Por esas extrañas razones que tiene la vida, al menos la vida que llevo vivida hasta el momento, nunca me propusieron un noviazgo, pero sí, más de tres veces, me propusieron un "¿amantazgo?" ¿quizá? Es decir que sé perfectamente lo que es postular, según la mirada del idiota de turno, para el rol de amante ideal pero jamás, asimismo, he descubierto lo que implica ser lisa y llanamente la novia "bien" de alguien.
Cuando estábamos saliendo con Él, había una distancia generacional tan grande que no podía pensar en ese concepto. ¿Novia, de verdad? Ser la novia de un hombre que me llevaba veintitrés años me generaba un gusto extraño, porque la idea de un noviecito de la juventud jamás se asociaba al nivel de compromiso que yo tenía conmigo misma, ni tampoco, a la cantidad de responsabilidades que estaba dispuesta a asumir por él. Miraba a los novios de mis contemporáneos y la relación que llevábamos con el susodicho era diametralmente distinta, pese a que a mí me gustaba ese estado de las cosas y, a diferencia, repelía a la nomenclatura. Mientras que los novios de mis pares salían a boliches, muchas veces yo lo miraba a Él, quien consideraba que su planazo era salir a cenar o quedarse mirando cine en su mini-cine y eso me encantaba. Era como si, precisamente en donde debíamos chocar, extrañamente, halláramos un poco más de entendimiento del que pudiera preverse.
No obstante eso, la idea de ser la mujer de o la señora de... tampoco me cuajaba en la cabeza. Yo solamente quería estar con Él, y punto... Porque los únicos títulos que existían para mí, tanto a los diecinueve años como ahora, eran los universitarios.
II
Pero... ¿qué es decir que me propusieron ser más amante que novia? Pues eso. Me lo pintaron de diferentes colores, pero el fin siempre fue el mismo: que yo sea la otra, porque para ser la oficial, no parecía ser buena candidata.
Me ofrecieron viajes.
Me ofrecieron viajes y dinero.
Me ofrecieron "cinco o seis veces pactadas" a cambio de un mutuo pacto de tener sexo sin hacerle al otro demasiadas preguntas, en los lugares más pitucos, y los que yo decidiera.
Me ofrecieron absoluta reserva.
Me ofrecieron cenas, regalos, salidas o todo lo que se me ocurriera.
Me ofrecieron (no hace mucho ,y aunque no en carácter de amante explícita pero sí de candidata a la otra), un porcentaje de dinero X vinculada a una recomendación profesional que, en realidad, bien pasaba como una buena excusa para comprarme o para intentar llamarme un poco la atención en plan "yo soy un joven de negocios" (seh, dale, y yo soy Alfonsina Storni).
Y, constantemente, mi capacidad de asombro se re rebalsando. Se fue rebalsando y endureciendo tanto que, al cabo de todos estos años, acabó por trastocarme del todo.
Me convertí en una mujer muy fría de cara a cualquier hombre. En una chica a la que le podés poner lo que sea frente a sus ojos y perdió la capacidad de asombro sobre lo fútiles que pueden ser algunas personas. Tripliqué mi desconfianza a límites descollantes. Me convertí en una mujer incapaz de expresar sentimientos edificados desde el costado auténtico, es decir, ese donde nos sabemos vulnerables y donde hemos salido de nuestra zona de confort.
Aprendí a manejar las emociones desde el cerebro, con cuidado, y tomé una asombrosa capacidad de pensar en los pro y los contras antes de tomar cualquier decisión. Desde el imperio de la razón, también me convertí en una joven muy pensante, demasiado pensante. Especulativa, si se quiere, respecto al gestionar esfuerzos y energías sólo hacia el propio bienestar, sin darle ni un centímetro de margen a ningún tipo a la redonda, sea quien sea y tenga la edad que tenga.
Me convertí en una chica que no quiere que la conozcan. En una persona que agradece que no le hagas preguntas, que no quiere mostrarse como es y que prefiere dejarte contento con un par de palabras sin sentido, aunque lo sepa perfectamente, y aunque en el fondo le importes muy poco, al punto de ser mitad desinteresada y mitad falluta sólo para no ser invadida ni molestada. Acabé siendo, en efecto una persona que, siendo honesta, repele a los tipos que dan vueltas pero que, al mismo tiempo, ya no quiere compromisos con nadie. Me convertí en una de las chicas más de mi generación que, por culpa de la degradación humana de estos tiempos, tiene otro lóbulo frontal donde antes se hallaba su corazón.
Y cada vez, esa postura, le parece completamente cómoda, cierta y ajustable a los propios objetivos.
III
Por motivos fortuitos, hoy conocí a La Amante de Divino. La vi, casi por entrar a su Estudio Jurídico, vestida para matar... (lo). Y, en el preciso instante donde cotejé todos los puntos a favor que ella tenía respecto de mí - cuerpo escultural, aspecto escultural, pelo escultural, maquillaje escultural, aunque no muy bella de cara -, me di cuenta que, en su momento, ni para ser su amante encajaba.
La mina que lo esperaba, el mismo día y a la misma hora que tantas veces me había invitado a mí a ir, lucía unos tacos que en mi vida podré calzarme, junto con un busto que yo jamás tendré - producto de mis 49,50 Kg - y una figura espigada y tonificada, producto de horas y horas y horas de Gym.
Cuando la vi, acompañada de mi amiga, sorprendida, realmente sorprendida, le pregunté:
- ¿Me podés explicar qué me vió este tipo, en su momento, si ahora se puede acostar con minas así? - mofé - Está bien, de cara no estaba muy bien, pero ¿vos viste el cuerpazo que tenía? ¿Viste las tetas, viste el culo? - se reí, tentadísima - No en vano, siempre me extrañó que este tipo estuviera tan caliente conmigo.
- Ay, *** no digas eso - me retó, mi amiga.
- No, es que lo digo sin maldad. Estoy sorprendida... ¿Cómo se puede acostar con esa mina que lo va a visitar en tetas? - me reí.
- Terrible, eh, se re notaba que iba ahí... - observó mi amiga - Toda impecable a las cinco de la tarde, igual...
- Ya sabemos que, según la actualización pertinente del Código, no encajo en su perfil ni para amante, ahora - me sonreí, socarronamente.
Mi amiga mofó, dándome una negativa a eso último.
- Nah, ¿sabés cuánto le dura ésta?
- Ahora que los veo a los dos, te aseguro que no me sorprende que se atraigan, porque son dos productos bien cotizados - ironicé - En especial, Divino, que no le pasan los años... - me reí, sacudiendo la cabeza.
Luego de un momento, reflexioné en voz alta.
- ¿Te acordás todo el planteo moral que yo me hice cuando descubrí que tenía mujer? ¿Te acordás todo lo que me sorprendió cuando me enteré que iba a ser papá, y me decía "zafé, zafé, menos mal"? - le pregunté a mi amiga - ¿Por qué era tan tonta, tan inocente, pensando que éste no iba a ser tan mierda? - insistí en la idea - Ahora, que ya no tengo más corazón, veo todas estas cosas mucho más claramente.
IV
*una semana atrás
- Che, ¿a vos no te pasa que mirás a las parejitas y sacás especulaciones de ellas? - me preguntó mi hermana mayor.
La miré de reojo.
- ¿A qué te referís?
- A si no sacás conclusiones, si no te preguntás quién ama a quien, si no notás quién es el que está más enganchado; cosas así... Si hace mucho que están, si hace poco...
La miré, seguramente, expresando la extrañeza.
Negué con la cabeza.
- ¿No mirás a las parejas, vos?
- No, la verdad que no - le expliqué.
- ¿Ay, por qué no?
Me encogí de hombros.
- No me llaman la atención...
- ¿Cómo que no? ¿No te llama la atención el amor?
- Yo no creo en el amor. La idea de pareja es cada vez más ficcional, no sé, quizá por eso no me llaman la atención - pensé , en voz alta.
- Pero ¿y yo, y ***? ¿Y *** y ***? - me preguntó, haciendo referencia a mi hermana y su marido, y a ella misma y su pareja,
Me volví a encoger de hombros.
- ¿Viste que en la vida no todos tenemos el mismo destino, no? Hay como un bagaje de experiencias que cada uno tiene que atravesar, pase lo que pase, que son parte de la lista de su vida. Hay algunas personas, como ustedes y muchas otras parejas, que tienen la fortuna de encontrarse con una persona que los conmueve. Y sí, yo creo en eso, pero no creo que sea lo mismo para todos.
Asintió con la cabeza.
- ¿Y qué para vos no?
- Del mismo modo en que hay gente que se va a Europa de vacaciones y otra que no tiene la gracia de vivir esa experiencia jamás, por diversos motivos, habrá otras personas que vivirán el amor plenamente y habrá otras, que jamás sepan lo que es corresponderse con otro, estar con la persona que realmente quieren y no tener que conformarse con otra un poco por resignación y otro poco por miedo a estar solo toda la vida...
Frunció las cejas.
- Ay, no seas amargada... Vos porque no querés salir con nadie... Seguramente, si te pondrías a salir con gente diferente, o con gente más joven, o con gente más grande, pero que sea diferente a lo que esperás, te pondrías de novia en dos minutos... ¡A vos no te gusta nadie! ¡Y si te gustan, te gustan todos feos!
Puse un poco de cara de asco.
- Es que para mí se derruyó todo tanto que llegué a un punto donde no quiero compromisos - le dije, dando por terminada la charla - El día que alguien me conmueva, acordate - le advertí - va a ser un milagro. Voy a venir y te voy a decir: " boluda, sabé que presenciaste un milagro... " - me reí, junto con mi hermana, que se rió por la salida.
*ese mismo día, un poco más tarde
- ¿Por qué rechazaste a ese pibe que te invitó a salir, Veinte? - me preguntó mi papá, porque mi madre reflotó una anécdota que le había comentado indignada.
Lo miré, extrañada.
- Porque no tengo ganas...
-¿ De qué no tenés ganas?
- De salir con un pibe...
- Pero... era un buen partido... - se rió - Jamás voy a entender a una tipa como vos. ¿Por qué a todos les decís que no? ¿Qué o a quién buscás? - me preguntó - ¿No hay uno solo, uno solo que te guste aunque sea un poco?
Lo miré con una enorme calma. Una calma infinita, esa calma que solo se siente cuando sabemos que ya no conservamos ninguna esperanza por dentro. Una calma de quien se ha convencido.
Negué con la cabeza.
- No, no hay nadie que me guste.
- Yo entiendo que éste pibe no te guste, si es inmaduro, pero no va a ser fácil encontrar una pareja para vos si estás en esa postura. Ni siquiera para un tipo grande es fácil llevar a una persona asi, que lo hace sentir poco importante en su vida.
Le puse cara de "y bueno, papá, paciencia... ".
- Yo no digo que, si alguna vez llego a tener una pareja o lo más parecido a eso, sea poco importante... Lo que yo digo es que no quiero saber nada con nadie.
- ¿Por qué?
Suspiré.
- Porque hace bastante más de un año que , sean como sean, ya no me conmueven los hombres, papá.
- ¿Cómo que no te conmueven?
- Claro - me extendí un poco más - ¿viste cuando nada te toca las fibras más profundas? ¿Cuando ya no creés en nada de lo que te puedan decir, sea quien sea?
Asintió.
- Bueno, yo hace más de un año que estoy así, y en el último año, todo se hizo más fuerte todavía. No tengo ganas, no quiero gastar energía, ni perder el tiempo. Prefiero enfocar mi energía, y mi juventud, en otras cosas más... productivas - le dije.
Me miró como si fuera un caso perdido.
- ¿Y si te enamorás?
Me reí, con sorna.
- No creo que ocurra semejante milagro.
- Pero... ¿si te pasa, qué vas a hacer con tu estructura, todos los proyectos que formaste sola, para incluir a un tipo en tu vida? ¿No le vas a dar un lugar, aunque sea, que sea importante para vos? ¿O lo vas a tener de adorno?
Volví a reírme con sorna.
- Empezá por el principio, partí de la base que yo no me conmuevo por ningún hombre que conozca. ¿Hablás de enamorarme? Para mí, no existe esa palabra. Y si alguna vez ocurre el milagro de que yo me enamore, capaz que me pongo a negociar con ese otro, y le doy el lugar que se merece... Si es que me lo dá él también a mí - le aclaré, con mi tono de dulce y perversa.
- ¿Qué querés decir con eso? - me preguntó.
- Que yo no me quiero hacer malasangre por amor... No estoy dispuesta, racionalmente al menos, a sufrir por amor.
- Mirá, Veinte, el día que te enamores, date por avisada eh, pero te vas a hacer malasangre. Quizá vas a sufrir, te vas a enojar, sí, pero el amor es así... Uno, muchas veces, se hace malasangre cuando se enamora... - me dijo, a modo de consejo, pobre, mi padre - Aunque te enamores de un hombre mayor y no de un chico de tu edad, te hacés malasangre igual.
Asentí con la cabeza, antes de irme del living donde charlábamos.
- Por eso no me enamoro... - ironicé, de nuevo, riéndome - No me quiero hacer malasangre, papá, no me quiero amargar sufriendo por un pelotudo, ni mucho menos, malgastando mi tiempo al lado de un tipo - le expliqué - Prefiero seguir buscando laburo, seguir estudiando, seguir proyectando desde mi vida, sólo para mi vida. Abocar mis energías ahí, que por lo menos, me hago malasangre pero me da satisfacción.
Mi padre sacudió la cabeza.
- Ay, Veinteava... Cuántos tipos quisieran una mina como vos y pensarán que no existe...
- Yo soy la que piensa que un tipo que quiera estar con una mina como yo, bien, no existe.
- Ya te va a tocar algún "jovie", ya te va a tocar algún viejo que te sepa llevar a vos... - me dijo, dos veces - Pero eso sí, cuando lo encuentres, aprendé a negociar. Aprendé a cambiar los planes, a hacer espacio para el tipo en tu vida...
Le puse cara de "bueno, sí, te entiendo papá, pero no te metas en mi vida".
- No existe tipo que me conmueva al punto de hacerme esas preguntas... Supongo que sí, que negociaría mis espacios un poco, pero sólo lo supongo, bien de lejos, lo supongo... - bromeé
- ¿Y si viene uno y te parte la cabeza? ¿Un viejo? ¿Qué?
- Ya ni con un viejo, ahora, regalo minutos de mi juventud - le dije, en broma, revoleándome el pelo como en las publicidades de shampoo.
Si mi papá supiera que ya no tengo ganas ni de que me ofrezcan ser siquiera La Otra, quizá entendería mejor por qué me convertí en lo que ahora soy. Aunque, eso sí: muchas veces escuchando mis propios pensamientos y palpando mis propias perspectivas sobre el tema, ni yo me reconozco.
¿Qué le quedará a alguien más?