Che, que alguien le diga a Galeno que dejarme likes en redes sociales no cuenta como etapa del duelo, entre dos personas que se acaban de separar hace un mes y pico.
Mil gracias.
Che, que alguien le diga a Galeno que dejarme likes en redes sociales no cuenta como etapa del duelo, entre dos personas que se acaban de separar hace un mes y pico.
Mil gracias.
Así estoy, entre duelos y cambios. Por un lado, cambios elegidos. Por otro lado, duelos que afrontar por medio de estas decisiones tomadas. Y creería que la constante en ambos casos es, simplemente, darme tiempo. Lo he dicho mil veces: le estoy poniendo todo lo mejor para sentirme bien, y de hecho, funciona... aunque, al mismo tiempo, es adecuado para el tiempo presente que también me pueda sentir un poco mal.
El principal descubrimiento consiste en mecerme dentro de un equilibrio inestable donde no todo tiene por qué estar mal, pero además, tampoco tiene por qué estar bien (si, por otro lado, estamos tratando de no maquillar angustias). Donde hay días buenos, días malos, días que cambian, menciones, alusiones o recuerdos. Y donde hay días de ilusiones, de nuevos proyectos, de fe, esperanza y ganas de superarme a mi misma.
¿Qué hay de malo con sentirme triste frente a una separación de una persona que en su momento quiso estar conmigo tanto como yo quería estar consigo? Nada, me digo. ¿Si no me lo permito ahora, cuándo? ¿Dentro de siete años, cuando me enfrente a la idea de querer a alguien y me de pánico como ya me ha pasado? No. Ni en sueños. Prefiero pasar por el bajón que sea necesario con tal de no aletargarme de nuevo. Eso es lo que, hoy en día, soy incapaz de volver a negociar porque deseo con todo lo que soy que la próxima vez esto sea diferente.
En segunda instancia, tengo que admitir que he hecho cambios en otros aspectos de mi vida, los cuales todavía me reservo. Van al hueso con una identidad construida que yo tenía hace muchos años y que, ahora, en detrimento de otras cuestiones, empezó a mutar. Y mutó tanto que me encontré tomando decisiones impensadas. Y eso también, en cierto modo, es un duelo y otro cambio.
No sólo cambié mi estado sentimental cuando me separé de Galeno. Creo que antes cambió algo mucho más profundo en mi, y justamente eso fue lo que me llevó a dejar esa relación donde no me sentía lo suficientemente querida. Pero no se quedó en esto - una especie de master class sobre amor propio- sino que, a la vez, impactó en cosas pequeñas hasta llegar a cuestiones mucho más profundas.
Por lo pronto, pese a que sea viernes por la noche, me voy a descansar luego de dos días seguidos de concurrencia presencial a la oficina. Mañana me tengo que levantar temprano porque tengo cosas para hacer; también porque, a partir del lunes, retomo mi intensa actividad académica en la Universidad, así que quiero disfrutar de mi último finde de receso académico.
Les iré contando y leyendo en mis ratos libres.
La última vez que lo ví a Javier fue aquélla donde me contó que lo habían internado por COVID-19 y que estuvo muy grave, con principios de neumonía, debatiéndose entre necesitar o no asistencia respiratoria. En ese entonces, cuando me lo dijo estando en pleno supermercado, me quedé de una pieza. Primero, porque hacía mucho que no hablábamos y, segundo, porque no son cosas que se tomen a la ligera para contar en la fila de un super (mucho menos, él)
Pese a que Galeno y yo todavía estábamos juntos, la noticia me ubicó en un lugar diferente de grandes sentimientos encontrados. Más allá de todo, Javier siempre fue y será el primer hombre del que me enamoré, y, especialmente, fue con quien yo sentí por primera vez lo que significaba querer todo con alguien. Con el tiempo también entendí que fue una historia difícil, que no tenía que ser para nosotros, y por suerte, me puse al día con el corazón junto a Galeno durante el tiempo que compartimos.
Sin embargo, que me dijera que había estado internado, grave, asustado y débil, no me cayó para nada bien en su momento. Así que por un lado me daba mucha lástima lo que me contaba y, por otro, me parecía una notoria ironía. Es que Galeno, en el mismo tiempo donde Javier aparecía de casualidad y me tiraba la noticia por la cara, también estaba teniendo Coronavirus y yo, aunque fuera a la distancia, lo estaba acompañando. Sí. Le mandaba mensajes todos los días de su confinamiento después del positivo. A veces con palabras. A veces con poemas. A veces con una cartita por mail. A veces, con una foto que lo animara o le mostrara lo que estaba haciendo. A veces con un meme.
Y Javier sólo estaba habilitado, por cómo se dieron las cosas y porque nunca me quiso de ese modo manifiestamente, en contármelo de casualidad viéndome en el supermercado pituco del barrio donde ambos, todavía, vivimos.
A él lo encontré más gordo, con el pelo más largo, y un poco más viejo (aunque Galeno es más grande que él, otra ironía), como si realmente el trance malo se le notara en los ojos y en el semblante. También, lo noté asustado, tan vulnerable después de esa experiencia como jamás lo había conocido, y encontré al que era mi Negro hace siete años mientras me relataba todo, incluso, sus miedos. Ví después de muchos años al tipo normal, que hablaba en serio, que era humano, que tenía piel con el prójimo... y del que alguna vez también me enamoré. Pero esa vez, por suerte, no me enamoré. Sólo hablamos bien, le deseé lo mejor, lo deseé de corazón en silencio y nos despedimos. Del otro lado de mi vida, siete años después, yo ya había encontrado a mi Galeno y estábamos viviendo una historia donde me enseñaba a volver a creer en el empuje del corazón.
II
Pero, de ese día, también hubo otro costado...
Cuando caí en cuenta de que estaba ahí resultó inconfundible la forma en que Javier me miró. Le leí en sus ojos el deseo, el interés, las ganas de acercarse... o, dicho de otra manera, el magnetismo. Porque sí, yo también cuando lo ví, lo confieso, por un lado quise correr y por el otro, cuando noté que me había visto, quise acercarme sin remedio. ¿Para qué? Qué se yo, no sé. No tiene sentido. Fue muy propio de la sorpresa y del momento, del querer estar ahí, pese a todo. No obstante eso, el modo en que me recorrió de punta a punta, no sólo para cruzar miradas, sino, para actualizar mi imagen física al igual que yo actualizaría la suya instantes después, resultó pobre de disimulo.
Algo movilizada por eso, lo traté con mi terapeuta. Le explique que yo no podía entender cómo era capaz de mirarme de un modo tan masculino, de mirarme el cuerpo, de recorrerme con la vista palmo a palmo, como si jamás hubiera pasado nada. Y le comenté cómo me había sentido. Me preguntó si lo seguía queriendo, si tenía esa clase de sentimientos por él, y yo, le dije que no, lo cual era y es cierto. Pero también le expliqué que, aunque yo había construido una historia posterior con un Galeno que adoraba, Javier siempre iba a ser Javier, con su capacidad de haberme marcado en modos y formas infinitas.
Aquéllo fue lo que me perturbó aquél día: con Javier nos cruzamos y nos quedamos mirándonos cual novela centroamericana como dos idiotas. Y, frente a la situación, es como si volviera a ser esa jovencita de diecinueve años que le pedía que se la jugara por ella. Aunque después, cuando me distancio de ella, juego mis cartas del presente y entiendo que siempre me va a mirar así, que yo siempre lo voy a mirar a mi modo, y que eso jamás va a implicar que pase nada.
III
La última vez que nos vimos, me quería ir corriendo del supermercado, del partido, de la provincia y del país. ¿Por qué? Cosas que no entenderé nunca. Es como si hubiera una conexión universal, más allá del tiempo, del espacio, de las parejas de ambos... ¿Será que no se borra una conexión tan fuerte, que en cierta manera quedó trunca, porque uno de los dos no se animó y el otro se tuvo que meter su amor y sus ilusiones en las orejas?
Jamás le conté a Galeno lo sucedido, mucho menos, mi reacción. No quería que desconfiara de mí si, por otro lado, lo que más quería era reencontrarme consigo y seguir adelante con nuestra historia que sí. Pero que me pasó todo lo que me pasó, ahora sí lo admito.
Javier me saludó hace algunas semanas para mi cumpleaños. Hacía tres años que no lo saludaba y la última vez había sido en esa secuencia del super. Yo le contesté cordialmente, le agradecí la deferencia y todo quedó ahí.
Pero todo eso me recordó, asimismo, a las veces que le había dicho que las oportunidades sólo las teníamos hoy, que nos podíamos morir, que reaccionara, que no importaba lo que pensara la gente de nosotros, que no tuviera miedo del futuro, que se animara, que yo lo quería sinceramente... Y entonces, me hice la pregunta: ¿justo a mí me tenía que venir a contar que casi se va para el otro lado?
En su saludo de cumpleaños aludió, públicamente, a algo relacionado con la edad y eso me sorprendió y me dió igual al mismo tiempo. Es que me hizo un chiste tan irónico y familiar, que parecía haberme visto el día anterior. Pero además, un chiste que después de toda la historia en común, sólo a él le perdonaría.
Me quedé pensando en todo esto últimamente. Y al mismo tiempo en cuál será la historia que lo encuadre a Galeno en mi vida, a largo plazo.
Construyo meticulosamente un relato, la historia de un acontecimiento, como lo hacemos todos para transmitirla, y creo de corazón que, al fin y al cabo, las historias de amor no son historias de héroes y villanos. Son el resultado de lo que podemos hacer, lo que somos capaces de hacer, con lo que nos tocó adentro de la caja del Correo Argentino.
No puedo dormir. Hace varias noches que me pasa, y es culpa del calor agobiante de Buenos Aires en enero. Me quedo leyendo alguna novela rosa, sin complejidades argumentales, mientras llega el sueño. Por lo general, logro dormirme mientras paso página tras página. El efecto de la literatura llana tiene su objetivo y se hace notar.
Estos días han sido un poco más sensibles. Fue la primera vez en un mes y pocos días que he conectado con la experiencia Galeno desde un costado emocional. Pero aseguro que fue lo que necesitaba. Después de eso, me relajé y mi humor mejoro mucho aunque parezca mentira.
Observé una caja de un regalo que me hizo una vez que nos vimos. Adentro, yo fui guardado símbolos de nosotros. Un pasaje de avión suyo hasta Buenos Aires, que me dejó dentro de una bolsa. Aerolíneas Argentinas, dice, y me acuerdo de la felicidad que sentí cuando lo ví en la puerta del hotel esperándome y me le colgué del cuello para abrazarlo. Mi Galeno, me repito, pensando que más de una vez lo llamé así , en especial cuando salía de la guardia y le mandaba sorpresitas para aligerar su cansancio.
Veo otro pasaje. Es mío y es posterior al primero. Va hasta su provincia. También una servilleta de un bar donde almorzamos juntos, que me regaló, porque tiene la cara de Cortázar. Sí. Galeno me llevo ahí porque quería que lo conociéramos juntos y me regaló una servilleta que venía con su bebida porque la mía se había estropeado, entonces me la guardé y esa es la servilleta que ahora encuentro en una caja. Más abajo está el papel de regalo con el que envolvió mi obsequio de cumpleaños. Y la bolsita. Es la librería de su provincia que ama. Conocida allí. Conoce al señor también. Recuerdo cuando me contó que había ido la última vez, post pandemia.
Suspiro.
Veo una propaganda sobre los alfajores que fuimos a comprar en su provincia para traerle a mí familia.
Me quedo en silencio. Si. En silencio me quedo mirando cada una de esas cosas largo rato. Me digo que esa historia fue real, aunque la sienta lejana e imposible. Suspiro profundamente mientras se me caen las lágrimas.
Es la primera vez desde que me separé que estoy llorando. Se siente bien, la verdad. Alivia. Sana de alguna extraña manera.
Se que no estoy arrepentida por la decisión que tome. Solo me estoy permitiendo estar triste por haber tenido que llegar a tomar está decisión. Ese momento es mío, ajeno a señalamientos. Que felicidad me da en medio de la tristeza sentir algo tan fuerte que me sacuda de ese modo. Me doy cuenta que a mí manera adoraba a Galeno. Que fue todo lo que necesite y que me hubiese gustado volver a verlo. Suspiro. Me alivio con una respiración. Sé que tome el camino correcto pese a la tristeza de ese instante. No me pregunten cómo, pero lo sé. Más allá de que estoy llorando, se que hay más. Se que vendrán tiempos mejores.
Vuelvo a suspirar mientras guardo cada uno de esos recuerdos en la caja. Es suficiente. Considero que ya me siento mejor. Más purificada y más real.
Una pregunta sola, precisa, se me clava por dentro.
"¿Y ahora? ¿Qué hago con todo esto?"
- Quedate así, por favor - me pidió, con dulzura.
Lo miré de reojo y me sonreí. Estaba sentada de espaldas a él, sin nada que me cubra, más allá del pelo largo, todo tirado para un costado.
- ¿Qué pasa? - pregunté, moviendo apenas la cabeza para un costado.
- La vista... La vista que yo tengo en este momento es una locura - se rió.
- ¿Me estás sacando una foto mental de cómo duermo en tu cama?
- Sí, lo estoy disfrutando - admitió.
- ¿Quién lo iba a decir, no?
- Uf - se rió.
- Que nosotros dos empezamos hablando de libritos... - ironicé - y ahora estoy acá... así...
- Por suerte empezamos a hablar - me recordó.
- A Dios gracias, mi *** - le dije, a modo de burla.
Estiré una mano para cambiarme de posición, quedando frente a él, y le sonreí.
- Es lindo dormir con vos. Me siento cómoda. Sacame las fotos mentales que vos quieras - musité, más mimosa.
II
Agosto 2020.
- Creo que *** , me dijo, en referencia a su niña - tiene síntomas de Coronavirus.
- (...) ¿Y vos, como estás? Mas allá de ***, que fue tu contacto estrecho.
- Bien, por ahora, bien.
- Mejor, Galeno. Cuidate, en serio.
- Sí. Lo sé. No me quiero morir - dijo.
- No te vas a morir, no digas eso.
- Antes por lo menos me gustaría que nos volvamos a ver. Si es que queres verme, claro - dijo.
- Sí. Lo importante ahora es conservar la salud. Nosotros, si es por mi, nos volveremos a ver. ¿Y sabés qué? Nos vamos a tomar una cerveza y a brindar porque pasamos esto - lo alenté.
- ¿Te das cuenta? - me dijo - Un día te despertás y notás que estás durmiendo con una pendeja toda hermosa, que se despierta a la mañana con todo el pelito desordenado y al otro ...
Me reí.
- Bueno, es muy probable que si volvemos a dormir juntos el pelo se le desordene igual. No te va a pasar nada. Si de esto depende volver a dormir juntos, vas a estar bien. Va a ser así. Confiá.
III
Todo el resto de la historia es como ya sabemos.
Luego de estas conversaciones, no entenderé eso de "seguir hablando no quiero que suponga ninguna expectativa".
Menos mal que tomé la decisión difícil, pero también, la decisión correcta.
Saqué los pasajes más o menos para ésta misma época hace un año atrás. Un día llegué de trabajar y mi madre, quien me ayudaba a buscar vuelos en mis ratos libres de aquél trabajo tan arduo, me anunció que había encontrado un vuelo que quizá me podía servir. Me acerqué, evalué la situación y sonreí, porque de horario estaba bien aunque de precio eran muy caros. Fui a buscar sin pensarlo las tarjetas de crédito y, en dos segundos, respiré hondo y ejecuté la compra. Le mandé, acto seguido, un mensaje sorpresa a Galeno avisándole que ya tenía todo comprado para ir a su casa. Me respondió: "estoy muy contento", a lo que yo le dije que también lo estaba, tratando de dejar a un lado un miedo a lo desconocido que empezaba a crecer justo después de haberle dado la noticia.
Para llegar a Aeroparque a tiempo debí salir de casa a las cuatro de la madrugada. Me levanté, puntualmente a las tres de luego de haber trabajado, corrido al salón de belleza, terminado una monografía de la facultad - que tenía que rendir con un parcial a mi regreso - y aproximado las últimas cosas cerca del bolso de mano. Cerca de las cuatro junté todas mis cosas, llegó a buscarme el auto que había reservado, y saludé a mis padres con cariño.
Lo que siguió después fue, oficialmente, la aventura. Si bien había viajado años atrás sola en avión esta era la primera vez que me encaramaba de cero en una aventura que consistía emprender viaje sola hacia una provincia desconocida, donde me esperaba un hombre, a quien estaba conociendo, casi al mismo tiempo que el lugar donde habitaba. Por suerte, todo lo relativo al embarque y demás cuestiones se dió bien. Cuando me quise acordar supe que estaba arriba del avión hacia allá y, siendo honesta, me sorprendí de mi misma. Jamás hubiera creído, si me lo decían, que iba a recorrer kilómetros en un avión para compartir cosas simples con una persona que, pese a todos mis miedos y mis juegos de evasión, me había conquistado hasta las entrañas.
Galeno fue un gran anfitrión. Me recibió con amabilidad, y mientras estuve allí me fui dando cuenta que había reparado en un montón de pequeños detalles para que estuviese a gusto. Compró alimentos que consumo, cosas que le había comentado como al pasar que me gustaban, cocinó para mí, se ocupó de que conociera lo máximo posible de su provincia y hasta me llevó a sitios turísticos para que no me quedara con ganas de nada. Esos días fueron hermosos, no sólo por lo vincular, sino por conocer todo lo que lo rodeaba y porque no tuviera vergüenza alguna a estar conmigo en público, siendo que tenía cincuenta años y yo veinticinco por entonces.
Todo el resto de la historia es lo que sabemos. De hecho, hoy hace ya un mes exactamente que me separé de Galeno. Y... quizá por estas experiencias que parecen simples pero tienen miles de matices para quien las vive, me encuentro en otra situación. Lidiando con la parte negativa de habernos separado con las herramientas que me dan estos veintiséis años recién cumplidos. Y, al mismo tiempo, tratando de capitalizar todo lo demás, que es positivo, porque también me hizo darme cuenta lo mucho que crecí y lo importante que es buscar nuestra propia identidad, nuestra propia verdad.
Si miro para adelante, ya lo he dicho, desconozco qué me depare el futuro, pero es la primera vez en mi vida que entiendo a fondo el significado de nuevo comienzo aunque ahora no lo pueda poner en palabras del todo. Considero al presente como una propuesta a ser vivida y basta, así que lo vivo. Y creo que el amor es como un paquete del Correo Argentino: ni idea cuando lo vas a recibir, pero un día te tocan el timbre, gritan "cooorreooo" y ahí lo tenés, sin haberlo esperado, en el día menos pensado.
Así que, al menos desde mi experiencia, podría decir que todo lo que puedo hacer ahora para estar bien y al corriente de mi proceso, lo haré. El resto, es la vida, con sus fuerzas, que nos lleva y nos pone donde tenemos que estar en realidad, aunque jamás lo hayamos imaginado.
Quedó a la vista, al menos en mi propia vida, que realmente es así. Aunque jamás lo hayamos imaginado.
Hago un gran esfuerzo actualmente por sentirme bien. Siento que me lo debo, no por llevarle la contra a nadie, sino por apoyarme en un momento donde no tengo que estar en contra mio. Ese es mi objetivo: acompañarme, apoyarme, contener, sostenerme y salir adelante. ¿Cuál otro, sino, es tan necesario en este momento? ¿Quién me va a levantar, si no lo hago yo? Me parece coherente edificar, ocuparme por dentro de lo que necesite, atenderme, hacer cambios que me ayuden a vivir mejor.
En paralelo, quizá al nivel mas propio del corazón, hago un trabajo de conciencia para no demonizar a Galeno porque, si tengo que ser totalmente sincera, a mí lo que me interesa hoy en día es sentirme bien y no perder más tiempo consigo o, mejor dicho, no destinarle más energía a una persona que no tuvo la voluntad de seguir a mi lado. Podría quedarme pensando en la actitud de miércoles del final, o qué se yo, pero lo cierto es que sé (por otras experiencias) que no sirve de nada. Que nada va a modificarse porque yo piense, me enoje, crea que fue bueno o fue malo; porque la única verdad es la realidad. Y Galeno ya no quiso estar, eligió no estar, en ella.
¿Puedo entristecerme por ello? Sí, claro, soy un ser humano y quise a Galeno y una parte mía le va a tener algo de afecto - por lo menos por ahora - porque vivimos momentos lindos, y aprendimos cosas del otro, y compartimos nuestros caminos. Ambos llegamos a esa conclusión cuando nos despedimos y nos deseamos felicidad. No obstante eso, la otra parte, considera que se vale estar triste pero no sufrir, porque tampoco es que se merece taaanto. Todo bien, sí, pero sufrir ya he sufrido y no tiene nada que ver con estar triste transitoriamente. De hecho, porque son dos cosas tan diferentes de vivir, ante esta historia considero que sufrir es opcional; algo que puedo realmente manejar, más allá de que me pueda sentir triste. Ambos caminos son válidos pero, uno de ellos, es el que me va a hacer sentir mejor y es el que con mucha voluntad y valor he elegido tomar. Ése mismo, sí, porque con el sufrimiento per sé no hago nada.
Al mismo tiempo, conforme pasa el tiempo, me pregunto cómo hice para tomar la decisión que tomé y no encuentro respuestas. Sólo sé que tuve valor y me dí el lugar que merecí siempre, que merezco y que creo merecer, y eso significó mucho. Realmente, significó mucho a nivel crecimiento personal.
No, yo no me quedé sentada esperando a que la otra persona me dejara. No le dejé de hablar resolviéndola a lo nena pavota de quince años. No me puse a hablar con otras personas sin resolver esa situación... Yo el día que dejé de sentirme querida y valorada, le planteé hablar como dos adultos y me fui de la vida de esa persona. ¿Qué otra cosa se hace, no? Yo creo que esa es la forma más adulta, lógica, de resolver las cosas. Sí, por eso, me fui de su vida y le retiré el lugar que él tenía en mi vida, como para no seguir ahí, al divino botón. Y esta fue una de las decisiones más difíciles pero más sanamente egoístas que me tocó tomar.
No sé lo que me depara el futuro, no tengo la más pálida idea; pero creo que no por eso tengo que desperdiciar todo mi presente sufriendo por alguien que no fue capaz de valorarme, ni tampoco, creo que merecía que siguiera ahí al corriente de sus cambios de parecer. Porque puedo disfrutar, antes que cualquier otra cosa, la propuesta que traiga el presente con todo y sus dudas. Al caso, es mejor que andar rompiéndome la cabeza y el corazón como ya he hecho con un tipo (Javier) que después de seis años me saluda para mi cumpleaños aludiendo a la diferencia de edad, etc, aunque ya no hablemos y aunque yo no lo salude hace dos años para los suyos. ¿Y por qué? Porque entendí que no sirve de nada, que al final te hacés un drama enorme y lo stalkeas llorando en noches donde te ponés melancólica... ¿Y para qué todo ese sufrimiento? Si después terminás con una amnesia repentina que, maravillosamente, lo hace ser alguien lejano e indoloro, que te vuelve a hacer un chiste y te volvés a reír...
Sí, la verdad es que cuando tuve que tomar esa decisión de alejarme de Galeno tuve miedo. Miedo a que nadie fuera conmigo como el, a que nadie me entendiera así, me leyera así, me hiciera disfrutar dentro y fuera de un dormitorio... Pero, con miedo y todo, acá estoy, me he ido igual, porque el disfrute era solo un buen recuerdo. Y porque mi idea de pareja, oh casualidad, ha vuelto a modificarse.
La conclusión a la que llegué con todo esto, al menos hasta ahora, es que no por tener miedo voy a quedarme en lugares donde ya no soy feliz. ¿No es eso batallarlo? Bueno, al menos, es mi forma de intentar vencerlo, de plantar pelea. Qué loco como, a veces, la pérdida es ganancia.
Hace unos días cumplí veintiséis años. Cómo pasaron, Dios mío.
En relación a esta ocasión hice una reunión mínima en casa una vez que termine de trabajar. Mis padres , mi hermana , su marido y mi sobrino. Al aire libre, sin falta.
Me saludó un montonazo de gente. Por todos lados. WhatsApp, Facebook, Instagram. Llamadas. Realmente, se pasaron.
Amigos. Familia. Compañeros de la universidad. Compañeros de trabajo. Amigos de por ahí. Amigos de mi papá y de mi mamá. Amigos de los hermanas. Compañeros de mi grupo social literario.
Cuando me levanté a la mañana temprano, abrí WhatsApp para dar el presentismo. Encontré mensajes de mi mejor amiga, mi hermana y de Galeno. Lo curioso en el caso de Galeno es que me escribió un mensaje a las siete de la mañana y lo borró. Y después me escribió otro, una hora más tarde, que efectivamente me llegó.
Hasta ahí, ya estaba lo suficientemente sorprendida.
Hasta que, un rato después, me escribió Javier para saludarme, pese a que yo no lo saludé en ninguno de sus últimos dos cumpleaños.
¿Lo más cómico de estos dos casos? Que Galeno me escriba y borre, y vuelva a escribir, hasta puede pasar. Nos separamos hace muy poco. Yo no sé que hubiese hecho en su lugar. Pero que me escriba el tipo que más amé y que me hizo pomada, seis años después, como si me hubiera visto ayer... No, esa si que no me la esperaba.
Si los veintiséis traen sorpresas, que sean un soltero tal y como merezco, chicos... Todo lo demás es un montón, realmente, un montón jaja.
Hablaba con mi mejor amiga sobre las rupturas. Ella está en proceso de tiempo / separación con su chico y , básicamente, sale el tema. En determinado momento me dijo: "yo sé que esa charla tenía que terminar en un cortamos, pero no tuve el valor de hacerlo. Sinceramente".
Apoyé a mí amiga. " Es una decisión muy difícil de tomar. Tenelo presente. ¿Sabes que significa está decisión? Esculpir. Me vas a entender mejor que nadie vos... ¿Viste cuando un escultor esculpe?
- Si si - admitió, conocedora del tema.
- Bueno. Todo lo que deja y todo lo que saca tiene un sentido. Estamos como tallando nuestra vida y hay que tener mucho valor y mucho coraje para sacar o dejar en función a lo que es bueno para nosotros. Duele a veces , pero es lo mejor. Separarse no es fácil. Si me preguntas a mí me fue difícil tomar la decisión. Pero esa imagen de quién deja o saca de su vida con un sentido, te ubica en un lugar diferente. No es un frascaso terminar una relación que te pone en un lugar doloroso o incómodo. Es saber la parte que tenemos que sacar para finalmente dar con una nueva figura. Y también es saber lo que dejamos que esté. Por eso es tan difícil tomar esa decisión. Suponiendo que sepamos lo que queremos, siempre está el miedo a arrepentirse. Por eso, no te apures. Anda de a poco. Todo a cuentas es un proceso, amiga - dije.
¿Por qué lo transcribo acá?
Y... Porque se lo dije a ella y me lo dije a mi misma. No en vano nos están pasando casi las mismas cosas y casi en los mismos momentos...
Lo que más deseaba durante la pandemia, además de ver a mi familia y amigos, era estar con Galeno. No. No me da vergüenza decirlo. Quería estar consigo , poder verlo, abrazarlo, colgarme de su cuello y decile "hola mi ****", usando el gentilicio de su provincia. De verdad lo deseaba. No es solo un decir.
Me imaginé mil veces como sería verlo. Abrazarlo. Apretujarlo. Me imaginé también cómo sería volver a sentir su perfume, su tacto, o el peso de su cuerpo sobre el mío cuando venía a despertarme a la mañana temprano y me cubría con besos y mimos.
Si, para qué mentir o caretearla. Me imaginé durante muchos meses todo eso. Y era lógico que lo hiciera. Del otro lado tenía a una persona que me hablaba y me respondía mensajes todos los días. Que me decía "cuando nos veamos", que me decía que tenía ganas de abrazarme, de acostarse conmigo, de ir a comer algo juntos y de conocer lugares nuevos. ¿Cómo no imaginarse , como no permitirselo?
No me justifico. No me arrepiento. Creo que sí algo puedo hacer de bueno por mi en este momento es no juzgarme. Porque, en realidad, no es ningún pecado haber soñado, imagino o deseado a alguien con quién las fantasías previas se habían cumplido. ¿Cuál puede ser, a fin de cuentas, el pecado en permitirme ser humana, sentirme vulnerable, querer a alguien y hasta darme el lugar para imaginar un reencuentro amoroso?
El encuentro no se dió. Ya se. También se que no se dará, sí, lo sé, por mucho que lo imagine. No me olvido de los motivos por los cuales tomé una decisión así. Solo lo escribo para dejar constancia de que soñé, imaginé, anhelé y quise a alguien. Si. Después de muchos años, finalmente, volví a querer a alguien y crucé "el puente Galeno" para estar donde estoy ahora.
Es un lugar muy especial en el que me encuentro. Por fuera puede parecer que no pasa nada pero, por dentro, todo se mueve y se reacomoda cada día. De esto puede salir, entonces, algo muy lindo y también algo muy feo. Pero eso sí: de mi depende.
Escribo porque es mi manera de hacer este duelo. Escribo porque es hacerme cargo de lo que me pasa. Escribo porque es dejar pistas para lo que viene. Escribo para demostrarme a mí misma que esto también pasará. Y escribo principalmente para no tener miedo de sentir lo que siento, para no esquivar ningún bulto que quizá pueda aparecer y, escribo, sí, siempre escribo, por una simple razón: quiero una mejor versión de mi misma en el futuro, dónde haya hecho lo que me pinto para estar bien y la felicidad y el bienestar sean los resultados de este proceso.
Acá estoy si, empezando de cero una etapa diferente (quizá como dijeron en los comentarios habiendo crecido emocionalmente). Acá estoy, sí. Poniendo muchos muchos ovarios. En proceso.
Estar en lugares donde nos quieren. Estar en lugares donde nos eligen. Estar en lugares donde nos valoran, respetan y aprecian.
Creo que por estas palabras que me dije tantas veces llegué a tomar la decisión que tomé con respecto a Galeno. De hecho, por primera vez en mi vida, creo firmemente que es lo justo no quedarme en un lugar donde no me quieren de la misma forma, más allá de que sepa que "cariño hubo". ¿Para que ser hipócrita y negar lo que quiero hoy en día? Al contrario. He decidido decirlo en voz alta, con las palabras que correspondan, más allá de lo que pase. Es una buena forma de respetarme el hecho de corresponder y de asimilar mis propios deseos.
Creo que está a la vista que ya no quiero perder el tiempo con personas que no me correspondan. Que no estén dispuestas a poner lo que hay que poner para vivir una historia conmigo. Que no me miren de la misma forma o que me quieran para cuando ellos quieren. No me interesan las relaciones relajadas, que son relajadas solo cuando le conviene al otro, pero se vuelven tensas cuando se te aparecen veinte chongos en el horizonte y te das cuenta que el que pretendía la relación relajada solo quiere que tengas sexo consigo, que lo elijas a el, que lo hagas como lo haces consigo y una lista de largos condicionamientos que no son propios de un deslinde emocional como el que aparentemente proponen.
Me cansé, sí. Mi tiempo vale y, a mi edad, aún más, dado que es un momento de la vida donde uno tiene energía, tiene tiempo, quizá puede elegir un poco más qué quiere hacer, etc. Mi forma de querer también vale que me sienta a gusto con otra persona que, realmente, quiera estar conmigo. Y lo que yo soy capaz de dar, hoy lo entiendo, no lo merece cualquier persona. Lo merece solo la persona que, antes, pueda estar a la altura de las circunstancias y que, además de pretender que esté cuando quiere, me valore por lo que realmente soy.
Antes de mi relación con Galeno, me doy cuenta que pensaba mucho, a la hora de elegir, que había hombres que no me iban a dar pelota jamás. Que nunca iban a elegir a una mina como yo para estar. ¿Motivos? Porque quizá para ellos no era lo suficiente linda, ni inteligente o porque, simplemente, no era igual a las chicas de mi generación que aparecían mostrando el culo el Instagram para levantarse a alguien. Entonces, cargando esos prejuicios, consideraba que otros tipos, en cambio, eran más compatibles conmigo. Que había otros que me iban a elegir , aún fuera "rara"... Peeeeero - gravísimo error - siempre me olvidaba que quien tenía que evaluar al otro era yo, teniendo en cuenta mi vida y la propuesta de quien quisiera habitarla.
Qué gran estupidez haber vivido tanto tiempo alejando a personas porque creía que les iba a parecer rara, si por otro lado, estoy orgullosa de quién soy, si cómo caigo o lo que piensen de quien soy a fin de cuentas es un problema del otro... Sí, sé que suena tonto pero recién lo entiendo ahora, con este baldazo después de una separación. Porque lo cierto es que si algo he visto muy claramente, en el último tiempo de mi relación, es que Galeno no me valoró. ¿Y por qué motivo o razón tendría que estar al lado de una persona que no me valora, que no se siente afortunado de tener al lado a una chica como yo (que, modestia aparte, no me considero una persona que vaya a cagar a nadie, que se deshonesta, que sea infiel, etc)? Por eso me fui. Caí en la cuenta de lo que soy, de mi paciencia, de todo lo que había bancado y me pregunté ¿qué carajos estoy haciendo acá, al lado de este tipo, que no es capaz de cuidarme, de valorarme, de sentirse contento porque esté en su vida (cuando yo, a la inversa, lo valoraba y más)?
Sí, ahora todo se ve más claro: yo andaba poniendo el foco en la persona incorrecta. Porque, antes de pensar en quien me iba a elegir, me "olvidaba" a quien estaba eligiendo yo.
Hoy en día, siendo totalmente sincera, ya no importa lo que piensen los demás a la hora de elegirme, si tienen sus prejuicios, si les parezco rara, normal, buena o mala. Si muestro o no muestro el culo en Instagram o si subo las típicas historias, por ejemplo, cosas que hacen toooodas las personas de mi generación. Al caso, me importa un bledo (por no decir otra cosa).
Que me elija el que quiera y, de mi parte, haré exactamente lo mismo a la hora de evaluar a las personas que formen parte de mi vida. Ni más ni menos. Especialmente, ni menos.
Qué coraje que hay que tener para empezar de nuevo, me digo. Qué coraje y, además, qué certeza sobre lo que ya no se quiere más.
Hoy, hace dos semanas que nos separamos con Galeno. Quiero dejar registro de esto porque, cuando pase mucho más tiempo, me gustaría tener un lugar donde poder encontrar qué tal me sentía en esta instancia. ¿Cómo me siento? La verdad es que bien. Me estoy conectando conmigo misma y pensando mejor qué siento, o qué me pasa, ante el cuadro de situación frente al que me encuentro.
Como mencioné en la entrada anterior ni siquiera este duelo resulta como yo pensaba, por lo que me mantengo cautelosa y abierta a la propuesta que traiga. Porque, eso sí, ahora estoy segura que cada cosa que sucede en la vida trae encubierta - lo queramos o no - una propuesta. Y la imagen que yo misma me había hecho de esta separación era la de estar muy bajón, a decir verdad, y sin embargo, me encuentro entera.
¿Hay una especie de deber ser en los duelos? ¿Todos tenemos que llorar comiendo helado cuando terminamos una relación? Quizá eso te venden en las películas, pero la vida real es otra cosa, por eso, yo diría que no. Que lo podés lamentar, sí, pero que no necesariamente tenés que estar partido al medio por causa de la tristeza. Las veces donde pasé por situaciones de alejamiento de este tipo de vínculos afectivos, no fueron comparables con ésta. Me dolieron, todo fue más difícil, y una parte de separarme de Galeno que me daba temor era pensar qué me iba a pasar a mi con su ausencia.
Sin embargo, todo es diferente a lo que me imaginé. Sí, en efecto, me separé de Galeno. Sí, es una persona que ya no está en mi vida. Pero creo que hay un mejor precedente respecto de lo anterior: aquí hablé con la persona, me despedí, nos deseamos felicidad, y creo que cada uno dió su punto de vista de lo que quería hoy en día; y esos puntos de vista no fueron compatibles con lo que yo espero y quiero de una relación, independientemente de cuándo se dé y de con quién se dé.
¿Por qué debería estar llorando mientras como helado? Yo creo que ese escenario no me va, que nadie que se separe tiene que estar así obligatoriamente. ¿Entonces podría estar cansada como para embarcarme ya en una nueva conquista? En este caso, noto que no tengo mucha paciencia para atender nuevos horizontes por el momento, que si bien no estoy llorando como una descosida, sí necesito tiempo. Y eso me parece lógico, es decir, considero que todos habremos pasado por esa situación de dejar de salir con alguien y necesitar un poco de tiempo. ¿Para qué? Quizá para acomodarnos, acomodar nuestras ideas, encontrarnos con nosotros mismos... Precisamente esta hipótesis es la que mejor se ajusta hoy en día al modo en que me siento.
Considero que esto ocurre porque vengo de una ruptura reciente, y necesito estar un tiempo sola antes de invertir tiempo en otras personas, y me estoy habilitando a tenerlo. ¿Qué apuro tengo, a fin de cuentas? Me parece muy importante, en éste momento presente, permitirme sentir lo que estoy sintiendo. Permitirme experimentar esto, reconocerlo palmo a palmo, y mientras tanto, seguir viviendo.
No sé cómo se empieza de cero, a decir verdad. Creo que no existe un libro sobre cómo hacerlo.
Pero bueno, quizá algo más pueda escribir acerca de esto a medida que lo vaya transitando.
Lo cierto es que empiezo el año así. Qué paradoja. Empezando de cero en más de un aspecto.
Creo que el mejor regalo que me puedo hacer para empezar el año es permitirme sentirme bien cuando esté bien y mal cuando esté mal; todo sin caretearla.
Si bien estoy haciendo un gran esfuerzo para estar bien, porque lo siento así, no quita que en el contexto donde estoy pueda tener también días donde estoy un poco más bajón y donde piense en Galeno y vaya cayendo en la cuenta de que no lo voy a ver nunca más, de que tuve que elegir ésto, de que esto es lo que tocó frente a las posibilidades que tenía, de que me prioricé con mucho valor, pero que también, me alejé con ello de una persona que para mí fue un gran puente en mi vida, fue una especie de persona que vino, específicamente, a enseñarme cosas.
No me arrepiento de nada, absolutamente, dentro de esa historia; ni siquiera, del final que le dí. Sin embargo, a ese final, también tengo que procesarlo, de la misma manera en que procesé el inicio, su duración y sus consecuencias.
Galeno fue un gran maestro en mi vida, eso es innegable. Hice cosas hermosas por él y él hizo cosas hermosas por mí. Nuestra relación supuso un puente entre lo que no había resuelto, entre miles de miedos, y lo que ahora tengo que resolver con muchas cosas a favor, pero otras, en contra. A medida que va pasando el tiempo, y que converso del asunto, cuando me escucho, voy descubriendo lo mucho que cambié. Y este cambiar no me representa algo malo, pero me sorprende un poco todavía y eso también lo tengo que asimilar, porque es distinto a todo lo que me imaginé de este duelo. Ni siquiera eso es, a fin de cuentas, como yo lo esperaba.
Hoy en día, en mis días buenos y en mis días malos, sé que él ha sido la persona perfecta en el momento perfecto, porque lo he vivido y sentido a medida que se desarrolló esta historia. Pero también sé que ese momento se terminó. Por eso, justamente, me separé de él. Porque ya no era el momento para nosotros, aunque suene muy abstracto, considero que se entenderá a qué me refiero. Porque el propósito de nuestra relación se había perdido, agotado, o más bien, cumplido.
Esto no quiere decir que yo busque desesperada a otra persona. Justamente, si algo me dejó esta historia, fue la certidumbre absoluta de que todo llega en el momento donde tiene que llegar, para acercarnos lo que necesitamos saber y resolver, que no hay apuro, que no hace falta correr, que alcanza con seguir viviendo y manteniéndose en pie. Que todo lo demás llega solo y cuando tiene que llegar. Y que nosotros, aunque a veces nos sentimos mal, en los días malos, justamente, a fin de cuentas no estamos llegando tarde a ningún lado. Nunca.
Por eso, el mejor regalo que me puedo hacer, es éste. Permitirme sentirme como realmente esté. Permitirme vivir esto, con lecciones y todo. Aprender de esta propuesta que es el presente. Y estar en paz con lo que sucedió.
Ni más ni menos.
Levanté la vista al cielo, para admirarlo, mientras juntaba el mate y el termo luego de una estancia muy extensa en el jardín de casa. Me cortaron la luz diecinueve horas, así que estuve durante mucho tiempo más aprovechando el aire que corría, intentando aplacar el calor, escuchando música. Fue entonces que la ví: una estrella fugaz, que pasó por delante de mi cara en el mismo instante que estaba sonriendo por la belleza del cielo en el verano, cosa que me gusta desde que tengo uso de razón. Sí, una estrellita fugaz para arrancar el año nuevo. "Pedí un deseo", me dijo mi mamá, cuando exclamé sorprendida por ese regalo pequeño de la naturaleza. Le hice caso y lo pedí. Ojalá se me cumpla.
Mientras tanto, al 2021, lo recibí agradecida disfrutando a mi sobrino y familia.
Mis mejores deseos para todos los que están del otro lado, leyendo, en silencio o de modo manifiesto. Que tengan un año hermoso, de todo corazón.