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17.4.25

TANGERINE DREAM:
"Le Parc"

En el mundo de la música electrónica melódica que se efectuaba en las últimas décadas del siglo XX hay artistas icónicos, cuyo nombre evoca al instante ciertas composiciones o incluso películas a las que han puesto música: Jean-Michel Jarre y sus "Oxygène Part IV" o "Rendez-Vous Part Four", Vangelis y las bandas sonoras de "Blade Runner" o "Chariots of Fire", Moroder y su "Midnight Express", Kraftwerk y canciones como "The Robots" o "The Model", Alan Parsons y algunas muestras de rock sinfónico instrumental con tintes electrónicos ("Mammagamma", "Lucifer"), Joel Fajerman con su inolvidable "Flower's Love"... La banda alemana Tangerine Dream entran sin duda en la denominación de mitos de la electrónica, pero es un grupo tan particular y en cierto modo de culto, que el público general puede llegar a afirmar que no les han escuchado jamás y que por tanto no son capaces de recordar ninguna de sus piezas. Tal vez estén en un error, ya que entre su numerosísima producción, además de los ambientes exitosos en sus primeros discos con Virgin Records ("Phaedra", "Rubycon"), existen algunos pasajes de cierto renombre popular, especialmente motivos de secuenciador como "Stratosfear", melodías asequibles en trabajos como "Force Majeure", o una pieza totalmente tarareable que sirvió de sintonía a la serie televisiva estadounidense 'Street Hawk', titulada en España 'El halcón callejero', una consecuencia del éxito de 'El coche fantástico' que narraba las aventuras de un ex-policía que tras un accidente en servicio es reclutado para un proyecto secreto del Gobierno de los Estados Unidos, en el que conducirá como un justiciero callejero una motocicleta de última generación armamentista denominada 'Street Hawk'.

Pero esa introducción de la banda sonora de la serie es sólo parte (fundamental, eso sí) de un proyecto más amplio de Tangerine Dream a mediados de los años ochenta, en el que dejaban atrás sus largas suites (los seguidores del estilo oscuro del grupo se tiraron sin duda de los pelos) para acomodarse definitivamente en un estilo de temas cortos con sus correspondientes títulos, más sencillo para la radiodifusión y en la onda de la explosión de la muy comercial new age. Se trata de los conocidos como 'The Blue Years' en la historia del conjunto alemán. En esta ocasión la temática no trataba sobre excitantes viajes cósmicos ni nuevas meditaciones trascendentales, sino sencillamente sobre parques urbanos: las grandes ciudades, esas que atrapan entre sus toneladas de hormigón a millones de almas, necesitan también grandes espacios verdes para respirar, parques y jardines que se convierten en el pulmón de esas urbes y en el lugar de esparcimiento, paseo, deporte y disfrute de las gentes y sus mascotas. Algunos de esos grandes parques han devenido en tremendamente populares, y transitar por sus caminos, admirar sus estatuas o monumentos, montarse en las barcas que navegan por sus lagos y riachuelos, o contemplar a ciertos animales que pululan por sus extensiones, se ha convertido en afán de miles de turistas, que equiparan su importancia con la de museos, monumentos o iglesias. Tangerine Dream decidió humanizarse al dedicar este proyecto a algunos de los parques más conocidos del mundo, de manera que "Le Parc" fue publicado por Jive Records en 1985, con el añadido, posiblemente algo forzado, del ya conocido tema principal de 'Street Hawk'. Nominado como el decimocuarto álbum de estudio de Tangerine Dream, sus miembros en este momento eran Christopher Franke, Edgar Froese y Johannes Schmoelling, que comparecería por última vez con la banda, siendo sustituido por Paul Haslinger desde su siguiente lanzamiento, "Underwater Sunlight" (no hay que contar el mítico "Green Desert", grabado en los setenta por Franke y Froese pero rescatado en estos años). Rítmico y excitante es su comienzo, el parisino "Bois de Boulogne", donde sonidos aflautados contrastan con la gravedad general, siempre con un tono melódico, y curiosa coda final, muy apacible. La trompeta, para el que la localice, es de Robert Kastler. Pero la parte más melódica y pegadiza de Tangerine Dream aparece enseguida, en "Central Park", una música que es la plasmación de la velocidad, de la adrenalina, y que bien puede reflejar también una mañana de deporte en ese enorme, rectangular y vertiginoso parque neoyorquino, que acoge cada año a más de 37 millones de visitantes. Algo más extraña, pero también hermosa con su constante percusión electrónica (casi parecen tambores reales), es la composición dedicada al barcelonés Parque Parque Güell, aquí denominado como "Gaudi Park" en honor al diseñador del mismo, el arquitecto modernista Antoni Gaudí. Las notas de teclado, más elongadas que en las frenéticas piezas anteriores, recuerdan al gran Vangelis, y junto a la constante percusión electrónica con sonidos sampleados, intentan ahondar en lo orgánico del parque catalán, pero también en lo esotérico del mismo. Elegante y popero es el berlinés "Tiergarten", un soplo de suavidad con algo de naturaleza, no en vano se trata de 210 hectáreas de superficie en el centro de la capital alemana. El jardín japonés implica meditación, espiritualidad, y "Zen Garden" -dedicado al templo budista Ryoanji de Kyoto- es tan disfrutable como otras piezas más activas del álbum; este jardín zen es pequeño, rectangular, utiliza arena rastrillada, musgo y rocas, y está construido frente al edificio principal del templo. "Le Parc (L.A. - Streethawk)" es el tema central del álbum, la excitante y contagiosa sintonía de la serie 'El halcón callejero', que es introducida aquí por las buenas, con la excusa de un parque sin identificar en la ciudad de Los Angeles, tal vez el Parque Griffith en la Sierra de Santa Mónica (donde se grabaron las primeras escenas del videoclip de "Thriller" de Michael Jackson), plagado de senderos, cascadas y rincones exóticos, aunque no sabemos muy bien si deudores de tan aguerrida música. El sencillo de "Streethawk" (en el mismo se eliminó la referencia 'Le Parc') tuvo como cara B al antes mencionado "Tiergarten". Un tecnopop con muy buenas intenciones es el que se escucha en las piezas dedicadas al londidense "Hyde Park" y en "The Cliffs Of Sydney" a los acantilados llamados 'The Gap' cerca de la ciudad australiana de Sidney; son dos temas atractivos aunque probablemente lejanos al alto y atractivo nivel de la cara A del disco. Para terminar el mismo, "Yellowstone Park (Rocky Mountains)" es un paseo electrónico muy agradable por el conocido parque Yellowstone (y sus limítrofes montañas Rocosas), al que numerosos grupos y artistas han dedicado canciones o álbumes enteros; sonidos sampleados de flautas shakuhachi (cortesía del Emulator II) se anticipan a su uso masivo en la new age de los noventa, con Enigma y sus cantos gregorianos como exitoso abanderado, y la prestigiosa Clare Torry (la desgarradora corista de "Great Gig In The Sky" en el álbum de Pink Floyd "Dark Side Of The Moon") pone las voces en este tema de cierre de un álbum acertado, no tan recordado por el público pero de sonoridad variada y por momentos muy inspirada, grabado en 1985 en Berlin, Viena y Londres. Como demostración del clima de tensión entre los miembros del grupo, Jerome Froese, hijo de Edgar y miembro posterior de la banda, reconocía en una entrevista que el trío compuso e interpretó cada tema de este disco de manera individual: "Central Park (New York)", "Le Parc (Los Angeles - Streethawk)" y "Hyde Park (London)" fueron la rotunda aportación de Johannes Schmoelling, "Yellowstone Park (Rocky Mountains)" la de Chris Franke, y el resto de Edgar Froese. En 2012, una reedición por parte de la compañía Esoteric Recordings incluía como tema bonus "Streethawk (Radio Remix)".

El paso de los discos y la explosión tecnológica, derivaron poco a poco en una sustitución de la inventiva por los nuevos instrumentos y opciones en el estudio. El misterio, la niebla, la abstracción de los álbumes de su época rosa y la comercialidad artística de la primera parte de su estancia en Virgin, fue degenerando hacia niveles de intento comercial muy acomodaticios. La transición melódica que en "Stratosfear" y "Force Majeure" fue majestuosa, comenzó a dar visos de que la fórmula podía gastarse fácilmente si no se cuidaba la intención. Y no se cuidó fácilmente. A pesar de todo, la venta a la comercialidad aún otorgó productos amenos, más para el consumidor de new age y bandas sonoras que para el amante de la electrónica pura y lo progresivo. Con sus temas febriles de corta duración, "Le Parc" ofrece un disfrute rápido, asociado evidentemente a esa moda new age, pero con la calidad que se presupone a los nombres implicados. En los tiempos de Virgin Records, ellos opinaban así sobre su música: "Nuestro sonido es una música de la emoción y la vida interior, busca estimular la imaginación de cada uno, no quiere imponer imágenes, es una especie de meditación, de pretexto sonoro". El tiempo acabó por recolocar algunos conceptos, aquello de no imponer imágenes cambió definitivamente cuando comenzaron a realizar bandas sonoras, y definitivamente en discos como este, en el que con cada tema podíamos contemplar una bella postal. Acostumbrados a temáticas cósmicas o directamente esotéricas, casi siempre ambiguas para poder acoplar su concepto electrónico, experimental o incluso improvisativo de la música, Tangerine Dream se dejaron llevar aquí por esa inspiración tan mundana, el concepto de un gran espacio verde. "Le Parc" es un bonito disco de expansión, para que sus melodías respiren realidad, conocido por la inclusión de su composición principal en la conocida serie de acción de la época 'Street Hawk', lo que por otro lado, recordaba Edgar Froese en alguna entrevista, les cerró las puertas por motivos contractuales para hacer la música de la más exitosa 'Miami Vice'. Jan Hammer se lo agradeció.

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5.7.23

TANGERINE DREAM:
"Green Desert"

Justo después de la publicación del álbum "Atem" para el sello Ohr, y antes de fichar por Virgin Records comenzando así su despegue comercial, Edgar Froese y Christopher Franke, las dos efes de la banda Tangerine Dream, habían grabado en los Skyline Studios berlineses el esqueleto de un nuevo trabajo, mientras el tercer miembro del grupo, Peter Baumann, estaba de viaje por India y Nepal. La nueva grabación consistía en una demo de rock instrumental en la que se introducía el secuenciador como principal elemento electrónico, pero dada la ausencia de Baumann, Froese y Franke decidieron aparcar esas cintas para retomarlas más adelante, concentrándose de lleno en lo que sería el primer éxito de estos tres miembros míticos de Tangerine Dream en 1974, "Phaedra". Tanto fue así que pasó más de una década hasta que Edgar Froese rescató del olvido esas demos, añadió nueva música y voces y lo remezcló todo al modo de los años ochenta, posiblemente algo distinto a lo que hubiera visto la luz en los añorados setenta: "'Green Desert' debería haberse publicado antes que 'Phaedra'. Acabábamos de adquirir nuestro primer secuenciador analógico y estábamos adaptándonos a él. Pero recibimos una oferta de Virgin Records para usar sus estudios Manor en 1973, así que abandonamos esas cintas y comenzamos desde cero".

"Green Desert" fue por tanto el título definitivo de este trabajo que contó de esta manera con dos concepciones e influencias temporales, la esotérica de la frontera entre los conocidos, por los muchos seguidores de la banda, como los 'Pink Years' y los 'Virgin Years' (la setentera, oscura), y la esencia más pegadiza de los 'Blue Years' (la ochentera, más melódica). La publicación en enero de 1986 tuvo diseños completamente diferentes en los Estados Unidos y en Gran Bretaña: la versión americana en vinilo, casete y CD en el sello Relativity Theory contó con una portada con fotografía de Mark Weinberg en la que se contemplaba un paisaje desértico; Jive Electro fue la compañía que lo publicó en Europa en CD, con un diseño retrofuturista en verde rescatado, en otros colores, para las reediciones en esa compañía de los primeros álbumes de la banda, así como de la compilación de seis vinilos "In The Beginning....", uno de los cuales era "Green Desert". La propia Jive publicó en 1989 su vinilo, con una cubierta totalmente escueta, sólo con el nombre del álbum y del grupo junto a un cuadradito amarillo con un fondo blanco. En 1996 llegó una cuarta portada, sobre una fotografía de la parte interior de un globo aerostático de Monique Froese, que se publicó en CD en varias compañías (Essential! Records, Castle Communications PLC, Sequel Records, y más adelante en Esoteric Recordings o Sanctuary Records). La pieza titulada igualmente "Green Desert" ocupaba la primera cara del disco, y en ella se trasluce, como un sol aplanador, un melodrama cósmico con instrumentación de rock (y el añadido del secuenciador) que tan bien casa con lo terrenal, lo desértico; el comienzo es misterioso, una atmósfera fangosa y asustadiza bien construida, que da paso bajo un sincopado ritmo de batería a una severa guitarra, héroe melódico y posiblemente momento álgido del álbum, que desarrolla una larga textura ambiental de rock sinfónico con asomos a una new age de intentos comerciales. La batería, desbocada, es ese actor secundario que borda su papel, reclamando por momentos más protagonismo, intentando enfatizar el carisma con sus arrebatos rítmicos, y la pieza cobra vida en tonos graves de teclado, profundos, en un alocado clímax que ayuda a afianzar una cierta sensación de ambiente improvisado expandido. El final de esta cara A es un fabuloso juego de sintetizadores áridos que se acerca al "Oxygène" de Jarre. La cara B comienza con una elegante línea melódica aventurera, tan ochentera que parece un añadido posterior, agradable (algo facilona, lindante con el camino espiritual de algunos gurús de la new age, como el siempre agradable Deuter) aunque lejos de la profundidad de algún pasaje anterior. Era "White Clouds", que cede sitio a una "Astral Voyager" donde destaca el secuenciador junto a un teclado aflautado con motivos selváticos, elaborando otro de los grandes momentos del disco, una fase alucinógena que a pesar de ser duradera deja ganas de más. Sin resultar sobrante, ese final titulado "Indian Summer" es la atmósfera más pasajera del álbum, un pulso profundo sobre el que se alza un teclado con apariencia de viento, flauta y saxo en uno, plasmando más el preludio de unas vacaciones que en retorno de un periplo épico; sus atisbos folclóricos parecen estar en la linea del trabajo en solitario de Edgar Froese en 1975 "Epsilon in Malaysian Pale", inspirado en una visita a la jungla en Malasia. "Green Desert" es por momentos fascinante porque sabe ensamblar la oscuridad de una década con la mayor luminosidad de otra, en un equilibrio que ayuda a la escucha, tal vez no del purista seguidor de los Tangerine Dream originales, pero sí del oyente no tan habitual. Cierto es que no se trata de la mejor obra del grupo, pero este rescate fue sin duda afortunado y necesario, pues cada pulsión electrónica de Froese y Franke en aquellos años era sinónimo de frenesí, de hechizo, de magnetismo. 

Ideado en una década, rematado en otra, siempre vigente, "Green Desert" se aprovecha de dos grandes estados de gracia de la banda alemana, y pertenece a ese tipo de trabajos de Tangerine Dream que conectan con otro rincón de nuestro conocimiento, que saben llegar a provocar un estado elevado de emoción y de extrañeza: "Nuestro sonido es una música de la emoción y la vida interior, busca estimular la imaginación de cada uno, no quiere imponer imágenes, es una especie de meditación, de pretexto sonoro". Sorprende de hecho que su concepción sea anterior a "Phaedra", sus texturas son más fáciles, la guitarra es limpia, en una onda primaria de new age ambiental mucho más impoluta que los trabajos que la rodean, y hay buen contraste de lo electrónico con lo acústico (batería, especialmente), en una obra de fácil escucha y pionera en algunos frentes. Se trata este del único trabajo de Tangerine Dream, junto al excepcional "Forje Majeure" (1979), ejecutado por los enormes Edgar Froese (guitarra, Mellotron, Solina, MiniMoog, efectos) y Christopher Franke (percusión, sintetizador VCS3, secuenciador PRX II). En definitiva, un nuevo acierto de Tangerine Dream, justo antes de acometer una serie de trabajos dominados por la melodía y el tecnopop.

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2.9.19

TANGERINE DREAM:
"Force Majeure"

A finales de los años 70 del pasado siglo, Tangerine Dream eran ya una banda veterana, totalmente curtida en el panorama musical electrónico, si bien necesitaban un cambio en su modelo de trance secuenciado que, por otra parte, tan buenos resultados había ofrecido hasta entonces. Sólo unos pocos años atrás los Tangerine Dream no eran tarareables, incluso difícilmente radiables (al menos en la radio pública y comercial), pero en "Stratosfear" mandaba ya una pauta melódica en desarrollos muy asequibles, más allá de las semi-improvisaciones cósmicas y ambientales, con o sin secuenciador, de obras anteriores. Ese camino iba a tomar un nuevo rumbo en 1979, cuando Virgin Records publicó "Force Majeure", un trabajo grabado en Berlín durante siete semanas de ese año. La música electrónica no permite que sus estrellas se estanquen, aunque la evolución técnica y la personal no van siempre de la mano en cuanto a las exigencias cualitativas. En este caso, y después de entrar de lleno en el rock progresivo con un álbum que no se llegó a entender titulado "Cyclone", Edgar Froese y Christopher Franke, con la ayuda de Klaus Krieger y Eduard Meyer, gestaron una obra maestra, de hecho uno de sus álbumes más vendidos y mejor valorados por sus fans de siempre.

A finales de 1977, tras mezclar el álbum en vivo "Encore", Peter Baumann había abandonado Tangerine Dream para centrarse en su carrera en solitario y, poco después, en su aventura con Private Music. Baumann fue valiente, porque se fue en el momento de mayor popularidad de una banda en la que, posiblemente, había demasiadas estrellas. El flautista Steve Joliffe (que había pertenecido brevemente al grupo en 1969) y el batería Klaus Krieger entraron en su lugar y el cuarteto publicó el mencionado "Cyclone", que no fue aceptado demasiado bien por la crítica. La banda renació de sus cenizas, sin embargo, cuando un año después, y tras la nueva marcha de Joliffe, publicó "Force Majeure", donde continuaba Krieger a la batería, Ervard Meyer interpretaba un poco destacable violonchelo, y las dos efes se ocupaban del resto de teclados y guitarras, estas últimas a cargo de Froese. Su mujer, Monique, diseñó la portada, tal vez inspirada -como la de "Stratosfear"- en la película "2001: Una odisea del espacio". Poseedor de una innegable fuerza y carisma, su estilo directo -en parte por esa inclusión de batería y potente guitarra- conecta con el sonido de los 80, y en su minutaje no se echa de menos la carga ambiental de trabajos anteriores, agradeciendo totalmente ciertos momentos de ritmo frenético y guitarras agonizantes, en la obra más cercana al rock de la banda naranja. Tras un notable inicio fantasmal y un interludio voluble y vaporoso (un comienzo atractivo pero que no alcanza a vislumbrar por qué caminos va a continuar el trabajo), la obra parece entrar en los derroteros de fuerza y rotundidad por los que va a ser recordada especialmente, merced a teclados, batería y guitarras que introducen un pasaje de psicodelia electrónica muy asequible. Acto seguido, una atractiva y enérgica melodía, agraciado leitmotiv, acaba por enganchar definitivamente a cualquier indeciso en este tramo temprano del disco, una autentica maravilla, hito de los Dream más comerciales, que raramente no es más recordado por critica y público, suponiendo una cierta injusticia en su larga carrera. Un tren nos recoge y nos conduce despacio, tras una nueva guitarra ambiental y atmósfera onírica, hacia otro pasaje sinfónico de gran belleza (variación del principal) y, sin dejar respirar, a un final movido y abierto, también atractivo. El conjunto de esta suite de 18 minutos titulados igual que el álbum es espectacular, ciertamente redondo. De apariencia más reposada pero sobrada contundencia es la cara B del álbum, con nuevos pasajes repletos de vida que se alejan completamente de la oscuridad de años atrás, como es el caso del segundo corte, "Cloudburst Flight", un duelo al sol -el ambiente es cálido y el sonido silbante traslada a ciertos spaghetti western- de teclado y guitarra, una intensa guitarra eléctrica que ruge especialmente en ese segundo corte y en el comienzo del tercero, "Thru Metamorphic Rocks", anterior a un largo pasaje de ritmo urbano aguerrido, pequeña suite rítmica muy llevadera, últimos coletazos de este aconsejable (aún más, sin duda imprescindible) plástico. Como si fuera algo normal, hubo problemas con los aparatos técnicos -un clásico en la banda- durante la grabación de esta última composición, aunque volvieron a salir airosos no eliminando una extraña distorsión en los instrumentos, de hecho aprovechándola para mantener un tono chocante, misterioso. En el álbum de 2003 "DM4" hay una versión muy cambiada de este último corte titulada "Meta Morph Magic". El preámbulo del disco constituía una intriga que enseguida desarrollaba una historia de enorme intensidad, si bien no se trataba ésta de una de las bandas sonoras de películas que les fueron encargadas desde entonces, tal vez por ese paso hacia lo comercial ('Risky Business', 'Thief', 'Legend', 'Firestarter'...); de hecho, y visiblemente satisfechos (no es para menos) de lo conseguido en el álbum, Froese y Franke rescataron extractos, convenientemente retocados, para los soundtracks de 'Risky Business' ("Lana" proviene del corte "Force Majeure" y "Guido the Killer Pimp" de "Cloudburst Flight") y 'Thief' ("Igneous" presenta el final de "Thriu Metamorphic Rocks" remezclado). Virgin Records no supo aprovechar la vis comercial del álbum, publicando únicamente un extraño single promocional con una sola cara impresa, titulado "Excerpts from Force Majeure". Publicado en CD desde 1984, una edición remasterizada de 2019 presentaba un cuarto tema, "Chimes and Chains", pieza rítmica de intento pegadizo, compuesta y grabada por Christopher Franke en 1979. Aunque la experiencia fue apabullante y el resultado fue de lo más convincente (de hecho, Edgar Froese llamó 'Force Majeure' a su autobiografía de 2017), Froese y Franke decidieron prescindir de la batería real en los siguientes discos de Tangerine Dream, por lo que Krieger dejó también el grupo (se fue a tocar con la iguana, Iggy Pop) y entró en el mismo un nuevo teclista, Johannes Schmoelling, que tenía la papeleta de suplir el sonido que antaño desempeñaba Peter Baumann, ahí es nada.

Paisajes oníricos cuyas brumas se abren a paraísos del ritmo, encrucijadas de estilos en las que rebosan mares de rock y electrónica, "Force Majeure" es un disco frontera -marcando el final de la que sin duda fue su mejor década- que gozó de lo mejor de la banda alemana, adoptando en mayor medida que en obras anteriores una estética comercial (para esa gozosa época), cercana al producto que podían ofrecer superventas como Mike Oldfield o Jean Michel Jarre. Aun así, tuvieron difícil la aceptación de este nuevo sonido que, realmente, había nacido años atrás, su público de la época oscura les dio la espalda y el nuevo llegaba con dificultad, aunque estableciendo una extraordinaria fidelidad hacia este longevo conjunto. La crítica más feroz les achacó que desde "Stratosfear" los Dream dejaron de estar sumidos en las vanguardias para acabar convirtiendo su música en un producto de consumo fácil. ¿No es acaso la música para consumirla y deleitarse?, ¿no se disfruta también con la esplendorosa sucesión de hits melódicos de este álbum, sin dejar de hacerlo con la oscura ambientalidad de "Phaedra", por ejemplo? Seminal por momentos, de carácter pionero en otros, hay que reivindicar y ponderar en su justa medida el trabajo de esta banda pionera, de tantos altibajos como entradas y salidas de miembros, pero en definitiva espectaculares, adictivos y, especialmente en los 70, verdaderamente míticos.

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15.11.16

EDGAR FROESE:
"Aqua"

La llegada de los sintetizadores a cualquier producción musical acercó la electrónica a todo tipo de estilos, desde el pop o el rock hasta la copla o la música tradicional. No se podía olvidar la labor de los pioneros en la implantación de la tecnología electrónica analógica en la música popular grabada, grandes creadores e intérpretes que se movían grácilmente entre sintetizadores como Vangelis o Jarre entre los solistas, Moroder en el territorio de la música disco o Kraftwerk entre las grandes e influyentes bandas. Tal vez más minoritarios entre el gran público, pero en la misma línea de importancia (si no en un plano superior), estén los nombres de Isao Tomita, Walter Carlos, Klaus Schulze o Edgar Froese, fundador de la banda Tangerine Dream, a la que lideró hasta su muerte. Si enorme fue el prestigio y la influencia de este conjunto electrónico, no menos lo fueron los de su líder. Nacido en Prusia Oriental en 1944, este activo sintesista alemán estudió bellas artes como otros grandes nombres del rock y la electrónica (Lennon, Bowie, Eno, Sakamoto...), y encontró su gran inspiración en la surrealista obra de Salvador Dalí, al que llegó a conocer en el verano de 1966 en su casa de Cadaqués, ya que el extravagante pintor invitó a su grupo (por entonces The Ones) a tocar en el patio de su villa. No sería esa su primera visita en busca de iluminación, y realmente, a partir de ahí su música comenzó a sonar tan estrambótica como esos cuadros extraños y simbólicos del genial artista de Figueras. Froese -que también admiraba a músicos contemporáneos como Ligeti o Xenakis- y su futura banda vencieron y convencieron en su faceta de pioneros de los avances tecnológicos aplicados a la música, dando un paso más allá del krautrock para desarrollar viajes cósmicos en los que dejarse atrapar, como los de sus primeros álbumes de los conocidos como Pink Years, "Zeit" o "Atem", o sus superventas de los Virgin Years, "Phaedra", "Rubycon" o "Stratosfear".

El mismo año del despegue popular con "Phaedra", 1974, llegó la primera obra en solitario de Froese, "Aqua", publicada también por Virgin Records. Explorando en las nuevas tecnologías, la grabación de "Phaedra" había culminado dando casi palos de ciego, y esa experiencia fue fundamental para que el camino que llegara hasta "Aqua" estuviera un poco más despejado. Esta es sin duda la obra mas mítica del teclista, por ser la primera, por contar con la colaboración de Christopher Franke -tocó el Moog en el tema "NGC 891"- y por publicarse en un gran momento de la banda, el de la aceptación popular de la mano de Virgin. Froese encontró en "Aqua" el camino de expresión idóneo para su excéntrica personalidad, y este trabajo, de hecho, no difiere mucho de "Phaedra", su irreal desarrollo es bastante similar, es difícil dirimir cual de los dos trabajos que prácticamente coexisten en el tiempo es mejor, ambos se sostienen en un mundo abstracto de secuencias, brumas y atmósferas, claras o oscuras, cósmicas o acuáticas. Otro importante músico cósmico de Virgin y 'competidor' de Froese, el también alemán Klaus Schulze, ya había publicado varios discos en solitario desde su fugaz paso por los primeros Tangerine Dream, así que Froese ya había esperado demasiado para dar ese paso adelante y recompensar a sus seguidores y a su propio ego. En este acuoso álbum, el artista alemán se lanza a la experimentación y transmite sensaciones que parecen provenir del interior de los cuadros de Dalí. Comienza con el título homónimo, una larga pieza de 17 minutos plena de cacofónicos efectos sonoros de la época, no todos acuáticos, revistiendo una textura sintética que refleja una gran fluidez. ¿Se puede denominar música a esta sucesión de sonidos que intentan explorar la faceta más atmosférica de la música electrónica de la época? Tal vez más desde una perspectiva artística que puramente musical, pero el debate sería largo. La aparente ausencia de estructura no limita su capacidad de evocación y una fenomenal ambientalidad, el intento de cordura melódica en cortes como "Panorphelia" se agradece en tanto que se queda en eso, un intento, un planteamiento alterado por un cierto caotismo sintético, sobre un fantasmal segundo plano que ayuda a ensuciar tan atractivamente una pieza onírica, surreal, pero en absoluto fría o insana. En efecto, "Panorphelia" presenta una buena cadencia sintética repetitiva, de capacidad hipnótica, y una acertada melodía más animada, algo distópica pero muy profunda y atrayente, que destapa un poco el velo atmosférico y aporta un tono algo más comercial, dejando a la par un poso verdaderamente inquietante. "NGC 891", que combina con varias subidas y bajadas las dos facetas planteadas anteriormente -la efectista y otra algo más melódica-, es un capricho fantasmal, como escrito para un tránsito, una ECM (experiencia cercana a la muerte), por su carácter ignoto. Bien podría ser la banda sonora para su propio viaje, cuarenta años años después. "Upland" es, como "Panorphelia", algo mas asequible en su falsa cordura, el intento melódico del órgano, sobre fondo burbujeante, se acopla a la psicodelia imperante de forma tan eficaz como lo haría en una película de ciencia ficción de serie b. Nada en este disco es lúcido, Froese no pretende agradar tan fácilmente como sucede en algunos de sus trabajos posteriores, que aunque de forma algo oscura o no tan directa, acaban optando por la melodía rutilante. Dos mezclas diferentes de "Aqua" fueron puestas a la venta ese año 1974, la aquí comentada de Virgin Records, y otra para Alemania -el país de Froese, donde nunca gozó del éxito que sí obtuvo en otros países- por parte de Brain Records, con portada ligeramente distinta. También diferente fue la portada, el diseño gráfico (muy completo y exuberante) e incluso el título ("Aqua II") de una edición francesa especial de 1984 que pretendía promocionar un nuevo sistema multiterminal; en ella se destacaba que la música de Edgar Froese lograba crear estructuras nuevas, nunca antes conocidas, sonidos diferentes, monumentos a la gloria de la más sofisticada tecnología. Su primera edición en CD llegó en 1990 por medio de Virgin. En 2005, y como ya sucediera con otros álbumes de Tangerine Dream, el sello de Froese, Eastgate, publicó una regrabación de la obra, con portada, duraciones y sonido diferentes. Al margen de otras inclusiones en recopilatorios del propio Froese o más heterogéneos, el álbum íntegro fue rescatado -de igual manera que la discografía en Virgin de Tangerine Dream- en la caja de 4 CDs "Solo (1974 - 1983). The Virgin Years" junto al tema "NGC 891 (Alternate Version)" y otros trabajos de la época del músico alemán, convenientemente remasterizados.

"Aqua" fue grabado con un novedoso sistema denominado Kunstkopf, una técnica binaural para intentar conseguir un sonido envolvente, utilizando micrófonos tal y como perciben el sonido nuestros oídos. El problema, como con la cuadrafonía (también de moda en la época), fue que se precisaba un sistema de altavoces especiales para sentir dicha experiencia auditiva. En el ineluctable avance electrónico, era necesario estar a la última, la tecnología sé iba superando día a día, cada novedad pisaba a la anterior y lo hacía con tan sólo meses de diferencia, así que en estos avispados músicos se podían encontrar diferencias sustanciales entre un disco y el siguiente. En 1974, por ejemplo, el secuenciador era muy rudimentario, así que los ritmos prolongados que actuaban como mantras electrónicos en posteriores álbumes de Tangerine Dream como "Ricochet" o "Stratosfear", eran pre-sustituidos por ambientes sintéticos plenos de misterio y efectismo, avanzadillas psicodelicas de futuros éxitos de la música cósmica. El más claro ejemplo en "Aqua" es "Panorphelia", corte meditativo que esconde a la par un pulso movido e inquietante. No era ahí tan grande el aporte efectista como en el corte homónimo, sucesión de sonidos de los que Froese supo sacar provecho cual Frankenstein. La parafernalia musical de Edgar Froese es a ratos irresistible y a ratos desesperante, incluso ambos adjetivos pueden coexistir en una misma pieza, si bien fue en sus primeros álbumes en solitario donde más se dejaba llevar por ambientes lisérgicos de inventivas electrónicas, como en esta obra primeriza, atractiva y estimulante de título "Aqua", a la que siguió otro trabajo altamente interesante, "Epsilon in Malaysian Pale", de tendencias étnicas y suaves matices aflautados en una primera parte relajante, consecuencia de sus viajes y giras por el sureste asiático y Australia.

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6.12.09

TANGERINE DREAM:
"Phaedra"

Aunque en el momento de la publicación de "Phaedra" ya existían cuatro discos en el mercado del grupo Tangerine Dream, el éxito a nivel comercial les llegó gracias a la distribución de Virgin Records. Es más que seguro que, indirectamente, fuera Mike Oldfield quien propiciara ese contrato con la discográfica de Richard Branson, ya que "Tubular Bells" había reventado el mercado de la música instrumental sólo un año antes, y tanto el mandamás de Virgin como su primo Simon Draper, pusieron los ojos en el grupo alemán para copar este ámbito en alza. Otros, como el sintesista alemán Klaus Schulze (que fuera miembro del grupo en su primer plástico, "Electronic Meditation"), opinan sin embargo que sin "Tubular Bells" su éxito hubiera sido mucho mayor. Lo que hay que tener bien claro es la diferencia estilística entre ambos conceptos musicales: mientras Oldfield acercó el rock sinfónico a la música clásica y al folk, Tangerine Dream comenzó adscrito al krautrock, ese rock experimental alemán que usaba la tecnología a su antojo para experimentar en un nuevo concepto de vanguardia electrónica, en ocasiones tan ausente de normas que más de uno se podría plantear dónde está la frontera entre la originalidad y la desvergüenza. Como paso previo a su fichaje por Virgin, el trabajo de 1973 "Atem" fue especialmente aclamado por el prestigioso locutor John Peel, el mismo que lanzó "Tubular Bells" al estrellato al radiarlo íntegro en su programa. La nueva compañía les recibió con los brazos abiertos, y en una muestra de la pasión de estos teutones por no quedarse atrás en la carrera por la conquista de la tecnología, el dinero que el sello británico les adelantó fue a parar a la compra de un sintetizador Moog Modular. De esta forma, sustituyendo el bajo por un rudimentario secuenciador, convirtieron a este trabajo en el primero en utilizar comercialmente este instrumento que almacena y reinterpreta secuencias de sonidos. Edgar Froese (el creador primigenio, cuyo carácter rebelde le llevó a luchar contra lo establecido, en la vida y por supuesto en la música, en un Berlín vanguardista y tumultuoso) y Christopher Franke, fueron los puntales creativos de la banda, y esta época de mayor éxito contaba con Peter Baumann como tercer miembro a la sombra de ese cruce de genios, un Baumann que posiblemente cobró más reconocimiento años después al fundar la excelsa compañía Private Music. 

Habiendo emprendido un camino seguro con el mencionado y reverenciado "Atem" y una maqueta de presentación a Virgin llamada "Green Desert" que iba a tardar más de una década en ver la luz, de forma paralela pero ciertamente alejada (al menos más moderada) de lo caótico, rotundo y reverberante de sus primeros trabajos ("Electronic Meditation", "Alpha Centauri" o el también aclamado "Zeit"), este trío de visionarios consiguió gracias a ese fichaje por Virgin Records que su música fuera distribuida como suponían que merecía, y las ventas les dieron la razón. Huyendo de lo convencional y deleitándose en una forma psicotrónica de ejecutar una música sugerente, extraña, sin melodías reconocibles, Tangerine Dream se ganó una legión de leales acólitos, muchos de ellos posiblemente jóvenes inconformistas surgidos de la cultura de las flores o de círculos underground. El VSC3 (sintetizador portátil de aspecto extraño, con una carcasa de madera que ahora vemos como algo absolutamente retro) marcó el camino de la banda, combinado con mellotron (teclado eléctrico que suele considerarse como el antecedente del sampler), sintetizador Moog, órgano, piano, guitarra y flauta (si bien los instrumentos acústicos apenas cuentan en el resultado final). "Phaedra" fue publicado en 1974, y no parece recoger influencias de la mitología griega a pesar de que Phaedra (o Fedra) fuera la esposa de Teseo. Comienza con la larga composición de igual título, "Phaedra", inquietante por una atmósfera quejumbrosa y ritmo latente de secuenciador (el Moog en vez de un bajo) que marca un camino sin dirección clara, basado más en ese ritmo y el ambiente nebuloso que en la melodía. Es curiosamente la ausencia de rigor, la imprevisibilidad, lo que hace de estas composiciones más vivas y por supuesto extrañas, anticipando con su investigación electrónica la enorme comercialidad que Jarre y Vangelis sí que supieron (o quisieron) encontrar pocos años después con un componente melódico más estudiado. Dentro de la frialdad general, "Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares" es un título obra de Froese que intenta ser más cálido y agradable, y a pesar del abuso de efectos sonoros (sin secuenciador, basado en el mellotron) consigue un resultado igual de misterioso que el resto del disco pero más asequible y abierto, incluso altamente hipnótico y con un toque impresionista. En temas como éstos emerge una profunda contradicción, pues las meditativas intenciones cuentan con un componente subyacente que nos hace debatirnos entre una calma tensa y una tormenta de proporciones livianas. "Movements of a Visionary", pura experimentación con comienzo robótico y desarrollo demasiado lineal, es otra composición que con sus pulsos melódicos sabe explorar en algo primario de nuestra mente. "Sequence C'", de Baumann, cierra el disco con sus dos meditativos minutos de flauta con nimios efectos, dejando abierta una vía de expresión de clara continuidad. "Phaedra" se grabó en la famosa mansión-estudio de Virgin Records en Oxfordshire, The Manor, pero el proceso no fue nada fácil, numerosos problemas técnicos de todo tipo pusieron en peligro el álbum, que no avanzaba casi nada con el paso de los días. Sin embargo, tras un conveniente descanso campestre y como por arte de magia, Froese grabó junto a su mujer Monique, en una sola toma, el corte "Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares" mientras Franke y Baumann dormían. No consta desdén por parte de los durmientes, ya que a partir de ahí todo fue rodado, y el álbum salió a la venta el 20 de febrero de 1974. La primera edición en CD llegó en 1984, y la llamada 'Edición definitiva' en 1995 (con diversos errores). En 2005 Froese publicó en su sello, Eastgate, una versión modificada titulada "Phaedra 2005", con portada ligeramente diferente, cambios en las canciones y un tema nuevo ("Delfi"), que volvió a ver la luz en 2010 con otra portada (absolutamente fuera de lugar) y el título de "Phaedra Revisited (35th Anniversary Edition)". También en 2010 se volvió a publicar en vinilo por parte de Virgin, y en 2011 fue incluido en el recopilatorio triple "The Virgin Years 1974-1978". En cuanto a singles, Virgin publicó uno promocional en 1974, con versiones recortadas de "Phaedra" y "Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares".

Al encontrarse en encrucijadas múltiples y bien planteadas, los discos antiguos de Tangerine Dream no pasan fácilmente de moda a pesar de los muchos años transcurridos, de hecho algunos de ellos siguen siendo referencias y cuentan con admiraciones varias, ya que nos encontramos ante una banda influyente y en constante evolución (especialmente en sus primeras dos décadas de andanzas), reverenciada por igual por hippies, yuppies, discotequeros, roqueros o melódicos. "Phaedra" se aprovechó de una época abierta (gloriosa, de hecho, para ciertos estilos y tendencias), de caminos inexplorados (Franke, por ejemplo, intentó imitar con el secuenciador ritmos africanos, algo insólito en la Alemania electrónica de los 70), en la que lo raro vendía, y constituye uno de los mayores logros de la banda alemana, un trabajo más misterioso y oscuro que relajante, cuya audición no siempre es fácil, pero que sin embargo deja un poso enorme al escucharlo con la debida atención, la sensación de haber contemplado uno de los despertares al mundo de la música electrónica.

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6.10.07

TANGERINE DREAM:
"Stratosfear"

De camino entre la década de los sesenta y la de los setenta del siglo pasado surgió en Alemania una escena musical vanguardista que fue transformando poco a poco el rock psicodélico en una nueva forma de expresión basada en la electrónica, donde el ritmo y los secuenciadores convivían con la experimentalidad e incluso la meditación. Dejando aparte a los admirados Kraftwerk, a grupos como Ashra, Cluster o Popol Vuh se antepuso el proyecto de un joven estudiante de artes llamado Edgar Froese, una longeva banda nacida en Berlín llamada Tangerine Dream, cuya influencia ha sido notoria en un buen número de artistas electrónicos. En una evolución en la que ellos mismos se marcaban, sin miedos ni tapujos, los caminos a seguir, lo surrealista de sus primigenias propuestas musicales, unido a sus estudios artísticos, les acercó a la pintura del genial Dalí, a quien Froese había conocido en los años 60. Es sin embargo difícil encontrar una coherencia en sus primeros discos (algunos de ellos muy admirados), que les llevara al éxito popular, habiendo que remontarse a la formación más efectiva de la banda, la formada por Froese, Christopher Franke y Peter Baumann, para encontrar el nombre de este proyecto entre los álbumes más vendidos del año. Fue con el impulso de Virgin Records cuando las ventas de "Phaedra" y "Rubycon" -dos de los álbumes más míticos del grupo-, se dispararon, además de apostar por la huida controlada de atmósferas tenebrosas, extravagantes y excesivamente vanguardistas. Es conveniente detenerse también en 1976 cuando, ampliando el componente melódico (al contrario que en "Rubycon", parece que la banda intentó mover otra serie de teclas de cara a la audiencia, si bien mantuvieron perfectamente su carácter), se publicó otro álbum de culto aunque algo más controvertido, de título "Stratosfear". 

Publicado de nuevo por Virgin Records, en "Stratosfear" el trío seguía experimentando cósmica y lisérgicamente, manipulando los sonidos electrónicos a su antojo. Si bien se respira un aroma setentero en estos movimientos electrónicos marcados por la psicodelia, su propuesta no permanece anclada en el olvido de la experimentación y el surrealismo en el que sí que cayeron muchas otras obras del grupo. Hoy en día, su escucha sigue siendo sugestiva, excitante y muy agradable, el ritmo constante tiene una vibración especial que conecta con los sentidos. "Stratosfear" es la canción básica del álbum, un tema activo y poderoso en su potente desarrollo, pero de una locura controlada, sin entrar en ritmos excesivamente machacones sino más bien sinfónicos. Con un título juego de palabras entre lo cósmico y el miedo (plasmación electrónica del miedo al infinito, tal vez), y un final excesivamente sosegado, mortuorio, "Stratosfear" es un hit que podría ser válido perfectamente en la actualidad para pistas de baile, y que fue convenientemente usado como sintonía en radios y televisiones. Pero no sólo el tema principal logra esa extraña y casi mística conexión interior; basado no en un ritmo continuo sino en constantes saltos y variaciones de estímulos sintéticos en una onda fúnebre (como la música de un cuento de Poe), "The Big Sleep in Search of Hades" estimula la mente como "Stratosfear" lo hacía con el cuerpo. La conexión continúa de forma parecida en el tercer corte, a ratos meditativa y otros alocada, tanto como su largo y extraño título, "3 A.M. at the Border of the Marsh from Okefenokee". En él, sones de armónica nos trasladan a un desierto sintético, con planeos áridos y notas lánguidas, en otro ambiente sin secuenciador. Por último, y en un tímido acercamiento a lo clásico, "Invisible Limits" nos hace viajar por esos límites invisibles que, entre lo físico y lo espiritual, nos evaden del mundo conocido, hasta llegar a un suave, melodioso y bello final tras el cual debemos reencontrarnos con nuestra realidad, algo parecido a lo que sucede al final de la película "2001: Una odisea del espacio", que también intenta recrear Monique Froese en la espectacular portada del álbum. En comparación con sus anteriores trabajos, Tangerine Dream se habían acercado demasiado a 'zonas de confort', trabajos con melodía y ambientes comerciales como "Stratosfear", que les generaron por igual críticas entre algunos de sus fieles (por su presunta falta de atrevimiento e intensidad), como nuevos seguidores que valoraban su acercamiento a fórmulas más fáciles y radiables. Froese lo contaba así: "Habíamos llegado a un punto en el que lo que hacíamos nos aburría profundamente, todos esos trucos con el secuenciador eran demasiado evidentes, muy fáciles. Abramos un nuevo capítulo, dijimos, cambiemos los papeles, el de la melodía, el de la estructura rítmica... Cambiemos todo. No fue cosa de ser o no comerciales, sino de colorear un poco el aburrimiento". Desde luego que lo consiguieron. Como era habitual en la compañía británica, Virgin publicó un single con versiones recortadas de "Stratosfear" y "The Big Sleep in Search of Hades". La primera edición en CD del álbum se publicó en 1984, como toda la discografía de Tangerine Dream en Virgin hasta la fecha. También contó con su correspondiente 'Definitive Edition' en 1995 y una reedición en vinilo en 2012. Además, el álbum íntegro se incluyó en la recopilación en triple CD "The Virgin Years 1974-1978". En 1995, en el disco "Tyranny of Beauty" de Tangerine Dream, venía contenida la pieza "Stratosfear 1995", casi 20 años después de la original

Según declaró Edgar Froese, fue este un álbum muy complicado de grabar debido a problemas con el nuevo secuenciador de Peter Baumann, averías en los multipistas del estudio, en la mesa de mezclas, etc... Como ya sucediera con "Phaedra", el trío se acabó sobreponiendo a cualquier eventualidad, para poder tener el álbum publicado en octubre de 1976. Como antecedente del sampler, el melotrón -teclado que podía reproducir diferentes ritmos e imitar numerosos instrumentos- tuvo mucho que ver en este sonido que consiguió anclar a Tangerine Dream en la cima de la popularidad electrónica. Aunque había que vivir esa época para comprender el éxito de obras como esta, el nuevo oyente puede encontrar un fácil acomodo y una 'nueva' gama de estímulos en esta pequeña locura de ritmo, psicodelia, meditación y viajes astrales. Puede además quedar enganchado y perderse en la abultada discografía de este 'sueño de la mandarina', con o sin un Baumann que ya había publicado su obra en solitario "Romance 76" -de hecho "Stratosfear" fue su último trabajo de estudio con la banda, que abandonó tras la gira americana, país donde acabó fundando la imprescindible compañía de nuevas músicas Private Music-, con o sin Franke -que una década después, en choque con Froese, continuó su carrera en solitario-, y con o sin un incombustible Edgar Froese, que permaneció al frente de la banda hasta su muerte en enero de 2015.