viernes, abril 30, 2010

Objetos de 'culto'


Es cierto que estoy desganada, en ciertos sentidos mucho. Esta mañana, sin embargo, llevaba pensando en que no me había comprado nada para mañana, que hay que ir de punta en blanco y por nada me apetece ponerme un vestido de las últimas bodas. Así que en vez de irme a las cuatro en punto he aparecido en casa dos horas más tarde con vestido y medias: el primero que me ha dado al ojo, y al ser negro no necesito comprar zapatos, porque tengo los adecuados para ese vestido, ni bolso, porque ¿quién no tiene un bolso en casa que combine con negro y blanco? Cuando he llegado a casa, mi madre sólo ha atinado a decir: "Ya me extrañaba a mí que no te compraras nada para mañana...".



Esta mañana, a primera hora, mis compañeras me han entregado un regalo de cumpleaños, tardío, pero ha llegado. Es un llamador de ángeles diminuto, que me pone nerviosa cada vez que me muevo, porque no para de sonar.



Y finalmente me he encontrado, al llegar a casa, con mi Blackberry, que se ha hecho esperar. Blanca, poco pesada, con muchos botones...

Situaciones extrañas

Dos horas me quedan para marchar. Tengo ganas. Noto que estoy como a la defensiva, como si no deseara estar rodeada de gente, sino que necesitara una extraña soledad. Y siento que estoy con un mutismo increíble. Yo creo que estoy aguantando, hasta que llegue a casa después y termine desmoronándome de nuevo. Me siento increíblemente ajena a todo.

Pause

Me pregunto cómo será no sentir nada.

jueves, abril 29, 2010

Relámpagos

Una cosa es que me gusten las tormentas 'de verano' y otra cosa muy diferente es que los relámpagos iluminen el cielo que hay sobre mi cabeza. Así que al venir a casa he pasado miedo, porque se veían relámpagos por todos los sitios, pero sobre todo porque también la tormenta mostraba sus fuerzas sobre mi cabeza.
Al cerrar la puerta, he suspirado de tranquilidad. Era uno de esos días en que piensas: "Por fin en casa".

El Asedio


Resultado de imagen de el asedio
Quizá ella esté despierta a esta hora, piensa. Tal vez se encuentre sentada con un libro en las manos, alzando en ocasiones la vista para comprobar qué hora es. Para imaginar lo que en este momento hacen él y sus hombres. Tal vez cuenta las horas, inquieta. O puede –lo más probable, por lo que Lobo cree saber de ella- que duerma ajena a todo, indiferente; soñando con aquello, sea lo que sea, que ocupe el sueño de las mujeres dormidas. Por un momento el corsario imagina la tibieza de su cuerpo, la expresión al abrir los ojos por la mañana, la pereza de los primeros movimientos, la luz del sol que entra por la ventana al iluminar su rostro. Ese sol que, posiblemente, algunos de los hombres que ahora están a bordo no verán levantarse nunca”.

Hay muchos que dicen de Pérez-Reverte que sólo lo siguen en sus artículos dominicales, que su prosa fluida plasmada en tres o cuatro columnas, diciendo exactamente lo que hay que decir (no cabe otra expresión, ni puede escribirse otra palabra en el lugar de la que hay, porque la que él ha colocado es la que mejor encaja en el texto) es magnífica. Se quedan en sus artículos, que son buenos, que recopila cada cinco años en un volumen publicado por Alfaguara, y nunca se atreven a coger las novelas porque creen que puede llegar a decepcionarles. Quizás tengan razón. Personalmente prefiero sus novelas, porque los artículos me saben a poco, siempre quiero más y más. Las novelas, en su mayoría largas, te dan mucho más, te hacen querer u odiar a sus personajes, te hacen divagar, preguntarte sobre esto o sobre lo otro, y con un autor como Pérez-Reverte siempre sabes que terminará, no bien o mal, sino como tiene que acabar. Podría haber otros finales, pero el escogido por él siempre es el mejor, y eso lo convierte en algo sublime.

Hablaré de los personajes de esta novela, porque ellos son los que crean la trama, el enrejado que termina, de alguna manera, uniéndolos al final. Sólo mencionar que la acción transcurre en Cádiz durante los años 1811 y 1812, una ciudad acorralada y cercada por las tropas napoleónicas, donde conviven franceses, españoles y los aliados de éstos (ingleses). Y en una ciudad marítima no podían faltar los corsarios, piratas que sólo atacan a las naves enemigas con el visto bueno del monarca. Lo interesante del libro es que vemos todos los puntos de vista, no sólo los de los gaditanos, también terminamos conociendo la manera de pensar de los franceses.

El personaje más atrayente es, desde mi parecer, uno de esos corsarios, un tipo curtido por el mar, el capitán de un barco que sabe lo que tiene que decir en el momento oportuno, que evita los duelos y no por cobardía, que es duro como el hueso que no se deja roer. Pero su antifaz de marino curtido no podrá evitar que termine enamorándose, quizás de la mujer equivocada, y que la locura del amor le lleve a batirse en duelo por esa mujer, que le lleve a apostar su vida por ella en una batalla desigual. Pepe Lobo lleva muchas décadas en el mar; obligado por la necesidad, no conoce otro mundo que el mar, pero aspira a retirarse y comprarse una casita con una tierra para vivir tranquilamente. Nunca ha tenido su propio barco, hasta que un comerciante gaditano le ofrece el Culebra con la patente de corso real para convertirse en corsario que ataque los barcos franceses. Ese comerciante le presenta a la mujer que será su patrona y compartirá las ganancias con él, Lolita Palma.
Lolita Palma es la heredera de un negocio comercial de los más prósperos de Cádiz. A la muerte de su padre, se hizo cargo del negocio familiar y da órdenes con mano de hierro, controla sus barcos y de sus negocios saca pingües beneficios. Nunca le han gustado los corsarios, pero cuando ve mermar su economía a causa de la guerra no tiene más remedio que aliarse con Pepe Lobo, un hombre que tiene un especial magnetismo para ella.
Simón Desfosseux es un capitán artillero francés que se preocupa únicamente de que las bombas de sus cañones lleguen al centro de Cádiz. El barracón francés está situado en el enclave conocido como La Cabezuela, en un cabo situado frente a la ciudad. Desde allí hace pruebas para dar más alcance a sus bombas. En realidad, él es físico, pero con la guerra no le ha quedado otro remedio que alistarse al ejército francés y marchar sobre Cádiz. Quiere que sus bombas alcancen San Felipe Neri, el lugar donde se reúnen las Cortes de Cádiz, y donde posteriormente se aprobará la famosa Constitución de Cádiz, conocida como La Pepa. De repente, un policía desembarca en La Cabezuela para hacer un extraño pacto con él.
Rogelio Tizón es un comisario duro de roer, todo Cádiz le teme. Y ahora se enfrenta a un asesino que mata a muchachas jóvenes a latigazos, dejando el cadáver con la espalda descarnada, un cadáver en las cercanías de los lugares donde caen bombas francesas y no hay víctimas. Para el comisario, que juega al ajedrez con su amigo, el maestro Hipólito Barrull, Cádiz se ha convertido en un tablero de ajedrez donde sólo el asesino y Rogelio sienten los vórtices donde se producen los crímenes.
Felipe Mojarra es un salinero humilde que ha colocado a su hija mayor, Mari Paz, de criada en la casa de Lolita Palma. Está muy orgulloso de ella. A veces va a verla. Por lo general suele acudir a Cádiz para ayudar a la Armada a luchar contra los franceses y ganarse el sustento diario.
Cádiz se convierte en ese tablero de ajedrez con sus piezas saltando de un lugar a otro, a veces entrecruzándose en las casillas.

No quiero contar más. La historia es sublime.

Temblando bajo la toquilla, la mujer siente ahora, preciso y concreto como una herida, el hueco de los gestos que nunca hizo; el silencio de todas las palabras que no pronunció mientras la penumbra del último atardecer –sólo han transcurrido unas horas, y parece goteo de años- velaba las facciones del hombre cuyo recuerdo la estremece: un trazo blanco sobre la piel atezada, doble reflejo de uva mojada en los ojos claros, ausentes, absortos en la noche que se apropiaba implacable de sus sentimientos y sus vidas. Quizá él regrese cuando todo termine, se dice de pronto. Quizá yo pueda, o deba. Aunque no. Tal vez nunca. O sí. Tal vez siempre”.

Lo extraordinario

Hoy le he preguntado a D. si cree que existan personas extraordinarias. Y me ha dicho que no, que no existen. "No equivoques extraordinario con perfecto, que no es lo mismo" -le he replicado. Se ha quedado pensativo, pero no me ha preguntado nada. Le hubiera sacado uñas y dientes si me lleva la contraria. Yo creo que sí que existen personas extraordinarias. Él cree que no. Son opiniones diferentes, pero respetables siempre que estén bien argumentadas.
Una persona extraordinaria es aquella fuera de lo común, que te descoloca, que te llena de incertidumbre, imprevisible, impredecible, inesperado, llena de un misterio tal que ni siquiera sabes lo que podría hacer o decir en ciertas situaciones, pero seguramente te asombrará o te dejará, como poco, con la boca abierta.
Yo sé que hay personas extraordinarias porque conozco a una. Y, cuando quieres a alguien, lo más seguro es que ese alguien sea, desde tu punto de vista, una persona extraordinaria. Esta es una opinión subjetiva, pero antes de darla me he encargado de buscar la objetividad que, según el DRAE, lo extraordinario es todo aquello "fuera del orden o regla natural o común".
Por supuesto que él es alguien extraordinario.

Se prevé agua

Tiene pinta de que va a caer una magnífica tromba de agua, una de esas tormentas que apetecen mucho porque el día estaba demasiado cargado. Esa es mi fortuna: día que me alisan el pelo, día que llueve.
Pero también será mala suerte que el 1º de mayo, con toda la parafernalia de danza, gaita, tamboril y la Virgen por el medio, con todo el mundo encopetado, se ponga a llover. O que los andaluces que vienen a celebrar la fiesta este fin de semana, con sus trajes de faralaes, sean acompañados por truenos y relámpagos.

¡Maldito tiempo! ¡Qué manera de aguar (nunca mejor dicho) las fiestas!

Imágenes fugaces


Me voy a tomar un descanso para dejarme llevar por las sensaciones primaverales que alteran el alma. No le he visto desde el lunes, pero sigo abriendo los ojos cada mañana y me acuerdo de él, sueño que paso mi mano sobre su mejilla mientras le miro a los ojos, temiendo que, en cualquier momento, esa imagen pueda desaparecer.
Sin embargo, nunca desaparece del todo. Su recuerdo sigue estando ahí...

A la una

Lo que más me relaja en estos momentos es tumbarme en la cama a leer. Me quedan cien páginas para terminar el libro de Pérez-Reverte (tiene algo más de 700) y estoy completamente subyugada por la historia pero, sobre todo, por los personajes. Unos magníficos personajes crean una historia magnífica, con un entramado único.
Estoy segura de que enseguida caeré en un sueño profundo, porque hoy, no sé muy bien los motivos, siento un cansancio inusual.

Place des Vosges


Hay un lugar en París, entre los muchos rincones dignos de visitar, que me parece entrañable. Se trata de la Place des Vosges. Data del siglo XVII y quita la respiración adentrarse en ella. Da la sensación de que te has trasladado a otra época, como si pudieras escuchar los susurros de esas piedras que tantas guerras han visto, que tantos tratados han escuchado, que tantos cañonazos han disparado.


Lo considero un lugar único, un sitio para pasear plácidamente, mientras escuchas el ritmo pausado de ese idioma tan romántico, melodía celestial para los oídos.
La bellísima arquitectura de los edificios que rodean la Place des Vosges hace pensar en batallitas napoleónicas.
Algún día volveré a esa plaza.
Las fotos no le hacen justicia, pese a que intenté retenerla en panorámicas...

miércoles, abril 28, 2010

A través de las palabras

Es un buen momento para marchar a casa. Sigo todavía aquí porque me he puesto a escribir como si me fuera la vida en ello, porque necesitaba expresarme, decir mediante palabras todo lo que llevo dentro, sentirme en armonía con el universo sin necesidad de ir al campo o escuchar el rumor del mar a mi lado. Ahora puedo irme en paz, buscar el reposo tranquilo de estar en casa y buscar el camino hacia los sueños.

Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo


Resultado de imagen de albert espinosa libros
Hay libros que enaltecen el alma, que te hacen creer con un puñado de magníficas palabras; hay libros que calman, que te hacen reír, que te hacen llorar; hay libros cuyo final jamás imaginarías...

¿Qué me lleva a elegir unos libros y no otros a la hora de leerlos, de comenzarlos...? La verdad es que no podría contestar concretamente a eso, ya que se mezclan muchas variables cuando entro en una librería. Sí es cierto que el azar me lleva a descubrir historias únicas, como la que he terminado hoy.
Hay algo en este libro... Desde que lo he empezado me ha llevado a pensar en cierta persona, es como si una parte de mí en lo que respecta a él estuviera en esas páginas. Cuando habla de los sueños, cuando dice: "Sé valiente. En la vida, en el amor y en el sexo. La gente olvida que debe pedir caricias y besos. Una caricia, un beso, solicitar el calor de una mano en el ombligo no deben ir acompañados con el sentimiento de que eso provocará o derivará en sexo. Un abrazo no debe ser de diez segundos, ni de treinta, puede durar ocho minutos si es necesario. Acariciar un cuerpo no debe suponer siempre sexo. Debes apreciar la caricia como parte de tu vida. Despenalizarla en tu vida"...

El libro es original, 'descoloca' bastante, y te sorprende llegar al final, porque deseas más. Lamentablemente no puede haber más. Con el último punto está todo dicho.

Marcos tiene un don:

"Mi don... Es difícil de explicar. Cómo aprendí a utilizarlo es mucho más extraño de relatar. Pero deseo hacerlo. Deseo contároslo. Hay cosas, detalles pequeños que forman parte de uno mismo y hacen que seas como eres. Y el don era algo que me definía. Aunque lo utilizaba muy poco. Hacía que me sintiera más vivo. Si hubiera tenido conectado el don cuando vi a la chica del teatro quizás no hubiera experimentado lo mismo por ella. Lo que sentí fue primario, muy auténtico. ¿Cómo la podía añorar tanto sin conocerla? El ser humano es mágico e indescriptible. Notaba algo especial al volver a recordarla. Una confianza que no debe surgir entre desconocidos, pero que a veces existe y es más intensa que la que sientes por alguien que forma parte de tu entorno desde hace más de veinte años. Ella no se había percatado de mi presencia, no había sentido cómo mis ojos no le habían quitado la mirada ni un solo instante".

Acaba de perder a su madre, una famosa bailarina con la que tenía mucha confianza. No sabe cómo afrontar la soledad, así que decide comprar una inyección de Cetamina para no volver a soñar más, para no volver a dormir más; quiere que su vida cambie de forma radical. Sin embargo, cuando va a inyectarse la droga, dos cosas requieren su atención: una chica que está esperando a alguien en la plaza que se ve desde su terraza y que se encamina sola hacia el teatro y una llamada telefónica de su jefe.
En las noticias aparece la noticia de que ha llegado un extraterrestre. Marcos se va a encontrar con él en cuestión de minutos. Marcos trabaja para la policía desde que un día su don descubrió a un asesino y lo denunció. Ese policía le contrató para trabajar con él, sin dudar de ese don especial. El don de Marcos consigue, con sólo mirar a una persona, en ver los dos momentos extremos de su vida, de hechos ya consumados, no de algo que no se ha producido todavía: el momento más feliz de la vida de esa persona y el más terrible. Después, con unos pocos segundos más, consigue ver hasta doce secuencias diferentes de la vida de esas personas. Así que la llamada de su jefe sólo significa que ha recurrido a él, como última alternativa, para que utilice su don con ese extraterrestre al que llaman "el extraño". Curiosamente, lo primero que descubre en ese extraño es que parece una persona de este planeta y, después, que posee el mismo don que él, pero además no puede 'ver' nada de esa persona. Eso le frustra. El extraño sólo le dice que le deje libre y que vaya a buscar a la chica del teatro. Con ayuda de su jefe, ayudan a escapar al extraño, mientras Marcos se embarca en las calles en busca de la chica. Desde el momento en que hablan, ella siente que confía en él, pese a ser un completo desconocido. Marcos recibe una llamada: el extraño le espera en la Plaza Mayor de Salamanca. La chica le acompaña y, en el trayecto, Marcos le cuenta toda su vida, incluido el don que posee. En la plaza será el extraño quien les diga lo que hace allí, quien les explique que después de la muerte hay más vidas, seis en total, aunque ellos ya están en la segunda vida; que todos reciben unos dones a medida que avanzan en esas vidas, por lo que el don de Marcos pertenece a otro planeta posterior. Él ya ha hecho todos los recorridos, pero en su sexta vida ha podido elegir 'viajar' a una de las vidas pasadas y ha ido a buscar a su esposa, a la que tanto quiso. En el momento en que ellos le piden la relación que tuvieron en su primera vida, el extraño siente un estremecimiento y dice que su esposa acaba de morir. Los dos jóvenes le acompañan al lecho de muerte de la anciana y decide que debe 'viajar' a la tercera vida para reunirse con ella. En un papel les deja escrita la relación que tuvieron en la vida anterior: eran padre e hija.

"Mi madre me enseñó desde pequeño a aceptar que los sentimientos que sentían por nosotros otras personas, aunque no los correspondiéramos, eran importantes.
Ese amor no deseado, ese deseo no correspondido, es un regalo que te hacen. No lo desprecies simplemente porque no te sea útil.
Poseer ese amor que no significa nada para ti es diferente que perderlo. Porque, aunque pierdes algo que no comprendías, nunca más volverás a tenerlo, y eso es terrible".

Un mundo de color

Llevo un rato pensando en alguien que me aporta una ternura como nadie más puede hacerlo. Quizás sea motivado por su delicadeza, por su sutileza. Iba a decir que también por su perfección, pero no soy proclive, aunque a él le adore, le admire y le quiera tanto, a decir de nadie que es perfecto. Siempre he pensado que el ser humano es el ser más imperfecto que existe y nunca dirán mis labios de alguien que es perfecto, si bien puede rozar la perfección, que sería lo más cercano que yo considero a la perfección. Así que lo dejaré en que él roza la perfección, cosa harto complicada.
Él, que me hace soñar, pues gracias a él 'invento' sueños cada noche y, por tanto, todas las noches no son iguales.
Él, que hace que me sienta algo más cerca del cielo, con su presencia enriquecedora, llena de energías nuevas, llena de fuerza, llena de placidez, llena de poder.
Él, rodeado de magia, capaz de hechizar con una mirada.
Él, que me hace llorar sin saberlo. Creo que, si lo supiera, se preocuparía, así que prefiero que no lo sepa. Prefiero que desconozca que me hace feliz pensar en él, pero también infeliz de vez en cuando. Pesan más los momentos felices, no sólo porque sean más numerosos, sino que también son más intensos.
Iría a verle en estos momentos porque anhelo perderme en la profundidad de su mirada, pero sería incapaz de decirle eso mismo: "Vengo a verte, vayamos a perdernos en el mundo; olvídate por un momento de la realidad y sumerjámonos juntos en un mundo irreal". No me gusta implorar y tampoco puedo pedirle que eluda momentáneamente sus responsabilidades. Pero me gustaría ir a verle ahora, me gustaría decirle que le echo de menos. Y, sin embargo, sé que si fuera le diría todo menos lo que realmente debería decirle. A veces nos complicamos mucho. Él sigue siendo un ángel capaz de cambiar el color del mundo a su paso.

La vida

Pablo Picasso, La vida, 1903, Cleveland Museum of Art

Siempre me ha fascinado Picasso, más su última etapa (la cubista) que las primeras. He leído todo lo que ha caído en mis manos sobre él, sobre su arte, sobre su vida; he visitado casi todos los museos dedicados a él o, por lo menos, los más importantes: Barcelona, París (aunque me falta el de Málaga); he visitado la segunda planta del Reina Sofía una infinidad de veces sólo para extasiarme con la impresionante y, sin duda, su más famosa obra, aquella que nunca quiso explicar: el Guernica.
Y, de repente, en cierto momento determinado, me viene a la mente algo de él. Hoy ha sido el lienzo de La vida, de su etapa azul.
Son los personajes plasmados modelo de la miseria humana, perfilados como figuras esqueléticas en tonos azules que aumentan el ambiente tristón del mensaje que el pintor quiere dar en esta obra.
Representa el tránsito de la vida, simbolizado por una pareja desnuda que observa a una madre con su bebé vestidos. En el fondo aparecen unas figuras también desnudas, que simbolizan el recorrido de la vida hasta la soledad de la vejez, representada en el personaje solitario central. Todo ello está rodeado de un ambiente melancólico.

Impresionante cuadro. Se encuentra en el Cleveland Museum of Art de Ohio (USA).

Hay días...

Hay días que careces siquiera de unos segundos para bajar a tomar un café, que no puedes permitirte tampoco escribir durante un instante superior a un minuto. Hoy es uno de esos días. Y, además, te quedas sin coche porque está en el chapista después de conducir por una carretera recién embreada ayer.
Así que estoy sin coche, con una cita a la cuatro en un pueblo que está a unos quince kilómetros, así que tendré que ir con la persona con la que he quedado. Andando desde luego que no.
De todas formas, lo que más echo de menos de estar aquí son las horas de después de comer en que me tumbo y a veces cierro los ojos, o cuando me pongo a leer hasta la hora en que me tengo que marchar.
Y pienso en él, me pregunto dónde estará...

Hay días en que no tengo unos minutos para hacer otras cosas, pero por muy ocupada que esté, mi imaginación es tan libre que siempre se permite ese minuto para pensar en él.

Embarcándome en los sueños

Es un buen momento para ir a dormir. Ahora, cuando releía lo último que he escrito, me he sorprendido al comprobar que a mis ojos les cuesta mucho trabajo seguir abiertos. Además, después de lo anterior, me apetece embarcarme en el mundo de los sueños cuanto antes, permitir que la almohada escuche en silencio mis pensamientos y dejar un hueco vacío en la cama casi de manera inconsciente, en el estado de somnolencia que precede a los sueños.
Sólo tengo que cerrar los ojos y traer desde los recuerdos los rasgos perfectos de ese ángel que me hace sonreír cada día desde la ausencia y el silencio, pero un ángel al fin y al cabo.

La telaraña de sueños

He escuchado a muchas personas que nunca sueñan. Me resulta extraño oír eso. Una vez leí que todo el mundo sueña siempre, todas las noches; algunos se acuerdan y otros no. Yo tampoco recuerdo los sueños que tengo la mayoría de las veces. Sólo hay dos motivos por los que pueda recordarlos, al menos en parte: cuando me despierto bruscamente o cuando, a lo largo del día, algún objeto o persona me lleva al sueño porque aparecía en él.
Hay personas que dicen que nunca sueñan. Si, por la razón que fuera, yo estuviera en su lugar, me inventaría los sueños. Soñar es gratis y, aparte, los sueños son necesarios, aunque no se cumplan. Algunos, muy pocos, esos que llaman 'premonitorios', suelen terminar cumpliéndose. El resto nos ayudan, a veces, a marcarnos objetivos y, otras veces, a alimentar ilusiones. Yo me los inventaría. Afortunadamente, creo que sueño todas las noches y, aunque no me acuerde, intuyo si lo que ha vivido esa noche mi subconsciente ha sido bueno o malo según me despierte por la mañana. Por lo general, en los últimos meses, suelo sonreír nada más abrir los ojos cada mañana y tiendo a recordar más a menudo de lo que quisiera esas historias enmarcadas en otra dimensión.
Es todo un mundo ese de los sueños. Yo quiero seguir soñando y, sobre todo, quiero seguir soñando con él. Se cumpla o no se cumpla lo que sueño... eso no es algo que yo pueda decidir, porque al fin y al cabo es sólo un sueño.

martes, abril 27, 2010

Jugando al póker


Desconocía que tuviera un póker en el portátil, sin duda perteneciente a los juegos originales que venían al comprar el pc y con límite de tiempo de una hora. Así que he entrado, pero es tan fácil ganar...
Estoy enganchadísima al último libro de Pérez-Reverte. Es un buen momento para leer.

Alargaban las sombras


Tal y como llevaba deseando toda la tarde, he vuelto al mismo árbol donde me senté el domingo pasado, he disfrutado del caer de la tarde entre diversos ruidos campestres y las últimas luces del día, entre las innumerables fragancias naturales que tonifican los sentidos y la tranquilidad de pensar en la única persona con la que me gustaría compartir todo eso.
Siempre me he sentido afortunada por tener bosque, campo y monte tan cerca de casa.

Disfrutar del sol

Lo que me apetece ahora es irme al campo, llevarme a Yoguito y tumbarme bajo el mismo árbol del domingo, disfrutar del sol y de la tranquilidad. Cuanto más lo pienso más me seduce esa idea. Me gustaría compartirlo con cierta persona, pero no es posible, ni siquiera se me ocurriría decírselo.
Cuanto más lo pienso más crece el deseo por tumbarme en el césped bajo el sol oculto por la sombra de un árbol.

Eso quiere decir que en cinco minutos me voy. Por un día que salga a la hora...

La memoria selectiva

Hoy he venido por una carretera secundaria, llena de curvas, pasando por la ermita... Se veía todo tan verde, de una belleza tal que impresionaba, pero iba con prisas. En el cruce he tenido que esperar a que pasara un coche. Era de color granate, un modelo que no quiero decir, y entonces ha saludado cuando estaba a mi altura. "¿Quién será, viniendo en esa dirección?". He empezado a pensar quién de mi pueblo tiene un coche así, pero no caía. He seguido caminando hasta el semáforo y he parado detrás. He visto la matrícula, de otra provincia. He visto su pelo recogido de una manera que conozco demasiado bien y sus ojos mirando en el espejo retrovisor. Mi memoria es selectiva en lo que respecta a esa persona, tanto que ni me acordaba de su coche ni sé nada de él. F., tanto tiempo que me resulta hasta gracioso. Mis recuerdos no guardan nada cariñoso respecto a esa persona y, si le hubiera reconocido cuando me ha saludado, posiblemente hubiera mirado a otro lado. Debería perdonarle, pero sé que no lo voy a hacer en mucho tiempo. Siento el resquemor cuando le veo, como hoy, pero como nunca suelo verle pues no siento nada. Indiferencia.
Me resulta gracioso porque ahora es él quien saluda, pero sus saludos de medio pelo ya no pueden ablandarme. Ya no. Y además considero innecesario malgastar unos minutos en esa persona. Es pasado y el pasado no existe. Ahora sólo existe el 'ahora'.

Recordando

Cuando iba a Cirueña, he visto su coche. Aunque estaba disfrutando del cálido aire primaveral mientras conducía, pensaba en él, en su tranquilidad, en lo que me gustaría verle más cercano que en los últimos días. Sigo feliz, claro. Esta mañana en quien primero he pensado era él, aunque veo sus rasgos difuminados, como si me costara recordarlo en conjunto, a pesar de que últimamente le he visto, pero ha sido tan fugaz. Necesito perderme en sus ojos...

En el campo de golf


Nunca antes había estado en el Campo de Golf. Lo máximo que me había acercado es a Cirueña, pero nunca había recorrido las calles llenas de urbanizaciones nuevas que bordean el campo de golf. He tenido que ir por obligación, pero después de hacer lo que he ido a hacer me he dado una vuelta por las urbanizaciones, hasta que he llegado al final de una y he visto a mi derecha que estaban las instalaciones del Campo de Golf.


Adoro conducir bajo el sol, escuchando música a todo volumen, disfrutando de la tranquilidad durante la semana de un lugar que en verano tiene que estar plagado de gente, pero ahora parece deshabitado. Se respiraba una tranquilidad impresionante.



Me gusta muchísimo la imagen de SD cuando aparece desde lo alto de la carretera.

Sol

Despertar a las ocho con el sol dando en la ventana es una sensación extraordinaria. Dan ganas de hacer muchas cosas. Apetece ponerse tirantes, vestidos de verano... Es buen momento para marchar a desayunar.
No sólo me siento tan feliz por este día. Hoy he tenido un sueño (que recuerdo a la perfección) y en ese sueño salía él.

Mundo onírico

Me preparo para lanzarme de lleno en el mundo de los sueños. Tengo una imagen cargada de dulzura en mente, así que éste es el mejor momento para ir a dormir. Susurrando a su oído frases incomprensibles, regalándole besos imaginarios, enredando mis dedos con los suyos, mirándole a los ojos... soñar con él. En cada hora, en cada minuto, en cada segundo. Mientras su imagen reconfortante siga ahí el mundo siempre tendrá color. Igual esa persona lo colorea cada noche...

Olor a azahar


Una de las ciudades que mejores recuerdos me trae es Córdoba. Lo primero que notaron mis sentidos, nada más apearme del tren, fue un intenso olor de azahar. Toda la ciudad tenía un penetrante y dulzón olor a azahar. Reconozco que, después, cuando he vuelto a sentir ese aroma Córdoba ha vuelto a ocupar imágenes de mi mente.
No todas las ciudades nos llegan tan adentro. Córdoba no es una ciudad que se pueda calificar únicamente por su fragancia en todas las calles, sino en su conjunto, caracterizada por una serie de detalles que la convierten en una ciudad única: las calles empedradas, la impresionante mezquita, las gitanas 'leedoras' del futuro en sus múltiples puertas, las estrechas calles con casas pintadas en blanco y amarillo, las ventanas con intrincados forjados de hierro, los carruajes paseando por sus largas callejuelas empedradas, los patios floridos, con sus fuentes, sus macetas, sus palmeras, los jardines del Alcázar, la simpatía de sus gentes, la sinagoga...
Es difícil describir lo que sienten los sentidos (valga la redundancia) en lugares así. Córdoba es una ciudad muy señorial. La fama que se llevan ciudades como Sevilla y Granada no le hacen justicia. De todas formas, Córdoba no necesita esa fama pues la ciudad susurra por sí sola, rezuma y se muestra orgullosa a todo aquel que tenga el placer de recorrer sus calles con olor a azahar.
Si tuviera que volver a Córdoba, tendría muy claro con quién me gustaría ir, quizás por la simple razón de compartir con él todo lo que allí sentí cuando visité la ciudad hace tres años.

lunes, abril 26, 2010

El cielo lleno de estrellas

Me encanta tumbarme en la cama con la ventana abierta de par en par, sentir ese aire un poco más frío -pero necesario- que entra por la ventana, disfrutar de esos momentos de tranquilidad.
Me encanta levantarme y acercarme a la ventana, sólo para mirar el cielo tranquilizante lleno de estrellas. Mañana hará calor, como hoy.
Adoro el calor.

Estoy pletórica hoy. Ya lo estaba esta mañana, pero ese estado de felicidad ha aumentado a partir de las cuatro.

Una luna anaranjada


El resplandor anaranjado de la luna hoy era impresionante. Mientras conducía, había ciertos momentos en que tenía que desviar los ojos hacia mi izquierda para encontrarme con ese redondel que parecía estar ardiendo.
Muy cerca brillaba una estrella, la polar, pues el resto aún no se veían. La estrella polar brilla con luz propia, igual que alguien a quien yo conozco, en quien he pensado el resto del camino hasta que he llegado a casa.

El momento de marchar

Es un buen momento para ir a casa, aunque de verdad me gustaría pasear con él por ahí. Llegaría a casa feliz.
Podía haberme ido a casa hace unas horas, cuando he salido a saldar una deuda pendiente a eso de las siete (mi deuda era que el sábado compré un bolso, no tenía dinero suficiente aunque me lo llevé, y hoy he ido a pagarlo).
Entonces he visto el sol y sé lo que molesta cuando da de frente, así que he optado por volver y levantar trabajo de mañana.
Sí, es hora de marchar. Que me apetece leer. Con esto de que ahora a las nueve es de día me siento algo descolocada.

De todas formas, estoy contenta. La de esta tarde ha sido una tarde llena de energía nueva, a pesar de que a las cuatro me entraba el sopor, pero he cogido todo con tantas ganas... El motivo está claro, es como si a las cuatro me hubieran puesto pilas nuevas, aunque no sea exacto describirlo así. Es otro tipo de fuerza 'ajena' a mí.

Herramientas de trabajo


He estado demasiado concentrada toda la tarde, haciendo justamente lo que menos me gusta hacer: ensobrar cartas y todo el trabajo que conlleva previamente. Obviamente eran muchísimas cartas, de ahí que me haya puesto con ello, sobre todo porque mañana por la mañana nunca encontraría un momento para hacerlo, aunque lo haríamos entre cuatro. Hecho está.
Por otro lado, también estaba apuntando algunas llamadas de hoy que habían quedado en el tintero. Me encanta esa parte del programa, la de apuntar todo, punto por punto, aunque generalmente no me da tiempo a hacerlo en el momento, por eso siempre tengo que dejarlo para el final. Me relaja hacerlo, es como si me quitara un peso de encima, porque ya no lo tengo que guardar en mi mente, so pena de que se me olvide algo, sino que queda guardado en la base de datos.

Empezar la tarde con buen pie

La tarde podría empezar con buen pie de muchas formas. Dejando de lado otras posibilidades, la que yo considero mejor es verle a él. Y le veo cuando menos lo espero. Cuando he mirado hacia el fondo de la calle he visto que venía un coche como el suyo, he desechado la idea, pero entonces he visto la matrícula. Supongo que he sonreído, aparte de saludar, aunque no le he visto bien. Ahora nos hemos de encontrar todos los días, cosa que no me importa. Siempre que le veo, aunque sea de lejos, es como si viera pasar un ángel. Y me siento bien al instante.

Sobremesa y siesta

Adoro estos momentos de sobremesa en que puedo echarme una pequeña siesta o simplemente tumbarme en la cama para leer o pensar.
La mañana ha sido algo estresante por todo lo que había que hacer, todo el volumen de trabajo que sale en las reuniones y las innumerables llamadas. En parte está bien, porque cuando miras el reloj ya es casi mediodía y el sol calienta fuera de manera terrible.
He bajado al café con B., más tarde de las doce. Hoy eran tres, antes eran cuatro. De todas formas, he sentido algo extraño al pensar que podía estar, porque a uno no se le veía y he estirado el cuello para mirar mejor. Después me he desentendido, porque la conversación con B. ha abarcado todo mi interés.
Huele a alquitrán, me gusta cómo huele, aunque es un olor muy fuerte. Han debido estar echando en las carreteras de los pueblos.

Creo que voy a echarme, aunque sólo sea para pensar en él. Tampoco sé nada, ni he visto su coche. Pasarán semanas hasta que volvamos a cruzarnos.

Pequeñas decisiones

Pensaba que la Fiesta de AF era el fin de semana anterior al Santo, pero parece ser que se celebrará este próximo fin de semana. Me pregunto qué haremos B. y yo, si ir a la procesión de mi pueblo o si venir a disfrutar de la fiesta andaluza aquí. La verdad es que yo prefiero SD, que mi pueblo lo tengo muy visto, y la verdad es que no me apetecen ni misas ni procesiones ni comprarme un traje para la ocasión.
En la vida a veces hay que elegir.

Me he levantado sonriendo, y a medida que conducía bajo un sol deslumbrante sonreía más. No es sólo el día azul...

Ir a dormir

Es un buen momento para ir a dormir porque...
... estoy relajada, tranquila, aunque sin ganas de que mañana sea lunes (mis razones tengo, aunque lo que más pesa es la posibilidad de encontrarme con cierta persona, por lo tanto abro los brazos al lunes y comenzaré la semana con ganas)
... estoy cansadísima y voy a quedarme dormida en cuanto cierre los ojos, aunque es posible que eso ocurrirá encima de un libro
... le tengo en mente y soy más proclive a soñar con él y a dormir de un tirón, sin mucho riesgo de caer en el terrible insomnio (temo quedarme desvelada por las noches o dormir menos de las horas que debería).

Sin duda, es un buen momento para ir a dormir.

domingo, abril 25, 2010

El mundo ante sus ojos

Frente a ellos, un precipicio rugoso de esos que quitan la respiración. Ante ellos, el mundo con sus ríos serpenteando entre colinas de poca altura, algún animal corriendo a lo lejos, entre el verde de la primavera, árboles aquí y allá, obtusos senderos de tierra por donde difícilmente podría pasar un vehículo, y al fondo el azul de un lago que se une al cielo en la difuminada línea del horizonte.
Él mira anonadado todo lo que se extiende ante sus ojos: los colores de un paisaje no desbrozado aún por las manos del hombre. Ella le mira a él.
-Te regalo el mundo.
-No puedes regalar algo que no es tuyo.
-Ya, pero en este momento en concreto ese mundo es tuyo. Mío. Nuestro.

(Fragmento de un sueño sin final)

Un baño relajante

No suelo darme baños con espuma hasta arriba y sintiendo el agua caliente mojando mi piel. Soy más de ducha rápida. Pero a veces apetece un baño relajante, como hoy. Si mal no recuerdo, la anterior vez que me di un baño relajante fue al volver de Malta.

Mis padres acaban de regresar. Y yo tengo que alisarme el pelo, que en estos momentos lo tengo muy rizado.

25 de abril, la gaita y el tamboril

Cuando estaba en el colegio y coincidía en día lectivo, a las chicas tal día como hoy nos permitían salir unos minutos antes de las aulas, porque si no te ponían de azul para arriba. Yo nunca he llegado a casa pintada de azul, porque echaba a correr hasta el autobús, pero mis amigas sí.
Es graciosa esta tradición.

De paseo


No se puede decir que hoy hayamos paseado, porque hemos ido al campo en coche. Yoguito se ha acostumbrado a salir cuando me ve en casa y, si no lo saco, se me echa a llorar. Así que nos hemos ido en coche, en parte prefiero ir en coche porque puedo alejarme más de la carretera. Hoy he escogido un árbol diferente, cada vez que voy me tumbo sobre la yerba de un sitio diferente.
Es increíble la de gente que pasa por ese camino pedregoso a eso de las doce del mediodía: ciclistas, gente paseando, personas con perros, motos...


Ha habido un momento en que he recordado los meses que cogía el coche e iba allí a hacer prácticas. Los dos primeros días fui acompañada, pero enseguida me llevaba un coche de casa y me iba a practicar. El profesor de la autoescuela siempre me decía que yo había cogido el coche antes, pero no solía decírselo. Yo misma sabía que si me pillaban con el coche sin tener aún el carnet podía haberme caído una buena multa. Sólo que no me pillaron y me lo saqué a la primera. Ahora, con la reforestación que se ha hecho apenas se puede conducir, porque no hay espacio abierto, so pena de chocarte con un arbolito nuevo.


Se disfruta leyendo un libro bajo el sol, sin preocuparme por lo que hará Yoguito. Sé que ahí no hay peligros a la vista para él.

Cielo azul

Adoro holgazanear en la cama los fines de semana. Ya que ayer no pude hacerlo, el domingo se convierte en un día de tranquilidad, en uno de esos días en que sólo el perrito busca tu interés intentando darte lametazos en la cara para que te levantes. Al final, te termina despertando, aunque te gustaría seguir tumbada, sin preocupaciones. Pero yo hoy sí que tenía preocupaciones: no me han llamado por el correo electrónico de anoche, sino que ha sido el presidente de turno para exigirnos hacer unos cálculos a veinte minutos de una reunión.
B. y yo nos dividimos las reuniones de este fin de semana: ella va hoy, yo fui ayer. Así que esperaba tranquilidad hasta que el teléfono de Urgencias ha sonado: "Mire, Sr. Presidente, se lo comentaré a mi compañera, pero no puede pedir eso a unos minutos de la reunión".
Con el buen día que hace, apetece ir al campo. Yoguito no ve por salir a la calle. Hoy iremos en coche, aprovechando que tengo que cogerlo para ir a otros sitios.

Desvelo en mitad de la noche

Me he desvelado por un asunto de trabajo, he hecho las medidas oportunas para que todo salga bien y seguramente que mañana a las nueve me sonará el teléfono. Gajes del oficio.
Lo mejor de desvelarse es que su imagen viene a mí una y otra vez y soy capaz de sonreír, de cerrar los ojos y recordarle sonriendo, de preguntarme por qué no insistí más para ir con ellos de fiesta. He decidido dejarlo pasar, es mejor así. Una cosa es encontrarme con ellos y tomar una copa por ahí, y otra muy diferente es irme de fiesta con ellos desde el principio. Es posible que me sintiera desubicada.

En fin, debería intentar dormir.

sábado, abril 24, 2010

La idea de una noche tranquila

Hace tan sólo unos pocos meses alguien me preguntó por qué no salía más a menudo de fiesta. Mi respuesta, escueta, fue: "Estoy cansada de la fiesta". Y es cierto. Sólo con la llegada del verano y el calor soy más proclive a salir o si tengo algún otro aliciente... SD me aburre sobremanera. Y yo creo que me hago mayor, porque prefiero la tranquilidad de meterme pronto a la cama con un libro, levantarme temprano el domingo y disfrutar de todo el fin de semana de otra manera. De todas formas, una noche tranquila no tiene por qué ser ir pronto a la cama; lo que de verdad me apetecería hoy sería salir en plan cervecitas en terrazas y regresar a casa a eso de las dos. Pero aquí eso no es viable, aparte de que creo que aún no están puestas las terrazas de verano.