domingo, septiembre 30, 2018

Viaje a Madeira V (y último): La vuelta

Sobrevolando España, cerca de Madrid

Cuando hago un viaje no pienso tanto en el destino o en llegar. Siempre disfruto del viaje en sí mismo, de las anécdotas que transcurren, de la gente que conozco (y viajando sola se conoce a muchísima gente). No me importan tanto las fotografías como sentarme en una cafetería y dibujar lo que tenga ante los ojos. Sí, para mí es más importante lo que recogen mis retinas, que termino dibujando o escribiendo, y que luego cuando lo miro o releo me vuelven a transportar momentáneamente a esos lugares a través de los recuerdos. Adoro escribir sobre los viajes que hago, y para mí tener un blog donde poder contar mis anécdotas a la vez que poner fotografías de aquel momento es genial. ¡Qué gran invento para la humanidad fue internet! Antes lo hacía a mano, escribía parrafadas en álbumes de fotos, pero enseguida me dolía la mano. 
Costa atlántica, junto a Lisboa

Siempre que he viajado a diferentes lugares he dejado a propósito sitios sin ver, siempre pensando en un posible regreso, aunque haya tanto mundo por visitar. En Nueva York no visité la sede de la ONU ni sobrevolé Manhattan en helicóptero, en París dejé sin ver el Musée d'Orsay y en Londres no visité la National Gallery ni Trafalgar Square, en Bélgica no visité el Palacio Real, de Barcelona no conozco el Parque Güell y en Kioto no vi las 10.000 puertas de Fushimi Inari, en Berlín no entré en el edificio del Reichstag...
No me preocupa tanto dejar de ver algunas cosas importantes, siempre dejo algo y lo hago a conciencia, pero cada monumento que visito lo miro con lupa, disfruto de cada paso, de cada cuadro, de cada instante y lo grabo en mis retinas con cariño. 
No me agobio cuando voy a una nueva ciudad pensando en ver todo, porque ver todo es imposible. Claro que intento visitar el máximo, pero con un límite. Tengo por norma ver una iglesia y un museo en cada ciudad, con excepciones, pero por lo general, puedo asegurar que la catedral gótica de Colonia no difiere mucho de las de Burgos o León, aunque se encuentren en diferentes países, o en los museos sólo disfruto de los cuadros que me interesan o que me llaman especialmente la atención. Absorbo mucha información nueva, pero no soporto que esa información me desborde. 
Ésa es mi manera de viajar. Sin agobios, porque al final se trata de disfrutar viajando. Y por eso es tan importante el trayecto como el propio destino. Lo cierto es que nunca pregunto eso de "¿cuándo vamos a llegar?". 
Dicho esto, y a punto de dar por finalizadas mis peripecias en el viaje a Madeira que hice en junio, comentaré que en Madeira también dejé algo de visitar a propósito: se trata de las piscinas naturales de Porto Moniz, en el norte de la isla. Podía haberlas visitado, claro que sí, tuve días suficientes, pero preferí descansar. Eso quiere decir que prefería la tranquilidad de Machico, de la playa y de la piscina del hotel con el eBook en las manos en vez de ir a visitar otros lugares. 
El último día en Madeira me dio pena marchar, sobre todo porque me habían tratado muy bien. Estuve paseando toda la mañana por Machico y despidiéndome del lugar, volví a caminar por las calles empedradas, me perdí en sus callejuelas, caminé por el paseo marítimo esperando ver otra de las magníficas puestas de sol que había visto los días precedentes, me abstraje entre los puestos de fruta y las conversaciones de los taxistas en la plaza de la iglesia, y disfruté de cada instante. Hacía sol, era un día de playa, pero mi maleta estaba cerrada y a las dos de la tarde había quedado con mi amigo António João, el taxista que me llevaría al aeropuerto. 
El aeropuerto cuenta con una terraza en la azotea donde se ven despegar y aterrizar los aviones demasiado cerca. También se ven las avionetas y creo que cualquiera esperaba que apareciera el jet privado de CR7.
Es un aeropuerto muy chiquito, como los de Canarias o el de Malta, como el de cualquier isla. Pero nada más entrar la policía pidiendo documentos de identidad, pasaportes y billetes de vuelo. Tras facturar la maleta y pasar el control de la policía, decidí que tenía que buscar una tienda donde vendieran una camiseta auténtica de la selección portuguesa.
Como no podía ser de otra manera en el duty free había cantidad de tiendas dedicadas al fútbol y a Cristiano Ronaldo. Y las camisetas que vi tenían todas el CR7. Me hice entender con una dependienta explicando que quería una camiseta sin el CR7. Y la sacó del almacén.
Ni que decir tiene que salimos a la hora de Madeira, aunque no pasó lo mismo en Lisboa. No quise ni pensar lo que haría si tenía que hacer noche de nuevo en Lisboa, aunque lo estuve meditando y pensé que, en ese caso, saldría del aeropuerto y daría una vuelta por la ciudad.
Pero esta vez hubo suerte, y sólo salimos de Lisboa con media hora de retraso. Cuando llegué a Madrid lo primero que sentí fue el azote caluroso del verano de la capital, un calor agobiante, diferente de Madeira. Y cuando iba a la cinta de equipajes descubrí a un curioso grupo de gente viendo una de las pantallas del aeropuerto: estábamos en pleno mundial y había fútbol.
Comprendí que ya había llegado a España. 
Eran casi las diez de la noche en Madrid y ya era como estar en casa. 
Y abajo el océano...

Viaje a Madeira IV: Santana

En Madeira hay varios sitios que es preciso visitar, y uno de ellos es Santana, en el norte de la isla, lugar donde se conservan en bastante buen estado algunas de las casas tradicionales de la isla, conocidas como Palhoças.
Santana, que recibe su nombre de Santa Ana, tiene más de cien casas triangulares con techos de paja; varias de ellas, restauradas y pintadas, están abiertas al público. Lo cierto es que yo no vi más que seis casas tradicionales. Si el pueblo tiene registradas 120 habría que ir a buscarlas.
Construidas sobre una base de dos vigas en forma triangular, con el interior de madera y el tejado de paja, estas casas son únicas en la isla. Se mencionan por primera vez en el siglo XVI, pero la mayoría de los ejemplos actuales no sobrepasan los cien años de antigüedad. Hoy, las puertas y ventanas se pintan de un alegre color rojo, amarillo o azul. El clima suave de Madeira permite que se cocine y se coma al aire libre durante todo el año. Estas casas triangulares, por tanto, sirven sobre todo para dormir y como abrigo cuando llueve. Los servicios están separados de la vivienda y el interior es engañosamente espacioso, con una sala de estar en el piso bajo y las habitaciones en el superior.
Las casas tradicionales de Santana y la riqueza paisajística hacen que la localidad sea una de las más pintorescas y encantadoras de Madeira. La localidad nos ofrece unas vistas panorámicas excepcionales, ya que está situada a 312 metros de altitud.
En Santana pasé frío, porque cuando llegué estaba nublado. En el interior de las casas había productos tradicionales y souvenirs. Lo cierto es que me llamó más la atención la panorámica que se veía desde allí, una especie de mirador desde donde se vislumbraba un valle que era como una huerta inmensa, lleno de plantas y flores de todos los colores, hasta desembocar en el océano, al fondo. 
Las colinas del valle en el que se sitúa Santana aparecen salpicadas de establos triangulares donde se ata a las vacas para evitar que vagabundeen por los estrechos bancales, dañándose a sí mismas y a los cultivos.
El valle es agrícola, y produce frutas y verduras, además de mimbre, materia prima de los artesanos de Camacha (es otra localidad de Madeira).
Es necesario que hable de las levadas de Madeira, que en Santana se pueden ver en el pueblo. Madeira posee un sistema único de regadío que permite la distribución de la abundante lluvia del norte por el seco y soleado sur. El agua se recoge en depósitos y lagos, o se canaliza desde los manantiales naturales que alimentan la red de levadas (acequias) que recorre la isla. A través de largas distancias, estos estrechos canales conducen el agua hasta los platanales, viñedos y huertos. Hay 2.150 km de canales, algunos de los cuales datan del año 1500. Los caminos corren paralelos a las levadas, permitiendo el paso a lugares de la isla de otro modo inaccesibles.
Recorrí el pueblo, pero no tenía mucho que ver. Casi no había tiendas, las cafeterías eran algo cutres, pasé por el hospital, cuya fachada era de color rosa, vi una levada, una iglesia, parques... y pensaba que si seguía bajando la colina y luego tenía que subir... Y es que todas las calles iban hacia abajo, hacia el mar.
Tenía razón mi amigo el taxista cuando me dijo que en dos horas lo tendría todo visto. Al menos me he traído unas fotos magníficas de las casas. Regresé a Machico antes de comer, y es que no imagino haber encontrado un restaurante -ni siquiera una bocatería- donde comer en Santana.

El Libro de los Libros

Hace mucho tiempo que tengo este libro en la estantería. Y es un libro que se lee rápido y de una manera distinta. Porque no es una novela. 
Lo que en un principio comenzó siendo un proyecto terminó prosperando en libro. En 1997 una editorial alemana propuso al artista Quint Buchholz enviar imágenes a cuarenta y seis escritores para que escribieran algo sobre lo que les decían esas imágenes. Todas y cada una de las imágenes están relacionadas con libros (una máquina de escribir, un libro, una hoja de papel, etc.). 
Así que para leer este libro es recomendable mirar primero la imagen y leer después el texto del autor, siempre relacionado con la imagen que tenemos ante los ojos. Hay desde textos sin un punto y aparte hasta poesías. El que más me ha gustado es el de Ana María Matute.
Eso me recuerda a que en estos veintiún años algunos de los escritores de entonces ya han fallecido. 
Resultado de imagen de quint buchholz
Por eso me resulta primordial nombrar a esos escritores: John Berger, T. Coraghessan Boyle, Hans Christoph Buch, Aldo Buzzi, Iso Camartin, Martin R. Dean, Per Olov Enquist, Jostein Gaarder, José Agustín Goytisolo, David Grossman, Ludwig Harig, Elke Heidenreich, Peter Høeg, Ernst Jandl, Ivan Klíma, Michael Krüger, Milan Kundera, Günter Kunert, Javier Marías, Juan Marsé, Carmen Martín Gaite, Gustavo Martín Garzo, Ana María Matute, Eduardo Mendoza, Ana María Moix, Herta Müller, Cees Nooteboom, Amos Oz, Orhan Pamuk, Milorad Pavić, Marc Petit, Giuseppe Pontiggia, Rafik Schami, W.G. Sebald, Charles Simic, Susan Sontag, George Steiner, Botho Strauß, George Tabori, Antonio Tabucchi, Aleksansar Tišma, Javier Tomeo, Michel Tournier, Ida Voss, Martin Walser, Wolf Wondratschek.

Es un libro para disfrutar. Al ser historias tan cortas (no más de página y media la más larga) se leen muy rápido. Pero se saborea cada minuto de cada imagen.

EL ILUSTRADOR:

Resultado de imagen de quint buchholz
Quint Buchholz es un pintor y dibujante alemán nacido en 1957 en Stolberg, Renania-Palatinado. Es uno de los ilustradores de libros infantiles más prestigiosos del mundo.
Comenzó a pintar a los 16 años, animado por sus hermanos mayores, y porque "con los dibujos podía expresar cosas de las que no podía hablar". En 1976 ingresó en la universidad para estudiar Historia del Arte. En los años 80 estudió pintura y artes gráficas en la Academia de Bellas Artes de Múnich. Emprendió su carrera profesional como dibujante a los 23 años. Poco después entró como ilustrador en la popular revista de divulgación científica PM.
En 1988 comenzó a ilustrar libros infantiles y juveniles, entre los que cabe destacar Matti und der Grossvater (de Roberto Piumini, 1994); Nero Corleone (de Elke Heidenreich, 1997); Schere, Stein, Papier (de Patricia MacLachlan, 1997) o Am Südpol denkt man, ist es heiss (de Elke Heidenreich, 1998).
Además, es autor e ilustrador de varios relatos infantiles y juveniles, como Schlaf schön, kleiner Bär (Duerme bien, Osito, 1994) y Der Sammler der Augenblicke (El coleccionista de momentos, 1999), traducidos a numerosas lenguas. 
En 1998, cuarenta y seis escritores de muy diversos países (entre ellos, nueve españoles) escribieron relatos inspirados en dibujos de Buchholz, lo que llevó a la publicación de El Libro de los Libros. Historias sobre imágenes, que narra el viaje de un libro alrededor del planeta, recogiendo paisajes, personajes y experiencias. 
Según Buchholz, la intención de sus ilustraciones es permitir la interpretación abierta y no impositiva del texto, que conceda al lector-espectador la posibilidad de ejercitar su imaginación libremente. Sus dibujos son muy detallistas (y, en ese sentido, realistas) e invitan a quienes los contemplan a perderse en ellos, ofreciendo una visión caleidoscópica de la realidad. Buchholz utiliza gran cantidad de bosquejos y fotografías para realizar sus ilustraciones. Sobre una base de tinta, aplica los colores, las sombras y los matices en diversas capas antes de dar el toque final con tinta china o rotuladores.
Quint Buchholz es asimismo un celebrado ilustrador de portadas de libros. Su ilustración para la cubierta de El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder (1993), se ha hecho mundialmente famosa. Algunos autores de cuyas obras ha realizado la ilustración de la portada son: Michel Tournier, Eric Silver, Gila Almagor, Mats Wahl, David Grossman, Benjamín Prado, Susan Sontag, Milan Kundera, Martin Walser, T.C. Boyle o Ernst Jandl, entre otros. También ha dibujado numerosos carteles y pósters.
El conjunto de su obra ha recibido numerosos premios, como el de la ciudad de Augsburgo (1995), el de la Bienal de Bratislava (1991), el Ragazzi de Bolonia (1998) o el Mildred L. Batchfelder Award de la American Library Association (2000). Ha sido nominado en varias ocasiones para el Premio Nacional de Literatura Infantil de Alemania.
Reside con su mujer y sus tres hijos en Ottobrunn, cerca de Múnich.


EL LIBRO:

Título original: BuchBilderBuch
Autor: Quint Buchholz (ilustrador) y 46 escritores célebres (textos)
Editorial: Círculo de Lectores, 1997
Número de páginas: 120
ISBN: 9788422671411

Valoración: 8/10

RETOS:

Viaje a Madeira III: Funchal

Panorámica de Funchal desde el teleférico

Funchal es la capital de Madeira y la única ciudad de la isla, ubicada en el sur. Aquí se encuentran la mayor parte de los museos y edificios históricos, así como los mejores hoteles, restaurantes y tiendas. Y aquí se pueden ver las enormes variedades de especies botánicas en el Jardín Botánico.
El puerto natural de Funchal atrajo a los portugueses desde el siglo XV. El núcleo histórico de la ciudad, -donde se hallan los edificios gubernamentales y las mansiones del siglo XVIII, con patios sombreados y balcones de hierro forjado- domina el puerto. Los visitantes llamaron a Funchal "la pequeña Lisboa", debido a sus empinadas calles y su aire de grandeza.
Mapa del teleférico, señalados en bolígrafo los dos trayectos

La ciudad se construye en las laderas, así que coger el teleférico para subir a la parte alta de la ciudad y luego bajar de nuevo a la playa era algo primordial. Ese día cogí dos teleféricos: el primero subía hasta una zona preciosa en la parte alta de la ciudad, coronada por el Jardim Tropical Monte Palace, y después cogí un segundo teleférico que me llevaba hasta la mitad de otra ladera, donde se encontraba el Jardim Botânico.
Panorámica de Funchal desde el Jardim Tropical

El primer teleférico sube a mucha altura y las vistas sobre la ciudad son impresionantes. Reconozco que no me encuentro a gusto en medio de jardines botánicos porque enseguida me pongo a estornudar, y no estaba dispuesta a ver los dos jardines. Hube de elegir y opté por el Jardim Botânico, que además es más célebre que el otro.
Acceso al Jardim Tropical Monte Palace

Cuando llegué al Jardim Tropical me pareció un lugar precioso, aunque el cielo estaba cargado y hacía algo de frío en comparación con la zona baja de la ciudad. La entrada al Jardim Tropical era modernista y con azulejos, pero preferí tomar un café con vistas al mar y decidí caminar hasta el otro teleférico, que estaba a poca distancia.
Carteles de señalización y vegetación

Lo cierto es que el camino entre una estación de teleférico y otra estaba plagado de diferentes tipos de flores de todos los colores que daban la sensación de una eterna primavera. También la vegetación allí está distribuida en bancales, supongo que es algo habitual en Madeira al ser el terreno tan escarpado. 
Nada más entrar en el Jardim Botânico, me dediqué a escribir varias postales. Siempre escribo una postal a una persona especial cada vez que me voy de viaje, pero además tuve que escribir a mis sobrinas porque ellas también dijeron que tenía que enviarles una postal, igual que ellas hacen cada vez que se van de viaje. Para que no riñeran entre ellas, escribí una postal para cada una. 
Tapiz de flores en el Jardim Botânico de Funchal

El Jardim Botânico se encuentra dispuesto en unas terrazas sobre la ciudad de Funchal, que se puede admirar desde el mirador. Este jardín fue creado dentro del recinto de la antigua Quinta do Bom Sucesso y actualmente presenta extraños ejemplares de la flora de Madeira y del mundo entero. 
En su interior hay una elegante casa blanca con contraventanas verdes que alberga un pequeño museo con colecciones de botánica, geología y zoología, dispuestas en antiguos muebles de madera vulcanizada. 
El Jardim Botânico se abrió al público en 1960. Cactus, orquídeas de la selva y plantas del sur del África crecen aquí tan bien como los dragos nativos. Hay secciones en contraste: jardines repletos de flores, estanques con carpas y flores silvestres.
Caminando por el Jardim Botânico de Funchal

No estuve mucho rato en el Jardim Botânico. En cuanto empezó a picarme la nariz me tuve que ir, que reconozco los síntomas y no quería pasarme el resto de las vacaciones estornudando y con los ojos llorosos. 
Teleférico del Jardim Botânico de Funchal

Cogí de nuevo los dos teleféricos, no sin antes pararme a observar todo lo que me rodeaba, porque parecía una especie de paraíso irreal, y regresé junto al mar, al centro de Funchal.
Panel de azulejos típicos portugueses en el Mercado dos Lavradores, Funchal

Mucha gente me ha preguntado si visité el Museo Cristiano Ronaldo, que se encuentra en el centro. Lo cierto es que pude haberlo hecho, pero ni me gusta el fútbol ni me gusta el Real Madrid (en ese momento Cristiano todavía estaba en el Madrid, aunque ya se hablaba de que la Juve estaba interesada en él; y recuerdo a la Juve porque hace unos años visité Turín y había tiendas del equipo por toda la ciudad).
Visitar el centro de Funchal fue como visitar una ciudad colonial, de otra época. 

Exterior del Mercado dos Lavradores 

En el centro destaca el bullicioso Mercado dos Lavradores. Aquí los floricultores, cesteros, granjeros y pescadores de toda la isla ponen sus productos a la venta. Este edificio de tres pisos, alrededor de un patio abierto, se llena de color y del bullicio de la vida cotidiana de la isla. 
Interior del Mercado dos Lavradores

Los tenderos ofrecen degustaciones de mango y chirimoya para demostrar que sus frutas son las más dulces. En la planta baja, los expositores de mármol exhiben grandes rodajas de atún y pez vaina (peixe espada), de escamas oscuras, ojos grandes y dientes afilados.
Calle del centro de Funchal

Se cree que las viviendas situadas en el lado este de la peatonal Rua Dom Carlos I datan del siglo XV. La pequeña capilla del Corpo Santo fue construida en el siglo XVI por los pescadores en honor a su patrón, San Pedro, y se dice que es el edificio más antiguo de Funchal. 
Fachada de la Alfândega de Funchal

Junto al paseo marítimo nos encontramos con el edificio de la Alfândega Velha (antigua aduana), que se construyó en 1477 y hoy en día acoge el Parlamento regional de la isla. 
El océano desde el paseo marítimo de Funchal

Disfruté del paseo marítimo, desde donde conseguí coger un autobús de la posguerra para regresar a Machico. Hacía un día caluroso y ni siquiera había una playa cercana donde poner bañarse.

Terraza del restaurante Madeira Story Centre, Funchal

En cuanto a la comida, en Funchal es donde mejor comí en todas las vacaciones. Subí a la terraza de un restaurante que estaba junto a la estación del teleférico, porque un camarero me paró en la calle y me enseñó el menú. Pero lo cierto es que ya me había llamado la atención esa terraza cuando descendía del teleférico. 
Le pedí al camarero que me sacara lo típico y él mismo me recomendó una ensalada de gambas que estaba para chuparse los dedos (aquí, la que habitualmente no come marisco) y una brocheta de carne que el propio camarero se encargó de quitarla del alambre. Además me trajeron pan típico (que va aderezado con aceite y perejil) y cerveza portuguesa.
Ensalada de gambas, muy fina y sabrosa

Pan portugués y cerveza (cerveja) Coral, típica de Madeira

El camarero sacando la carne de la brocheta, restaurante en Funchal

Avenida Arriaga, Funchal

Terminé en una cafetería de la Avenida de Arriaga, una calle de sentido único para los coches, con terrazas y llena de árboles. También es la zona comercial de la ciudad, con sus tiendas de marcas internacionales, bancos y cajeros, cafeterías y oficinas.
Funchal es una ciudad interesante, llena de edificios que nos llevan a imaginar otras épocas. Me gustó bastante y la gente era muy agradable. Toda la ciudad estaba llena de estatuas y flores. Podía haber visto muchas más cosas, pero en cierto momento pegaba tanto el sol que opté por regresar a la piscina del hotel. Para terminar dejo algunas imágenes más.
Canal y centro comercial Anadia, centro de Funchal

Exposición etnográfica de Madeira, esperando en la fila del teleférico

Casas de Funchal desde el teleférico

Jardines en la Rua Dom Carlos I, junto al paseo marítimo

Estatua en el paseo marítimo de Funchal

Vendedores de fruta en la calle

Edificio en el centro de Funchal

Callejuela en Funchal

Callejuela en Funchal

La Brecha

Siempre es un placer leer a Toti. He leído algunas novelas de ella y siempre me dejan al final con una especie de desazón, con una especie de pensamiento que me redirige a algo como "si la historia hubiera sido de otra manera...". Ésta es, sin embargo, una de las mejores novelas que he leído de la autora. Me encuentro descorazonada por el terror que se describe en sus páginas, y el terror no lo es tanto si hubiera sido ficción, pero es un episodio histórico real. Lo que ocurrió en el verano de 1813 no tiene nombre. He sentido una impotencia y una amargura increíbles, una compasión insólita ante las víctimas, y he terminado con un sabor agridulce al comprender en qué tipo de bestia se puede convertir el ser humano. 
Con la invasión napoleónica de 1808, la ciudad de San Sebastián se había rendido a los franceses, que desde entonces ocupaban la ciudad pacíficamente con los donostiarras. 
Resultado de imagen de san sebastian 1813
En 1813 los aliados ingleses y portugueses están a punto de entrar en San Sebastián, pero el general francés Emmanuel Rey no se rendirá, por lo que habrá lucha. Y entre las murallas y el inexpugnable castillo hay toda una ciudad. Los donostiarras están deseando que lleguen los aliados para liberar a su ciudad del yugo francés. El general francés no se rinde y hay una zona en la muralla que tiene una brecha. Los donostiarras saben que los aliados accederán a la ciudad por ahí y esperan con impaciencia que caiga la ciudad.
La Casa del Chocolate está regentada por la viuda Maritxu Altuna. Su chocolatería se llena de gente, pese a las circunstancias, incluso en los meses en que la ciudad es sitiada y apenas llegan provisiones, los hombres de la ciudad se reúnen en su chocolatería, que se encuentra cerca de la Plaza Nueva. Allí se reúnen Joaquín Larburu, un joven que ha pasado varios años estudiando en Burdeos y que ha regresado tras conocer que San Sebastián va a ser liberado de los franceses, y que se ha enamorado de Maritxu; Juanito Galerdi, su mejor amigo, que trabaja en la secretaría del consulado y siempre viene con noticias frescas; el notario Gurutzeaga, el escribano Etxardi, los hermanos Oienarte y un periodista de Cádiz, imprescindible para que transcriba los hechos acaecidos en San Sebastián. 
Imagen relacionada
Chocolatería antigua

Maritxu tiene una hija adolescente, Marina, con la que no se entiende bien, así que la envía junto a una sirvienta a Zubieta, una zona a las afueras de la ciudad, en las montañas, donde vive su padre, Tomás Altuna, que cuidará de ellas. Zubieta se encuentra a tiro de piedra de San Sebastián y Tomás sólo tiene que subir al monte para ver desde lejos lo que ocurre en la ciudad. 
Al quedarse sola en su vivienda encima de la chocolatería, su mejor amiga Otilia decide trasladarse, ya que tiene una mercería y en tiempos de guerra nadie compra botones. 
Maritxu sigue abriendo el negocio día tras día, y cuando los oficiales franceses entran en él nadie más entra. El capitán Mercier lleva meses cortejándola sin éxito, y será uno de los que se aproveche de la guerra para hacer que sus deseos se cumplan. Es cuando Marina regresa a San Sebastián y Maritxu le pide un salvoconducto, que tendrá que "pagarle" satisfaciendo sus deseos más fervientes. Pero Mercier la engaña y Maritxu está dispuesta a matarle. En ese momento aparecen Joaquín y Juanito, que la salvan de las garras del francés.
Resultado de imagen de san sebastian 1813
Imagen de la masacre del 31 de agosto de 1813

Marina se encuentra que su habitación ha sido ocupada por un oficial inglés, Alistair Williams, un joven que ha sido herido y que las mujeres han recogido de las calles de San Sebastián. La joven se queda prendada de él, y cuando Alistair, ya recuperado, escucha que sus compatriotas están a punto de entrar en la ciudad, pide su uniforme y se une a ellos, no sin antes prometer a las mujeres que él las protegerá.
Los donostiarras reciben a los aliados ingleses y portugueses mediante vivas y vítores, pero los aliados se dedican al pillaje, al robo y al asesinato. Cada casa donostiarra es mancillada de una manera atroz: les roban, matan a los hombres, violan a las mujeres, niñas y ancianas, les golpean, les tiran por las ventanas, les hacen las tropelías más infames, y finalmente queman las casas. Se dice que uno de los generales les había dicho que podían tomar represalias contra los civiles de San Sebastián por haber rendido la plaza a los franceses, sin luchar, cinco años atrás. 
Alistair acaba de recibir la noticia de que su hermano pequeño ha muerto en la brecha, y se encuentra sediento de sangre. Va con tres soldados más a la casa de la chocolatera, la misma que le salvó la vida, y mientras él viola a Marina, los otros tres se ceban con Maritxu. Las abandonan desmadejadas, intentan prender sus ropas para que mueran en un incendio... y así las encuentran Joaquín y Juanito, que salen de San Sebastián en dirección a Zubieta, donde se repondrán de las heridas durante varios años. Tomás Altuna tratará como hijos a los salvadores de su hija y su nieta. 
Las dos mujeres han quedado embarazadas y mientras Maritxu busca interrumpir un embarazo fruto de una violación, el médico recomienda que Marina, que se encuentra ida, sea madre, porque un niño será lo que le devuelva las ganas de vivir.
Resultado de imagen de san sebastian 1813
Imagen de la lucha de San Sebastián en 1813

Los habitantes de San Sebastián han decidido levantar su ciudad de las cenizas, pero reconstruirla llevará mucho tiempo. Joaquín se encargará de que Maritxu recupere su chocolatería y su vivienda encima del negocio, y siete años después volverán a la ciudad. Todos, incluido Tomás Altuna.
Pero siete años después también regresa a la ciudad Alistair Williams, en una legación para homenajear a los soldados muertos ingleses, y entonces ve al niño. Alistair es un hombre rico, un lord inglés que no tiene descendencia y quiere recuperar al que sabe que es su hijo. Pero no podrá, sobre todo porque tendrá que enfrentarse a Tomás Altuna, el bisnieto del niño.
Tomás es, sin duda, el personaje más fuerte de toda la novela. Un hombre que ha vivido y que sabe de la vida, pese a que vive en el campo es un erudito -por haber leído mucho a lo largo de su vida-, y sobre todo es un hombre que ama a su familia, que intentará salvar a su familia, aunque tenga que luchar contra la tozudez de su hija Maritxu. Es un personaje que enamora al lector por su integridad, por su dignidad, por la manera en que se enfrenta a Alistair, que tiene intención de utilizar la fuerza contra su contrincante, mediante el uso de las palabras correctas, que le hacen avergonzarse. La personalidad de Tomás Altuna me encanta. Se adelanta a los acontecimientos antes de que ocurran: él sabe de antemano que los liberadores se van a volver contra la ciudad, que van a buscar un botín porque están sedientos de sangre, y en estos casos los civiles son las víctimas más débiles.

LA AUTORA:

Resultado de imagen de toti martinez de lecea
Toti Martínez de Lezea (1949, Vitoria-Gasteiz) es una de las autoras más conocidas y prolíficas de novela histórica de nuestro país. Ha escrito numerosos libros, traducidos a varias lenguas, en los que recrea episodios memorables de nuestra historia, y se ha convertido en firme referente del género. Además, esta polifacética y prolífica autora tiene en su haber también, entre muchas otras publicaciones, Los grafitis de mamá, varios libros infantiles y juveniles, un libro de leyendas vascas y un ensayo sobre la brujería. Actualmente vive en Larrabetzu, un pequeño pueblo de Vizcaya.
La editorial Maeva ha publicado sus siguientes novelas históricas: La abadesa, La calle de la judería, La voz de Lug, Las torres de Sancho, La herbolera, Señor de la guerra, La comunera, El verdugo de Dios, El jardín de la oca, A la sombra del templo, La Universal, La cadena rota y La flor de la Argoma


EL LIBRO:

Título: La Brecha
Subtítulo: La ciudad de San Sebastián, 1813
Autora: Toti Martínez de Lezea
Editorial: Maeva Bolsillo (3ª edición, en abril de 2016)
Colección: Biblioteca Toti Martínez de Lezea nº 80-15
Número de páginas: 271
ISBN: 9788415140443

Valoración: 10/10

RETOS:
Placa en la Plaza Nueva de San Sebastián, en honor al bertsolari Joxe Bizene Etxagarai, que perdió todo su trabajo en el incendio de 1813. La placa recoge el canto que relata toda la tragedia vivida ese 31 de agosto.