La charla que se dió ni bien empezamos a comer, se cortó por culpa de la televisión de la cocina que siempre está prendida y se lleva secretamente toda mi aversión. Al rato, de la nada, mi papá retomó el asunto:
- Voy a ir a encarar a un par de abogaditos ¿sabías vos? - me dijo.
Casi escupo la comida.
- ¿Eh?
- Si, sí, sí... - se rió - Los de corbatita, esos muñequitos, que te deben andar detrás a vos. Buitres, buitres, eso son - me dijo, con una cara de padre desconsolado que era un plato.
<<¡No me podía hablar de otro rubro! Todo bien que me esté cargando, pero qué puntería, que me parió >> me dije.
- ¿Qué pasó, ahora? - lo miré, porque se notaba que me estaba cargando con algo.
- Que, el otro día, estaba pensando en los abogados por el asunto de *** y me cayó la ficha de que así, esos tipos correctos, te gustan a vos... - pinchó.
- No es que tenga que ser necesariamente un abogado. A mí me gusta la gente inteligente, en general y encima de todo, la buena gente. Después si hacen lo que sea que hagan, es su problema. Mientra no hagan daño, se sabe que cada uno tiene su vocación diferente.
- No sé, vos decí lo que quieras pero el tiempo me va a dar la razón. Está bien, quizá te da vergüenza decírmelo porque soy tu papá, pero sé que te gustan así; habladores, que sepan todo el Código, que Veinte esto, que Veinte aquéllo... - pinchó.
- Ay, nada que ver... - le dije.
- Mirá, le podés mentir a todo el mundo, pero yo sé que te gustan así.
- ¿Qué, tenés la bola mágica? ¡Qué podés saber vos el tipo de hombre que me gusta! - me reí.
- Que yo me haga el boludo no significa que me doy cuenta lo que te gusta y, especialmente, a quién le gustaría tener una mina como vos al lado, hija. A vos te gustan los viejos y eso es algo que respeto, incluso, pese a que cuando vengas acá con un viejo a mi quizá me da un poco de ganas de "apurarlo" - mofó - ¡Más si es uno de estos Doctores Fulano de tal de la cual" - argumentó.
Me empecé a reír por la denominación.
- ¿A qué viene todo esto ahora?
- A nada; te lo digo siempre. Vas a terminar con uno de esos carilindos, que lo vas a tener atrás idiotizado. Uno te va a llamar para saber cómo estás y vas a responder " re bien, papi, re bien mami, acá estamos con Manolito, que me lleva ciento cincuenta años, pero que me hace muy feliz. ¿Ustedes, están bien? " - me burló.
-Qué malo que sos, conmigo - lo miré, de reojo.
- No soy malo, es lo que creo que va a pasar, vos sabés que yo tengo la experiencia de la calle, hija, me doy cuenta de muchas cosas.
- Podrás haber vivido prácticamente en una villa, pero no sos un mano-santa - argumenté.
- Soy tu papá... Te conozco muchísimo, reconozco la gente que te rodea, y yo creo que es una cuestión de tiempo para que aparezcas con una persona así, en esta casa.
- Lo importante es que me quiera y yo también lo haga. Todo el resto, me importa poco y nada, la verdad.
- Seguramente sea uno de esos abogados que usan corbatita, viste, esos que hablan muy lindo, que a veces cagan un poco a la gente - dijo.
Lo miré con violencia.
- Igual el tuyo no va a cagar gente, porque como sos vos, le armás un quilooooombo. El tuyo va a ser buenito, pero eso sí, ningún boludo. Con ese "piriririirirpí", acordáte de lo que te digo yo, me vas a dar la razóooon - me cargaba.
- Ay, basta, de verdad - me quejé - ¡Estás hablando muchas boludeces!
- Veinteava, me juego mi nombre y mi apellido, que va a ser así. Y va a ser un "boga", estoy seguro, porque son el perfíl que condice con tu perfil - enfatizó.
Boga, en el lenguaje de mi padre, viene a significar abogado.
- ¡Dejá de profetizar esas cosas para mi vida, vos! - sacudí la cabeza y seguí cenando.
- ¿Qué tiene de malo?
- Que no quiero para mi vida un "boga" o un viejo; quiero una persona buena y que me quiera. Punto final - le dije.
- Yo no te estoy diciendo un jubilado... - meditó - ¿Diez, quince años más? Reconocelo, Veinteava.
- Sin comentarios... - suspiré - Además, vos parecería que me ves como una frívola. Yo no soy frívola, al contrario.
- Yo sé que vos sos una chica sensible, pero eso no quita que te gusten esa clase de tipos que te gustan. Los dos sabemos que con la gente joven vos te aburrís, de toda la vida es esto, desde que eras mucho más chica. Yo ya me hice la idea de que, probablemente, por la gente que te rodea o por la gente que conocés, tu pareja sea una persona grande. Quizá nada más es diez años más grande, quince años más grande que vos; eso no es un jubiilado - me explicó - Qué otra cosa querés que te diga, hija, es lo que yo percibo, no sé, siento eso. Además, a esta altura Veinteava, sos una mujer ya. Qué te voy a decir, yo... - suspiró.
- Es que... estamos hablando demasiado a futuro - bajé a tierra - Ni yo sé con quién voy a terminar. Quizá termino con un perro y un cáctus en un departamento, corriendo exámenes, leyendo a Borges, comiendo arroz con queso, sin tener un hombre al lado - le expliqué - Mi vida no se tiene que edificar en torno a un tipo...
- No, mas vale que no. Vas a tener tu profesión, tu sueldo, tus cosas y tu independencia. Eso, me la juego que va a ser así, por el carácter que tenés. Como también me la juego que vas a terminar con uno de esos "corbatita" Veinteava.
- ¿Qué, es un mandato social? No me gusta ser la Cenicienta, no sé qué pensás que puedo ser, al lado de una persona así, salvando eso.
- ¿Qué podés ser?
- Claro, papá - sacudí la cabeza - Hay cierto tipo de gente que, ejerciendo esa carrera en particular, tiene mucho a su favor, recauda mucho en materia económica. Socialmente, no tienen tanta buena fama. Además, solo desde lo económico, yo no sé si mi carrera es tan redituable como esa, entonces, en cierto modo, será ser siempre Cenicienta.
- No, le estás errando... - sonrió - ¿Cenicienta, vos? Lo vas a pensar así, hasta que te encuentres con uno de esos perfumaditos, que van a Tribunales cuando baja el sol, con esas manitos prolijas, de uñas prolijas, y te vas a enamorar. Te vas a enamorar de la inteligencia, de esos modales que te gustan, de que entiendan de todo, de que sean cultos... - me dijo, otra vez, burlándome.
- Ni lo digas - le dije, seria, y mastiqué un nuevo bocado.
Me acordé de alguien.
- ¿Qué harías si ella viene acá con un abogado? - intervino mi mamá.
- Le diría "vení, vení acá corbatita; tratame bien a la piba porque ella es buenísima y si no, ya sabés, se pudre todo " - recreó, muy graciosamente.
- ¿No lo conoce nadie, siquiera yo, y vos ya lo amenazás? - nos reímos.
- Mirá, vamos a ponerle un nombre, para que pueda hacerte una recreación del futuro - me dijo - Puta, no se me ocurre.... - pensó - Yastaaaaá; Gregorio se va a llamar el viejo.
- ¿Gregooooooorio?
- Si, es nombre de anciano - me reí a carcajadas.
- Ay, estás loco, de verdad...
- Pará que falta - me dijo, y se puso los anteojos - Vas a estar así, leyendo, en una cama de 4 metros cincuenta de largo y 700 metros de ancho, escuchando música rara como ahora, y al lado tuyo, vas a tener a Gregorio, Doctor en no sé qué pindonga, con olorcito a perfume, prolijito, afeitadito, impecable; muy metrosexual- se rió y siguió - Preguntándote qué querés comer, qué querés tomar, a dónde querés salir... - enumeró - Vas a llamarme a mí para invitarme a comer a tu casa y voy a ir más desconfiado que perro en bote - mofó - Ya me lo imagiiiiiino, qué lo parió - dijo.
<<Se pasa, la verdad >> pensé.
- ¿Qué, quién te pensás que va a ser? Nada que ver, papá. No quiero un pichicho. Esos tipos van detrás de otra clase de minas, yo soy una boluda. Buscan minas para la volteada, no sé en qué época te quedaste. Vos sabés, porque me re conocés, que a mí me importa mucho que sean buenas personas, que tengan valores. No quiero que sea mi personal doméstico...
- No, eso seguro. Pero ya te digo, hay que incinerar la Facultad de Derecho para evitarlo... De otra forma, es voto cantado.
- Me vaticinando un futuro al lado de un viejo frívolo, papáaaaa - le seguí el chiste - Es horrible.
- No, a vos el viejo te va a encantar. Más si te lleva el cafecito de cápsula todos los días a la cama, y se leyó a ese barbudo que leés vos y te trata como a una reina... - argumentó.
- Imposible, yo no podría vivir algo así. No me sentiría cómoda, no es normal para mí, papá.
- Mirá, me podés decir lo que se te ocurra pero cada día estoy más seguro de que el tuyo va a ser uno de esos viejos que se cuidan, que salen a correr, que leen el diario el domingo a la mañana, con el que comentás las noticias; vos estarías en tu mundo, con alguien así. Para mí que te quedás con uno de esos. No le va a ser fácil estar con vos, pero me da la sensación de que vas a terminar cediendo, en algún momento, porque te gustan, te gustan estos asquerosos, estos inmundos - insistió, riéndose - ¡Qué se prepare, Gregorio, que se prepare, cuando lo agarres vos!
- ¡Qué malo que sos! Si lo elijo, sea como sea, es porque lo quiero. No soy ventajera papá.
- Yaaaaaaa lo sé, eso ya lo sé, así te educamos y estoy orgulloso de eso, me parece perfecto eso. Pero, como padre padre te lo digo, el tipo que esté o estará al lado tuyo, va a tender a agasajarte. Imaginate, no concursa por la belleza al lado de una mina como vos, no concursa por el dinero, porque le cortás la cara igual, no concursa por la apariencia, porque aún mismo a vos por más lindo que sea hay veces que no te cierra...
-¿Y entonces? ¡Ves que tengo razón! - lo miré, seria.
- Concursa por la inteligencia, y cuando un tipo como la gente vé a una piba joven, linda, piola, que no está desesperada por la plata, que es buena tipa, tiende a tener muchos gestos para agasajar.
- Eso es porque se la quiere levantar, porque se la quiere masticar - lo miré, enarcando una ceja - Gregorio me parece que va a ser pícaro - lo cargué.
- Dejalo que venga al viejo, lo espero nomás - se rió - Va a querer saberse el Código ese de memoria, por las dudas... - suspiró, diviertíendose.
- No hay caso con vos, basta. No se toca más el tema....
- Ya vamos a ver cuando caigas acá, en casa, con Gregorio.
- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, claro; esperá sentado a Gregorio y yo traigo la cena; dale nomás - ironicé.
¿Se dan cuenta de quién me acordé durante este chiste?
Mi padre no lo sabe, pero lo más parecido a su broma, no es Gregorio, sino que es Divino. Quisiera que, antes de hablar, papá supiera la cantidad de planteos, al estilo conciencia de clase, que este tipo me generó. Se me reiría en la cara. Diría que es cobartita, que tenía razón. Sin embargo, Divino no es el esbozo imaginario de mi padre, sino que es de carne y hueso y, para qué voy a negarlo, se le parece mucho, siendo eso la parte que contribuye a mi decisión. En su caso, de todos modos, si bien sabemos que no va sólo a Tribunales cuando baja el sol, es una realidad el hecho de que vive una vida muy lejos de la que yo me acostumbré a vivir, de la que se adecua a mi cosmovisión, es decir, teniendo trazado un único objetivo concreto: ganarme todo lo que tenga, desde la dignidad y el sacrificio, desde el estudio y el trabajo duro. Sentirme orgullosa de mis logros, saber que nadie me regaló nada, haber aprendido en el camino.
Después, lo de Divino o Gregorio, es un mero detalle. La ciencia es que para seguir tomándomelo a gracia, dejo asentado este momento anecdótico, porque la verdad es que me hizo reír muchísimo, el loco vaticinio de mi papá.
El tiempo dirá, más o menos, respecto a su veracidad.
El presente, sin duda alguna, es demasiado relativo.
El futuro, un misterio total.
Yo, mejor, no digo nada.
Que todo lo que tenga que pasar, suceda y nada más.