Hoy he encontrado una dirección de correo electrónico en el bolso, un papel arrugado y olvidado. Entonces he recordado la noche del sábado, en el preciso momento en que salíamos del S....y y alguien me paró. Me dio ese papel y me dijo: "Escríbeme, Anita, que ni siquiera tengo tu email". No lo he hecho, ni creo que lo haga. Sólo escribo cuando tengo algo que decir, y no es ése el caso.
El papel arrugado, después de observarlo fijamente, ha terminado en la papelera. Estoy segura de que dentro de unos meses recordaré con facilidad los dos correos electrónicos que había escritos en ese minúsculo papel.
Ya podría ser otra persona quien me dijera que le escribiera...
La vida es demasiado injusta.
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