La calumnia. Calumniad, calumniad que algo quedará, proclama Voltaire. O, mejor aún, más apropiado al tema de la película, en palabras de Bertrand Russell: La calumnia siempre es sencilla y verosímil (para aproximarse a la figura del filósofo y matemático, premio Nobel de literatura y una de las personalidades intelectuales más importantes del siglo XX, se puede disfrutar de una lectura poco farragosa en el cómic "Logicomix" de Apostolos Doxiadis y Christos H. Papadimitriou). La calumnia abre heridas que son muy difíciles de cerrar, una onda expansiva de mensaje breve que se propaga imparable, un acto de venganza y rencor que una vez puesto en marcha tiene una eficacia dañina sorprendente: las dudas asoman para intentar probar la inocencia, sin pararse a sopesar debidamente los indicios de culpabilidad: todo el mundo es culpable hasta que se demuestra lo contrario. Y ya puestos en citas y proverbios, la sabiduría popular asegura que en la boca de los niños (y en la de los borrachos: curiosa comparación) se encuentra la verdad. Lucas lo tiene chungo, me temo.
A Lucas lo interpreta Mads Mikkelsen, excelente actor danés al que descubrí en "Flame y Citron" de Ole Christian Madsen, un panegírico patriótico acerca de dos héroes de la resistencia de Dinamarca, contra el invasor nazi, durante la Segunda Guerra Mundial. Mikkelsen luego hizo de malo, de malo de James Bond nada menos, en "Casino Royale" de Martin Campbell, y en malvado televisivo alcanzó su mayor popularidad: el doctor Lecter en la reciente serie "Hannibal" creada por Bryan Fuller: su porte flemático y frío (hierática cara de esfinge, poderosa mandíbula nórdica) daban la talla de asesino calculador y despiadado, psiquiatra gastrónomo de peculiar gusto caníbal que mantiene al F.B.I. en perpetuo vaivén investigador, y que a mí me ha mantenido a la expectativa las últimas semanas. Bueno, como Anthony Hopkins ningún Lecter, opino. Pero Mikkelsen en "La caza" desarrolla su papel a la perfección, sin estridencias, concediendo a Lucas, la víctima de la historia, todos los posibles matices de cordero degollado que la locura paranoica de sus amigos y vecinos provocan con su acoso cotidiano. Linchado, emplumado, despreciado. El espectador, que conoce las circunstancias de la terrible acusación que pesa sobre Lucas, asiste impotente al desarrollo de la historia, incapaz de participar en los acontecimientos, de proporcionar las coartadas. La cuarta pared, infranqueable, aporta toda la tensión y aparta cualquier justicia.
La anterior película dirigida por Thomas Vinterberg fue "Submarino", y en aquella entrada lamentaba no haber visto aún "Celebración", obra magna de Vinterberg y cinta señera del movimiento Dogma 95 junto a "Los idiotas" de su paisano Lars Von Trier. Desde entonces tuve ya ocasión de disfrutar de "Celebración", película indispensable para entender aquel movimiento Dogma que sirvió (méritos artísticos por delante) para sacudir el anquilosado panorama cinematográfico mundial, lo cual no es poco, si bien y como de costumbre los manifiestos se suelen limitar a los círculos que los firman. Con "Celebración" tiene muchos puntos en común "La caza" y merece la pena valorarlas en conjunto. Una sería reverso de la otra: la calumnia de nuevo y de nuevo sometida al escrutinio de la platea, pero, de nuevo también, con los factores indispensables para que la balanza se incline únicamente hacia uno de los lados, el lado que el director quiere. El mismo delito, las mismas reuniones de amigos y familiares (ese ambiente festivo, vikingo, de asamblea tribal que escapa del hielo del exterior y que celebra la vida al caer la noche entre bebidas y cánticos) pero un juicio popular completamente distinto: de la aceptación de "La caza" a la incredulidad en "Celebración". Quizás es que en "Celebración" el acusador ya no era un niño y la sinceridad ya no la tiene garantizada por ningún refrán conocido. A no ser que se emborrache, claro.
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sábado, febrero 01, 2014
lunes, diciembre 05, 2011
"Submarino", de Thomas Vinterberg
Cuando veo en la biblioteca pública la caratula del DVD de esta película, película que me han recomendado, pienso que se trata realmente de una de submarinos. En el cartel aparece un tipo de aspecto nórdico, rubicundo, barbudo, con un tatuaje en su mano izquierda que parece un símbolo de la armada rusa o alemana: un tipo duro que está echando un pitillo y que puede encajar sin mayor problema en la ilación de mis previsiones: un capitán Nemo, vaya. "La caza del Octubre Rojo" de John McTiernan, "Das Boot" de Wolfgang Petersen, "K-19" de Katryn Bigelow, "Marea roja" de Tony Scott: grandes ratos de cine observando el mundo a través de un periscopio.
Tres hermanos y una madre alcohólica. Los tres niños, uno de ellos un recién nacido, sobreviven en el abandono etílico, el olvido miserable de la adicción a la bebida: la madre ausente que sólo vuelve de vez en cuando para dormir la borrachera en el suelo de la cocina y salir corriendo a la mañana siguiente, sin mirar atrás, sin un miserable beso en la frente, sin el menor atisbo de conciencia (esta ausencia absoluta de instinto maternal se antoja increíble, demasiado irreal o exagerada, pero ¿quién sabe? Nos engañamos pensando en que hay extremos inalcanzables a los que decimos adiós con la mano una vez sobrepasados). Un hermano muere y los otros dos no, los otros dos deberán crecer, convertirse en hombres y decidir si continúan la saga de padres irresponsables, infanticidas, drogadictos, vivir como delincuentes marginales, o si, por el contrario, esa cadena se puede romper y esa herencia maldita, traumas imborrables que sólo desaparecen durante un rato en el fondo de una botella o de una jeringuilla, caen en el olvido para siempre. Resurgir, vivir.
Es la primera película que veo del director Thomas Vinterberg. Tendría que ver "Celebración", aquel hito fundacional del Dogma 95, movimiento cinematográfico efímero pero que sirvió para sacudir el amodorrado panorama del cine europeo, un manifiesto donde Vinterberg fue primer firmante junto a la mucho más famosa firma de Lars Von Trier. "Submarino" es una película de las que se pueden clasificar como realismo social, aunque en este caso sea un realismo algo sobreactuado. Tragedias familiares, drogas, violencia, marginación. El día a día en los bloques de protección social, una cotidianidad "animada" por sí misma pero a la que se le disparan unos buenos golpes de efecto que apuntalen el drama, golpes sórdidos e impíos, que sacudan sin clemencia el espíritu del espectador. En el panorama del realismo social cinematográfico europeo no hay nada como los hermanos Dardenne, esos directores belgas que realizan un cine desposeído, sin alardes, de una naturalidad sorprendente (hace un par de días he visto "El hijo" y me quedé sin palabras ante la actuación impresionante de su protagonista Olivier Gourmet). Pero este "Submarino" no está nada mal, hay que reconocerlo. Eso sí, me he quedado con las ganas de escuchar, Contramaestre, ordene inmersión inmediata.
Tres hermanos y una madre alcohólica. Los tres niños, uno de ellos un recién nacido, sobreviven en el abandono etílico, el olvido miserable de la adicción a la bebida: la madre ausente que sólo vuelve de vez en cuando para dormir la borrachera en el suelo de la cocina y salir corriendo a la mañana siguiente, sin mirar atrás, sin un miserable beso en la frente, sin el menor atisbo de conciencia (esta ausencia absoluta de instinto maternal se antoja increíble, demasiado irreal o exagerada, pero ¿quién sabe? Nos engañamos pensando en que hay extremos inalcanzables a los que decimos adiós con la mano una vez sobrepasados). Un hermano muere y los otros dos no, los otros dos deberán crecer, convertirse en hombres y decidir si continúan la saga de padres irresponsables, infanticidas, drogadictos, vivir como delincuentes marginales, o si, por el contrario, esa cadena se puede romper y esa herencia maldita, traumas imborrables que sólo desaparecen durante un rato en el fondo de una botella o de una jeringuilla, caen en el olvido para siempre. Resurgir, vivir.
Es la primera película que veo del director Thomas Vinterberg. Tendría que ver "Celebración", aquel hito fundacional del Dogma 95, movimiento cinematográfico efímero pero que sirvió para sacudir el amodorrado panorama del cine europeo, un manifiesto donde Vinterberg fue primer firmante junto a la mucho más famosa firma de Lars Von Trier. "Submarino" es una película de las que se pueden clasificar como realismo social, aunque en este caso sea un realismo algo sobreactuado. Tragedias familiares, drogas, violencia, marginación. El día a día en los bloques de protección social, una cotidianidad "animada" por sí misma pero a la que se le disparan unos buenos golpes de efecto que apuntalen el drama, golpes sórdidos e impíos, que sacudan sin clemencia el espíritu del espectador. En el panorama del realismo social cinematográfico europeo no hay nada como los hermanos Dardenne, esos directores belgas que realizan un cine desposeído, sin alardes, de una naturalidad sorprendente (hace un par de días he visto "El hijo" y me quedé sin palabras ante la actuación impresionante de su protagonista Olivier Gourmet). Pero este "Submarino" no está nada mal, hay que reconocerlo. Eso sí, me he quedado con las ganas de escuchar, Contramaestre, ordene inmersión inmediata.
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