Me siento tentada a ir a N., pero no lo voy a hacer. La tentación de verle, de hablar con él, de mirarle a los ojos, de escuchar su voz, de rozar los dedos de sus manos... tiene una fuerza impresionante. Ir esta noche con ellos de fiesta es una idea tentadora.
Pero ya tomé la decisión ayer. Verle... SD es demasiado pequeño para que no nos crucemos algún día. Yo ya no voy a buscarle. Me siento un poco triste, pero ya no hay resquicios de un posible enfado. ¿Cómo podría...? Sigo encontrándome dolida, pero sólo cuando pienso en ello.
Así que he optado por irme a trabajar un rato esta tarde, concentrarme en un asunto que no me hará pensar en otras cosas y no permitirme llorar. Si me quedara esta tarde, estaría dándole vueltas a la cabeza y eso es justamente lo que no quiero que ocurra.
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