martes, 30 de junio de 2020

Día 105

Mi sobrino hoy se despertó diciendo "tía, tía, tía". Esa es su manera de identificar las videollamadas que hacemos desde hace más de tres meses. Sabe, a su manera, que en ése contexto ve a sus tías. De hecho, cuando mi hermana le preguntó si quería hablar por teléfono, él exclamó "síiiiii". Así que nos llamó, claro, y cuando atendimos, nos saludó. 

¿Lo curioso? A mi hermana le dice guau-guau cuando la ve. A mi, cuando me ve, afortunadamente, me dice tía y se ríe. 

Es un chiquito muy pícaro. 
Me mejoró la mañana.  

lunes, 29 de junio de 2020

Inicio

Anoté a mi papá en el programa impulsado por el Ministerio de Educación para terminar el secundario. Si bien tiene su dudas,  porque no sabe lo difícil que será estudiar a los 54 años, yo confío en que podrá. Le falta un año nada mas, y por lo general, no es complejo. El punto será  ver si quiere hacerlo y darle una mano. Yo lo puedo ayudar con varias materias, ahora que lo pienso; de hecho, en mi área, podría dar clases para todos los alumnos de ese programa, muchos de mis futuros colegas lo hacen. 

Yo, me conformo con ayudarlo a él.  Eso me pone contenta.  Ojalá se le dé y lo consiga. 

viernes, 26 de junio de 2020

Puntos de vista

Estos últimos días estuve pensando mucho acerca de la última situación con Galeno. No le comuniqué mi hasta acá llegué, porque descubrí que frente a este contexto necesito trabajar mejor sobre está decisión. No estoy segura si quiero terminar la relación. Pero, lo único que tengo en claro es que no puedo dejar de ser quien soy por tener a un hombre al lado. Sea Galeno o quien se ponga en mi camino. Eso no importa. 

Personalmente después de ésto último que sucedió, yo entendí algo: o aprendo a lidiar con esto o me corro , porque todo lo que sucede es indivisible de lo que Galeno es como padre, como ex marido o como ser humano. Ese es hoy en día mi debate. Y cabe una aclaración: no lo juzgo por ser un buen padre, no lo juzgo por avisarme y por darme explicaciones. No lo distancio por pensar que este haciendo algo mal o que me vaya a poner los cuernos. En el fondo, yo confío en él. Siempre supe que era papá, hemos comprado regalos juntos para su nena, yo lo he acomodado y ayudado a elegir, etc.  Para mí, no es un problema en si la niña, si no, su madre. 

Reconozco que es una instancia dónde la diferencia de edad y las diferentes experiencias me juegan en contra. Porque más allá de que intente ponerme en su lugar y entender lo que siente, por qué va, lo importante que es para él ser un padre presente y un ex humano con la madre de su niña; yo pago un precio de angustia grande. ¿Por qué? Porque en el fondo no lo entiendo del todo. Y porque no me siento lo suficientemente lista para entenderlo a nivel madurez mental. 

La persona con la que mantengo una relación ya se casó, ya se separó, ya tuvo una niña. Tiene más de cincuenta años y con ello, un montón de espalda para todo. No se inmuta con un like, no tiene actitudes infantiles, no tiene celos y es un tipo a quien la experiencia lo encontró en un momento dónde tiene las cosas claras. Yo en cambio, tengo veinticinco años. Jamás tuve una relación de tal compromiso afectivo mutuo antes que ésta; no me interesa casarme por el momento ni quiero hijos a mí edad. Estudio en la Universidad, trabajo y tengo la vida adecuada para mí edad. 

Esas son las diferencias que planteo. ¿Cómo entenderlo si no viví tanto? ¿Cómo saber que hacer o como hacerlo si encima que soy cerrada me enfrento a esto? ¿Cómo tener la prudencia y el tacto si yo no he tenido un matrimonio, no me he separado, no he sido madre, no sé lo que es? Realmente, hago el intento sincero de comprenderlo, pero me pasan las cosas que son normales que me pasen a mí edad frente a esa situación. ¿Si son infantiles? Y si, probablemente, si tuviera cuarenta y cinco años miraría esto con otros ojos, pero doy y soy lo que tengo. Es así y no estoy dispuesta a modificarlo. 

Hace días me sentía mal por no saber manejar mejor la situación. A mí me cuesta mucho expresarme y éste tema es algo en lo que siempre me maneje con respeto... Pero tengo noción de que del otro lado hay algo más en la mamá de su niña, no soy tan inocente... Él mismo me lo contó. No es que yo esté alucinando nada. Y aunque me lo contó de buena fé, en mi implantó dudas, por cuestiones obvias.  Por eso, no es fácil vivir con la sensación de duda más allá de que la otra persona le esté poniendo onda.

Esto es algo que tiene que ver más con mi reacción que con la situación en sí. Con la poca cantidad de herramientas para enfrentar esto. Y con la posibilidad latente de retirarme antes de que me lastime más de la cuenta. 

jueves, 25 de junio de 2020

Amor de cuarentena...

Para quienes no lo saben, cosa que veo difícil, mi amor platónico es Leonardo Sbaraglia. Me gusta como actor, lo sigo en las redes, miré muchas de sus películas y es, por definición, mi tipo de tipo a nivel estético. 



Pero, en relación a estos cien días de confinamiento, sacó una propuesta de teatro virtual que se titula "Amor de cuarentena". Consiste en una obra de teatro virtual que se desarrolla utilizando un soporte de mensajería actual: el whatsapp. Su autor es Santiago Loza y ésto surge a través de la necesidad de reinvención en tiempos de COVID-19 en la Argentina.   El actor elegido - porque hay varias opciones, entre ellas, Leo - te envía audios, fotos y canciones durante catorce días consecutivos como si fuera una ex pareja a quien la cuarentena le removió sentimientos.  El argumento es el reencuentro, aún mismo en un contexto que lo imposibilita, a través de los mensajes sucesivos. 

El fin de semana previo al Día del Padre, después de regresar de mi salida semanal al supermercado y a comprar un obsequio para mi papá, estaba mirando las redes sociales del actor y me dió curiosidad la propuesta. Me fijé, sólo para saber, cuánto salían las entradas y me encontré con que tenían una base de $600,00, lo cual me parecía accesible... Así que, me la compré.  El dinero juntado tiene fines benéficos. Parte de lo recaudado se usará para ayudar, si no me equivoco, a la Casa del Teatro. 

Realmente, antes de empezar, no sabía muy bien cómo iba a ser. Pero, cuando comenzó la experiencia, fue tan real como si un viejo ex nos contactara de nuevo y nos hablara de la vida, de las cosas lindas compartidas y nos contara qué tal sus cosas.  Y todo, en la voz de Leo. 

Me gustó mucho la idea. Casualmente quería ir al teatro justo antes de la pandemia, y con la sorpresa del virus, encontré la manera de hacer de éstos días algo especial. Quizá en algún momento, pueda ir presencialmente. Pero, mientras tanto, algo es algo. 

lunes, 22 de junio de 2020

Confianza

"Dale. Un besito". 

Ésa fue mi respuesta al mensaje que me mandó Galeno avisándome que se tenía que ir a socorrer a ésta doncella en apuros y, obvio, a su niña. Porque eso también me lo aclaró: iba porque la doncella en apuros y su nena estaban con éste problema. 

Creo que el dale y el besito fue la única manera de sacarme de encima la situación sin hacerla más grande. Lo dejé hacer, me puse a hablar con mi sobrino y traté de pensar en otra cosa. 

Al ratito, cerca de las nueve, Galeno me mandó un mensaje. 

" Finalizó la operación. Ya estoy de nuevo en el departamento" 

Según me contaría después, lo hizo para avisarme. 

Le contesté y todo, ese no es el problema. 

El desafío acá es poder confiar en él pese a la distancia, pese a la pandemia, pese a las actitudes manipuladoras de su ex - después de haberse separado hace seis años, ahora, le pintó el amor y el afán de  recuperarlo - y pese a no tener ni una sola pista de cuando volveremos a vernos nosotros dos. 

Porque entre su provincia y Buenos Aires, hay fases de diferencia en la cuaretena y nosotros, ni por casualidad, podemos saber cuándo dormiremos juntos o cuándo volveremos a caminar juntos por su provincia o la mía. 

Y es una hazaña para mí, en éste momento. No porque pretenda algo diferente de la relación, ni nada de eso. Nosotros nos conocimos así, con éstas situaciones. Él con su edad, yo con la mía. El con una hija, cosa que a mí me pareció genial, y yo sin hijos y con la vida típica de una chica a los veinticinco años.  Realmente, no cambió ese costado de la situación. Pero, al mismo tiempo, no puedo hacer como si no me importara o como si no me afectara que mientras uno trata de sobrellevar un momento de distancia difícil, largo, cansador; del otro lado, estén haciendo abuso de esa posibilidad. 

Cabe decir que Galeno, en diciembre, le contó a su ex cuñado - que es su amigo - que estaba saliendo con una chica de Buenos Aires. Le dijo hasta la edad que tenía. Y ¿cómo para que su ex no se haya enterado, no? Justo después de ese viaje, empezaron los problemas.  Qué casual, todo. 

No quiero, por nada del mundo, ser la actual tóxica por ex desubicada. Porque para mí, teniendo una hija, siempre va a poder tenerlo agarrado de su entrepierna y siempre va a tener la excusa perfecta para doblegarlo. Entonces, lo mejor, es alejarme y no sufrir cada uno de los intentos de la señora por recuperarlo.  Porque, en cada jugada, entre nosotros, se desgasta la confianza. O al menos, mi confianza se desgasta y empiezo a mirar para el futuro pensando que él no va a estar en ningún lugar que tenga que ver conmigo. Y la verdad, no me siento loca por sentir ésto... 

No obstante todo esto, yo lo re entiendo; jamás lo juzgaría por ser un padre que se ocupa y le da a su niña lo mejor. Me encanta que se ocupe, que esté, que tenga relación. Raro me parecería si no lo hiciera y no lo aceptaría para tener una relación. Pero me gustaría que alguien se pusiera en mi lugar.  ¿Cómo se sentiría él si las cosas fueran al revés?  ¿Cómo, con mis veinticinco años, y todo el proceso que me llevó vivir ésta relación, no me voy a sentir así, con ganas de mandar todo al infierno? 

¿Cómo puedo confiar en él? No porque él tenga culpa de algo, sino, porque quizá yo no puedo naturalizar la situación o aceptarla en función de seguir juntos. Y eso tampoco estaría mal, a decir verdad. También sería lógico y consecuencia de esta situación anterior. Porque ¿existe la mina que se banque todo? Quizá sí, pero yo aunque me dé indicios de que me elige ¿cómo haré para creerle, no? 

domingo, 21 de junio de 2020

Hasta acá llegué

Galeno hoy festejo el día del padre en la casa de su hija, almorzando con ella y su mamá. 

Todo bien. La verdad es que me alegre por el y me alegré de que pudiera compartir con su hija y recibir regalos. 

Hablando consigo (porque el me escribió, ya que yo elegí no contactarlo en todo el día) me explico que se tenía que ir porque lo había llamado la ex mujer. Pincho una goma y no hay persona en la tierra que sea su ex marido para recurrir. Y obvio, Galeno, por su hija, en post de una buena relación con ambas, va. 

No olvidemos que ella en febrero le propuso volver a estar juntos. Y no olvidemos que Galeno me lo contó, me dijo que no tenía dudas y que para el era una decisión tomada. 

Yo le dí una oportunidad en su momento. Me la jugué. Confié. Me abrí. Le confié cosas. Aposté. Fui a su casa y a su provincia. Hice todo para que esto funcionara. 

Pero ya me supera la situación. Me incómoda el lugar donde quedo. Me incómoda esa cercanía. Me incomoda todo lo que yo no puedo hacer consigo y todo lo que ella siempre puede contar con el. 

Si, es cierto, es la mamá de su niña. 
Y yo, parezco ser la pendeja con la que se está acostando, la que se conforma con cenita afuera y la que no hace reclamos. 

La verdad que no me enoja lo que hace Galeno. Me fastidia lo que hace la ex mujer de Galeno. Y contra eso, no voy a pelear. 

Me corro, oficialmente. 

Me merezco algo mejor. 

jueves, 18 de junio de 2020

Consideraciones sobre el COVID-19

Hoy en terapia toqué un tema que puede ser de utilidad para todos y está referido a la pandemia. Comparto la reflexión porque quizás ayude a poner un poco de luz entre días de incertidumbre. 

Hablando con mi psico del tema le expliqué que a mí lo que me generaba angustia era la incertidumbre más allá del encierro. La incertidumbre de la salud, del trabajo, de la integridad de las personas que amo; etc. Son cuestiones que nosotros, aunque no lo fueran, asumíamos como seguras hasta ahora o, al menos, no estaban en un constante estado de alerta. Íbamos a trabajar, volvíamos; nos juntábamos con familia, amigos, pareja o compañeros de alguna actividad; visitábamos a nuestros hermanos, a nuestros primos o sobrinos; íbamos - quizá, en el mejor de los casos - al médico por lo justo y lo necesario. Y, por lo demás, si nos dolía la garganta un poquito, se lo atribuíamos a un resfrío estacional. 

Antes, no había un virus, el "enemigo invisible", como para sumarle más incertidumbre al asunto... 

Se sabe - tal como le explicaba a ella - que el ser humano no puede vivir en estado de alerta permanente. Porque, de esa manera, un detalle en términos de incertidumbre - como puede ser la variación del clima para el día siguiente - se convierte en un fantasma atroz. Y eso es lo que, le expliqué, a veces hacía que mi ánimo esté bien y al otro día mal. Porque el convivir con tal grado de incertidumbre manifiesta y general como sociedad, necesitaba dejar toda nuestra capacidad mental para ganarle la batalla. 

Generalmente, las personas, le tenemos miedo a una batería limitada de cosas. Nadie le tiene miedo a todo. Y aquí, actualmente, parecería que todo lo que nos rodea puede ser una amenaza. Por eso, a veces, la gente parece estar enloqueciendo. Pero en realidad, lo que estamos haciendo, es duelando. 

Según mi psico, en éste intercambio de pareceres, me explicó que desde el paradigma actual en el que estamos viviendo se está hablando de un duelo colectivo. Estamos atravesando la pérdida -aunque momentánea- de nuestros hábitos más profundos, de nuestros vínculos, de nuestras rutinas... y eso, es imposible que no genere incertidumbre, probablemente, porque dentro de cada uno de nosotros late mucha esperanza por recuperar la vida que teníamos antes de que todo ésto ocurra.  ¿Del otro lado, qué hay? ¿A qué llaman "nueva normalidad? 

Ésto conversábamos nosotras respecto de la situación actual. Estamos haciendo un duelo, sí, por las pérdidas ocasionadas durante estos meses, que en muchos casos, conllevaron la muerte. Ése duele tiene distintas fases, igual que el confinamiento, y vamos intentando pasar ésta etapa como mejor se pueda. 

De todos modos, hay que hacer una salvedad... 

Se duela lo que se siente irrecuperable, lo que se asimila como irreparable... y ésto, aunque cada vez se haga más largo, va a pasar. Va a llegar un momento donde podamos volver a salir a la calle y no usemos más barbijo y nos podamos abrazar con nuestros seres amados. Sí, va a llegar. Cada vez parece más improbable pero, realmente, va a llegar. 

Ojalá que en su transcurso se cobre la menor cantidad de vidas posibles. De éso se trata, de pasar éste momento bisagra con la menor cantidad de muertos posibles. Lo que no es poco. 


martes, 16 de junio de 2020

Banda de sonido

Quería que nuestro primer encuentro fuera lindo. Realmente lo deseaba. Pero no me imaginé que estuviera signado por pequeños detalles tan simbólicos, vistos a la distancia. 

Al principio, varios meses antes de conocernos en persona, Galeno me mandaba canciones. Compartimos muchísimos gustos musicales, de hecho, pero había temas que yo no conocía (como también otros que amaba y eran mis preferidos) que solía recomendarme. Y me gustaba hacer caso de esas sugerencias, claro,  resultaba muy fácil si nos gustaban los mismos artistas. 

Ese día, el día del encuentro con Galeno, cuando ya estábamos a solas, se me ocurrió poner música desde mi aplicación de Youtube. La misma, por lo general, cuando repetimos a un artista o muchas veces una canción, suele sugerirla o añadirla a un listado que denomina mix

Eso hizo con varias de las canciones favoritas de ambos. Creo que fue un toque amigo, de la casualidad o lo que fuere, que resultó de maravillas. Dejé que la música sonara y sonara y sonara, hasta que cuando quise darme cuenta, se había detenido a la espera de una confirmación al fiel estilo: "¿sigues ahí?".  

Lo más curioso fue que hubo una canción muy especial para mí. Ésta, que, por decirlo de algún modo, sonó en el momento justo. De mayor tranquilidad y relajación nuestra. Casi como si estuviéramos en una de las novelas rosas de la televisión. 



El tema se llama Asilo, la conocí por su parte, y para mí, es una canción que por su contenido y por la forma en que llegó a mi vida, es la representación de Galeno. Si es que él fuera un signo, es decir un significante, digamos que ésa canción es su significado más directo, la asociación inmediata de una huella psíquica en la realidad (sí, la teoría de Saussure sirve también para explicar hechos cotidianos, no sólo Lingüística General). 

Todavía sin ir más lejos recuerdo cómo esta canción ambientó todo tan perfectamente que termino siendo la banda de sonido que queda en mi memoria al evocar esos momentos. 

Lo lindo, creo que para cargarla aún más de significado, fue que cuando estábamos en casa de Galeno, la última vez que nos vimos, también estábamos escuchando a Jorge Drexler. Galeno hizo lo suyo con Spotify, donde tiene su lista de reproducción, y usó los parlantes wifi para musicalizar el depto. 

Justo cuando me estaba haciendo mimos y yo ya tenía los ojos cerrados, totalmente relajada sobre su pecho, empezó a sonar de nuevo esa canción.  Y luego, igual que la primera vez, volvió a repetirse y repetirse y repetirse junto con otras.  Resignificándose en cada encuentro. 

Hoy vuelvo a escuchar éste tema y sonrío como de lejitos. 

"(...) Dejemos al mundo fuera,
abre tus brazos, 
ciérralos conmigo dentro.

Solo unas horas y luego, 
cuando amanezca,
yo pondré una cafetera.

Y habré llevado esta nube 
hacia otro cielo 
de nubes pasajeras.

Si el sueño pierde 
pie, resbala, 
queda colgando de un hilo.

Prefiero una noche entera
en vela, 
a tener el alma en vilo

(...)

Dame un remanso, yo te daré lo que tengo, este amor que no me explico. Pasan los años, y sigue a espaldas del tiempo. Quiero que me hables del tiempo. Que te desnudes como si fuera algo corriente. Como si verte desnuda no me aturdiera tan sistemáticamente. Tu piel me sea desconocida, me deje siempre intranquilo prefiero lamer después mis heridas a que tu amor pierda filo. Dame una noche de asilo "

lunes, 15 de junio de 2020

La historia al revés IV

Lo peor que hice en ése momento fue, precisamente, hacer como si no hubiera pasado nada. Hoy sé que lo mejor, de haber podido preservarme, hubiera sido irme, ignorarlos a todos, y seguir adelante con mi vida. De hecho, si algo parecido me hubiera vuelto a pasar al día de hoy, habría sabido jugar mis cartas de otra manera y retirarme a tiempo.  ¿Si era madura para mi edad? Sí, quizás sí. Pero eso significaba que estuviese preparada para afrontar el juego histérico y bastante idiota de una persona que, por entonces, tenía cuarenta y dos años. 

No sé por qué estoy escribiendo ésto ahora, la verdad. Menos por qué lo hago después de tanto tiempo. Creo que es porque, recién ahora, a la luz de otras cuestiones, estoy entendiendo qué cosas sí y qué cosas no en mi vida. Y con ello estoy ampliando la perspectiva de uno de los acontecimientos afectivos que más la marcó. 

Sí, yo realmente admito era mandada. A los diecinueve años, a veces, no se piensan tanto las cosas, pero según recuerdo tenía otras ideas del amor, del respeto y de la afectividad. Yo sentía a raudales y para mí estaba bien. Por eso, había agarrado al tipo, lo había sentado y le había vomitado todo lo que me pasaba. Aunque el ser chica conllevaba que fuera mi debut oficial en muchas cuestiones que, al mismo tiempo, me parecían aceptables pero que no sabía bien cómo manejar. Estaba aprendiendo. Y pensé que no estaba mal no saber, que al cabo, siempre uno aprendía sobre las relaciones a medida que las vivía, que no tenía nada de malo sentir amor.

Jamás me di cuenta, hasta mucho después, que a mi lado, metafóricamente obvio, tenía a una persona totalmente rota. Sí, el estaba roto. Roto del corazón y roto de la cabeza. Lo habían hecho tan mierda que, como una especie de pequeña derrota, se encargaba de histeriquear hasta el cansancio y confundir a las personas. Yo creo, al día de hoy, que tenía una forma de ser (conmigo, al menos) bastante tóxica. Y eso, para ser sincera, no acepto que sea manera de querer a alguien.

Sí, era "el tóxico", solo que yo no me daba cuenta y pensaba que estaba bien que fuera así; que tenía sus rollos pero que no buscaba hacerme mal. Me daba rabia lo que hacía, me dolía mucho las actitudes que tenía, pero yo seguía perseverando. Pensaba que tenía miedo pero que iba a poder, que se iba a animar, que era porque la había pasado mal antes o porque no se bancaba los prejuicios. No pensaba que era un tipo que no me quería más que para pasar el rato, que era tóxico en sus comportamientos y que era, por lo demás, profundamente cobarde.

Admito que para mí él era el hombre perfecto para mí. Creía entenderme con él, que eso era el entendimiento, y que en el amor había que darle tiempo al otro para que entienda la valía de uno.  Al día de hoy sé que algo me decía que no podía conformarme sólo con tener sexo consigo. Creo que era mi deseo fiel de haber querido otras cosas además del placer físico lo que me llevaba a insistir y a intentar entender lo inentedible.

Sin embargo, luego de esa noche de pesadilla, sin saberlo, yo empecé a creer que era más importante el sexo que el amor. Eso fue lo que me dejó la experiencia. Que "como yo no era lo suficientemente sabia, nadie se podía enamorar de mí". Y que " nadie me podía tener paciencia y respeto, si es que yo no tenía mares de experiencia (a los diecinueve años, por favor...)". Durante muchos años me sentí culpable. Pensaba que seguro en ese momento no había hecho las cosas lo suficientemente bien y por eso él no me había querido. Pensaba que como no tenía el cuerpo perfecto, él me pedía que me alejara cuando me quería acercar a darle un gesto de afecto porque "era mucho" o "era demasiado" y "todo se iba a ir a la mierda" (citándolo textual). Pensaba que como no era experta en todo, él se había buscado una persona mejor y que yo era una estúpida que no estaba a la altura. 

Pero el grueso del asunto fue que, aún si eso no era demasiado duro, él me confesó que no tenía sentimientos por nadie, que no estaba capacitado para sentir amor. Me dijo que todo había sido un error, que él no podía sentir amor por ninguna persona y que eso ya era así y siempre iba a ser así.  Y a las dos semanas, se apareció públicamente con otra mina, me la presentó con total impunidad. La mina, a todo esto, se dedicaba a lo mismo que estoy estudiando yo, le gustaban las mismas cosas que me gustan a mí y digamos que era lo más turbio que conocí en la vida en términos de "coiiiiiiiincidencias".

La macana fue que, personalmente, hice como si no hubiera pasado nada. Pero pasaron tantas cosas, en realidad, que son difíciles de explicar. Amigos suyos metiéndose, el humillándome, negándolo todo, desligándose de todo. Él tratándome de chica fácil porque hablaba con un chico en un evento o porque usaba un pantalón más al cuerpo; mientras se la pasaba haciendo ridiculeces con esa mujer que me había presentado durante aquéllas dos semanas. El diciéndome "y, eso es porque te vestís así" cuando los tipos me miraban y él se excusaba diciéndome "no te puedo dejar sola, a vos". Él siendo tan intenso hasta intoxicarme. Y yo, siendo una mandada, con diecinueve años, demasiado boluda para algunas cosas a decir verdad, una jovencita que se metió en la boca del lobo sin tener ni puta idea.

No en vano, la noche de pesadilla, llegué a mi casa y no podía parar de temblar. Había sido todo tan feo que no lloraba, sino, temblaba directamente. 

La experiencia con Él fue la gota que rebalsó el vaso de mi vida, una especie de ruptura general, algo que mi manera de digerir las experiencias no pudo soportar. Y me quebré.  Con mucho esfuerzo, luego de esa etapa oscura, salí de la cama donde había estado anclada cuatro meses. Empecé a nadar y eso me obligó a retomar lazos con otras personas porque había dejado de ver a mis amigos y abandonado casi del todo cualquier actividad. Busqué una nueva facultad para estudiar la misma carrera, porque había abandonado mis estudios en la Universidad de Buenos Aires. Retomé la búsqueda de trabajo, porque pese a que tenía uno temporal, tampoco me interesaba haberlo terminado. Volví a ver a mi mejor amiga con quien solo hablaba a veces y por chat. Incluso conocí a un chico del Club, con el que empecé a hablar, como amigos y me contó que era Despachante de Aduanas como Él, cosa que me hizo reír porque de tanta coincidencia sólo podía ser mi amigo.

Y así fue cómo superé la etapa más difícil de mi vida, cosa que me llevó muchos años, muchos muchos años. Fue sin dudas lapeor, donde toda la estructura se me cayó y tuve que hacerme de nuevo.

Aunque eso sí, la jovencita mandada, había muerto.
Y sentir afecto por alguien, para mí, se había convertido en un nunca más.
Sólo que faltaban algunos años más para que realmente lo comprendiera. 

II

Cinco años después de aquéllos días oscuros del 2014, mi vida era como la había soñado. Tenía un trabajo, estaba a diez materias de recibirme en esa carrera que había dejado en la UBA y seguido en otra universidad pública y podía hacer las dos cosas con mucho esfuerzo. Tenía a mis amigos de siempre. Me había convertido en tía. Y, en lo afectivo, nunca había vuelto a querer a nadie, pero eso no me molestaba. Para mí, todo lo anterior, era un manojo de bendiciones tan suficientes que me hacían sentir enormes ganas de vivir, pese a los inconvenientes cotidianos, claro. 

Por todas las razones anteriores era obvio que  no quería saber más nada de los hombres (y menos  que fueran mayores que yo, pese a que mi generación me hastiaba). Me gustaba estar sola si no encontraba una persona adecuada, sencillamente, porque "para que mi vida se rompiera otra vez, mejor, me quedaba donde estaba". Amaba no sentir nada por nadie. Me encantaba cómo me desligaba de las personas, sin lastimarlas, pero sin involucrarme. Me encanta cómo podía controlarme y dar y decir y hacer justo y solamente lo que quería.

Era la situación ideal.
Era la victoria.

Hasta que pasó lo que pasó.

III 

Galeno se enteró hace poco tiempo, durante la cuarentena, de éstos hechos. Sabía varias cosas pero no con ésta profundidad. Le expliqué que él era el primer hombre en el que yo había confiado realmente después de seis años. Le expliqué que era el único hombre que sabía ésto, de ésta forma. Le confesé todo sobre Él no desde la posición de seguir queriéndolo porque eso es imposible, sino, desde el "ésto es lo que me pasó antes de conocerte". Y le dije que ojalá le sirviera para entender por qué a veces soy como soy. De la misma manera que cosas que me confió a mi me ayudaron a entender como es él y cómo cosas que suceden en nuestra relación no deben ser tomadas a manera personal.

Personalmente, sé que trabajo constantemente en hacer lo mejor y que lucho para cambiar mis nociones previas, todo lo que ésta experiencia anterior sentó como base sin que lo entendiera del todo. Ahora tengo veinticinco años y sé reconocer que no fueron cosas buenas las que instituyó. Pero tampoco éso justificaría ni implicaría que yo me quedase con los brazos cruzados en una actitud de víctima... Al contrario.

Ahora, a los veinticinco años, me siento más fuerte para hacer el intento sincero de contar la historia al revés. 

domingo, 14 de junio de 2020

Presente

A veces, y esto lo digo con real certeza, me cuesta entender cómo estamos en contacto desde hace un año. Sí, porque digamos que nuestra relación empezó cuando nos decidimos a conocernos en persona, pero que tuvo su germen hace un año. Trato de pensar en la chica de entonces. ¿Quién era yo hace un año? Esa es la pregunta que más se me presenta cuando trato de significar qué implicó estar un año en contacto con Galeno.  

¿Alguna vez me imaginé hablar durante un año con una misma persona casi todos los días? Jamás. Pero se dió. En todo éste año no hubo día, a excepción de aquéllos donde necesité pensar si quería conocerlo en persona, donde Galeno no me hablara o yo no le hablara. Y eso me parece entre extraño, raro y maravilloso, sí, no es nada malo para mí. 

Un año en mi vida es demasiado tiempo. Siempre lo sentí así, que los años eran demasiado tiempo. Y jamás, por ésta concepción del tiempo, me atreví a pensar en una pareja o en una relación que fuera duradera. Podían pasar tantas cosas en dos meses, tantas cosas en una semana, yo ya lo había vivido antes, y eso era muy doloroso. Entonces ¿cómo hacía esa gente que llevaba un año hablando con la misma persona? ¿No se aburrían, no tenían problemas, seguían deseándose? Ésas eran mis dudas. Porque, al no haberlo vivido, intentaba interpretarlo con la razón, y no lo entendía. 

Cuando conocí a Galeno personalmente, en noviembre del año anterior, dejó de existir el tiempo. Mi vida se transformó en una sola palabra: presente. Me di cuenta que cuando uno se siente bien con su presente, deja de contabilizar el tiempo; y también, que lo único que desea, es que si existe algún futuro, traiga algo mejor. 

Experimenté cambios en mis formas de entender el mundo. Pasé de no querer estar con nadie que me lleve años a compartir cada cosa que me pasaba - buena y mala - con un hombre que me lleva veintiséis. Pasé de llorar y de tener miedo a reírme y superar esos miedos. Pasé de enojarme de verdad consigo, y de darme cuenta que a veces en la vida en favor del presente, hay que seguir apostando. Contesté sus mensajes estando feliz, estando bien, estando enojada consigo o estando triste. Atendí sus llamadas. Traté de hacer siempre, en este año de contacto, lo mejor. Pasé de una primera foto timiducha a fotos juntos en modo selfie con boca de pato. Pasé de que me de vergüenza todo consigo, al descaro total que produce sentirse acompañados. Pasé de no saber cómo superar la instancia de la mañana siguiente con Galeno a disfrutarla. Y hasta un día, increíblemente, me levanté de su propia cama, en su departamento, de visita en su provincia. 

¿Si aprendí? No sabría explicar cuánto. Muchísimo aprendí. Y experimenté el motivo por el cual las personas sostienen sus vínculos, de la manera que sea, a través de tanto tiempo. 

Yo sé que ésta experiencia no durará por toda la eternidad y, según van dándose las cosas, Galeno parece estar de acuerdo. Pero lo que sí creo es que todo lo que necesité , lo que necesitaba, lo que aguardaba años anhelando incluso en secreto ante mi misma, lo encontré a través de ésta historia y de ésta experiencia compartida con Galeno.  Yo no creo que haya un hombre de mi vida, porque siento que soy la protagonista de mi propia historia, pero lo que sí creo es que hay personas en la vida que nos marcan y nos ayudan a avanzar en nuestro camino. Y, para mí, Galeno es una de esas personas. Sencillamente, porque me dió la posibilidad de compartir juntos buenos momentos que, pase lo que pase, quedarán en mi memoria. 

Al fin y al cabo, cuando dentro de muchos años recuerde ésta etapa de mi vida, quiero recordarla como el momento donde pude cambiar el chip que traía puesto después de tantos años. Me gustaría recordarla como la etapa donde aprendí por qué, a veces, los seres humanos sostenemos los vínculos. 

A mí, la historia, se me presentó así.  Yo no sé si será la única, intuyo que probablemente no sea la definitiva, pero es la historia que puedo contar hoy.  

Presente, sí. 

La vida se me transformó en esa palabra. 

sábado, 13 de junio de 2020

Sábado de cuarentena...

Hoy en Buenos Aires hace mucho frío... y continuamos en cuarentena.  Creo que ésta tarde soleada pero helada está para leer, estudiar o mirar una película junto con algo calentito. 

Por acá creo que voy a aprovechar para avanzar un poco con las lecturas pendientes de mis cursos.  Quizá, más tarde, acompañe la actividad con unos matecitos. 



PD: Ver ésta imagen me recordó que no me vendría nada mal comprarme un termo nuevo 
y un mate decente. 

jueves, 11 de junio de 2020

Día 86: Lo obvio

Cuando las cuestiones obvias se dejan de dar por sentadas en una relación, es ahí, cuando uno empieza a repensarla.

Hace varias semanas que hay días donde Galeno me escribe, me saluda, intercambiamos algunas palabras, y se duerme. Se queda dormido por cansancio, porque tuvo un día largo, porque está postguardia... Sucede que al poco tiempo se da cuenta que se durmió, se despierta y me escribe para pedirme perdón e irse. O si no se despierta en el momento, al otro día, me escribe temprano para disculparse. 

Yo a todo esto lo banqué. Le pasó varias veces. Veces donde yo le estaba contando algo y se durmió y veces donde me dejó hablando sola. 

Entiendo que puede estar cansado, que no tiene la misma energía que yo a su edad, pero no puedo separarla de la mía y de que a mí en lo personal me molesta que haga eso. Y me molesta que, además, me diga: "perdón, es que soy mayor", intentando ponerle un poco de humor. 

Es él quien me habla a la mañana y quien me habla a la noche. Es él quien me manda un mensaje al otro día temprano y me dice "perdón, me dormí".  Yo no le hablo por la noche porque no me voy a prestar a quedarme hablando sola. Y no le hablo por la mañana porque estoy trabajando, ya que cuando él está trabajando, considero que debo respetar ese espacio. 

Nosotros no somos gente que esté hablando todo el día, porque tenemos cosas que hacer, y yo considero que ése era nuestro momento. Pero ahora, supongo, ya no es tan importante tener ese momento y se soluciona con pedir disculpas y hablar un poco al otro día, clandestinamente, para que no me vean conectada. O no sé... Con no hablar. Cosa que le dije que hiciera, si estaba cansado, porque no había otra cosa que se pudiera hacer frente a esa necesidad que su cuerpo le estaba reportando. 

Es él quien me dijo hace un tiempo que se daba cuenta que no le daba el cuerpo, la energía, para tantas guardias. Yo le dije que no se sintiera mal por eso, que era normal, porque realmente trabaja muchas horas de noche, duerme diferente a los demás. Es él quien me dice que le cuesta recuperarse varios días cuando le tocan las guardias seguidas. Yo le dije que era normal, y solapadamente, le expliqué que a su edad, podía pasarle. Es él quien me dice "acá se reporta el tipo que se queda dormido con el celular en la mano" y pone caras de lamentación o de vergüenza en el chat. Yo le digo que está bien, porque ¿qué otra cosa se le dice, no? 

Yo entiendo todo. De corazón, puedo entender todo. Pero no es conveniente pensar que es obvio que voy a estar toda la vida en ésta situación. Porque no es cierto. Y si le parece obvio, si por alguna razón se siente tan confiado, ojalá tenga la sabiduría de cuidarme un poco más. De hablar conmigo más temprano, de preocuparse por lo que charlamos, de hacerme saber que tiene interés en mí. 

Si no, es muy fácil perderlo, en especial, en éste contexto. De eso le hablé el otro día, que yo no quería sentir sola. Qué ese era mi límite. Y que no iba a ponerme en esa situación nunca más.  

Creo que estoy siendo bastante clara con lo que necesito en éste momento. Y creo que también, si él necesita dormir, quizá haya que dejarlo. 

Al día de hoy, la vida que tengo en Buenos Aires, con toda la gente de aquí, es la única que existe. Todo lo anterior, entre su provincia y la mía, cada vez se va alejando más a medida que pasa el tiempo.  

miércoles, 10 de junio de 2020

Día 85 (creo)

Actualmente estoy trabajando siete horas por día. También, estoy haciendo un curso en modalidad virtual y teniendo lecturas relativas a esos temas. Además, tengo que preparar finales de la Universidad para rendir en algún momento y, todos ellos, tienen como condición necesaria (sólo para presentarme a la mesa) un trabajo monográfico. 

Voy a ver cómo hago con todas estas cosas. Aunque lo cierto es que estoy muy improductiva. Concentrarme me cuesta un montón, pero además, se constante. Situaciones que antes del virus no me pasaban ni ahí. 

No obstante eso, yo creo que debe ser difícil para todos sostener la voluntad, plantearse metas, tratar de ponerse un objetivo. Nunca me pasó, la verdad, porque siempre me apremiaba el tiempo. Ahora, cuando tengo tiempo, cosa que era mi mayor deseo, no tengo casi voluntad. 

De hecho, tengo la energía suficiente como para vivir día por día. Ni más, ni menos. 

Parece que éste virus nos ha dejado en tierra con todas nuestras exigencias. 

martes, 9 de junio de 2020

Fortalecedor

Hace unos días, finalmente, le expresé a Galeno dos cosas muy específicas: 

La primera: que, suponía, ninguno de nosotros dos esperaba estar tantos meses sin ver al otro.  Y la segunda: que quizá encontrábamos la sabiduría para sobrevivir a la situación y salir fortalecidos de ella. 

Aquellos dos puntos los dije sin asegurar nada. Desde la mayor sinceridad. 

Todo esto salió a la luz cuando le expliqué que, si algún día la vida nos reúne nuevamente, (esto es nuevo para los dos y a los dos nos pega de formas diferentes) para mí va a ser como si fuéramos a conocernos de nuevo.

Y si.  Mucho de eso hay. 

sábado, 6 de junio de 2020

Día 81

Siempre me imaginé trabajando como Profesora de Literatura. No, no es un decir, yo siempre lo imaginé. Lo curioso fue que cuando yo comencé a buscar trabajo formalmente como profesora, teniendo más de la mitad de la carrera hecha (estoy a diez materias de recibirme de Licenciada, si el Coronavirus me permite seguir cursando algún día), no encontré más que una suplencia temporal. 

Me desprendí momentáneamente de esa idea y me enfoqué en conseguir empleo, siendo aquél el plan original. Mientras tanto, seguí estudiando, porque a mí me encanta estudiar o aprender cosas nuevas y, finalmente, entré a trabajar de soporte técnico teléfono a una empresa. Más adelante, ese rol, también se modificó. 

Hoy, mirándolo en perspectiva, supongo que ése fue el comienzo de un camino que, ahora, me genera una gran paradoja interior. Porque aunque estudio una cosa, trabajo con otra muy opuesta a las Letras...

 Los números. 

 Y es raro, la verdad, porque toda la vida le escapé a los números. Siempre tuve la idea infiltrada en la cabeza de que yo era muy mala para los números, de que no iba a poder. En la escuela, todo lo que tenía números, me costaba. No sé si era por idea o por real dificultad, pero me costaba mucho y lo padecía mucho. Me angustiaba que no me salieran fácilmente las cosas, y la angustia me generaba ansiedad, y en especial, porque todos quienes me explicaban me decían que era muy dura, que cómo podía ser que no entendiera, si era lógica.

 El punto, hoy lo comprendo, es que yo tenía y tengo otra lógica.Una lógica muy rápida, a decir verdad, con otras disciplinas. Una lógica que analiza oraciones sintácticamente, que desmembrana textos, que desarticula narraciones y rastrea estructuras, que capta diferentes tipos de discursos, que los filtra, los modifica, los crea o los utiliza.  ¿Y todo eso vino conmigo? No. 

En todo lo que llevo de carrera me dí cuenta que ninguna carrera es sencilla. Que todo, incluso lo que gusta, se trabaja. Que toda lógica es capaz de entrenarse. Que todo puede ser aprendido, de algún modo... Entonces, si como todo, la lógica se ejercita y se entrena, al margen de lo que se nos dé como un don, un regalito ¿podría perder la esperanza? 

Lo cierto es que no sé si todas las personas que manipulan números son "luces" con ellos... y vaya a saber si es así, pero siempre tuve esa idea. Aunque lo curioso fue que, en el plano laboral, cuando me pusieron en esa situación, yo no pude dejarla pasar; porque era eso o perder mi trabajo.  Y no, más allá de la lógica, en lo tangible, estaba claro que no tenía mucha más alternativa. 

No, no tuve opción, pero, creo que como suele suceder en la vida, ésta te lleva por rumbos misteriosos. ¿Si lo busqué? No. Lo último que hubiese buscado en mi vida, son números  De un momento para el otro me encontré rodeada de ellos y me encontré con que que necesito una base. 

A la hora de elegir la orientación, en mis años de colegio, yo elegí todo lo que me diera una base para estudiar Letras. No, claro, para tener idea de números o de asientos, si los únicos pensables para mí eran aquéllos donde pudiera sentarme. Pensé que iba a trabajar de Licenciada en Letras, por lo que puse mis energías sólo, únicamente, exclusivamente, en mi vocación. Pero cuando salí al mundo laboral, encontré otra cosa.  

Y ahora, esa base es una realidad, y una necesidad. Aspiro a tener una idea que me ayude a ir viendo por dónde empezar en los aspectos teóricos que hacen a la cuestión de trabajar con números.  Porque yo tendré la experiencia, pero necesito tener una explicación, un contexto que me ayude a entender por qué se hacen los procesos y con qué fines.  Es en ese punto, y no por casualidad, parece que las cosas tienen más sentido si conocemos el motivo por el cual se realizan. Y particularmente, eso a mi me ayuda a que el trabajo sea más apreciable.  

El asunto será investigar para saber por dónde empezar. 

En mi familia, nadie entiende cómo pasó que un día pasé a estar leyendo sobre Literatura Rusa a leer sobre cuestiones vinculadas a mi karma. Ni yo lo entiendo. Pero a todos nos causa un poco de gracia y de extrañeza observar como la persona que más dura resultó con los números está frente a éste desafío. 

¿Cómo es que llegué, a diez materias de recibirme de Licenciada en Letras, a pasarme los días como ahora? 

Uno propone, a fin de cuentas, y Dios dispone, por lo que ojalá siempre sea para bien.

Éso me conecta a un chiste que le hice a mi mamá desde el vamos: "¿vos decís que Dios sabrá dónde me metió realmente, ma? ¿O no creés que se le fue un poco el GPS a la mierda?". 



viernes, 5 de junio de 2020

Día 80

Mensaje de Galeno:

- ¿Cómo arrancaste tu día? - preguntaba.

- Bien, todo bien. Anoche me acosté re tarde, al final, tengo un poco de sueño... - le dije, porque habíamos hablado poco durante el día y se había ido a dormir temprano, quedando un espacio de conversación más breve.

- Está bien... Sos joven - dijo, en broma. O al menos, supuestamente, en broma. 

Lo dejé pasar. 

- Hemos pasado noches nosotros juntos, no te hagas - le recordé, con humor - Tu cuerpo se ha portado muy bien... 

- Jajaja. Los nacidos en *** Capital son más divertidos que los nacidos en el interior de la provincia - dijo, aludiendo a si mismo. El nació en el interior de su provincia y luego se trasladó a la Capital. 

Me llamé a la paciencia. 

- Si esperás que te diga que sos un aburrido, un viejo decrépito o que prefiero estar con un hombre nacido en la capital, vos avisame - le dije a Galeno. 

- Nooooo - argumentó - Yo sólo estoy tratando de sobrellevar éste nuevo estado de cansancio. Mi cuerpo me pide dormir todo el tiempo.  

- Es normal eso si venís cansado de hace varios días - le expliqué, entre otras cosas - Es normal. No tenés que sentirte viejo por eso. Yo lo veo de afuera, vos no. Venís trabajando de noche, no es el mismo trabajo que antes de la Pandemia.

- Sí, está siendo todo muy pesada. Las de la semana pasada fueron muy pesadas (...)- bueno, me voy a preparar el bolso - dijo, porque hoy le toca guardia de nuevo. 

Nos mandamos besos, corazones y emojis.
Nos despedimos hasta la próxima porque, cuando es día de guardia, Galeno y yo no hablamos.  

¿Cuántas veces, últimamente, ha marcado la diferencia de edad con éstos chistes? Muchas.
¿Qué es lo que quiere lograr?  ¿Qué será lo que se le pasa por la cabeza? 

jueves, 4 de junio de 2020

Día 79

Hoy mi hermana, que es personal de salud, se realizó el hisopado para descartar la presencia de COVID-19. Tiene dolor de garganta y ante la inminencia y la cercanía de los casos en el propio servicio, estamos todos a la espera de los resultados. 

Si alguno está del otro lado de la pantalla, haga el favor de cruzar los dedos conmigo para que dé negativo. 

miércoles, 3 de junio de 2020

Día 78

Transcurro el día 77 de aislamiento por el COVID-19. Valoro estar en casa, trabajando, desde hace tantos meses. Pese a que en mi caso sea un año casi perdido a nivel académico y pese a que esté realmente complicado el trabajo de mi padre, considero que hay que saber valorar en éstos momentos. 

Es raro, no puedo evitar preocuparme por lo económico aunque también me preocupe la vida de la gente. Yo soy partidaria de que el aislamiento se hizo cuando se debía hacer y que las medidas de prevención siempre son mejores que una catástrofe. Pero angustia, desde la otra vereda, el trabajo de la gente. Toda la gente que quiere trabajar y no puede, básicamente, que lo único que está pidiendo es trabajar porque si no, no pueden sobrevivir o porque ya tenían deudas previas y no pueden contraer más. 

Y no, no es que toque de oído en este tema. Yo trabajo en relación de dependencia, pero mi padre toda la vida fue trabajador autónomo. Cuando tuvo un trabajo en blanco en un supermercado no le alcanzaba para vivir, mis hermanas eran pequeñas, así que además se puso a trabajar por su cuenta montando un puesto de café en Puente La Noria. Mi mamá además de cuidar a mis hermanas, le cocinaba cosas ricas para vender junto al café, y él se iba de madrugada, hasta un rato antes de entrar al supermercado a cumplir su turno.  Con el tiempo, dejó el puestito de café, porque el ambiente se estaba volviendo mucho más complejo. Siguió con el supermercado y se puso a hacer lo que hace ahora y lo que hizo durante los últimos veintisiete años, en continuado: casas. Sí, es que mi papá, con todo lo que aprendió y algunos cursos que hizo, francamente, sabe hacer de todo. Lo he visto hacer casas de cero, lo cual me parece una maravilla de por sí, más allá de lo económico, y a veces cuando observo las fotos de sus trabajos terminados, admito que es talentoso. 

Aunque ahora, con el asunto de la pandemia, está en un parate. Y sus clientes, gente que lo considera siempre, también están en un parate. Y hasta el fondo de inversión donde su clienta había puesto los dólares para pagarle a mi padre el trabajo usando los dividendos, también está parado... 

Creo que lo que más me importa en este momento es que mis padres no se endeuden. Yo desde mi lugar les ofreceré todo, porque en éste momento, mi sueldo es la única entrada. Y la verdad, no me quejo para nada, pero me angustia que no sea suficiente el dinero que gano para poder decirles: "yo pago todo, olvidense. Y vos, papá, tomate esto como unas vacaciones". 

Así que aquí estamos.  Viendo cómo hacemos nuestro propio plan de contingencia. 

Lo único que quisiera es cerrar los ojos y estar abrazando a mi sobrino, jugando con él, que cada día mejor y más clarito me dice "tiiiiiiiiiiiaaaaaa" en los videos o en las videollamadas. 

martes, 2 de junio de 2020

Día 76

- Hola, mi *** , paso a saludarte y a desearte un buen día... - decía el mensaje de Galeno, luego de salir del Hospital, después de una guardia de 24 hs. Y después del poco descanso respecto de otra, anterior, de más de doce horas.

- Hoola, mi *** - le contesté, sorprendida por su mensaje ya que era muy temprano - No te escribí porque pensé que estabas durmiendo, quería dejarte descansar - le expliqué.

- No, todavía no. Estoy terminando de desayunar - dijo.

- ¿Te fue bien? - le pregunté, en referencia a su labor.

- Estoy destrozado. La guardia, terrible.

- ¿En serio? ¿Te pasó algo extra, tuviste algún problema? - le pregunté. Es que Galeno es la persona menos exagerada del mundo con su trabajo, lo apasiona, y casi nunca se queja. Pero me explicó, a continuación, ciertas cuestiones alusivas a esa noche. Comprendí por qué se sentía así.

- (...) así que ahora cuando me relaje, seguramente me voy a dormir... - aseguró.

- Sí, yo creo que sí. Tenés que descansar. Te modifica la perspectiva de todo.

- Ayer extrañé nuestro contacto - me dijo.

Me enterneció que me diga eso, pese a todo el cansancio.

- Yo también lo extrañé. Igual, a la noche, sabés que me pasó algo raro...

- ¿Qué?

- Estaba preocupada por vos, como si te pasara algo, tenía esa sensación. Pero me dije "relajate está trabajando" ... Nunca me pasa eso cuando estás de guardia. Ahora me decís que estabas con todos estos líos - observé.

- Sí, yo mientras estaba en la batalla - dijo - con la gente de la guardia.

- Tuve un presentimiento por nuestro wifi - le dije, a modo de chiste, unos minutos antes de despedirnos.

A veces, lo único que puedo hacer por Galeno, es escribirle un mensaje. Hace mucho tiempo ya que no nos vemos y ésto nos escapa a ambos. Ojalá algún día podamos reencontrarnos.

lunes, 1 de junio de 2020

En defensa propia

madrugada del domingo 17 de noviembre de 2019


"¿No te querés quedar hasta mañana?". 

Esa pregunta me había hecho Galeno, en la oscuridad, cuando yo había comenzado a vestirme. La prueba, lo que había ido a concertar, el objetivo de conocernos personalmente luego de meses hablando a distancia, se había concretado. Pero, personalmente, después del impacto emocional que eso había tenido por dentro, y de todo lo que me había brindado, necesitaba alejarme. 

Galeno me miró con el desconcierto grabado en los ojos aunque lo entendió. Menos mal, porque pese a conmoverme, necesitaba estar sola, entender lo que significaba ese encuentro. Además, tenía miedo. El pasado comenzaba a quemarme por el costado con sus miedos ante el mínimo gesto de entrega genuina que parecía asomarse.

Considerando que por ese momento no tenía las herramientas para admitirlo, y que tampoco sabía con quién estaba del todo, me limité a levantarme y a ordenar mis cosas. Siempre había estado sola. Los últimos seis años yo había estado sola. ¿Qué diferencia podía existir en éste caso? Lo mejor era irme a dormir a mi casa. Nada de empezar a borrar los límites de un... viaje. Sí, así lo veía yo. Como un viaje que había hecho a Buenos Aires para, entre oootras cosas, conocerme en persona. Pero lo cierto es que mi imaginación fallo. Galeno había venido a verme a mi exclusivamente. Había viajado por mi y eso era algo tan sólido en su simple demostración, que era imposible negarlo .

Si, había estado sola. Pero está vez, las cosas no se estaban dando así. La diferencia estaba, precisamente, en que lo que acababa de pasar había sido muy fuerte. Por eso, no quería dormir con Galeno y enfrentarme a esa mañana siguiente, así que le avisé que me iba. 

Galeno se sentó en la cama, en calzoncillos, y me ofreció quedarme una vez más. Dijo que no pasaba nada, que todo iba a ser igual que esa noche, pero yo, de muy buenos modos, le expliqué que necesitaba volver un poco a mi normalidad, buscar ropa limpia y hacer presencia en mi casa. Cabe decir que mis padres, pese a que tuviera ya veinticuatro años, tenían sus inquietudes. Su hija menor estaba pasando una velada, y un encuentro, luego de largos meses de chateo y de teléfono, con un hombre que le llevaba veintiséis años y si el reloj marcaba las seis de la mañana y no volvía ni mandaba un mensaje... daba para pensar. Principalmente porque conozco a mis padres, sé que estaban preocupados pero que también entendían mis deseos... y quise, con ese gesto de aparecerme en casa para dar cuenta de que estaba bien, recompensarlos por la libertad y el apoyo que me habían dado. 

Cuando acabé de juntar mis pertenencias, me cepillé los dientes y me acerqué a saludarlo. Galeno se cepilló los dientes y se puso una remera. Todavía tengo la imagen de la vista a la ciudad de Buenos Aires desde el hotel, en esa noche de casi tormenta de noviembre, mientras escuchaba cómo se cerraba una canilla de agua fría desde el baño de nuestra habitación y esperaba que termine de sentirse listo.  Mi idea era irme, sin hacer ruido, y mandarle un mensajito desde el auto. El punto fue que, cuando me desperté, me di cuenta que me había quedado dormida y él me estaba abrazando desde atrás, muy dulcemente, mientras dormía como un niño. E incluso por esa misma razón, supe que me tenía que ir como un método de resistencia extremo, para poder pensar en lo que me estaba metiendo. 

Galeno respetó mi espacio. Me ofreció acompañarme abajo, a la recepción del hotel, pero le dije que no. Lo despedí con un beso y me tomó la cara con sus manos, muy despacio, para darme otros más. 

- Nos vemos mañana - me dijo. 

Se me hizo un nudo en la garganta. 

- Descansá lindo. Perdón por hacer ruido. Dormí - le dije para despedirme en susurros y saludarlo con una mano. 

Llamé al ascensor. Lo esperé, lo tomé, y comencé a peinarme en el espejo. Eran, después de todo ese desbarajuste emocional, los primeros minutos que pasaba sola después de conocer a Galeno.  Y yo, sin exagerar, me sentía frente al reflejo de una extraña. De alguien que, sencillamente, comencé a desconocer. 

Cuando llegué a casa, cuarenta minutos después, saludé a mis padres que, obviamente, se habían levantado a recibirme. El viaje hasta mi hogar me había ayudado a calmarme, me había dado espacio para pensar y me había ayudado a organizar mis primeras impresiones. 

Una vez pasé la puerta de la cocina,  fui directo a mi habitación a dejar mis cosas y ambos, como si fuera una niña, vinieron a preguntarme qué tal había ido todo. Creo que ahí, en ese gesto, comprobé que mis padres me quieren más de lo que imagino; pero además, que estaban mucho más preocupados de lo que, en realidad, me hacían saber y en silencio habían estado mucho más pendientes de mi felicidad de lo que yo me podía esperar. Así que fue sincera, dentro de lo que se podía revelar, con ellos. 

 "Fue muy bien. Es la persona que me dijo que era, ni más ni menos" , les dije, para que se quedaran tranquilos. Mi padre, ante eso, lo celebró discretamente y se fue de mi dormitorio para que me quedase con mi madre a solas. Mi mamá, obviamente, hizo las preguntas más femeninas. "¿Y... qué te pareció? ¿Te gustó o no te gustó?". La miré y me reí sorprendida. "Bien, todo bien, es él. El mismo. La pasamos bien, nos reímos, nos divertimos...", le dije. "¿Mañana se van a ver?" me preguntó. "Mañana vemos, mañana será otro día, hoy ya fue muy largo...", le dije, riéndome, dando cuenta que quería dormir. "Bueno, a dormir ahora Veinte. Al final lo conociste a tu ***", me dijo, con todo cariño. "Sí, finalmente, vino a Buenos Aires a mi ***", le dije, en broma, en referencia a ese viaje que era un símbolo de muchísimas cosas. 

Una vez que me quedé sola, le avisé a Galeno que había llegado bien, tal como me había pedido, le agradecí por haber sido tan buen compañero y le deseé un buen descanso. 

Aquélla noche tardé en dormirme. Mucho. Pero lo único que le pedí a mi cuerpo fue que se relajara y me proveyera de un buen descanso para el día siguiente que, como sospechaba, sería intenso emocionalmente. 

La mañana del domingo 17 de noviembre, me encontró con un mensaje suyo. "¿Te parece si te espero para almorzar?", me decía, entre otras cosas. "Sí, esperame, que voy", le dije. "Estoy más feo que ayer, tengo que decirte..", me dijo. "¿Por qué?", le pregunté, y me mandó un meme. El cartelito rezaba algo como: "cuando tienes una cita importante y amaneces más feo que de costumbre". Yo, me empecé a reír. "Me salió un orzuelo", me aclaró. "No te preocupes. Ahora te llevo una crema que uso cuando me salen, es alemana y es excelente", le prometí. Y así, por extraña que parezca, fue la genésis con Galeno. Desde ese momento, Buenos Aires, es sinónimo de dormir juntos. 

Mirándolo en perspectiva, cuando al día siguiente  me desperté y no sentía el deseo de modificar ni un solo detalle de esa noche, supe que mis planes habían sido aniquilados. Que habíamos sobrevivido. Y que ya no quería volver atrás. Nunca más.

"Cuando los odios andan sueltos, uno ama en defensa propia" 
(Mario Benedetti)