jueves, enero 31, 2008

Un abrazo

Si ahora tuviera que decir a alguien que me brindara un abrazo te lo pediría a ti. Y después de escuchar a tu corazón y susurrarte al oído un "feliz cumpleaños"... deseo que se cumplan todos tus deseos en el día de hoy.
Espero que te llegue mi abrazo.

F E L I C I D A D E S

lunes, enero 28, 2008

Ninguna guerra se parece a otra


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Después de pasar la última página buscas necesariamente un email de contacto con el autor para expresarle el sentimiento que te deja su libro. Ya lo hice una vez, con Diario de un skin. Esta vez he buscado en google una forma de contactar con Jon Sistiaga, pero no la he encontrado. Me gustaría decirle tantas cosas...

Nadie dijo que una guerra fuera fácil. En las páginas de Ninguna guerra se parece a otra se refleja toda la crudeza de un conflicto armado desde el punto de vista del reporterismo gráfico. También deja en evidencia la hipocresía de un bando y de otro. Al final todos juegan sus bazas y todos, ganadores y perdedores, terminan mintiendo.
Jon Sistiaga es un superviviente. Durante las tres semanas de 2003 que duró la guerra de Irak, el reportero perdió a su cámara y uno de sus mejores amigos, José Couso. Es la parte más importante del libro, la que te llega dentro, la que te hace llorar. Te involucras en ese sentimiento de pérdida pues sabes que se podía haber evitado. El Hotel Palestina de Bagdad era el lugar donde se alojaba la prensa internacional entonces. Un tanque estadounidense apuntó y disparó, asesinando a un español que no estaba en contra ni a favor, una persona neutral que solamente estaba allí para mostrar la verdad al resto del mundo a través del objetivo de su cámara. Y te terminas preguntando: ¿Por qué dispararon hacia allí?
Nadie gana en una guerra. Todos pierden algo. El más afortunado vuelve vivo a casa, pero con las secuelas de lo que ha dejado atrás. Hay que tener mucha sangre fría para estar en el lugar del conflicto y mantenerte neutral, informar en aras de la verdad y la libertad. Y mentalizarte de que alguien lo tiene que hacer.

Me gusta Jon Sistiaga: cuenta la verdad de la guerra con palabras muy sutiles, casi rozando una ternura que parece fuera de lugar cuando se habla de un conflicto de esta envergadura, aunque contar la verdad siempre tiene sus pros y sus contras; no se deja manipular por sus superiores ni influenciar para contar lo que quieren terceras personas; te llega dentro cuando cuenta lo duro que es perder a un compañero y amigo, hace que se te salgan las lágrimas inevitablemente. Cala profundamente, nadie queda impasible ante sus palabras.

"Parece mentira cómo a veces el tiempo te devuelve, cariñoso, pequeños fragmentos de nuestras vidas".

domingo, enero 27, 2008

Devuélveme las alas

Devuélveme las alas
para poder volar libre.
Devuélveme las alas
para poder sentir la brisa sobre mi pecho.
Devuélveme las alas
para romper los barrotes de esta tormentosa jaula.
Devuélveme las alas
para poder soñar de nuevo.
Devuélveme las alas
para descubrir nuevos horizontes.
Devuélveme las alas
en aras de mi libertad.
Devuélveme las alas
porque son mías.

sábado, enero 26, 2008

Al brillo de la hoguera

Era una calurosa noche de verano. En el monte se oían los misteriosos sonidos del bosque. Era una noche estrellada donde Kasiopea era la que más brillaba.
Más allá de la brasas, entre el murmullo de voces y los ruidos de la noche... más allá de la gente con sus risas apagadas... solo estábamos tú y yo. Mis ojos perdidos en el inmenso océano de tu mirada, tus pupilas perdidas en mí...
Al calor de la fogata estival un pedazo de mundo era nuestro.

viernes, enero 25, 2008

Samuel y Reyes

Quizás, hasta ahora, las que considero como mejores historias bíblicas, de todo lo que me he leído, están incluidas en estos libros: se trata de las vidas de David y Salomón.

Los dos libros de Samuel constituyen los principios de la monarquía y sientan sus bases, lo que significa la unión de todas las tribus en una unidad política y religiosa bajo el mando de un rey legítimo.
Habría tres etapas: la época de Samuel y de los últimos jueces, la elección del primer rey, Saúl, y el asentamiento de la monarquía con el reinado de David.

Había un hombre, Elcaná, que tenía dos mujeres. Una de ellas, Ana, era estéril. La esposa maldita rogó a Dios para que le diera un hijo y se lo consagraría a Él. Dios escuchó sus lamentos y le dio un hijo de nombre Samuel.
Su familia iba todos los años a ofrecer a Dios un holocausto a Siló. Cuando Samuel era un niño, le dejó allí, al cuidado del sacerdote Elí. Mientras que los hijos de Elí eran impíos y se comían las ofrendas de los israelitas, Samuel, consagrado al Señor desde antes de nacer, era fiel y de corazón puro. Dios le habla y le convierte en un profeta sabio.
Los filisteos siguen acosando a los israelitas, incluso llegaron a robarles el arca de la alianza, que tuvieron que devolver por las desgracias que causó entre los filisteos.
Samuel se convierte en libertador, venciendo a los enemigos que oprimen al pueblo de Israel, con la ayuda de Dios. Los hebreos vuelven la fe hacia Dios y siempre preguntan a Samuel, que es sacerdote y juez. Pero el pueblo necesita un rey como guía, a pesar de que Samuel les dice que el único rey es Dios.
Dios elige a un hombre de la tribu de Benjamín, Saúl. A través del rey el pueblo luchó contra los filisteos y otros pueblos de alrededor. Saúl guió a su pueblo en las batallas contra los pueblos vecinos. Su peor contrincante era Amalec. Samuel le dijo a Saúl que vencería a su enemigo, pero debía consagrar la batalla al exterminio, es decir, ofrecer todo el botín a Dios y matar a todos los habitantes. Sin embargo, Saúl solo consagró lo de menos valor, repartiendo entre el pueblo el mejor ganado y las joyas, y convirtiendo en esclavos a los amalecitas. Con este pecado, Dios le rechazaría para siempre, aunque siguió como rey. Samuel también se distanció de él.
Entonces el Señor dijo a Samuel que fuera a Belén, a casa de Jesé, de la tribu de Judá, y ungiera al hijo que le dijera. Ése sería el próximo rey. Jesé fue presentando a todos sus hijos, pero ninguno de ellos era el elegido por Dios. El pequeño cuidaba de los rebaños y esperaron a que llegara. Se llamaba David, que aparte de pastor tenía un don especial para tocar el arpa.
David toca el arpa para Saúl, Rembrandt.
David llegó incluso a estar al servicio del rey, que padecía fuertes dolores por su pecado, y le tocaba el arpa para tranquilizarle. Saúl seguía combatiendo a sus enemigos y David seguía cuidando de los rebaños mientras sus hermanos mayores estaban en la guerra. Pero siempre que podía David iba a ver si sus hermanos se encontraban bien.
En esto salió un héroe filisteo de la raza de los gigantes retando a los valientes de Israel a que lucharan contra él, en vez de enfrentarse todos. Nadie se atrevía a enfrentarse al gigante. Entonces llegó David y observó a Goliat. El muchacho pidió al rey que le dejara enfrentarse contra él. Nadie esperaba que el joven David venciera a Goliat. Cuando el muchacho se acercó al gigante, sacó su honda y le incrustó una piedra en la frente, acabando con Goliat. Los filisteos, viendo caído a su héroe, huyeron.
David y Goliat, Caravaggio.
David, progresivamente, se fue convirtiendo en el líder indiscutible de los ejércitos del rey. Era el favorito entre las mujeres y todos le adoraban. Se hizo amigo del primogénito de Saúl, Jonatán, cuya amistad no se rompería nunca. El rey, a quien Dios le había dado la espalda, comenzó a envidiar a David y mandó perseguirle para asesinarle. Pero no lo consiguió. David tuvo dos veces la oportunidad de matar a Saúl, pero se dio cuenta de que estaba ungido y no mancharía sus manos con la sangre de un elegido del Señor. David, junto a sus seguidores, salieron huyendo hasta la tierra de los filisteos, donde se asentó en un pueblo y acosaba a los habitantes filisteos, mientras al rey filisteo le decía que sus incursiones eran a los judíos.
En una batalla entre filisteos e israelitas, murieron Saúl y Jonatán. Nada impide a David volver a su tierra y proclamarse rey. Tiene los apoyos del pueblo, de los sacerdotes y del ejército. Una de sus conquistas más importantes fue la de Jerusalén. Consiguió la ciudad y se trasladó a ella, convirtiéndola en capital de su imperio. David consiguió unir a las tribus de Judá, al sur, y de Israel (formada por el resto de las tribus), al norte, bajo su mando. El arca fue trasladada a Jerusalén, pero Dios no le dejó construir un templo, a cambio, la dinastía de David duraría eternamente. David tuvo una gran descendencia. Luchó contra las tribus extranjeras de las fronteras durante toda su vida.
Un día, al llegar a Jerusalén, encontró a una mujer muy bella bañándose. Se llamaba Betsabé, pero era casada. David se encaprichó de ella y se acostaron juntos. El pecado aumentó cuando la mujer le dijo que había quedado encinta. David mandó a buscar a Urías, el esposo de Betsabé, para que fuera a su casa y yaciera con su esposa, pero el hombre no fue. Finalmente le mandó a la primera línea de la batalla. Betsabé quedó viuda y David la tomó por esposa. Dios castigó a David. Ese hijo moriría y en su familia siempre habría alguien que alzaría su espada contra un hermano. Oró a Dios, que le dio otro hijo de Betsabé: Salomón (Yeddías, el “amado del Señor”).
El castigo se cumple entre los hijos de David. Amnón, el primogénito, se enamora de la hermana de Absalón, segundo hijo de David. La viola y la desprecia. Absalón se venga y huye de su padre. Aquí empiezan las batallas por la sucesión. Absalón se ha ganado el favor de la tribu de Israel, mientras que el hijo tarado de Jonatán, único que queda vivo de la familia de Saúl, quiere ascender al trono. David huye de Jerusalén con sus mujeres, dejando a diez concubinas al cuidado de su palacio. Absalón se proclama rey del pueblo de Israel, pero le falta lo imprescindible: el apoyo de Dios. El ejército de David lucha contra los israelitas al mando de Absalón. El jefe de la tropa de David acaba con Absalón. Las tribus de Judá e Israel piden a David que vuelva como rey. Aquí comienza una etapa de paz y tranquilidad.

Los dos libros de los Reyes se dividen en varias partes: la época de esplendor del rey Salomón, la división del reino en dos, el Norte (Israel) y el Sur (Judá) y la expulsión de los israelitas de su tierra por haber desobedecido las órdenes de Dios y haberse pervertido con dioses extranjeros.

David estaba a punto de morir cuando Betsabé acudió a su lecho, acompañada del profeta Natán, para que se proclamara a su hijo Salomón como rey del pueblo de Dios. David le hizo prometer a Salomón que no se desviaría de la ley de Dios y que acabaría con todos los enemigos que habían salpicado de sangre los pies del rey.
Salomón, Gustave Doré.
Salomón fue un rey justo y sabio. Nada más ocupar el trono de su padre, el Señor se le apareció en sueños y le dijo: “Pídeme lo que quieras y yo te lo concederé”. Salomón no pidió riquezas ni poder, solamente quiso la sabiduría como virtud para gobernar en un pueblo tan extenso. Dios no solo le ofrecería sabiduría para regir sino que colmaría su tierra de riquezas como jamás se había visto. Salomón era tan sabio que los reyes de otros países le admiraban por ello. Se casó con la hija del faraón de Egipto y casi todas las esposas que tomó fueron extranjeras. Bajo su reinado, tal y como Dios había predicho por boca de los profetas, se construyó el templo de Dios, que acogería el arca de la alianza con las tablas de la ley. Salomón acabó con todos los enemigos de su padre y con los enemigos extranjeros. Le pagaban tributos e hizo pactos con países limítrofes.
El templo de Salomón en Jerusalén.
Un ejemplo de sabiduría es el de las dos prostitutas que habían tenido sendos hijos: uno había nacido muerto, el otro vivo. Las dos reclamaban al bebé vivo como propio. Salomón mandó traer una espada para partir en dos al niño y repartirlo entre las dos madres. Entonces la madre verdadera, viendo la suerte que podía tener su hijo, dijo que se lo dieran a la otra, pero que no le mataran.
Al final del reinado, Salomón pecó contra Dios. Al casarse con mujeres extranjeras, introdujo en Jerusalén cultos paganos. El rey construyó altares a otros dioses y Dios se enfadó. Le castigó diciendo que le quitaría el reino a uno de sus hijos y se lo daría a uno de sus criados. Jeroboán, un obrero que había trabajado en el templo, se sublevó contra Salomón y reinó sobre el Norte, Israel, cuya capital era Samaría.
Los dos reinos: Israel, al Norte, y Judá, al Sur.
A la muerte de Salomón, los dos reinos israelitas estuvieron enfrentados durante siglos. Mientras en el Sur, Judá, con capital en Jerusalén, los reyes duraban más en el poder y eran todos descendientes de David, en el Norte los reyes se suceden a cada poco tiempo, la mayoría asesinados por súbditos que se colocan la corona en la cabeza. Los reyes de Israel adoraban a dioses paganos, por eso Dios les castigó primero poniéndoles en manos de sus enemigos. Los profetas, como Elías y Eliseo, tenían tal poder milagroso que todo lo que salía de su boca se cumplía: llegaron incluso a devolver la vida a varias personas.
Samaría llevaba años acosada por el ejército sirio. Finalmente, cayó a manos del rey sirio, que reclutó a los israelitas como esclavos y se llevó todas sus riquezas. Después se propuso atacar el reino de Judá.
Ezequías y Josías, últimos reyes que alabaron a Dios en Judá, asistidos por el profeta Isaías, intentaron que el reino no se desmoronara. Josías encontró el libro del Deuteronomio y limpió el país de impíos e infieles, pero era demasiado tarde. Jerusalén estaba destinado a perecer. Finalmente, los últimos reyes hicieron cultos paganos. Nabucodonosor, rey de Babilonia, entró en Judá y destruyó el templo. Es la caída de Jerusalén. Los de Judá son enviados al destierro y se convierten de nuevo en apátridas.

jueves, enero 24, 2008

Gran Sol

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Del noroeste al sur de Irlanda, se extiende una zona de fondos placerados ricos en pesca. El centro de esta zona es un banco que en las cartas de navegación inglesas se denomina Great Sole y en las francesas Grand Sole. Las tripulaciones cantábricas de la pesca de altura lo llaman Gran Sol.

Ésta es una historia de pescadores, de dos barcos de pesca de altura que se van a Gran Sol. Los hombres deben luchar contra fuerzas superiores a ellos: el mar, el viento, el tiempo...
Es el día a día de los que pasan largas temporadas en el mar y vuelven con la pesca de altura dispuesta para venderla en la lonja.
Dos barcos, el Aril y el Uro, se disponen a partir de la costa cántabra. Sus familias van a despedirlos. Después de varios días de bromas y chascarrillos, llegan al punto donde deben echar la red. El patrón de costa controla el barco; el patrón de pesca lo que se saque del mar. Una avería en el otro barco les obliga a ir a Bantry, en la costa inglesa, a reparar el barco. Mientras los marineros gastan sus libras en las tabernas, Simón Orozco, patrón de pesca del Aril, va al cementerio, donde reposan los restos de un amigo.
Después vuelven a Gran Sol, y, pese al mal tiempo, los dos barcos consiguen sacar buenos copos (se llama así a las redes cargadas de pescado cuando están saliendo del agua). Inafortunadamente, uno de esos copos cae sobre Orozco, que muere a las pocas horas.

Josué y Jueces

Los Libros Históricos, los Profetas en hebreo, constituyen la lectura del proyecto divino dentro de la historia. Estos libros son: Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Crónicas, Esdras, Nehemías, Macabeos, Tobías, Ester, Judit y Rut.

El Libro de Josué se basa en una idea fundamental: la conquista de la tierra no pudo ser obra únicamente del pueblo de Israel, sino que es un regalo que Dios hace a su pueblo.
El pueblo de Israel va a cruzar el Jordán y cuando el arca llega a la orilla, el cauce del río se seca ante el paso de los israelitas. Este hecho se relaciona con el prodigio del mar Rojo y cierra el ciclo del exilio.
Josué, sucesor de Moisés, conquista toda la Tierra Prometida con ayuda de Dios. Proclama la consagración al exterminio, por la que el botín íntegro de la primera ciudad conquistada, Jericó, es una ofrenda a Dios y todos los ciudadanos anteriores son pasados a cuchillo. Se pone en énfasis no ser pervertidos por los dioses de otros pueblos que convivirán en la misma región.
La batalla de Jericó.
La generación que entra en la Tierra Prometida es fiel a Dios, y gracias a esa fe conquistará toda la tierra.
Después de la conquista, se reparte por suertes el territorio. Josué es viejo y sabe que su final está cercano. Así que exhorta al pueblo a seguir el mandato divino. Poco después muere en la ciudad que había tomado como posesión.

El Libro de los Jueces habla de doce libertadores o héroes: seis “jueces mayores” y seis “jueces menores” (estos últimos solo los nombra). Todas las historias siguen el mismo esquema: el pueblo de Israel peca, Dios le castiga, el pueblo clama a Dios y el Señor elige un hombre que salve a los israelitas. Dejando aparte a Otoniel, Eud, Sangar, Débora y Barac, Tola y Yair, Ibsán, Elón y Abdón, cabe destacar las acciones de tres jueces: Gedeón, Jefté y Sansón.

Gedeón estaba en el campo trabajando cuando el ángel de Dios se le apareció para anunciarle que sería el libertador del pueblo, acosado por las tribus de los alrededores por adorar a dioses paganos. Gedeón destruyó el altar a otros dioses y levantó uno en honor a Dios. De todos los hombres de armas, eligió 300 y rodeó el campamento enemigo de noche haciendo tal ruido que crearon una confusión tal que se asesinaron entre ellos.
Salvado Israel del peligro de sus enemigos, el pueblo propuso a Gedeón ser rey, pero él rechazó la oferta. Mientras fue juez el pueblo fue fiel a Dios.

Jefté era hijo de una prostituta. Sus hermanos le habían echado de la casa del padre y había tenido que huir lejos de su ciudad. Era un forajido. Cuando su ciudad se vio acosada por enemigos, los ancianos le llamaron y pactaron con él para que luchara contra los enemigos. Jefté es fiel a Dios y le da su palabra de que si ganan a sus enemigos le ofrecerá en sacrificio a la primera persona que, tras la batalla, salga de su casa para recibirle. Los israelitas al mando de Jefté echan a sus enemigos de la región. Al volver a casa, la única hija de Jefté es la primera que sale a recibirle. Y él cumple su promesa a Dios.

La madre de Sansón era estéril pero el ángel de Dios se le apareció para anunciarle que tendría un hijo consagrado a Dios, por lo que debía comer alimentos puros y cuidar de que su hijo no bebiera vino ni se cortara el pelo. La región donde nació Sansón hacía frontera con los filisteos, pueblo pagano.
Sansón tenía una fuerza descomunal, pero su inclinación por las mujeres era superior. Se casó con una filistea que enseguida le engañó. Sansón acosaba a los filisteos y les mataba, mostrando su fuerza. Conoció a Dalila y se encaprichó de ella. Los filisteos le pidieron a la mujer que sedujera a Sansón y descubriera el origen de su fuerza.
Sansón y Dalila, Francesco Morone.
Sansón el dijo que estaba en el pelo: si se cortaba el pelo no podría hacer uso de su fuerza. Ella le cortó el pelo y los filisteos le apresaron. Le sacaron los ojos y decidieron ofrecerle en sacrificio al dios que adoraban.
Pero los filisteos no se dieron cuenta de que el pelo de Sansón había crecido mientras estaba encerrado. Le apoyaron en una columna y él, haciendo una oración a Dios, arrancó la columna y la tiró hacia donde estaba el pueblo clamando. Sansón murió en la destrucción de aquel templo junto a muchísimos filisteos.

Como apéndices, se cuentan unas historias entre las que cabe destacar que las tribus israelitas se enfrentaron a la tribu de Benjamín.
Un levita se había casado con una mujer. Al poco tiempo, ella volvió a casa de su padre y él fue a buscarla. En el viaje de vuelta se detuvieron en una ciudad benjaminita. Nadie les ofreció refugio ni las posadas se abrieron para ellos. Se disponían a dormir en la plaza cuando un anciano les ofreció su casa para pasar la noche. Cuando llegaron, hombres aporrearon la puerta pidiendo divertirse con el levita. Éste les entregó a su mujer, a la que violaron y asesinaron. Cuando el levita salió, recogió su cuerpo y se lo llevó a casa. Partió el cuerpo de la mujer en doce trozos y se los envió a cada una de las tribus, pidiendo venganza. Las tribus se reunieron y lucharon contra la tribu de Benjamín, a la que dejaron sin mujeres, que luego raptarían de ciudades israelitas que no se habían presentado en la batalla.
Es importante esta anécdota porque significa la fragmentación de las tribus con el rechazo de una de ellas, de la que después se compadecen.

miércoles, enero 23, 2008

Hugo Silva

Simplemente guapísimo.

martes, enero 22, 2008

Él

A veces le odio por no marcharse nunca. A veces le ansío por ser quien es. Escucho su voz en la oscuridad. Le oigo sonreír. Veo sus ojos parpadeando bajo la luna invernal. Veo el fuego de sus pupilas, pero también el candor que anida en ellas.
Es un hechizo que me tiene embrujada desde hace mucho tiempo. Un hechizo que produce alegrías y penas, pero que va rasgando la piel, dejando una profunda huella, un reguero de sangre inmaculada que recorre surcos misteriosos...

Levítico, Números y Deuteronomio

Los tres últimos libros del Pentateuco forman un compendio de leyes que reafirman la alianza entre Dios y el pueblo elegido, Israel.

El Levítico se resume en una frase: “Sed santos, porque yo el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lv 19, 2). Toma su nombre de la santidad, algo que incumbe solo a los sacerdotes, que son los descendientes de Leví. En hebreo, este libro lleva el título de Wayyiqrá (“Y llamó”).
En el exilio, la comunidad judía se convirtió en una comunidad religiosa, donde los doctores laicos y los sacerdotes se encargarían de llevar a cabo la Ley, según el precepto divino.
El Levítico, el libro de los descendientes de Leví, está formado por un conjunto de normas y rituales que han sido elaborados dentro de la tradición sacerdotal. Este conjunto de leyes se divide en cuatro cuerpos:
- Las que se refieren a los diferentes tipos de sacrificios y ofrendas, y las rigurosas disposiciones con que debían celebrarse.
- Las que tienen que ver con la investidura sacerdotal de Aarón y sus hijos. Dos de sus hijos murieron por no hacer las ofrendas en condiciones.
- Las que se refieren a la pureza e impureza ritual, en lo que concierne a los alimentos, al parto, a la lepra (aquí referida a cualquier enfermedad contagiosa) y a la impureza sexual del hombre y la mujer. Existía el día del Gran Perdón (Yom Kippur).
- La ley de santidad. Todos los israelitas deben intentar ser santos porque Dios es santo.

Monte Sinaí.
Números debe su nombre a la cantidad de números y censos que hay a lo largo de todo el libro. Su título en hebreo va más acorde con el tema: “Bemidbar” ("En el desierto"), ya que habla de los 40 años que, como castigo por su deslealtad a Dios, los judíos vagaron por el desierto.
Se divide en tres partes, según las zonas geográficas:
- En el Sinaí. Se nombran doce jefes que representen a cada tribu, y se hace un censo. La tribu de Leví, destinados al sacerdocio, tiene un tratamiento especial.
- Entre el Sinaí y los llanos de Moab. Los israelitas siguen quejándose del desierto y de Dios. Incluso llegan a dudar de Él y se lo reprochan a Moisés y Aarón.
La ingratitud y la infidelidad el pueblo hacen que Dios les castigue vagando por el desierto, de tal forma que solo sus hijos verán la Tierra Prometida. También Moisés y Aarón que dudan un momento morirán a las puertas. Las excepciones son Caleb y Josué.
Muchos israelitas mueren en el camino como causa de la deslealtad a Dios.
- Los llanos de Moab, a las puertas de la Tierra Prometida. Aparece el profeta Balaán para maldecir a los israelitas, pero de su boca solo salen bendiciones. El pueblo de Dios debe luchar contra los diferentes pueblos asentados en la zona de Canaán.
Se establecen una serie de leyes para distribuir la tierra que pasará a manos del pueblo de Israel.
Moisés va a morir a las puertas, pero Dios le dejará ver desde lejos la Tierra Prometida. Ha dejado como sucesor a Josué.
Todos los que van a entrar en la Tierra Prometida son la segunda generación de aquellos que salieron desde Egipto.
Entre los relatos se intercalan numerosas leyes, muchas de las cuales se repiten del libro anterior.

Vista aérea de la Tierra Prometida.
Con el Deuteronomio acaba el grupo de libros del Pentateuco. Su nombre significa “Segunda Ley”, es decir, es el Libro de la Ley, donde Moisés hace un compendio de todos los códigos anteriores, poniendo especial énfasis en el Decálogo. En hebreo se titula “Éstas son las palabras”, pues así es como empieza el libro.
Al terminar el Pentateuco, y mirándolo desde una perspectiva general, cabe destacar por encima de todo la figura el Moisés, el hombre de confianza de Dios, el gran profeta. Nunca ha habido después un hombre que hablara “cara a cara” con Dios, tal y como ocurrió con Moisés (el caso de Jesucristo es diferente). Está claro que el profeta es del vital importancia para Israel y, además, pone las bases para la organización futura en la Tierra Prometida. Solo hay que observar que mientras en el primer libro del Pentateuco, el Génesis, cientos de años pasan rápidamente y las acciones son breves y veloces, Moisés es la figura principal de los otros cuatro libros. Esto deja bastante clara la importancia del profeta.
El Deuteronomio es la “despedida” de Moisés. En los llanos de Moab, junto al río Jordán, Moisés sabe que su final está cerca y, tal como le dijo el Señor, él no entraría en la Tierra Prometida. Así que el profeta hace un discurso para el pueblo donde compila lo anterior. En ese vasto discurso, Moisés recuerda la liberación de Egipto, la llegada al Sinaí y la ratificación de una alianza y una Ley que ahora vuelven a reafirmarse. Recuerda a los que murieron por haber dudado de Dios. Recuerda los 40 años que pasaron en el desierto. Después de haber echado un vistazo atrás, vuelve a repetir todo el código de leyes.
Israel ahora está unificado por un mismo Dios, un mismo pueblo, un mismo santuario, una misma ley y poseerá una misma tierra. Su sucesor, Josué, se convertirá en el guía que hará cumplir la Ley de Dios. Moisés se despide, dando su bendición a las doce tribus, o lo que es lo mismo, a todos los israelitas. Dios le concede una última gracia: subir al monte Nebo y contemplar desde allí la Tierra Prometida. Moisés muere en la cima del monte.

domingo, enero 20, 2008

"La casa del lago"

Ésta es una historia de amor, pero se trata de un amor inalcanzable, pues los personajes están viviendo en diferentes períodos de tiempo. Por lo tanto, el final es irreal, aunque tan irreal como la película.
El tiempo es como un río que va siguiendo el curso normal. A veces, ese curso se puede dividir en dos, pero los afluentes jamás podrán entrecuzarse, sino que irán paralelos. Y mucho menos se puede alterar el curso de los acontecimientos, tal y como ocurre aquí. Al menos es como yo lo veo.

La doctora Kate Forster (Sandra Bullock) se muda de la casa del lago donde vivía hasta ahora, una casa construida en cristal. En el buzón deja una carta para el posterior propietario.
El arquitecto Alex Wyler (Keanu Reeves) recoge la carta. Comienza un contacto continuado de misivas por las que terminan enamorándose. Pero hay un obstáculo: ella vive en el año 2006 y él vive en el 2004.
Alex intenta darse a conocer en el ámbito de amigos de ella dos años antes, pero obviamente, Kate no sabe quién es. Así que solo pueden citarse para el futuro.

sábado, enero 19, 2008

El Éxodo

"Entonces Dios dijo a Moisés: Irás a Egipto y sacarás de allí a mi pueblo, Israel" (Ex 3, 10).

El segundo libro del Pentateuco, como bien dice su título, es una salida. En hebreo se llama El Libro de los Nombres (porque comienza con "Estos son los nombres"). El inicio del libro enlaza con el final del Génesis, haciendo una genealogía de las tribus de Israel que se asentaron en Egipto bajo la protección de José. Los israelitas se fueron extendiendo y su descendencia era numerosa.

El Éxodo está dividido en tres partes bien diferenciadas: los israelitas son liberados de la esclavitud egipcia, la estancia en el desierto hasta llegar al monte Sinaí y la alianza y la ley que legitiman al pueblo de Israel como el elegido.

Moisés y la Ley.
Pasaron los siglos y los israelitas se habían extendido tanto que a los egipcios les entró miedo y fueron a quejarse al faraón. Éste tomó medidas para que el pueblo de Israel no siguiera expandiéndose, pero no funcionaron. Llegó incluso a obligarles que echaran al río Nilo a todos los niños varones. Un hombre fabricó una cuna de junco y metió en ella a su bebé. La hija del faraón lo recogió y lo llamó Moisés, "salvado de las aguas".
A medida que Moisés va creciendo, ve con sus propios ojos la injusticia del faraón. Sale en ayuda de los indefensos y un día mata a un capataz, por lo que se ve obligado a huir al desierto, donde encuentra a una familia de pastores, que le acogen, y se casa con una de las mujeres, Séfora.
Un día, estaba apacentando un rebaño cuando vio una zarza que ardía pero no se quemaba. Se acercó y Dios le habló de su misión: Debía sacar de la esclavitud al pueblo elegido. Debía acompañarle su hermano Aarón.
Cuando Moisés fue al encuentro del faraón, éste no dejó salir de Egipto a los israelitas, que le daban mano de obra barata para sus monumentos. Les presionó más. Volvieron muchas veces a presentarse ante el faraón para pedir la liberación de los israelitas, pero el rey era obcecado. Después de que el cayado de Moisés, convertido en serpiente, se comiera los cayados de los magos egipcios, comienzan una serie de prodigios, con los que el Dios de los israelitas muestra su grandeza y Egipto clama al cielo. Son las plagas que solo afectaron al pueblo egipcio, dejando ilesos a todos los israelitas: el agua del Nilo se convierte en sangre, la plaga de ranas, la plaga de mosquitos, la plaga de tábanos, la peste sobre el ganado, las úlceras, la tormenta de granizo, la plaga de langostas, las tinieblas. Pese a todo el sufrimiento y el dolor ocasionado en Egipto, el faraón sigue en sus trece. Entonces llega la décima plaga. La noche de Pascua todas las familias israelitas conseguirán un cordero que cenarán en sus casas. Con la sangre del animal recubrirán las jambas y el dintel de las puertas. A eso de la medianoche, Dios pasaría por Egipto y mataría a todos los primogénitos de hombres y animales, excepto en las casas que tuvieran sangre de cordero en su puerta. Esto incluía al hijo del faraón, que terminó expulsando a los israelitas de Egipto. Moisés lleva con ellos los huesos de José. Una columna de nubes les guía en su marcha por el día, y por la noche es una columna de fuego la que les marca el camino.
El faraón se arrepiente de haber dejado libres a los israelitas y marcha con su ejército en su persecución. Los israelitas llegan a la orilla del mar Rojo, cuyas aguas se abren a su paso. Los egipcios les persiguen, pero perecen todos tras cerrarse las aguas del mar sobre ellos.
Las aguas del mar se abren ante el paso de Moisés y los israelitas.

El pueblo liberado es desleal y poco creyente. Enseguida pierde la fe en Dios. Los israelitas saben que Moisés es el intermediario y se comunica con el Dios que les ha elegido. Pese a todo lo que ese Dios ha hecho por ellos, Israel se rebela con bastante frecuencia.
Moisés hace manar agua de una roca, Bacchiacca.
El Dios providente les da agua, codornices y maná para que el pueblo sobreviva en el desierto. Todos los días cada uno recogía lo necesario para alimentarse. En el desierto, Moisés toca con su cayado una roca y sale agua. Sin embargo, los israelitas se lamentan porque en Egipto estaban seguros. Durante 40 días y 40 noches, el pueblo vagó por el desierto. Cerca del Sinaí, aparece el suegro de Moisés, que le habla de la necesidad de crear un cuerpo de jueces, para que Moisés se libere del peso de juzgar únicamente él.

Moisés en el monte Sinaí.
En el Sinaí, Moisés se reúne con Dios, que le propone una alianza entre Él y su pueblo. Allí le da las tablas de la Ley, donde viene incluido el decálogo, y le hace partícipe de un Código de la alianza, con leyes que van desde la construcción de una morada para Dios hasta cómo deben ser las vestiduras de los sacerdotes (Aarón y sus hijos). Exige, en recuerdo a la creación, que el séptimo día no se trabaje, pues ése es el día dedicado al Señor.
Como viera el pueblo que Moisés tardaba mucho en bajar del monte, se rebela de nuevo. Aarón pide el oro de sus joyas y forja un becerro de oro, que los israelitas proclaman y adoran como su Dios. Celebran una gran fiesta y Dios, decepcionado, le pide a Moisés que baje y vea. La adoración de un ídolo pagano supone la ruptura de la alianza con Dios. Moisés rompe las tablas de la Ley y se encara con Aarón, que ha permitido tal cosa.
Moisés rompe las tablas de la Ley, Gustave Doré.
Moisés sube al monte y pide a Dios que no castigue a su pueblo. También le pide que le deje ver su gloria y Moisés verá la espalda de Dios. Finalmente, Dios les da la oportunidad de otra alianza, que será más somera que la primera, y Moisés escribe en unas tablas los preceptos que le dice Dios. Construyen un altar y el pueblo se da cuenta de que la gloria de Dios se refleja en el rostro del profeta.
Moisés, José de Ribera.

"Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó la morada" (Ex 40, 34).

viernes, enero 18, 2008

Las semillas que no crecen

El corazón es como un campo recién sembrado. Las semillas van creciendo poco a poco, unas más fuertes, otras más débiles. Unas crecen bajo nuestra observación, otras crecen tan rápido que no podemos hacer nada por minimizar su crecimiento.
Alguna no queremos que crezca, y por eso la podamos varias veces al año, con lo que estamos participando en la formación de algo duradero con el tiempo. Es el caso de la semilla del amor, incontrolable.
Otras semillas arraigan con el paso de los años, algunas se perderán. Las buenas perdurarán. Son las amistades que vamos haciendo poco a poco y con el acontecer de los años.
Unas pocas siempre han estado ahí, desde antes de que naciéramos. Por ellas pueden pasar huracanes, incendios y miles de catástrofes que son demasiado fuertes para que mueran. Corresponden con los lazos familiares.
Y hay semillas que no crecen nunca, bien porque ponemos todo el esfuerzo en que no lo hagan, bien porque está escrito que se queden ahí. Una es la semilla del odio. Tampoco dejaré crecer a la semilla del rencor...

jueves, enero 17, 2008

El Génesis

Leer la Biblia es absolutamente enriquecedor, no solo en el sentido religioso, sino en el histórico. Cuando terminé de leer el libro de Joseph Ratzinger, quería ver sus explicaciones con mis propios ojos. Así que adquirí una Biblia, asegurándome de que estuviera comentada, con introducciones históricas a cada período y a cada libro.
Y la leo, pero no como siempre me enseñaron, sino desde un punto de vista histórico, intentando buscar el simbolismo y el significado de las historias que se cuentan ahí. La leo como una novela más.

La primera parte del Antiguo Testamento está formada por cinco libros, en lo que se conoce como el Pentateuco. Es lo que los hebreos llaman Torá, que corresponde con la antigua ley judía. Esos cinco libros son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Se consideró a Moisés el autor primigenio, pero lo cierto es que debido a las diferentes versiones, con muchas repeticiones y anacronismos, se sabe que fueron muchos los autores que pusieron su granito de arena y que su escritura es de diversas épocas.

El primer libro del Pentateuco es el Génesis (“nacimiento, creación, origen”), en hebreo Bereshit, que significa “En el principio” (los libros en hebreo toman como título la primera palabra del comienzo de cada libro). Está dividido en dos partes bien diferenciadas: la creación del mundo y las vidas de los patriarcas. Los temas principales y conocidos son:
La creación de la luz, Gustave Doré.
- La creación del mundo de la nada. Dios crea el mundo en seis días, dejando el séptimo para descansar.
- La creación del hombre como hijo de la tierra (adama), dándole como nombre Adam. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Adán pone nombres a todas las criaturas del mundo, pero Dios se da cuenta de que necesita una compañera. Le hace entrar en un sueño profundo y de su costilla crea a la mujer.
- El hombre y la mujer son colocados en el huerto del Edén. Dios les dice que pueden coger frutos de todos los árboles, excepto del Árbol del Conocimiento, colocado en el centro del Edén. La serpiente, considerada como el animal más astuto, convence a la mujer para que pruebe el fruto prohibido, pues al hacerlo será como Dios. La mujer ve que no ocurre nada malo y convence a Adán para que lo pruebe. En ese momento, hombre y mujer sienten vergüenza de su desnudez.
Adán y Eva, Alberto Durero.
- Dios, al comprobar lo que han hecho, castiga a la serpiente a arrastrarse para siempre y a la mujer a padecer dolores durante el parto y a estar sometida por el hombre. Adán es condenado a trabajar la tierra con el sudor de su frente. Son expulsados del Edén. Se le dota a la mujer el nombre de Eva, “Vitalidad”, la madre de la vida (de los seres vivos).
- Adán y Eva tienen dos hijos: Abel y Caín. Caín, el primogénito, es agricultor, mientras que su hermano se dedica al pastoreo. Los dos hacen ofrendas a Dios y el Señor tiene preferencia por los corderos que le ofrece Abel. Caín, cegado por la envidia, lleva a su hermano al campo y allí lo asesina. Dios le condena a vagar por el mundo como un forajido, pues el campo ya no le dará sus frutos.
Caín conduciendo a Abel a la muerte, James Tissot.
- Mientras Adán multiplica su descendencia (tal y como viene diciendo Dios desde el principio de los tiempos: “Creced y multiplicaos”), Adán y Eva tienen un tercer hijo: Set. Desde los descendientes de Caín y Set hasta Noé se habla de una amplia genealogía, donde se nombran las edades de los primeros hombres, que vivían cientos de años (tal es el caso de Matusalén, que murió a los 969 años).
- Tras varias generaciones, en las que los hombres se van extendiendo tan rápidamente como el pecado, llega Noé. Es el único hombre fiel a Dios en un mundo donde la semilla del pecado ha arraigado tan bien. Dios toma una decisión y le dice a Noé que construya un arca (un edificio flotante con techo) y meta allí a su familia y una pareja de cada animal, además de las provisiones. Durante 40 días y 40 noches, el agua del cielo se unió con el agua de la tierra y se exterminó a todo ser viviente, excepto a aquellos que estaban dentro del arca: es el diluvio universal. Dios prometió no hacer jamás nada parecido, y en señal de su alianza con Noé colocó un arco en el cielo (que aparece siempre después de haber terminado de llover).
- Cuando el arca se posó en la tierra, Noé plantó la primera viña y con el primer vino se emborrachó. Tenía tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Cuando le vio borracho Cam, fue a decírselo a sus hermanos sin hacer nada, pero Sem y Jafet ayudaron a su padre, que maldijo a Cam. De los hijos de Noé, vuelve a desprenderse una nueva genealogía que puebla otra vez la tierra. De los descendientes de Sem llegamos hasta Abram, el primer patriarca.
- La torre de Babel. Los hombres, que hablaban la misma lengua, pretendían construir una torre que llegara al Cielo. Cuando Dios se dio cuenta de lo que pretendían hacer, obró para que no se entendieran, y éste es el comienzo de las diferentes lenguas, de los diferentes pueblos y de los diferentes países.
La torre de Babel, Brueghel.

La segunda parte del Génesis tiene como protagonistas a los primeros patriarcas: Abrahán, Isaac y Jacob, con sus hijos.
- Dios dice a Abram que salga de su tierra y vaya hacia Canaán. Coge a su mujer, su sobrino Lot, sus criados y su ganado y vaga por el desierto en busca de la tierra prometida por su Dios. Se asienta en Hebrón y Lot se separa de él, instalándose cerca de Sodoma. Estallan las luchas entre los reyes de la zona y secuestran a Lot. Abram busca a su sobrino y vence a los reyes. Se le considera un héroe.
- La preocupación principal de Abram y su esposa Saray es la de tener un hijo. Son cada vez más ancianos y la fe en Dios, que les ha prometido descendencia, se tambalea. Saray le ofrece a su marido a su criada Agar, con la que tiene un hijo, Ismael. Es un nombre elegido por Dios, y a su vez, cambia el de Abram por Abrahán y el de Saray por Sara. Dios hace una alianza con Abrahán por la que todos los varones, por su fe en Él, deben ser circuncidados a los ocho días de nacer.
- Había llegado a oídos de Dios que las ciudades de Sodoma y Gomorra estaban llenas de pecadores. Tres ángeles enviados por Dios avisan a Abrahán de la inminente destrucción de esas ciudades. Abrahán intenta impedirlo. Cuando los ángeles llegan a Sodoma, Lot les abre las puertas de su casa. Ellos le dicen que debe huir sin mirar atrás. Ante la mofa de sus criados, Lot coge a su esposa y a sus hijas y sale de la ciudad. Pero la esposa de Lot mira hacia atrás, convirtiéndose en estatua de sal. A lo lejos, el fuego de la destrucción acaba con Sodoma y Gomorra.
- Lot y sus hijas se han refugiado en una cueva, lejos del fuego celestial. Como las hijas temen no tener descendencia, emborrachan a su padre y las dos yacen con él, teniendo un hijo cada una, Moab y Ben-Amí, origen de los moabitas y los amonitas, pueblos malditos por el incesto cometido.
- Por fin llega el hijo prometido a Abrahán y Sara: Isaac. La esposa, celosa del hijo de la criada, le pide a su marido que eche de su casa a Agar e Ismael. Abrahán le pregunta a Dios qué debe hacer y Dios le dice que haga caso a su mujer. Agar recorre sola el desierto con su hijo, pero Dios se apiada de ellos, dándoles agua para seguir viviendo.
- Dios pone a prueba la fe de Abrahán: le pide que sacrifique a su único hijo en su nombre. Abrahán está en un dilema, pero su fe en Dios es fuerte y decide sacrificar a Isaac en nombre de Dios. Cuando está a punto de clavarle un puñal, un ángel intercede para que no se lleve a cabo el sacrificio.
Abrahán presenta a Isaac en sacrificio, Andrea del Sarto.
- Sara muere y Abrahán compra una cueva para utilizarla como sepulcro. Sabiendo que su final está cerca, le pide a su más fiel criado que acuda a la región donde vive su familia y busque una esposa para su hijo Isaac.
- El criado llega a un pozo y, orando a Dios, le dice que aquella mujer que le ofrezca agua para él y sus camellos, será la esposa que anda buscando. Se acerca Rebeca, y le ofrece agua para él y para sus camellos. Él pide alojamiento en su casa y explica la historia que le ha llevado allí. Rebeca accede a casarse con Isaac y deja el hogar junto al criado de Abrahán. El patriarca tomó otra mujer, con la que tuvo más hijos. Y finalmente murió. Isaac le enterró en la cueva donde habían sepultado a Sara.
- Isaac y Rebeca tuvieron dos hijos gemelos: Esaú y Jacob. Esaú era el primogénito por haber salido primero. Mientras éste se dedicaba a la caza y era el preferido de su padre, Jacob era pastor y era el favorito de la madre. Los dos hijos representan a los pueblos de Edom e Israel. Por una comida, Esaú vende sus derechos de primogénito a Jacob. Los hermanos se habían distanciado. Cuando Isaac estaba en su lecho de muerte, le envía a Esaú a cazar para prepararle un guiso y darle su bendición. Rebeca, que lo oye, llama a Jacob y le dice que coja unos cabritos de su rebaño para hacer un guiso a su padre. Jacob está preocupado porque, aunque Isaac ha perdido vista, él apenas tiene vello, en comparación con su hermano. Rebeca cubre sus brazos con el pelo de los cabritos y le viste con las mejores ropas de Esaú. Cuando entra en la estancia donde yace Isaac, éste reconoce la voz de Jacob, pero al tocarle nota su vello y al olerle, el aroma que desprenden las ropas de Esaú. Le da su bendición y cuando vuelve el primogénito, descubren el engaño. Esaú promete vengarse de su hermano.
- Jacob tiene que huir y se refugia en casa de su familia materna. Su tío Labán tiene dos hijas, Lía y Raquel. Jacob se enamora perdidamente de Raquel. Jacob cuida los rebaños de su tío hasta que un día Labán le habla de un sueldo. El sobrino solo pide la mano de Raquel. Para conseguirla, debe trabajar para Labán durante siete años más. Al cabo de ese tiempo, Labán engaña a su sobrino y le mete en el lecho a la hija primogénita, Lía. Al descubrir el engaño, el tío se justifica diciendo que no puede dar la mano de la hija menor sin haber casado primero a la mayor. Entonces le dice que al cabo de siete años tendrá a Raquel. Y que deberá cuidar por igual a las dos esposas. Cuando se cumple el tiempo exigido, Jacob toma a Raquel como esposa.
- Los hijos de Jacob simbolizan a las doce tribus de Israel. Las dos hermanas, Lía y Raquel, sienten celos y ponen todo su afán por darle mucha descendencia. Así Lía, su criada y la criada de Raquel serán las madres de los hijos mayores de Jacob. Raquel está desesperada porque no consigue darle un hijo, hasta que llega José. Después tiene otro hijo, Benjamín, y Raquel muere de parto. Estos dos serán los hijos predilectos de Jacob.
Los hijos de Jacob eran: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. También tuvo una hija: Dina.
- Jacob sale hacia la tierra de su familia, con sus mujeres, hijos, criados y ganado. Huye de Labán, que le persigue, pero en un sueño Dios se le aparece advirtiéndole sobre hacerle nada a Jacob. El bendito cree que su hermano Esaú todavía le guarda rencor y envía por delante regalos para ablandarle. Sin embargo, Esaú le recibe con los brazos abiertos.
- Dina, la única hija de Jacob, es raptada y violada por Siquén, un príncipe que se ha enamorado de ella. Pide su mano, pero sus hermanos toman la justicia por su mano en una venganza sangrienta. No se aceptan los lazos con otros pueblos.
- Jacob se estableció en Canaán con toda su familia. Sus hijos apacentaban los rebaños. Su favorito era José y eso despertaba las envidias fraternales. José tenía sueños premonitorios, que le advertían de que tanto sus hermanos como sus padres un día se arrodillarían ante él. Sus hermanos le llamaban "el soñador". Un día decidieron matarle, pero Rubén, el mayor, atenuó la amenaza y le vendieron como esclavo. Al volver, le dijeron a Jacob que José había muerto.
- Judá, otro de los hijos de Jacob, se casó y tuvo tres hijos. Trajo a una esposa, Tamar, para el mayor, pero éste murió sin dejar descendencia. Se casó la viuda con el segundo hijo, pero también éste falleció. Le pide a la viuda que espere hasta que el tercero se haga mayor. Sin embargo, Judá no tiene intención de ofrecerle a su hijo pequeño. Tamar, viendo que pasa el tiempo y su suegro no la llama, se disfraza de prostituta y yace con Judá, que le deja su semilla. Judá le paga con joyas que Tamar utilizará después para hacer valer su justicia. Tuvo dos gemelos de Judá.
- José llega a Egipto como esclavo, pero todo le sale bien. Su amo confía tanto en él que le deja a cargo de todo. La esposa de su amo intenta seducirle, pero José la rechaza. Ella, despechada, le acusa ante sus criados y ante su marido de que él ha intentado seducirla. Y José es enviado a prisión. Como todo le sale bien, le terminan confiando el cuidado de todos los demás presos.
Un día, llegan a la prisión el copero y el panadero del faraón. La misma noche, estos hombres tienen un sueño premonitorio cada uno, que José interpreta. Cuando salieron de la prisión, el copero volvió a ocupar su cargo, mientras el panadero fue ahorcado, tal y como José les había predicho.
- El faraón comenzó a tener un sueño que nadie era capaz de interpretar. Entonces el copero se acordó de José y lo llevó ante el faraón. “Vendrán siete años de riqueza y después siete años de hambre. Habrás de guardar para cuando no haya”, le dijo José al faraón. Éste, gratamente sorprendido, le convirtió en visir, el segundo mando más importante de Egipto después de él. Y tal como José había predicho, llegaron años de abundancia, donde José recolectó todos los víveres que pudo, preparándose para la época de penuria. Al cabo de siete años, llegó el hambre. Egipto era el único país donde había víveres para afrontar la hambruna.
José interpreta el sueño del faraón, Peter von Cornelius.
- Jacob envía a Egipto a todos sus hijos, menos a Benjamín, para conseguir grano. José les reconoce, pero sus hermanos no le reconocen a él. Les pregunta por su hermano menor y por su padre, les vende el grano y les mete en los sacos el dinero con el que le han pagado. Les pide que traigan a Benjamín a Egipto porque si no les enviará a la prisión como espías.
- Jacob no quiere perder al único hijo que le queda de Raquel, pero ante las penurias de su familia, acepta mandarlo a Egipto con el resto de sus hermanos. Judá se hace responsable de él. Cuando José le ve, le colma de riquezas. Pero todavía tiene que poner a prueba al resto de sus hermanos. Mete una copa de plata en el saco de Benjamín cuando los hijos de Jacob se marchan, y envía en su búsqueda a los suyos. Cuando se descubre que Benjamín tiene la copa del visir, José decide retenerle en Egipto. Si los hermanos acceden, será que no han cambiado y que no les importa la suerte que pueda correr su hermano pequeño, pero Judá dice que le retenga a él en vez de a Benjamín, pues si Jacob se queda sin su hijo menor será su muerte. Es cuando José se da a conocer y pide que vayan en busca de su padre, para darles tierra y alimento en Egipto. Jacob, llamado ahora Israel, acude a Egipto, feliz porque ha recuperado a su familia por completo. José fue un visir justo que estableció que la quinta parte de las ganancias egipcias sería para el faraón. Allí murió Jacob, que en su lecho de muerte bendice a sus hijos y se anticipa a lo que acontecerá. Finalmente pide que le entierren en la cueva donde descansan sus antepasados. Y los hijos así lo hicieron. En Egipto también murió José, que dijo antes de expirar: “Cuando Dios venga a buscaros, llevadme a enterrar a la tierra de mis antepasados”.

La bodega

Hace ya unos meses, vi un reportaje en televisión sobre el último libro de Noah Gordon, un libro de temática completamente distinta a la que él suele utilizar en sus novelas (judaísmo y medicina). Contaban que se había documentado mucho en nuestro país, tanto en la historia del siglo XIX para utilizarla como trasfondo, como -lo esencial de la novela- en el proceso de elaboración del vino. Para esto, acudió a los viñedos de la zona del Penedès. El título original de la novela es The bodega, lo que forma parte del tributo a nuestro país que el autor nos regala en formato de libro.
Hay un momento en el libro que me recordó nociones interesantes (que me contó mi padre) sobre el proceso de elaboración del vino. Mientras el jugo está fermentando, desprende gases tóxicos que pueden matar con solo respirar. Es peligroso entrar en el lagar en esta época y los viticultores, expertos en lo suyo, llevan consigo cerillas. Si la cerilla encendida se apaga, no se puede entrar en el lagar.
Gordon utiliza otra imagen, la de ir con un pajarillo en una jaula, y si el ave muere, hay que salir pitando de allí.
Como aspectos negativos y anclada a unas raíces siempre acompañadas de cepas, el título no sería exacto. La bodega que nos muestra el autor es más lagar que bodega. Un lagar es exactamente el lugar donde se pisa y se fermenta la uva, un lugar fresco donde el vino va recorriendo las diversas etapas de su vida, antes de ser embotellado y llevado a los labios de quienes lo degustarán en el futuro. Pero reconozco que a la palabra "bodega" se le han terminado dando otros usos más amplios y no se limita simplemente a "aquel lugar donde se almacena el vino".

Josep Álvarez trabaja en una tierra de viñas del Languedoc francés. Lleva dos años allí, donde ha aprendido todo lo necesario sobre la uva y el vino. Monsieur Mendes está contento con él y con su trabajo, pero aquel día tiene que darle una mala noticia: su padre, Marcel Álvarez, ha muerto. Pese a la salida precipitada de España, Josep cree que ya no corre peligro para volver y, aunque allí lleva una vida más próspera de lo que jamás llevaría en Cataluña, decide regresar a su tierra.
En su pueblo, Santa Eulàlia, cerca de Barcelona, se instala en su casa, donde su hermano Donat ha puesto el cartel de que está en venta. Josep le compra la casa a su hermano, a pesar de que sabe que tendrá dificultades.
Su padre tenía una finca de cuatro hectáreas con cepas de diferente uva para la producción de vinagre. Él, ahora especializado en vino, cree que puede utilizar una parte de su tierra para producir vino.
Allí se encuentra con viejos amigos. El viejo Nivaldo, el tendero de origen cubano, es uno de ellos. Con sus vecinos, Torras y Marimar, hace un pacto para hacer la vendimia de las tres fincas juntos. Marimar tiene un hijo, Francesc, que tiene una pierna más corta que otra. Josep le trata muy bien y, muy pronto, se hacen amigos. Josep sabe que el padre del niño está muerto, pero no se atreve a decírselo a Marimar. Entonces recuerda las horribles circunstancias que le hicieron salir apresuradamente del país.
Los hijos segundones de algunas familias estaban destinados a un futuro incierto. Un día, llegó un hombre, el sargento Peña, que les dio instrucción como soldados. Cuando estaban lo suficientemente preparados, fueron a Madrid, donde debían matar a un hombre. Fueron utilizados como cabeza de turco para matar al General Prim, jefe del gobierno en aquella época. Josep huye a Francia con siete pesetas en el bolsillo y allí pide trabajo a unos franceses que, años antes, habían visitado Santa Eulàlia.
Ahora, todos sus compañeros adiestrados por el sargento Peña están muertos. Josep es uno de los pocos hombres del pueblo que sabe leer y el alcalde le propone como concejal. Ésa es la pista para que Peña le encuentre.
Su vecino Torras le vende también su finca y Josep decide comprometerse en matrimonio con Marimar. Es elegido para ocupar una posición entre los castellers (torres humanas de ocho pisos, típicas de Cataluña) de su pueblo, y en una competición contra los de Sitges ve, desde arriba, al sargento Peña.
Desde entonces tiene pesadillas. Se afana en convertir una cueva que ha encontrado en el suelo en bodega. La producción de vino le va bien, pues ha empezado a elaborar un buen vino. Una noche, el viejo Nivaldo viene a su casa y le lleva a la tienda, donde está el cadáver de Peña. Josep le entierra de pie entre la pared de la bodega, construyendo una pared de piedra que oculte el cuerpo de aquél que le hubiera asesinado sin dudarlo.
Feliz con su nueva familia, un día tiene una visita especial: el señor Mendes, que, después de probar el vino, le compra 2/3 de la cosecha, ya que en Francia ha llegado la filoxera que está destruyendo todos los viñedos.

miércoles, enero 16, 2008

"Pearl Harbor"

La veré mil veces y mil veces se me caerán las lágrimas con esta película. Supongo que hay películas que siempre calan hondo.
Es una película de guerra, pero sobre todo es una película de amor, de amor y de amistad.

Había una vez dos amigos que crecieron en unas granjas de Estados Unidos. Sus destinos estaban unidos, para bien o para mal. Allí, desde muy jóvenes, aprendieron a volar. Ya no podrían vivir sin alas.
Corre el año 1941. Toda Europa está en guerra, pero los americanos se mantienen ajenos a la amenaza nazi y al posible ataque de otras grandes potencias.
Rafe McCawley (Ben Affleck), el mejor piloto de su unidad, se presenta voluntario para acudir en ayuda de Inglaterra. En su país deja a su mejor amigo, Danny Walker (Josh Hartnett), que también es piloto, y al gran amor de su vida, Evelyn (Kate Beckinsale).
En uno de los ataques, el avión del capitán Rafe cae al mar y todos le dan por muerto. Mientras, Danny y el resto de sus amigos han sido destinados al Pacífico, a Pearl Harbor, donde reposa una gran parte de la flota estadounidense. Allí también es enviado el grupo de enfermeras de Evelyn. Allí se reencuentran y lloran la muerte por el novio y el amigo. Es inevitable que surja el amor entre ellos, un amor que nace de la compasión y de la soledad, del sentimiento de haber perdido algo común.
Pero el capitán Rafe ha sobrevivido. Rescatado por un pesquero francés, varios meses después va a Pearl Harbor y cree que todo seguirá como lo dejó, pero se encuentra con la cruda realidad.
El 7 de diciembre de 1941, domingo y día de descanso, bombarderos japoneses arrasan la isla. Esta masacre constituye la entrada de Estados Unidos en la IIª Guerra Mundial.
Dos pilotos especiales, Rafe y Danny, son escogidos para una misión secreta: bombardear Tokyo, pero son pillados por sorpresa. Danny muere en los brazos de su amigo, mientras éste le dice que no puede morir porque va a ser padre...

martes, enero 15, 2008

Una preocupación obvia

No pasará esta semana entera sin que recorra los multitudinarios pasillos de un hospital. Tengo miedo.

El domingo anocheció sin contratiempos hasta que fui a acostarme. En la cama, un intenso dolor en la axila derecha me hizo palpar toda la zona en busca de algo extraño, pero no encontré nada.
Ayer el insomnio se hizo más insoportable al comprobar que ya no era la axila la fuente del dolor, sino el pecho derecho. Me toco para ver si encuentro algo, pero no hay restos de ningún bulto y, pese a ello, me duele. Sin embargo... creo que tengo algo invisible a mis ojos y a mis manos. Tengo un pánico atroz...
Pero he de ir. Si no es esta noche, será mañana a primera hora.

¿Y si tengo realmente, como me dice el instinto, algún bulto? ¿Y si tengo que quedarme allí un tiempo? No lo sabré hasta que no vaya, y sin embargo tengo un terror impalpable. Ahora sé qué debo hacer algo antes de ir.

Sufrir por amor

Un día sueñas, sueñas con algo irreal pero posible, y decides contar el sueño porque ya no te gustaría que algo así ocurriera. Sabes que puede ser premonitorio, pero también que solo es parte del subconsciente que sale al exterior de una manera mágica, en otra dimensión, como son los momentos oníricos. Dejas que Morfeo haga su trabajo, y decides compartir la belleza de su obra...

De las muchas cosas que siempre quiso hacer a lo largo de su vida, por fin, iba a satisfacer una de ellas: el Camino de Santiago a pie. El viaje se realizaría durante los meses estivales y lo había organizado un catequista venido de lejos que había sido peregrino en numerosas ocasiones.
Todavía le quedaban unos meses para prepararse ante tal evento. Ya había inscrito su nombre en el listado de la parroquia y había regresado a la vida laboral y rutinaria de la gran ciudad.
Hacía ya una década que había abandonado su tierra natal para instalarse lo suficientemente lejos para que la dieran por perdida, pero lo suficiente cerca para volver a sus raíces con motivo de ocasiones especiales, unas raíces que sabía jamás podría cortar de cuajo, pero las únicas que la mantenían unida a lo que antes había considerado suyo y ahora le parecía tan extraño...
Durante los largos meses que precedieron al único viaje que se iba a permitir durante mucho tiempo, se dedicó a la ardua tarea de entrenar su físico para varias semanas de andadura bajo el sol, así que, al salir del trabajo y tras una ligera comida, se ponía unas botas de montaña recién compradas y caminaba varios kilómetros a lo largo y ancho de la ciudad hasta que consideraba necesario volver... Los primeros días le costaba conseguir un ritmo constante y enseguida debía dar media vuelta. Pero a medida que los días se iban haciendo más largos y el sol empezaba a dejarse ver, sus pasos se alejaban cada vez más. Creía estar preparada.
Y por fin llegó el inicio de la peregrinación. Días antes, había atado todos los cabos sueltos. En el trabajo, había pedido vacaciones anticipadas, pese a saber que no gozaría de más días libres hasta el siguiente año. Había dejado a su perro en una guardería de animales donde sabía que estaría bien atendido. Le había pedido a la vecina que regara sus plantas dos veces a la semana y que de vez en cuando echara un vistazo en su piso para asegurarse de que todo estaba en orden. Y había vuelto al hogar familiar, el hogar que la vio nacer y crecer, el hogar donde regresaba en algunas ocasiones, pero cuyas visitas eran efímeras... Aquélla también era una visita rápida, pues al día siguiente se despediría de todos con un grupo de gente desconocida. Esperaba que, al menos, fuera algún conocido del pasado.

El catequista leía en voz alta los nombres de la lista que tenía entre las manos. Ella miró en derredor para descubrir si había alguna cara conocida, aunque tampoco le importaba. Ya hablaría con esa gente a lo largo del Camino, o eso esperaba. Sin embargo, no cayó en la cuenta de que unos ojos la habían estado observando a ella desde que llegara a la parroquia, unos ojos que ella no había descubierto... de momento.
Se acercó al sacerdote, un hombre con alzacuellos que ella siempre recordaba haber visto allí, un cura mayor que sermoneaba incluso fuera del altar. Ella se sentía con la obligación de saludarle.
Finalmente se pusieron en camino. Eran una treintena de personas que caminaron entre grupos de gente que los despedían en las bocacalles, alzando los pañuelos, otros incluso lloraban... “Ni que fuéramos a la guerra” –pensó ella. Detrás, la misma mirada verde la seguía sin parpadear, reconociendo en aquella mujer a alguien del pasado, alguien a quien no veía desde hacía muchos años. Él se mantenía un poco oculto a la vista de aquella muchacha que, después de tanto tiempo, había llegado a imponerle. No entendía por qué. “¿Qué ocurriría cuando le viera?” –pensaba él, casi deseando dar media vuelta y no pasar por el trago de ese encuentro que, no lo dudaba, sería terrible. Pese a este pensamiento, la contradicción iba dentro. Realmente quería que le mirara. En los ojos de aquella mujer había leído siempre un sentimiento oculto, un sentimiento que contradecía sus palabras airadas cada vez que intercambiaban fragmentos de algo que ni siquiera podía llamarse conversación.

La marcha se hacía rápida en diversos tramos del Camino. Se notaba que todos iban descansados, que era el principio, que todavía no hacían mella en ellos las huellas y la pesadez del esfuerzo diario, de la voluntad de llegar a Santiago... Ella iba inmersa en una conversación con un varón cuyo rostro no le sonaba de nada. El hombre le explicaba las ciudades más hermosas del Camino, utilizando como fuente una de las innumerables guías del peregrino que poblaban las librerías de esta zona del país. Ella, por educación, no le contradecía, aunque en algún momento le dijo que a veces las cosas carentes de belleza son, en realidad, las más hermosas; por tanto, quizás hay que buscar en el resto de lugares los dones que la Madre Naturaleza les ha dado.

Las horas fueron pasando rápidamente. Habían comido en un claro de bosque junto a la senda que seguían. Fue algo rápido pues a todos les habían aconsejado llevar el bocadillo hecho desde casa. Muy pronto estaban de nuevo en marcha, pero a media tarde, muchos empezaban a sentir encima los músculos entumecidos y el cansancio de la caminata. El catequista que hacía de guía decidió parar en el siguiente pueblo. Después de tan sutil anuncio, todos estaban deseando llegar y descansar.

El albergue era muy grande para lo pequeño que era aquel pueblo. Cuando pasaban por la calle principal, y a pesar de ser verano, todo estaba desierto. Entre las celosías de la ventana descubrieron los ojos expectantes de miradas que les observaban con recelo. Parecía un pueblo fantasma y como la magia siempre acompaña...

Ella se sentó en uno de los bancos que se dispersaban junto a la entrada del albergue. Y levantó la mirada. Sus ojos se cruzaron solo un momento, el suficiente para reconocerse. Pero él desvió la mirada, pasó de largo e intentó hacerse invisible, como los fantasmas que parecían caminar por las desoladas calles de aquel pueblo.
Ella... no pudo soportar verle allí. La persona a quien más había querido y a quien más había odiado estaba a unos pasos de ella y una fuerza superior la mantenía allí paralizada, incrédula. De repente, dejó de estar allí, dejó de sentir aquella sensación fantasmal que contagiaban las piedras de aquel pueblo...

Un sinfín de imágenes acudieron a su mente: el amor de toda su vida, aquél que eclipsaba a todos en lo bueno y en lo malo, la sonrisa de complacencia, el ídolo de sus sueños, el héroe de sus ilusiones... la esperanza truncada por un malestar y un dolor moral y sentimental inimaginable, el sufrimiento por amor. Un día decidió poner tierra por medio y huyó lejos, donde nunca jamás pudiera verle ni encontrarse con él. No podía soportar sufrir por aquella persona que tanto le había dado (sin darle nada) y tanto le había quitado (sin haberle quitado nada). Había cerrado la puerta a aquel pasado turbulento y cruel...

–Ya se despierta –oía a lo lejos–. Ya vuelve en sí. Un murmullo alentador la hizo salir de su ensimismamiento y abrió los ojos. Se había desmayado.
–Podría ser la tensión –dijo el guía–. El primer día, el esfuerzo, la nula preparación... Nunca se sabe, pero es algo normal. Tómate este azucarillo.
Ella alargó la mano, mientras buscaba con la mirada aquellos ojos verdes. Sabía que su desvanecimiento no se debía al esfuerzo del día, sino al “reencuentro”. No le vio y se quedó tranquila. Sin embargo... les quedaban unas semanas hasta acabar aquella odisea y era obvio que terminarían cruzándose. Aunque se propusiera ignorarle, evitarle, mantenerse lejos... todo por el orgullo herido del pasado...

Continuará...

lunes, enero 14, 2008

El tesoro enterrado

Había una vez, en la ciudad de Cracovia, un anciano muy piadoso y solidario que se llamaba Izy. Durante varias noches, Izy soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río. Soñó que, a un lado del río y debajo del puente, se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda la vida.
Al principio, Izy no dio importancia al sueño. Pero cuando se repitió durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que no podía desoír esa información que le llegaba de Dios o de no sabía dónde, mientras dormía.
Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para un largo viaje y partió hacia Praga.
Después de seis días de marcha, el anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar el puente sobre el río en las afueras de la ciudad. No había muchos ríos ni muchos puentes, así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el río, el puente y el árbol bajo el que debía cavar.
Solo había un detalle que no había aparecido en su sueño: el puente estaba custodiado día y noche por un soldado de la guardia imperial.
Izy no se atrevía a cavar mientras el soldado estuviera allí, así que acampó cerca del puente y esperó. La segunda noche, el soldado empezó a sospechar de aquel hombre que acampaba cerca de su puente, así que se aproximó para interrogarle.
El viejo no encontró razón alguna para mentirle. Por eso le contó que había llegado desde una ciudad muy lejana porque había soñado que en Praga, bajo un puente como aquél, había un tesoro enterrado.
El guardia empezó a reírse a carcajadas. Y le dijo:
-Has viajado mucho por una estupidez. Desde hace tres años, yo sueño todas las noches que en la ciudad de Cracovia, debajo de la cocina de un viejo loco llamado Izy, hay un tesoro enterrado. ¡Ja, ja, ja! ¿Crees que debería ir a Cracovia a buscar a ese Izy y cavar bajo su cocina? ¡Ja, ja, ja!
Izy dio amablemente las gracias al guardia y regresó a su casa.
Al llegar, cavó un pozo bajo su cocina y encontró el tesoro que siempre había estado allí enterrado.

"Todas las respuestas a nuestras preguntas las tenemos delante de nosotros o, más concretamente, están dentro de nosotros mismos".