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sábado, 21 de diciembre de 2024

Al tercer día, resucitó...

 Hoy me levanté después del desvelo de anoche. Me dolía bastante la boca, así que me preparé un desayuno potente: un sándwich de miga, un mate cocido muy tibio - porque no puedo tomar mate ni comer nada duro - y una fruta blandita. Me tomé el antibiótico y el analgésico y me hice los buches con agua oxigenada para ayudar a la mejoría. 

Me acosté después de eso, el dolor me dió tregua y después de almorzar me preparé para ir a hacerme los pies.  Finalmente, me quedaron geniales después de dos o tres semanas con los turnos pospuestos, suspendidos o dilatados por las Fiestas. Lo único que hice después de ir al salón a hacerme los pies, fue pasar a buscar por un punto de retiro el regalo de Papá Noel para mi sobrino menor, L y el skincare que me compré hace unos días por Internet. Después de eso, esperé el colectivo con calma y volví a casa. 

 Con este último gesto de voluntad, dí por finalizado el segmento de regalos y ya tengo todo en casa. Eso me puso contenta. 

A mi sobrino mayor, le compré una cajita con superhéroes en miniatura, estilo Funko, que no creo que sean los originales - por el precio - pero que igual están re lindos. Los superhéroes para mi son un poco un mareo, pero éstos se los pidió a Papa Noel en su cartita. 

A mi sobrino menor, le compré una cajita con dos dinosaurios articulados, de colores. A él no le gustan muchas más cosas que no sean los autos, los animales y la comida de su mamá. Entonces, es el más complicado para regalarle pero lo hago con gusto y con amor. 

A mi papá, dado que me tocó como amigo invisible, le compré un Gin.  Es un tipo de Gin que él quería hace un montón, y que me preguntaba cómo era, y qué esto, y decía siempre que es caro ese gin y bueno, aproveché la ocasión para regalárselo así se saca el gusto. 

Y a mi mamá, porque ella se lo merece, le compré un camisón que le venía haciendo falta. No me correspondía regalarle a mi mamá, pero la verdad, no me importó. Yo quise darle un detalle porque ella siempre está en los detalles para mí, y lo aprecio. 

II. 

Mientras volví a casa, me enteré de dos buenas noticias para levantar los ánimos: gané un sorteo de un tratamiento de belleza que me quería hacer y cuando desenvolví el pedido de skincare que había hecho, me di cuenta que me lo mandaron duplicado y sí, me cobraron solo lo que pedí. 

Es decir: yo compré un aceite desmaquillante en 2x1 y pagué por esas dos unidades el precio correspondiente a una. Cuando salí del correo sentí que era un paquetote pero supuse que le habían puesto mucha protección. En casa, noté que había una cajita con esas dos unidades de desmaquillante, cosa que estaba ok, pero que además había otros dos paquetes con otras dos unidades y dos pads de regalo. ¡Con razón yo sentía que me pesaba!  Antes de mandarme dos, me mandaron cuatro. 

Así que acá ando, muy contenta, con desmaquillante hasta 2027 aunque físicamente muy cansada y con muchas ojeras. Con ganas de dormir, pero no sé si sea por sueño o por poca energía o por el estrés que está decantando. 

Recién hace 24 horas estoy con una mejor ingesta de comida. Comí papas, verduras, pollo, helado, un alfajor blandito, Coca Cola, agua, jugo, pero es como si todavía necesitara más y más comida para volver a un nivel normal. 

Seguiré en este modo avión, más silencioso, paciente, interno, sin demandarme el mundo ni enloquecerme. Espero mañana sentirme mejor que hoy y así sucesivamente. 




domingo, 14 de abril de 2019

Viernes

*viernes a la noche*

Limpiando mi habitación, que parecía más bien una trinchera, la música acababa de dejar de sonar. Un sahumerio desprendía su olor mágico. Yo corría y revisaba la ubicación de los muebles, con franelita en mano, sabiendo que no tengo tiempo suficiente para hacerlo todo en los horarios más habituales o a lo largo de las semanas más atareadas. 

Cuando el celular suena, realmente, no lo escucho.  O quizá no lo quiero escuchar. Pienso en que no tengo ganas de leer el chat del trabajo, pero tampoco, el chat que tengo con mis compañeros sobre las diferentes materias que estoy haciendo en la Universidad. Me digo que es viernes. Noche de viernes. Me hace bien saber que estoy limpiando, mandando ropa a lavar, haciendo algo que venía posponiendo desde hace una semana entre las dos actividades en las que ahora se juega mi vida.  Sólo quiero disfrutar ése momento. Limpiar y dejar todo divino antes de acostarme.

Cuando ya casi estoy por terminar, rescato el aparajeto móvil desde abajo de una pila de pendientes más, los últimos que me quedan. La luz de una notificación me obliga a desbloquear y leer. Es raro, a esa hora, - me digo - que me escriban sólo un mensajito y yastá. Un sólo mensajito, no veinte ni dos. Uno solo. 

Quién será, me pregunto. 

El Reo. 

Quizá lo mejor, en ese momento donde leo su mensaje, sea llamarlo así. Él es Reo, no por lo culpable o lo delincuente, sino, por lo precisamente por lo... reo. Un hombre con esa mezcla entre pillo y barrial, totalmente antiburgués. De esa clase de tipos a los cuales no les cabe una y van al frente y te dicen las cosas. Que tienen códigos de la calle, pero que por otro lado, tienen mil noches cargando en sus espaldas y le ponen cintura a la situación.  Que tienen gira, pero además, otra vida, esencialmente, muy diferente a la de uno que se pasa un viernes a la noche limpiando. 

Me siento como si fuera una nena buena sacada de los cuentos cuando hablo con El Reo. Y se lo hago saber, intuyendo que no me subiré a su caravana. Que, siempre y cuando le guste una mina como yo, va a tener que suscribir a mis prioridades del mismo modo en que yo puedo entender su edad ( largo el camino y pesadas las piedras...), el hecho de que sea papito pero además padre de dos chicos y el hecho capital de saber que cada uno hace la suya y, en especial, que la hará. Que debe ser así y que está perfecto que así sea, siempre y cuando, se acepte que se tiene una vida propia, diferente, y propia a la de ese otro que miramos.  Y que no se lo debe al otro correr de ese lugar... Que hay que respetarlo en su etapa, en su tiempo, con sus proyectos o con la escasez de... siempre de acuerdo a lo que se esté dispuesto a aceptar.

Porque... ¿Compartir? ¿Qué?  Nah, no le pongo ni dos mangos a esa posibilidad. No siento que tenga nada que compartir con una persona como El Reo más allá del ser usuarios del español rioplatense. Pero... es tan reo que no da tiempo para un planteo reflexivo, él simplemente te la tira.

Porque es así, tiene otra dinámica de la cosa. Tanto que un día me pide que le avise, así me pasa a buscar por la Facultad y nos vemos. Que cuando yo quiera. Que a él no le molesta. Que así no ando a esa hora por ahí. Que así no viajo en bondi. Que, como él trabaja ahí cerca sabe, claro, que es una zona de mierda para que una piba joven ande a las diez de la noche sola. Mofo. ¿Por qué piensa en esas cosas respecto a mí y al mismo tiempo no me vé pisando una cancha de fútbol? No es el primer tipo que me lo dice y enarco una ceja ante la curiosidad. Le explico que cuando le pido mi papá me busca, pero al mismo tiempo, lo cargo. "¿Qué sos vos, un pastor, un buen samaritano?", porque me da risa, me parece suelta su forma de hacer las cosas.

Se ríe.  Le causa gracia la comparación. Yo también me río. Éste tipo no tiene nada que ver conmigo y es tan fácil darme cuenta que la única palabra que asoma frente a una charla consigo es la obsolescencia; un "es cualquiera esto".  

 El Reo sabe, de todos modos, detalles tales como que que laburo y estudio. Sabe que casi no tengo vida ahora además de esas dos esferas. Aún sabiendo mi edad, me dice que parezco de dieciocho años físicamente, que no me dá ni loco la edad que realmente tengo. Le explico que a nadie le pasa eso, que no es original, en tono burlón. Se ríe. Le aclaro, mediante otros tópicos, que tengo la cabeza de una mina de veinticuatro y responsabilidades a la orden de esa edad. Cuando me hace saber que lo comprende, pero que pensó que era una nena, yo le respondo que las apariencias engañan. Y añado, además, que cuando me dice que soy una nena me hace acordar a Francella y que tampoco es taaan así. Que no se haga acá el superado, pienso con sorna.

Escucho sus audios y le mando un par. Me da placer no darle demasiada pelota a los modos. Al ser tan llano todo con El Reo, no siento presión ni necesidad de complejizar las cosas. El tipo la hace corta, y yo le hablo cuando tengo ganas. Él me escribe cuando tiene ganas. Nos pasamos los números porque un día, después de dejarnos millones de likes, tuvimos ganas. Pero nada más. Y en ese nada más, está el nada menos, es decir, la rareza de que dos personas que son el agua y el aceite, se manden mensajes cortos como chispazos. 

Aunque, la verdad sea dicha: sé que me ve como una piba joven, pero también reconoce que hago cosas. Si antes de responder me pregunta si estoy en clase y me dice "prestá atención a lo que dice la profesora, no me hables", mientras que yo enarco una ceja y en el recreo lo burlo con un "¿y vos, me estás retando?", para ubicarlo en la palmera.  Me  lo da a entender cuando insiste todo el tiempo en que está bien que lo haga, que estoy ocupada, que en esta etapa de mi vida me corresponde hacerlo, que me caliente por estudiar y por laburar.  Que tenga prioridades. Y dice, además, que ya voy a tener tiempo para todo, que si voy a la Cancha de **** - como va él, con todo el grupete los findes - no voy a querer dejar de ir, pero que ahora... 

Entonces ¿un mensaje? ¿Para qué? 

II

- Buenas noches - me dice. 

Enarco una ceja. No entiendo qué hace el reo escribiéndome si soy lo más anticristo de su mundo. Soy como la clase de persona con la que no se entendería jamás, al margen de lo físico, y él es eso mismo para mí. Un reo que me gana desde el humor pero no pertenece a mis horizontes. Un tipo que le inculca a sus hijos todo lo que él no hizo y se ocupa de ellos y se encarga de ellos, pero que como hombre, ante mí, es diametralmente opuesto en su cosmovisión, en su pasado, en las elecciones que hizo en su vida y en las prioridades que se pactó. No habla, sin embargo, desde el lado cansado del mundo y eso me parece bueno. Sin embargo, con toda su vida resuelta y toda mi vida por forjar, no quiero sentir ningún apego ni compromiso, ni siquiera, ningún peso mínimo de responder. Y sé, porque en algo afilé mi intuición luego de ciertas cosas, que él tampoco los quiere. Si no, ya los habría asumido o hubiera continuado asumiéndolos.  Ni más, ni menos.

 ¿Qué seríamos, entonces, capaces de compartir más allá de algunas buenas noches? "Que haga lo que quiera, mientras que no me joda", pienso, porque siquiera fichar a un tipo con hijos es todo un temón al menos para mí, que siempre fui del club "hijos ajenos no". 

 - Gracias, igualmente - le respondo - ¿Cómo estás? 
- Bien, todo bien. Cansado. 
- Me alegro, yo estoy igual. 
- Me voy a ir a dormir, ahora - me avisa, haciéndose el interesante. 
- Yo igual. Descansá. 
- Mis niños ya se fueron a dormir, y yo los sigo - me aclara. 

Sonrío con cierta ironía. Me acuerdo que El Reo tiene dos nenes. Bah, un nene y una nena considerablemente adentro de la pubertad. 

- Descansen los tres. 
- Gracias. Besos. 
- Besos para vos. 

sábado, 20 de octubre de 2018

La Otra

Por esas extrañas razones que tiene la vida, al menos la vida que llevo vivida hasta el momento, nunca me propusieron un noviazgo, pero sí, más de tres veces, me propusieron un "¿amantazgo?" ¿quizá? Es decir que sé perfectamente lo que es postular, según la mirada del idiota de turno, para el rol de amante ideal pero jamás, asimismo, he descubierto lo que implica ser lisa y llanamente la novia "bien" de alguien. 

Cuando estábamos saliendo con Él, había una distancia generacional tan grande que no podía pensar en ese concepto. ¿Novia, de verdad? Ser la novia de un hombre que me llevaba veintitrés años me generaba un gusto extraño, porque la idea de un noviecito de la juventud jamás se asociaba al nivel de compromiso que yo tenía conmigo misma, ni tampoco, a la cantidad de responsabilidades que estaba dispuesta a asumir por él.  Miraba a los novios de mis contemporáneos y la relación que llevábamos con el susodicho era diametralmente distinta, pese a que a mí me gustaba ese estado de las cosas y, a diferencia, repelía a la nomenclatura. Mientras que los novios de mis pares salían a boliches, muchas veces yo lo miraba a Él, quien consideraba que su planazo era salir a cenar o quedarse mirando cine en su mini-cine y eso me encantaba. Era como si, precisamente en donde debíamos chocar, extrañamente, halláramos un poco más de entendimiento del que pudiera preverse. 

 No obstante eso, la idea de ser la mujer de o la señora de... tampoco me cuajaba en la cabeza. Yo solamente quería estar con Él, y punto... Porque los únicos títulos que existían para mí, tanto a los diecinueve años como ahora, eran los universitarios. 

II 

Pero... ¿qué es decir que me propusieron ser más amante que novia? Pues eso. Me lo pintaron de diferentes colores, pero el fin siempre fue el mismo: que yo sea la otra, porque para ser la oficial, no parecía ser buena candidata. 

Me ofrecieron viajes. 
Me ofrecieron viajes y dinero. 
Me ofrecieron "cinco o seis veces pactadas" a cambio de un mutuo pacto de tener sexo sin hacerle al otro demasiadas preguntas, en los lugares más pitucos, y los que yo decidiera. 
Me ofrecieron absoluta reserva. 
Me ofrecieron cenas, regalos, salidas o todo lo que se me ocurriera. 
Me ofrecieron (no hace mucho ,y aunque no en carácter de amante explícita pero sí de candidata a la otra), un porcentaje de dinero X vinculada a una recomendación profesional que, en realidad, bien pasaba como una buena excusa para comprarme o para intentar llamarme un poco la atención en plan "yo soy un joven de negocios" (seh, dale, y yo soy Alfonsina Storni).   

Y, constantemente, mi capacidad de asombro se re rebalsando. Se fue rebalsando y endureciendo tanto que, al cabo de todos estos años, acabó por trastocarme del todo. 

Me convertí en una mujer muy fría de cara a cualquier hombre. En una chica a la que le podés poner lo que sea frente a sus ojos y perdió la capacidad de asombro sobre lo fútiles que pueden ser algunas personas. Tripliqué mi desconfianza a límites descollantes.  Me convertí en una mujer incapaz de expresar sentimientos edificados desde el costado auténtico, es decir, ese donde nos sabemos vulnerables y donde hemos salido de nuestra zona de confort. 

Aprendí a manejar las emociones desde el cerebro, con cuidado, y tomé una asombrosa capacidad de pensar en los pro y los contras antes de tomar cualquier decisión. Desde el imperio de la razón, también me convertí en una joven muy pensante, demasiado pensante. Especulativa, si se quiere, respecto al gestionar esfuerzos y energías sólo hacia el propio bienestar, sin darle ni un centímetro de margen a ningún tipo a la redonda, sea quien sea y tenga la edad que tenga. 

Me convertí en una chica que no quiere que la conozcan. En una persona que agradece que no le hagas preguntas, que no quiere mostrarse como es y que prefiere dejarte contento con un par de palabras sin sentido, aunque lo sepa perfectamente, y aunque en el fondo le importes muy poco, al punto de ser mitad desinteresada y mitad falluta sólo para no ser invadida ni molestada.  Acabé siendo, en efecto una persona que, siendo honesta, repele a los tipos que dan vueltas pero que, al mismo tiempo, ya no quiere compromisos con nadie.  Me convertí en una de las chicas más de mi generación que, por culpa de la degradación humana de estos tiempos, tiene otro lóbulo frontal donde antes se hallaba su corazón. 

Y cada vez, esa postura, le parece completamente cómoda, cierta y ajustable a los propios objetivos. 

III 

Por motivos fortuitos, hoy conocí a La Amante de Divino. La vi, casi por entrar a su Estudio Jurídico, vestida para matar... (lo).  Y, en el preciso instante donde cotejé todos los puntos a favor que ella tenía respecto de mí - cuerpo escultural, aspecto escultural, pelo escultural, maquillaje escultural, aunque no muy bella de cara -, me di cuenta que, en su momento, ni para ser su amante encajaba. 

La mina que lo esperaba, el mismo día y a la misma hora que tantas veces me había invitado a mí a ir, lucía unos tacos que en mi vida podré calzarme, junto con un busto que yo jamás tendré - producto de mis 49,50 Kg - y una figura espigada y tonificada, producto de horas y horas y horas de Gym. 

Cuando la vi, acompañada de mi amiga, sorprendida, realmente sorprendida, le pregunté: 

- ¿Me podés explicar qué me vió este tipo, en su momento, si ahora se puede acostar con minas así? - mofé - Está bien, de cara no estaba muy bien, pero ¿vos viste el cuerpazo que tenía? ¿Viste las tetas, viste el culo? - se reí, tentadísima - No en vano, siempre me extrañó que este tipo estuviera tan caliente conmigo. 
- Ay, *** no digas eso - me retó, mi amiga. 
- No, es que lo digo sin maldad. Estoy sorprendida... ¿Cómo se puede acostar con esa mina que lo va a visitar en tetas? - me reí. 
- Terrible, eh, se re notaba que iba ahí... - observó mi amiga - Toda impecable a las cinco de la tarde, igual... 
- Ya sabemos que, según la actualización pertinente del Código, no encajo en su perfil ni para amante, ahora - me sonreí, socarronamente. 

Mi amiga mofó, dándome una negativa a eso último. 

- Nah, ¿sabés cuánto le dura ésta? 
- Ahora que los veo a los dos, te aseguro que no me sorprende que se atraigan, porque son dos productos bien cotizados - ironicé - En especial, Divino, que no le pasan los años... - me reí, sacudiendo la cabeza. 

Luego de un momento, reflexioné en voz alta. 

- ¿Te acordás todo el planteo moral que yo me hice cuando descubrí que tenía mujer? ¿Te acordás todo lo que me sorprendió cuando me enteré que iba a ser papá, y me decía "zafé, zafé, menos mal"? - le pregunté a mi amiga - ¿Por qué era tan tonta, tan inocente, pensando que éste no iba a ser tan mierda? - insistí en la idea - Ahora, que ya no tengo más corazón, veo todas estas cosas mucho más claramente. 

IV 

*una semana atrás 


- Che, ¿a vos no te pasa que mirás a las parejitas y sacás especulaciones de ellas? - me preguntó mi hermana mayor. 

La miré de reojo. 

- ¿A qué te referís? 
- A si no sacás conclusiones, si no te preguntás quién ama a quien, si no notás quién es el que está más enganchado; cosas así... Si hace mucho que están, si hace poco...

La miré, seguramente, expresando la extrañeza. 
Negué con la cabeza. 

- ¿No mirás a las parejas, vos? 
- No, la verdad que no - le expliqué. 
- ¿Ay, por qué no? 

Me encogí de hombros. 

- No me llaman la atención... 
- ¿Cómo que no? ¿No te llama la atención el amor? 
- Yo no creo en el amor. La idea de pareja es cada vez más ficcional, no sé, quizá por eso no me llaman la atención - pensé , en voz alta. 

- Pero ¿y yo, y ***? ¿Y *** y ***?  - me preguntó, haciendo referencia a mi hermana y su marido, y a ella misma y su pareja, 

Me volví a encoger de hombros. 

- ¿Viste que en la vida no todos tenemos el mismo destino, no? Hay como un bagaje de experiencias que cada uno tiene que atravesar, pase lo que pase, que son parte de la lista de su vida. Hay algunas personas, como ustedes y muchas otras parejas, que tienen la fortuna de encontrarse con una persona que los conmueve. Y sí, yo creo en eso, pero no creo que sea lo mismo para todos.  

Asintió con la cabeza. 

- ¿Y qué para vos no? 

- Del mismo modo en que hay gente que se va a Europa de vacaciones y otra que no tiene la gracia de vivir esa experiencia jamás, por diversos motivos, habrá otras personas que vivirán el amor plenamente y habrá otras, que jamás sepan lo que es corresponderse con otro, estar con la persona que realmente quieren y no tener que conformarse con otra un poco por resignación y otro poco por miedo a estar solo toda la vida... 

Frunció las cejas. 

- Ay, no seas amargada... Vos porque no querés salir con nadie... Seguramente, si te pondrías a salir con gente diferente, o con gente más joven, o con gente más grande, pero que sea diferente a lo que esperás, te pondrías de novia en dos minutos... ¡A vos no te gusta nadie! ¡Y si te gustan, te gustan todos feos! 

Puse un poco de cara de asco. 

- Es que para mí se derruyó todo tanto que llegué a un punto donde no quiero compromisos  - le dije, dando por terminada la charla - El día que alguien me conmueva, acordate - le advertí - va a ser un milagro. Voy a venir y te voy a decir: " boluda, sabé que presenciaste un milagro... " - me reí, junto con mi hermana, que se rió por la salida. 

*ese mismo día, un poco más tarde 

- ¿Por qué rechazaste a ese pibe que te invitó a salir, Veinte? - me preguntó mi papá, porque mi madre reflotó una anécdota que le había comentado indignada. 

Lo miré, extrañada. 

- Porque no tengo ganas... 
-¿ De qué no tenés ganas? 
- De salir con un pibe... 
- Pero... era un buen partido... - se rió - Jamás voy a entender a una tipa como vos. ¿Por qué a todos les decís que no? ¿Qué o a quién buscás? - me preguntó - ¿No hay uno solo, uno solo que te guste aunque sea un poco? 

Lo miré con una enorme calma. Una calma infinita, esa calma que solo se siente cuando sabemos que ya no conservamos ninguna esperanza por dentro. Una calma de quien se ha convencido. 

Negué con la cabeza. 

- No, no hay nadie que me guste. 
- Yo entiendo que éste pibe no te guste, si es inmaduro, pero no va a ser fácil encontrar una pareja para vos si estás en esa postura. Ni siquiera para un tipo grande es fácil llevar a una persona asi, que lo hace sentir poco importante en su vida. 

Le puse cara de "y bueno, papá, paciencia... ". 

- Yo no digo que, si alguna vez llego a tener una pareja o lo más parecido a eso, sea poco importante... Lo que yo digo es que no quiero saber nada con nadie. 
- ¿Por qué? 

Suspiré. 

- Porque hace bastante más de un año que , sean como sean, ya no me conmueven los hombres, papá. 
- ¿Cómo que no te conmueven? 
- Claro - me extendí un poco más - ¿viste cuando nada te toca las fibras más profundas? ¿Cuando ya no creés en nada de lo que te puedan decir, sea quien sea? 

Asintió. 

- Bueno, yo hace más de un año que estoy así, y en el último año, todo se hizo más fuerte todavía.  No tengo ganas, no quiero gastar energía, ni perder el tiempo. Prefiero enfocar mi energía, y mi juventud, en otras cosas más... productivas - le dije. 

Me miró como si fuera un caso perdido. 

- ¿Y si te enamorás? 

Me reí, con sorna. 

- No creo que ocurra semejante milagro. 
- Pero... ¿si te pasa, qué vas a hacer con tu estructura, todos los proyectos que formaste sola, para incluir a un tipo en tu vida? ¿No le vas a dar un lugar, aunque sea, que sea importante para vos? ¿O lo vas a tener de adorno? 

Volví a reírme con sorna. 

- Empezá por el principio, partí de la base que yo no me conmuevo por ningún hombre que conozca. ¿Hablás de enamorarme? Para mí, no existe esa palabra. Y si alguna vez ocurre el milagro de que yo me enamore, capaz que me pongo a negociar con ese otro, y le doy el lugar que se merece... Si es que me lo dá él también a mí - le aclaré, con mi tono de dulce y perversa. 

- ¿Qué querés decir con eso? - me preguntó. 

- Que yo no me quiero hacer malasangre por amor... No estoy dispuesta, racionalmente al menos, a sufrir por amor. 

- Mirá, Veinte, el día que te enamores, date por avisada eh, pero te vas a hacer malasangre. Quizá vas a sufrir, te vas a enojar, sí, pero el amor es así... Uno, muchas veces, se hace malasangre cuando se enamora... - me dijo, a modo de consejo, pobre, mi padre - Aunque te enamores de un hombre mayor y no de un chico de tu edad, te hacés malasangre igual. 

Asentí con la cabeza, antes de irme del living donde charlábamos. 

- Por eso no me enamoro... - ironicé, de nuevo, riéndome - No me quiero hacer malasangre, papá, no me quiero amargar sufriendo por un pelotudo, ni mucho menos, malgastando mi tiempo al lado de un tipo - le expliqué - Prefiero seguir buscando laburo, seguir estudiando, seguir proyectando desde mi vida, sólo para mi vida. Abocar mis energías ahí, que por lo menos, me hago malasangre pero me da satisfacción. 

 Mi padre sacudió la cabeza.

- Ay, Veinteava... Cuántos tipos quisieran una mina como vos y pensarán que no existe... 
- Yo soy la que piensa que un tipo que quiera estar con una mina como yo, bien, no existe. 
- Ya te va a tocar algún "jovie", ya te va a tocar algún viejo que te sepa llevar a vos... - me dijo, dos veces - Pero eso sí, cuando lo encuentres, aprendé a negociar. Aprendé a cambiar los planes, a hacer espacio para el tipo en tu vida... 

Le puse cara de "bueno, sí, te entiendo papá, pero no te metas en mi vida". 

- No existe tipo que me conmueva al punto de hacerme esas preguntas...  Supongo que sí, que negociaría mis espacios un poco, pero sólo lo supongo, bien de lejos, lo supongo... - bromeé
- ¿Y si viene uno y te parte la cabeza? ¿Un viejo? ¿Qué?
- Ya ni con un viejo, ahora, regalo minutos de mi juventud - le dije, en broma, revoleándome el pelo como en las publicidades de shampoo. 

Si mi papá supiera que ya no tengo ganas ni de que me ofrezcan ser siquiera La Otra, quizá entendería mejor por qué me convertí en lo que ahora soy.  Aunque, eso sí: muchas veces escuchando mis propios pensamientos y palpando mis propias perspectivas sobre el tema, ni yo me reconozco.

 ¿Qué le quedará a alguien más?



domingo, 12 de noviembre de 2017

Derrapar

Y un día, como quien no quiere la cosa, con una cervecita en mano, distraida, pensando en otra cosa, no llegue ni a darme cuenta como termine bloqueando a Juan Manuel Urtubey en una de mis redes, por accidente. 

Solo se que en el momento no me di cuenta de lo que estaba haciendo, por estar renegando con mis datos, mientras pretendía mostrarle algo a mi mejor amiga. Hablando, risa va y risa viene, evidentemente se me fue la mano.  Para consolarme, durante los primeros veinte segundos, pensé que no iba a tener la mala suerte de que mis datos funcionaran justo en ese momento, ya que venían andando fatal... ¡Pero funcionaron, y así termine, por tanto meter el dedo (en la llagas)! 

Ahora que caí en la cuenta sin estímulos que distorsionen mi percepción, tampoco me parece algo tan grave, mas bien, todo lo contrario. Fue un fallido, un accidente, digamos... pero yo me decidí a dejarlo así. No creo que de su parte se moleste en preguntarme nada al respecto y reconozco que a mi me resulta mejor no darle pie a que vea mis cosas ni a que sepa nada, como una buena manera de volver a macar los limites, ahora, de forma definitiva. 

Finalmente, lo que no se resuelve por vía de la razón, hace fuerza desde adentro y siempre gana, incluso, apoyándose en fallidos. Hete aquí la prueba de ello, si no... 

La del finde candidatea fuerte para ser la perlita del año. 



lunes, 30 de octubre de 2017

Dosificación

"... La culpa es de uno cuando no enamora, 
y no de los pretextos ni del tiempo..."
(Mario Benedetti)


Si en esto hay algo que pueda ser llamado particularidad, es la de nunca terminar de comprender que es lo que estuvo pasando. Suponiendo que no sea en vano mi pretensión de historizar respecto a las experiencias que me van sucediendo – quizá al fiel estilo de novela pastoril, casi con parábola incluida -;  diría que se me da mejor entender el pasado desde el presente que viceversa.   Yendo desde el presente al pasado, no solo es más fácil leer las estructuras con hechos medianamente consumados, sino también, menos doloroso. Si, claro, el mejor amigo en estos casos es el peine para el pelado y el diario del lunes, pero cuando la mecánica es la contraria, simplemente, mis aptitudes más vulgares se anulan por completo producto de las marcas que fueron dejando las experiencias, influyentes en el modo de interpretar los acontecimientos del presente. Y dato no menor, también producto del miedo a repetir siempre las mismas historias.

Parece que mis plegarias fueron finalmente escuchadas. Más de una vez pedí a Dios, al cielo, al Universo; que ciertas cuestiones se orientaran o, al menos, que ciertos sentidos se amoldaran un poco a determinadas acciones. Y lo cierto es que la actitud de Urtubey ha dado un giro radical, de ciento ochenta grados. La nueva postura es, formalmente, la de no-darme-pelota; es decir, casi la misma actitud que había tenido y por lo cual, las posteriores actitudes me habían resultado tan extrañas... Porque como desconfiada que soy, no entendía demasiado de donde o para que habia un súbito interés. 

Ante esto, me suceden dos cosas: por un lado estoy contenta y, por el otro lado, pase días sintiéndome un poco mas pensativa de lo habitual.  Desde el lado donde estoy contenta esta especie de sentimiento se parece más bien al alivio de poder entender, de algún modo, cual es el camino a tomar a partir de ahora; porque, desde ya – si algo comprendí – es que el silencio no solo es desinterés, sino también, una magistral forma de responder ante lo que no podemos ni pretendemos aprender a manejar. Desde el lado donde impera la introspección,  reconozco haberle sido útil, y ahora, ya no resultarlo tanto. Confundí el que me tuvieran en cuenta con el ser utilizada para las urgencias, para las soledades, para las tristezas. Y la picardia no es porque durante todos estos meses haya especulado con recibir algo de su parte ya que jamás lo pensé desde ese lugar; sino porque suponía – grave error que todos cometemos – que no tenía intereses capaces de aminorarme el ánimo, de hacerme sentir usada.   

Teniendo en cuenta el lugar que me dio en uno de los momentos más difíciles de su vida, creía que luego de haberme escrito a veces casi durante semanas enteras, ahora que ya está mejor y cuando se está abriendo al mundo; también iba a ser capaz de conectarse con las etapas de los demás, sentarse a tomar dos-tres mates sin sumar a la malaria. Porque, aunque suene muy tonto, a mi me alegra verlo feliz aunque sea dificil de digerir en otros sentidos y aunque prefiera no saber la procedencia, me alegro si lo veo bien luego de haberlo visto padecer tanto sin saber como ayudarlo. Sin embargo, el, como no me necesita mas, tampoco aparece por las dudas de que yo, oh casualidad, vaya a ser que lo necesite. 

 Erradamente claro, considere que me iba a preguntar qué tal, o al menos, de estar en mi casa, me iba a poder hacer una pregunta directa mirándome a la cara.  Pero Urtubey, todas esas preguntas, se las hace a mi padre, su amigo real, y no a mí. Eso me alienta a creer que, definitivamente, habré sido para él una extensión del primero, aunque con pelo largo y un poco mas de delicadeza en mis líneas; pero que jamas se intereso en conocerme un poco mas alla. De ahi que, de lo unico que me preguntara, fuera de mis salidas con amigos o mis parciales de la facultad, pero nunca, si algun hombre me interesaba, si alguna vez me habia enamorado, si me gustaban los chicos, las chicas, los perros o los gatos.  Ya que soy diferente según sus palabras, empiezo a pensar que este serlo justifica que sea incapaz de mandarme uno de sus tantos mensajes para preguntarme que tal estoy, y no solamente responderme cortante si yo le hago un comentario sobre una lectura de un libro - como antes -; y parece no interesarle ni un poco lo que le digo... Quizá, en comparación a todo lo que conoce, puede parecerle tonto lo que le digo del libro o puede no interesarle hoy en día, pero agradecería que no me lo haga sentir tan fuerte. 

Yo entiendo que quiza le parezco infantil, que quiza ve en mi a una "pendeja"... y por eso probablemente no le sirva mas, pero, no puedo mentir en algo: por momentos, cuando el viento juega a su favor, yo no soy una pendeja veintipico de años, sino, "la que siempre lo entiende", "la que razona bien", "la que tiene las cosas muy muy en claro", "la que es una bestia escribiéndole"... y, ademas, soy la misma pendeja a quien, durante algunos momentos, no le supo que contestar muchos de sus planteos.  Tampoco soy adivina, ni lo mio es palabra santa. Yo me cuestiono porque no entiendo lo que le pasa, aunque me parece raro que sea casi descortés, desinteresado;  porque entonces todo el interés y la humanidad que mostró antes no eran tan inocentes como aparentaban.   

Haciendo un recuento breve de mis gestos, yo no siento que haya hecho algo mal. Al contrario, con mucho esfuerzo, mantuve siempre los papeles. Guarde sus secretos, lo escuche siempre, lo ayude a reconciliarse con mi padre, le pase información suya pese a que después se me acuso de ponerme otra camiseta distinta a la de mi familia y, principalmente, le banque muchas actitudes raras, masculinas, que tuvo conmigo, confundiéndome mucho en el camino. ¿Por que lo hice? Porque pensé - tonta de mi - que nosotros dos podíamos ser amigos y prefería ser su amiga, poder tenerlo cerca de alguna manera, que no implicara tantas renuncias y cosas dolorosas, o, siendo mucho mas terrenal, tantos quilombos. 

Pero, evidentemente, a Urtubey no le interesa nada mas que el que la tonta este para escucharlo, para acompañarlo cuando esta mal, para apoyarlo, como un contenedor, no como un ser humano con sus propios problemas o cosas por decir.   Justamente, cuando esta bien, esta entero y en modo banal, el señor, se va a disfrutar de su virilidad al teatro o al mismísimo resto del mundo con otras mujeres que suscriben a aquellas ficciones. Y de nuevo, es ese otro tipo, tan pancho, tan de plástico y tan mecanizado es el que, a mi por lo menos, no me cierra por ninguno de sus lados... porque a Urtubey le conozco hasta las caras que pone, cada vez que infiere en sus dobles versiones, frente a mi papa. Es un tipo tan trasparente para algunas cosas, al menos desde mi punto de vista, que puedo distinguir cuando esta en persona y cuando en personaje. 

Claramente, no conviene tener cerca a una persona asi. En especial, cuando conmigo siempre pudo abrir su mente y su corazon de una manera incluso mas colorida que con el resto de mi familia y cuando, de su lado al menos, sostiene la creencia de que yo siempre entiendo como piensa, a donde va, que es lo que va a decir y como es que se relaciona con las personas. 

Cuando, precisamente, todavía no he podido darme cuenta como es que se esta relacionando conmigo... 

¿Como es que, conmigo, siempre fue capaz de decir otras cosas? ¿Como es que, incluso el día que se entero que lo hacían cornudo, y tenia que ir a buscar cosas a su casa, pensó en que lo podía acompañar yo y lo dijo enfrente de su familia y de la mía; y todos nos quedamos mudos? No en vano yo le dije que no me parecía del todo bien entrar a su casa y juntar consigo las cosas, estando su mujer allí desencajada, pero que si quería lo esperaba afuera mientras el juntaba todo y volvíamos los dos para mi casa. Si, claro, a todos les sonó mal, tan mal, como a mi me cae su versión de chico "superado". 

Entre nosotros hace semanas que no se da una charla consistente, como las que teníamos antes. Por momentos su actitud es coincidente con el que este efectivamente está en otra sintonía, y el saberlo me relaja por una temporada. Sin embargo, se que una mañana o en cualquier momento del día, cuando menos lo espere y cuando menos me interese, irrumpirá  y – gravemente confundido en este punto – pretenderá que se lo escuche. Pero… ¿desde qué lugar quiere que eso suceda? ¿Desde qué lugar pretende que yo – antes que nada mujer –  lo escuche? No sería necesaria esta pregunta, si pudiera ver que aun mismo saliendo con otras mujeres, nuestro vinculo persistiría. Pero lo cierto es que no, digamos que no se corta pero tampoco persiste. Es como si se congelara, como si yo permaneciera ausente de la realidad, más allá de alguna foto en redes donde me da un like, es decir, mas allá de unas cuantas migajas. ¿Y desde donde estoy ausente, en realidad? Probablemente, mi rol de “hija de mi amigo, casi una psicóloga “ es la matriz desde donde se empieza a tejer la distancia, pero en ese caso, no tendría por que cortarse tanto, a menos que no tenga en claro las cosas conmigo. 

La constante es una, sin embargo: lo buenas que cree que están las minas con las que pasa el rato vienen a suplantar esa figurita de escucha femenina que, es evidente, es tan pero tan necesaria para Urtubey, siempre jugando con la papeleta del buen tipo, del sensible, de perdido, del que quiere una mina capaz de arrancar algo en serio. Del que no sabe cómo hacer, del que busca una mina, más o menos, con los mismos valores. Y yo, ahora, mientras rememoro cuanta cosa dijo en mi casa, sentadito en mi mesa, oficiando de galancete de América, pienso: sí, claro... 

II 

Al cabo de un tiempo, me di cuenta de algo fundamental a esta cuestión: si algo le pasa o algo piensa, al parecer, yo nunca lo voy a saber. Puedo pasarme la vida pensando que esto es normal pese a que yo no lo comprenda asi, precisamente porque lo estoy midiendo con mi vara. Al caso, lo que para mí es un dislate para Urtubey puede ser normal, intrascendente e inclusive, también inofensivo; con lo cual quizá no encuentra razones para cuestionarse nada ni replantarse ninguna de sus actitudes. 

La actualidad es esto: sentarme, contemplar mi presente y no darle demasiada importancia a nada. 

Si de algo me valió es pasado es para saber que relaciones vale la pena sacrificar, cuando la pretensión es evitar - o al menos, dosificar - el sufrimiento reservándolo solo para cosas que sean realmente importantes o donde sienta que la inquietud, en cierto modo, vale la pena. 

Al brillante decir de Mario Benedetti, en una de sus novelas, no se puede andar siempre con el corazón en la mano

Por eso, si me tratan mas o menos, yo los tratare igual o directamente los ignorare como una manera simpatiquisima de devolver generosidades.  

Las personas que realmente me quieren, las personas para las que realmente importo, a la larga, quizá, se moverán como tantas veces me he movido. 

Me va a venir muy bien refrescar la memoria respecto a quienes son. 

domingo, 3 de septiembre de 2017

Moralista Horacio...

El jueves al levantarme, me encontré un mensaje en mi celular que tenia esta imagen: 



El mensaje, extrañamente, era de Urtubey.  

En cuanto lo vi, me pareció absurdo. Hace un tiempo dejamos de hablar de una forma mas sentida, por razones que nunca entendí del todo, pero que asocie con su salida a flote. Es decir: ahora que estaba mejor, ya no necesitaba alguien que lo entienda, mientras los otros lo apedreaban; y yo, en este sentido, habia perdido toda mi rentabilidad.  En cambio - a la vista quedo -  en ese punto de su mejoría se le volvió necesario conocer otras mujeres capitalmente diferentes a una persona que lo entienda ya que, al parecer, tiene esos dos términos muy bien separados y en el auge de un discurso "nosotros nos llevamos bien, la pasamos bien y nada mas", esta despachando a señoritas, campo abierto. 

En mi caso, como no solamente soy distinta - rompí el molde y no tengo que cambiar - sino, que soy ademas la hija de su amigo, al parecer desde su imaginario se puede dar algunos permisos, como por ejemplo, despertarme así. De ahí que, como hija de su amigo que soy es normal que me envíe estas imágenes un jueves a la mañana, en relación a un radio amplio de puntos ciegos en torno a su persona, que desde hace muchos meses vengo acumulando. Acompañando a la imagen, en otro de sus permisos, me decía que estaba con ganas de leer Rayuela, y si no tenia problemas en pasárselo, porque ese fragmento de la foto le habia encantado. 

Me quedo mirando algunos segundos mas la pantalla, sabiendo que habia algo raro en toda esa secuencia y no lograba darme cuenta donde estaba fallando mi observación. Me quedo mirando la pantalla... seria, ya sin gracia ni entusiasmo, por intuir esto como algo con doble filo y no poder corroborarlo en la realidad. Pero, sin mas remedio, le contesto que no tengo problema, que es maravilloso - sabe, de primera mano, todo lo que lo para mi representa, claro - y que lo leyera sin apuro. Le explico de donde viene ese fragmento, en especial, y le envío el capitulo que - me dijo - leería a la hora del almuerzoSi bien nunca antes me habia demostrado sentir demasiada urgencia en esta clase de lectura, ni este autor en especial; jamas pensé en dejar de abonar ese súbito interés porque me condena mi alma de futura Profesora de Lengua y Literatura. 




Pero lo mas extraño de todo no fue su repentino interés en un escritor que amo, sino que cuando vino a casa, luego de esa charla, casi no podía mirarme.  De hecho, por alguna misteriosa razón, no cruzamos la mirada prácticamente en ningún momento, ni tampoco, me hizo ninguna pregunta directa. Hablo solo con mi padre, como en los viejos tiempos y yo espere, realmente, a ver si mencionaba el libro o algún tema alusivo. 

Espere, espere, espere y espere; pero Urtubey no dijo nada. No dijo nada de eso, ni de sus citas, pese a que mi padre lo interpelo directamente. No dijo nada de su ex-mujer, ni de lo cambiado que esta, respecto a ella. No dijo nada de su forma actual de ver las cosas, de sus inquietudes, ni de sus ganas de hacer cosas nuevas. 

Pienso que no puede seguir haciendo las cosas por izquierda, porque todo esto, va a terminar mal. Pienso que no puede llegar a mi casa, sentarse en mi mesa, e implantarse un chip para ser, estando yo al menos, el mas bueno de todos los tipos de treinta y largos que existen en el mundo.  De hecho, si yo no supiera por boca de mi padre las andanzas, jamas me hubiera enterado que estaba haciendo uso de su deseo y su fisiología, al contrario. Lo que tendría es la imagen de un tipo separado hace un año, que ha intentado salir con algunas pibas, que se ocupa de su niño, que hace deporte y se queda en casa comiendo pizza y mirando la televisión, con su alma sensible... Inclusive, tendría la imagen de un tipo que tiene ganas de leer libros, buena literatura, de un momento para el otro que me requiere una obra compleja, pero esencial para mi, de mucho peso en mi vida literaria. Tendría la imagen del chico bueno, que sale con amigos a comer, no a bailar, "porque no tiene edad para ese tipo de cosas".

Y ahí es donde bendigo a mi padre.

Porque, si solo debería atenerme a lo que Urtubey me muestra, yo tengo que pensar que, evidentemente, anda a la caza de una de las mejores obras literarias de 1963, y de todo El Boom Latinoamericano, en general. Pero ademas, andar con ganas de leer pasajes como  "pero el amor, esa palabra, moralista Horacio..." y quedar como un romántico total, porque se levanto así de la cama, pobre pichoncito con su roto corazón.  Y si, claro, dicho sea de paso, sacarse de primera mano las dudas de que es lo mágico de una novela que casualmente, a Veinte, le gusta como le gusta y viste que ella lee ¿no?  

IV

 Demas esta decir que no menciono la charla o el libro, mas bien, todo lo contrario, fue como si nada de eso hubiera pasado en la realidad, estando en casa. Siguió siendo frente a mi padre, su amigo; y frente a mi, el emisor de variados mensajes. Y yo, seguí con la sensación de que algo no estaba tal cual como aparentaba. 

Silencio. 
Indiferencia. 
Silencio. 
Doble cara.
Doble discurso.
Doble moral. 
Dobles intenciones. 

Me repetí esas palabras, mientras tomaba mate y pensaba que, si no hubiera tenido todos los mensajes guardados como prueba, me hubiera costado creer el talante de mis propias preguntas, mirándolo, en su otra manera de comportarse

 Observando el cuadro de lejos, muy de lejos y de un momento para el otro, entendí lo que me enojaba de su silencio. Y es que Urtubey con sus actos me recordó a cuando El intentaba justificar las cosas, de cara a si mismo, en los momentos donde se sentía culpable porque le pasaran cosas conmigo que - por ser como era - no podía soportar. Me recordó al desconcierto que yo misma sentía cuando no entendía lo que estaba haciendo, ni por que. Me recordó al día donde saco a colación la misma frase, del mismo escritor y me hizo pensar, llena de rabia, por que me pasaba lo mismo con Urtubey, salvando todas las distancias posibles.  Me recordó a los momentos donde El escondía la piedra, la mano, y a la siguiente oportunidad, me arrojaba un contenedor de ellas, junto con algunas caricias.  Me recordó, ademas, a los momentos posteriores donde llego a confesarme que se echaba para atrás, todo el tiempo, porque se daba cuenta de "las cosas que le estaban pasando" y que, sin poder detenerse, tendía a avanzar nuevamente, porque "no podía controlarse". Me recordó, en especial, a la incapacidad para hacerse cargo de sus actos y la comodidad que le representaba pensar, en un punto, que la confundida era solamente yo. 

IV

Tome mate en silencio, se lo cebe a mi padre.  Me levante de la silla, entre a mi habitación, me pare frente a la biblioteca y tarde breves instantes en localizar el ejemplar buscado. Lo agarre y, sin decirle ni una palabra,  fui caminando hacia el y se lo apoye arriba de la mesa, sin frenarme, como quien deja un paquete de galletitas.  

Quería ver como reaccionaba y que tanto le importaba el libro, en realidad, especialmente, a los ojos de mi padre que lo miraba desconcertado, por su interés en un autor que es complejo, que adoro y que, siempre y cuando me hables de el, conmigo, tenes charla aseguraba y, en especial, interés casi casi asegurado. 

- Uh, ah, el libro... - fue lo único que me dijo, Padre Coraje.  Mi padre, asimismo, se quedo en silencio, como si lo hubiera sobresaltado con el gesto, cosa que buscaba hacer, en cierto modo. 

- Es enorme - me dijo y me miro, aunque yo estaba dada vuelta, trajinando en la cocina. 
- ¿Viste? - le conteste, con algo de sorna - Te va a gustar, lee tranquilo. 

Mi padre permaneció callado. 

- ¿Viste lo grande que es, ***? - le dijo, Urtubey. 
- Si si, es un librazo - se limitaron a contestarle. 

En un punto, luego de eso, me sentí aliviada, pero su reacción, no me aclaro las dudas.  De una forma totalmente normal habia hecho lo que necesitaba: dejarlo en evidencia, en este caso, para cuidarme las espaldas de su histeria.  Si, claro, el que tuviera que llevarse ese libro de mi casa, era también, frente a mi padre, asumir que me lo habia pedido, que habia hablado conmigo, y que habia "apuntado" - al menos desde la perspectiva de mi padre - hacia un punto de fuerte interés para mi: la literatura; mi autor preferido, y por si algo faltara, mi novela preferida.

Yo me quede callada, esperando que saliera de esa, ahora. 
Se hizo un silencio que mamita... 

Mi papa siguió mirando la situación, es decir, a su amigo de 37 pirulos pidiendo novelas y ojeandolas con avidez.  Urtubey no dijo nada, solamente, lo abrió, lo ojeo. 

- ¿Lo subrayaste? - me pregunto, falsamente alarmado.  

- Si, porque esa es mi edición de batalla, para hacerle de todo... - le explique - La de colección, que es otra mucho mas linda, y mas grande, con tapa dura y todo, la tengo impecable, ni una marquita. 

- Esa es la biblia de mi hija - le dijo mi padre. A mi, me dio mala espina el modo - A  ella le encanta ese libro - insistió. 
- Casi casi que te otorgo mi riñón...  - bromee, interrumpiéndolo, para alivianar la carga atmosférica que se habia producido. 

El se lo quedo mirando en silencio, y cuando salí de bañarme, un largo rato después de que se hubiera ido, mi padre me comento, escueto, que se habia llevado el libro. Yo le dije, simplemente, un esta bien. Nadie hizo mas preguntas, al respecto lo cual también estuvo bien. 

VI 

Lo que me acabo de dar cuenta, mientras escribía, es que yo hace un tiempo, de casualidad, examine la biblioteca de Urtubey... y preste especial atención a sus libros.

Parece imposible no haber advertido antes que en esa casa hay una edición del mismo libro que me dijo tener ganas de leer, luego de mandarme esa frase. De hecho, ese mismo libro descansa en uno de los anaqueles, el tercero, a la izquierda, para ser exactos, lo recuerdo con firmeza, ahora, una vez que se corrió el velo. Se que de este autor le faltan dos o tres, pero estoy segura de que a ese, lo tiene. Estoy convencida, porque recuerdo haberlo visto, y sonreído, en mi mente.

Automáticamente, miro mi estante, con el espacio vacante... 

Me siento mas inocente que La Maga y bajo ningún concepto logro comprender a Urtubey. 

viernes, 1 de septiembre de 2017

"Paraver" II

 Cuando El Muchachito me propuso salir a tomar algo, quizá en un acto de negación formidable incluso para mí misma, yo no considere el asunto como a una cita. Para mi, por lo menos, no me habían invitado a salir, sino, me habían invitado a juntarme. Entremedio, como entendí después, El Muchachito me había mandando fotos de ciertas cosas, hablábamos de libros e, incluso, había esbozado algo como: “no nos llevamos muchos años, nosotros”, siendo que él tiene algunos de menos, respecto a mí.  

¿Si me di cuenta que esto se estaba expandiendo para un sitio que no me interesaba, desde el vamos? Sí, claro que me di cuenta, pero horriblemente tarde, porque yo le había dicho que si, que nos podíamos juntar, si le servía. ¿Y qué le iba a decir, si por lo menos a mí, me daba todo lo mismo, pensando que necesitaba ayuda?  Ni le pregunte por su amigos, ni le pregunte por sus gustos, ni le pregunte si tenía novia; porque el que me había contactado para hacerme preguntas, en teoría, era él. Le deje todo el espacio para evacuar sus dudas, le conté con detalles lo que necesitaba y conteste a sus preguntas sobre literatura, lectura, libros, o toda cuestión relativa a eso.  

Pero, cuando me invito a salir, me desconcertó porque era lo ultimo que me imaginaba y algo que no tenia ganas de hacer, al menos, si estaba pensando las cosas, el encuentro en concreto, de otra formaHaciendo un mea culpa me doy cuenta que, no con mala intención, lo subestime mucho, pensando que  por ser más chico no iba a ser capaz de tener algún otro interés conmigo. Olvidándome, además, que historias como las que me sucedieron a mí, por supuesto que pueden suceder al revés.  Y claramente, también me di cuenta que basándome en lo que ahora me parecía tan obvio, yo no me podía sentar a tomar un café consigo, pero en especial, si todo eso llevaría a una inevitable interpretación que además seria errada; no queria hacerlo, ni siquiera, "paraver". ¿Para qué iba a salir? Si, íbamos a poder hablar de libros, íbamos a poder intercambiar pareceres o iba a poder mitigar curiosidades, pero si me aburría un poco, por chat… ¿Qué iba a hacer personalmente?

Mientras escribo me sorprendo, en un punto irónico altísimo, de mi propia falta de lucidez, por momentos. E incluso, mientras escribo, se abre una puerta. Me doy cuenta que, no es que yo sea tonta o me haga la tonta con los masculinos, sino que yo no los tengo en cuenta ni ellos me tienen en cuenta a mí, de esa manera, en la mayoría de los casos.   



II

Infinidad de compañeros en el colegio, conocidos de conocidos o incluso en la Universidad, me han dicho que soy una chica seria. Todavía recuerdo cuando un compañero con el que me llevaba bastante bien, me dijo que según lo que hablaba siempre con los demás, a los varones de mi curso les daba la sensación de que yo estaba "como lejos". Cuando le pregunte a que se refería con eso, en concreto, me explico que les resultaba difícil de alcanzar; e incluso, me acuerdo que me dijo que consideraban que yo era una de las famosas "chicas lindas" de la división, pero que se notaba que "estaba en otra". 

Muchos años después de eso días, no hasta hace mucho, un compañero con el que me toco hacer un trabajo de investigación de la facultad, me confeso, entre mates y chipacitos, que yo le había parecido siempre una tipa muy seria, y que hasta ese momento inclusive, no había sabido cómo tratarme o como era mi personalidad, del todo. Unas semanas después, habiendo comido un asado consigo y sus amigos, habiéndonos tomado unos tragos, habiéndonos tomado un buen vino; el me seguía tratando con un poco de involuntaria distancia. "¿Que pasa, todavía pensas que muerdo o que soy seria? Afloja, vamos, que yo no te juzgo" le dije, riéndome y me contesto con una formula entre graciosa y asquerosa, para entrar en confianza. 

Mas allá de las formas de resolución, desde adentro, ya sea en el secundario o en la Universidad, ese tipo de juicios siempre me han sorprendido e incluso creo que hasta ahora lo siguen haciendo.  Nunca es la primera vez que me dicen esta clase de cosas, al contrario. Los adultos de mi infancia se pasaban resaltando, todo el tiempo, lo inusualmente madura que era ya desde muy pequeña. Más adelante fueron mis compañeros quienes se la pasaban resaltando que yo “tenía otra onda”, que siempre andaba entre los libros, con eso de los escritores y escribiendo para la clase de Literatura, que me llevaba bien con la profesora, que iba a terminar siendo como ella, que era obvio; sin ser despectivos, pero tampoco, mostrando interés o, no lo se, naturalizando esa manera de ver el mundo, esa otra posibilidad dentro de la lista. Evidentemente, a los diecisiete años, apenas ese pequeño racimo de rasgos establecía una especie de equidistancia –siempre evidente para los demás, nunca del todo entendible para mi – que se resolvía en la ausencia de vínculos fuertes, de relaciones interpersonales estrechas. Porque estaba la que se la pasaba las seis horas sacándose fotos o mirándose al espejo, la que no prestaba resúmenes ni pasaba tareas, la que le tenia ganas a un profesor, la que se habia acostado con cuatro de la otra división; entre una lista de largos etcéteras... 

¿Y yo, donde estaba? 

III

A menudo mi abuela me cuenta que, cuando era chica, siempre andaba metida entre los grandes. Charlaba con los grandes, usaba las palabras con meticulosidad y no me gustaba jugar con los chicos. Mis padres, al respecto, me dicen que era una nena muy dulce, extremadamente cariñosa y compradora; que todo el tiempo estaba preguntándoles cosas. Mis hermanas advierten que era la consentida, con cariño, y muecas bromistas. 

Yo escucho todos los testimonios, como lo hice a lo largo de casi veintitrés años, y la sensación de no terminar de encajar en casi ningún sitio definido, persiste. A diferencia de cuando era mas chica, ahora, ya ni pregunto; aunque parece que el cartel con la incógnita me llega hasta las rodillas, porque incluso mi padre, hace pocas semanas, me confeso algo que me resulto llamativo: 

"Veinte, tus dos hermanas, en ese sentido, son diferentes a lo que sos vos. Con ellas fue pedirles que terminaran el secundario, fue preguntarles si querían estudiar algo en la facultad, y listo. Terminaron, estudiaron, es como que siguieron ese camino propuesto, y listo. Ahora tienen su trabajo, conviven con sus novios y ya esta... - me explico - Vos, en cambio, desde el principio, le fuiste haciendo modificaciones a ese plan que nosotros te dimos y se las seguis haciendo. Por lo menos a mi, eso fue lo que me hizo dar cuenta que de las tres, vos eras distinta e ibas a ser siempre distinta.  Desde siempre, las decisiones que tomaste, fueron diferentes a las de tus dos hermanas, yo no te lo digo porque seas la mas chica o mi preferida, sino porque veo sos una gran gran observadora y de hecho, tenes una lectura de las cosas que siempre me resulto, por tener la edad que tenes, muy particular Veinteava, aunque no te parezca.  Cuando todos los pibes estaban de joda, yéndose de viaje de egresados, saliendo a bailar, o en la pelotudez, yo como padre te veía a vos, siempre leyendo y escribiendo, siempre rodeándote de otras personas, interesada por la cultura, cuando en esta casa nunca hubo gente leída ni nada de eso; y pensaba que te pasaba algo, no se. Ahora no pasa nada, te lo digo, yo en el momento, me asuste. Como padre, me llene de preguntas, viste, porque  uno espera que los hijos sigan mas o menos todos el mismo carril, viste, hagan las mismas cosas según la edad - argumento - y vos, no (...) Yo quiero que entiendas, como padre, uno, ve a su hijo leyendo una noche o escribiendo una noche y piensa "ah, mira vos". Pero cuando vos ves a tu hija leyendo todas las noches, yendo a cosas culturales desde que iba al colegio, frecuentando todo el tiempo a gente que tiene diez o veinte años mas que ella y llevándose bien, o mismo, leyendo en radios; decís "ah, bueno, para, acá hay algo diferente" (...) A mi, inclusive, mis clientes me lo dicen, hija, cuando te ven o yo les comento lo que haces o leen lo que escribís, si me preguntan (...) El otro día lo estaba hablando con tu madre, y yo le decía, viste que a ella no le gusta el tema de los viejos, que vos eras distinta y, me puedo equivocar ojo, no iba a ser ninguna sorpresa si vos caías a esta casa con un tipo que sea mayor que vos. Porque, en este caso, no estamos hablando de una piba que cayo con un tipo así, de pura casualidad, sino que estamos hablando de un conjunto de cosas que hacen suponer que, también, en ese aspecto, tus decisiones van a ser distintas (...)". 

IV

Yo escucho cada punto de vista con gran atención, y pienso, claro, cual de todas esas posibles Veinte se corresponde con mi propia imagen. Especialmente, con la Veinteava de la infancia y de la adolescencia. Y mientras pienso, inevitable, sobreviene la pregunta: si, a la vista se nota que no estoy cerca de donde me corresponde y si también estoy lejos de donde he llegado a pertenecer en una época; ¿en qué punto me encuentro? ¿Y con quienes seria posible, realmente, encontrarme?

Desde que tengo uso de razón, mis compañeritos de curso me parecieron diferentes a mí aunque no por eso, lo consideraba malos, al contrario, en una época quería ser como ellos; quería poder integrarme a las mayorías, ser aceptada y reírme de sus chistes. Pero quizá, tal como lo pienso hoy, el quiebre central se dio con el paso de los años cuando me hicieron sentir diferente y se burlaron de mi - como se habrán burlado de tantas personas - por serlo, visiblemente al menos, desde el aspecto físico. Si, claro, había una  distancia entre nosotros, pero no eran los cuatro centímetros de menos en mi Tendón de Aquiles; como yo lo pensé, durante la mayor parte de mi vida.  De otro modo - me digo ahora, ya mas relajada en cuanto a esto - que si aquel hubiera sido el problema, cuando mi tendón se estiro hasta la medida de lo increíble, y las secuelas se volvieron imperceptibles, gracias a los tratamientos, el primer estirón que pegue, y el silencioso trabajo de años; la anchura de las diferencias no debería haberse profundizado. Y sin embargo, los años fueron pasando casi solamente para que esa distancia tomara el tamaño de un océano no solamente por lo ancha, sino, puntualmente, por la profundidad. 

Sin entenderla, finalmente, gran parte de la juventud termino por aburrirme y yo, ademas, termine por considerarme una aburrida, en detrimento.

Ni que decir, en efecto, el desencanto que atravesé por no sentir interés, mas allá de lo humano, por ninguna persona exactamente de mi edad, siendo que, la primera persona que me gusto - con la que solía hablar mucho - de movida, me llevaba ocho años. 

V

Mientras tanto, en medio de esa profundidad, el tiempo transcurre. 

Recuerdo cuando pasaba largas horas, en el secundario, pensando que yo quería estudiar lo que estudio y conocer gente a la que le gustara lo mismo, como ya empezaba a poder hacer mediante los talleres de escritura en mi vecindario. Sonrío, porque al menos en ese aspecto, mi deseo se ha realizado y, ahora, conozco gente que tiene intereses similares y que, muchas veces, paso por el mismo desconcierto que yo. No obstante, pese a que en el fondo sea desalentador, en lo sentimental sigo siendo la misma aburrida, y un gran porcentaje de todos a quienes conozco, pese a que tengamos los mismos intereses, me aburren también. Lo cual no quiere decir que pretenda ponerme a recordar por un segundo, con que clase de tipo un periodo de mi vida se le pareció a una fiesta interior; porque tampoco serviría de mucho.  

Lo único que se, por el momento, es que probablemente yo no sea una persona aburrida, sino, una persona que tiene aquel aspecto dormido, de tanto que se aburrió.  Considero que me voy a sorprender, me voy a reír mucho, si existe y llega a mi, el masculino capaz de despertarlo. 

Pero, ademas, ya sin escepticismos ni corazas, le voy a estar profundamente agradecida, porque entenderme consigo, seguramente, hará de mi una joven muchisimo mas feliz y mucho menos inasible para los ojos de todos los demás.