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viernes, 23 de noviembre de 2018

Descripción

El fin de semana anterior, es decir, un finde largo en nuestro país, lo pasé encerrada en el departamento de mi hermana estudiando para el anteúltimo de los ocho parciales que rendí entre el veintidós de octubre y el veintidós de noviembre.  Ocho instancias diferentes, con notas diferentes, y propósitos diferentes. A razón de, sin mentir, dos parciales (o un parcial y una entrega de un trabajo) por semana.  Cuando llegué a mi casa, luego de esos dos días y medio sola (a excepción de una noche donde cené con amigos y tomamos bebidas espirituosas varias) tenía muchas más ganas de acostarme a dormir después de cenar que de continuar estudiando y repasando todo cuanto me faltaba.  Pero no me quedaba otro remedio que seguir... 

- ¡Dios! - me quejé - ¿Alguna vez podré disfrutar de un fin de semana largo en mi vida, mami? - le pregunté a mi mamá, desanimada. 

- Obviamente que sí - me dijo, sin dudarlo. 

- ¿Mientras sea joven o recién a los setenta? - ironicé. 

- Ya te falta poquito, hija, es el último esfuerzo... Ya diste un montón de cosas, te falta poco - me alentó. 

Sonreí. 

Al rato, mi padre se sentó a la mesa e hizo un comentario alusivo al fin de semana. Yo le expliqué que había estado estudiando, fuera en el balcón o en la mesa o en el piso del departamento. 

- ¿Te divertiste anoche con los chicos? - me preguntó. 
- Sí, por suerte... Me desconecté un poco. Desde Julio que no nos juntábamos los tres. 
- ¿Tomaron? 
- Sí, abrimos un vino, y el resto, todo cereza. Fue la mejor parte de los tres días. 
- ¿Y no te aburrías sola? - me preguntó. 
- ¡Sabés todo lo que tenía para leer! ¡Ni aburrirme! Re triste mi finde - admití. 

Me puso cara de "el día de mañana, va a valer la pena" 

- Yo no diría triste... - murmuró. 
- Lo que pasa es que todos me los como adentro - le expliqué. 
- No hace falta que me lo digas - respondió - Yo te veo, igual que me pasaba con tu hermana cuando estudiaba Medicina y mirala ahora - comentó - Yo sé que también estás todos los días, todo el día, con tu computadora de acá para allá, con los lentecitos, las pilas de fotocopias, y el pantalón de flores - se rió, levemente. 

Me hizo reír. No pensé que me prestaba tanta atención, que se daba cuenta de cual es el pantalón más cómodo del mundo para estudiar, que está hecho bolsa de tanto lavarlo. Ni mucho menos, que notase cuáles son mis elementos habituales de estudio universitario. 

Ojalá que, dentro de unos años, todo este esfuerzo valga la pena con creces. 




En el fondo, yo también soy una persona que si bien disfruta mucho la Universidad, tampoco quiere perderse lo que sucede fuera. 

miércoles, 12 de abril de 2017

Testigo

Hace mucho que lo sé, y desde antes, ya me había dado cuenta. En mi grupo más o menos estable de la facultad, subterráneamente a lo académico, se desarrolla una historia de amor. La misma se da entre uno de mis compañeros y una de mis compañeras, aunque, ésta, no es, lamentablemente, una de esas experiencias que, por ahora al menos, vaya a tener llegada en un buen puerto. Pervive por gracia y obra de la resistencia de uno de los protagonistas, por esa necedad que, se nota, está dirigida por el obstinado corazón que todos los seres humanos tenemos, y que de vez en vez, se usa para algo más que bombear sangre. Pervive, simplemente, porque el amor, cuando es realmente así, suele exceder la razón de las personas y conjugarse en contra de la voluntad, para encaramarse en los límites más altos del sentir; del sentir todo, todo el tiempo, con total intensidad. 

Todo comenzó a principios del año pasado, cuando mi compañero conoció a la chica. Al mismo tiempo, yo vislumbré que algo había cambiado para él. Pasó de ser un chico callado, discreto, inteligente - muy muy inteligente - a ser una persona más abierta, pero especialmente, dándole todo lo mejor a ella, es decir, su discreción, su aporte y su brillantez para las letras, entre otras tantas cosas. 

Un sábado a la noche, después de terminar un trabajo, estábamos tomando una cerveza con él y otro compañero más, en un bar (sí, hago grupos con todos los varones de mis comisiones, desde que entré a esta Universidad). Salió el tema de esta chica. El tercer concurrente de esa noche le preguntó al protagonista de nuestra historia, si le gustaba Mengana. Él confesó que sí, entonces, mi compañero, le dijo que a él también le parecía una piba piola, pero que había notado que su camarada le había echado el ojo y, por ello, le dejaba libre el camino. Me gustó, lo recuerdo, esa demostración de códigos; me pareció que hablaba bien de ellos, ya sea por la pregunta o por la sinceridad. Los tres, en ese sentido, mantuvimos un armonioso silencio y el secreto quedó sepultado en los códigos de grupo. 

Con el tiempo, y con la pretensión de aglutinar a la chica a nuestro grupo, yo intenté afianzar relaciones; asunto que funcionó, porque además, se incluyó esta chica con sus compañeras más cercanas. Se gestó algo grande, numeroso, con diferentes niveles de afinidad.  Mi compañero, el enamorado en cuestión, aprovechando este aluvión, se acercó a ella y se dedicó a hacer grupos de estudio, donde sea que la incluyeran, durante un año entero de carrera. En ese transcurso se  ganó su simpatía, su compañía,  casi creo que también su cariño; pero - considero - nada más.  

Progresivamente, y en silencio, ví como crecía la estima que se transformó en amor de parte de él y, sin saber más datos de ella, a mi manera de ver, la intuí muy afuera del vinculo, pero jamás me animé a entrometerme. Sólo quise que todo se diera vuelta, para mi compañero y que fuera feliz. Aunque nunca me animé, tampoco, a hablar con mi compañero sobre el asunto de una manera realmente sincera porque siento que no me corresponde. 

Lo siguiente, no sé sé cuándo fue que se dió. Si mal no recuerdo la charla con ella, surgió un día dónde estábamos descansando en la facultad, luego de haber recolectado cosas para un trabajo urgente.  Habíamos pasado todo ese día juntas, esperábamos a otras chicas para irnos a la casa de una de ellas a iríamos a estar, literalmente, las veinticuatro horas siguientes sin dormir con el propósito de poder terminar una entrega para la tarde-noche siguiente. Por lo cual, entre mate y mate y mate... Se nos fue estirando la lengua a todas, respecto a nuestras vidas, y ella, por su parte, se abrió. Y fue así que me contó más de su vida amorosa-sentimental, aunque jamás mencionó ni por bien ni por mal a mi querido compañero. Al respecto de su historia de amor, también no correspondida, supe que quiso mucho a un ajeno, es decir, nadie que comparta cursada con nosotros, ni algo que se le parezca.  Este muchacho concurre a la misma Universidad, estudia nuestra misma carrera, y la deja estaqueada en la mitad de los pasillos, de una forma que realmente es seria. No la quiso, aparentemente, hasta donde sé y me contó; pero ella, mal o bien, lo quiso mucho. 

II 

De mi parte, muchas veces, los miro ser juntos y me entra una sensación agridulce en el cuerpo. Noto que él la trata como ella merece, pero asimismo, ella es incapaz de verlo, aunque tampoco tiene la culpa de eso; simplemente, no está conectada a la misma frecuencia y, si lo quiere, es como un buen amigo.   Para ella, él es su compañero bueno, la persona que siempre está; la que le explica las materias difíciles; su compañero de estudio, el chico que invita a comer a su casa y quien incluso se ha quedado a pasar la noche entre mates, lecturas y demás; pero a quien nunca se ha acercado más de la cuenta. Él le propone ir a recorrer puestos de libros usados; cosa que nos fascina a los estudiantes de Letras cuando nos mandan obras viejas, extrañas o que ya no se editan más. Ella va. Él le recomienda un texto, ella lo lee. Él le discute las cosas, y ella, se presta. Sin embargo, está tan ciega, tan sumida en su mundo y su pena, que ni siquiera se da cuenta cómo la miran con una infinita ternura, con qué infinita ternura. La misma ternura que le encomienda a un tipo que se pasea por la Universidad sin importarle nada, de nadie, y tampoco de ella. 


III 

Desde que empezamos las clases, este cuatrimestre, ella se ha pegado más a mí. Él, por lo mismo, se ha alejado un poco, aunque yo me sigo acercando cada vez que puedo, porque sé que no tiene el problema conmigo, sino, con otra persona. 

Sin embargo, lo central es que cuando los veo me pasa algo curioso. Por un lado, a ella la entiendo desde la identificación de género, es decir, desde muchas de las cosas que siente, que son propias de un universo referencial y emocional muy propio de las mujeres. Tiene unos pocos años más que yo; en este sentido, no hay dificultad para entenderla, sino, todo lo contrario. Por lo general, si necesita una mano, se la doy. Noto que le da mucho trabajo salir adelante después del desamor y se la nota una buena chica; una chica que es sensible, movediza, algo inestable si se quiere; pero es incapaz de lastimar o hacerle daño a alguien. Veo mucho de mi pasado en su dolor, esa sensación de desamparo, y en su momento, yo sé que tuve la suerte de tener a mi lado a mi familia y a mis amigos. Entonces, ¿por qué no hacer algo por más mínimo que sea?  Por otro lado, con Él hace mucho que no hablo, aunque estoy segura de que sigue enamorado y dolido por ello. 

Si fuera por mí, preferiría no saber lo que sienten. Quisiera que a casa paso no se fuera dejando a la vista que no se corresponden, para mis ojos, que son simples testigos. 

De parte de él veo que la situación de ver a la chica que quiere todo el tiempo con la ñata contra el vidrio, lo está marchitando de a poco.  De parte de ella, veo que no entiende por qué está agresivo, esquivo y raro. 

Se pelean bastante, por cualquier idiotez, aunque en el fondo, se nota que se llevan bien pero para el amor llevarse bien no alcanza. Quizá mi compañero lo sabe y mi compañera lo note, en relación a su historia. Mientras tanto, él la mira, da vuelta la cara con gesto de arrepentimiento dulce, aunque al rato se voltea de nuevo. Ella, a su vez, se pierde en sus propios pensamientos y sigue trazando planes para esquivar al viejo amor que recorre la facultad sin percatarse de nada. 

Desde afuera, entre novelas, clases, trabajos y grupos; los observo. Uno en mi cabeza sus dos historias, sus vidas, los imagino juntos, los pienso juntos, les creo ficciones. Los pienso mejor por separado, cada uno, con otras gentes. No me decido a nada, sólo pienso en escribir sobre ellos, en el rumiar mis ideas, porque un ápice de algo que todavía no comprendo me hace sentirme cerca de eso que veo, de algún modo.  No obstante, agradezco muchísimo el ser solamente una testigo del asunto, involuntaria, si se quiere. Luego recuerdo que, cada uno de nosotros, aún con diferentes protagonistas, muchas veces a lo largo de nuestras vidas tenemos que atravesar los mismos escollos, porque son lecciones generales, con algunas variantes particulares. 

 Entonces aparece en mi mente la imagen de mi nuevo mejor amigo y me río, con ironía... 

jueves, 21 de abril de 2016

Observaciones mundanas II

Esta toda la suerte tirada de los pelos, cuando son las 3:30 de la madrugada y te descubrís analizando oraciones bajo los preceptos de la gramática española como si no hubiera mañana.  Lo raro que es sentir, por un instante,  que volves a tener ocho años, tu mama te levanta de la cama y te pone a hacer oraciones solo con sujeto y predicado, para que te vaya bien en la prueba. Aunque cuando caes en la cuenta eso quedo atrás y con veintiún pirulines estas procurando aprender todo cuanto no te enseñaron en el primario y secundario, para poder respaldar tu educación universitaria. 

La nena al parecer salio disciplinada, pensas con un poco de gracia, frente a tan dulce néctar de la juventud; placer de los placeres, como son las oraciones de siete niveles de análisis que te mandaron para "practicar" desde la facu. Muy entrenados ellos, toda tenacidad y aptitudes para los desafíos, vio. 

La buena noticia es que creo que ya encontré la forma de dejar de sentirme tan sola los sábados por la noche como también encontré el modo de hacer valer las oraciones carentes de alma - pero no de núcleo - de Fulani. Este ultimo  para otra entrada, definitivamente, pero si algo tengo que reconocer es que,  pese a que sus dichos se me han aparecido como signos de estupidez humana, también son  buenos ejemplos no solo de análisis sintáctico. 

"El chico, Fulanito de Tal, agoto la paciencia ", seria la oración que se me viene a la mente. 

Juguemos un ratito, entonces: 

El chico, Fulanito de tal, constituyen el sujeto. 
Agoto la paciencia, como un bodoque, forma el predicado verbal simple.
El, es el modificador directo. 
Chico, es el núcleo sustantivo del sujeto. 
Fulanito de tal, al estar en el sujeto y asemejarse a una aclaración que puede ser reemplazada por el núcleo sustantivo de este sujeto; es una aposición, y tengame paciencia, que todavia no aprendi si eso se analiza por dentro. 
Agoto, es el núcleo verbal. 
La paciencia es el objeto directo. Puede ser reemplazado por la, las - lo, los. 
A su vez, paciencia es en núcleo verbal de dicho objeto directo y, por ultimo, la, viene a ser su modificador directo.

¿Lindisimo, eh? 

jueves, 26 de noviembre de 2015

Para mantenerse en eje

Casi la una de la madrugada. Se está terminando mi último día de estudio oficial para parciales y tengo que reconocer que, si me siento a escribir, es porque también me siento abrumada. Estoy buscando un modo de descomprimir, antes de seguir leyendo. Quizá pienso que una crónica  de estos días me haría sentir un poco mejor, independientemente del resultado de mañana, a la hora de contabilizar mi esfuerzo. 

Cabe decir que desde que fui a votar para presidente no salgo de casa. Sí, quizá no sea demasiado normal, pero siempre una vueltita me doy. Padezco el estar encerrada haciendo todo el día lo mismo, más que nada, porque tengo una manera de estudiar un poco cada día para evitar tener que castrarme la semana anterior. Las situaciones de estrés no las soporto bien, y la verdad, invierto tiempo en dosificarme las responsabilidades para llevarlas con paciencia y especialmente, con placer. Pero, es sabido, nunca se puede tener todo. Llega un punto en donde uno se encuentra inusualmente ajustado y tiene que ir en contra de sus hábitos de estudio, o de vida, a los que se acostumbró. 

Así, desde el sábado al mediodía mi semana se convirtió en un reducto de estudio que me encuentra con ganas de salir a correr una vuelta a la manzana a esta hora, porque quiero tirar todo al piso e irme a dormir. La realidad es que no estoy durmiendo tranquila, ni ordenadamente. Como con los apuntes a mi lado, ceno con los apuntes a mi lado, tomo mate con los apuntes a mi lado y la vida sigue pasando, con los apuntes a mi lado. 

No, no es una mera manera de decir sino que viví así estos últimos días y estoy muy muy cansada. No hice otra cosa que leer, básicamente, tomándome algunos recreos. Y a la vez, entre este agotamiento general, lo único que me digo es que hice cuanto me fue posible desde cuando me senté en la silla el primer día hasta hoy, para hacer en una semana lo que estaba destinada a hacerse en dos. Desde hace un tiempo me viene costando mucho estudiar, pero no me cansé de ponerme los anteojos y seguir. Es cansancio, lo sé, y a la vez sé que la facultad es voluntad... Como elegí esto con amor, trato de relajarme... Pienso en que absolutamente nadie me mete presión, sino que todos están muy contentos con mi rendimiento, más soy yo quien quiere cumplir el objetivo, pese a casi todo. Este casi, este límite, es lo que me hace frenar y pensar que, definitivamente, un examen mal dado y una materia perdida no es la muerte de nadie. Y que, definitivamente también, tengo muchas probabilidades de sacarme el cuatro que necesito, dejar de llorar como una niña, y ponerle el pecho a las balas como sé. Juro que en noches como hoy, el amor por la carrera y la fe en mi misma es lo único que me mueve. Lo único y al mismo tiempo, lo más importante, trascendiendo al examen de mañana. 

Anoche me dormí a las cuatro de madrugada y todos los días anteriores a las dos, después de haber estudiado un promedio de doce horas por día, un poco más un poco menos. Miré documentales, leí, gasté resaltadores, fibras y lapiceras; investigué para la entrega, hice seguimiento de cosas que en mi vida imaginé.  Pasé estar blanca como una nube a ojerosa y con bolsas dolorosas debajo de los ojos, se ve, porque mi cuerpo me empieza a poner pequeños puntos de resistencia limitada, a modo de alarma. 

Los efectos de lidiar con la entrega fueron los detonantes. Son entregas que me ocupan habitualmente una semana, dedicándome de lleno a ellas, porque son largas y piden varias cosas.  En este caso, la que me tocó hacer tenía un nivel de complejidad especial, y me hubiese ocupado más bien, un poco de tiempo más. A esto se le sumó un parcial para el mismo día. A esto, se le sumó el estrés y la ansiedad de terminar las cosas a tiempo. Así que si habitualmente me demoraba por si misma una semana, pero además debía preparar más de cien años de acontecimientos teóricos, todo me llevó a un punto de vértigo en donde no sé los límites de lo que sé, de lo que hice, o de cómo me irá. Y como no quiero estudiar todo el verano para rebatir la situación, aunque sé que soy tan testaruda como para hacerlo, porque de hecho, ese es mi plan B, me siento a escribir en la búsqueda de sacarme de encima toda esta maraña para poder seguir adelante, aunque me levante en dos horas, para seguir estudiando. No, no soy una obsesiva, pero me pongo especialmente obstinada cuando algo me pone nerviosa, para sacármelo de encima pronto.  De hecho, me considero alguien que disfruta el estudiar. 

 Lo que detesto es cuando empiezan a afianzarse en mí esa mezcla de ansiedad, angustia, cansancio, ganas de rendir, ganas de no perder la materia, y ganas de decir "sé"; porque sé que no hay voluntad suficiente. Hice malabares con las fechas de examen que se me amontonaron y el panorama me encuentra así, con las cosas igual de amontonadas; pero en todo esto sé que existe una constante: no tengo que perder de vista ni la confianza en mi misma, ni el amor por lo que estoy haciendo. 

¡Será hasta mañana!



lunes, 20 de julio de 2015

El planteo que surge a partir de Pepe

Ando inmiscuida en la preparación de dos examanes finales para la facultad. La verdad es que me gustaría decir que con el módico tiempo que tengo para estudiar estoy relajada respecto al tema, pero no voy a ser mentirosa. Hay una dosis de nervios que se solucionará conforme pasen las dos instancias, espero, y una dosis de nervios con la que tengo que convivir si pienso en el tema y se originan cosquillas en el estómago.  

Una de las instancias es oral. Eso no ayuda a pensarme relajada. Últimamente pienso en que sé que puedo hablar en público pero que a la vez el hecho es algo que me pone nerviosa si me sacan del contexto donde acostumbraba a hacerlo. Por ende la instancia oral me da más miedo por lo que es en si misma que por la dificultad, aunque si juntamos las dos cosas, tenemos la totalidad de mi intranquilidad.  He dado exposiciones en el colegio, he hablando con fines literarios más de una vez, hasta he dado clases con pequeños hace unos años, cuando era mucho más chica yo también. El punto es que ahora tengo que hablar frente a personas que van a estar evaluándome. Y, a decir verdad, no me gusta tener de los profesores una imagen de superioridad sabiendo que estoy preparándome para ser uno de ellos en el futuro. Por eso mismo, también en mi intento de humanizarlos, espero que no me traicionen los nervios y que me acompañe la educación para plasmar lo mejor posible mi exposición.  
La otra instancia de examen puede ser oral u escrita. Eso no me ayuda, aunque estoy rogando que se vierta todo para el segundo aspecto. Las materias son diferentes, pero pesadas en si mismas. La cantidad de bibliografía me parece mucha, aunque hay gran parte que la tengo ya, por lo menos, con una leída correspondiente a los primeros o segundos parciales. 
Convengamos, entonces, que todo es una cuestión bendita de equilibrio. 

Otro punto para destacar es que las materias teóricas de los estudiantes de Letras suelen ser además de muy teóricas, muy extensas, pesadas, rebuscadas o lentísimas de vocabulario. Eso significa que el irte a final o que el final sea algo obligatorio para aprobar - y descontar - materias de la currícula, implique algo más que leer rápidamente los textos. No importa que los hayas leído con atención una vez; muchas veces vuelven a requerir el mismo tiempo de dedicación por la complejidad de la sintaxis, por la necesidad de volver a cor-relacionarlo con los demás y todos estos artilugios tan propios de estudiantes. 

Algo que me pasa desde que empecé con los primeros textos es que me sulfuro por la cantidad de palabras mal utilizadas. No mal aplicadas según el contexto oracional, sino mal utlizadas porque las palabras no deben ser  relleno sino construcciones en post de una idea determinada. 
En el caso de una teoría filosófica, sociológica, psicológica, científica, literaria o incluso biológica, hay un límite entre el uso de vocabulario específico, que me parece genial y pertinente, y el uso de palabras relleno.  Uno al leer un texto académico se da cuenta de las palabras relleno y de la pulpa del texto cada vez con más rapidez conforme se ha familiarizado con ellos y con la propia capacidad resolutiva.  No hay otra razón.  

Me retuerce los nervios la cantidad exagerada de vocablos que no vienen al caso y que, fundamentalmente, no ayudan a la compresión del conocimiento. Al margen dejo los casos de las traducciones de textos alemanes o rusos originales, que te dejan casi visco por la cantidad de adjetivaciones que tienen en cada párrafo, dado que rusos y alemanes tienen muchísimo más vocabulario en sentido literal. Mientras que para el castellano hay una forma única de llamar a determinada cosa, en estos idiomas, hay varias. Esto implica que más allá de una riqueza admirable en cuanto a su lengua, las traducciones que se presenten en el camino de un lector no habituado a este tipo de pomposidades, se quiera cortar las pestañas con tijeretas chinas.  Y si hablamos de un estudiante universitario con el tiempo contado, las pilas de apuntes dispuestas sobre la mesa y la fecha de parcial latiéndole bajo el traste, estamos pintando un panorama específico y llamado de una sola manera: necesito un resumen del resumen del resumen. 

En mi caso, no cuento con resúmenes de las dos materias para las que estoy estudiando a excepción de los que yo misma me hice. Me llevaron días enteros pero ha valido la pena, porque me alegro de tenerlos ahora. Cabe destacar que yo no estoy acostumbrada a usar resumenes a excepción de materias muy complicadas o muy detallistas.  
Mi manera de estudiar es bastante tosca: yo voy al texto base, al material original y lo leo hasta entenderlo, hasta captar la idea que trasmite el autor. Me interesa ir hasta el fondo, el corazón de la teoría, porque de esta manera activo la capacidad relacional con todo lo que yo considero complementos. Complementos pueden ser resumenes de la cátedra, preguntas, videos, apuntes míos de clase, apuntes del profesor, libros que te da la cátedra además de los apuntes. El punto es que si no entiendo lo básico, cómo podré comprender el resto. Por esta razón siempre empiezo por lo más duro.    

Y cuando empiezo por lo más duro, surge esta pregunta: ¿por qué antes de decirte "Pepe compró dos pantalones después de una ardua elección" optan por aplicar adjetivos y adverbios en una misma oración haciendo que se pierda la noción de los sujetos en relación al resto de los constituyentes? 

El resultado es algo más o menos así:  "Pepe consideró comprar un número par de determinada prenda de vestir utilizada por hombre, mujer, niño, niña, caballo o perro. La misma, no es remera, no es camisa, no es campera... Además, tampoco puede considerarse que la misma sea la única prenda que Pepe desea comprar, por lo cual, el primer postulado quedaría rebatido en caso de que Pepe deseara también comprar zapatos, una máscara de pestañas para su hija Lucía - que no usa máscara de pestañas - o un litro de licor para su primo Germán, abstemio por natulareza". 

Otro punto que no me parece aceptable del todo es la necesidad de usar demasiado vocabulario para parecer pretencioso. Yo entiendo que los adjetivos, el uso de palabras quizá un tanto excéntricas, a veces, le dan un cuerpo más curviléneo - por así decirlo - a nuestros discursos. De verdad, lo entiendo. Y me parece bien desde el punto de vista que todo adjetivo puede quedar maravilloso, pero sólo si está asentado en las bases de un discurso con contenido, de un algo interesante que se quiera comunicar.  Ése es el punto, a mi ver. El interés tiene que estar necesariamente ubicado en el contenido del discurso, no en todo lo que yo veo como decorativo. No es tampoco un planteo de comunicación o escritura tosca, lo que me gustaría. Es precisamente un planteo - el que siempre se me aparece - de una comunicación o una escritura tomadas como lo que son: recursos para llegar a los otros, para expresar lo que cada uno tiene para decir.   La pomposidad usada en medios de comunicación, artículos de revistas, libros, artículos académicos, investigaciones científicas, aleja. Y cómo es posible, me pregunto, que un postulado de cualquier tema aleje, a través del vocabulario demasiado complejo, si justamente por esto renuncia a lo más importante: comunicar. 

Hoy en día todo se divide entre lo que se denomina pobreza en el lenguaje (mal uso del lenguaje, deformaciones del lenguaje, falta de conocimiento del lenguaje) y exorbitancia del lenguaje (uso abusivo y hasta elitista del lenguaje). 

No hablo de un lenguaje tosco, insisto, sino en que no se empiece a confundir la pomposidad - eso casi barroco que se ve, a veces, en el lenguaje y específicamente en la escritura - con el vocabulario específico de cada postulado. Porque es necesario, e incluso obligatorio, el uso de vocabulario específico en teorías, explicaciones y desarrollo de ideas;pero también es un exceso cuando además de vocabulario específico para asimilar hay que desmenuzar ideas dentro de un entramado oracional. 

¿Cómo acercar todo esto al otro que necesita comprender? ¿Existirá un punto medio? ¿Cómo bajar el conocimiento y hacer mucho más palpable esa cortina de abstracciones que, por momentos, son los textos? ¿Cómo poder mediar? 

De verdad, mi objetivo el día de mañana, como docente de Letras, como Licenciada en Letras, está ubicado en este sentido. Si Dios, la vida, la suerte y la lucidez me acompañan, veremos qué sale de lo que hoy son solo ideas. 

Mientras tanto, sigo pensando en mis finales. 

miércoles, 24 de junio de 2015

35

Empezaron siendo 36 materias nada más de una planilla - dividida en años-  que decantará en un título universitario. Tengo la alegría de decir que, después de ayer, son 35.  Treinta y cinco, pese a todo. 

Treinta y cinco que a la vez implicaron volver a empezar la misma carrera, en otro lugar. Treinta y cinco que hablan de  estar rehaciendo seis materias que no me reconocieron que por momentos me cuestan como la vez primera, porque son costados diferentes de las mismas ciencias.  Treinta y cinco que son menos que treinta y seis. 

Caigo en la cuenta de que ya puedo tachar la primera de esa planilla y me invade una sensación de alegría perdurable. 

Es una menos. Una menos, carajo. 


martes, 19 de mayo de 2015

"Tiroteo universitario"

Me levanté cuando sonó el despertador de mi celular, es decir, a las cuatro de la mañana. Cansada, claro, porque estos días han tenido ese exponente en común. Como si fuera una señal para que mi humor mejorara, una lluvia leve me acompaño en mi inicio del día convirtiéndose más tarde en algo más que eso. A la vuelta, me mojé como una campeona,pero eso es tema aparte. 

Mi mamá, compañera en este sentido, fiel a mi pedido de que me despertara por las dudas si me veía dormir, se levantó puntualmente a secundarme. <<¿Querés desayunar? >> me preguntó y minutos después puso debajo de mi mentón un espumoso café con leche. Mi día, definitivamente, comenzó ahí. Lo que siguió fueron cuatro horas de estudio intenso, videos explicativos que ampliaron la poca información teórica y el deseo de que me fuera lo mejor posible. 

El parcial, a pesar de no haber sido en exceso complejo, fue capcioso. ¿Qué quiere decir? Preguntas fuera de la linea de los apuntes que hubiera necesitado más tiempo para saber responder. Hice 3/4 del parcial a mi manera, es decir, respuestas con ejemplos, articulaciones y toda la información útil que pueda aportar. Cuando me encontré con la que no sabía bien, preferí reconocerlo y no responder. ¿De qué me iba servir poner una parte sí y la otra no? ¿De qué me iba a servir contestar lo que no se me preguntaba? Preferí ser honesta conmigo misma, con mi cansancio y mi necesidad de dormir algo para preparar coherentemente el otro parcial que tengo mañana.
Es complicado salir realmente ilesa de estos tiroteos universitarios. Las veces que he tenido parciales tan pegados, me he visto sujeta a esta misma situación. Dormir poco, estudiar mucho, acumular cansancio y nervios.  Con la diferencia que me han salido mejor y peor las cosas. 

No voy a negar que me hubiese gustado contestar todo e irme a casa tranquila. Soy así, no puedo con mi genio. Me gusta hacer las cosas bien en época de parciales, me interesa muchísimo - realmente,mucho - valorar la oportunidad de estudiar que tengo, me interesa hacerlo bien.  Me interesa, valorar también el presente en base a los cambios que tanto miedo me daba tomar, a nivel casa de estudios donde formarme. 

Ahora que me siento bien, que superé muchas cosas que estaban entre mi carrera y yo, quiero disfrutar del poder estudiar y hacerlo con toda mi capacidad. Sin embargo, como digo esto, también reconozco que si algo aprendí - y sirve para la vida, no sólo para la facultad-  es que todo no se puede. Sonará tonto, sonará conocido, pero cuando uno aprende a reconocer que no va a poder siempre con todo, que hace hasta donde puede, más que sonarnos conocido nos sirve, nos calma y nos es útil para avanzar superando las limitaciones, porque sabemos cuáles son. Porque como suelo decir, sabemos el terreno donde ponemos al cinco para jugar y también sabemos cómo es que se siente el cinco

Uno da lo mejor. El como salgan las cosas, muchas veces, nos trasciende en absoluto. 

Dicho esto, me voy a seguir con mis labores... 

domingo, 3 de mayo de 2015

Blanca

Cuando hace frío, y el viento sopla fuerte, yo empiezo a congelarme en escasos segundos. En Buenos Aires estamos atravesando un día hermoso pero con un viento de esos que me agarrotan las piernas, las manos y los brazos. Ciertamente cada invierno mis brazos, mis manos y mis piernas son espacios más blancos, salvando las líneas de tinta negra que, en diversas partes de mi cuerpo, generan el contraste.  El frío hace eso en mí. El frío me vuelve blanca.  Cuando hace frío, además, el viento entra por las hendiduras de mi ventana y convierte mi habitación en una cuevita helada. No tengo cortinas y estoy contenta por el hecho, a excepción de estos días donde con el viento me enfrío en mis grandes esfuerzos por acopiar calor.  En el viento y en la falta de cortinas me llueve la mágica idea de recubrir los bordes enemigos con rollitos de diario, para impedir que el frío pase. Mientras enrosco página por página de la sección de viajes, no pude evitar mirar las imágenes una por una. Las referencias a Europa, la maravilla de sus lugares y... Ahí está, la cumbre de mi deseo. La ciudad cortazariana, la ciudad del amor, la ciudad de los mejores cafecitos: París. 

Si pienso en París, claro, cómo no elevarme en una montaña de gas y seguir enroscando feliz los rollitos de diario para que el frío no me convierta sucesivamente en una mujer blanca por completo.  Si pienso en París, me basta mirar a mi alrededor para encontrar la placa de corcho que ahora reposa sobre mi escritorio, repleta de fotos de Cortázar. Si pienso en París miro a mi lado y me encuentro con el regalo más reciente de mi papá: la célebre torrecita, de tamaño generoso, siendo lo primero que veo todas las mañanas cuando me despierto. Si miro el fondo de pantalla de mi computadora, mi celular, mi tablet o cualquier aparato electrónico que posea, la torre me mira otra vez, como esperándome.  Y yo la miro en respuesta como esperando tener un buen día apenas un atisbo de oportunidad para subirme al primero de los aviones e ir a su encuentro. Porque es lo que más deseo, desde hace años. Es ciertamente, uno de mis sueños.  Si pienso en París, insisto, guardo el artículo del diario donde se nombran los mejores lugares para un soñado recorrido europeo entre las páginas de la edición más nueva que tengo de Rayuela.   Si pienso en París siempre sonrió, suspiro y pienso... "ya voy a estar por ahí". 

Son ciertamente estas llamitas de deseo las que llenan de calor y color mi domingo. Suma que el frío no me agrieta más entrando desde la ventana. Suman los apuntes de la facultad cuando se vuelven mucho más amigos si caliento la pava de mate para estaquearla a mi lado. Suman y eso importa mucho, porque el resto del mundo a veces piensa en restar. 

Es con estas cosas, pequeñas cosas, que dejo de tener frío - en cuerpo y alma - por un momento. En en estos casos donde me olvido del presente y viajo al futuro un ratito.   ¿Quién seguirá, de lo contrario, leyendo a Marx anhelando ser Licenciada en Letras alguno de estos días? ¿Quién seguirá creyendo en que el estudio abre las puertas incluso, a la concreción de los sueños más recónditos?  Después vuelvo del viaje mental, claro, porque sin trabajo no se cumplen nuestros sueños. Si dejaría de creer en todo esto, no sería la que soy. Los sueños me sostienen desde que tengo uso de razón. 



¡Buena semana para todos! 

domingo, 15 de marzo de 2015

Remodelación

Después de días difíciles, entre bajones de presión y peleas con los otros - aunque fueron dos cosas que fueron en paralelo -, volví. Y volví después de una remodelación, además.  Esta remodelación se originó por dos motivos: mi hermana recientemente se independizó y además, desde hacía rato ya, necesitaba construir mi "propio" espacio.

Ahora, antes de ser tres en un mismo cuarto, somos dos. Mi hermana mayor, originalmente considerada como la hermana del medio, todavía está bajo mi mismo techo. De todos modos, no tiene planes de quedarse siquiera un promedio de dos años más compartiendo luz, ventilador y derivados. Así, entre trabajo suyo, actividades culturales mías, facultad, su novio, mis amigos; poco es a veces lo que nos vemos.  No obstante, ahora, la pieza tiene las tres cuartas partes a mi favor. 

Antes teníamos dos camas marineras donde en la parte de arriba dormía mi hermana que se fue y en la parte de abajo, reposaba yo.  No puedo explicarles, realmente, los calores que pasaba por lo poco que me llegaba el ventilador o el poco lugar en el ropero. Fueron cosas que siempre me parecieron molestas, es la verdad, pero a las cuales me había acostumbrado. Con el paso de los años, el término del colegio secundario, el inicio de mi carrera universitaria, y esa necesidad inminente de tener un lugar para mí, dentro de una casa pequeña, fueron aumentando.  Lo más necesario, a mi ver, era un pequeño recoveco de estudio. Sí, un lugar para disponer de todo mi material, con Internet cerca y apuntes de la facu. Lo necesitaba porque me parecía engorroso estudiar siempre en la mesa de la cocina y tener que desocuparla cada dos por tres, según las comidas del día. Sin hablar de la televisión de fondo, los ruidos de mi perro, el teléfono, las voces y las conversaciones que (en caso de querer entender la Gramática española) no pretendía interpretar. 

En este contexto llegó el fin de semana tan ansiado. Y, realmente, mi cuarto es ahora un lugar de confort para mí, tal como quise desde siempre. Parece que no en vano le decía desde los ocho años a mi papá que quería un escritorio propio, para mis cuadernitos (porque además le pedía a mi mamá que me comprara cuadernitos tapa blanda en el kiosco, porque me gustaba escribir y dibujar); y parece, además, que valió la pena tanto insistir, porque el Universo - Dios, Alá y Buda también - escucharon mis demandas. 

Ahora tengo placard doble, donde separo la ropa por estación y la cuelgo en perchas. Además tengo espacio para todos mis cosméticos (léase: cremas, tratamientos para el pelo, perfumes, aceites para el pelo, tratamientos faciales, shampoo; etc), lo cual para mí genera una amplía, muy amplia, cuota de alegría.   Por otra parte, mi papá, cortó las camas con techito, como les decía yo, y me dejó una cama de una plaza. Eso facilitó el desplazamiento y así, se hizo la magia: quedó mucho más lugar. 

Lugar donde entró un escritorio, donde se acomodó mi pequeña biblioteca, donde se organizarán pronto mis libros de otra manera y donde además, se generó mi tan ansiado espacio de estudio.  Realmente, me gustaría tener una foto de antes y otra de después, porque las diferencias son muy notorias. Hablo de cuán a fondo afecta la distribución de los objetos a un solo lugar.   Y al margen de que limpié mucho estos días, realmente, valió la pena, y mucho 

Antes dormía contra la pared, al igual que mi hermana quien todavía convive conmigo. Ahora duermo en el medio de la pieza, de manera paralela a su cama. Como mi cama es de una plaza tiene mejor movilidad y después de semanas de idear en mi mente la mejor posición de todo, y de ponerme de acuerdo con ella - quien por suerte no se opuso a prácticamente nada -, aproveché uno de los ángulos de la habitación. En ese ángulo es donde ahora está mi escritorio. Sobre él está la notebook, cosas de la facultad, libros de literatura latinoamericana, una pequeña lámpara de sal, un lapicero y una cajita con cubierta de Gustav Klimt - mi pintor favorito - que me regaló mi profesora de Literatura cuando terminé el secundario después de enterarse que me gustaba mucho como le había quedado.   Al costado, mi pequeña biblioteca, donde reposan ya sea en su base como en su interior, otro montón de libros. Los que tengo a la vista son tres de Isabel Allende que el canillita me consiguió de oferta la semana pasada. Al lado de esos libros, mi espacio para los santos, pequeñas estatuillas de Cortázar y una latita con sahumerios. 

En el espacio bajo la mesa de la televisión, todavía sigo teniendo sobrecarga de libros. Eso se solucionará cuando mi viejo me coloque la repisa que está reposando a mi izquierda, un tanto más lejos de mi cuerpo, y cuando además, coloque también el corcho para pegar papales, a mi otro costado, donde hay pared dispuesta. Esos serían los últimos dos detalles, pero con lo bruto terminado, ya estoy más que feliz. Es un deseo cumplido para mí, aunque suene tonto. Me sorprende que hasta tengo espacio para colgar cuadros, por ejemplo, cosa que no había hecho nunca antes. 

Lo que respecta a la cama, es otro tema. Lo único que puedo decir en mi defensa, y a modo de advertencia, es que no se cómo voy a hacer para salir de ahí cuando haga frío y entre temprano a la facultad. De verdad, hoy dormí dos veces la siesta. ¡Es un pecado esa cama!  Al costado de ella, por otra parte, tengo mi histórica mesa de luz, que conserva lo habitual. Algún que otro libro más, despertador, lámpara, tarjeta sube y otros pequeños objetos que contribuyen al principio de despiole que se va originando. 

Pero, más allá de todo lo material y la distribución de esto mismo, una parte de mí está aliviada, reconfortada y feliz por tener su propio espacio.  A cada rato miro mi escritorio, sonrió y pienso: " acá sí que puedo escribir", y esta entrada es la fiel constatación. 

¿Algún consejo de decoración? ¿Alguna artesanía bonita - y no tan compleja - que pueda hacer? 


jueves, 5 de marzo de 2015

En materia de libros...

Estoy leyendo un poco como antes. Antes de empezar la facultad, ahora en el intervalo antes de las cursadas más fuertes, y en el entretiempo de mi realidad universitaria, me alegra verme leyendo más. 

 Realmente, hacía meses donde no leía más que una novela  al mes. Leer una novela, para mí, es poco, y no lo digo desde el punto de vista soberbio, sino lo manifiesto desde la costumbre. Estoy muy acostumbrada a leer. Muy acostumbrada a leer literatura, poesía y también textos académicos, pero hace rato largo ya que no tengo esa devoción por la literatura que tenía cuando no la estudiaba. No es que me haya dejado de gustar, pero al estudiarla, al no tener que quitarle tiempo al colegio como me pasaba antes, y al vivir para ella; necesito experimentar otras ramas, como la escritura, porque sino siento que la terminaré agotando. 

Durante estos meses escribí mucho. Escribí, escribí y escribí. El índice de lectura se redujo para evitar manipular la escritura propia con los rasgos de otras literaturas. Porque, a pesar de que todos añadimos recursos de otros, una cosa es un recurso literario y otra muy distinta es un dialogo, un argumento y una temática. Cosas que, a la hora de mi propia escritura, están en total utilización.   Escribí, disfruté y disfruto muchísimo el hacerlo. Por ello, si un viernes a la noche como los últimos cinco viernes por la noche, tengo que elegir entre una cosa u otra, me tomo un café cargado y me quedo escribiendo. 

Tiempo atrás y ahora, en un intervalo académico antes de reanudar mis clases, estuve leyendo varias cosas. Nada de complejidades como Barthes ó Platón, sino, por ahora, toda lectura que tenga una esencia más tranquila. Una estructura un poquitito más laxa que los poemas de Borges o la narrativa de mi amadísimo Cortázar.  En este período leí por placer, sacando los textos académicos que me reconfortaron de otra manera. Les dejo unas listas, por si quieren experimentar, que incluye también lo que estoy leyendo y lo que quiero leer. 

  1.  El código Da Vinci de Dan Bronw, (novela)
  2.  Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti (novela)
  3. Memorias de mis putas tristes de Gabriel García Marquez (nouvelle)
  4. La Tregua de Mario Benedetti (novela)
  5. El amor, las mujeres y la vida  de Mario Benedetti (poesía)
  6. Paisaje con grano de arena, de Wislawa Szymborska (poesía)
  7. Antología poética de Wislawa Szyborska (poesía)
  8. La saga "Cincuenta sombras de Grey", de James (novelas)
  9. Milagro en los Andes de Nando Parrado, libro que tiene su adaptación al cine en "Viven" (novela)
  10. El libro de Gabriel Rolón, que mencioné unas entradas atrás. 
Así, después de esta desquitada de "textos tranquilos", y habiendo desterrado algunos ilegibles de mi lista, como Cincuenta sombras - después contaré la historia que terminó en esto - paso a mis lecturas actuales y a mis lecturas por hacer. 

Lo actual es Romero con un libro que se titula " Estudio de la mentalidad burguesa", editado por Alianza, una firma española. Es un libro que viene a cuento de algunos temas que estuve viendo en la facultad, y aprovechando los conocimientos frescos, me animé a leerlo. Es un libro complejo porque tiene raíz académica - de hecho lo compré por la facultad anterior -, aunque y no es literatura silvestre por lo que me está llevando su debido tiempo; me parece interesante.  Seguramente a este lo meche con algún otro texto más, y más literario...  Pensándolo bien, justamente hoy mi papá me regaló Bestiario, de Julio Cortázar, para que a pesar de tener todos sus cuentos desperdigados en otras ediciones, complete mi colección. 

Lo que viene incluye relecturas de favoritos y muchos nuevos PDF además de ediciones en papel. 

  1. Milan Kundera con La insoportable levedad del ser 
  2. Mario Benedetti, con Andamios.
  3. William Henry Eagleton con un informe sobre Teoría Literaria. 
  4. Gabriel García Márquez, con El amor en los tiempos del cólera. 
  5. Nietzsche con Así habló Zaratustra. 
  6.  Gabriel Rolón con Encuentros, el lado B del amor. 
  7. Fragmentos de un discurso amoroso, de R. Barthes. 
  8. Ernesto Sábato, con Hombres y engranajes. 
  9. Federico García Lorca con Bodas de Sangre 
  10. William Shakespeare, con Romeo y Julieta 
  11. Fiódor Dostoyevski con Crimen y Castigo. 
  12. Gabriel Rolón, con Los Padecientes 
¿Alguna recomendación? 
¿Algún autor específico? 
¿Algún latinoamericano que me vuele la cabeza? 


domingo, 22 de febrero de 2015

La mitad

El primer parcial de mi año me tomó por los brazos y me sentó directamente en la silla del aula en la mañana del viernes. Ni siquiera recuerdo, estando a domingo, cuál era la temperatura. Lo único que recuerdo es mi gran cuota de sueño, los enunciados que me sirvieron de práctica y la chica con la que hablé en el colectivo, de regreso a casa. Lo único que quiero, asimismo, es que me haya ido bien. Esto refuerza, en el sentido literal, mis posibilidades de permanencia. 

Al margen de eso no tengo mucho más que contar de mi vida académica. La vida social que la acompaña está bien en su tercera semana, e incluso, llegando al final de este periodo inicial. En este aspecto que tantos momentos de descontento me ha dado me siento mucho mejor que... Nunca, supongo. Nunca me había sentido así, con chicos más chicos que yo. E incluso yo tampoco había sido nunca antes quien soy ahora. 

Mi edad es bastante particular, supongo. Hay chicos de veinte que están asentados en lo que son y en lo que creen sin llevarse por delante el mundo y hay jóvenes repudiables que ven a las dos décadas como el punto cumbre. También está el punto medio; hay jóvenes de veinte años que valen la pena y hablar con ellos da gusto.  A mí, personalmente, no me pasa ninguna de las dos cosas que expliqué más arriba. Creo que me siento en la mitad: ni tan asentada, sino más bien sujeta a cambios; ni tan despistada, ni tan sin proyectos.  Me siento en la mitad, considero, porque me veo lejos de los dieciocho - y especialmente de la forma de vivir la vida y de ver la vida en esa época - edad que tenía justamente cuándo empecé la facultad. Me veo muy lejos, como si hubiera pasado una distancia enorme. Aunque también me veo lejos de los veintidós, por ejemplo. No sé, con toda la sinceridad del mundo en qué andaré. Y aunque  el lapso temporal que estoy tomando es el mismo, siempre es más fácil mirar en retrospectiva que a futuro, a tientas y con tantísimas probabilidades. 

Lo que sí veo con claridad es que esta etapa es sumamente formativa. Los veinte a mí me han agarrado con esa intención. Tengo más claridad que hace dos años a la hora de tomar algunas decisiones, y además, tengo más experiencia que cuando recién me inmiscuí en un ámbito académico universitario. Pero además también para la vida me siento de esta forma. Siento que aunque tengo más, no lo tengo todo; y me doy la pauta para seguir aprendiendo con los valores de siempre y  esa misma noción de " voy a tener un cupo limitado de experiencia, y eso es todo".  Tengo más comprobaciones, más experiencias empíricas, más "hágalo/ vívalo usted mismo" en mi espalda.  Y tengo, lo siento día a día, más cautela en muchas cosas. Más prudencia, más noción de los riesgos y de quienes suelen valer la pena y quienes no, respecto a nuestros esfuerzos. 

Me siento más adulta ya en muchas cosas. Me siento capacitada, por decirlo así. Sin embargo, me ubico celosamente en la mitad  dado que algunos compañeras o conocidas siguen bajo el influyo de la adolescencia eterna, y otras, son madres e incluso esposas de alguien más. Aquí radica el meollo de la cuestión: ubicar un punto medio, organizar mi vida y mi actualidad conforme a eso. 
Veo todo con la esperanza de poder seguir así, tranquilita, en mi orilla... Mirando. En esta etapa formativa de mi vida, me alegro de poder nutrirme, de mirar, porque en un punto lo es todo. Se mira lo que queremos y especialmente se ve también lo que no se quiere ser.  

Sé,especialmente, que no voy a comerme el mundo entero, sino que confío en que simplemente iré tomando lo que necesite en la medida que me sea posible. Y eso me gusta, y eso es lo que hoy en día considero como "lo correcto". 

Esto es estar en la mitad. 

sábado, 3 de enero de 2015

"Forever young"




- ¿Qué va a ser de tu año, amiga? - me preguntó ella, mientras estábamos tiradas en dos reposeras distribuidas en el patio de mi casa. Comíamos papas fritas, palitos salados y tomábamos gaseosa; un rato antes le pregunté si quería un fernet, pero decidimos que sea una tarde sin alcohol después de las fiestas. 
- No sé - me quedé callada, analizando su pregunta. Decididamente se refería a qué era lo que planeaba hacer en el - Supongo que va a ser lo que tenga que ser. Voy a empezar a estudiar de nuevo, más concretamente - le expliqué. 
- ¿Cuándo empezabas? 
- El mes que viene - murmuré, mirando el cielo. <<Casi que en cuatro meses mi mundo académico cambió el 180 grados >> pensé, pero no le dije nada. 
- Ah... - sonrió - No te queda nada; después chau vacaciones 
- Sí, tal cuál  - asentí, agarrando una papa frita - De acá a pocas semanas empiezo... 
- ¿Y cómo es el asunto? - se aclaró - Digo, ¿es eliminatorio? 
- No, no tiene ese perfil - murmuré - Tengo que ir rindiendo conforme avanzan las clases, pero no es tala de alumnos - me reí, levemente. 
- Ah, bien - sonrió - Te va a ir re bien ahí, además estás mucho más cerca, nada que ver amiga - nos reímos. Sonreí. 
- ¿Vos, qué te toca este año? - le pregunté. Mi amiga hizo un gesto que nos causó gracia otra vez. 
- No sé... - sonrió - No sé que voy a hacer con el profe este año - me dijo. 
- Ay, nena - la miré - Yo te sugiero que lo sigas, qué querés que te diga - suspiré.
- Sí, ya lo sé... - se miró las uñas pintadas de color negro. De lejos bien podían verse dos de sus tatuajes, y ella a su vez, si se daba un poco de maña también podría ver los míos. Es una de las cosas que tenemos en común, a pesar de lo realmente diferentes que somos. 
- ¿Sabés cuál es el tema? Nosotras somos jovenes todavía; somos pendejas en un punto, pero a la vez,tenemos responsabilidades propias de los adultos que también somos - le comenté. 
-Sí, es verdad eso - asintió - Por eso, no sé qué hacer, porque por un lado digo qué hago con esto pero después digo... No sé, pero es verdad eso
- Más que nada porque eso del forever young nos rige, sí, pero no tanto como antes... - me quedé callada - Como si tuviéramos diecisiete años, como antes... - planteé - Y más allá de que todo "re bien" - hice un revoleo de ojos - para mi, conviene estudiar, sin pensarlo. 
- Sí, eso es verdad... 
- Después sino quedás varada en un comercio, esa es la joda. Por acá es la fija... - analicé. 
- Sí, mal - añadió, recordando su experiencia laboral, antes de que dejara todo y se pusiera a estudiar - Voy a estar doce horas trabajando sin descanso - frunció el cejo - No, conviene seguir estudiando en ese sentido. 
- Si uno lo puede hacer, siempre hay que pensar que conviene. El día de mañana, cuando te recibas de maestra, vas a tener tu obra social, un sueldo fijo, vacaciones, además de una profesión que no te lo saca nadie - murmuré - Esa es una ventaja... 
- Sí, vacaciones, mis domingos, mis paros, mis feriados - bromeó. 
- Claro, incluso eso - le seguí el tren - Hasta tus paros, fijate 
- Por lo único que sigo estudiando es porque quiero independizarme cuanto antes - señaló. 
- Y me parece el mejor camino hacerte de algo estable como es un título. Si te pegan una patada de un lado, tenes un aval para ir a buscar camino en otro. El día de mañana te lo vas a agradecer. Incluso, te vas a besar a vos misma - acoté, riéndome. 
- Seee- hizo un gesto cómico - ¡Es verdaddddd! - pensó un momento - Voy a seguir... Además, este año arranco con las prácticas. 
- Eso te va a mostrar realmente cómo es la cosa y cuantos recursos utilizas en la práctica que ni siquiera racionalizas en la teoría - acoté. 
- Va a estar bueno por eso. 
- Ahí vas a experimentar, dalo por seguro. 


Definitivamente, estas ya no son charlas "forever young". 
Los chicos crecen, dicen.