miércoles, agosto 30, 2006

Algo que te causa dolor no debe permanecer contigo

Estoy caminando entre espesas nubes cargadas de incertidumbre. En estos instantes puedo y debo reconocer que parece que estoy viviendo dentro de una burbuja. Nunca pensé, ni siquiera se me llegó a pasar por la cabeza, que pudiera pasar esto...
A veces nos conviene ser un poco egoístas y pensar en nosotros mismos. Sino después duelen mucho esos instantes compartidos con alguien, que deseas que vuelvan pero sabes que es imposible. A veces piensas si realmente ha merecido la pena compartir tanto con una persona para que, en un momento dado, se esfume sin más, sin dar explicaciones, sin una palabra de despedida al menos.
¿Qué nos impulsa a hacer unas cosas u otras en determinados momentos?
Hubo un momento en que tuve un ángel de la guarda, pero hoy en día ya no existe. Es como si todo lo que representara se hubiera fragmentado en trozos tan pequeños como invisibles. Ya no existe aquello. A veces piensas que sería bonito tener para siempre a ese ángel de la guarda contigo, pero ya no puede ser. Todo tiene su momento y no merece la pena mirar hacia atrás.
El valor de la amistad en mi vida es sublime. No entiendo que una persona a quien consideras tu amigo, con quien has compartido secretos y confidencias, con quien había complicidades de todo tipo aunque últimamente también temas tabú, una persona digna de confianza... desaparezca así sin más. A mis amigos, esos amigos con los que hablo casi a diario, suelo contarles cosas. Si me voy lo sabrán, si estoy triste... unos cuantos llegan a descubrirlo por sí solos pues me lo notan, si estoy contenta tambien me lo dicen... Y si me voy, sea adonde sea, serán los primeros en saberlo. En estos momentos la amistad que tenía con una persona se tambalea hacia todos los lados, pende de un hilo. No me gustaría que terminara así, pero yo no lo he buscado, ni esa persona tampoco. Simplemente ha llegado un momento de silencio y yo, inmersa en una incertidumbre inaudita, no me conformo con el silencio.
Duele saber que estás perdiendo a una persona que jamás pensarías que llegaras a perder nunca. Duele darse cuenta de que esa persona se ha esfumado como si fuera humo. Duele saber que es definitivo.
Y si hubiera una razón...
¿Dónde quedan todos esos momentos? ¿Adónde van todas esas palabras? ¿Y las risas, las bromas, los chistes?
No me conformo ya con explicaciones, con palabras que se difuminan con el tiempo. Nada es eterno. Nada es para siempre. Y sólo queda la ceniza. Y la ceniza es amarga.
Sabía que pasaría esto. Hace mucho tiempo que noté la pérdida.
Sí, Kiros tenía razón cuando me dijo que debía despojarme de todo aquello que me producía dolor. Pero ¿cómo me lo quito de encima? Si últimamente el dolor es mi compañero más fiel.
Gracias, Kiros :)
Esta es la entrada 400. Supongo que seguiré escribiendo, aunque en estos momentos no estoy de humor. Es posible que cambie la dirección de blog o que me haga otro para expresar libremente mis pensamientos sin censurar nada, para mí, a modo de diario, donde nadie tenga acceso.
¿Merece la pena dar confianza? -me pregunto. Yo sigo confiando en la otra persona y, sin embargo, me da la sensación de que ya no volveré a saber nada de él. Es triste, sí, las pérdidas siempre nos dejan un vacío terrible, que nadie más podrá usurpar. Pero... la vida sigue, para bien o para mal.

martes, agosto 29, 2006

Elena


Hoy sé que no me equivoco de día.
¡¡¡FELICIDADES ELE!!!
Tía, ya sabes que te espero por aquí. Disfruta a tope.
(Espero que lo leas).
Lo que hablamos en Semana Santa ya no podrá ser. Pero bueno, ya sabes por qué. Ya hablaremos si eso. Por teléfono y sin equivocarme de día.
Besos :***

Sentimiento de pérdida

Hoy me siento como si hubiera perdido a alguien, como si alguien se hubiera ido para siempre. Es como si estuviese asistiendo a un entierro. Me da la sensación de que no sabré nada más de esa persona, es como si me hubiera dado la espalda.
No sé por qué me siento así. Duele, duele mucho más esto que estos dos últimos meses. He perdido a mucha gente en el camino, y hoy... me doy cuenta de que he perdido a una persona.
Sólo me queda decir que allá donde estés espero que estés bien :*
No puedo quedarme a esperar, no quiero preguntarme si volverá o no porque me siento peor.

lunes, agosto 28, 2006

El msn, ese gran aliado

Odio el msn y seguiré haciéndolo. Sólo aparezco en él cuando veo entrar a alguien con quien me apetece hablar o cuando tengo ganas, sin más. Y últimamente es bastante a menudo.
El caso es que hay personas que cuando les digo que no me gusta hablar por el msn me preguntan ¿por qué? Es evidente, las cosas te gustan o no te gustan. No hay un motivo para explicarlo. No sé por qué me gusta el color rojo en vez de el verde, o por qué me gusta más el sol que la lluvia... Son simplemente gustos personales de cada uno.
Hoy he visto que hay personas que se lo toman muy en serio, tanto que se creen que eliminándome me fastidian cuando realmente me hacen un gran favor.
Mi msn está compuesto de una gran lista de gente sin admisión, el tripe de grande de los que tengo admitidos.
Un personaje, que me huelo quién es, me ha agregado al msn pues estaba pasando los contactos de una cuenta a otra, cuando ¡sorpresa!: "Pues no te veo conectada en mi otra cuenta así que te voy a devolver el favor. Hasta nunca". Mi respuesta: "Vale".
Por tener desadmitido ni mi hermano pequeño se ha salvado de la hecatombe que hice hace un tiempo.
Bien, supongo que todos aquellos que tengo sin admisión es porque no me aportan nada o porque no tengo tema de conversación con ellos o porque me molestaban esas conversaciones multitudinarias de las que me terminé cansando demasiado pronto. Sea por lo que sea, en mi msn hago lo que me da la gana, le guste a la gente o no. Lo bueno es que no suelo eliminar a la gente si primero no me eliminan ellos. Es más por vagancia que por otra cosa. El caso es que haciendo un rastreo de los de PL que me habían eliminado he descubierto quién era el que me ha dicho "Hasta nunca". ¡Qué despedida más tierna!
No me lo creo, ¿cómo se puede tomar alguien tan en serio el msn?

Primeras lágrimas

La primera vez que lloré por alguien tenía 19 años. Ya antes había llorado por otras cosas, pero nunca por amor pues hasta entonces no me había enamorado de verdad.
Gerardo es el único ex novio al que tengo cariño de verdad. Pues él tenía algo que no tenían los demás: su bondad. Le considero además el primer novio, a pesar de que antes salí con otros tanto que nunca me demostraron algo que mereciera la pena de ellos como para seguir con esa pantomima, así que enseguida me olvidé de todos.
Un día conocí a Gerardo. Tanto él como sus amigos nos llevaron a mis amigas y a mí a un pueblo en fiestas. Y alguno debía conocerme y conocer por tanto a mi padre pues en la comida dominical lo primero que se le ocurrió preguntar a mi padre fue: "Bueno, dime, ¿dónde estuvísteis ayer?". Sabía que si me preguntaba eso era porque alguien le había contado que no habíamos estado en el sitio donde él pensaba en principio que nos íbamos a quedar toda la noche.
Volví a ver a Gerardo varias veces más. Y un día nos liamos. Ahí empezó mi primera relación más o menos seria. Gerardo, como bien he comentado, era bueno, quizás demasiado bueno. Me trataba como una reina, era cariñoso y adorable, aparte de que estaba buenísimo y era guapo. Sólo algo le fallaba, pero a mí no me importaba. Tenía una nariz aguileña inmensamente grande, tanto que cuando le besaba a veces tenía que separarme de él, no podía mover mi cabeza con normalidad mientras nuestras lenguas se entrechocaban. Pero no me importaba.
Gerardo fue el primero que me enamoró de verdad. Me reía mucho con él. Me encantaba tocarle el pelo rubio, cosa extraña cuando siempre me he decantado más por los morenos. Él tenía algo especial... Era demasiado especial.
Pronto me di cuenta de algo. Gerardo no tenía personalidad, se dejaba llevar por sus amigos, tanto que cuando me reencontraba con él venía borracho como una cuba. Y los amigos me miraban y se encogían de hombros.
Recién sacado el carnet de conducir y sin haber tocado casi un coche, mi padre me permitió sacarlo por primera vez de noche. Me dijo que no saliera de la ciudad donde acostumbramos a ir de fiesta y me puso hora. No recordaba la última vez que me habían impuesto el toque de queda a la hora de volver a casa. Comprendí que mi padre no pegaría ojo en toda la noche hasta que no supiera que yo dormía en mi cama.
Ocurrió que fui al bar de un amigo de Gerardo y le pregunté si le había visto. Casi todos los bares estaban vacíos. Yo me había tomado dos copas, suficiente para que me diera positivo en un control de alcoholemia. Cuando me enteré del pueblo que estaba en fiestas y sabiendo que Gerardo estaba allí dudé. Una fuerza me impulsaba a coger el coche y marcharme hasta allí, la parte sensata de mi mente me susurraba y me alentaba a quedarme en esa ciudad semimuerta por las dos copas que llevaba encima, dos copas que no habían hecho mella en mí.
Le pregunté a Almudena si le apetecía quedarse o marcharse. Ella me comentó que prefería estar en el pueblo en fiestas, pero que era algo que tenía que decidir yo pues era la que llevaba el coche. Me encontré con Tamara, Laura y Esther, mis tres mejores amigas del colegio. Hacía mucho tiempo que no las veía. Cuando les conté mi duda respecto a marcharme o quedarme fueron las que me convencieron. Con ellas y Almudena llené el coche.
Nunca antes había estado en ese pueblo, ni había conducido sola (se entiende, sin el profesor de la autoescuela o sin mi padre) tantos kilómetros (de 25 a 30), ni siquiera sabía dónde estaba ese pueblo. Notaba algo pesado en el estómago. Tenía miedo que me parara la Guardia Civil. Sabía que ese pueblo tenía tres accesos. En dos había control de alcoholemia, pero mi buena estrella hizo que esa noche entrara por allí donde no estaban los guardias parando a todo el mundo.
A la hora de aparcar lo hice junto un hoyo negro que no vi mientras paraba en la parte alta del pueblo, y al salir y ver el parachoques encima de ese agujero negro pensaba que quizás tenía una estrella sobre mi cabeza.
La plaza del pueblo estaba abarrotada (me ha salido así pero si no recuerdo mal es una de las frases típicas de Martes y Trece). Cuando digo que estaba llena me quedo corta. Allí había demasiada gente. Todos los garajes de las casas estaban habilitados como barras temporales, cosa que no se ve a menudo en la Rioja Alta.
Encontrarme con Gerardo allí sería como buscar una aguja en un pajar, así que decidí pasármelo bien. Miraba la hora a cada poco rato pues quería volver a casa a la hora impuesta por mi padre, por lo menos para darle unas horas felices de sueño.
Me encontré con mi hermano y me preguntó cómo había llegado. Abrió los ojos inmensamente cuando le conté que había conducido hasta allí. Me encontré con la gente a la que suelo ver todos los viernes y sábados.
A las 4 nos empezamos a alejar de la plaza y fue ahí donde vi pasar a un amigo de Gerardo. Me empecé a reír pues el otro no estaría muy lejos. Y así fue. Empezaron a pasar delante de mí mientras me reía en alto. Y me vieron, claro. Gerardo me cogió. Nos besamos. Le dije que debía irme pues me habían puesto hora en casa.
Fue gracioso ver cómo los amigos de Gerardo hablaban con mis amigas y les decían: "Ellos que se vayan juntos y vosotras os venís con nosotros, aunque sólo tenemos un sitio en el coche".
No podía dejar a mis amigas, además el tiempo jugaba en mi contra. Me tenía que ir.
Y nos fuimos.
Llegué diez minutos más tarde a casa. Entré en la habitación de mis padres para dejarle en la cómoda las llaves del coche a mi padre y, como había supuesto, él no dormía. Le dije dónde había estado pero no me dijo nada, ni en ese momento ni al día siguiente.
Debió pensarlo y unos días después me dijo: "Muy valiente fuiste para ir a ese pueblo con el carnet recién sacado", pero no era una reprimenda sino que lo decía con orgullo.
El tiempo pasó. Me cansé de las borracheras de Gerardo, me di cuenta de que él prefería estar con sus amigos (yo también adoraba estar con mis amigas) y un día le dije que lo dejábamos porque no quería estar con nadie. Él me clavó la mirada, supongo que me tanteaba, pero aceptó mi decisión. Seguimos liándonos después, durante mucho tiempo.
Después de dejarlo, el arrepentimiento pudo conmigo. Sé que podía decirle de volver y volveríamos a estar juntos, pero no quise... por orgullo, supongo, porque me hubiera contradicho. Me tumbé en la cama y lloré durante horas por la estupidez que había hecho, porque me di cuenta de que le quería mucho.
Un doce de octubre, muchos años después, le llamé. No estaba en su casa. Su madre me preguntó qué Ana era y me saludó efusivamente cuando le hablé. Parece ser que la familia de Gerardo me conocía demasiado bien. En mi familia nadie le conocía.
Varias horas después volví a llamarle y por fin pude hablar con él. Hablamos de muchas cosas y me dijo que le iba bien, que se alegraba de la llamada y de que no se me hubiera olvidado su cumpleaños. Es cierto, siempre me acuerdo en todos los Pilares de él, aunque no tengo fotos con él no he olvidado los rasgos de su cara. Es posible que se haya echado otra novia y sea feliz. Ese doce de octubre fue la última vez que supe de él, pues nunca más volví a llamarle. Él nunca tuvo mi teléfono para hacerlo, además nunca estoy en casa, ni aunque lo encontrara en la guía telefónica sabría de mí.
Me gustaría volverle a ver. No sé cómo sería ese reencuentro, pero estoy segura de que me echaría una mirada picarona y me atraería como un imán. Quizás tenga una barriga incipiente y empiece a caérsele el pelo, pero la nariz seguirá en su sitio, y aunque sólo viera eso le reconocería a mil kilómetros de distancia.
Es triste cómo todo el mundo va y viene, pasa por nuestras vidas, y llega un día en que terminan desapareciendo casi por completo, por mucho que les queramos. Los recuerdos que tengo de Gerardo son sublimes, perfectos. Él era especial. Y el hecho de que la gente pase sin parar por nuestra vida y quizás terminen marchándose para siempre está en nuestras manos, pues podemos retenerlos si queremos. Yo podría haber seguido en contacto con Gerardo si hubiera querido. Pero algo me impulsó a no hacerlo. De lo que estoy segura es de que no quiero perder a más gente a la que quiero en accesos de ira o en un alarde de locura y orgullo.
Sí, va por ti, no quiero perderte y haré todo lo que esté en mi mano porque no se pierda ese contacto.

Y llega un día en que te das cuenta de que todo sigue igual

Tengo miedo. Me temo a mí misma porque últimamente he descubierto muchas cosas que creía que habían caído en el vacío. Pero no ha sido así.
Creía que me sería fácil olvidar en un tiempo. ¿Pero cómo se pueden ahogar los sentimientos de la noche a la mañana? Es casi imposible. Al menos ahora me doy cuenta de que necesito mucho más tiempo. Intento no pensar, pero es difícil.
He intentado no mirar atrás, y a duras penas lo consigo. He intentado hacer desaparecer todo lo que llevaba dentro, pero simplemente el monstruo estaba dormido. Se ha vuelto a despertar. Porque sigo sintiendo, sin poderlo evitar. Y el hecho de seguir sintiendo sin quererlo me entristece porque no puedo controlar lo que llevo dentro.
Jamás creí que me costara tanto salir de esta situación.
A veces me gustaría cerrar los ojos y volver no a hace unos meses sino a hace uno o dos años, llegar a un momento donde no me afectaran tanto las cosas.
No sé qué hacer. Intento quitarme todo de la cabeza. Intento vaciarme por dentro. Y cuando más lo intento más latente está todo.
No duele tanto pero todo sigue ahí. Y lo peor de todo es que no puedo hacer nada para evitarlo.
Siento que me falta algo. A veces me cuesta respirar, incluso a veces se me caen las lágrimas sin darme cuenta. A veces sueño cosas que no quiero recordar después. Y muy de vez en cuando, sólo muy de vez en cuando, intento olvidar. No es fácil.
Recuerdo momentos tan perfectos que se me hace todo más crudo.
Intento seguir mi rumbo, paso a paso, y me cuesta tanto.
Empiezo a pensar en otros momentos parejos en el pasado y en cómo logré salir de los mismos. Y no me viene nada a la cabeza, sólo tamborilea en mi mente una palabra: "Tiempo".
Tarde o temprano tiene que desaparecer todo aquello que me aflige. Y me pregunto ¿cómo?
Quizás es que lo que llevo dentro realmente no quiero que se disipe. O simplemente llega un día en que te das cuenta que a pesar del dolor eso que sientes es demasiado bello para dejarlo escapar.
Intento mostrar indiferencia, pero no puedo. Por mucho que diga que me resbala todo no es así. No soy una pasota. Y este tema me altera demasiado para seguir hablando del mismo.
Hay un dicho: "Querer olvidar a alguien es quererlo para siempre" que he descubierto cierto con mi propia sangre.
Intento cerrar las heridas de una manera u otra, pero cada noche vuelven a rasgarse, vuelven a abrirse y vuelven a causar un dolor inmenso y agónico. Las llagas que intento cerrar cada mañana se abren cada noche para recordarme todo, si cabe más intensamente.
Quiero danzar sobre las notas que están sonando y, sin embargo, no tengo ánimos suficientes para hacerlo. Quiero correr a través del tiempo pero no tengo las fuerzas suficientes para hacerlo. Quiero volar hacia el sol pero no tengo alas para llegar.
¿Y ahora qué? ¿Cómo voy a salir de esta?

Dislexias


Es que a veces tengo dislexias raras, sobre todo si tengo sueño. Así es como el 26 de agosto llamé a mi amiga Elena, justo antes de irme a la cama, pero no me cogía. Al final terminé mandándole un sms felicitándole.
Y lo que fastidia llevar un rato leyendo en la cama (Stonehenge de Bernard Cornwell, que me tiene enganchada, y a pesar del sueño no se me ha quitado esa rutina de leer antes de dormir), acomodada ya, cuando oigo desde mi habitación pitar el móvil. Me levanté y leí el sms: "Ana, mi cumpleaños es el 29, no hoy".
En un alarde de locura que me ha dado a la hora de cambiar los días de su cumpleaños en el móvil para poner la alarma (evidentemente no es dislexia, es que tenía apuntado ese día) he borrado todos los cumpleaños. Ya no tengo agenda para felicitar. He anotado rápidamente de aquellos de los que me acordaba, pero me he dejado muchos.
Es una pena, ya no podré felicitar por su cumpleaños a todo el mundo que antes felicitaba y paso de mirarlo.
Odio el móvil y pasar más de cinco minutos perdiendo el tiempo con el mismo, a no ser que esté hablando, que lo evito también.
Últimamente no paro de recibir llamadas con el número oculto. Cuando lo cojo me cuelgan. Va a ser el gilipollas con el que me lié en julio. El día que me dé por llamarle y decirle cuatro cosas se va a acordar de mí. He optado por no coger las llamadas que hacen con "número privado". Quien quiera hablar conmigo, aunque sean los de las encuestas de Telefónica, que den la cara. Y sino seguirá sonando sin parar.
Lo tengo en silencio, así me molesta menos. Con la vibración ya vale.

Se me hace raro...


Hace unos días me dijiste que se te hacía raro que yo no estuviera... Bien, ahora soy yo la que se siente así.
Echo de menos tus palabras, tus risas, todo... Ni siquiera me has dado noticias y eso me ha dolido. Imagino que realmente no estabas.
Sí, se me hace raro no verte. Incluso los días se hacen más largos y se tornan más oscuros :(
Quizás mañana te vea.

"Where the Heart is"


Pongo el título en inglés porque en español suena totalmente pasteloso: "La fuerza del amor".
El caso es que no me gusta interrumpir las películas por la mitad porque la mayoría de las veces no las termino de ver, y esta, a pesar del gran paréntesis intermedio y a pesar de que intuía cómo terminaría (nada difícil de saber en películas de este tipo), la he finalizado, aunque deseando que acabara.
Siempre se desea que llegue ese beso final. Con mis ex compañeras de piso sólo llegué a ver dos películas, las dos del mismo palo, y se ponían a gritar en ese momento en que parece que la pareja se mira a los ojos y está a punto de besarse, pero algo les para... Gritaban como posesas.
El día que vino Roci a mi piso a ver a Orlando Bloom en "Piratas del Caribe" (la primera, claro), elegí la primera película: "La Profecía". Después vimos la otra. Yo ya había visto las dos, pero la de Demian me apetecía volverla a ver.
Desde entonces, Marta y Patri sólo se dedicaban a ver películas de esta guisa. Estoy segura de que la que yo he visto hoy la tendrían entre las primeras películas de su lista.
Recuerdo aquella conversación con Patri donde le preguntaba:
-¿Has visto "Matrix"?
-No, no me llama.
-A mí tampoco me llamaba hasta que me dijeron que tenía un trasfondo filosófico inmenso. ¿Te suena el Mito de la Caverna de Platón?
-No.
Aquí ya dejaba de hablar porque ¿qué más daba lo que pudiera contarle si no sabía de qué la estaba hablando?
Tiempo después, cada vez que me pedían películas nunca cogían las que yo les aconsejaba. Era sardónica con ellas, riéndome entre dientes por sus elecciones, casi siempre iguales, pues me daba cuenta de que, por mucho que les dijera, seguirían viendo el mismo tipo de películas pastel que siempre, aunque les recomendara buenas películas que se salían de la línea que ellas estaban acostumbradas a ver.
No está mal una de vez en cuando, pero ¿todos los días?
"La fuerza del amor" trata de dos jóvenes de mal vivir que se van en busca de una nueva vida hacia California. Novaly (Natalie Portman) y su novio. Esperan un bebé. En una de las paradas él la abandona en unos grandes almacenes y ella sobrevive como puede. Conoce a Forny, un bibliotecario del que se enamora.
Tanto Novaly como el padre de su hijo ascienden en su nivel social, los dos por separado, incluso se reencuentran al final. Y es que, como dice él: "A veces mentimos por miedo y esas mentiras pueden cambiar toda nuestra vida". C´est possible! Pero gracias a esa frase Novaly se da cuenta de lo que desea en esos momentos.

domingo, agosto 27, 2006

Cuentos y leyendas medievales

CABALLEROS, SANTOS Y DRAGONES
La Europa bárbara y pagana protegía a los dragones y a muchas otras criaturas monstruosas y malévolas. Tras la cristianización de Europa, Dios envió a la Tierra varios caballeros de gran corazón, ángeles y mujeres jóvenes para que mediante su valentía o su fe liberarían los campos de los demonios que los afligían.
Entre ellos, San Jorge y el arcángel San Miguel se convirtieron en modelos a seguir para toda la caballería. Todas estas leyendas de dragones, como aquélla de la Tarasca vencida por Santa Marta, simbolizan el triunfo de la Cristiandad sobre las viejas supersticiones paganas.

SAN JORGE Y EL DRAGÓN
Un día, Jorge llegó a la ciudad de Sileno, en Libia. En un estanque cercano a la ciudad vivía un temible dragón que había derrotado a todos los ejércitos que habían osado enfrentarse a él. A veces se acercaba a las murallas y envenenaba de un soplo a todos los que se encontraban a su alcance.
Con el objetivo de apaciguar al monstruo e impedir que matara a la ciudad entera, los habitantes le ofrecían dos ovejas diarias. Muy pronto, empezaron a carecer de ovejas y las reemplazaron por muchachas jóvenes que elegían por sorteo. Ninguna familia fue eximida de tal suerte. El día de la llegada del santo Jorge, la suerte había designado como víctima a la única hija del rey.
Jorge llegó justo en el momento en que la princesa estaba junto a un peñasco cerca del estanque, antes de ser engullida por el dragón. Montado sobre un ágil caballo, Jorge blandió en alto su estandarte y se echó sobre el monstruo con tal ardor y valentía que lo derribó al suelo. La princesa le dijo que colocara su cinturón alrededor del cuello del dragón. Así fue como el dragón, como un dócil perro, fue arrastrado hasta la ciudad por la princesa. Allí le decapitaron.

SAN MIGUEL Y EL DRAGÓN
San Miguel había sido llamado para luchar contra el demonio, que para combatir mejor, había tomado la apariencia de un temible dragón. La batalla comenzó sobre el monte Dol en Bretaña. Satanás luchó cruelmente, ayudado por sus hordas maléficas. El combate continuó en el Cielo durante varios días antes del desenlace, que se produce sobre el monte Tombe (Monte Saint-Michel).
Aubert, obispo de Avranches, que fue testigo del combate, recibió mediante sueños la orden de San Miguel de construirle un lugar de devoción en el sitio donde ha caído el Maligno. El obispo, que temía ante una posible locura, no se atrevió a hacer nada y decidió esperar. El arcángel se manifiestó por segunda vez pero Aubert todavía dudaba. La tercera vez San Miguel, furioso, dejó un agujero en su cráneo como prueba innegable. El obispo no sufrió demasiado pues murió pocos años más tarde. Hoy su cráneo se conserva en la basílica de Avranches.

LA TARASCA Y SANTA MARTA
Hace mucho tiempo, en el lugar donde se construyó más tarde el castillo del rey René, había un peñasco cuyas laderas se zambullían en las profundas aguas del Ródano. A varios pies bajo la superficie había un agujero donde vivía un monstruo tan feo como cruel, al que los habitantes de la región temían. Muy poca gente podía describir con precisión al monstruo porque, por desgracia, todos los que se habían encontrado con él sólo habían encontrado la muerte. La horrible criatura salía de su guarida acuática, subía por las orillas del río y recorría la región con toda tranquilidad, diezmando todo lo que encontraba a su paso: asnos y caballos, niños y corderos, ancianos y muchachas...
Sin embargo un día, doce valientes jóvenes decidieron poner fin a esto. Desde el amanecer, vigilaron el peñasco, armados de frondas y garrotes. Se quedaron allí hasta el atardecer pero descubrieron que el monstruo se había ido antes de que ellos llegaran. Sobre una playa de guijarros encontraron los rastros de sus pisadas, que les llevaron hasta la entrada de unas salvajes gargantas por las que se precipitaba el Ródano. Este paso estrecho se llamaba Tarusco. Las huellas gigantes seguían el curso del río y luego se bifurcaban en la tierra. Así es como los jóvenes llegaron al corazón de un espeso bosque. Allí oyeron los rugidos. Se acercaron y se agazaparon en un tronco y vieron cómo el dragón devoraba un buey.
-La víctima proviene del rebaño de mi padre -exclamó uno de los chicos.
-¡Cállate! -protestó otro.
Pero era demasiado tarde. El monstruo había reparado en los intrusos y se les echaba encima con la boca abierta, enseñando sus afilados dientes, tan agudos como espadas y puñales ensangrentados. Dos de los jóvenes fueron despedazados por las enormes garras de oso; mientras que otros dos chicos fueron asfixiados por el violento soplo parecido a un tornado y tan pestilente como los vapores de un valle lleno de cadáveres; otros dos jóvenes fueron cortados en pedazos por la espalda con las crestas cortantes del monstruo. Seis supervivientes huyeron mientras el dragón atacaba a los otros. Llegaron a la ciudad locos de espanto y contaron lo que habían visto. Nadie más se atrevió a enfrentarse a la bestia, a la que se le llamó “La Tarasca”. Siguió cometiendo fechorías junto al río, en las islas, en los bosques y en las ciénagas.
Un día, una muchacha vestida de blanco llegó junto a una cabaña de pescadores. La familia en lágrimas velaba por uno de los chicos que el monstruo había devorado. La joven preguntó qué pasaba.
Por la mañana se presentó frente al peñasco, llevando ropa que se puso a lavar en las aguas. En ese momento, las aguas empezaron a removerse, la orilla tembló, el viento empezó a silbar entre las cañas... Un olor pestilense se elevó por los aires. Una horrible cabeza surgió por encima del agua y le preguntó a la muchacha quién era.
-Me llamo Marta y vengo del país de Judea, allende los mares.
La Tarasca se acercó y, los pescadores, agazapados entre el follaje, sentían no haber impedido a la viajera aventurarse en aquella empresa. El dragón se acercó, amenazador y cenagoso. Su cuerpo cubierto de escamas se levantó frente a la lavandera que, sin abandonar la calma, puso su mirada límpida sobre la bestia y le dijo que tuviera cuidado que iba a ensuciar su ropa blanca.
La Tarasca se inmovilizó y quedó petrificada. Marta le dijo:
-Pobre bestia. Parece que nadie se ocupa de ti. Ven a sentarte junto a mí y cuéntame tus penas. Yo también viví momentos difíciles en mi país y huí de los míos a través del mar...
El monstruo volvió a la vida. De sus ojos salieron algunas lágrimas. Se acercó y se sentó sobre la playa de guijarros. Marta le habló de su país y de la gente que allí vivía. Habló de su viaje y de su llegada a una playa de arena fina donde la había acogido una gitana negra. Habló del amor y de la esperanza. Habló tanto que la bestia, domesticada, se quedó dormida junto a ella.
Los pescadores, sorprendidos ante tal prodigio, se acercaron al río. Encontraron allí a la muchacha que iba lavando el lodo que caían de las escamas del monstruo y permanecieron estupefactos, incapaces de moverse ni de pronunciar una palabra. Marta cogió su cinturón y lo colocó en el cuello del monstruo para llevarle consigo. Se precipitaron entonces las hachas, estacas y lanzas. Marta rogó que no le mataran. Pero los que habían perdido un hermano, un hijo o algún pariente cercano no la oían. Cayeron sobre el monstruo y lo traspasaron con sus armas. Antes de exhalar el último suspiro, la bestia lanzó hacia Marta una mirada llena de agradecimiento.
Arrastraron el cuerpo de la bestia hasta la plaza de la ciudad donde lo dejaron expuesto al sol. Marta fue aclamada triunfalmente y consagrada como dueña de la ciudad. El armazón del monstruo se secó. Los hombres se deslizaron en su interior y lo dotaron de una nueva vida, haciendo mover su cabeza, azotando su cola al aire y escupiendo fuego por su boca.

LADY GODIVA
Los impuestos eran demasiado pesados para la población de Coventry. Lady Godiva pidió a su marido Léofric, conde de Chester, que redujera esa carga que tanto pesaba sobre la población. Él aceptó con la condición de que su esposa recorriera desnuda sobre un caballo las calles de la ciudad.
La ciudad de Coventry todavía se acuerda de esto.
Al principio del año 1000, los habitantes de la ciudad de Coventry, Inglaterra, llevaban una existencia difícil, debido a los terribles impuestos que debían pagar al conde Léofric de Chester para pagar sus campañas militares. El joven se casó con Lady Godiva (Goda o Godgifu, en sajón), que se puso de parte de la plebe e imploró a Léofric que disminuyera las tasas. El conde aceptó con la condición de que atravesase desnuda la plaza de Coventry. Ella aceptó y se paseó por la plaza a caballo, mientras su larga cabellera tapaba su cuerpo desnudo.
Más tarde se intentó embellecer la leyenda. Se contaba que Lady Godiva pidió a todos los habitantes que se quedaran en casa con los postigos cerrados. Sólo un sastre, llamado Peeping Tom, se atrevió a mirar por la hendidura de la llave. Se quedó ciego.

MÉLUSINE
Desde Luxemburgo a Poitou, pasando por Normandía, se discute el origen de la leyenda del hada Mélusine, una mujer dotada de poderes extraños, gran constructora y madre nutricia.
Se trata de una criatura mágica con cuerpo mitad serpiente, mitad mujer.
El origen de Mélusine es real. En efecto, su madre, el hada Présina, había encantado a su padre Elinas, rey de Escocia, haciéndole prometer, antes de su matrimonio, no procurar verla mientras asistía al parto. Elinas no cumplió su promesa, por lo que Présine se refugió con sus tres hijas, (Mélusine, Mélior y Palestina) en la Isla Perdida (Isla de Avalon).
Cuando las tres hijas crecieron, usando sus poderes de hadas, decidieron encerrar a su padre en la montaña mágica de Northumberland. Esto le pareció tan severo a Présine que echó el mal de ojo a sus hijas.
Y le dijo a Mélusine: “Cada sábado tu cuerpo bajo el ombligo se convertirá en septiembre. Pero si encuentras a un hombre que quiera tomarte por esposa y que prometa no verte nunca en sábado, tendrás una vida normal. No obstante, si tu marido descubre tu secreto, serás condenada a ser mitad serpiente hasta el Juicio Final”.
Mélusine encontró a Raymondin en el Bosque de Cé, cerca de Lusignan. Este joven volvía de cazar un jabalí, donde por accidente había matado también a su tío Aimeri, conde de Poitiers. Se enamora de Mélusine y pide su mano.
Gracias a sus poderes, Mélusine consigue que declaren inocente a Raymondin. El hada acepta casarse con él y le hace prometer que no dude sobre su origen y que no intente verla jamás en sábado. A cambio, le ofrece a Raymondin una gran fortuna, así como una descendencia larga y numerosa.
Durante el primer año de matrimonio, Mélusine emprendió la construcción de Vouvant, de Mervent y de la torre de Saint-Maixent, plazas fuertes que contribuyeron a enriquecer y fortalecer a la familia de Lusignan. Una sola noche bastaba para edificar las fortalezas más imponentes (Tiffauge, Talmont, Partenay); iglesias como Saint-Paul-en-Gâtine, surgida en mitad del campo; las torres de guardia en Rochelle y Niort; y la ciudad de Lusignan.
El sábado, empujado por los celos que le inculcó su hermano, el conde de Forez, Raymondin transgredió la norma que le había impuesto su mujer, y con la punta de su espada rompió la cerradura de la sólida puerta dy hierro tras la cual estaba encerrada su esposa. Encontró a su Mélusine bañándose en una gran bañera de mármol, se teñía el cabello, y del ombligo para abajo tenía cola de serpiente, gruesa como un arenque, tan larga que el agua salpicaba hasta el techo de la cámara.
Mélusine, traicionada, huye gritando por la ventana y su marido jamás la volvió a ver bajo la forma humana. No obstante, la leyenda cuenta que Mélusine volvió tres días después, cada vez que las fortalezas que había levantado cambiaban de dueño, y apareció cada vez que uno de sus descendientes estaba a punto de morir.

GUILLERMO TELL
El tirano Gessler era el representarte del emperador austriaco en Suiza. Obligaba a la población a inclinarse delante de un sombrero colocado bajo un tilo en la plaza de Altdorf. Guillermo Tell se negó a hacerlo y Gessler le ordenó a derribar de una flecha de ballesta una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo.
Así nacería la leyenda del más célebre ballestero del mundo.
En el siglo XIV, Suiza todavía dependía del Sacro Imperio Romano Germánico, que despachaba gobernadores hacia los cantones suizos para representar la autoridad austriaca de los Habsburgo. En la región de Uri, el gobernador nombrado fue Herman Gessler, que era un tirano sin compasión.
Sobre la plaza de Altdorf, izó su sombrero sobre un tilo y exigió a toda la población que saludaran al sombrero cada vez que pasaran delante. Nadie se atrevió a desafiar la orden de Gessler, excepto Guillermo Tell. Se paró y fue llevado ante el gobernador. Éste decidió que no le metería en la cárcel, pero ordenó que Guillermo colocara a su hijo al pie de un árbol, con una manzana en la cabeza, le hizo retroceder 100 pasos y le retó a ver si era cierto que era el mejor ballestero del cantón con sólo traspasar la manzana. Guillermo se negó a ejecutar la orden, aunque fue obligado a obedecer. Guillermo tiró y traspasó la manzana. Pero había reservado una segunda manzana para Gessler, en caso de que hubiera matado a su hijo. Cuando Gessler escuchó a Guillermo la narración de la segunda flecha, se encolerizó, ordenó que encarcelaran al padre y al hijo y los expulsó en una barca que atravesara el lago de Lucerna para finalmente encerrarles en la fortaleza de Küssnach.
Durante la travesía estalló una tormenta tan violenta que Gessler obligó a Guillermo que le ayudara a maniobrar con la barca, prometiéndole la libertad a él y a su hijo. Guillermo consiguió acercarse a la orilla, cogió a su hijo y saltó a tierra firme, empujando la barca hacia el agua. Actualmente ese lugar se llama el “Salto de Tell”.
Tiempo después, Tell tendió una emboscada al tirano Gessler en el camino de Küssnach y le mató con un tiro en el corazón. Muchos piensan que esto llevó al Pacto de Confederación Suiza de 1291.

BERTHA DEL PIE GRANDE
El cuento de Bertha del Pie Grande procede de una crónica en prosa que data de 1225. Se inspira en la historia de Berthe o Bertrade, llamada “del Pie Grande”, hija del conde de Laon, que se casó con Pépin “el Breve” y de cuya unión nacería el emperador Carlomagno.
Es interesante esta leyenda frente a la historia verdadera de la primera reina de Francia.
Cuando Pépin “el Breve” decidió casarse, sus consejeros recorrieron diversos países en busca de una novia perteneciente a la nobleza. Pero el rey no se decidía, hasta que un trovador que había recorrido buena parte del mundo le cantó y alabó la belleza de Bertha, hija del rey de Hungría, tan fina y delicada como sabia e inteligente. Sólo tenía un defecto: uno de sus pies era demasiado grande.
Pépin decidió conocerla. Hizo cargar 30 caballos de oro y plata, equipó a una docena de caballeros ricamente y la comitiva se dirigió hacia Hungría. La bella Bertha no estaba feliz después de haber dado su consentimiento, pues debía abandonar su país y a sus seres queridos.
Y Bertha marchó a Francia. En el camino, la comitiva hizo una parada en la casa del duque de Maguncia, que se sorprendió ante la belleza de la princesa Bertha. Este duque tenía una hija, Alista, que se parecía tanto q Bertha que eran como dos hermanas, salvo por los pies de Alista que eran muy pequeños. Las dos jóvenes trabaron amistad inmediatamente. Bertha estaba tan encantada con su nueva amiga que le propuso llevarla a Francia consigo.
Cuando llegaron a París, la princesa húngara estaba cansada del largo viaje, así que le propuso a su amiga que la reemplazara. Alista aceptó de buena gana, así que se puso uno de los vestidos más bellos de la princesa húngara y se dirigió a la sala de recepción para la ceremonia de presentación, donde se encontró muy cerca del rey. Alista entonces decidió reemplazar a su amiga para siempre.
Pagó muy bien a los sirvientes que se llevaron en secreto a Bertha a lo más profundo del bosque, donde tenían orden de matarla. Pero no tuvieron el valor de hacerlo, vacilaron ante tanta belleza. La abandonaron a su suerte y regresaron a París. La pobre Bertha erró durante mucho tiempo por el oscuro bosque, se arañaba las piernas con las espinas, dormía a la intemperie sobre el suelo yermo y se alimentaba de fresas silvestres y frambuesas. Un día descubrió en una pradera una pequeña choza. Allí vivía el carbonero Simón, con su mujer y sus dos hijas. Bertha vivió 9 años y medio en la cabaña del carbonero y jamás contó su verdadera identidad.
La reina de Hungría, Blancaflor, no olvidaba a su hija. Cuando tenía oportunidad, le enviaba misivas a Francia, y se inquietaba al recibir informaciones tan concisas de su hija. Alista enviaba a Hungría cartas muy prudentes. Cuando la reina de Hungría le invitó a su hija a visitar su país, Alista respondió que no podía hacer ese viaje pues estaba enferma. La reina de Hungría decidió entonces ir a ver a su hija.
Al enterarse Alista de que Blancaflor estaba en camino, tuvo miedo. Se metió rápidamente en la cama y se declaró enferma. La reina de Hungría encontró a la que creía que era su hija en la cama de una habitación oscura, con las cortinas echadas. La reina se reclinó sobre la cama de la falsa Bertha y se puso a acariciarla como un bebé. Entonces observó que la que estaba en la cama tenía la misma cara que Bertha pero tenía los pies muy pequeños. Y le dijo que no era su hija.
Blancaflor decidió ir a contárselo al rey. Pépin “el Breve” se enfadó muchísimo. Hizo que Alista se presentara ante él y, entre lágrimas, confesó todo. Después el rey llamó a los servidores a los que habían encargado la horrible tarea de deshacerse de Bertha, que también confesaron. Llevaron al rey hasta el lugar del bosque donde habían abandonado a la pobre princesa húngara.
El rey buscó a Bertha en todas las direcciones. Empezó a pensar que Bertha había perecido en el bosque cuando encontró la choza del carbonero. Delante de la casita había una joven muy bella que traía un cántaro de agua de la fuente. Y observó también que uno de sus pies estaba calzado por un zueco muy grande. Pepín la interpeló preguntándole su nombre.
Cuando supo que era Bertha, la montó sobre su caballo. El rey fue misericordioso con todos, gracias a la intervención de Bertha del Gran Pie, que tenía un gran corazón. Alista fue expulsada de París. Los servidores fueron apaleados pero luego el rey les compensó ricamente porque no habían matado a Bertha. El carbonero Simón, que no se creía que durante casi 10 años hubiera albergado en su casa a la reina de Francia, fue nombrado caballero y recibió un escudo de armas con una flor de oro sobre un campo azul.
La reina de Hungría lloraba y, a la vez, se recocijaba por no haber escuchado los consejos de su marido, que le había pedido que no hiciera ese viaje tan largo a Francia.
Poco después Pépin “el Breve” y Bertha se casaron. Marido y mujer vivieron muchísimos años felices y reinaron sabiamente sobre la dulce Francia.

ROLAND DE RONCESVALLES
La Chanson de Roland es la epopeya francesa más antigua. El Cantar de Gesta se compuso en el siglo XI y conserva ciertas historias que se basan en acontecimientos reales que se celebraron dos siglos antes, en el año 778, en el momento en que Carlomagno vuelve de una expedición contra los musulmanes de España.
El emperador Carlomagno reinaba gloriosamente desde hacía muchos años en Francia. En España combatía con éxito a los sarracenos. Así había conquistado numerosas ciudades españolas, pero en Zaragoza, el rey sarraceno Marsile se resistía con firmeza. El emperador había sitiado la ciudad durante mucho tiempo, sin resultado alguno. Se sintió aliviado cuando el rey Marsile le propuso la paz, prometiendo que se sometiría definitivamente a Francia. Con este giro de los acontecimientos, Carlomagno le envió a su consejero Ganelon para discutir las condiciones de paz. El emperador prometió retirar sus tropas de Zaragoza y regresar a Francia.
Pero Marsile era un tramposo y Ganelon estaba ávido de riquezas. Por 700 camellos cargados de oro y plata, Ganelon traicionó a Carlomagno, a quien aconsejó que dejara una parte del ejército en la retaguardia que le cubriera las espaldas cuando abandonara España en dirección a tierras francesas. Esa retaguardia estaba compuesta por los soldados más valientes de Carlomagno. Privado de sus mejores caballeros, el emperador difícilmente podría regresar a España y emprender nuevas campañas contra los sarracenos.
Tras el consejo de Ganelon, Carlomagno regresa a su país, dejando tras de sí 20.000 de sus mejores combatientes, a la cabeza de los cuales estaba su sobrino, el valeroso Roland, con su amigo Olivier y el arzobispo Turpin.
Ocurrió lo que el rey Marsile había conspirado con el traidor Ganelon. Armado con un ejército muy numeroso de sarracenos, Marsile atacó la retaguardia de los franceses de improviso. Los sarracenos eran superiores en número, porque Marsile había recibido refuerzos del emperador Boligant, así como soldados de Jericó, de África, de tierras turcas, de Persia y de Huns. Algunos eran hirsutos como la carne de cerdo, otros tenían la cabeza colocada directamente sobre los hombros, otros tenían la piel tan dura que no necesitaban coraza ni escudo, y estaban aquellos tan fuertes que, sin guantes, podían quebrar una lanza, moler un escudo o hender el cráneo de un enemigo.
Olivier pidió varias veces a Roland que tocara el olifante para que el emperador Carlomagno diera media vuelta ante el inminente ataque de su retaguardia, pero Roland no quiso hacer la llamada de socorro, alegando que debían luchar como caballeros que eran.
Así se produjo la terrible batalla en el paso de Roncesvalles, Pirineos. Los franceses luchaban con gran coraje. Roland, Olivier y Turpin asestaban miles de golpes. Los enemigos caían de su montura, pero por cada sarraceno derribado aparecían diez más. Entonces Roland decide tocar el cuerno, aunque Olivier le dice que ya es demasiado tarde.
Roland tocó por fin el olifante en el paso de Roncesvalles. El emperador Carlomagno oyó el llamamiento del olifante a lejos, más allá de las montañas. Comprendió que su retaguardia había sido atacada y adivinó enseguida la traición de Ganelon. El ejército francés volvió sobre sus pasos hacia los Pirineos. Carlomagno cabalgaba en cabeza. Ninguno de sus jinetes pudo esconder sus lágrimas ante el espectáculo de tantos héroes valientes cuyos cadáveres cubrían el campo de batalla.
Cuando el emperador llegó a Roncesvalles el combate había acabado. Sobre la hierba yacían los 20.000 valientes de Francia. Carlomagno y su ejército descubrieron los cuerpos de Olivier y Turpin y luego encontraron el de Roland. Alrededor de los cuerpos de los franceses, yacían todavía más numerosos los cuerpos de los enemigos. Y el emperador con su ejército se echaron sobre los sarracenos con tanta rabia que en esta batalla cayó el traidor rey sarraceno, Marsile, y el hijo del emperador Boligant. Éste contemplaba con estupefacción y desesperación la derrota de su inmenso ejército.
Carlomagno expulsó a los sarracenos hasta Zaragoza, donde destruyó las puertas y se apoderó de la orgullosa ciudad.
Los héroes de Roncesvalles, Roland, Olivier, el arzobispo Turpin y los 20.000 combatientes fueron enterrados solemnemente. Su sacrificio no había sido en vano. Zaragoza había sido vencida por fin y la fuerza de los sarracenos en España había sufrido un golpe fatal.
El traidor Ganelon no escapó de un castigo justo y merecido. Cerca de París, en un vasto prado, fue desmembrado por cuatro fuertes caballos.

Y entonces...

Y entonces sigo enterándome de cosas. Hace un tiempo me hubieran hecho mucho daño, hoy ya es tarde para que ni siquiera rocen mi caparazón.
Y entonces te preguntas si merece la pena...
Y ahora no sé si sentirme traicionada y/o engañada o simplemente mostrar una indiferencia vital. Porque yo ya lo veo todo demasiado lejano como para que haga mella en mí.
Pero me siguen llegando cosas, unas cosas que hace un tiempo me hubieran producido una pena inmensa.
Tengo arraigado un sentimiento de la ética demasiado profundo como para preguntarme si es perdonable todo esto. Porque yo no lo haría. Pero también es cierto que cada persona es un mundo y no podemos esperar que los demás hagan lo que nosotros haríamos en su lugar.
Por lo demás, estoy bien. Ahora ya no lloro por lo que se fue, sino que lloro porque cada día me siento más decepcionada con respecto a todo.

sábado, agosto 26, 2006

Cuando las cosas no son como eran...

Algo está cambiando. Te das cuenta de que lo que antes era negro ahora es blanco. Acabas de enterarte de lo inimaginable, de lo último que hubiera pasado por tu cabeza hace tan sólo unos días y te preguntas ¿por qué?
Te preguntas por qué las personas que estaban ahí ya no están, terminan desapareciendo, bien de una manera objetiva, bien desde el punto de vista subjetivo.
¿Qué es lo que ha cambiado en estos siete meses? Para mí han cambiado muchas cosas. Pero a veces me pregunto cuáles son los cambios de tu vida. Quiero respuestas y no quiero que me las des por aquí, sino en privado.
Te noto diferente. Ya sentía esas connotaciones hace un tiempo, pero no tan intensas como las noto ahora. ¿Qué está pasando?
Y sobre todo, ¿por qué no me habías dicho nada?

Una leyenda: Zabárrula

Ésta es una historia triste y como todas las historias tristes no te deja un buen sabor de boca al final, así que no aconsejo a nadie que la lea si es dueño de un estado de pesadumbre. Me la contaron estando de acampada en el monte. Ese día habíamos visitado un pueblo abandonado, habíamos caminado por sus calles, entre cuyas piedras sobresalían matorrales, habíamos contemplado las casas semi derruidas por el abandono y el tiempo... Sentados bajo la sombra de los inmensos fresnos que rodeaban aquel lugar, la historia se materializó ante nuestros ojos.
"Hace años que aquél había sido un pueblo lleno de vida, cuyos habitantes eran felices. Vivían casi todos del pastoreo de las reses que dejaban pastar entre las montañas despobladas de árboles. Era famoso aquel pueblo, aparte de ser una de las muchas aldeas que rodean la zona de Ezcaray, por sus fiestas invernales, donde se repartían judías verdes con chorizo, y donde se acercaba mucha gente de los alrededores a pesar de las inclemencias del tiempo y de que la mayoría de las veces los caminos estuvieran cubiertos de nieve.
En el pueblo había muchos jóvenes, y eran felices por vivir en la montaña aunque a veces se pasaran un día entero para buscar un médico entre las localidades cercanas, a pesar de que tenían que ir a por productos de primera necesidad luchando contra la lluvia y el frío... La mayoría de los productos de primera necesidad los sacaban de los huertos o de los animales, y se fabricaban los productos allí mismo, pero a veces era necesario recorrer las laderas en busca de aquellas cosas de que ellos carecían.
Entre los jóvenes había una chica, Elisa, que no sólo llamaba la atención entre los muchachos de la aldea, sino que su belleza era alabada más allá de los confines de Santo Domingo de la Calzada. Ella se había prendado de Juan, su vecino, y su amor era correspondido. Además el chico había decidido ese año dar el paso y comenzar un noviazgo con ella que tenía visos de truncarse antes de lo previsto.
Llegó el invierno y con él las fiestas. Después de la comida popular compartida por todos los vecinos, la orquestilla comenzó a tocar unos pasodobles para amenizar la sobremesa invernal. Las parejas empezaron a dar vueltas por la plaza al son de la música. Juan fue a por Elisa y se pasaron bailando y riendo toda la tarde.
Observándoles estaban unos jóvenes de Ojacastro. Manuel había oído hablar de la belleza de Elisa y, no muy amigo de las fiestas ni acostumbrado a salir, había decidido cruzar los montes para comprobar la certeza de esos rumores. No la quitó ojo en toda la tarde y llegó un momento en que no pudo quedarse parado y fue a pedirle la mano para bailar. La pareja se negó, estaban tan bien juntos que nadie ni nada podría separarlos. Manuel, resignado, volvió con sus amigos, pero sin quitarles el ojo de encima a Juan y Elisa.
Oscureció y la música terminó. Los jóvenes de Ojacastro habían desaparecido. Juan acompañaba a Elisa a su casa cuando en medio del camino se les interpusieron Manuel y sus amigos. El muchacho de Ojacastro intentó besar a Elisa mientras entre unos cuantos sujetaban a Juan.
La chica le rechazó. Juan consiguió zafarse de las garras de quienes le sujetaban y fue hacia Manuel con los puños en alto. Comenzaron a pelearse. En un momento determinado Manuel sacó una navaja, lo que envalentonó más al otro. En el forcejeo, el de Ojacastro cayó al suelo con la navaja clavada en el corazón. Los demás huyeron despavoridos.
Al día siguiente, avisada por los jóvenes de Ojacastro, la Guardia Civil llegó a la aldea. Comenzaron a buscar a Juan, pero no le encontraron. Preguntaron a todos los vecinos dónde estaba, pero nadie les contestó. Entonces cogieron a un anciano y lo pusieron contra la pared, con intenciones no muy claras. Antes de que contaran hasta tres Juan hizo su aparición en la plaza y los guardias se lo llevaron preso en dirección a Ojacastro.
Elisa lloraba desconsolada por la ausencia de su novio, se imaginaba lo que iba a ocurrir... Unos días más tarde, tal y como Elisa había temido, llegó al pueblo el guarda forestal trayendo un carro; ahí estaba el cadáver de Juan con un tiro en el pecho. El guarda dijo que lo había encontrado no muy lejos de donde estaban en ese momento.
Juan fue enterrado y los vecinos lloraron su pérdida durante mucho tiempo. Unas semanas más tarde, donde estuviera la tumba de Juan había crecido un frondoso fresno. Poco tiempo después Elisa también murió; se rumoreaba en las localidades cercanas que no pudo superar la ausencia de su amor. Sólo en el pueblo sabían la verdad: Elisa había ido a la tumba de su novio y había pedido a la Muerte que le llevara con él. Unas semanas después un fresno había brotado en donde fuera enterrada Elisa.
Pasó el tiempo. Cada vez que una persona se moría un fresno brotaba de la tumba. Así hasta que nadie quedó con vida en la aldea. Los únicos con vida actualmente son los fresnos que nos dejan el legado de que allí existieron personas".
Hoy Zabárrula pertenece a la jurisdicción de Ojacastro. Puedes pasear por sus calles desiertas, puedes entrar en sus casas y distinguir las habitaciones, puedes contemplar ese pueblo fantasma desde las laderas de las montañas. Y sobre todo puedes sentarte a la sombra de los inmensos fresnos a deleitarte con la historia de Juan y Elisa.

Cosas...

Pues ahora que se ha ido mi hermano le echo de menos.
Ha molado que estuviera aquí unos días. Supongo que volverá, cuando pueda.
Hace unos años pensaba que vivir con mi hermano sería el horror pero es mejor de lo que pensaba.
Lo único que noto diferente es que ponía la televisión siempre, cosa que yo no suelo hacer muy a menudo. La ponía a las 8 antes de marcharse, mientras desayunaba. La ponía a la hora de comer siempre, cosa que por lo general a mí se me suele olvidar. La ponía por las tardes y por las noches.
Apenas se conectaba en internet y lo justo para ver su correo y periódicos deportivos.
Por estas fechas es el cumpleaños de mi amiga Elena. Creo que lo tengo apuntado en el móvil y me avisará, y por si acaso de me olvidara: ELENA FELICIDADES, que sé que apareces por aquí de vez en cuando.
También esta noche ha perdido el Barça :( Quizás se lo tienen merecido porque enseguida se les sube a la cabeza todo. Me da pena, pero es lo que tiene: un gran equipo no es sólo el nombre y la categoría de sus jugadores sino el jugar en el campo y demostrarlo.

viernes, agosto 25, 2006

El Caníbal de Rotemburgo

Ayer leí una historia que vino de la mano de Der Metzgermeister. No la conocía aunque me sonaba este escándalo. Imagino que cuando recopilamos mucha información diariamente de los medios de comunicación hay demasiadas cosas que se nos pasan por alto. La retomo porque me parece impactante.


Armin Meiwes era un chico normal en la escuela, algo retraído y apartado de sus compañeros. En su familia vivió las sucesivas separaciones de su madre y al final de su pubertad vivía sólo con ella, sometido a una estricta disciplina. Estos antecedentes no son nuevos en la historia de los criminales más famosos del mundo. En su juventud, el caníbal presenció escenas de matanza de animales que podrían haber influido en su estado psicológico.

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El Caníbal de Rotemburgo

A los 18 años, Armin y su madre se mudan a la enorme casa que la familia poseía a las afueras de Rotemburgo. La casa tenía 44 habitaciones y los amigos de Armin la llamaban “la casa de los espíritus“. Posteriormente ingresó en el ejército donde destacó por su disciplina. Apoyaba a lo subalternos y se llevaba bien con ellos. Tras su servicio en el ejército, trabajó como técnico de computadoras en un centro informático de Kassel. En su trabajo también se le consideraba diligente y eficiente. Entre sus aficiones estaban la lectura de libros de caníbales, muertes y asesinos en serie. Además coleccionaba partes del cuerpo de muñecas que coleccionaba en un cofre para ocultarlas de su madre.
La madre falleció en 1999 en Rotemburgo. Tras su muerte, Armin se quedó solo y los únicos lazos familiares y sentimentales que mantenía desaparecieron de su vida. A partir de este momento, Meiwes inició su carrera criminal por internet: fotos de crímenes, accidentes, cuerpos abiertos y otras muchas fantasías violentas componían el archivo fotográfico de su computadora; foros como "Gourmet" o "Caníbal–Café" le proporcionaron la plataforma ideal para contar y compartir sus fantasías más profundas. Comienza la nueva doble vida de Armin. Así comenzaron sus primeros contactos. Primero un cocinero ofreció a dos de sus ayudantes para ser degustados. Armin habría tenido la oportunidad de matarlo y devorarlo. Sin embargo, ante las dudas de la víctima, lo dejó marchar. El banquete sólo tenía sentido si la víctima también estaba de acuerdo.

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La casa

En el chat, conoció a Bernd Brandes, un ingeniero de Berlín. Bernd se declaraba bisexual y su comportamiento sexual no era lo que se puede llamar "normal". Violencia y tortura formaban parte de sus rituales sexuales del día a día. Se citaron primero para un fin de semana donde pusieron a prueba sus instintos caníbales. Tras la despedida en la estación, Brandes lo pensó mejor y llamó a Meiwes para que lo recogiese. Quería probar otra vez.

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La posible víctima

Tras varias horas de conversación, Brandes quiso que el Caníbal le amputase el pene. "Córtalo de una vez", -dijo la víctima. Con gran cantidad de alcohol y medicamentos ya no sentía dolor. Por fin Bernd pudo cumplir su sueño: comerse sus propios genitales, algo en lo que Meiwes también participó. Meiwes cortó el pene en dos trozos y los puso en la sartén aderezándolos con pimienta, sal y ajo.

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La "habitación del pánico"

En cuanto a los motivos que llevaron a la víctima a ofrecerse, Armin manifestó que no entendía el sentimiento de felicidad que Bernd experimentaba. Meiwes asesinó posteriormente a su víctima en la mesa de descuartizar y grabó todo en cámara de vídeo. Descuartizó el cuerpo y conservó la carne. Después de dos días, Armin vio cumplido su deseo de comer carne humana. Según las declaraciones a la policía, la carne humana tiene un sabor parecido a la carne de cerdo. El Caníbal había cumplido su deseo, pero esto no era suficiente para él. Los meses siguientes los pasó buscando nuevas víctimas. Necesitaba carne joven y fresca. Esta actitud fue la que condujo a la policía a desenmascararlo. Un estudiante de Innsbruck denunció a Meiwes, que aseguraba en los foros haber probado carne humana. Se registraron varios centenares de víctimas, dispuestas a dejarse devorar por un caníbal. La policía lo arrestó un año después del asesinato.

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La jaula

El veredicto de los psicólogos y psiquiatras muestra que Meiwes no estaba loco cuando cometió el crimen, pero consideran que la víctima no podía pensar racionalmente. La fiscalía quiere juzgarlo por asesinato con motivos sexuales e imponerle cadena perpetua. El problema es que la víctima dio su consentimiento al asesino y la defensa usará este argumento para que se considere como homicidio a petición, una especie de eutanasia ilegal, lo que llevará a una sentencia de entre 6 meses y 5 años, anulando la consideración de que fue un asesinato. Este caso fue muy conocido porque en Alemania el canibalismo no está penalizado por la ley, por lo que el encarcelamiento de Armin Meiwes es díficil de llevarlo a cabo.
El caso de Armin Meiwes conmovió a todo el mundo por su crueldad. Sobre todo por la popularidad que le dieron los medios de comunicación. Pero el fallo judicial se enfrenta a problemas para condenar justamente al acusado.
En estos momentos Armin está condenado a 8 años y medio de prisión por asesinato. La Fiscalía Alemana pide para él cadena perpetua mientras que la defensa alega que sólo debe ser condenado por homicidio con el consentimiento de la víctima.

Zacarías

El profesor de Lengua Española que más me marcó se llamaba Zacarías. Era un treintañero de un pueblo de Álava. En mi colegio corría el rumor de que tenía una hija, a pesar de que también tenía votos pero no era sacerdote. Físicamente se parecía a Pérez-Reverte en aquella época, que era corresponsal de guerra en Sarajevo: pelo negro, la misma forma de la cara, gafas de pasta oscura, alto y delgado, con una voz perfecta.
Fue el primero que me llamó, el día de mi cumpleaños, republicana. Fue el primero que me riñó por empezar a fumar. Fue quien me regaló aquel libro de La fortaleza que nunca hubiera cogido de la biblioteca ni me hubiera leído si él no me lo hubiera regalado, un libro que trataba sobre la fuerza de voluntad de un tullido en una tribu de la Edad de Bronce, un tullido que sin ser sacrificado al nacer llega, por su fortaleza interior, a ser uno de los personajes más importantes de su tribu, se convierte en una especie de ingeniero y constructor que, gracias a su inteligencia, provee a sus congéneres de unas defensas contra los enemigos que venían por mar.
Zacarías nos hacía exámenes día sí y día también. El libro de Lengua Española apenas lo usábamos, él no se guiaba por libros de texto, sino que seguía sus propias normas. Había varios tipos de exámenes: ortografía y dictados, análisis sintácticos de oraciones, vocabulario y verbos.
Nunca estudiaba Lengua Española. Recuerdo a una compañera interna con el libro de texto en las manos estudiando de ahí ortografía. Laura me decía: "¿No estudias Lengua?". Yo le decía que no, que eso no se estudiaba, sino que se sabía. Ella se quedaba sorprendida, pero mucho más cuando mis exámenes de ortografía no tenían fallos, o uno a lo sumo.
También me parecía una pérdida de tiempo estudiar una lista inmensa de palabras de vocabulario con varias acepciones que nosotros debíamos buscar. La nota me compensaba con la ortografía y los verbos, así que mis 2 continuos en los exámenes de vocabulario donde me inventaba las definiciones chocaban con el resto de exámenes. Un día Zacarías me echó una bronca inmensa delante de toda la clase: "Como vuelvas a sacar un 2 en un examen de vocabulario te suspendo la asignatura entera". Él como yo sabíamos que no lo tocaba ni estudiaba así que empecé a meterme en la mollera todos esos conceptos que para mí carecían de significado cuando no tenían un contexto al lado. No volví a suspender un examen de vocabulario.
Los exámenes de sintaxis me parecían un juego, tanto que cogí el gustillo de salir a la pizarra a menudo siempre que pedía voluntarios. Pocas veces cometía fallos porque era la parte que más me gustaba. Un día Zacarías dejó de pedir voluntarios y empezó a sacar a la pizarra a dedo. Aun así, desde mi sitio levantaba la mano y corregía las frases, fuera quien fuera la persona que estuviera en la pizarra.
Los exámenes de verbos eran tan simples que consiguió que me los repasara de nuevo, aunque me los sabía. Pero el pavor ante sacar un 5, o incluso peor un 0, hizo que me repasara de nuevo los tiempos perfectos y el Subjuntivo. Y sí, eran tan simples esos exámenes que siempre saqué 10. Si cometías un fallo te ponía 5, con dos fallos un 0. Así que la gente se lo tomaba en serio. Nunca cometí un fallo a la hora de escribir un tiempo verbal.
Zacarías nos repartía los exámenes corregidos y pasaba lista para que le diéramos la nota. La mayoría de las veces recordaba perfectamente lo que sacábamos. Una compañera de clase cometió una estupidez al decir que tenía un 10 en vez de un 0 en un examen de verbos, lo que le valió suspender la asignatura durante dos evaluaciones. Y es que a Zaca era difícil pegársela. Después de darle las notas aquel día se empezó a pasear por la clase, llegó al sitio de Marta y le pidió el examen.
Zacarías no volvería a darme clase hasta el último curso en mi colegio, de Historia Universal. Para entonces nos llevábamos genial.
Y es que Zaca, aparte de ser profesor de Lengua e Historia, tenía otro cometido en mi colegio: era el encargado de repartir los castigos. A mí al principio los castigos me acojonaban sobremanera, pero cuando vi de qué se trataban me empezó a entrar la risa. Si Zaca te decía: "El viernes a mi despacho" era obligatorio ir. Así que después de la comida del último día de la semana dentro del colegio la fila frente al despacho de Zacarías era inmensa. Repartía tareas a diestro y siniestro. Esas tareas consistían en barrer el colegio. Estaba bien ver cómo a las 4 de la tarde, escoba en mano, medio colegio estaba barriendo los patios, las clases, los pasillos... Debo reconocer que me he barrido, gracias a mi profesor de Lengua, todo el colegio.
Durante todo un curso tuve un castigo indefinido que me lo salté a la torera. En vez de ir a buscar a Zacarías después de comer cada viernes, me acostumbré a ir a buscarle una hora después, cuando estaba tomando café con otros profesores y, por supuesto, iba a buscarle allí donde tenían una sala bien ornamentada. Alguna vez me invitaron a tomar café con ellos, aunque siempre decliné la invitación. La mayor parte de las veces Zaca me decía que ya no le quedaban sitios para barrer, que me fuera del colegio antes de que cambiara de opinión.
Por supuesto, siempre iba a por mi castigo porque Zaca tenía una lista con los que había castigado y no podías lavarte las manos porque podía ser peor.
Hay un único castigo que recuerdo a la perfección y fue otro profesor quien me mandó hacerlo, junto con un compañero de mi clase. Lo recuerdo porque tuve dolor de riñones y espalda durante mucho tiempo. Aquel día, en vez de barrer, nos mandaron recoger las hojas secas del césped. No las recogimos todas, y cuando el profesor vio que era suficiente castigo, nos dejó marchar.
Casualmente casi todos los castigados éramos internos. Zacarías me castigaba hasta por no comer pescado o membrillo. Cualquier causa justificaba el hecho de aparecer en su despacho cada viernes. Pero sobre todo me castigaba, junto a muchos internos más, por escabullirnos entre los árboles a robar fruta: manzanas, cerezas, higos, melocotones... Allí había de todo según la época del año. Y es que en el internado se pasaba hambre. Es extraño que una vez el director nos pillara a Rebeca y a mí cogiendo higos y que no nos dijera nada sino que se limitara a sonreír con picardía, en plan: "Si estuviera en vuestro lugar también haría lo mismo".
Las últimas noticias que tengo de Zacarías son que estaba en Zaragoza. En agosto de 2004 le escribí una postal desde Köln y me respondió a casa contándome un poco su vida. Supongo que seguirá allí.
Le tengo mogollón de cariño.

"Piratas del Caribe 2: El cofre del hombre muerto"


Hacía muchísimo tiempo que no iba al cine. Anoche tocó de nuevo. Por la comodidad y como íbamos en coche elegimos Vialia. La película: "Piratas del Caribe 2".
No sé quién me comentó que estaba mejor la primera. Personalmente prefiero esta, que veo mejor lograda que la primera, con más originalidad e incluso con la introducción de un animal mitológico que surca los mares: el Kraken.
Esta vez Will Turner y Jack Sparrow se enfrentan a un pirata maldito, el capitán Davey Jones, que no tiene corazón; buscan el cofre que lo guarda. La manera de hablar de este capitán es grotesca, mientras a cada palabra suya los tentáculos con los que está recubierto van moviéndose al compás. Pero el capitán más temido de los mares y que ejerce un control férreo sobre las aguas es peligroso pues también dirige un animal mitológico que parte navíos por la mitad.
Aparece una vidente negra que da muchas claves a lo largo de la película. Lo peor es el final, un final que queda abierto a una tercera parte, con la aparición del capitán Barbossa (que ya salía en "La maldición de la perla negra").

jueves, agosto 24, 2006

Caminando a la deriva

A una semana del comienzo de exámenes me encuentro caminando a la deriva. Al menos no pienso en mucho más. A veces me acuerdo de ciertas cosas que hoy todavía podrían derrumbar mi mundo. A veces leo sin leer porque no quiero que ciertas palabras me afecten, pero lo hacen, quizás sin querer.
No volvería atrás. Lamento lo que no fue, pero me alegra de que las cosas no hayan sido de otra manera.
En estos momentos puedo volar y, aunque de vez en cuando me cueste sonreír, me doy cuenta de que es mejor así. Quizás por eso sonrío.
A veces me duele por dentro, la tristeza anida en mí, pero no es más que un recuerdo que terminará destinado a ser una ilusión simplemente, un sueño irrecuperable.
Hoy soy algo más feliz que ayer. No sé por qué, pero así es. Veo lo que quiero ver, oigo lo que quiero oír, hablo con quien quiero hablar, digo menos de lo que podría decir... y observo y me hundo en un silencio apabullante.
Y a veces, aunque vuelvan a sangrar las viejas heridas no duelen tanto como entonces, pues sé que están curando. Y eso es bueno. Porque me siento un poco más mía, quizás me dé miedo acercarme a alguien, pero al menos sabré que sólo es resultado de lo que mi cabeza quiere que haga. Y aunque a veces mire para atrás sólo veo gente que va desapareciendo poco a poco pues todo lo que dijeron e hicieron hace un tiempo ya se fue mucho antes.
Hoy por hoy sólo me queda esperar. He cerrado los ojos ante todo aquello que puede herirme y no creo que los abra en mucho tiempo. Yo ya me fui hace mucho.
Ahora entiendo que no tenga ganas de hablar ni de escribir, realmente es que no quiero decir nada, no porque no tenga nada que decir, es que no quiero contar nada.
Mientras tanto esta próxima semana mantendré ocupada mi cabeza en otros menesteres que no me dejarán pensar en nada más. A medida que pasan los días me fortalezco, pero también soy más dura si cabe, pues cada vez las cosas me afectan menos, aunque estén próximas a mí. Es como si simplemente fuera mera espectadora de lo que es mi vida en estos momentos. Y esto nadie más que yo puede llegar a entenderlo.
¿Para qué voy a estar en sitios donde no quiero estar? ¿Para qué voy a leer cosas que no quiero leer? ¿Para qué voy a hablar con gente con la que no quiero hablar? ¿Para qué voy a reír sin ganas? Ahora... sólo quiero estar sola.

"Sleepy Hollow"


Nueva York, 1799.
Un joven investigador de la policía (Johnny Deep) se queja de las malas condiciones de los presos de las cárceles neoyorkinas, alegando que se cometen muchas injusticias y ni siquiera hacen las comprobaciones necesarias. Sin poder enfrentarse al poder, el juez le manda a una villa perdida donde se han cometido varios asesinatos de las mismas características: Sleepy Hollow.
Allí se aloja en la casa del terrateniente Van Tassel y se enamora de su hija Katrina (Christina Ricci). Todos los cadáveres tienen cercenada la cabeza, que el asesino se lleva a un lugar incierto.
Los más altos dignatarios de Sleepy Hollow le cuentan una historia fantástica que en un principio el investigador no se cree: se trata del jinete sin cabeza, el fantasma de un germano salido de la tumba para cometer esas atrocidades, al que es imposible dar muerte.
El policía descubre que esos crímenes no se hacen al azar, sino que alguien guía al germano sobre la pista de su próxima víctima, porque alguien le ha robado la cabeza.
He visto muchas películas de Tim Burton. De entre todas me quedo con "Sleepy Hollow". Me ha encantado.

miércoles, agosto 23, 2006

Síndrome premenstrual

Tengo claro que mi malestar tanto físico como emocional sólo puede ser debido a que dentro de pocos días llegarán los pintores, espero que cuanto antes.
Desde el sábado que me tuve que ir a casa por unos dolores en el estómago que me impedían seguir bebiendo más alcohol hasta hoy que parece que se han atenuado y me duele en momentos puntuales no han parado. Por eso deseo que sea cuanto antes.
Pero el domingo me noté algo raro, inusual. Conozco bastante bien mi cuerpo y después de la ducha me toqué la parte baja de los pechos. Extrañamente estaba dura, en los dos. Al principio me acojoné porque pensé que era un bulto... hasta que me toqué el otro pecho y, después de estar como media hora sobándome, se me fue el miedo. Y me duelen también.
Desde ayer por la tarde me noto bastante más susceptible de lo habitual, todo me altera. Al menos la visita de mi hermano me saca momentos intensos de humor y risas. Estoy de bajón porque he llorado varias veces hoy, y no es algo normal.
Supongo que los pintores llegarán cualquier día de estos. Tampoco nunca antes había tenido un síndome premenstrual tan fuerte como esta vez. Por lo general es algo que ni siquiera noto.

¿Y si no llega...?


Siempre, de una u otra forma, esperamos algo o a alguien. Pero ¿y si no llega nunca?
Yo ya me cansé de esperar.
Tengo mal día.
Debe serlo cuando no tengo ganas de escribir.

"El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo"



La película es mala de por sí. En la mitad ya estaba deseando que acabara. Y las canciones se salen. Me transportaron a los 80 y la famosa "movida".

Exceso de confianza


Supongo que no es por azar cuando optamos por descargar nuestra confianza en alguien. Debo estar últimamente de más de susceptible cuando me veo con ganas de contarle secretillos a una persona.
Y no sé por qué un día decidí confiar. Imagino que se mezclan una serie de factores que a veces no controlamos (o sí).
La confianza no se puede dar a cualquiera. Está claro. Aunque me siento segura de aquellas personas en quienes en un determinado momento deposité mi confianza. Y hoy me veo en la cruda necesidad de guardarme mucho para mí.