lunes, 28 de diciembre de 2015

Inside out: Mis cinco películas a través de las emociones

Para terminar el año, un lector tan fiel como el señor Demi, me ha pasado la siguiente consigna cinéfila.  ¡¡¡A pesar de que creo quedarme corta, voy a hacer memoria!!! La consigna consiste en elegir una película según la emoción que se nos de. 




Empecemos...  



Amélie (película francesa, 2001) 

Hace mucho que no veo esta película, pero puedo afirmar que en su momento supo generarme alegría. ¡Es de lo más simpática!

Les dejo una cita genial: 
"El 31 de agosto a las cuatro de la mañana, Àmelie es sorprendida por una idea deslumbrante. Se propone encontrar al propietario de la caja de recuerdos, dondequiera que esté, y restituirle su tesoro. Decide que, si él se conmueve, dedicará su vida a ayudar a los demás. Si no... pues nada"

La tregua (película argentina, 1974) 

No hay demasiado que decir para mí respecto a ésta película, si tenemos en cuenta que es una de mis preferida. Es triste, sí, sólo por el final que respeta el desarrollo de la novela aunque en general me parece una película muy dulce.  Quizá la única crítica que tengo es que deberían hacer una versión que integre todo lo bueno que tienen en si mismas la estrenada en el `74 (nacional) y la versión (mexicana) estrenada en 2003.  Ninguna todavía ha logrado ser la mejor versión a mi gusto. Quizá el futuro me reserve una sorpresa. 
Les dejo una cita del libro que escribió Mario Benedetti, para que quien no lo leyó se arrime a él: 

“Ayer de tarde estábamos sentados junto a la mesa. No hacíamos nada, ni siquiera hablábamos. Yo tenía apoyada mi mano sobre un cenicero sin ceniza. Estábamos tristes: eso era lo que estábamos, tristes. Pero era una tristeza dulce, casi una paz. Ella me estaba mirando y de pronto movió los labios para decir dos palabras. Dijo: Te quiero. Entonces me di cuenta de que era la primera vez que me lo decía, más aún, que era la primera vez que lo decía a alguien. Isabel me lo hubiera repetido veinte veces por noche. Para Isabel, repetirlo era como otro beso, era un simple resorte del juego amoroso. Avellaneda, en cambio, lo había dicho una vez, la necesaria. Quizá ya no precise decirlo más, porque no es juego: es una esencia.” 



La piel que habito (película española, 2011) 
Al respecto, no digamos que fue asco en el sentido estricto lo que me dió esta película hasta que llegué al final. Como siempre, Almodóvar, erizándome los pelos de la nuca. 






El clan (película argentina/española, 2015)

No es una película de terror, pero los hechos que refleja son para el espanto. El argumento genera ira, bronca, indignación. Los personajes están logrados y la banda sonora, aunque contrasta con las escenas en donde aparece, es perfecta. A mi parecer, descoloca al espectador presentándose como la antesala a los sucesos macabros de la peli. 





Les debo lo de los diez blogs. Pero invito a quienes leen y les gusta la idea a hacerlo. ¡Me encantaría saber cuáles son sus películas elegidas; necesito sugerencias! 



jueves, 24 de diciembre de 2015

Cambiar la historia

Hace un año atrás en mi balance anterior, sacaba por delante de todos los conflictos, el coraje y la capacidad de aceptación que en ese momento se mostraba como la llave de salida a un encierro de años. Esta toda una novedad lo que empezaba a pasarme y pedía con todas mis fuerzas que éste fuera un tiempo mejor; una etapa nueva, un respiro. El 2014 se dió de una manera desventajosa y terminaba, y empezaba a la vez este año, bastante herida... pero distinta. 

Muchas personas me lo dijeron: cambié. Y mientras que muchas veces a uno le recalcan que cambió para mal, a mí me señalaron cuando lo hice para bien. Quizá en otro momento no me lo hubiera creído, pero yo misma tuve la posibilidad de darme cuenta de que, si mucha gente me lo decía, era por algo. Sí, efectivamente, cambié. Y no sólo me puse más linda según dicen, o maduré y estoy hecha todavía más mujer,; sino que cambié de una forma muchísimo más profunda de lo que podía esperar y muchísimo mejor de lo que alguna vez me arriesgué a soñar. Todas evidencias que no se desprenden de subjetividades como pueden ser el motivo de un elogio, sino de certezas hondas, propias, precisas.  Cambié, y de la forma en que lo necesité desde siempre.  

Este año que se va, me deja un sabor dulce; la certeza de ser una persona más feliz, la importancia de creer en mi misma, pase lo que pase. Me deja conocidos nuevos, una facultad nueva, la vocación intacta, la aceptación, la fuerza. Me deja a mis amigos, mi familia, mis perros, mi abuela, mis valores...  Me deja herramientas ante las cuales pararme y plantar batalla. Me deja notas, literatura, entrevistas a gente que no pensé poder conocer, caminos y puentes. 

Cuando repaso cada acontecimiento de este año, pienso y agradezco a la vez, todas las piñas que me tocó comerme el anterior. Sin ellas, no hubiera llegado a tal punto de ruptura como para tener que hacerme otra vez. Siento que crecí, que maduré y que afronté con todo lo que me fue posible, y con todos los errores que implica el estar creciendo, pero que el balance al final es bueno. Siento que tengo cosas por mejorar, miedos por saltar y nuevos puentes por construir... Pero a la vez tengo algo que nunca antes había tenido, con tanta fuerza, en veinte años: esperanza. 

Pasé de tenerle miedo, a tener confianza en el futuro. Pasé a pensar que las cosas pueden salir bien, pasé a apostar por mis sueños, pasé a tolerar el fracaso, a negociar con la angustia, a mirar la vida del lado bueno; aunque a veces no sea todo color rosa. ¿Si tuve dificultades? Sí, las he tenido. Hay días que han sido de esos que quisiera borrar del calendario, donde me faltaron energías, donde quise salir corriendo sin comprometerme con nada. Hasta hace poco no me faltaron muestras de que los fantasmas más temidos vuelven, y a veces, lo hacen para que le perdamos el miedo precisamente a su regreso. 

Pero hubo algo tan importante como la aceptación de mi misma, que me hizo poder sonreír ante esas cosas, que me facilitó la fuerza para confiar y esperar cuando hubo que hacerlo, que me ayudó a convencerme de que iba a pasar, de que nunca más volvería a ser lo doloroso que era antes, que toda la historia se había terminado, que esta etapa era la parte dulce de mi vida. La aceptación fue la que me ayudó a juzgarme menos, ofrecerme más ayuda, querer mejor a todos los que me rodean y hasta intentar comprender a esos que he querido tanto, que todavía quiero, y no me correspondieron o que sí, lo hicieron, pero a su forma, con su intensidad. 

Hace tres meses atrás, cuando mi terapeuta me daba el alta después de más de dos años de trabajo conjunto, lo hacía con lágrimas en los ojos, orgullosa del laburo que había hecho, de la fuerza que le había puesto y de cómo había cambiado mi manera de ver las cosas. Nos abrazábamos y yo le agradecía el haberme guiado, acompañado y escuchado no ya como profesional, sino como persona. Le agradecía por haberme enseñado que había puertas abiertas para mí, a través de las cuales me tenía que colar.  Como se lo dije a ella en su momento, también lo pienso hoy, emocionada y sonriente: siempre creí que esa clase de felicidad que se desprende de la aceptación para mí no existía, que nunca iba a poder vivir así; ahora me doy cuenta de que sí y vivir lo que para mí siempre había estado negado, es algo maravilloso.  

Lo cierto era que jamás hubiera creído que existía la chance de cambiar la historia, porque para mí tenía el peso de una tonelada indeleble sobre mi espalda. La vida, Dios, el destino, el apoyo de mi familia y muchas otras bendiciones me han dado a entender por todos los medios de que se puede.  Cuando llega la oportunidad, hay que tener el coraje para hacerlo posible, para creernos dignos por encima de todo lo que hayamos pasado, de esa felicidad que queremos experimentar.  

La historia cambió, finalmente y a pesar de que todavía hay muchas cosas por mejorar, no pierdo la esperanza de que los siguientes sean años de progreso, aprendizaje, felicidad, nuevas competencias y más aceptación. 

La felicidad para mí es, después de veinte años, poder mirarme al espejo y sentir paz de lo que veo, estar agradecida de quien soy, estar convencida de que se puede, de que pude y de que " lo dado" no es más que una gracia permanente en mi vida. La felicidad para mí es poder ver, cada una de las cosas que me rodean de la manera en que aprendí a verlas y sentir que si se me ha dado, en mi situación, la posibilidad de estar viva tengo que disfrutarlo, ser feliz, hacer feliz a quien tenga al lado, darle revancha al dolor, a los miedos, a los recuerdos... Sobreponerme. Sonreír. 

 La felicidad es poder caminar con seguridad, sin miedo, y poder mantener la templanza suficiente cuando el miedo aparece, porque está, claro que está, pero se ubica justo al lado de las herramientas para entenderlo y darle pelea.  La felicidad es estar segura de lo que me gusta, de lo que no quiero, de lo que no permitiría nunca más. La felicidad, esca que implica el poder disfrutar de mostrar mis pies si me pongo sandalias, no dejar que me hiera lo que puedan pensar de mi, ser fiel a mi instinto, decir lo que pienso, y dejarme llevar un poco más. La felicidad para mí es haber podido afianzar la gran mayoría de mis relaciones personales y haber podido aprender tanto pero tanto de mi misma, de los errores y de las dudas.  La felicidad para mí es poner límites a las amargadas de turno que te critican lo que hacés o lo que te ponés, cuando lo que importa es cómo te sentís y cómo son tus intenciones.  La felicidad es saber tolerar todo lo que pensé, alguna vez en mi vida, me desarmaría en dos segundos. La felicidad es poder mirarlo a los ojos a él y sentir que, pese a todo, sigo siendo fiel a mis valores y pude quedarme con todo lo bueno que pasamos juntos, porque me enseñó cosas que no me alcanzan las palabras para explicar. Y gracias a eso también mi alegría es poder desearle todo lo bueno, es saber que las heridas se seguirán curando muy despacio, pero terminarán siendo circunstancias selladas al vacío. Es confiar en el tiempo, es también el intento sincero de comprender incluso lo que no nos entra en la cabeza, es perdonar. Es poder perdonarlo, es ver cómo no elegir odiar sino ir más allá de eso que bien podría haber sido fuente de resentimientos; vale la pena. Es confiar en que alguna vez habrá oportunidad de decirle, con el corazón, todo lo que con sus aciertos y sus errores, me ayudó a mejorar. 

La felicidad... No sé, son tantas cosas para mí que han cobrado un mejor sentido.  Así que, si tengo que reafirmar algo para este 2015 es el eterno agradecimiento. No me queda más que agradecer, agradecer y agradecer... No puedo hacer menos que transmitir mi gratitud  por la vida a los otros, para estar a su lado si les hace falta. No puedo menos que escuchar, aconsejar, abrazar, proteger, y amar con todo el corazón lo que tengo. No puedo menos que, asegurar, sin vergüenza ni equidistancias, que este ha sido un año increíble en materia interior, del cual aprendí a montones. 

Cuando choque las copas estas semanas y ambas partes de mi estén en armonía y las voces del miedo y de la angustia hablen ahora de esperanza, amor, paz y confianza... Yo nada más tengo que agradecer y usar mi agradecimiento como motor para embellecer, insisto, las cosas que me rodean; para poder hacer el bien como me lo han hecho a mí en un momento de profunda necesidad. 

Por todo esto, espero de corazón que el 2016 sea un año maravilloso, no sólo para mí, sino para todos.   Un año donde el camino llevado hasta ahora siga profundizándose en lo personal, y también la oportunidad que tantos esperan (esperamos) para encontrar aquella ruta de continuación o de cambio. Deseo, para todos, que el siguiente se convierta en un año donde haya tiempo para seguir apostando a la vida, a los afectos, a los proyectos y a los sueños, al trabajo, a la salud, a la familia, a los desafíos, a la dignidad, a los valores, a la esperanza.  

Un año, palabras más, palabras menos, digno de ser vivido alquilando balcones. 

(¡Qué así sea!)

lunes, 21 de diciembre de 2015

Un día que dió para todo...

1.


El sábado me levanté con dolor de panza. Puaj, pensé, desconociendo el elemento desencadenante que me había revuelto el estómago así y dí antes un par de vueltas antes de empezar a hacerme cargo de mis labores para ese día. Desayuné algo, como para no tener el estómago vacío, y me fuí un rato después.  

Estaba en mi grupo, después de muchos meses de imparcialidad dentro de éste, respecto a su curso y las decisiones que en el se tomaban. Contando con una eventualidad como era su ausencia, me acerqué para despedirme de mis compañeros, luego de haber rechazado la invitación cuasi circular para la despedida oficial de fin de año, donde sabía lo que me iba a encontrar.   Todos me recibieron cálidamente y yo demostré lo mismo de este lado, con una alegría enorme de verlos, charlar con ellos, estar con ellos, ver al hijo de tal, gigante, con casi diez, que me cuenta sus novedades y mi cara se inflama de ternura. 
En esencia, abrazarnos, matear, reírnos, y charlar de todo un poco.  
La verdad es que, a pesar de todo, no se puede negar que el estar con ellos me recarga las energías porque me siento querida y porque los quiero.  Hace dos años que los conozco y mantener vínculos de esta clase, con gente de diferencia de edad, que me siente y siento tan agradable, me hace sentir que todo bicho raro encuentra su lugar en el mundo.  

Hubo una presencia que me sacó de foco, inexplicablemente, en cuanto la ví, y él también me vió corriéndose un poco del círculo de hombres que se había formado alrededor de él, en el contexto de, una especie de vinculación oficial entre ciertos miembros y su comentario sobre lo que hacía de su vida. 

- Exactamente - asentía con la cabeza - Me dedico además a todo lo que tenga que ver con  Humanidades, y Literatura - alcancé a escuchar y lo miré, muy discretamente, porque sé que se habría llevado una miradita de todos modos, dado que me interesó de una manera sincera.  Me sonrió levemente y le sonreí, sin mostrar los dientes. Entendió que yo pertenecía al contexto y cuando se retiró un poco, para hablar con uno de los parientes del flamante ausente, fue un gesto que se repitió. 

Era como algo suave, una simpatía instaurada, algo sin premeditación ni nada parecido. <<Qué bueno que sonría... >> pensé, porque eso es algo que agradezco, cuando intento acercarme a alguien sea hombre o mujer, dado que no invalida, y vale para quien duda en el hacer. 

- ¿Mate? - le ofrecí. Sus rasgos de buen pibe tuvieron direccionamiento hacia mí. Ojos marrones, expresivos,  la justa medida de barba, buena sonrisa... 

<<¿Y ahora se viene a sumar? >> pensé jocosamente, como queriendo una máquina del tiempo, dos tazas de café y a éste muchacho como interlocutor. 

- Sí, claro - me dijo y la clara muestra de comodidad apareció otra vez. Me dolieron los ojos y quise que no fuera mi manera de despedirme del ciclo.  No digamos que me obligué pero sí que preferí - sin tener  remedio- quedarme hablando con otros, mientras respetaba la charla que estaba manteniendo él. 

Ofrecí mates a todos y con él e intercambiamos gestos faciales pero el pariente del ausente no lo dejaba de entretener. Cabe destacar que no lo hacía intencionalmente, porque se lo habían presentado dos segundos antes. La presentación no se hizo extensiva, porque tuvo que irse mientras yo también me iba a hacer un recado rápido. 

No nos despedimos, no sabemos nuestros nombres, no sé si sabe lo que hago, ni nada... Pero pensé que me gustaría poder volver a verlo... Porque verlo me hizo ruido, de una forma que ya me parece rara.   Y recordé como un rato antes este mismo pariente del ausente me decía: 

- ¡Cómo se deben enamorar los hombres de vos, que estás tan linda, tan inteligente, todo! - mientras se reía y me contagiaba. Él me carga con que yo soy una mujer increíble, que el día que alguien esté a mi lado se va a sacar la grande. Y yo me reía, nada más, mientras entendía a quién salió cierto hombre que no comparte el concepto de su familia tan tan cercana, y en su derecho está. 
- ¡Uf, sí, es una cosa que despertás a un muerto! - la seguí con ironía y la ironía se me fue notablemente cuando vi al señorito de más arriba... 

2. 

Una vez hube terminado todo lo de la mañana, ya a la tarde, me acerqué a la parada del colectivo,para encontrarme con mi mejor amiga. Por suerte no tuve que esperar demasiado y en cuanto me subí, me acomodé en un ángulo mientras le enviaba mensajitos a ella, que me estaba esperando.  Entre medio de las pocas personas, había una familia con dos nenes chiquitos. El nene era encantador e inquieto. En cuanto hizo dos o tres payasadas y me miró, yo le devolví la sonrisa notoriamente con lo cual se sintió contento, porque me mostró todos y cada uno de sus dientitos blancos. 

Ya me faltaba una cuadra para bajarme y me acerqué a la puerta, cuando un hombre de mediana edad, tendría unos cuatro o cinco años más que yo, me cede el paso. 

- No, todavía no bajo - le expliqué, sin prestarle demasiada atención y volví a mi lugar. Observé de reojo que examinaba las calles, como si buscara una altura determinada y lo dejé pasar, creyendo que estaba perdido. 
- ¿Te puedo hacer una pregunta? - dijo y esta vez lo miré bien. Era un chico relativamente lindo, hay que decirlo, pero tenía un andar despreocupado con el que intentaba llamar la atención y no terminaba de sumar para mí. 
-Sí - le dije, esperando para tocar el timbre, porque el semáforo me estaba reteniendo de cara a bajarme. 
- ¿Crees en el amor a primera vista? - dijo y en cuanto escuché la palabra amor, pensé por qué tengo que ser tan estúpida de no saber ignorar cuando me dicen eso, por más que se estén perdiendo de verdad. 
- No... la verdad que no - le expliqué, con una naturalidad que lo dejó medio cuadrado. Quiero decir con esto, no esperaba ser despectiva, pero mi honestidad me jugó una de esas pasadas brutales y le dije la verdad. No creo en el amor a primera vista y la tranquilidad al decirlo, la inmutabilidad, le resultó chocante. 
- Emmm - hmm, perdón, sólo quería hacerte un piropo - me explicó - ¿Pensaste que estaba por preguntarte una calle? - sacudí levemente la cabeza y asentí, ya habiendo tocado el timbre y cediendo el paso a un grupo de gente para que baje antes, sólo porque tenía chicos pequeños, sino me hubiera tirado yo, inmediatamente - No quise faltarte el respeto, perdón - insistió. 
- Está bien, está bien - dije, haciendo señas con una mano, expresando que no era importante, porque realmente me puse incómoda. Yo me quería bajar del colectivo en paz y dejar atrás el momento. 

Bajé del colectivo caminando rápido, incrédula respecto a mi formas, que pueden ser de una frialdad increíble o una dulzura total, aún esté viajando en un mismo bondi. Caminaba rápido, digo bien, cuando veo a un "muñeco" - manera vulgar de llamar a un hombre -  disfrazado de Mickey, que me intercepta el paso. Lo diviso algo más atenta, descongelando mi cerebro, pensando que había sido mi culpa el casi llevármelo puesto y me vuelvo a correr sin decirle nada, cuando me cierra el paso de nuevo. 

- ¿Qué te pasa Mickey? - le clavo los ojos a su cabeza de ratón y la inclina hacia un costado, burlón, cuando no puedo evitar reírme. - ¿Puedo... pasar? - le dije, mientras intento avanzar en la vereda estrecha  y él hombre que estaba dentro de su gran traje, asiente, dejándome el lugar con una reverencia que daba pie. 
-Gracias, gracias - me reí y el hombre que estaba junto a Mickey se rió también, igual que uno de una mesa que levantó la cabeza y se apartó de su libro, siendo testigo de mi precioso bochorno con un muñeco que yo apreciaba de chica.

 ¡Si me ve Minnie, se pudre todo!

3. 

Seguí caminando, entre incómoda y sorprendida, cuando por fin pude encontrar a mi amiga. Le comenté lo sucedido antes, riéndome y haciendo chistes sobre el tema mientras íbamos a una de nuestras confiterías habituales, dado que es mi salida de la semana y así tenga que hacer mucho o tenga poco para gastar, todos mis esfuerzos se concentran en hacerla; porque no hay nada mejor que verla y tener un momento de chicas. 

- ¿Tenés ganas de tomar helado, vos? - le pregunté. 
- ¿Vos qué querés? 
- No, yo no voy a comer demasiado, que me estoy reservando para las fiestas - le expliqué, en joda - No tengo estómago para nada sólido; quiero un licuado... - le estaba diciendo, pero me interrumpí - ¡Uy, no, pará! - frenamos la calle antes del bar. 
- ¿Qué? ¿A quién viste? 
- Al de la facu... - resoplé, enarcado una ceja - ¡Está ***, el profesor de la facultad! - comenté, mientras veía al solitario hombre tomando un café y leyendo el diario, acompañado de su madre, una mujer con edad avanzada, con la cual no conversaba. 

Recordé cuando me hacía un poco la vida imposible, en la otra facultad. Recordé también que siempre que me encuentra por la calle frenamos, nos saludamos e indaga sobre el curso de mis estudios, actividades culturales o lo que sea que quiera saber.  De mi lado, nunca me llamó la atención físicamente, pero su inteligencia para mí era una fuente inagotable de atención y de interés. 

Cuando era su alumna siempre me apretaba las tuercas para que diera un poco más de una forma intensa, porque no regalaba elogios y porque no dejaba que las cosas se hicieran así nomás. En ese momento, dos años atrás pero tan incómoda como en el colectivo, yo sentí que valoraba mi cabeza pero que me partiera en dos con la mirada en los pasillos de la facultad tampoco pasaba por alto para mí.  Me avergonzaba que me preguntara cosas personales; porque él era, y sigue siendo, un tipo muy elitista en cuando a sus alumnos y entre una comisión que le tenía miedo, que me preguntara sobre literatura - cuando no veía a cuento - para que lo relacione con su área, frente a todos mis compañeros y que se quedara calladito, como satisfecho, asintiendo con su cabeza; son cosas que no voy a olvidar.  Sé que esa vez quiso ponerme a prueba un hombre leidísimo y sé que pasé esa prueba, porque me sigue viendo, me sigue frenando y nos saludamos; yo, con el mismo pudor de siempre. 

- No, mejor vamos, no quiero que me vea...  - le pedí a mi amiga. 
- ¡Te dije, te está esperando! - me cargó ella, riéndose.  
-¡Ay, qué casualidad! - me contagió, y nos fuimos a merendar a otro lado. 

PD: las escenas de este día no terminan... pero por hoy, es bueno dejarlo acá; un regalo sorpresivo, mi salida a un boliche del sábado por la noche y el balance al llegar a la cama, siendo cerca de las cinco; quedan para mañana. 


sábado, 19 de diciembre de 2015

"... y cuando termino de escribir esto, me dedican un bolero adorable... "

Ya lo he contado alguna vez por aquí, pero como nunca viene mal refrescar la memoria, repaso lo fundamental que servirá de contexto breve para la anécdota.  Con mi abuela, somos compinches. Hablamos de todo, y cuando digo de todo, es realmente así.  Mi abuela me hace poner colorada como un tomate, me cuenta muchas de sus historias y cargarla con temas subidos de tono ¡es lo mejor! porque ella tampoco se queda atrás. 

Casi siempre la cargo porque yo soy, en simpáticas palabras, "la chinita que le hace las manos". Poco tengo de aquella manera criolla de llamar  a la mujer de otra época, pero es indiscutible el hecho de que le hago las manos con periodicidad. Al respecto, es algo que me gusta hacer. Con total paciencia desparramo una cantidad abultada de esmaltes de uñas - mi obsesión - y le hago elegir un color, de grupitos que formo al  separarlos por gamas. 

Ella elige algún tono vivo, porque se empezó a pintar otra vez gracias a mi sugerencia hace unos años atrás y yo le quito las cutículas con un set que me regaló hace unos meses, al ver el ahínco con que me arreglo siempre mis manos. Mi abuela tiene unos manos hermosas y los tonos vivos se las rejuvenecen, por lo cual, me encanta que las tenga prolijas... ¿Demás está decir que es algo  p a lo que le presto mucha atención?  Me gusta y mucho que estén cuidadas... (y las de los hombres, doblemente). 

En este asunto estábamos metidas, cuando mi abuela inició la otra conversación con el siguiente comentario: 

- Ayer estábamos hablando de *** con tu mamá. 
- ¿Eh? Noooo - automáticamente bajé la cabeza, porque pensé que mis padres lo habían apuntado a mi lista de decisiones tomadas en el pasado y ahí había quedado; muerto. 
- Sí, salió el tema de cómo te miran los hombres en la calle. Siempre le digo lo mismo a ella, y casualmente, ella me dijo que se daba cuenta también... - argumentó. 

Yo, seguí pintándole las uñas con la mayor naturalidad posible, sabiendo que me podía comentar cualquier cosa que viniera de boca de mi mamá, respecto a él. 

- Los hombres grandes la miran mucho - anotició mi abuela. 
- Sí, es verdad. En la calle la miran mucho, y el padre suuuuufreeee - admitió mi mamá - Mientras que no sea como el viejo ese... - reafirmó su desprecio, como desde el primer día. 
- Para mí, ese hombre se asustó - comentó mi abuela - Una mujer como ella, al lado de él, le habrá parecido demasiado... 
- En eso estoy de acuerdo con usted - confesó mi mamá, hablando objetivamente por primera vez en su vida - Ella no se da cuenta lo que es, pero él sí se daba cuenta. 
- Y se asustó, al verla tan simpática, tan joven y tan hermosa - acotó mi abuela. 

Mientras me lo contaba, claro, se me hizo el nudo habitual en la garganta. Es algo que pasó hace mucho tiempo, lo sé racionalmente, pero que mi familia lo tenga tan fresco en mi expediente lejos está de hacerme sentir vergüenza, sino más bien, no lo naturalizo por lo que me sucede al pensarlo otra vez. 

- Ay, abuela - suspiré, cerrando los ojos y haciendo un gesto de congelar el tema - Qué se va a asustar,  él no me quería... - argumenté a pesar de que no quería rebuscar más dentro de la podredumbre. 
- Vos no te das cuenta de afuera la mujer que sos... - insistió - Él se hacía mucha manija con eso, porque no se podía imaginar como, aún teniendo su facha, podía llevarte con él por la calle. 
- Es que... yo no soy la gran cosa, soy una persona común, que siempre intentó hacerlo sentir seguro. Él a mí me gustaba en todos los sentidos, no me importaba nada más. ¿Sabés lo que más me dolió? Entender que, ante todos, es una persona subida arriba de un escenario pero cuando estábamos él y yo, solos, uno frente al otro, no te puedo explicar abuela lo que yo le ví en los ojos - recordé, porque ya era hora de ser franca - 
 - Es muy lindo eso - murmuró. 
- Sí, es hermoso... Pero ya ves lo que él eligió - hablé. 
- Ya lo sé, querida - respondió - Pero igual... Vos no estabas en su cabeza, con sus miedos... 
- Mirándolo hoy, te puedo llegar a decir que entiendo sus miedos, pero... - suspiré - Yo nunca voy a entender por qué tuvo tanto...  por qué resolvió las cosas así, por qué hizo todo al revés... si lo amaba. 
- Yo creo que a él nunca se le han acercado con el desinterés que te acercaste vos, y no supo como resolverlo. Se escapó, este hombre siempre te digo lo mismo, se escapó - yo sacudí la cabeza, indignada -  Habrá habido gente que se acercó por su poder adquisitivo, habrá gente que lo sigue haciendo - me miró, de una forma especial - y él te acordás lo que te decía - lo citó - "Cuando vos tenías seis yo tenía... No, no puede ser esto" - yo la miré y me quedé callada. Recordé que todas mis argumentaciones que iban dirigidas a ayudarlo, a que me creyera, a que se animara a vivir conmigo la vida, no sirvieron de nada. 

- Pero todo lo que le decía, abuela... No valía el cambio, es así... de otra manera, no podés, si realmente me quería enserio, no sé... hubiera hecho algo... 
- A veces no se entiende el amor, nena - me dijo. 
- No, yo no entiendo nada.. Pero tampoco quiero creer que el amor es esto, al contrario, me agarro fuerte del creer que no toda la vida va a ser así, que alguna vez me va a cambiar la historia... - argumenté, realmente esperanzada. 
 - Él se equivocó. Yo creo que se puso a salir con ella como una manera de decirte " con esto te vas a curar, vos tenés que olvidarme y hacer cosas de tu edad"... - opinó y yo pensé en las veces que me decía que no iba a haber otra mujer, en las veces que yo le decía que no se perdiera la posiblidad de sentir amor, al margen de mí, porque quizá yo era el problema, porque me interesaba que fuera feliz, feliz realmente y él me decía que no, que no iba a haber otra mujer... 
- No quiero pensar cómo está con ella, porque de tanto que finge, hasta que casi me lo creo... - admití. 
- Este muchacho se olvidó de que así no es la vida, de que las cosas no se hacen así, de que a veces no es todo tan fácil. No llegó a hacerse una idea de lo que vos sufriste, creo que nunca se imaginó verte como te ví yo, tu padre o tu mamá - me dijo. 

La miré y no respondí nada. Siempre pensé que nadie se daba cuenta en esa época del dolor que yo sentía, pero al final, en casa, se convirtió en un saber popular. 

- ¿Pero qué puedo hacer, si esto ya venció hace rato? No podemos volver atrás, él es un hombre que asumió otro tipo de compromisos que conmigo, aunque me dolió mucho entenderlo, no pudo asumir, por lo que sea... - me encogí de hombros - ¿Qué pasa con eso? No entiendo por qué, qué se le pasó por la cabeza y de seguro nunca lo entenderé... porque soy diferente a él. Él prefirió quedarse con mucha información, al lado de una persona que le había dicho todo, porque la información es poder... No puedo dejar pasar eso y por esto creo que "encontrarnos" hoy en día sería complejo, porque como él es otro hombre, yo también cambié un montón... - suspiré, mientras revoleaba los ojos -  Es todo tan complejo, así que prefiero que quede todo así, porque no tendría caso que fuera de otra manera - expliqué. 

Y lo expliqué con todo lo que implica decirle en voz alta y relativamente firme lo que yo sintetizo en mi cabeza, cada dia, en un "seguí adelante" que se materializa en intentar llevarme muy bien con mis compañeros de la facultad, en charlar con todo el que me hable, en intentar ser yo misma,  en agradecer cuando me dicen que estoy muy linda, en congeniar con mi generación.  Pese a que no encuentro a nadie que me conmueve, pese a que... pese a todo. 

- ¿Y cuándo se ven, te mira? - indagó. 
- Sí - respondí. 
- Pero... ¿te mira a los ojos, te mira el cuerpo? - quiso saber más. 
- Seguramente me mirará el cuerpo, porque incluso cuando está con ella lo pesqué un par de veces. Pero me mira mucho a los ojos cuando nos vemos y "puede", digamos ... Me mira más que nada a los ojos - especifiqué. 
- ¿Y vos qué hacés? 

<<Me la aguanto, como puedo >> pensé. 


- Y... lo miro, a veces... Pero es absurdo, porque no se puede hacer más nada que eso, mirar, mirar, dejarse mirar, volver a mirar... Todo siempre en torno a lo que no se puede tener... ¡Al pedo!
- ¿Ah sí? - yo asentí, sin mirarla a la cara, siguiendo con las uñas, tratando de disimular cómo temblaba el pincelito teñido de el tono violeta precioso que le estaba poniendo. 
- ¿Cómo te mira él? - indagó y yo levanté la cara, lista para hacerle frente a la pregunta. 

<<Como si me quisiera... >> pensé, pero deseché esa hipótesis de mierda muy rápidamente, porque me niego terminantemente a creer que eso sea verdad, dado que no condice con lo que hace con ella. 

- Me mira sin agresividad, y es rara su forma de mirarme... - me atreví a decir - Me mira como si algo le doliera... y hubo un par de veces, cuando no está ella, donde me miró como me miraba antes, con esa sonrisa de bobo y los ojos chinos. 
- Este hombre debe sentir tanta culpa; yo creo que debe mirarte ahora y debe preguntarse qué hizo todo el tiempo... 
- Muy probablemente se sienta culpable, pero siempre tengo dudas de todo yo, no creo que se pregunte, si está con ella hace tanto... Qué se yo, qué vamos a hacer... - le dije, y el tema se disolvió cuando le pregunté si le gustaba el tono e interpretó la viva imagen de mi cara, como lo que era: el esfuerzo en seguir adelante con mi vida, tal como merezco poder hacerlo. 

Cabe destacar que tengo mucho respeto por mi abuela y no me animo a  "cortarla" de una manera tosca, porque creo que se puede ofender feo. Las veces que necesité hablar de éste tema, no fueron pocas, y siempre estuvo para mí. Me vió como nunca me había visto, escuchó mis más hondos sentires y guardó siempre silencio ante el resto de mi familia, mientras comentaba sensaciones de suma intimidad para mí, compartidas al lado de alguien que me llevaba tantos años, que no podía comentar con mi papá, por ejemplo, que sabía sólo lo autorizado sin morir infartado por el destino de "su nena".  A modo de agradecimiento y como un gesto de respeto por el pasado, si ella pregunta, yo no le puedo mentir ni esconder las cosas.  

Supongo que debe sentir curiosidad por el desenlace de esta historia, dado que no cree que esto haya terminado del todo, no importa lo que pueda contarle, de su novia, de sus decisiones, de todo lo que dejó atrás; porque ella, a diferencia de mí, sostiene sus profundas intuiciones. 

Yo me quedo pensando en lo de mi mamá.... Nunca me dijo qué pensaba respecto a la situación sin agredirlo y sin pasarme a mí tantas facturas. Por primera vez, me entero un poco más la opinión de este miembro de mi familia, la persona que me trajo este mundo. 


... pero sonríe aún más por todo lo que llega... 


PD: el título es literal; dejaré que las casualidades sigan jugando conmigo, asumiendo que a veces las circunstancias se ríen de mí. 

lunes, 7 de diciembre de 2015

Sábado por la noche:

*Domingo, bien temprano en la mañana.

Escribo para relajarme y poder dormir. Son pasadas las siete de la mañana de este finde extra large. 

- ¿Venís a dormir hoy? - me pregunto mi papá, antes de irme a una fiesta de cumpleaños que tenía hoy/ayer. Fiesta de cumpleaños de mi mejor amigo. 

A su pregunta le respondí que si. Y de hecho, temerosa de hacer las cuadras desoladas en soledad, le pedí que me acompañara hasta la casa donde dicha reunión se celebraba. Sonrió y me acompañó sin problemas, certificando a medias que a mi casa iba a llegar a descansar. 

En el cumpleaños la pase muy bien. La familia de mi mejor amigo es una población de gente buena onda y ya me conocen desde mis seis años. Sus hermanas y hermanos tienen buena onda y en especial mi mejor amigo es gente de la que no hay. Me siento afortunadísima de tenerlo a mi lado desde hace tantos años. 

Todo venía genial en la reunión. En medio de charlas picantes, graciosas, y debates, todo escoltado por diversas copas de bebidas alcohólicas, se desarrolló con placer. 

Después de un largo tiempo en la planta baja subimos al primer piso, acoplamos la bebida en el dormitorio de él y junto con otros nos fuimos a recostar, para charlar y seguir charlando cuando el reloj estaba marcado en las tres. 

A eso de las seis, llamo a la agencia de remises para que me enviaran uno. Tenían una demora de media hora y lo deje reservado. Pasados cinco minutos, proveniente del balcón, se escucho el ruido clarito de una moto. Una moto, en mi barrio, es casi el común denominador de un robo. La mayoría de los asaltos se efectúan con ellas. Merodean por la zona hasta que captan algún desprevenido. Una chica con cartera y sola, chicos de colegios linderos o gente que esta entrando los autos. 

En líneas generales mi barrio es un barrio de clase media. Las casas son modernas, en casi todas las casas hay autos modernos y hasta algunos vecinos pagan una patrulla de seguridad privada, porque teniendo otras zonas linderas, parece que se polarizan los robos por acá.  Hoy, a primera hora, escuche la moto pasando demasiado despacio. Escuche la llegada de un auto. Las amenazas. El chirrido previo al robo y el escape. 

Efectivamente, le robaron la camioneta cuatro por cuatro al vecino que vive frente a mi mejor amigo. Apuntaron al tipo y por suerte en el momento no se resistió, aunque después salió a correrlos con otro vehículo. 

Yo quede asustada sencillamente porque si pedia el remis y había un auto disponible, podría haberme pasado a mi. La agencia queda cerca también de la casa de mi amigo. Hubiera llegado en un promedio de diez minutos y... No se. Es horrible pensar en los entretejidos posibles... 

Asustada e indignada, el remis llegó y de paso lo compartimos con una chica que pensaba irse caminando, porque le había agarrado miedo. Mi amigo se quedó tenso y nosotras dos también. 

Al final llegue a casa. Y acá estoy... Haciendo tiempo para dormir, después de no querer seguir pensando en el tema. 
Lo que me inquieta e impacienta, es tener que vivir asi. Tener que vivir con miedo de que te pase algo mas grave que una cartera de marca a un celular. A mi me preocupan las otras cosas, esas que no se compran. 

Hace minutos estaba pensando que aunque uno no quiera, en el fondo, esta interconectado con estas "personas"... Al mismo tiempo que vos esperas que no te roben, ellos están ideando cómo robarte. Es curioso porque todo se reduce a una lucha de pasiones contrapuestas por decirlo asi. Es un tira y afloje permanente de una soga que, espero, algún día se corte por el lado que vale la pena. 

Quiero otro mundo y otra vida para mis hijos, en el futuro. No quiero que se críen dentro de una casa de clase media pero con miedo. Quiero que puedan bajarse de un colectivo en paz, que puedan usar cartera siempre o salir a jugar al futbol a la vereda. Quiero que disfruten sus calles, de sus amigos, que salgan tranquilos, que no vivan con miedos. Quiero no sufrir por la incertidumbre de exponer a mis hijos a lo incierto, en el futuro. Quiero que la prudencia sea un complemento y no una condición infaltable para moverse por el mundo, en estos dias. 

Estas cosas, la verdad, no me agradan para nada. Por suerte, la fiesta de cumpleaños estuvo genial. Hago el esfuerzo y me quedo con esto.

sábado, 5 de diciembre de 2015

La niña de papá...

Esperando la comida, mi papa escuchaba la conversación que manteníamos mi hermana, mi mama y yo. En relación a un comentario que hizo mi hermana sobre sus vacaciones, deslice una broma sobre mi verano. Un verano en el que tenia/tengo planes universitarios... Y que ponían en jaque la planificación de un segundo año de cursada full time. 

- Vos con eso te la vas a pasar todo el verano estudiando - se quejó mi papa- Yo ya te lo dije: no me molesta pagarte todo para que lo hagas porque todo lo que sea estudio... Pero si me importa que te relajes... 
- Pero... Yo quiero hacerlo. El año siguiente esta muy cargado en la currícula. Son muchas materias, y realmente veo que me sentiría mejor. Y
- Cuantas son? 
- Cuatro por cuatrimestre, específicas. Pesadas. 
- Entonces hace tres, o dos. No me importa cuantas metas al año, no me interesa si son dos o una. Te sentas sábados, domingos, durante toda la semana... Estudias , te preparas, te haces mala sangre para cumplir con todo, te quedas estudiando a la madrugada si hace falta. Tenes que parar un poquito... 
- Es que hacerlo no implica no descansar... - me queje, pero ya sin tanta fuerza.
- Acá nadie te corre.Mientras que Dios me de salud, vos tenes mi garantía de que no te va a faltar plata para estudiar. No te voy a hacer faltar de nada. 
- Ya lo se - le sonreí. Confío en eso, lo he visto hacerlo con mis otras dos hermanas, hasta el mismo día de su graduación.
- Te lo dice un viejo como yo, que no freno en su vida. Ahora recién me doy cuenta de los gustos que uno tiene que poder darse para seguir cumpliendo. Date esos gustos, no puede ser que lo fundamental en tu vida sea pasarte en la facultad todo el año, porque sos joven. 
- Mmh-mm - asentì
- Es necesario que salgas con tus amigos, que vivas un poco. Te gusta leer, entonces lee. Salí con tu amiga, con tu mejor amigo. Te gusta ir a tomar una cerveza, hacelo. Es el momento, porque no tenes obligaciones, porque nadie te presiona. Yo se que vos te vas a recibir, no tengo dudas, pero ya tuviste experiencias de colapso que... 
-  Las tengo presentes- respondí un poco malhumorada por la mención. 
- A mi me parece bien que elijas, no te cuestiono que te equivoques, que hagas tres materias o metas cinco. No te acostumbres a que todo te salga bien, más allá de merecerlo. No te tenes que olvidar de hacer cosas para vos - continuó.
- Si - concedí. 
- Cuando encuentres una persona, conozcas un tipo, lo único que me interesa es que te cuides, tomate 34 pastillas si es necesario y después disfrutà. Viví. No se si hay un libro de como tener 20 años, ni que hacer, pero vos podes escribir el tuyo - me dijo, me reí avergonzada. 
- La anticoncepcion ante todo - murmure riendome porque me da pudor hablar con mi papá de esto. 
- Yo no te puedo llevar de vacaciones, por ahora. Pero que se yo... - me dijo. 
- Eso no me importa - le dije, sinceramente - Yo estoy bien así, eh. No es algo por lo que me muera. Se que va a llegarme el momento. Yo no te reclamo, eh 
- Ya lo se, ya lo se. Pero escuchame. Hacele caso a este viejo boludo, que lo aprendió ahora, con el exceso de cansancio, con el desgaste, con la sensación de que todo lo que viene lo puede comprar con plata, menos el tiempo. El tiempo nunca vuelve, por eso yo quiero que busques el equilibrio entre estudiar y vivir la vida que te gusta - me explico. 

La charla duro un poco más todavía. En eso fue cuando recordé lo que me había dicho mi mamá, sobre mi papá: "El tiene... devoción por vos, sos lo único que le importa" reconoció. Y esta conversación me hizo pensar que probablemente mi vieja no estuviera tan errada, aunque en el fondo, yo siempre digo que mi papa es especialista en verme solo lo bueno y que por eso parezco ante él su hija adorada. Argumento que quizá eso no sea del todo cierto, que esto o aquello, porque me da un poco de pudor.   

Pero en lo que me deja pensando esta conversación, es en lo único e infinito que puede ser el amor de un padre. En lo flexible, perdurable, genuino y desinteresado que es, en efecto, y en lo reconfortante que se siente saberse querido de esta forma. 

Se que lo voy a entender el día que tenga hijos. Eso sí... lo que voy a tener que hacer es sentarme a hacerlo reír el día que le traiga un novio, porque recientemente es como si quisiera averiguar algo, un algo inexistente, claro está, en lo que insiste. De mi lado, va a ser muy cómico cuando solemnemente finja ser un padre moderno, aunque por dentro este diciendo " ella, con la cara linda que tiene y ese pelo, con este otro asqueroso inmundo" como me dice sin que siquiera yo misma haya conocido a un "asqueroso - horrible " capaz de ponerme en esa situación. 

Como yo le dije el otro día, un poco irónicamente: " ...no quiero empezar a llevarme mal con vos el día que haga mi vida en ese aspecto. Vas a tener que respetarlo. Ya soy grande y son responsable. Nosotros somos unidos, así que no lo arruines, porque no voy a elegir" 

En fin, este es un tema que lo tiene inusualmente inquieto y ni yo sé el motivo. Cosas de padres, supongo ¿no? 


martes, 1 de diciembre de 2015

Épocas

Caminaba por las calles de una ciudad que visité. Estaba entretenida en la tarea de sacar fotos, algo no poco usual en mí, pero en lo que no me especializo. Miraba atenta cada vestigio de belleza, al menos a mis ojos, e intentaba retratar todo con la cámara de mi celular que es decente para mis aspiraciones.

Encontré una esquina. Sí, definitivamente, era mi esquina. Coincidía con el tipo de paisajes que me gustan: urbanos pero como detenidos en el tiempo, pertenecientes a otra estilo donde estaban presentes las molduras, los frentes más despejados, las puertas angostas igual que las ventanas. Predominaba el color del cemento en el frente y éste estaba atravesado por un árbol muy verde que se inclinaba cerca del suelo, a la derecha.  <<Precioso >> pensé, y me decidí a capturarlo a una distancia conveniente. De fondo, un poco más arriba, el cielo gris, las nubes predominando al revés del sol, un farol y un cartel con el nombre de una calle. Un aspecto lluvioso era el toque más preciado para mí...

Me alejé sólo algunos metros y ahí escuché la voz de mi hermana y compañera de viaje:

- ¡Qué esquina más triste! - se quejó. Yo en cambio estaba contenta de haberla hallado.
- ¡No es triste!  - saqué la foto y me adelanté para sacar otra más - Es hermosa...
- ¿No podías haber elegido algo más triste, más opaco? - me preguntó, insistiendo.
- Siempre me decís lo mismo... - ahora la que me quejé fui yo, recordando que ella siempre aseveraba que yo tengo un "alma vieja", que me la paso leyendo, que soy algo opaca. Sé que me lo dice porque me adora, porque a sus ojos no entiende mis gustos, sin embargo, yo no me lo tomo tan a pecho como antes. Simplemente, hago lo que ella a veces no hace conmigo: dejarla hacer lo que quiera y respetar su forma de ver las cosas, dentro de lo que es posible.
Así, nos llevamos muy bien.

Dentro de mí, y sólo entre nosotros, tengo que reconocer que algo me hizo encontrarle la belleza a esa esquina y no se qué fue, pero a mis ojos era irreductible. Quizá es que naturalicé esa bendita nostalgia que siempre hizo un poco de mella en mí. Nostalgia, sin embargo, de algo que nunca existió, que nunca viví, porque no soy de esa época. Nostalgia quizá justamente por ello, por sentirme -aún codeandome con gente de mi edad más que nunca - de otra época, de otra bolsa, de otro pozo u otro palo. Pónganle el nombre que deseen, al hecho de que mis formas de pensar quedan, por momentos, obsoletas a la celeridad de mi generación, o quizá sea yo que soy demasiado tortuga para los tiempos que corren, el caso es el mismo.

Quizá sea esa nostalgia por el lado B de una manifiesta e histórica dificultad para entenderme profundamente en un sentido perdurable, con mis contemporáneos. Antes pedía que cambie, porque la situación era insostenible, ahora no pido eso, porque me fue concedido luego de mucho trabajar en esto.

Sólo lo sé, y vivo con ello cada día. No me molesta que así sea aunque a veces tengo que reconocer que todo es bastante solitario... bastante callado y quieto.

De todos modos, como me digo siempre, no vale quejarse... Así es que sigo fotografiando esquinas.