El fin de semana, haciendo caso del día hermoso en Buenos Aires, con mi mejor amiga fuimos a tomar mate a la plaza; de camino a ella pasamos por una panadería, compramos facturas para degustar y, acto seguido, seguimos llevando adelante la carga y la charla, hasta llegar a destino y desensillar.
- ... ¿y entonces? - me preguntó ella, retomando el tema de conversación.
- eso... - argumenté, mientras recibía el primer mate - me cuesta muchísimo, muchísimo, imaginarme a este tipo fuera de otro propósito que no sea lo sexual - suspiré.
- ¿Por vos? - se rió
- ¡No, che, no! - me reí, pero me puse seria enseguida - por él. Además, al margen de eso, todo lo que estoy descubriendo en mi, tampoco es de gran ayuda. Me siento aterrada, de verdad y en este momento de tanto miedo, no puedo mirar para afuera, y que afuera exista lo que existe - sacudí la cabeza.
- Bueno, pero tenés que darte tiempo; además, últimamente, te diste cuenta de un montón de cosas tuyas y eso es algo que lleva tiempo procesarlo para poder dar el siguiente paso. Es un proceso, al margen de que salgan bien o mal las cosas, porque eso sería una cuestión que no sólo pasaría con él, sino, con cualquier otro tipo o pibe que conozcas - me explicó.
- Sí, lo sé - dudé - la única pauta es el tiempo...
Nos quedamos calladas, reflexionando y masticando al mismo tiempo.
- Igual... - se me cortó la voz - sé que él y yo... no. Quizá el tiempo corra a favor entorno a otra persona, pero no con él...
- ¿Por qué decís eso,***? - me dijo, llamándome por mi apodo.
- Porque no puedo confrontarlo esta vez - agaché la cabeza - Además, trato de pensar siquiera cómo es ir a comer con un tipo como él, por ejemplo, y en mi cabeza el escenario es de terror. Todo el tiempo no puedo vernos... no puedo, de verdad. Tengo deseos de llamarlo, de decirle que lo quiero ver y sin embargo, no puedo. ¿Y por qué si pude con *** salir a comer y soportar charlas de miles de horas por día, por qué mierda no puedo plantarme frente a él y corresponderlo, si me trastocó, mientras que el otro pibe no me gustaba? - me desahogué.
- Porque, con ***, además de que era un tarado, no sentías que estuvieras perdiendo nada... - me miró - O poniendo nada verdaderamente valioso en juego.
- Y acá, sí.
- Exactamente - hizo un silencio - cuando uno pone el deseo, inevitablemente, pone el riesgo de salir lastimado. No digamos cuando pone sentimientos, porque es mayor el riesgo. Pero, cuando se pone el deseo, uno no hace las cosas por hacer. Cuando vos saliste con *** y mismo con ***, hiciste las cosas por hacer. ***, es distinto, lo quieras o no.
- Ni me lo digas... - mofé - creo que por todo esto, estoy molesta...
- Y sí, estás luchando contra el deber y el deseo, no es para menos, boluda...
- Te juro que me cachetearía, porque siquiera tengo el valor mandar todo al carajo y sentarme a tomar un café con él sin pensar en nada, centrándome solo en el placer de compartir un momento con un tipo que me seduce - me exasperé.
- ¿Pero, por qué, qué habría de malo en sentarse a tomar algo con el tipo?
- Siento... que este tipo tiene todo y yo no. Sé que me voy a sentar ahí y posiblemente me sienta más seducida por él, como también, lo sienta más lejano. Y eso me va a profundizar la rabia de saber que la desproporción duele. No quiero que me duela, ni un poquito. No quiero sufrir por este muñeco de torta que tiene todo, si algo lo estresa se va del país y si está sufriendo por algo, debe evadirse yéndose a esquiar... - me indigné - sé que eso no lo es todo, pero no puedo evitar pensar que para él yo no voy a ser más que una eventualidad, pase algo o no pase nada en el terreno sexual - seguí - Al mismo tiempo, si sabe cuáles son mis condiciones, y si sabe como pienso por todo lo que le dije ¿qué más quiere? Un tipo como él, no creo que esté buscando perder el tiempo con una persona como yo; esa es mi conclusión y creo que por eso no sé cómo hacer algo que quiero, bah, creo que quiero hacer... - confesé.
- A ver... - me miró, con violencia - ¿Qué es tener todo?
- En su caso, todo lo que sea necesario para tener otras mujeres a su lado, y no necesariamente a mí - le expliqué - Eso se traduce en belleza, al parecer interior y exterior; inteligencia que personalmente me desarma, y si seguimos en términos materiales, todo lo que ya sabemos... - suspiré - Por eso, si una mina con un poco más de cancha que yo, se lo encuentra por la vida, se lo come con cuchillo y tenedor; eso está claro.
- ¿Que tenga casa, auto, que viaje, que tenga un estudio o que viva muy bien significa que lo tiene todo, boluda? A mí no me parece que Divino lo tenga todo, perdoname... - me miró, al borde del asesinato, porque soy la primera en decir que eso no lo es todo y sin embargo, al margen de su intervención, no hubiera podido reflexionar respecto a lo que me está pasando.
- No, ya lo sé... pero... es difícil no creer que con un chasquido de sus dedos, sea incapaz de conseguir lo que no tiene... y eso, definitivamente, es imposible que sea yo.
-No, pará. Está a la vista que no tiene todo, porque de otra forma, no estaría interesado en vos. O al menos, no hubiera estado puesto el deseo de citarte y de decirte lo que le pasó cuando te vió, boluda. Y lo hizo, aún teniendo todo lo que ya sabemos que tiene... - me explicó.
- No sabemos si está realmente interesado. Siento, es como si viera que a su lado tienen que estar otras mujeres mejores que yo...
- ¿Y cómo serían otras mujeres mejores que vos, a ver? - me indagó.
- No sé... - le dije, después de varios minutos - la verdad es que no sé.
Esto es el lado oscuro del cimbronazo que, sencillamente, yo no esperaba y me sacudió. Si bien se perfectamente cómo era mi vida hace tres meses atrás - y no siento que haya cambiando demasiado, todavía - hay algo que no tengo dudas al decir que se modificó y eso es el tener noción clarísima de mis propios miedos, de mis limitaciones e, incluso, también de mis lamentaciones.
Cuando lo ví por primera vez y se me quedó mirando como deslumbrado, no se me pasó nada por la cabeza, no pude sospechar todo lo que vendría a inaugurar, porque de otra manera, me hubiera escapado; sí, ahora lo sé, yo me hubiera escapado. Y sin embargo, lo más curioso es que llegó a mi vida precisamente el mismo día pero dos años después donde a alguien que no soy yo le ganó el miedo, donde aseguraron sentir y no poder con eso, sentir, pero no poder. Curiosamente como ya se sabe, hace dos años atrás, en torno a esa fecha, a mí me había tocando irme con la cabeza gacha, sin saber cómo asumir el fracaso del intento afectivo más jugado de mi vida. Dos años después, ni un día más ni un día menos sino exactamente el mismo día donde se cumplía ese plazo, a Divino lo ví por primera vez. Y no sé a ciencia cierta qué es lo que me toca hacer esta vez, no sé realmente lo que es, pero no puedo evitar pensar que en general esto parecería ser una especie de devolución, de extraña continuación para una misma historia que tiene un común denominador: el miedo al amor; el amor que da miedo.