no necesita Loreena ese artificio que tal vez redunde en próximos trabajos, y aposenta su inspiración en lo medieval y en la poesía, así como en otro tipo de literatura ("A Short History of Progress", de Ronald Wright), sin dejar de disfrutar de las noches de fiesta españolas o de homenajear a sus compatriotas caídos en combate. "Lost Souls" suena a la Loreena autentica, pero no a ya escuchada a pesar del rescate de gran parte de las canciones, más bien se vuelve a respirar un repertorio nuevo, cálido y vibrante. Tal vez carezca de ese single que engancha sin remedio, pero si le otorgamos ese papel simbólico a "A Hundred Wishes" o "Spanish Guitars and Night Plazas" y admiramos la cohesión general con sus toques folclóricos, celtas, medievales y mediterráneos, solo resta disfrutar y aplaudir el regreso de la pelirroja, preocupada en esta época tanto por su entorno (personas, animales, plantas) como por las ventas de su música (su nuevo trabajo entró al puesto número 15 de ventas en España).

La influencia de la poesía en las letras de las canciones de Loreena McKennitt es digna de ser estudiada a fondo, es grande e ilustre la nómina de bardos y dramaturgos que han desfilado por sus discos, en su mayoría poetas británicos que desarrollaron su obra durante el siglo XIX o principios del XX (algunos a finales del XVIII) como William Blake, Padraic Collum, Alfred Lord Tennyson, Alfred Noyes, Sir Walter Scott o Robert Dwyer Joyce. Las mayores excepciones en cuanto a la localización geográfica, fueron el canadiense Archibald Lampman y el español San Juan de la Cruz, y temporalmente el propio San Juan de la Cruz y el célebre William Shakespeare, ambos del siglo XVI. Sin embargo, un autor destaca entre todos, el dublinés William Butler Yeats; este Premio Nobel de Literatura alcanza en "Lost Souls" su cuarta participación en la obra de Loreena McKennitt. Por el contrario, la segunda aparición poética en el álbum viene dada por la inclusión de un texto del londinense John Keats, que inaugura de este modo su particular inspiración hacia la canadiense. Pasados los 60 años, Loreena ha compuesto, grabado y producido un nuevo plástico (sí, también existe versión en vinilo) de ensueño, una puerta abierta a la excelencia, a un viaje sonoro y sensorial cuyos únicos precedentes son de la propia artista, muchos años antes, cuando ejercía de trovadora de su mágico universo. Su sonido es actual sabiendo sonar a antiguo, y a buen seguro que, tras este retorno a sus inicios folclóricos, pronto nos deparará nuevos viajes exóticos, tal como avanzan sus últimas visitas a la India, buscando conexiones entre lo hindú y lo celta. Su nombre es una garantía aunque pasen las décadas, y es que ella es autentica, su música es poesía, su poesía es música. 

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16.4.18

JULIA KENT:
"Green and Grey"

El carisma y prodigiosa voz de Antony Hegarty (actualmente Anohni) eclipsó en cierto modo a los demás componentes de la popular banda norteamericana Antony and the Johnsons, entre ellos a la chelista Julia Kent, una canadiense residente en New York, que en el momento cumbre de aquel conjunto decidió explayarse en solitario a través de la compañía independiente suiza Shayo Records, dado el interés de su fundador, Yann Courtiau, tras escucharla en un concierto en Ginebra. "Delay" fue el título de su primer álbum, un trabajo fresco, original y muy atractivo, merced a la intensidad de las melodías del chelo junto a la potencia de fondos trotantes, onduleantes, con atrevidos aderezos, atmósferas nebulosas o activos tratamientos fílmicos, en un conjunto muy 'ambient'. De hecho, el planteamiento de este debut era la desorientación y la atmósfera presente en los aeropuertos, pero Julia admitía no haber escuchado nunca el seminal "Music for Airports" de Brian Eno, al que posteriormente calificó como obra maestra, afirmando entre risas que de escucharlo antes no se hubiera atrevido a grabar "Delay". Como norma general, un compás muy definido planteaba la base de cada pieza, sobre la que se desarrollaba la melodía o situación principal. Eran enormes los méritos de aquella ópera prima, ambientes y melodías sorprendentes y atrevidos, pero cuatro años después, lo original y excitante de "Delay" encontró la excelencia en "Green and Grey", merced a varias melodías radiantes plenamente distinguibles y con capacidad de difusión. La compañía que lo acogió en 2011 fue Important Records, que ya había reeditado "Delay" poco antes.

Considerado como el instrumento con el sonido mas parecido a la voz masculina, el violonchelo fue uno de los favoritos de los compositores románticos. Su tamaño, peso y posición poco elegante para su interpretación, entre las piernas del músico, hicieron que pocas mujeres lo tocaran hasta entrado el siglo XX, para acabar desapareciendo totalmente todos los prejuicios y entrar en el XXI abrazando a la modernidad, como en el caso de nuestra protagonista, que comenzó con este instrumento a los 6 años -con estudios clásicos en la Universidad de Indiana- a pesar de que su madre, y posterirormente su hermana, se decidieran por el violín. Otros muchos nombres de féminas virtuosas del violonchelo se han creado un nombre en la interpretación clásica (entre otras la británica Natalie Clein, la argentina Sol Gabetta, la canadiense Ofra Harnoy, la norteamericana Alisa Weilerstein, la francesa Anne Gastinel o la vallisoletana Georgina Sánchez), pero la evolución del instrumento en las últimas décadas hace que Julia Kent, Zoë Keating (atrevida intérprete, también canadiense, en la onda de la anterior), Naomi Berrill (joven irlandesa que entra más de lleno en el jazz), la estadounidense Lori Goldstone o la islandesa Hildur Gudnadóttir, ofrezcan un repertorio más valiente, acorde y por supuesto interesante. Kent y Keating, además de Melora Creager (la principal impulsora del proyecto) y otros muchos nombres, participaron en la banda neoyorquina Rasputina, experimento basado principalmente en chelo y voz. Neoclásico y ambiental han sido algunas de las etiquetas aplicadas a la música de Julia Kent en estos tiempos, así como underground o experimental, tanto como la música del que la canadiense considera su héroe, el desaparecido violonchelista Arthur Russell ("su voz y su acercamiento al chelo fueron únicos"). Su descubrimiento fue uno de los impulsos para retomar el instrumento tras un período de desánimo, encontrando la manera de conectarse con el chelo y tomar un camino propio y auténtico. Como antecedente al disco que nos ocupa, Kent lanzó a la venta en 2010 el EP "Last Day in July", que presentaba cuatro curiosas composiciones entre las que destacaba la que a la larga se incorporaría al larga duración, "Ailanthus", un tema soberbio, intrigante, de arreglos vehementes, cuya tensión emana de unas cualidades interpretativas fuera de toda duda. Inspirada por un árbol que florece en entornos urbanos, el ailanto, esta pieza desentraña la temática general del larga duración, "Green and Grey", que como se atisba en el título está dedicado a "las intersecciones entre el mundo humano y el mundo natural (...) Hace referencia a los patrones y las repeticiones que existen en la naturaleza, a menudo reflejadas en las creaciones humanas, y también a la complejidad y fragilidad de nuestras relaciones, entre nosotros y con el mundo que nos rodea". Publicado en marzo de 2011, al violonchelo (que también interpreta Robert Brewer Young) se le une una delicada electrónica y algunas grabaciones de campo nocturnas (lluvia, insectos, pasos, limpiaparabrisas...), por ejemplo grillos y cigarras en ese comienzo atrevido, efectista, titulado "Pleiades", de una intensidad que no era desconocida para los que ya habían disfrutado de "Delay" y sus envites rítmicos, una hábil manera de crear expectación que se iba a paladear durante todo el disco. Empero, es en el segundo corte, el mencionado "Ailanthus", donde Julia demuestra su evolución y su garra, además de una total seguridad para desarrollar líneas de chelo de gran longitud sin excesivo acompañamiento; lo soberbio de su ambientalidad abre paso a nuevos calificativos entusiastas y coloca la alfombra roja a esta nueva cara de un minimalismo ambiental, camerístico y vanguardista, que también responde en momentos rítmicos de cierta intensidad. De ambiciosas atmósferas son "The Toll" (con la que recordamos en cierto modo al genial Simon Jeffes) y "Acquario" (otro de los temas rutilantes y destacados del disco), alcanzando con ambas un grato y sofisticado nivel creativo con este difícil instrumento que se comporta como un pequeño ser humano, poseyendo voz y carácter propios en su timbre expresivo. Y si bien acaba aquí la excelencia (lo mejor del trabajo se esconde en este cargado inicio) de esta fusión entre lo orgánico y lo tecnológico, eso no quiere decir que disminuya el interés, y es que el sorprendente toque atemporal con la justa medida de la electrónica, persiste a lo largo de la obra, y el chelo sigue mostrándose como el vehículo imperturbable con el que la neoyorquina busca la expresión mas pura, destacando especialmente la inmutable "Guarding the Invitations", el excitante rugir in crescendo de "Missed" o ese final apasionado de titulo "Wake Low", donde el aplomo del instrumento viene salpicado de melancolía. En definitiva, un trabajo inquietante, rítmico, en absoluto aburrido, hay que ser muy ingeniosa para sacarle todo el partido al violonchelo en este contexto melódico-ambiental, pues las composiciones acaban sonando parecidas casi sin remedio. Una misteriosa agitación, nacida de la gravedad del chelo, recorre la mayoría de los cortes (de duraciones agradables), atravesándolos como un rayo de fuerza desbordante y dotándolos de un extraordinario -como dirá el título de su siguiente trabajo- carácter. La Kent graba sus composiciones en su propia casa, en una abarrotada habitación poco convencional pero bastante funcional ("grabando en casa, el proceso se convierte en una expresión personal realmente inmediata en lugar de ser mediado por otro entorno u otra persona"). Aun así, afirma que le llevó tiempo encontrar el espacio y la manera de que todo funcionara como ella quería tanto tecnológicamente como en su cabeza, en cuanto a lo que quería decir (el título "Delay", de hecho, hablaba más sobre eso que sobre los propios aeropuertos). "Green and Grey" contó en 2019 con una edición especial de doble vinilo con dos temas inéditos y los del EP anterior "Last Day in July".

Enclavada entre varias colaboraciones y giras de otros artistas, como Ben Weaver, Julia Kent publicó "Green and Grey" y lo presentó en directo con su habitual humildad y en soledad: "Yo toco usando un generador de loops que controlo con un pedal, y además uso una serie de pedales para crear efectos, de modo que mis pies han de operar casi tan duro como mis dedos; todas las capas sonoras son creadas en directo". Ni ella misma se atreve a describir su música, aunque a veces haya utilizado el término ambient para definir ese conjunto de melodías melancólicas y texturas sencillas que desarrollan enérgicos pulsos de cuerdas que traspasan la piel, provocando emociones sin palabras con un instrumento tan grande ("cuando lo tocas estás realmente físicamente consciente de ello, sientes las vibraciones del instrumento"). Lo grave de sus arremetidas provoca que rezumen atisbos de suspense y sea difícil discernir el límite que separa la cordura y la locura, dada la capacidad dramática de las cuerdas. Momentos importantes de los posteriores trabajos de esta artista tornaron la fase de creación, comenzando desde las texturas electrónicas, adaptando posteriormente la entrada del chelo a esos ambientes, en ocasiones pulsos amenazantes que acabaron completando álbumes aclamados como "Character" o "Asperities", donde Julia Kent continúa desarrollando sugerentes atmósferas desde las cuatro cuerdas del chelo. Es de agradecer que este tipo de instrumentos encasillados en el mundo clásico se dejen atrapar por la vanguardia y las nuevas tendencias asomen entre sus cuerdas. Los resultados, no siempre atractivos, pueden dar lugar a gratas sorpresas, sobre todo si se trata de discursos sólidos y llenos de ideas atractivas y bien desarrolladas, como los de "Green and Grey".





17.11.17

MICHAEL JONES:
"Pianoscapes"

Mucho se sabe y se ha hablado de la creación de una compañía pionera en las músicas instrumentales artesanas como Windham Hill Records, pero no tanto se ha escrito sobre la segunda gran discográfica que, una década después, se repartió con aquella un gran porcentaje del pastel de la exitosa -en aquella época- música new age, Narada Productions. Aunque su creación no tuviera el componente azaroso -casi romántico- de la primera, su importancia bien merece unas líneas para glosar las circunstancias de sus comienzos, situados también en los Estados Unidos, concretamente en la norteña ciudad de Milwaukee a comienzos de la década de los 80. Las músicas de grandes artistas que ya forman parte de la mitología de las nuevas músicas como Michael Jones, David Lanz, Peter Buffett o David Arkenstone hubieran visto la luz posiblemente de otro modo con otro sello discográfico, pero los mandatarios de Narada tuvieron el don para encontrarles el hueco en el mercado por medio de su propio negocio, sabiendo estar en el sitio exacto y el momento justo, y dando los pasos adecuados para la consecución de unos fines cuya importancia perdura hasta nuestros días y, por medio de álbumes como "Pianoscapes", "Cristofori's dream", "Citizen of time", "Lost frontier", "Natural states" y muchísimos más, continuará por siempre.

La semilla de Narada Productions nació en 1979 cuando Wesley Van Linda (que poseía una librería de Nueva Era) se asoció con John Morey (desde entonces presidente de la compañía), con el nombre principal de Music Design Inc, un negocio de venta por correo de ese tipo de discos de la aún no denominada como 'música new age' -incluídos los de Windham Hill- que, en muchos casos, eran dificiles de encontrar, y continuó como una importante distribuidora de esta música desde el lado este de Milwaukee, con Todd Broadie como manager de ventas. Sus primeros clientes fueron negocios no estrictamente musicales, como librerías, boutiques, tiendas de regalos o tiendas naturistas, que comenzaron a vender sorpresivamente grandes cantidades de ejemplares de los discos que sonaban en sus negocios. Morey llegó a admitir: "Somos el distribuidor más grande de la música new age en el país y probablemente en el mundo". Pero Morey y Van Linda no se quedaron ahí, y en 1983 dieron el pistoletazo de salida a su propio sello de música instrumental, tan artesana como la de Windham Hill, con el nombre de Narada Productions, así como a algún sello subsidiario -incluso anteriores a la propia denominación Narada-, como Sona Gaia o Antiquity. Narada fue un gran rishi (hombre santo y sabio) indio, convencido de haber logrado un dominio perfecto del arte de la música, tanto en teoría como en interpretación; vivió en el siglo I, y su nombre se convirtió en un título de los expertos en música. Muchos siglos después, se reinstauraba ese apelativo. Y así como Windham Hill nació en la soleada California de las manos de un guitarrista -ese carpintero de origen alemán que respondía al nombre de Will Ackerman-, este sello rival optó por un pianista como su primera referencia, pretendiendo hacerse con su hueco en el creciente mercado de la música instrumental en norteamérica, y posteriormente en el resto del mundo. La estrategia era sencilla, acercarse a las enormes ventas del pianista 'rival', George Winston, si bien no iba a ser fácil, dada la calidad y el carisma de las composiciones del excéntrico teclista de Montana. Un canadiense de nombre Michael Jones fue el elegido para esta inaguración, un estupendo intérprete cuyas primeras grabaciones ya habían sido distribuídas por Music Design Inc. Jones (Ontario, 1942), estudiante de piano desde su infancia, optó en sus años universitarios por la psicología, y comenzó a dedicarse a la educación de adultos y consultoría en liderazgo creativo. Sin embargo, en sus charlas y seminarios siempre incluía un piano para sus interludios, un instrumento que cautivaba a sus alumnos hasta el punto de que alguno de ellos, a la par que sus propios amigos, le insistían en que grabara esas músicas, unas piezas muy personales en las que estaba impregnado, posiblemente por encima de otros compositores clásicos, Frédéric Chopin, pianista que desde el conservatorio había sido especialmente asimilado por Michael mucho más que Bach o Beethoven. En su libro "Creating an imaginative life", Jones cuenta su experiencia con la película "The Eddy Duchin story" ('Melodía inmortal' en España), cuando los ojos se le llenaron de lágrimas con la interpretación del "Nocturno en mi bemol menor" del compositor polaco. Los años pasaron, y en su resurgir pianístico, Michael Jones intentó encontrar el espíritu de la música de Chopin, esa emoción que el canadiense tenía dentro desde muchos días atrás. El álbum que editó Narada con el título emblemático de "Pianoscapes" tiene también una historia muy abultada, de la que enseguida sabremos, pero el compendio de temas de piano en solitario que llegó a miles de oyentes en todo el mundo con más facilidad fue la edición en CD aparecida en 1985 (el LP de esa misma compañía llegó dos años antes), un plausible y relajante conjunto de seis piezas de duraciones que llegan facilmente a los diez minutos, que incitan, efectivamente, a la escapada a la naturaleza. "Daybreak" es un buen comienzo, un placentero paseo de cadencia bamboleante, disfrutando del paisaje y de la puesta de sol; la tonada va y viene, se recrea en las vistas, en los aledaños, en la belleza bucólica, y el cambio de ritmo obliga a prestar atención. "Judy's dream" es un sueño romántico (Judy es la esposa de Michael) con apariencia improvisada, que parece brotar del interior del pianista; a pesar de sus buenas intenciones y de no llegar a resultar tedioso, tal vez le sobren un par de minutos, siendo posiblemente el tema más flojo del álbum. Tras un inicio titubeante se alza melodiosa y destacada en el trabajo una composición de tímido encanto titulada "Dancing waters", hermosa y danzarina, muy luminosa, como un ballet de la naturaleza a cámara lenta. "Tapestry" es una pieza de sabor antiguo, que puede recordar de algún modo el estilo de George Winston; es otra preciosa melodía que no casa realmente con el titulo del álbum, pues transmite sensaciones de interior, como de un amplio salón que el piano tiene que llenar de vida. Por el contrario, "Pianoscapes" es abierta, muy viva y reconfortante, el mejor corte del álbum y el que posee su emblemático título, una melodía ondulante para dejarse llevar. Como conclusión de esta versión corta del trabajo, "Endings" es una partitura danzarina, composición tranquila, paseante, inspirada -al contrario que el resto del álbum- por las luces nocturnas de la ciudad, y de una duración, por fin, normalizada, y por tanto mas llevadera. "Pianoscapes" no es un disco fácil, consta de seis composiciones de solo piano muy relajadas, elegantes y de desarrollos largos (tres de ellas superan los diez minutos), en las que por lo general no reina la melodía dulzona sino una plácida atmósfera de apariencia improvisada, de hecho Jones no destaca precisamente por sucesiones de teclas fácilmente reconocibles, sino por esa envoltura de belleza natural, de frescura, de libertad, con la que inunda sus trabajos. No se duda en absoluto de las capacidades del músico de Ontario, si bien se puede echar de menos en un primer momento algo que sirva de enganche con el oyente (al menos con el que se acostumbró en aquella época al estilo más dinámico y directo del superventas George Winston, y que pronto adoptará a David Lanz), que sin embargo acostumbra su oído a poco que persevere en la escucha tranquila del álbum y en la admiración de unas notas alegres y armoniosas.

También la historia de "Pianoscapes" va mas allá de la comentada referencia de Narada, y es que Michael Jones publicó su música por primera vez en su propio sello Pianoscapes en 1981, una grabación titulada "Pianoscapes (Michael's music)", que es la misma que publicó por primera vez Narada en doble LP en 1983. La principal diferencia con la edición posterior en CD es la duración de las canciones, mucho más largas (lo que provocó ese doble LP), incluso en algunos casos hasta el doble -la original "Pianoscapes" duraba 20 minutos, exactamente el doble de la comentada anteriormente-. La segunda diferencia es el título de "Tapestry", que originalmente era "Tapestries". La edición en CD normalizó las duraciones y vendió más de 100.000 copias de esa música que los asistentes a sus ponencias reclamaban a Michael Jones, pero eliminó dos cortes, "Swallows" y "Twilight". Esto se solucionó definitivamente en 2002 cuando Narada publicó la definitiva "Pianoscapes (Deluxe edition)", un doble CD con cambio de portada, listado de temas y duraciones originales, y la inclusión de tres composiciones nuevas de la época, "Echoes", "On the road" y "Night wind" (que habían sido grabadas bajo los títulos "Echoes", "Sun showers" y "Song for Eia" para el álbum "Sunscapes"). "Cuando grabé el original 'Pianoscapes' no tenía una audiencia particular en mente, porque yo no tenía una audiencia en ese momento. Todo lo que tenía era un plan y un ingeniero de grabación, y unos noventa minutos de música. Un disco salió de eso (...) Fue lanzado en una cassette extendida, y yo estaba simplemente asombrado cuando vendí mis primeros 150 ejemplares", decía Michael, pero su éxito sólo requería tiempo, y es que su estilo pianístico, pintoresco y atractivo, no pasa por florituras ni melodías excesivamente engalanadas para silbar cuando se recuerda su nombre, más bien al contrario, propone una acuarela de grandes dimensiones, un lienzo neoimpresionista para ser admirado en conjunto, con desarrollos largos y pausados de ideas inspiradas en la naturaleza.





30.5.15

LOREENA McKENNITT:
"The book of secrets"

Más de una década después de su álbum de debut, el éxito obtenido con cada nuevo trabajo de Loreena McKennitt iba en aumento, y las cifras de "The mask and mirror", en 1995, podían considerarse ya como las de una estrella del pop/rock, aun cuando su música se encontraba en un limbo entre lo étnico y lo celta, a años luz de las radiofórmulas. Al hilo del título inicial de ese maravilloso disco, "The mystic's dream", hay que recordar que los místicos hablaban del 'ojo del corazón', que permite ver más allá de la apariencia para conocer lo profundo. Sin entrar en falsas comparaciones divinas, es evidente que la música de esta canadiense de larga melena rojiza es profunda, estudiada, sentida, y así como su propia imagen, es de una gran elegancia y sofisticación, de ningún modo una pose fingida sino el atisbo de su generoso encanto, que alumbra a miles de seguidores sin necesidad de utilizar el ojo místico. Hay que hacer notar, sin embargo, que la propia cantante confesaba que su voz es una forma de abrir su alma, de expresarse de una manera primitiva, sin barreras, y en 1997 plasmó sus interioridades en "The book of secrets", su esperado nuevo álbum publicado por Quinlan Road y distribuido de nuevo por Warner Music.

Loreena se preguntaba si la expansión nómada del pueblo celta podría surgir más de un impulso interior que de una necesidad real de movimiento geográfico. Ella lo atribuía a una 'curiosidad insaciable', que intentaba hacer entender en su nuevo trabajo, un disco que, según la publicidad de la distribuidora, Warner, "es mucho más que un disco, es el amanecer del alma, un recorrido imaginario por el viaje de la vida (...)". Emprendido su propio viaje en busca de la inspiración, la canadiense la encontró en países tan dispares como Turquía, Italia o Rusia. Además, en una compositora apasionada por la literatura, afamados historiadores influyeron en este 'Libro de secretos', nombres como Thomas Cahill, Jan Morris, Murat Yagan, William Dalrymple ('From the holy mountain' hace hincapié -cuenta la cantante- en las asombrosas similitudes entre manuscritos iluminados celtas como 'The book of durrow' y 'The book of kells', y escritos bizantinos anteriores) o William Eamon (en el libro que inspira el título de la obra, 'Science and the secrets of nature'). En efecto, Loreena descubrió en las páginas de 'La ciencia y los secretos de la naturaleza' la evolución de la alquimia, las ciencias y la información, pero en dicho título ella aludía también al secreto de lo que somos ("quién eres tú o quién soy yo tiene mucho que ver con lo que ha sido nuestra historia") y la importancia de la tradición, que para ella "es aquello que conserva las preguntas necesarias para la vida". Ningún tema de este nuevo álbum, sin embargo, es de procedencia tradicional, todas las músicas y las letras son obra de Loreena McKennitt, a excepción de una pequeña tonada en "The mummers dance" y la letra de "The highwayman" (el salteador de caminos), extraída del poema de igual título del poeta inglés Alfred Noyes (el único que se cuela en el disco, siguiendo la estela de los Yeats, Blake, Colun, Tennyson o Shakespeare de anteriores trabajos). La dificultad de su adaptación le hizo contar con la producción puntual del mítico Dónal Lunny -que ya había contribuído en su anterior trabajo-, si bien al final decidió mantener la homogeneidad y reconstruirla bajo su propia mirada (ella misma es la productora del trabajo, como es habitual), un auténtico acierto a tenor del resultado. La aventura comienza con un prólogo que parece mecerse sobre las aguas del Bósforo, que coloca el punto de partida del viaje en Oriente Medio, concretamente en Estambul, sobre las cenizas de la antigua Bizancio. Más adelante se detendrá con fuerza y descaro cerca de ahí, en el Cáucaso, por medio de una canción que parece viajar en caravana ("Night ride across the Caucasus") hacia la fantasía. Mientras tanto, hace su aparición primer sencillo, el conocido y radiado "The mummers dance", poderosa canción que sigue la estela y la carga dinámica de los éxitos iniciales de discos anteriores ("All souls night" y "The bonny swans"), y que hace referencia a la momería, grupos de actores disfrazados con máscaras -explica la autora- que caminan en procesión cantando canciones y portando ramas, en una celebración de la primavera y la fertilidad. Loreena añadió a su composición el estribillo de un tema momero tradicional, y la letra de una canción de Abingdon, en el condado inglés de Oxfordshire. Hilando su magia, se escogió como segundo single del trabajo una afortunada pieza instrumental de cadencia oriental, titulada "Marco Polo". El enigmático mercader veneciano y sus lejanos y excitantes viajes son objeto de la inspiración de Loreena en esta agradable y muy bailable fanfarria sin palabras, que contaba con un tema nuevo en su cdsingle, "God Rest Ye Merry, Gentlemen (Abdelli Version)", villancico inglés que ya había grabado la artista en 1995 para su EP "A winter garden: Five songs for the season"; esta nueva versión, de buen tratamiento vocal sobre otra bailable melodía oriental algo predecible, parte de una adaptación del músico argelino Abderrahmane Abdelli, y será incluida, en 2008, en otro trabajo navideño titulado "A midwinter night's dream". Con motivo de poder ilustrar mejor el viaje intercultural, el arpa, instrumento importante en la carrera de la pelirroja, suena menos en "The book of secrets", únicamente en el corte instrumental dedicado a Venecia, "La serenissima", una música antigua que parece hablar sobre el amor. Los dos temas deudores de Venecia son, curiosamente, instrumentales, mientras que el florentino Dante dicta los versos de "Dante's prayer", la oración con la que culmina el trabajo eficazmente, sin grandes estridencias, que contó en 2001 con una versión en español, incluida en la caja de 4 CDs "The journey begins". Restan sin embargo dos enormes canciones por comentar, posiblemente las dos mejores del trabajo junto a la más popular, "The mummers dance": "Skelling" es un gran momento bárdico, de enorme fuerza vocal e instrumental y una conexión espiritual con Irlanda, a pesar de la ausencia de otro instrumento importante como la gaita irlandesa, que hasta entonces había aparecido, con mayor o menor intensidad, en todos sus discos. Más ritmo tiene la magistral "The highwayman", adaptación del mencionado poema de Alfred Noyes, diez impolutos minutos donde la inconfundible voz de la McKennit se convierte en transmisora de emocionantes sueños en otro memorable ejemplo de eterno estribillo al estilo de "The lady of Shalott" o "The dark night of the soul". El acompañamiento musical es igual de espectacular, destacando sus alternancias a lo largo de la pegadiza pieza, rompiendo la monotonía y creando incluso distintas atmósferas. "The book of secrets" fue un nuevo éxito de ventas, alcanzando en España el puesto número 15 en las listas. 28 músicos participaron en esta mastodóntica grabación, realizada en los eficientes estudios Real World de Peter Gabriel (donde Loreena ya grabó "A winter garden" dos años atrás), lo que posibilitó la presencia de algunos músicos habituales de Gabriel como Manu Katché o David Rhodes, además de otros nombres más familiares como Brian Hughes, Caroline Lavelle, Nigel Eaton, Rick Lazar, Donald Quan o Hugh Marsh. 

Una gran gira sucedió a la aparición del disco, durante la cual se efectuó la grabación del álbum en directo "Live in París and Toronto", un trabajo doble que presentaba en el primer CD la interpretación en directo y en el mismo orden ("sentimos que el camino marcado en la grabación de estudio era también la mejor forma de interpretarlo en directo"), de "The book of secrets" y en el segundo, nueve de sus grandes éxitos. Era interesante comprobar la calidad de la adaptación en vivo de una música tan estudiada y pensada para tantos músicos, pero la calidad y versatilidad de la banda logró el mayor de los éxitos. Ya grabado el álbum, y antes de su comercialización, aconteció uno de hechos más trágicos en la vida de Loreena McKennitt, la muerte de su pareja, Ronald Rees, junto con su hermano Rick y un amigo, Greg Cook, en un accidente náutico en el lago Hurón. Como respuesta, y levantando la cabeza ante la adversidad, Loreena creo la Fundación Memorial Cook-Rees, dedicada a la educación sobre seguridad náutica, así como a apoyar infraestructuras para el rescate de los accidentados, y se utilizó el disco en directo como un modo para recaudar fondos (3 millones de dólares, concretamente), primero como una edición limitada de venta por correo, y posteriormente en las tiendas, con la distribución de Valley Entertainment, una vez finalizado el contrato con Warner. Demostrando su fortaleza y vitalidad, McKennitt ha continuado desplegado sus epopeyas musicales, cuadernos de bitácora del periplo celta, con varias incursiones en el acervo navideño y una vuelta a las raíces ("The wind that shakes the barley", en 2010, volvía a contar con un repertorio mayoritariamente tradicional, como su primer trabajo, "Elemental") que no despejaba las dudas sobre sus siguientes pasos, aunque nadie dudaba a estas alturas de que iban a estar provistos -como así fue- de una calidad superior.

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12.2.12

ONE:
"Blue Desires"

Tino Izzo, como compositor, intérprete y productor en cada uno de sus discos, es un músico todoterreno, un guitarrista de Quebec que tuvo como principal influencia a su propio padre y que a los diez años comenzó a tocar, adquiriendo muy pronto una gran soltura en guitarra y batería. En su evolución, acabó simplificando su música para desarrollar unas ideas surgidas de un regalo de su esposa: "Cuando me casé con Rosanna no andábamos precisamente muy boyantes de dinero, así que por Navidad decidimos hacernos regalos creativos. Ella me regaló algunos cuadros, y uno de ellos me inspiró de una forma tan especial que decidí escribir una canción, que llamé 'Her Song'". Bob Chacra escuchó casualmente esta composición y le propuso a Tino la creación de un disco instrumental donde destacara la guitarra, para ser publicado en Chacra Alternative Music, compañía canadiense fundada por el propio Bob Chacra en 1984. Así surgió "Blue Desires" en 1993, primer disco de Tino Izzo, pero publicado bajo un pseudónimo que expresa la soledad de su labor en el estudio: One ("estoy disfrutando verdaderamente siendo un grupo de un solo miembro", comenta Izzo). Como estupenda portada, el cuadro de Rosanna Ciciola con el que comenzó todo.

"Blue Desires" recoge una estimulante sucesión de gratas melodías con el nexo común de buenos fraseos de guitarra y acompañamientos exquisitos en un entorno de suave ambientalidad, más cercana a terrenos relajantes con un cierto componente rítmico muy pop que a otros estilos también convencionales como jazz o rock. Algunas de las composiciones desencadenan, sin contradecir lo anterior, un asombroso aluvión de energía, tal vez reprimida durante años y expandida de repente en este primer y revelador trabajo de este artista canadiense que hubiera preferido dejar sus canciones sin títulos ("me gusta la idea de permitir que el oyente pueda tener la oportunidad de asociar una imagen visual personal a la textura musical ofrecida"). En un contexto general de melódico optimismo se encuadran diez composiciones en las que numerosas guitarras -calmadas unas, furiosas las menos- luchan por obtener su momento, por dominar cada pieza o por adornar unos arreglos elegantes y de compensada hermosura, que comienzan por una samba que, fuera de contexto, ejemplifica ese trabajo de búsqueda, de cuidada producción y de estupendo acabado que caracteriza a los trabajos de Tino Izzo. "Samba del viento" se anticipa a uno de los cortes que este guitarrista canadiense adaptó de su época más popera y vocal, "Ghosts Before Breakfast". Algo parecido sucede en la composición que da título al álbum, "Blue Desires", donde unas guitarras muy luminosas son arropadas por una sencilla percusión (uno de los elementos menos decisivos en el álbum). Delimitado por esos ejemplos de instrumentalidad fácil pero efectiva, nos encontramos con la que posiblemente sea la canción más destacada del trabajo, la que fue inspirada por el cuadro que sirve de portada, "Her Song", muy completa, cuidadísima, mágica incluso. Junto a "Her Song", es "Freedom Within" otro de los cortes destacados, muy animado, mostrando a un Izzo muy seguro, práctico y eficaz, en una pequeña demostración de manejo de la mesa de mezclas a la par que de la interpretación. Sin necesidad de percusión o más parafernalia para expresarse, "The Lion, the Witch and the Wardrobe" describe un bucólico paisaje que bien podría estar sacado de un lienzo de su esposa, pero la inspiración vino realmente del primer libro de la heptalogía "Las crónicas de Narnia", de C.S.Lewis. Tras perder un poco de fuerza en el último tramo, el disco acaba con "Nymphéas", que si bien no se puede encuadrar entre lo mejor del álbum, sí que posee esa esencia que lo define, la atractiva calidez de las cuerdas jugando entre sí, en efusivas tonadas sencillas, cálidas y atrayentes. "Son canciones muy simples, pero muy honestas, por lo que son perfectamente legítimas", y una de las más honestas es "The Round Walls Home", compuesta cuando Rosanna y Tino iban a tener un niño. En el libreto Izzo dice que siempre quiso hacer un disco dedicado a la música de guitarra, lo cual ha supuesto una enriquecedora experiencia, muy personal pero compartida con todos los oyentes en un fantástico resultado final dedicado a otros dos guitarristas, su padre (que le animó a tocar paro falleció antes de poder disfrutar de sus discos) y su amigo Anthony Cianciusi.

El arte es parte importante de la vida y de la inspiración de Tino Izzo, especialmente la pintura, de forma primordial por los cuadros de su esposa, pero también por pintores como Edward Hopper (el corte "Nighthawks" es el título de una de sus pinturas más famosas) o Claude Monet ("Nymphéas" fue creada pensando en su obra), escritores como C.S.Lewis (autor de la famosa novela que titula a "The Lion, the Witch and the Wardrobe") o cineastas como Hans Richter ("Ghost Before Breakfast" es una de sus películas). Los tonos azules, relajantes, de la portada de "Blue Desires" (que originan además su propio título), devienen en naranjas, más explosivos, en un segundo álbum tal vez superior (al menos con un grandísimo comienzo) titulado "Four September Suns", publicado también por Chacra Alternative Music sólo un año después, en 1994. No hay que desdeñar sin embargo este primer disco firmado como One, pues posee una gran determinación para hacernos llegar una música que, sin excesivas pretensiones, cumple la doble función de sonar realmente agradable y de llenar esos momentos en los que se puede fundir melancolía y jovialidad. John Strati, poeta y amigo de Tino, escribió un sencillo poema tras escuchar la primera maqueta del álbum, incluido en el libreto de "Blue Desires". Además, realizó una descripción perfecta para la contraportada del mismo: "La guitarra, una multitud de rostros, de humores y de personalidades. Cada cuerda, una impresión. Cada nota, una inspiración. Sonidos que evocan... y que provocan. Armonías que nos recuerdan lo conocido y melodías que hablan de lo desconocido".

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30.6.11

LOREENA McKENNITT:
"Parallel dreams"

Muchos músicos, cansados de las contínuas negativas de las compañías de discos, reticentes a publicar según qué estilos musicales, o simplemente creyentes de que la autoproducción es el mejor cámino para expresarse sin cortapisas, fundan sus propios sellos discográficos. En cuanto a las nuevas músicas, Essence Records (Chris Spheeris), Seventh Wave (Suzanne Ciani) o Living Music (Paul Winter) son sólo algunos ejemplos de un variado elenco de nombres, entre los que también destaca la canadiense Loreena McKennitt, que fundó Quinlan Road en 1985 para publicar su primer trabajo, "Elemental", demostración de una elegante busqueda en la más pura tradición celta, donde esta arpista (multiinstrumentista, realmente, si bien el arpa fue una especie de icono en esta primera época) pelirroja interpretaba inmortales canciones con sencillos pero efectivos arreglos y la ventaja que en todo momento le otorgaba su maravillosa y característica voz, de sabor añejo y poso profundo, que volvía a destacar dos años después en un compendio de canciones navideñas titulado "To drive the cold winter away". El siguiente paso de una evidente evolución (basada en concienzudos estudios) se iba a publicar en 1987 bajo el poético título de "Parallel dreams".

Excepcional arreglista y poseedora de una gran sensibilidad para crear la música que acompañaba a historias tradicionales o poemas inmortales, Loreena fue consciente de que también tenía que dar el salto en el apartado de las letras de las canciones. El resultado fue más que correcto, fue sencillamente espectacular, la canadiense se comenzó a mostrar como una consumada letrista, gracias en buena medida a su investigación en mitos, leyendas y costumbres de los mundos celtas. En "Parallel dreams" nos encontramos con historias de amor (tan profundas como la de "Annachie Gordon"), reflejos de una época difícil (la pobreza en las calles se puede palpar en "Dicken's Dublin") o anhelos de libertad ("Breaking the silence" es una auténtico himno a favor de los derechos humanos), en ocho composiciones de las cuales solamente dos son instrumentales, y que ahondando en el título de 'sueños paralelos' poseen como nexo común "el ansiado viaje en busca del amor, la libertad y la integración", es decir, la búsqueda de realizar los sueños. "Samain night" es un comienzo placentero, un arrullo que se corresponde con la fiesta celta del 'Samhain', que corresponde con la festividad cristiana del día de Todos los Santos o con el Halloween pagano. "Moon cradle" es una deliciosa nana cuya letra corresponde al único poeta irlandés referido en el trabajo, un Padraic Colum que también fue 'utilizado' en "Elemental", concretamente en la letra de una de sus mejores canciones, "She moved through the fair". Los sueños de los primeros celtas arribados a norteamérica son evocados en "Huron 'Beltane' fire dance" (Beltane era una antigua festividad celta situada el 1 de mayo), instrumental que fusiona alguna supuesta danza del fuego nativa (del pueblo hurón o wyandot) en unión a instrumentos celtas. Aun cuando esta primera parte del disco es mágica y atrayente, comienzan aquí los momentos posiblemente más recordados, cuatro composiciones que se salen de los parámetros normales: "Annachie Gordon" (una calmada historia de amor de origen tradicional que ciertamente nos traslada a otros paisajes y costumbres, convirtiéndose de inmediato en una de las canciones más destacadas del álbum), "Standing stones" (otra tragedia amorosa, algo más rítmica, de letra tradicional y una completísima instrumentación que incluye la única gaita irlandesa que suena en el disco, interpretada por Patrick Hutchinson), "Dicken's Dublin (The palace)" (entrañable y conmovedor corte con letra y música de Loreena, guiada por la voz de un niño que no tiene nada y su sueño es encontrar un hogar -"Tal vez pueda encontrar un lugar que pueda llamar casa / Tal vez pueda encontrar un hogar que pueda llamar mío"-) y "Breaking the silence", posiblemente el momento más rotundo y sentido del trabajo, una pieza magistral dedicada a Amnistía Internacional donde Loreena entrega su alma al estar dedicada a una causa tan meritoria como la lucha por los derechos humanos en cualquier parte del mundo. Su meditativa entrada conduce hacia un éxtasis vocal portador de una llama de esperanza, acunado por una guitarra mediterránea, percusiones, teclados y un suave sonido aflautado que aporta el poso celta. "Ancient pines", compuesto como tema principal del documental canadiense 'Goddess remembered', concluye de bella manera instrumental el álbum, pero la huella que nos deja "Breaking the silence" perdura una vez llegado dicho final, y encumbra a esta elegante autora como una sublime cantautora celta, que da el salto en la composición de manera excepcional (en "Elemental" todas las canciones menos una eran tradicionales, mientras que en "Parallel dreams" todas menos dos son composiciones propias de Loreena).

De nuevo, como en "Elemental", encontramos a Loreena McKennitt y un arpa (majestuosas ambas) en la portada, si bien esta vez con un diseño más elaborado que en su primer disco, demostrativo de la pretendida evolución en el contexto de la autora y su trabajo, que a pesar de todo aún conserva el dulce sabor de lo artesano. Aunque enseguida iba a sustituir los idílicos paisajes irlandeses por itinerarios del resto de los mundos celtas (y del viaje de dicho pueblo por varios continentes), en "Parallel dreams" se sigue sintiendo el fulgor de la tradición más sincera, auténtica alma celta pero además estéticamente irreprochable, bajo la producción de la propia compositora, y con otro enorme paso adelante en la instrumentación, que aunque sigue siendo sencilla y folclórica, se nutre de enormes guitarras (a destacar la primera colaboración de su 'fiel' Brian Hughes), violines (Oliver Schroer), violonchelo (George Koller), mandolina (David Woodhead), además de buenas percusiones (con otro nombre que continuará con ella durante bastante años, Rick Lazar), pequeñas contribuciones de la gaita o la tabla, y los instrumentos propios de la McKennitt: arpa, teclados, texturas sintéticas, ukelín, bodhrán, y por supuesto esa turbadora voz tan especial, que hace de "Parallel dreams" un disco para soñar despiertos.





11.5.10

MYCHAEL DANNA & TIM CLÉMENT:
"North of Niagara

En su larga y fructífera carrera, el canadiense Mychael Danna se ha comportado como un artista polifacético. Solicitado compositor de bandas sonoras, creador de sugerentes y delicados pasajes en sus discos en solitario, o de un sorprendente lirismo de raigambre celta junto a su hermano Jeff, el comienzo de su carrera estuvo marcado por una serie de trabajos de corte electrónico ambiental -en su mayoría descatalogados en la actualidad- junto a su buen amigo Tim Clément. Aunque su colaboración duró cerca de dos décadas, con títulos aconsejables como "A gradual awakening", "Summerland" o "Another sun", la más eficaz y popular de sus reuniones fue la última de ellas, un espléndido viaje musical por la bella naturaleza de Ontario titulado "North of Niagara", publicado por Hearts of Space en 1995.

Proveniente del mundo del rock, Tim Clément decidió cambiar radicalmente esa vacuidad en la que se había introducido, y sustituirla por la espiritualidad de los sonidos de la naturaleza, entre los que comenzó a investigar para integrarlos en su nueva música y en el arte en general. En su reunión con Mychael Danna, es él el mayor impulsor del estilo atmosférico del dúo, y de su pasión por los impresionantes paisajes de Canadá y los sonidos milenarios que encierran. En concreto es el Sendero Bruce el que inspira este disco, cuyo subtítulo es, de hecho, 'Impresiones a lo largo del Sendero Bruce'; los artistas nos aclaran en la contraportada qué es y dónde está: "'North of Niagara' es un conjunto de doce piezas inspiradas en los paisajes encontrados a lo largo del Sendero Bruce, el más largo y antiguo de Canadá. El sendero comienza en las cataratas del Niágara y sigue la escarpa de Niágara -al borde de un antiguo y poco profundo mar- durante 800 kilómetros a través de Ontario". Ya en el libreto, unas pocas fotografías aumentan nuestras ganas de dejarnos atrapar por tan suculentos paisajes, y un alargado plano muestra el trayecto del sendero y expone los puntos que inspiran cada una de las composiciones. En "North of Niagara" nos atrapan atmósferas vaporosas de desarrollo tranquilo y muy agradable, para las que se utilizó el epíteto 'minimalismo romántico', si bien la terminología al uso es tan ambigua que no vale la pena entrar en excesivas complicaciones. "Cootes paradise" es el corte que más ha trascendido de esta obra, seis minutos de serenidad, de agradable seguimiento de una melodía sencilla pero sobresaliente, aderezada con sonidos naturales, grabados entre la primavera y el verano de 1994. "Remember summer" es otro de los temas destacados, donde el acordeón introduce un especial detalle, y en su suavidad parece que lleve sonando eternamente de tan grata manera en el curso del sendero. Gene Goral insterpreta ese acordeón, y otros músicos implicados son Paul Intson al bajo, Eric Hall al oboe y otro habitual colaborador de Tim Clément, Kim Deschamps a la guitarra. Entre composiciones de corte exclusivamente ambiental, pequeños gestos marcan las diferencias entre músicos con clase como éstos y los que se dedican a aprovecharse de la etiqueta new age (haciéndole, dicho sea de paso, un gran daño): "Old mail road" introduce notas de oboe sobre una relajada cadencia de teclado con sintetizador de fondo, la atmosférica "Mount Nemo" exhibe una excitante tensión, en "Crook's Hollow" una alegre y sencilla melodía de teclado baila sobre un sugerente fondo, y "Lookout Point" presenta notas delicadas que culminan el agradable paseo de manera relajante, aunque remarcando el irremediable deseo de estar realmente allí.

"North of Niagara" es más que un disco, es un homenaje a la naturaleza, una idílica incursión en este paraíso del sureste de Canadá que podemos conocer y casi disfrutar gracias a los autóctonos Mychael Danna y Tim Clément, que destinan además una parte de las ganancias del álbum para la Asociación del Sendero Bruce, sobre la que hablan en el interior del libreto, proponiendo vías de contacto. La magia de unos teclados de estilo ambiental y recuerdo impresionista se mimetiza con la naturaleza en una poética incursión por los alrededores de este pequeño edén que hay que intentar visitar al menos una vez en la vida, evidentemente con esta acertada música de Danna y Clément de fondo.

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25.12.09

LOREENA McKENNITT:
"The mask and mirror"


Si cualquier viaje lejano puede suscitar un cúmulo de experiencias y anécdotas, el que ha llevado a Loreena McKennitt por medio mundo ha generado una cuantiosa legión de influencias y de ideas para desentrañar una música que, desde una herencia celta, se ha transfigurado en global, multicultural y riquísima en detalles. Esta historia de amor entre una arpista y su público, que comenzó en los 80 en una granja canadiense, ha transitado por caminos de inusitada calidad en sucesivas grabaciones de títulos tan importantes como "Elemental", "Parallel dreams" o "The visit", para continuar por caminos más abiertos, en base a una labor de estudio en el origen de lo celta. La investigación realizada en culturas milenarias no sólo supuso un ejercicio fascinante para Loreena, sino que fue el origen de una nueva forma de concebir su música más allá de la tradición celta. En efecto, al ir conociendo detalles sobre la expansión y antecedentes de dicho pueblo, aumentó su interés por las músicas del este de Europa y del Oriente próximo. Sin embargo un paso importante en esta apasionante historia estaba mucho más cerca de lo que podíamos imaginar, ya que se detuvo en nuestra propia tierra.

Todo lo que confluía en la Loreena McKennitt de esta época era garantía de éxito, así que Warner Music continuó distribuyendo sus discos, grabados en su propia compañía, Quinlan Road. "The mask and mirror" llegó en 1994 y siguió aunando los componentes que habían llevado a "The visit" a vender cientos de miles de copias: un trabajo de estudio sin par en la temática elegida, una labor de composición brillante, donde la comercialidad y la calidad se dan la mano, y un proceso de grabación en el que no se habían escatimado medios, y en el que la McKennitt, a la sazón productora, estaba arropada por nombres de confianza como Brian Hughes (guitarras, balalaika, sitar), Rick Lazar (percusiones), Hugh Marsh (violín) -estos tres le acompañarían en su nueva gira-, Anne Bourne (cello, voces), Patrick Hutchinson (Uillean pipes) o, por vez primera, el mítico Dónal Lunny (bouzouki, bodhran), entre otros. La rica instrumentación escogida no impedía que la voz de Loreena McKennitt, por encima de su arpa o acordeón, fuera por lógica el punto más importante de la grabación: la canadiense es una contadora de historias, su cálido estilo nos es muy cercano porque en "The mask and mirror" bebe por igual de fuentes mediterráneas que de las suyas propias, las celtas. Una joven Loreena McKennitt, de incansable espíritu viajero, había visitado España y concretamente la Alhambra de Granada antes de publicarse "Elemental", su primer disco. Años después volvió para inspirarse y, entre España y Marruecos, nació "The mask and mirror", un trabajo pleno de referencias a nuestra cultura, y con una elevada vena mística cuyo origen se debe a determinadas lecturas sobre el sufismo, ese 'islam esotérico' que busca llegar hasta Dios. Sin ir más lejos, el tema de inicio del álbum, "The mystic's dream", explora en esa búsqueda por medio del amor, si bien es a través de dos poetas donde encuentra unas referencias tan claras en su conexión mística como lejanas en su origen: del irlandés William Butler Yeats son los románticos versos de "Cé hé mise le ulaingt? (The two trees)", y el visionario de Ávila San Juan de la Cruz inspira una de las maravillas del disco, "The dark night of the soul", un cautivador poema de amor entre el místico y el propio Dios que -destaca Loreena- puede pasar perfectamente como una historia entre dos amantes de cualquier época ("¡Oh, noche que guiaste!, ¡oh, noche amable más que la alborada!, ¡oh, noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!"). La música de Loreena parecía querer alcanzar un nivel superior de espiritualidad, si bien la canción estrella del álbum, y precisamente la más alejada (junto a la última del mismo) de la inspiración de Al-Ándalus, era una continuación de las ideas más comerciales que vistieron "All souls night", el primer sencillo de su anterior álbum, "The visit". Titulada "The bonny swans", con letra tradicional y música de Loreena, esta pegadiza canción que tuvo su correspondiente CDsingle y un hermoso videoclip, trataba sobre la historia de dos hermanas en la Edad Media, una de las cuales ahoga por celos a la otra; ésta regresa en forma de cisne para transformarse definitivamente en un arpa, ese instrumento tan evocador que puede considerarse como el primordial de Loreena McKennitt. Un tema magistral, pleno de simbolismo, en un tono medieval que también se respira en otras de las canciones, que ayudó a acrecentar la fama de la cantante. "Prospero's speech" es ese mencionado cierre del disco, una canción cálida arropada por una voz más susurrante, y un recuerdo de sus experiencias teatrales, en concreto con "La tempestad" de William Shakespeare, a la que pertenece este discurso. El 'Bardo de Avon' ya había aparecido en el anterior trabajo de la McKennitt, pero de un modo más mundano, el disco está impregnado de otras vivencias personales importantísimas: Loreena actuó en enero de 1992 en Santiago, enamorándose al instante de esa ciudad gallega, tanto que volvió en mayo de ese mismo año y se empapó de la historia de dicha urbe mágica; cuenta nuestra protagonista que compró un disco del grupo Els Trobadors y le encantó, y que tras seguir estudiando este cruce cultural de comunidades cristianas, judías y musulmanas, encontró al final esta música tradicional, que utilizó en el disco con el título lógico de "Santiago", otra de las canciones (la única sin letra definida) destacadas por su encantador estribillo tarareado y su ritmo multicultural. Marruecos inspira notablemente el cuarto y quinto tema del disco, un animado y colorido "Marrakesh night market" que nace de la sorprendente visión y experiencia de la primera noche de nuestra artista en Marrakesh durante el ramadán de 1993 ("miles de personas concentradas en círculos (...) con su música particular, una poesía directamente relacionada con ritmos de tambores, encantadores de serpientes, monos y pociones mágicas"), y "Full circle", un emocionante recuerdo de la impresión del amanecer en el desierto y los cantos de las mezquitas en pleno ramadán, que supusieron para la McKennitt de esa época dos de las tres experiencias más fuertes de su vida (junto a la visita a un monasterio de monjes benedictinos en Quebec).

Parecía increíble a estas alturas de la carrera de Loreena McKennitt que su interés primario una década antes fuera simplemente viajar a Irlanda para investigar su cultura. Ese fue tan sólo el origen de una búsqueda mayor, más profunda y mucho más extensa, temporal y kilométricamente. Es altamente destacable el tirón emocional de una música que en ocasiones parece unida por un cordón umbilical con lo divino, especialmente en los momentos en que el eterno estribillo transmite efectos hipnóticos en un oyente embelesado. En "The mask and mirror" (el álbum de Loreena McKennitt que mejor ha funcionado en España, llegando a alcanzar el número 6 en las listas de ventas) dicho oyente puede asistir, precisamente, a un sincero relato musical sobre varias maneras de encontrarse con Dios, un tema recurrente y posiblemente primordial en este disco que inquiere preguntas y respuestas desde su propio título, "The mask and mirror", puesto que Loreena se plantea definitivamente: "¿Quién fue Dios?, ¿qué es la religión?, ¿qué es la espiritualidad?, ¿qué fue máscara y qué fue espejo?".

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