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2.10.25

VARIOS ARTISTAS:
"Estrella Polar"

Difícil quedarse impasible ante la escucha del poderío de la música folclórica nórdica. El influjo de la luz, o de la falta de ella, teje una maraña de emociones en las que el corazón palpita rápido, fulgurante, una tradición distinta a la nuestra y, como tal, sorprendente y altamente atractiva. A su vez, distintos son los instrumentos representativos de ese folclore, de potente dinamismo también en sus voces. "Estrella polar" fue, en 1995, uno más de los fantásticos discos recopilatorios temáticos con que nos sorprendía de poco en poco la compañía española Resistencia (otros fueron "Portugales", "Delicias celtas", "Atlas étnico" o, más adelante, "Grecia: de Oriente y de Occidente"). Detrás de una fantástica portada, la fuerza de la música era capaz de llevarnos muy lejos, al norte del viejo continente, por medio de bandas que ya estaban conquistando ciertos reductos de nuestras ondas, no sólo los finlandeses Värttinä o los suecos Hedningarna, fulgurantes ejemplos que ya habían desembarcado en España, sino también otros nombres que apuntaban maneras como Pirnales, Hoven Droven, Den Fule, Troka o Salamakannel. 

Hurgar en lo tradicional, siempre con el respeto y las ganas de revitalizar su folclore, es sólo una excusa para sacar de dentro de estos músicos la pasión, tanto en el apartado instrumental como en el vocal. Lo antiguo y lo nuevo se encuentran así en una eficaz fusión llena por igual de furia y de delicadeza, que sin saber por qué, tuvo en España un momento de gran repercusión e interés, con el auge de las músicas del mundo y su adscripción en el enorme saco de las nuevas músicas. Pirnales es el grupo que escuchamos en primer lugar con el tema "Krapulakatrilli": este comienzo es frenético, un estilo físico y jovial ('la cuadrilla de la resaca', se traduce el título del tema), basado en el timbre del kantele, ese símbolo nacional finlandés, instrumento de cuerda pulsada de maravilloso sonido. Este grupo, disuelto a mediados de los años noventa, se formó en la muy importante y decisiva Academia Sibelius de Helsinki, y ni mucho menos es el único ejemplo de dicha institución en este recopilatorio, aunque sorprende la ausencia en el mismo de la banda femenina Niekku. También finlandeses son, más adelante, Tallari, primer grupo folk profesional de aquel país, se dice, cuyo tema "Pelimannin Kaikuja" suena como un baile de boda, muy distinto al canto casi a cappella (sólo hay percusiones) de Angelin Tytöt, trio femenino finés (conocido como Angelit desde 1999) que practican un estilo musical lapón llamado yoik, que algunos mayores consideran pecaminoso, y que parece algo así como un ritual. Más adelante en el disco, se nos mostrará otro ejemplo de esta forma arcaica de canto propia del pueblo sami o lapón, por medio del cantante Wimme (y su tema "Boaimmás", distinto en el conjunto del recopilatorio), cuyo propósito era revitalizar esta técnica. Mientras tanto, hay que detenerse en varias bandas suecas que pueblan la primera parte del disco, comenzando por Garmarna y "Straffad Moder och Dotter" ('La madre castigada'), voces rudas (un estilo muy escandinavo, sin duda) sobre fondo aguerrido, en este tema folk rock sobre la venganza sangrienta de dos hijos. Otra melodía guerrera es la de Hoven Droven (su nombre significa revoltijo) y "Hia Hia Svämor", reelaboración de una polska del repertorio de Olov Jonnson, cuya voz se escucha al principio del tema; más folk rock impregnado en esta ocasión de la tradición lapona. Filarfolket es un grupo extinto, a pesar de tener una cierta repercusión internacional, que en "Vintervalsen" ofrecen una melodía muy llevadera con protagonismo del violín. Tres de los miembros de este grupo, Möller, Källman, Ringdahl, se reunieron para rendir homenaje a dos maestros violinistas, Habs Brimi (noruego) y Rojas Jonas (sueco), en un disco del que se escucha aquí "Skàlhallingar", extraña pieza casi de cámara, con predominio de los metales (saxos y trompeta). Antes, el dúo de violinistas Jonas Olsson / Örjan Hans-Ers nos muestran su reelaboración del repertorio tradicional sueco, especialmente polskas y valses, en una bonita atmósfera, muy delicada, titulada "Nordsjömarschen" ('Marcha del mar del norte'). No podía faltar Hedningarna en esta fiesta del norte, estos suecos que comenzaban a ser conocidos en prácticamente todo el mundo, estaban recuperando instrumentos antiguos, algunos de los cuales habían sido prohibidos por tratarse de herramientas diabólicas (de ahí el nombre del grupo, 'los ateos'), y los electrificaban, originando un sonido potente, rudo y muy original, como el de este tema de la región de Kalevala titulado "Täss'on Nainen", cantado por las vocalistas finlandesas que les acompañaban, de comienzo vocal muy suave, cuya fuerza va creciendo hasta el brusco final. Volviendo a Finlandia, tampoco podía faltar otro grupo en alza, que iba a alcanzar grandes cotas de éxito, Värttina, banda de Carelia cuyo estilo tradicional de kantele, acordeón y múltiples voces acabó triunfando en su acercamiento a músicas más actuales, pero sin perder su esencia, su exotismo, como demuestran en el tema "Outona Omilla Mailla" presente en su popular trabajo "Aitara". Más finlandeses en la compilación: Troka era un joven quinteto acústico que ofrecía en "Lellupuo-Iikoon Friioomarssi" una gran pieza folclórica, en un tono bailable, donde manda el violín; un vals es lo que escuchamos de Salamakannel (grupo que desapareció y regresó a la actividad en 2017), "Anteron Valssi", tema en el que colabora el célebre músico británico Andrew Cronshaw, de ahí su bella semejanza a una balada celta; basado en el sonido del violín es JPP, de hecho en esta polka llamada "Sänkypolska" suenan cinco violines, un contrabajo y un armonio, que aunan una buena sonoridad, con algo de clásico y algo de folclórico. Los suecos restantes son: Den Fule ('los feos'), de los que escuchamos tradición con algo de rock y de jazz en "Den blá Slätten / Ormslá"; algo parecido pero con voz por parte de los efímeros Enteli, que en "Kurg Erik och Spàkvinnan" interpretan una balada medieval con influencias jazz y étnicas; Norrlåtar fue una veterana banda de la que "Näbbskotágel Frán Norr" es un tema ameno, con algo de folclore y de jazz; y tangos renovados es la propuesta de Katzen Kapell (cuya traducción es 'Orquesta de gatos') en "Hurobas tango", una canción muy extraña, en el ocaso del disco. Y tras tanto sueco y tanto finlandés, es en el último tema donde se cuela la violinista noruega Annbjørg Lien, especialista en aunar jazz y clásica, que utiliza también la tradición, como en esta pieza titulada "Amen", acompañada de un salmo de un libro de Nils Bronson del siglo XVIII, que curiosamente parece portar aires portuarios. 

Jorge Lombardero nos cuenta lo siguiente en el libreto del disco: "Comienza la noche y bajo ella nos ilumina la Estrella Polar. Es la luz de un destino musical hasta ahora casi desconocido. Desde el más remoto silencio de un refulgente paisaje blanco, en las largas noches invernales que nos trae la nostalgia de su melancolía, o la explosión de colores cuando en el verano llega la luminosidad, y todo se cubre del verde de los extensos pinares y el azul de sus lagos. Llega el sonido de los violines, entremezclado con el lamento de las voces y el kantele acompañadas por los instrumentos que aplican los avances de las técnicas modernas. Esta es la base para una invasión de nuestra ardiente tierra. Estrella Polar es el primer resumen de la música que se realiza en los países nórdicos, principalmente Finlandia y Suecia, aunque no podemos olvidar Noruega, y en menor medida Islandia; que os quiere acercar un modelo de cómo se pueden lograr buenos resultados a través del estudio, el trabajo y el apoyo de las instituciones que promueven la música. (...) Estrella Polar es la llave que nos abre el interior de esas gentes que habitan en el norte, y que hasta hace poco tiempo nos eran totalmente desconocidas."












19.6.21

VARIOS ARTISTAS:
"Piano one"

La presentación oficial del sello Private Music se dio en 1985, con una caja de cuatro casetes con sus primeras referencias, las de Sanford Ponder ("Etosha"), Patrick O'Hearn ("Ancient dreams"), Jerry Goodman ("On the future of aviation") y la recopilación "Piano one". Enseguida llegarían nuevas obras de Eddie Jobson, Lucia Hwong, Leo Kottke o Yanni, pero en aquellos comienzos Peter Baumann, el famoso creador del sello, había grabado varios videoclips de esos trabajos pioneros, que aparte de poder verse en los canales interesados, se editaron en 1986 en forma de VHS en los Estados Unidos y como Laserdisc únicamente en Japón. Los vídeos musicales incluídos fueron el legendario "On the future of aviation" de Jerry Goodman, "Beauty in darkness" de Patrick O'Hearn, "Memories of Vienna" de Eddie Jobson, "Water garden" de Sanford Ponder y "Dragon dance" de Lucia Hwong. Private Music era una compañía tecnológica, y el mundo del videoclip se adecuaba especialmente a su propuesta avanzada, un AOR de etiqueta impulsado por el auge del formato compact disc. Sin embargo, y jugando bien sus bazas, Baumann también dejó sitio en su catálogo al instrumento más carismático del mundo acústico, el piano, y su antes mencionada cuarta referencia así lo atestiguaba, una compilación de temas de cuatro artistas, de los que sólo uno iba a grabar un nuevo plástico para el sello de Baumann.

El libreto del álbum destaca al piano como el mayor de los inventos musicales: "una orquesta en sí misma, de insuperable profundidad emocional y flexibilidad expresiva. No hay estilo de música que no se haya tocado en sus teclas. No hay rincón del mundo donde no se haya escuchado. Trueno, percusivo, audaz, introspectivo, conmovedor, curioso, inquisitivo, peculiar... el piano lo ha sido todo para todos los oyentes; la voz perfecta de compositores tan diferentes como Beethoven y Satie, Gershwin y Mozart, Franz Liszt y Jerry Lee Lewis". No son ellos los que aquí aparecían, evidentemente, y si algo se observaba en cuanto a estos protagonistas del disco, los pianistas, era la variedad de sus procedencias, tanto musicales como geográficas, el rock progresivo del inglés Eddie Jobson, el jazz del estadounidense Eric Watson y del alemán Joachim Kuhn (que comenzó en el campo clásico), y el eclecticismo de Ryuichi Sakamoto, japonés que ha unificado sin pudor en su mundo musical lo étnico, lo electrónico y lo clásico. Comienza el álbum con "New feelings", una pieza tranquila y soñadora, de un Joachim Kuhn que repite al final de la cara A del plástico con "Housewife's song", un tema paisajístico, más movido y tarareable que el que la abría. Ryuichi Sakamoto, tal vez por mediación de un Baumann que, inevitablemente, tenía que vender discos, rescata una de las más grandes piezas para cine de la época, ese "Merry christmas Mr. Lawrence" que fue más allá de la película británica-japonesa de igual título en la que venía recogida, para convertirse en un pequeño hito de la instrumentalidad melódica de los 80 (pocos han visto la película y muchos han escuchado la canción) y por supuesto en el gran recuerdo popular de su autor, cuya vitalidad artística le ha llevado, mucho antes y mucho después, por otros caminos más audaces, aunque por lo general no haya conectado tanto con el público como con esta acertada tonada que, en el conjunto de todo el soundtrack, obtuvo el premio Bafta a mejor banda sonora en 1984. En la cara B (o en séptima posición en el CD), Sakamoto aporta una segunda pieza, "Last regrets", no excesivamente elaborada pero que hay que escuchar, y que va alzando poco a poco la cara de este segundo lado, que se afianza en su final con la tercera pieza firmada por Eddie Jobson. Precisamente el británico (que aporta tres composiciones al disco) fue el músico que iba a hipnotizar al público con el siguiente álbum prensado por Private Music, el imprescindible "Theme of secrets". Los amantes del rock progresivo admiran sin duda la discografía de este multiartista, sus grandes momentos en Roxy Music, UK, King Crimson, Yes, Jethro Tull, Frank Zappa y Curved Air, pero los seguidores de la new age o de una música más tranquila y sofisticada, recuerdan especialmente "Theme of secrets" como el refugio especial de la faceta más intimista de Jobson. Mientras tanto, "Piano one" fue su vehículo de avanzadilla en la compañía, y para él aporta tres composiciones: "The dark room" (tema transparente y cristalino, muy en la onda de "Theme of secrets" aunque más a cielo abierto, sin el misterioso velo que cubría aquel maravilloso trabajo), "Balooning over Texas" (que aunque no sea de lo mejor de Jobson, otorga un poco de movimiento a la segunda parte del disco, con algo de jazz en su interior) y "Disturbance in Vienna" (anticipando el tema que estará presente en su propio disco para Private). Por último mencionar que, abriendo la cara B sin hacer mucho ruido, sonaba la pieza de Eric Watson "Puppet flower", un solo recogido, tal vez demasiado para el espíritu de Private, por lo que no es un tema a recordar en un conjunto, eso sí, bastante interesante y asequible.

Tendencias avanzadas, novedosas, que circulaban entre el piano o teclados planeadores, electrónicas palpitantes, violines que iban más allá de su papel de acompañamiento para convertirse en instrumentos rugientes, guitarras atmosféricas... Las músicas privadas escapaban de los estereotipos y jugaban un papel primordial en una serie de trabajos únicos y frescos, distintos y vivificantes, flamantes y descarados. Entre una serie de propuestas en las que la electrónica tomaba una clara preponderancia, el más grande de los instrumentos acústicos se coló decididamente en el título y desarrollo de un trabajo conjunto entre cuatro músicos, un recopilatorio de temas inéditos (al menos en sus versiones pianísticas) titulado "Piano one", que contó con una segunda entrega de lógico título "Piano two" en 1987, de nuevo formada por cuatro nombres, algo más conocidos que los del primer volumen: repite Joachim Kuhn en uno de los temas, y se incorporan Michael Riesman (famoso por sus colaboraciones con Philip Glass, y de hecho el solo de piano que propone es obra de Glass, un aria de su ópera "Satyagraha") y los afamados Yanni y Suzanne Ciani, que aportan tres piezas cada uno, alguna ya conocida ("Nostalgia", presente en el trabajo de Yanni "Keys to imagination", y las muy recordadas de Suzanne "The Fifth Wave: Water Lullaby" -de "Seven waves"- y "The velocity of love" -del trabajo homónimo-) y otras que iban a aparecer, en sus versiones completas, en futuros álbumes de estos dos artistas superventas, que mantuvieron su estancia en Private Music hasta comienzos de la década de los 90. 

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16.5.21

VARIOS ARTISTAS:
·"Lágrimas de arpa y luna"

El boom de la música new age en España (en todo Occidente, realmente) afectó a muchos tipos de música que, inevitablemente, se asociaron a la filosofía musical que huía de los arquetipos habituales y hurgaba por igual en la tradición y en la modernidad, con enfoques por lo general de una elevada espiritualidad. Fue común en esta época la aparición de recopilaciones que, con el cebo de tres o cuatro nombres importantes o piezas emblemáticas, completaban el producto con bastantes canciones de relleno. Tampoco eran malas propuestas esas "Relax", "Al otro lado", "Paraísos", "Entre hoy y mañana", "Pure Moods" o "No Stress", donde se podían hacer algunos descubrimientos importantes entre la gran cantidad de producciones de la época, pero tal vez pretendían abarcar demasiado, a la par de tener unas expectativas comerciales bastante altas. Algo antes, en momentos de cierto desconcierto, otras compilaciones supieron dar con la tecla y ofrecieron las referencias más importantes de catálogos que empezaban a llegar a nuestro país, surgiendo así "Música sin fronteras" (de GASA) o "Música para desaparecer dentro" (de Sonifolk), dos recopilatorios de sobrada calidad y un número ingente de joyas en su interior. De parecida factura al segundo, y con otro poético título, "Lágrimas de arpa y luna" fue en 1995 la segunda referencia del sello Resistencia.

Este tipo de discos recopilatorios han sido siempre una manera más de conocer (y reconocer) a una serie de artistas que posiblemente se nos podrían llegar a escapar en sus discos particulares, y no necesariamente por falta de calidad, sino más bien por casualidad, mala distribución, o por no poder abarcar una producción que, de repente y visto el éxito del momento, dio un salto importante en número. Lo que hay que destacar de "Lágrimas de arpa y luna" es que no hacía concesiones a la pura comercialidad, sino que todos sus ingredientes pertenecen al tipo de música que engalanaba Ediciones Resistencia, esas que conocimos en aquellos momentos como Nuevas Músicas, sin otro tipo de aderezos de renombre o carácter superventas. Otra hermosa portada, como la de las otras compilaciones de calidad antes mencionadas, evocaba además músicas conectadas con la naturaleza y la espiritualidad. Nada mejor que iniciar el recorrido, por tanto, que con el neozelandés David Antony Clark y su concepción natural y neoprimitiva del sonido ("Flight of the Giant Eagle" es una de las piezas importantes de su primer trabajo, "Terra Inhabitata"). También proveniente del sello White Cloud, David Downes es de esos desconocidos que no desentonan en la compilación, por medio de una canción, "Ana Faerina", presa de un encanto antiguo. Chip Davis es otro de los destacados en este primer CD, gracias al enorme "Red Wine", todo un himno contenido en el cuarto volumen de la saga 'Fresh Air' de su exitosa banda, la Mannheim Steamroller, que repite algo más adelante con "Nepenthe", otra estupenda composición para teclado y orquesta incluida en el sexto volumen de la populosa serie. Más músicos de renombre se agolpan en este disco 1, tales como Paul Machlis (grandioso su álbum "The Magic Horse", al que pertenece el tema "Patshiva", exponente de su collage de influencias), Jon Serrie (aunque el ambiente espacial de "Remembrance" no sea de los más recordados del norteamericano) o el excelso violinista escocés Alasdair Fraser (que unió fuerzas en 1991 con el percusionista Tommy Hayes en el disco de este último "An Rás", del que escuchamos "Nathaniel Gow's Lament for his Brother"), si bien encontramos también ilustres desconocidos como Eko (el guitarrista John O'Connor, con "Mirage à Trois"), Áine Minogue (arpista irlandesa, que se muestra pura y sensible en "Rí na Sidhóga") o Khenany (grupo de raíces andinas que incluye al guitarrista Brian Keane, y que participa con la pieza "Bonita"). Muy especial es el comienzo del disco 2, por tratarse de un grupo español que nació con Resistencia (fue la primera referencia del sello, dejando el segundo lugar a esta recopilación), esa conjunción de Jesús Vela y Manuel Sutil que se hizo llamar V.S. Unión y que sorprendió al público con la excelencia de su álbum "Zureo", del que queda aquí recogido "La mar por medio". Esta segunda tanda presentaba en general nombres más conocidos en aquel lejano presente de las nuevas músicas, como Chris Spheeris (tanto junto a Paul Voudouris -¿quién no recuerda su aclamado disco "Enchantment" en el que venía recogida la luminosa "Pura vida"?- como en solitario -"Aria" abría su excepcional trabajo "Culture"-), Jon Mark (un velo celta nos envuelve en "So Fair a Land"), Craig Chaquico (impactante guitarrista de herencia roquera que nos envuelve con la sensual "Gypsy Nights"), David Darling (chelista de renombre del que escuchamos "Sweet River"), Deuter (que presenta dos canciones, destacando especialmente esa delicia llamada "Ari", incluida en el disco "Henon" de este artista tan espiritual) o un Peter Kater que ya estaba en el primer disco junto a su esposa Chris White en el proyecto Flesh and Bone, y del que escuchamos en el segundo una pequeña muestra, titulada "The Death of Dull Knife", de la banda sonora para la serie documental televisiva "How the West Was Lost", que compuso junto al flautista navajo Carlos Nakai. El lado femenino lo cubren Savourna Stevenson (otra arpista escocesa que ofrecía aquí el tema de Echlin Ó Catháin "Aeolian"), Radhika Miller (una primorosa flautista norteamericana de la que escuchamos "I Once Loved a Lass") y el conjunto finlandés Niekku (que representa el folclore del norte de Europa por medio de la sugerente "Aamulla Varhain"), pero es necesario detenerse, en aquellos años de fragor de las guitarras flamencas, en el dúo de músicos de origen iraní Shahin & Sepehr, que despliegan la magia de las cuerdas en "One Thousand and One Nights", así como en los fantasiosos y aventureros sones de "The Enduring Story", que formaba parte de "Songs from Albion", esa especie de soundtrack de las novelas de Stephen Lawhead compuesto por el teclista estadounidense Jeff Johnson y el flautista irlandés Brian Dunning, antiguo miembro de Nightnoise. Destacable es también, y se trataba de algo habitual en Resistencia, el esmerado diseño gráfico del producto y la cantidad de información que le acompañaba.

En la declaración de intenciones que presenta el cuadernillo interior, se advierte que no se trata este disco "de una de tantas publicaciones oportunistas, sino que pretende ir más allá de lo trillado y superficial para adentramos en terrenos vírgenes y zonas no cartografiadas, siguiendo zigzagueantes vericuetos en pos de la belleza. Evocadoras planicies electrónicas salpicadas de voces que cantan en idiomas inexistentes, de instrumentos que nos traen resonancias de culturas ancestrales del planeta, de otras épocas de la cultura, de lamentos por la pérdida de la inocencia, de hechizos druídicos, de eclipses astrales, de expediciones al universo y a los más recónditos adentros del alma. Reconfortantes sonidos celebratorios que elevan el espíritu e inducen a la danza y, más tarde, al sosiego y la calma. Vuelos de mandolinas entre tañer de arpas. Todo eso es este doble álbum insondable, repleto de profundidades sónicas desde las que se elevan gráciles melodías universales, satélites que rotan presentando innúmeras facetas clandestinas, perennes marfiles óseos sepultados en carnes grávidas y efímeras que resurgen, como ave fénix, liberados por el fuego y los tambores de la percusión para asumir caprichosas y artísticas formas". Ni más ni menos. Indudablemente, un homenaje a la belleza de una época en la que esa característica de lo más placentero se veía personificada en este tipo de música tan válida y tan reconfortante.

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7.1.21

VARIOS ARTISTAS:
"OHM: The early gurus of electronic music"

Aunque desde hace décadas, la música electrónica (así, en general, si bien se pueden realizar multitud de subdivisiones) se asocie inevitablemente a tendencias jóvenes, modernas, de consumo popular, es innegable que sus inicios estuvieron ligados a la música culta, a las vanguardias clásicas. Explicar la historia de esos comienzos y sus primeras evoluciones en unas pocas líneas no sólo es difícil o casi imposible, sino que se trata de un auténtico disparate y una tarea pretenciosa. Menos mal que existen libros especializados, webs de sobrada seriedad o revistas musicales que deslizan interesantes artículos al respecto en sus páginas, para introducirnos en la interesante historia de esos pioneros y pioneras de la música electrónica grabada, personajes tanto ilustres como lamentablemente desconocidos, que no están tan lejanos en el tiempo. Pero la progresión de la tecnología es geométrica, y nosotros tendemos a olvidar con innegable estulticia. Para facilitar el recuerdo, un doble CD recopilatorio, publicado por Ellipsis Arts, sirvió de ayuda en el año 2000 tanto a los interesados como a los curiosos, por su especial selección de adecuadas composiciones, así como por el grueso libro que acompañaba a la obra, que definía a esos músicos seminales como auténticos gurús. Su título, de hecho, era definitivo: "The early gurus of electronic music".

Thomas Ziegler y Jason Gross fueron los responsables, durante 1999, de compilar estos temas y de bucear para ello en una historia asaz cautivadora y poco conocida del siglo XX. Primero se plantearon un límite temporal, un comienzo a mediados de siglo, y como final una barrera que se colocó en 1980, donde la electrónica se convirtió definitivamente en algo popular. La elección de los nombres que integrarían la obra tampoco fue cuestión fácil, y por supuesto las piezas elegidas de cada uno de los protagonistas, que englobaron temporalmente en tres CDs, los años 50 y comienzos de los 60 el primero, centrado en la década de los 60 el segundo y en los 70 el tercero de ellos. La poesía robótica del theremin de Clara Rockmore ("Tchaikovsky: Valse sentimentale", que anticipa futuros éxitos de versiones con el sintetizador Moog) inaugura un primer CD con músicas precursoras de la electrónica grabada, en su mayoría de difícil escucha por un carácter experimental de alto grado, compuesto de sonidos chirriantes que hoy en día consideramos de escaso gusto, de crónicas sonoras del retro-futuro o de presuntos ensayos musicales en un laboratorio químico de serie B, todo presa de la inocencia o de la provocación, posiblemente de ambas condiciones. John Cage presenta en "Williams mix", por ejemplo, la ilusión de un dial repleto de sonidos, y Pierre Schaeffer una mezcolanza de sonidos industriales grabados en "Etude aux chemins de fer". No faltan sin embargo piezas disfrutables en un sentido más ortodoxo (Olivier Messiaen propone una plegaria que suena tímida y a la vez expresiva sin la necesidad de llamar la atención por medio de una plaga de sonidos en "Oraison", Vladimir Ussachevsky con "Wireless fantasy" o Milton Babbitt tratando de asociar en "Philomel" lo operístico a lo electrónico) y un corte muy especial, "Main title from Forbidden Planet", obra del matrimonio formado por Louis y Bebe Barron, una de las más famosas aplicaciones de la electrónica en la música de cine ('Planeta prohibido', 1956, primera película con una banda sonora compuesta por completo con instrumentos electrónicos), algo que en los años 50 estaba fuera de cualquier consideración lógica, y que fue muy criticado por los músicos orquestales, es decir, "serios". En los créditos se tuvo que hablar de 'tonalidades electrónicas' en lugar de música. Con la esencia folclórica de Raymond Scott -"Cindy electronium"- comienza un segundo CD que prosigue el viaje hacia nuestro tiempo, en el que no faltan el toque femenino de Pauline Oliveros -"Bye bye butterfly"-, anticipos de viajes lisérgicos -Joji Yuasa y su "Projection esemplastic for white noise"-, sonidos descontrolados o ruidos de estática que van adquiriendo un cierto orden y limpieza -"Silver apples of the moon Part 1", de Morton Subotnick, o "Rosace 3", de Francois Bayle-, minimalistas de renombre como Steve Reich, La Monte Young -la libertad de la experimentación provocaba que pudiera presentar un pitido a lo largo de 7 minutos- o Terry Riley -que destaca con la caótica pero interesante "Poppy Nogood"-, y otras figuras de importancia contemporánea -David Tudor o Iannis Xenakis-. Con todo, una de las composiciones más interesantes del CD es la de Holger Czukay, "Boat-Woman-Song", nueva muestra folclórico-electrónica presa de enorme intensidad, del que fuera miembro fundador de la importante banda de krautrock Can. El tercer CD, por lo general, se acerca a nuestra percepción de la música electrónica, o al menos a posibilidades más recientes de interacción y distorsión, por ejemplo con las voces en el tema de Charles Dodge que lo abre, "He destroyed her image". Paul Lansky presenta de hecho, a continuación, una auténtica canción, "Her song", algo fantasmal pero que se acerca a una cierta calidez. Aunque si hay un momento especial en el tercer CD, es la aparición de las notas de apariencia secuenciada de "Appalachian Grove 1", la obra de Laurie Spiegel incluida en su álbum debut, "The expanding universe", en un tiempo (años 70, aunque el disco fue publicado en 1980) en el que la labor del músico se facilitaba gracias a un software llamado Groove. Mucho más disfrutable en general (piezas agradables como "On the other ocean", de David Behrman, o misteriosas como el "Canti illuminati" de Alvin Curran o "Music on a long thin wire", de Alvin Lucier) dan paso, como conclusión de la obra, a tres nombres tan importantes, ya englobados en la modernidad más absoluta, como son los de Klaus Schulze -que en "Melange" da un golpe en la mesa de las fusiones con una pieza excelente en la que los violines conviven con los circuitos-, Jon Hassell -que en "Before and after charm (La notte)" está más interesado en una cierta ambientalidad repetitiva neoprimitiva que él mismo acuñó como 'cuarto mundo'- y Brian Eno, del cual sería imposible prescindir por su trascendencia y genialidad momentánea, plasmada aquí en la fantasmal "Unfamiliar winds (Leeks Hills)". Se echan en falta algunos nombres, posiblemente por cuestiones legales, pero no hay duda que Jean Jacques Perrey, Pierre Henry, Isao Tomita, Michael Stearns, Wendy Carlos, Laurie Anderson, Suzanne Ciani y muchos otros, deberían haber estado ahí junto a los 42 personajes que sí están presentes en el proyecto. De hecho, no hay que olvidar el importante papel desempeñado por las mujeres en los inicios de este tipo de música, así que aunque falten las antes mencionadas y otras menos conocidas como Delia Derbyshire (conocida por interpretar el tema de la serie 'Doctor Who' -compuesto por Ron Grainer-, una de las primeras melodías electrónicas para la televisión), Eliane Radigue, Doris Norton o Kaitlyn Aurelia Smith, es de agradecer que los compiladores se acordaran de Clara Rockmore (que de hecho abre el primer disco), Pauline Oliveros, Laurie Spiegel y Bebe Barron (inseparable de su marido Louis).

La música electrónica no sólo se aprovechó de los avances tecnológicos, esas máquinas que en la imaginación de muchos amenazaban a nuestra vida futura (y que durante estas décadas eran de una complejidad espectacular, con multitud de botones y cables que en ocasiones eran de utilización compleja), sino también de un cambio de mentalidad que posibilitaba la convivencia y aceptaba que ondas y señales no creaban simplemente ruido, sino que podían ser manipuladas para que lo que sonaba pudiera ser considerado como música, aunque a veces se tratara de ruidos descorcentantes, una sucesión de efectos sin mucho sentido o ambientes de atmósferas lisérgicas. Muchos de esos presuntos desbarajustes, que no eran sino ensayos de nuevos sonidos y sin duda raíces de la electrónica actual, se escuchan en esta accesible compilación, pero también se pueden atisbar los cambios, los avances, la aparición de componentes armónicos y melódicos, en definitiva la llegada del cambio de los tiempos. Al contrario que en aquellas lejanas décadas del siglo XX en las que esta historia comenzó, y dando una vuelta novelesca a la situación, ahora lo extraño en la música moderna es que no haya electrónica en ella, y que lo natural, y así lo apuntaba Brian Eno en el prólogo de la recopilación, comience a estar obsoleto. No hay sin embargo que demonizar a la electrónica, es en el fondo la convivencia la necesaria solución al problema, con excesos maravillosos a los dos extremos, pero con fusiones perfectamente excitantes en el tramo medio. 
















11.9.20

VARIOS ARTISTAS:
"European new instrumental music"

Otra de las numerosas compañías que aparecieron de la nada durante la bonanza de la música new age en los años 80 del siglo XX fue Blue Flame Records. Fundado en Stuttgart en 1986, este sello discográfico ha indagado durante su prolífica trayectoria en una larga lista de estilos, entre los que se encuentran jazz, world music, ambient, tecno o lounge, y especialmente en crossovers naturales entre ellos con toques electrónicos. Pocos de los nombres de su nómina de músicos han sido superventas o artistas recordados (especialmente en España), aunque en pequeñas dosis, y especialmente en sus primeros años de vida, Blue Flame logró una cierta repercusión y algún que otro hit esmerado. "Solo se acepta la máxima calidad en todas las áreas de producción", señalaba su fundador, el alemán Friedemann Leinert, más conocido por su nombre artístico, Lenny Mac Dowell. Junto a su mujer, Ilona Leinert, buscaron de manera exhaustiva la independencia en un tipo de música en la que creían, con la que disfrutaban, y a la que dedicaban toda su experiencia y creatividad, a nivel musical Friedemann y en el campo administrativo, promocional y de diseño, Ilona. Así, y haciendo del lema "Blue Flame graba música sin fronteras" su propia inspiración, se hicieron con un catálogo tan interesante como para disfrutar de algunas de sus pequeñas joyas en recopilatorios como el que publicaron en 1989, de título "European new instrumental music".

Se trata ésta de una compilación doble, por lo que contiene bastante material, que oscila entre la excelencia y un cierto hastío. El comienzo del primer disco es mas efectivo por nombre que por calidad instrumental, pues los Tangerine Dream de los 80 no se acercan a los profundos y explosivos de la década anterior. Se trata además de un tema de una banda sonora no muy conocida, la de "Shy people". Así, la rítmica melodía de "Civilized illusion" se aleja de la bondad de otros productos de la banda alemana, dibujando una melodía facilona que solamente funciona como toma de contacto rápida, un intento de atraer compradores colocando al grupo alemán en cabeza de cartel. Algo parecido sucede un poco más adelante con Enya, otro nombre capaz de vender discos por sí solo, si bien en esta ocasión se puede hablar de acierto. Cualquier creación de la irlandesa en esta época es sinónimo de atención y calidad, y "Aldebaran" se detiene en otra gama de sonoridades, más cósmicas que las habituales en ella (también más cercanas a la estética de la compilación), pero contiene su sofisticada firma en el cuidado efecto multivocal -en la primera fase de su desarrollo-, susurrante y atrayente como si fuésemos un Ulises cosmonauta. Aparte, dos son las grandes melodías triunfadoras de este primer disco: del primer trabajo del danés Kristian Lilholt ("Chair in air") nos llega "Uncertain position", las notas pausadas y distinguidas del teclado impregnan de magia este gran tema, ayudadas por una atmósfera brumosa y un cierto componente muy directo y cercano que va creciendo con el paso de los minutos. Y como estupendo colofón, "Icarus" es una de las grandes canciones de otro danés, Klaus Schønning (de su disco "Arctic light"), plena de magia y aventura, en un estilo folclórico avanzado. No son las únicas piezas de ambos artistas en el álbum, pues en "Celestial mirage" Schønning también se deja seducir por un pasaje neoclásico y le aporta un sello propio, con autoridad, aunque de manera un tanto inconexa, y en "Blue red horizons", de ecos orientales, Lilholt se queda simplemente en agradable. Algo más se disfrutan "Free fall" (de Lenny Mac Dowell, donde un teclado cíclico y una melodía aflautada se bastan, junto a una suave percusión jazzística, para desarrollar una pieza sosegada y sin ningún sobresalto) o "Waves" (del dúo formado por Martin Kolbe y Ralf Illenberger, donde se nota la complicidad de estos dos amigos que ficharon años después por Narada, pues este tema, presuntamente sencillo, suena espontáneo y ameno, con unas cuerdas muy seguras y potentes). Completan esta primera parte del recopilatorio el suizo Alap Jetzer con una composición danzarina y de aspecto muy natural, "Joy-Ensemble", de cuerdas briosas, y la atmósfera relajante del tema "Space quest" de la banda de Peter Kuhlmann, Romantic Warrior, ambiente espacial sin gran trascendencia. Algo menos animado resulta en general el segundo disco, si bien presenta a otra serie de artistas tan importantes como la Blue Chip Orchestra (cuyo espíritu abierto y vanguardista deja su sello en la recopilación con "Bolero Carmin"), Blonker (inventivo y siempre bien recibido por sus agraciadas guitarras, que en "Voice of Autumn" investiga en paisajes mas propios -si atendemos al cliché- del desértico oeste que de la frondosa Alemania, con un resultado algo largo pero entretenido) o el holandés Rick van der Linden (presente tanto en solitario con el tema "My pianoman" como con su grupo Ekseption en "Ekseptional", resaltando en ambos casos su faceta de recreador clásico con acercamientos al rock sinfónico y al progresivo). También repite Lenny Mac Dowell, y por partida doble, aunque ni "Colours of love" ni "Shikara" destacan especialmente. Tampoco acaban de convencer Christoph Spendel con "Six silent steps" ni Pat Wilcox con un "Moontalk" que parece aspirar a banda sonora de película erótica de los 70. Son, eso sí, otras dos las piezas destacadas de este segundo disco del recopilatorio: el guitarrista alemán Matthias Thurow presenta en "Detour" un tema amable y conocido en el que vale la pena detenerse, exultante y con dosis de intriga, con su fondo burbujeante repetitivo, fantasmales efectos sonoros y una melodía de viento para disfrutar. Y como conclusión de esta aventura musical europea, otro alemán de gran trayectoria, el sintesista Robert Schroeder, del que se selecciona "Soft touch", secuencia sencilla pero potente y muy gozosa, que enseña un camino importante en la escena electrónica europea mas vanguardista. "Detour", "Soft touch", "Uncertain position", "Aldebaran" y "Icarus" son, posiblemente, lo mejor de las 20 composiciones propuestas por Blue Flame en una recopilación necesaria y con momentos atrayentes para mentes abiertas.

¿Hay una manera europea y otra americana, africana o asiática, de hacer las cosas en el mundo de la música? Parece evidente que sí, como en prácticamente todas las artes se pueden distinguir formas y detalles que identifican los orígenes de las formas musicales, aunque la globalización haga cada vez más que un producto sea de un determinado lugar no por sonar a ese lugar sino por estar hecho allí. En las postrimerías del siglo XX, sin embargo, aún se podía apreciar cierta pureza en los géneros musicales, y en cuanto a los asociados a las Nuevas Músicas, lo instrumental, lo electrónico o el folclore avanzado, algunos sellos europeos de estos géneros (Blue Flame principalmente, pero con aportaciones de Edel Company, Mood Records, BBC Records, Erdenklang, RCA/BMG Ariola, Phonogram y Racket Records) iban a unificar sus propuestas en un solo CD recopilatorio titulado genéricamente "European new instrumental music". Con mucho de interés y bastante de acierto, este doble álbum quedó como una demostración de un tipo de sonido adelantado en aquella época, en un estilo por lo general melódico atmosférico, sin grandes alardes pero buenas interpretaciones, donde la electrónica y el jazz entraban de lleno, posiblemente por influencia de sellos puntales como ECM, aunque su incidencia fuera mayor en el este de Europa que en España, donde su distribución y radiodifusión no fueron extraordinarias.

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23.6.20

VARIOS ARTISTAS:
"Celtas"

Cada vez que un estilo musical, por unas o otras causas, cobra éxito o protagonismo entre la audiencia, las casas de discos se afanan por conseguir su parte del pastel. Cuando la músicas de raíz (folclóricas, tradicionales, world music...) se pusieron de moda en los 80 y los 90, aparecieron numerosas colecciones que se aprovechaban de la situación, si bien sólo unas pocas resultaban lo suficientemente interesantes como para justificar su compra. En España también se produjo un gran nivel de competencia por llegar a un alto rango de público y de posibles ventas de discos, y compañías como Lyricon (la división para Nuevas Músicas de Sonifolk) se pusieron manos a la obra con eficacia. Su fabuloso catálogo, fruto de la publicación en nuesro país de los trabajos foráneos de artistas como Himekami, Dead Can Dance, Bill Douglas, Constance Demby y muchos otros, se tradujo en inevitables -pero absolutamente necesarias en esos tiempos de descubrimiento- compilaciones, especialmente los tres volúmenes de "Música para desaparecer dentro". Dos años después de su primer volumen, con el que dieron a conocer a varios de esos grandes artistas, sus responsables supieron hurgar en catálogos de sobrada calidad en entornos más delimitados, como el de la música tradicional de corte celta, ese folclore irlandés y escocés -así como el de otras naciones específicas- que estaban conociendo también un nuevo auge, de lo que íbamos a sufrir un cierto hartazgo, especialmente cuando a la llamada acudieron todo tipo de bandas y artistas de calidades controvertidas. Explorando con sapiencia en ese folclore, Lyricon ofreció en 1993 un recopilatorio bien estudiado y presentado como fue el titulado simplemente "Celtas".

Con un sobresaliente diseño gráfico y un libreto profusamente documentado, "Celtas" no sólo es un ejemplo de compilación bien escogida y trabajada, sino que supone además toda una declaración de intenciones por parte de una compañía en cuya publicidad Manuel Domínguez hablaba así del proyecto: "El interés por la música celta se ha reavivado en los últimos tiempos por los caprichos del mercado. El auge de la música de la nueva era y la utilización de esta vía por algunos de los más prestigiosos músicos británicos -Relativity, Nightnoise- tienen bastante que ver en el asunto (...) En los prósperos setenta una legión de jóvenes, atraídos por una música muy en contacto con la tradición, pero abierta a nuevas formas de trabajo, se incorporó al plantel de grupos establecidos desde el revival folk de los cincuenta. Grupos que hace cerca de quince años presentó en España Guimbarda, como los escoceses Tannahill Weavers o The Battlefield Band, vuelven de la mano de Arpa Folk, mostrando la generosa cosecha de una espléndida carrera. Igual que la Bothy Band, reliquia del pasado, cuya música suena cada día más fresca, o los supervivientes Albion Band y Sily Wizard. Quienes vuelvan a centrar ahora su atención en los arcaicos sonidos de las gaitas y las flautas, además de ese confortable reencuentro con los que siempre estuvieron allí, en su sitio, descubrirán con placer nombres nuevos, como los escoceses Capercaillie y los irlandeses Altan, que no son precisamente grupos noveles. También una serie de instrumentistas, entre los que abundan las mujeres, que vienen a sumarse a la heróica Maighread Ní Dhomhnaill. Nos referimos a Connie Dover, Catherine Ann McPhee y Sharon Shannon. Puede que lo celta esté de moda, se admiten opiniones. Pero donde no cabe la menor duda es en que los participantes en esta grabación sean algunos de sus más genuinos artífices". Bandas míticas (tanto escocesas -The Tannahill Weavers, The Battlefield Band, Ossian, Silly Wizard- como irlandesas -The Dubliners-, inglesas -Albion Band- o esa deliciosa unión de dos hermanos irlandeses - los O'Domhnaill- y dos escoceses - los Cunningham- que supuso Relativity) se encuentran con grupos de proyección absoluta -Capercaillie, Altan-, y solistas de impoluto renombre -Liam O'Flynn, Arty McGlynn, Andrew Cronshaw- ceden terreno a nuevos nombres a tener en cuenta -Sharon Shannon, Connie Dover-. Hay además presencia española a cargo del cantante vasco Benito Lertxundi, y de dos grupos gallegos, Citania y Matto Congrio, en el que pululaba un joven Carlos Núñez. Pero ante todo, más que los nombres, lo que suena desbordante es la música, de la que hay soberanos ejemplos. Por ejemplo, estas son las composiciones destacadas en el CD1: Orgulloso y alentador es el comienzo, ese espectacular set clásico de los escoceses The Tannahill Weavers, liderados por el vocalista Roy Gullane, dividido en cuatro partes, A) "Donald MacLean's Farewell to Oban" (una marcha compuesta por el escocés Archie MacNeill); B) "Dunrobin Castle" (un reel tradicional escocés); C) "The Wise Maid" (un reel irlandés que han grabado también, por ejemplo, Planxty); D) "Iain's Jig" (una jiga tradicional escocesa adaptada por el gaitero de la banda, Iain MacInnes). Tema representativo en el repertorio de Capercaillie, la canción tradicional de trabajo de la isla de Barra "Alasdair Mhic Cholla Ghasda", es una demostración de la conjunción instrumental y vocal de este conjunto en alza en aquella época. También con una 'waulking song' y proveniente de la misma isla, Catherine Ann McPhee interpreta (con Savourna Stevenson al arpa) "Mìle Marbhphaisg Air A'ghaol". De la ecléctica y mítica Battlefield Band se seleccionan dos reels tradicionales pero interpretados en tempo lento, "Seann Bhriogais Aig Uilleam / Lady Margaret Stewart". Benito Lertxundi adapta otro tradicional escocés (que descubrió por una versión de Alan Stivell) con su propia letra en euskera, "Entzun zazu". La joven y talentosa Sharon Shannon nos brinda su interpretación al acordeón y violín de "The Blackbird", compuesta por dos tonadas tradicionales, una jiga y una melodía cajún. Acabando con lo más excelso de este primer disco, el grupo de Mairéad Ní Mhaonaigh, los irlandeses Altan, interpretan en gaélico la canción de bodas "Dónal Agus Mórag", y el supergrupo Relativity nos dulcifica con el instrumental compuesto por Johnny Cunningham "When She Sleeps", incluído en su gran álbum "Gathering Pace". En cuanto al CD2: Los barbudos irlandeses The Dubliners lo abren con la canción de aspecto tabernero "Eileen Óg", mientras que los escoceses Silly Wizard muestran en directo su delicada instrumentación y la gratificante voz de Andy M. Stewart en esta canción sobre la emigración, "The Valley of Strathmore". Si de intérpretes legendarios hablamos, uno de los más grandes era el gaitero irlandés Liam O'Flynn, del que se selecciona la grandísima pieza tradicional "Éire", una de las muchas maravillas que nos ha legado este antiguo miembro de Planxty. Varios temas la suceden, entre ellos "O'er the Hills and Far Away" de la cantante folk americana Connie Dover, el set del guitarrista Arty McGlynn "Lead the Knave / Bunker Hill" o el tradicional "An Cailín Gaelach" interpretado por Maighread Ní Dhomhnaill, hermana de los componentes de Nightnoise, Tríona y Mícheal que, junto a Dónal Lunny y en su banda The Bothy Band, cierran con extraordinaria contundencia el recopilatorio con otra pieza mítica (que pasó luego al recuerdo en el repertorio de Nightnoise), el tradicional en gaélico, exclusivamente vocal, "Fionnghuala".

Mucho más difícil de encontrar, la continuación de esta colección en 1996 pasó a manos del sello Resistencia. "Celtas vol. II", que tornó la portada a color azul, se nutría de artistas por lo general igual de conocidos que en el volumen anterior (Planxty, Liam O'Flynn, Davy Spillane, Seán Keane, Dougie MacLean, Alan Stivell o Paul Mounsey), con piezas absolutamente emblemáticas como "Midnight Walker" (del gran gaitero irlandés Davy Spillane) o "Gloomy Winter", del escocés Dougie MacLean. Además, algunos ejemplos de bandas de la nueva generación como Kila, Deiseal o The Colour of Memory, y una sola presencia española, la del grupo gallego Berrogüetto. Mientras tanto, y como primer volumen y acercamiento a esta cultura, "Celtas" no tiene desperdicio en su selección de grandes piezas que por ese entonces no eran especialmente conocidas en esta España que había visto cómo DRO exploraba el año anterior en los mismos sonidos con otra curiosa compilación que logró un cierto renombre, titulada "Gaitas, violines y otras hierbas". Con la distribución de Arpa Folk, "Celtas" ayudó a fortalecer esa tendencia en alza y se convirtió en una nueva referencia a tener en cuenta para los que buscaban otro tipo de sonidos, más conectados con la tradición.

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3.5.20

VARIOS ARTISTAS:
"Karma (Música para el nuevo milenio)"

Una de las consecuencias directas del auge en popularidad y ventas de las Nuevas Músicas en los 90 fue la proliferación de discos recopilatorios que, con mayor o menor fortuna, presentaban parte del catálogo de compañías de todo tipo, pequeñas o grandes, artesanales o multinacionales, anodinas o interesantes. Uno de los ejemplos más eclécticos y ciertamente interesantes de esta panoplia de compilaciones fue "Karma" (publicado en España por EMI en 1995), que presentaba una variopinta colección de artistas sin conexión aparente entre sí, salvo (aparte de por su catalogación fuera de los circuitos más populares) por un cierto componente espiritual de fondo en sus creaciones. "Música para el nuevo milenio" era el subtítulo de este doble CD de pretensiones contemplativas, místicas por momentos incluso, para ser escuchado en contextos urbanos y tomar algo de oxígeno. Lo más extraño de su listado de artistas, la convivencia de grupos pop, world music, electrónica suave, jazz y música sacra. Por extraño que parezca, estos elementos conviven e interactuan a la perfección y constituyen una pequeña escapatoria al estrés, al menos durante su hora y media de duración.

En el budismo y el hinduismo, se define el Karma como la creencia o la ley cósmica según la cual toda acción tiene una fuerza dinámica que influye en las sucesivas existencias del individuo. Es decir, sería una especie de energía que se genera con nuestros actos y nos acompaña durante toda nuestra vida. ¿Y qué mejor para activar positivamente nuestra energía que la música? Aun dentro de un rango estilístico muy determinado, dedicado a la relajación y las armonías para el bienestar del espíritu, la compilación es bastante ecléctica. Ahora bien, ¿quien decide que es lo que pertenece o no a cada género musical?, ¿quién dicta lo que hay que colocar en cada estantería de las tiendas o en cada apartado de las webs musicales? En este caso es la sensibilidad, la estética y una decidida espiritualidad lo que determina la mezcla, pero puede parecer chocante la unión de grupos tan dispares como El último de la fila o Radio Tarifa con artistas como Suzanne Ciani o Franco Battiato, y presencias tan religiosas como el Coro de monjes del monasterio de Sto. Domingo de Silos o The Radha Krsna Temple. Sorprende especialmente el recibimiento del disco, un (gran) grupo de pop español como El Último de la Fila ofreció como cierre de su trabajo "Astronomía razonable" una pieza instrumental de soberana belleza, compuesta por Manolo García, de título "Mar antiguo (instrumental)". Su inclusión abriendo este "Karma" no presenta discusión. No faltan canciones de músicos de primer nivel en el CD1, moviéndose entre el folclore del grupo portugués Madredeus con "O pastor" (un prodigio que lanzó al estrellato a la banda comandada por la voz de Teresa Salgueiro) o de El Misterio de las Voces Búlgaras con "Polegnala E todora", el minimalismo de Philip Glass con su pieza corta "The photographer", o otra de las cumbres del álbum, una excelsa canción del cantautor italiano Franco Battiato titulada "La sombra de la luz", poesía inaudita al servicio del karma. Continuando con el disco 1, es asombrosa la cantidad de géneros implicados en la misma causa, la ópera está representada por María Callas ("La mamma morta", que sonaba en la película 'Philadelphia'), la música sacra por el británico John Tavener ("Thunder entered her") y el jazz por el compositor estadounidense -impulsor del proyecto Jazzpaña- Vince Mendoza ("Start here") y la vocalista Cassandra Wilson ("You don't know what love is"), sin olvidar la suave electrónica de Suzanne Ciani y su gran composición "The velocity of love". El segundo CD no presenta tantos nombres conocidos como el primero, siendo sus representantes más populares el japonés Ryuichi Sakamoto ("Acceptance"), el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos (con "Alleluia", presente en su disco sorprendentemente multivendedor "Las mejores obras del canto gregoriano"), el grupo folclórico español Radio Tarifa (con "Mañana", presente en su trabajo "Rumba argelina"), que cobró fama en los circuitos de músicas tradicionales europeos en los años 90, o la actriz y modelo Milla Jovovich, que en su sorprendente faceta de cantante (bajo el nombre de Milla) no desentona con la canción tradicional ucraniana "In a glade". Aunque comience con la canción "Ti Eliz Iza" del grupo (liderado por Eric Mouquet, miembro de Deep Forest) Dao Dezi, la religiosidad se impone especialmente en esta segunda parte: "Govinda", del Radha Krsna Temple, es la primera muestra (una producción de George Harrison -que ayudó a popularizar la música hindú en occidente- de comienzos de los 70), a la que suceden "The music from Hildegard Von Bingen" del grupo Vision (liderado por Richard Souther, que se mueve en el terreno del clasical crossover), o los mencionados Sakamoto ("Acceptance" no es sino la pieza de títulos finales de la película 'El pequeño Buddha') y el Coro de Monjes del Monasterio de Sto. Domingo de Silos. Aparte quedan sus dos piezas clásicas, el conocido dueto de las flores ("Viens Mallika") de la ópera "Lakmé" del francés Delibes, o el "Stabat mater" de Antonio vivaldi, también de lógica inspiración religiosa. El CD culmina con la voz de la cantante británica Shara Nelson ("What silence knows"), famosa por sus colaboraciones con Massive Attack. Varias versiones diferentes de la compilación fueron publicadas, con distintas portadas, según el país que las recogía. En Grecia el recopilatorio venía contenido en un solo CD, del que solamente estaban presentes siete de las composiciones del doble español (además se podían escuchar a Vanessa Mae, Ian Anderson o Angelo Branduardi). Mientras tanto, en Mexico, además de El último de la fila, Franco Battiato o el Coro de Monjes de Santo Domingo de Silos, la recopilación recogía también composiciones de Enigma, Aleks Syntek, Brian Eno o Sacred Spirit. 

No hay libreto en este doble CD, la información viene contenida en las propias páginas desplegables, tanto el listado de temas y autores, como este texto explicativo: "La música que está contenida en Karma tiene una melodía común, la búsqueda y el acercamiento a la tranquilidad y el encuentro de caminos que llevan al interior de las cosas y de uno mismo. El Nuevo Milenio es una realidad cercana, el mundo está cambiando paso a paso y el deseo de encontrar respuestas es cada día mayor. Probablemente, los músicos son los que más avanzan en estos nuevos caminos y por tanto la música es un vehículo clave en el encuentro de las nuevas respuestas. Músicos de distintas lenguas, distintos países y distintas culturas se unen en una común idea. Karma es un resumen de las tendencias del Nuevo Milenio. La música de Karma quiere ser un oasis de calma en un mundo lleno de ruidos discordantes y negativos. Karma abre un paréntesis positivo para la iniciación de un camino interior de la mano de sonidos relajantes, llenos de fuerza y de sentido".

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30.12.14

VARIOS ARTISTAS:
"Adagios del siglo XX1"

El incomparable skyline de Manhattan es la imagen que nos aborda para ilustrar "Adagios del siglo XX1", una recopilación con acento español, pero publicada por la compañía norteamericana -neoyorquina, de hecho- Elektra Nonesuch. La fotografía, obra de Paca Arceo tratada por ordenador que rememora décadas pasadas -y no sólo por incluir las torres gemelas-, refleja lo que vamos a encontrarnos en el suculento interior: esta interesantísima compilación nos introduce de lleno en una exitosa generación de músicos contemporáneos norteamericanos (salvo Piazzolla y Górecki) que despuntaron en varios momentos del siglo XX, tal vez no tan popular y nacionalista como la del salto del XIX al XX, pero con parecida esencia romántica y emocional a pesar del cambio de formas, dados los avances tecnológicos incorporados al arte musical con el tiempo. Era el minimalismo la propuesta más incorporada en el disco que nos ocupa, por mor de la fama y predicamento de algunos de los nombres implicados, y aunque temporalmente algunas de las creaciones del mismo databan de décadas atrás, supieron encontrar su hueco en las conciencias del cambio de siglo junto a las obras de otros músicos que en esos momentos destacaban en las listas de éxitos, no sólo de la música contemporánea sino de la clásica en general o del enorme saco de las nuevas músicas.

El siglo XX, conflictivo, revolucionario, dejaba paso a una nueva centuria prometedora, ilusionante, pero este disco se publicó realmente varios años antes de ese relevo, concretamente en 1997, por lo que los músicos adscritos lo son por visionarios, por buscadores de una belleza que más que recordar el pasado intentan ilusionar con el futuro, basándose en composiciones lentas y altivas como son por definición los adagios (se considera adagio a una pieza musical cuyo tempo es lento). Y en cuanto a 'buscar la belleza', quién mejor que Ramón Trecet para prologar el álbum, destacando en su escrito ese carácter actual, comprometido y luminoso ('del infierno del polvo al imperio de la luz') de los artistas que pueblan el CD. Lo inaugura Philip Glass, que proporciona tres temas al conjunto: "Living Waters" (creación magistral, de una impenetrable incertidumbre y aires de funeral -fluida como una incesante marea, escribe Ángel Romero en el libreto-, perteneciente al álbum "Anima Mundi" y recuperada sabiamente para la película "The Truman Show" dos años después de esta compilación), "1957 - Award Montage" (claro ejemplo de compases glassianos, pertenecientes en esta ocasión al film "Mishima" -interpretados por el Kronos Quartet para su disco "Kronos Quartet Performs Philip Glass"-, en el que Philip contribuyó notablemente a crear su intensa atmósfera onírica y dramática) y "The Unutterable" (otro adagio fílmico de una banda sonora tan imprescindible en la discografía de Glass como la de "Powaqqatsi"). No es el único que aporta su visión profundamente minimalista, pues de Steve Reich suena "Movement II" de su trabajo "Tehillim - Three Movements for Orchestra", una pieza intrigante y con interesante percusión en el cenit de la misma, si bien escasa duración para llegar a expresar algo más importante en el devenir de una compilación marcada especialmente por la enormidad de Barber o Górecki y lo accesible de Glass. Mientras tanto, un tercer minimalista americano en discordia, aunque algo más apartado del término, es John Adams, y en su composición "Tromba Lontana" -del logrado álbum "The Chairman Dances"-, podemos entrever ecos de Charles Ives y una especie de nueva 'pregunta sin respuesta' en la música americana, hermosa y atípica, que parece conectar con otra realidad, lejana e imperturbable; su segunda incorporación al álbum es "Disappointment Lake", pieza extraña en el de Massachussets, esencialmente por la guitarra, también por su disfrutable carga ambiental y una desconcertante experimentalidad para lo que el recopilatorio promete, es decir, adagios. Aun así, resulta profunda e interesante en su irreverencia. También el folclore tiene cabida en el disco, por medio de dos artistas de excepción, el argentino Astor Piazzolla ("Oblivion" es un lamento teatral de esencia tanguera, un homenaje al bandoneonista por parte de un cuarteto comandado por Gidon Kremer, que grabaron el CD "Hommage а Piazzolla") y el paisano de Philip Glass (nacidos ambos en Baltimore) Bill Frisell, del cual destaca el corte "Egg Radio" (balada con aires tropicales y final abrupto y desconcertante) algo más que esa suave mezcla de estilos titulada "Beautiful E.". El mundo del jazz viene representado, además de por la fusión del mencionado Frisell, por el clarinetista Don Byron, neoyorquino como Reich (la Costa Este domina totalmente la parte estadounidense del álbum), del cual se puede escuchar la versión que para su trabajo "Bug Music" realizó del pequeño tema "Charley's Prelude" de Louis C. Singer, una buena recreación, bailable y disfrutable (en absoluto un adagio, por lo que su inclusión es bastante forzada, aparte de su remota procedencia temporal), de una época lejana y descolorida, pero animada y glamourosa, como lo fueron los años 30 y 40 en New Orleans. Dentro de este conjunto variado y de sobrada excelencia, posiblemente queda lo mejor por comentar, y es que entre la celebridad de ciertos adagios de Albinoni, Beethoven, Rodrigo o Ravel, se encuentran también el "Adagio" de Samuel Barber y, algún peldaño por debajo en popularidad pero muy bien posicionado en cuanto a crítica y ventas, la "Tercera sinfonía" de Henrik Górecki. Sin palabras deja prácticamente el primero de ellos, la pieza de Barber fluye gratamente (no en vano se dice que está inspirada en la descripción que de un río hace Virgilio en su poema 'Las Geórgicas'), proponiendo por igual alegrías y tristezas, y cuando ya ha dado todo de sí, que es mucho, se esfuma tan silenciosamente como llegó, dejando un severo sentimiento de levedad en el oyente. Sin duda una obra inmortal por méritos y la extraordinaria inspiración del músico de Pensilvania fallecido en 1981. Generalmente se llamaba adagio al segundo o tercer movimiento de una sinfonía o concierto, así que la elección del segundo movimiento ('Lento e Largo - Tranquillissimo') de la "Symphony No.3" del compositor polaco Henryk Górecki es tan coherente para cerrar el disco como conmovedora es su escucha. La agonía que quedó impregnada en los campos de concentración sirvió para que Górecki creara su célebre 'Sinfonía de las lamentaciones', una partitura tiznada de eterna emoción que, en la versión de Elektra cantada por Dawn Upshaw, le aupó a las primeras posiciones de las listas de ventas no sólo clásicas sino generales, cifras de cinco dígitos dificiles de alcanzar en la música clásica, y más para un compositor cuyo nombre no sólo no era conocido sino difícil de pronunciar y de escribir.

Lleva activa muchos años con algunos saltos estilísticos, pero fue en la década de los 90 cuando Elektra Nonesuch, con un ojo en la música de los Estados Unidos y otro en la estética de la europea ECM, adquirió las características por las que será recordada, especialmente gracias al minimalismo americano. El gran público puede disfrutar desde entonces de grabaciones de calidad de los músicos arriba descritos y de otros como John Zorn, Morton Feldman o Robert Ashley. De impecable factura e innegable acierto, "Adagios del siglo XX1" era una compilación de postín, debemos sentirnos orgullosos al decir que se trataba de una edición exclusiva de nuestro país, ideada por Angel Romero y Pilar García, y publicada con el beneplácito de Elektra Nonesuch y concretamente de David Bither -su vicepresidente en aquel momento-. En un estilo parecido de música contemporánea de calidad, es necesario recomendar encarecidamente la escucha de otras dos compilaciones de la época: "Music at the Edge (The Ultimate New Music Collection)" (BMG, 1995), en la que se podía escuchar entre otros a Tavener, Pärt, Messiaen, Glass o el mismo corte antes mencionado de Górecki, y "Renaissance of the Humanity" (Catalyst, 1996), con composiciones de Arvo Pärt, Jan Jirasek o Hildegard von Bingen.












30.1.14

VARIOS ARTISTAS:
"A Winter's Solstice"

Presentar los productos más importantes de una compañía discográfica, ya sea temporal o temáticamente, en forma de samplers o discos recopilatorios no es nada nuevo, ni lo era cuando Windham Hill y Narada competían en los 80 por la supremacía en el mercado -americano y mundial- de la música de la nueva era. "Windham Hill Records Sampler", seguido del número del año en cuestión, fue la oferta anual del sello de Will Ackerman desde 1981 (Narada los denominó "Narada Sampler" y "Narada Collection"), y "An Evening with Windham Hill Live" supuso un detalle de distinción al ofrecer una estupenda selección de composiciones en vivo de sus mejores artistas. Esa oferta sin embargo se tornó incluso más sugerente a comienzos de 1986, al publicar una compilación temática en la que, por vez primera en esta compañía, las canciones eran exclusivas, composiciones no incluidas en los trabajos de los músicos implicados sino de dedicación plena para el tema en cuestión del recopilatorio, en este caso algo tan hermoso y lleno de recuerdos como la navidad, bajo el apasionante título de 'solsticio de invierno'.
 
"A Winter's Solstice" era la referencia número 45 en estos primeros diez años de Windham Hill, y sólo apareció unos meses después de otro extraño recopilatorio titulado "Windham Hill Records Piano Sampler", extraño por no reunir a músicos del sello (salvo a Philip Aaberg o el futurible Tim Story) sino a otros más desconocidos (Michael Harrison o Richard Dworsky), con canciones tanto nuevas como ya conocidas o publicadas ese mismo año 1985. Volviendo al trabajo que nos ocupa, "Jesu, Joy of Man's Desiring" es el alegre tema de comienzo, a cargo de David Qualey. Habíamos escuchado unos años atrás la interpretación de esta colosal miniatura de J. S. Bach por parte de George Winston en esta misma compañía ("Joy", en su álbum "December"), pero la guitarra de este efímero artista en Windham Hill consigue un nuevo punto de vista en la misma partitura, un estupendo inicio al que siguen Ira Stein y Russel Walder con "Engravings II", una calmada pieza de aromas medievales escrita por Ira. Will Ackerman no podía faltar a esta cita con otra inmensa guitarra (acompañada por el violonchelo de la miembro del Kronos Quartet, Joan Jeanrenaud), mientras que el primer solo de piano lo introduce un tranquilo Philip Aaberg, que reinterpreta "High Plains", pieza que daba título a su primer álbum en la compañía californiana. Numerosos álbumes de esta primera época de Windham Hill atestiguan que en su nómina se habían unido grandes artistas y que algunos de ellos estaban en un soberano estado de gracia. Sin ir más lejos, Billy Oskay y Micheál Ó Domhnaill presentaban a continuación una de esas cancioncillas navideñas que se han convertido en pequeños clásicos de las nuevas músicas, la evocativa "Nollaig", que en gaélico quiere decir, precisamente, navidad; Nightnoise aún no había alcanzado su madurez (de hecho el grupo aún no había presentado su primer plástico bajo esa denominación) pero este dúo dejaba su impronta en esta compilación que continuaba con el conocidísimo "Greensleeves" a cargo de la pianista Liz Story, una pieza que regrabará durante la siguiente década con un tempo algo más acelerado para su álbum, también navideño, "The Gift". El desfile de nombres continúa con Mike Marshall y Darol Anger (con otra pieza de Johann Sebastian, "Bach bourée"), Malcolm Dalglish ("Northumbrian Lullabye") y se cierra con otros dos nombres de excepción: el trompetista Mark Isham interpreta "A Tale of Two Cities", un emblemático himno de su autor desde entonces, y el siempre reverenciado grupo Shadowfax, con la sonoridad del lyricon (esa especie de flauta electrónica interpretada por Chuck Greenberg) por bandera, aporta "Petite aubade", el único tema no compuesto exclusivamente para la recopilación (si exceptuamos la comentada regrabación de la pieza de Philip Aaberg), ya que venía recogido en el álbum "Watercourse Way".
 
La serie "A Winter's Solstice" continuó durante varios años hasta completar seis interesantes entregas, aparte de otras dos tituladas "A Winter Solstice Reunion" y "Winter Solstice on Ice". Además, "The Essential Winter's Solstice" era un doble disco que recogía 28 composiciones de la serie, cuatro de ellas del primer volumen, las interpretadas por Liz Story -que abría el álbum-, David Qualey, Will Ackerman y Mark Isham. Caso aparte en esta sucesión de samplers navideños eran la inclusión de villancicos interpretados conjuntamente por varios artistas de la compañía (acreditados como Windham Hill Artists), destacando especialmente "Carol of the Bells" como primer ejemplo en la cuarta edición (villancico ucraniano que había popularizado George Winston años atrás) o "Angels We Have Heard on High" en la quinta, la primera de la saga en la que, curiosamente, aparece el mencionado George Winston (en esta ocasión junto a Keola Beamer), un Winston fijo desde entonces en la serie. Cualquiera de esos ocho volúmenes son altamente interesantes, si bien el primero de ellos fue el más original, el auténtico, el que primero llevó a los espectadores la magia navideña en portadas estupendas y músicas maravillosas.

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10.5.13

VARIOS ARTISTAS:
"Diálogos con la música"

Como La 2 de Televisión Española, en la radio estatal también hay emisoras para minorías, que intentan difundir aspectos culturales de calidad que se intentan apartar de la comercialidad más banal. Una de las más activas e interesantes, Radio 3, nació como emisora en 1981, y dió lugar a una vasta e importante programación musical alternativa entre la que despuntarían notablemente profesionales como Antonio Fernández (Área Reservada), Diego A. Manrique (El Ambigú), Carlos Galilea (Cuando los elefantes sueñan con la música), Tomás Fernandez Flores (Siglo 21) o José Miguel López (Discópolis), recalando de esta manera en su dial desde el jazz y la world music hasta el indie, el flamenco o la música electrónica. Eso sí, en la memoria colectiva de las Nuevas Músicas en España hay por encima de todos un nombre casi legendario proveniente de Radio 3, un programa que fue más allá de las buenas intenciones y durante varias décadas amenizó las sobremesas de miles de 'buscadores de belleza', un territorio abrupto y variado de nombre 'Diálogos 3', cuyo gerifalte -secundado por la dulzura de Lara López- es una de las personalidades más histriónicas del periodismo musical y deportivo español, uno de esos personajes que no deja indiferente a nadie, el donostiarra Ramón Trecet.
 
Gracias a su privilegiada posición, Trecet logró hacer llegar a nuestros hogares un sinfín de músicas dispersas por el mundo, que en aquella época dificilmente gozaban de distribución y promoción, alcanzando así un gran poder mediático, un acercamiento a la categoría de mito y una serie de agradecimientos en muchos discos de artistas importantes por su papel de intermediario, más que descubridor, entre nuevas identidades musicales y toda una audiencia entregada. Ramón luchó desde las ondas contra el marchamo negativo que conllevan desde siempre ciertos tipos de música que, en su belleza y sinceridad, admiten también desgraciadamente a mucho compositor mediocre y más de un aprovechado. Ninguno de esos tienen cabida en esta compilación doble que se escondía tras una presentación de lujo, con una portada blanca con efectos brillantes en la que venía troquelada la palabra DIALOGOS. El diseño gráfico corría a cargo de Coro Acarreta, dirigente de Resistencia y a la sazón esposa de Ramón. "Diálogos con la música" (que era el apelativo original de 'Diálogos 3') fue editado en 1994 por BMG Ariola, compañía propietaria del catálogo de RCA (que aportaba 6 composiciones) y distribuidora en España de Windham Hill (parte importante de la recopilación con 10 composiciones) y Survival (1 tema). Otra importante compañía estadounidense, Private Music, cedía 2 canciones, y otras 2 el sello español de Juan Alberto Arteche, Música Sin Fin. El resultado es francamente maravilloso, y venía comentado así por el propio Ramón: "El disco que tienes en tus manos es consecuencia de una idea de BMG y viene a ser una pequeña celebración de los diez años de NUEVAS MUSICAS en Diálogos-3. Diez años... me ha sorprendido lo rápido que ha pasado el tiempo y la cantidad de buena música que hemos oído juntos. Aquí tienes desde la sintonía del programa, pasando por el shock discográfico de mi conversión al minimalismo, a la canción más pedida por la audiencia en estos años (Brian Boru). Faltan cosas que esperamos incluir en el siguiente". Efectivamente, el álbum no podía comenzar más que con "Harry's game", grandiosa canción de Clannad que Trecet consideró sintonía ideal del programa hasta que escuchó "A child" de Paul Mounsey, pero otras gemas vocales aquí contenidas comprenden a los escoceses Capercaillie ("Outlaws") o al monumental conjunto 'a capela' The King's Singers (sublime su versión de una de las grandes canciones de todos los tiempos, "Good vibrations" de los Beach Boys). No esconde el periodista sus debilidades, con calificativos como 'el mejor grupo del mundo' (Nightnoise, representado por "Hourglass" y "Wiggy wiggy"), 'el mejor clarinetista del mundo' (Richard Stoltzman, que aporta "Blackbird / Bye bye blackbird"), 'el imperial' (Michael Manring, del que suena una composición única y auténtica, "Wide asleep") o 'el pilar fundamental de los estilos surgidos en los 80' (Will Ackerman, con "Synopsis II"). Cualquier nombre implicado parece imprescindible, ¿cómo no mencionar a Mark Isham, Puck Fair, Patrick O'Hearn, Ray Lynch, Suzanne Ciani, Yanni, Steve Erquiaga o al noruego Oystein Sevag, sobre cuyo "Crystal palace" afirma Trecet que se siente como un niño de ocho años esperando el día de Reyes cada vez que lo escucha? Dos músicos españoles aportan su granito de arena, Javier Paxariño con "Pangea" y Alberto Iglesias con la abrumadora "Cautiva", pero había que dejar para el final la única composición tradicional de las 21 que componen el doble CD: "Brian Boru's March", en la interpretación del flautista irlandés James Galway, despierta la eterna paradoja sobre las Nuevas-Viejas Músicas, que intenta aclarar el locutor easonense: "La razón de usar el prefijo Nuevo en estas músicas responde, más que a su novedad real, a la actitud desarrollada por los oyentes ante su escucha". Soberana composición, majestuosa interpretación, la marcha de este rey irlandés fue un puntal del programa, hasta tal punto de que Ramón Trecet escribió sobre ella: "Por favor, que la toquen cuando me muera".
 
Subjetivamente, se podrá coincidir en mayor o menor medida con el gusto del locutor de San Sebastián, pero de manera objetiva se podría decir que nadie mejor que él para presentar una colección de temas gloriosos, aunque tuviera que constreñirse al catálogo de BMG y las cesiones que dicha compañía consiguiera. Merced a la distribución del sello Windham Hill, las cortesías de Private Music, y algún que otro detalle muy fructífero, este doble CD logró en gran parte sus intenciones y las de su compilador, "llamar la atención del resto de la industria sobre algo completamente ignorado hasta no hace mucho tiempo". Desde luego, sería lamentable que canciones emblemáticas como las que aquí se agrupan se perdieran en la inmensidad de la industria discográfica. El lógico éxito (aunque no llegó a entrar en puestos de ventas importantes) provocó la aparición, tres años después, del segundo volumen, subtitulado 'El fin de la nueva era' porque, para Ramón Trecet, las cosas empiezan y se acaban, y ese era el fin de una etapa de las Nuevas Músicas. No faltaban en él otros grandiosos clásicos como "On the future of aviation" (la mágica composición de Jerry Goodman), "Aerial boundaries" (no hace falta presentar este inmortal tema de Michael Hedges), "The velocity of love" (una de las mejores composiciones de Suzanne Ciani) o "For free" (Richard Stoltzman homenajeando a Joni Mitchell), además de otras pequeñas joyas de Shadowfax, Ray Lynch, Mark Isham, Yanni, Will Ackerman o el inefable George Winston, entre otros. Primer y segundo volumen conforman una pequeña biblia de las Nuevas Músicas, un innegable oasis de calidad que Ramón Trecet no sólo se encargó de recopilar, sino de dejarse el alma en cada elección, con su más conocida sentencia por bandera: "Hasta entonces, busca la belleza. Es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo".