septiembre 2019
- Galeno - le dije, aquél día, juntando muchísimo valor - yo tengo miedo. Por eso te puse todos los palos que pude. Sé que no es excusa, pero la pasé re mal, me cuesta... hacerme a la idea de las cosas.
Galeno me escuchó atentamente.
- Mhm - dijo - ¿Me querés contar qué te asusta?
- No sé. Creo que recién me doy cuenta que me asusté. Pero estoy trabajando para entender por donde viene...
- Sí, yo me di cuenta que te asustaste, claro... Venía todo tan bien de los dos lados, que me pareció que había algo más por lo que no querías que viajara a verte.
- Sí. Miedo - le dije - Pero te juro que todo lo demás soy yo realmente. Te lo juro. Pienso así, como te conté, vivo así, siento las cosas así... - enumeré.
- Ya sé, *** - me dijo, con mi apodo cariñoso - No hace falta que me jures nada. Sé que es así. Sos una persona confiable para mí.
- Sí. No dudes de eso. Lo que hay es miedo. Pero... nada, estamos trabajando en la solicitud - bromeé.
- Me alegro. Vas a ver que con el tiempo, todo va a estar más claro. Se te va a revelar - me calmó.
- Eso espero. Por ahora, sólo quería contarte esto para que sepas que no tengo intenciones de jugar con vos, ni con tu tiempo, realmente todo lo que te dije sobre nuestra situación es real.
- No pienso que estés jugando conmigo. Tranquila.
- Gracias. En serio.
- A vos por contarme - me contestó.
II
noviembre 2019
- ¿Cómo estuvo el vuelo desde ***? - le pregunté a Galeno, a pocos minutos de habernos sentado a tomar, frente a frente, el primer café de nuestras vidas juntos.
- Muy bien. El problema fue el hotel. Por eso te dije que tenía que solucionar algo de último minuto.
Lo miré sorprendida.
- ¿Qué pasó? ¿Era falso?
- No. No era lo bueno que se mostraba por la página...
- Uy... Qué lástima... ¿Pudiste acomodarte?
- Me fui a otro - me explicó - Era un lugar horrible. No quería estar ahí.
Lo miré y casi me río en su cara. "Ay, este Galeno", pensé.
- ¿Muy muy feo? Porque mirá que hay que irse, eh...
Me sonrió.
- Espantoso - me dijo, y empezó a describir el escenario - Encontré uno por ***. Ahí estoy. Por eso te avisé que recién me sentaba a comer.
- Tuviste suerte... Al ser fin de semana largo... Menos mal. Si no, a dormir en Plazo de Mayo - le dije, en broma - ¿No comiste nada?
Él se rió.
- Este lugar donde estoy, está bien. Busqué en otro hotel, que es mi hotel de siempre cuando vengo a Buenos Aires a Congresos, pero estaba lleno. Es excelente - suspiró - No almorcé todavía.
- Bueno, el lado bueno es que conseguiste, estás protegido - ledije, tratando de animarlo - ¿Por qué no te fijas si podés comer algo?
Me miró con calidez.
- ¿Comiste o trabajaste de corrido, hoy? ¿Querés que almorcemos?
- No, paré para comer al mediodía. Pero te acompaño con un exprimido - le expliqué.
- No quiero comer solo, comé conmigo, dale - me dijo, en broma.
- En serio, estoy bien. Comé tranquilo y mientras yo te charlo - le dije, para hacerlo sentir cómodo.
Volvió a sonreírme. Le sonreí. Era extraño para dos personas que nunca se habían visto personalmente esa naturalidad, esa química y esa confianza.
Me tomé mi jugo de naranja exprimido mientras me contaba cosas, yo le contaba de vuelta, y elogiaba la gastronomía local.
- Esto está excelente - apreció - ¿Segura que no querés pedirte nada?
- Segura - lo calmé - ¿Aprobas la gastronomía de Buenos Aires?
- Puf. Ampliamente - musitó.
Y seguimos charlando.
- Qué manera de correr, hoy... - dijo, evidenciando su cansancio - Pero acá estoy.
- Sí, viniste... - me lo quedé mirando - Qué locura. Sos real, mi *** - le comenté, con sorna.
- ¿Qué te parece? - me dijo, haciendo relucir su tonada y me miró.
Nos quedamos mirándonos un largo tiempo, creo que haciéndonos a la idea de que todo eso era real. Recuerdo haber pensando que era lindo. No supe de dónde venía ese pensamiento, pero de alguna extraña manera, él me atraía enormemente. Y yo, del otro lado, me sentía observada con una intensidad que iba por el mismo orden, aunque eso sí, dentro de un marco de respeto y cordialidad.
(...)
- ¡Ay, Dios! ¡No puedo creer! ¿Cómo vas a hacer eso, en pleno París?
Me reí a carcajadas.
- Necesitaba refrescarme - me dijo, con sorna y se rió.
- Veo, buen hombre - le contesté - Sos tremendo.
- A veces hay que cagarse en lo que digan los demás. Y vivir - me explicó - En el siguiente viaje no hizo falta volver a hacer eso - me dijo, tratando de hacerme reír - Fui a visitar exclusivamente el Cementerio donde está enterrado Kafka.
Lo miré interesada.
- O sea que no solo hiciste el recorrido de los personajes de Rayuela, robándome la idea - le dije, en broma - sino que además fuiste a Praga a visitar tumbas de escritores.
- Algo así. Tenía mucha curiosidad por verlas... No me interesaba ir a grandes marcas. Prefería aprovechar la estancia ahí para caminar, recorrer, observar a la gente...
Le sonreí. Incluso en esos aspectos me sentía entendida por Galeno. Era realmente maravilloso.
- Totalmente - admití y le confesé, un poco avergonzada - Mi idea de viajar a Europa se trata de eso. Hay tanta variedad cultural por ver... Además, obvio... los lugares de los escritores famosos... Qué curiosidad, me imagino...
- Es lo más valioso. Te va a encantar. Vas a aprender cuando vayas... y vas a querer volver... - me alentó - Disfruté mucho de tomarme un tren, bajarme en cualquier estación, y caminar. Parece que te perdés, pero no... Es una manera de estar en contacto con la esencia de la ciudades...
Lo observé y asentí con la cabeza.
- Sí, sin dudas. Mirar para lo que otros quizá no suelen mirar implica un proceso donde todo se trata de salir de la postal e ir a lo cotidiano. Me gusta la idea. Es una meta-observación.
Me miró, sonrió y asintió.
- Exactamente. Así, como lo acabás de definir. Yo no usé palabras tan lindas.
Me reí.
- Bueno, para eso estamos los de Letras... Para ponerle palabras lindas a las cosas, a veces - le dije, y le sonreí poniendo chinitos los ojos - Lo que sí, a tu anécdota con los franceses, no puedo... Ahí no llego - añadí, burlándome de él.
Se rió con ganas.
- No, por favor... ¡La cara que pusieron los locos esos! - exclamó.
Y seguimos charlando de mil temas más.
III
julio 2021
Cuando me preguntan si volvería a elegir sobreponerme al miedo, si volvería a soportar ese proceso que me ayudó a crecer tanto, sin dudas, yo respondo que sí. Ha valido la pena.
Y si pienso en el concepto de soportar el proceso, a la luz de los actuales en otros aspectos, creo que en poco tiempo seguramente podré decir lo mismo: ha valido la pena.