Esta semana empiezo, nuevamente, un cuatrimestre más en la Universidad. En su momento analicé mi inscripción a las materias teniendo en cuenta que algunas ya están empezando a dictarlas presencialmente (aunque a mí no me toca cursar, justito, porque ya las hice) y otras, en cambio, siguen dictándose en modalidad virtual.
Son las virtuales, justamente, en las cuales estoy apuntada porque por diferentes motivos no asistiré presencial. La novedad es que después de un año y medio de pandemia las instancias de exámenes - parciales o finales - vuelven a darse de manera presencial y eso hace la diferencia en la actitud con la que se encara una clase, sea virtual o no. Porque, aunque parezca mentira, para mí está bueno desde el punto de vista en que me aporta un poco más de rigor, me obliga a hacer resúmenes más sistemáticamente, y a organizarme de una forma más real sabiendo que "voy a ir a poner la cara el día del examen".
Si bien cursé y aprobé materias durante el 2020, nunca me adapté a estudiar de modo virtual. Me resultaba más cómodo por la movilidad o lo económico - si se quiere - pero jamás logré acostumbrarme ni ubicarme en esta dinámica del todo. Me faltaba el espacio, la gente, los profesores, las explicaciones con posibilidad real de intervención... no sé... tantas cosas que hacen a la verdadera experiencia en una universidad... Así que, siendo franca, quizá teniendo ciertas modificaciones y cierta experiencia en la modalidad virtual, resulte un mejor cuatrimestre que el anterior no sólo en lo académico, sino, también en lo interpersonal.
Al primer cuatri de 2021 lo había iniciado llena de entusiasmo y de expectativas. Sin ir más lejos, me pasé todo febrero y buena parte de marzo haciendo un intensivo de verano sobre contabilidad. ¡Hablame de estar motivada! Me conectaba todos los días, después de trabajar, hasta las 22.30 pm y aprendía cositas en diversas clases sobre cálculos, contabilidad, y esos temas.
Pero, lamentablemente, una vez que terminé ese intensivo de verano y empecé la primera semana de clases, todavía muy motivada, me enteré que perdía mi trabajo. La motivación huyó sin pensarlo ni dos minutos ante esa noticia porque fue una piña. Y sí, debo admitir que todo se fue complicando con el correr de los meses porque el estrés logró que rindiera mal parciales, no pudiera concentrarme para leer o tuviera bloqueos para interpretar textos, cosa que es muy extraña en mí porque estoy re acostumbrada a estudiar y siempre, por costumbre o placer, estoy leyendo algo, aunque sea chiquito, para ejercitar la mente.
No obstante eso, y pese a la decepción, terminé el primer cuatrimestre, eligiendo ser persona más que estudiante. Y acepté que, evidentemente, mi entusiasmo y mi atención se fueron a otras áreas de mi vida más urgentes que la facultad, pese a mi amor por el conocimiento.
Hoy en día, ya con un abril que me parece lejano, aunque siga el tema dando vueltas, una parte de mí ha hecho su proceso y puedo volver a mirar lo académico habiendo digerido aquélla noticia que me desorbitó hace meses atrás.
Creo que quizá ese punto va a poder hacer una diferencia positiva. Bah, no, estoy muy escéptica últimamente, así que digamos más bien: "deseo que este punto haga una diferencia positiva".