sábado, 30 de noviembre de 2024

Hasta el próximo año

 Hoy tuve mi última clase de inglés del año. Y la terminé muy muy diferente a como empecé las clases en abril. 

En abril, no podía decir ni una palabra. Me ponía toda colorada porque mi ignorancia se peleaba con la gratitud y me hacía pasar vergüenza. Recuerdo haber entrado en desesperación cuando me di cuenta que me iban a hacer hablar, porque no sabía nada. Pero recuerdo haberme dicho "vas a seguir, agradece la oportunidad y segui. Lo necesitas para trabajar mejor". 

Hoy fue mi última clase por 2024, porque en la multi terminaron los programas externos por este año. De esta forma, esta semana tuve la última charla de una especialista en sustentabilidad e impacto del cambio climático aplicado a la vida corporativa (estuvo muy genial la charla, me encantó) y la última clase de inglés. 

Con este final anual, sentí que había cumplido un objetivo personal muy valioso, ademas de haber aprendido. Si le decian a la adolescente de 15 años que casi 15 después ya no le sudarian las manos en clase, no se lo hubiera creído. Si. Siempre pensé que nunca iba a aprender inglés. Y siempre lo había dejado de lado. 

En 2023, tomé con osadía la decisión de pagarme clases en un instituto de mi ciudad porque me habia propuesto mejorar mi perfil profesional y cambiar de trabajo. Asi lo hice. Me endeude para pagar la matricula. Me representaba mucha plata de mi sueldo de ese entonces pagar la cuota mensual y nadie entendía por qué de un dia al otro yo me había puesto a estudiar inglés de noche, además del trabajo en la pyme y las materias de la facultad que cursaba otros dias de noche... Pero yo si. Yo me entendía. Y quería intentarlo, quería progresar y tenia que intentarlo al menos. 

Cuando pagué la matricula y el primer mes en el instituto de mi ciudad, me dije: "veremos como pago el mes que viene". Pero nunca tuve que pagarlo. En esas tres semanas de clases en el instituto,  me contactaron de la multinacional. Y todo encajó como un diagrama perfecto. 

En la multi me dijeron que pagaban las clases de inglés. Dentro del horario laboral. Clases individuales. Hasta dos veces por semana. Y ahí fue que me di cuenta de algo fundamental: si la vida me había dado esa oportunidad, yo tenia que dejar de lado al miedo y meterle pata. 

Le metí pata como una loca. De todos los viernes desde abril de este año, donde pude anotarme al beneficio, aproveché la chance y eso me hizo perder el miedo. Semanalmente, cumplí con mis tareas. Traté de mejorar. 

Y acá estoy, varios meses después, buscando lecturas en inglés acordes a mi nivel, para seguir aprendiendo en verano. Pudiendo entender a mi profesora. Sintiendo sorpresa por todo lo que aprendí y porque realmente no pensé que iba a ser capaz. 

Pero si. Me mande. Lo hice. Y hoy caigo en cuentas de eso. 

Hoy en día, mi profesora ya me habla un 90% en inglés durante las clases y maravillosamente, le comprendo. He logrado algo muy preciado para mi: perder el miedo y la vergüenza por no saber.  Algo que me había acompañado siempre y que ahora reemplace por la voluntad de mejorar y el interés por aprender e incorporar. 

Hoy en día leo en inglés algunas cosas y ya entiendo, pronuncio mejor algún vocabulario que aprendí y puedo escribir pequeños párrafos. Quizá para alguien más sea lo dado, pero para mi es un motivo de alegría este saber nuevo. Haberlo sostenido. Haber ido en contra de la voz de mi cabeza que me decía "no vas a poder". Pero pude lo que pude. Y eso es valido. Ahora tengo un saber que espero poder aumentar y aumentar con el paso de los años. 

Mis profesoras me felicitaron. Me dijeron que había sido un placer para ellas trabajar conmigo. Que había mejorado increíblemente y que me esperaban el próximo año. Yo les agradecí a ellas por haberme ayudado a superar el miedo y la vergüenza y por haberme enseñado con calma. 

Despues, cuando colgué la llamada, pensé que pese a la vergüenza y eso, voy a extrañar inglés. Y si no quiero extrañar, entonces, tendré que cumplir otro objetivo que pensé imposible en algún momento: aprender a leer historias en este idioma hasta que eso imposible se vuelva realidad. 

viernes, 29 de noviembre de 2024

Amante

 Buenas noches - me escribió Javier. 

La conversación de ayer había sido sinceramente un asco de seca. El fiel reflejo de lo que yo creo que somos: dos secos, dos seres humanos que viven vidas diferentes, y que se encuentran de vez en vez para tener sexo. 


- Buenas noches - digo y le mando un stiker de una mina con cara de 'qué se te ofrece". 

Javier me lleva 20 años (y más) y si bien usa stikers siente algunas charlas como más formales  y lo entiendo cuando me manda uno recién después de disculparse. 

En su mensaje, dice: 

- Ayer estaba justo con un quilombo en el laburo y no te di tanta bola y tampoco entendí bien lo que me dijiste. Contesté y después me quedé pensando. 

- Si, me di cuenta - dije. 

- ¿De que? 

- De que no te habia interesado. Y que por eso  no ibas a entender nada. 

- Noooo. Disculpame. Sabes que no es asi. En el momento, ne agarraste muy acelerado. ¿Me podes explicar de nuevo? No entendí. Te comreste pero no entendí bien del todo... me generaste curiosidad. 

- Si, Javi. Básicamente, era un gesto por tu cumpleaños. Nada más. Supuse y bien que no valía la pena la charla cuando me respondiste así. 

- Noooo. No digas eso.  ¿O sea que me hiciste un regalo? 

- Si, te prepare algo. Pero necesito que no te hagas ninguna película. ¿OK? Devuelvo tu gesto solamente, porque vos también me regalaste algo para mi cumple este año. A mi manera, eso si. 

- Esta bien. ¿Cómo hacemos? ¿Nos vemos? ¿Nos cruzamos? 

- No. Pensé en esto como un buen gesto - dije, y le mostré algo que había meditado. 

Javier se tomó un momento. Evaluo por dos minutos. Lo que le transmití tuvo que ver muchísimo más con la sorpresa de no conocerme. Le dio corazones al regalo. 

- Qué buen regalo. 

- Mantené la mente abierta - le aconsejé. 

- Me encantó. Me parece un gran regalo esto. 

- Ok. Me pareció que podías necesitar un poco de aire fresco. Feliz cumpleaños, Javi. 

- Gracias. ¿Te puedo escribir y nos vemos en estos días? Aunque sea un rato. Nos cruzamos un toque. 

- No se. Estoy con lío. Y migraña. Hablamos ayer pero después se me complico todo. 

- ¿Que paso? 

- Nada, tuve un percance con el odontologo. Por eso no respondí más. No tenía ganas de hablar con nadie. Me dio migraña. 

- ¿Y todo bien ahora? 

- (...) 

- ¿Tus vacaciones? ¿La pasaste bien? 

(...) 

- Que bueno que la pasaste lindo. Me alegra. 

Un rato después de charla, Javier dijo: 

- Yo se que te gustan ciertas cosas pero también lo demás estuvo bueno. ¿No? Muy bien, para mi. 

- Si, fue un buena ronda. No te iba a dar devolución, pero si, si, todo bien. Tranquilo con eso. 

- ¿Ronda? Fue la pelea completa para mi. Soy viejo. 

- Tranquilo. Tuviste tu punto si eso te preocupa. Sos el tipo más rebelde con el que me acosté, hasta ahora. Se feliz con eso. 

- Me gusta eso. Si. Así no me mandoneas. 

- No te mandoneo. Sos más rebelde. 

- Si, mucho. Pero vos disfrutas de eso. La última vez estuvo muy muy bueno. 

- Si, fue distinto. Se ve que te vas soltando.

- Yo creo que te fuiste domada. Y me encanta. 

Se ríe. 

- En tus sueños, Javi. Yo puedo darte el punto de una pelea, pero domarme es otra cosa. Imagínate que la sumisión no es mi fuerte. Yo tengo sexo como soy. 

- Ya lo se. Pero me vuelvo loco cuando me dejas y veo que disfrutas... 

- No me recuerdes eso. 

- ¿Por que? ¿Te sentiste mal? 

Suspire. 

-  Soy medida. Es mi manera. Simple. 

- No me pareció eso. 

- Justamente. No se que me pasó. Javier, en mi puta vida reaccione como la última vez que garchamos. Cuando nosotros estamos ahí, te odio un poco. Me desespera no controlar. 

- Vos tranquila. Déja de mandonear. Disfruta. 

- Vos sabes que mi tendencia va a ser esa. Vos también tenes sexo conmigo como sos, y yo no te pregunto si te gustó. 

- Me encantó. No solo me gustó, me encantó. Quiero que me dejes repetirlo nada más. 

- Dale, boludo. No rompas las bolas - me queje.

-No rompo. Yo creo que a vos te viene bien alguien que no te deje mandonearlo. 

- ¿Serias vos? 

- Si. Vos arriba esta muy bueno, muy. Se nota que te gusta y me gusta. Pero vos abajo, gritando, esta mejor. Siento que te vas bien domada. 

- ¿Satisfecha? 

- Si. Y domada- me burlo. 

- ¿Tanto? Yo creo que esta bueno, si, pero que no me domas. Domarme es distinto. No vas a poder. 

- Esa es mi explicación para que dejes de controlar. 

- Javier - dude - ¿puedo decirte algo? 

"no quiero que nos veamos mas porque me gusta mas controlar que vos", pensé. 

- Obvio. 

- No pienses mal por lo del regalo. No me conoces ya, es eso, y no sé si lo vas a entender. 

- Lo entiendo. Me encantó. No te preocupes por eso. Domada estas. 

- Pelotudo. Seguí haciendo fila. 

- Es un chiste, cabrona. 

- Ok. Buen finde, entonces. Un beso. 

- Besos en **** - respondió. 

- Chau. 

jueves, 28 de noviembre de 2024

Un dia un poco mejor

 Anoche me dormí detonada. Hacía rato que no me sentía mal a nivel de llorar, pero evidentemente el tema odontologico me toca fibras más profundas. Creo que es porque representa una lucha: un objetivo de todo este año, que implica un esfuerzo muy grande. Esfuerzo económico, mental y físico. Y al mismo tiempo, implica una revancha con aquellas razones que lo ocasionaron. ¿Pero que pasa cuando se te complica la lucha? Sentis imposible la revancha. Y ayer estaba empelotada con el tema. No le veía nada bueno. Solo quería que me solucionen las cosas. 

Hoy a la mañana me levante con menos dolor de cabeza. Trabajaba en casa, así que me cepille los dientes, me hice el desayuno y llame (de nuevo) al odontologo. Le expliqué que se me había salido el provisorio, que el adhesivo no me había sostenido nada y que necesitaba pegarlo. Que si no podía ir, me pasara un referente para cementar y para chequear que el puente estuviera bien. 

Me respondió y me dio cita de inmediato. Avise a mi jefa que ya sabía en la situación que me había ido de la oficina, y me fui. Me arreglaron todo y agenda en mano, programe turno para avanzar.

Cuando llegué, ya mucho más tranquila, me senté a trabajar. Pedí comida porque no tenía nada para hacer ni tiempo suficiente y no sin sobresaltos llegué a comer. Después, reunión. En el medio, cosas pendientes para hacer y cerrar. Presiones varias. Y yo con muy poca paciencia. En modo "me siento para el culo y el trabajo en este momento no me importa". 

Mi dolor de cabeza no paraba. Me escribió mi hermana, para pedirme algo. Mi mamá. Mi amigo de la facultad. Tres personas diferentes del trabajo.  

Paré para hacerme mate. Me tomé un analgésico de un miligramo para el dolor de cabeza y si bien lo bajo, no lo quito del todo. Me duele menos pero estoy mentalmente agotada. 

No tengo ganas de pensar. Es como si me hubiese agotado en niveles muy profundos para ser día de semana. 

Ahora estoy tirada en la cama. Con mi gato, que duerme después de hacerme sana compañía. Comí bastante más que ayer, así que no debería ser por eso. ¿Será por estrés? ¿Por no soportar nada? 

No lo se. Es cierto que estoy muy agotada y el fin de año me está pegando para que tenga. Quizá también estoy cansada de todo lo que sostengo por detrás, y nadie sabe, y me tiene podrida. 

Pero en eso tampoco quiero pensar. Solamente, quisiera un agujero negro que se lleve todo el tópico que le supone. 

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Un dia horrible

Hoy fue un día horrible. Escribo esto después de haber hecho realidad el lema "una lloradita y a seguir"... porque no puedo hacer otra cosa. Llorar, secarse las lágrimas, enojarse y seguir es lo que me queda. 

Había empezado super bien el día. Hoy tenía un evento en la multinacional así que me tocó cambiar el día de trabajo presencial y asistir a la oficina. Llegué temprano como siempre, desayune, trabajé, tuve una reunión con mi jefa y luego la charla sobre Sostenibilidad en las empresas y como aplicarlo.  Estaba contenta porque la charla me había resultado super enriquecedora y porque había un menú riquísimo para comer. 

Cuando empezó el almuerzo, estaba comiendo y uno de mis provisorios de la parte de adelante y de arriba, cedió. Y ahí, empezó todo un caos porque sentí flojo todo, interrumpí como pude la comida y me aterrorizó no saber si ir al baño o no a mirarme. Como pude, cerré disimuladamente un bocado y deje a un lado la comida para salir a paso muy ágil al baño. 

Fue una situación horrible. 

Cuando me miré, uno de los provisorios centrales estaba muy flojo. Mis coronas están en proceso pero los provisorios tienen que durar un poco más al igual que su pegamento. Por eso, me desespere por completo; porque no me esperaba que se despeguen. Y mucho menos, en un almuerzo laboral.  

Ahí mismo llame a mi odontologo, que justo lo había contactado a la mañana para agendar turno para dentro de dos semanas. No me atendió. Le mande mensaje explicándole la situación y solamente me dijo su secretaria que iba a buscar un turno y me avisaba. 

SE ME DESPEGO UN DIENTE, NO PUEDO ESPERAR. ES UNA URGENCIA, pensé. Me puse fría, automática. No me convenía hablarle mal, así que le dije que bueno, que muchas gracias, que me disculpe por tantos mensajes pero que siendo honesta me había asustado. 

En paralelo a eso, le comenté a una compañera porque se me transformó la cara y como ella tuvo provisorios me recomendó un adhesivo. Fui corriendo al Farmacity perdiendo tiempo de laburo dos veces, hasta que conseguí los adhesivos dentales. Si, esos que usan los viejos. 

Me pegué la pieza como pude. Obviamente, no quedo fijada. No quedo segura. Pero el adhesivo la sujeta por un ratito hasta que lo volves a aplicar. 

Eso hizo: 3 veces me apliqué. Entre los nervios y el disgusto, no podía pegarlo bien y además no sabía bien como mierda usar el producto.  Me centre y traté de hacer todo lo posible. Faltaba menos para irme a casa. Tenía que mantener la compostura en un contexto así, porque ya se sabe como son. Y por fin se hicieron las 5.30. 

Todo el estrés que pasé, finalmente, decanto con la frutillita de la torta: Javier, que no vino precisamente a subir el ánimo o a sumar. Hablamos un poco para el mismo diablo.  Dos secos , mallevados, que se llevan bien únicamente cuando cogen. Eso somos. Y estoy cansada de no poder resolver el tema, de dar vueltas en círculos, de sentir que siempre estoy en el mismo barro y no puedo dejar de hundirme. 

Me fui de la oficina como un trapo de piso. Francamente, quería llorar ahí mismo, entre el Puente de la Mujer y los diques. Pero me aguanté. 

Volví a casa y llorar por toda esta mierda fue casi una suerte.  

Ahora, estoy acostada y mi gato duerme a mi lado. La cabeza me duele nuevamente. Es la segunda vez desde el lunes. Me siento vencida. Ni puedo evitarlo. Así me siento. Lloro porque estoy cansada. Cansada por muchas cosas. Cansada de la vida que llevo. Cansada de Jsvier. Del trabajo. De renegar. De poner plata en el dentista y que se me caigan las cosas. Cansada. Hasta el fondo. 

Quisiera llorar tres días pero me quedé sin lágrimas. Llorar es un trabajo que no me sirvió como analgésico del todo. 

martes, 26 de noviembre de 2024

El saber perdido

 Cuando se levantó de la cama, murmurando lo bueno que había estado todo, fue directamente al baño para lo conocido. 

Mientras, yo me tomé unos segundos para suspirar. "Hay que irse", le dije a mi cuerpo y a su perro, que ni bien Javier salió, se acercó a mi para que le hiciera mimos. 

- Ahora no puedo, gordo. 

El perro insistió. 

- Todos me quieren besuquear en esta casa - dije, irónicamente. 

Busque mi ropa. Levante prenda a prenda como quien levanta la mesa después de comer. Pero, me detuvo no encontrar parte de mi ropa interior. Busqué. Busqué. Busqué. Observé detenidamente toda la habitación de Javier. 

Me miro, cuando volvió al dormitorio envuelto en una toalla. 

- No encuentro mi ropa interior. Me falta una parte. 

- Ahí- señaló. Estaba en su mesita de luz. Casi como un recuerdo o un vasito de agua. 

Mofé. 

- Gracias. No la había visto. 

Asintió. 

- ¿Como llegó ahí? 

- Yo la dejé ahí. 

(...) 

- Voy a boxes- digo y me meto en el baño con rapidez. 

Una vez sola, abro el agua. Suspiro. No me quiero quedar a comer con él. Y no porque no quiera, sino, porque es sumar más cosas. ¿Por que simplemente no puede coger sin tener que comer, sin comprar el vino que le dije que me gustaba, por qué? 

En su momento, Javier me decía que mientras no hubiera confusiones, podíamos compartir cosas. Que no le parecia nada malo eso. Pero yo nunca de acuerdo con eso del todo. Y se lo dije. Le expliqué que era innecesario en su momento y que a mi no me modificada nada.  Javier no lo comprendió. 

Rememoro una charla anterior que tuvimos sobre el tema: 

- Me hace sentir una mierda. Siento que te destrato. Y no quiero destratarte y no se como hacer con vos. Yo te llamaría todo el tiempo, pero no puedo. Y también cuando venis, no comes nada, venis, y siento que te saco cagando... 

Mofe. 

- Javier ¿vos pensas que me importa si me haces masitas o no para el te? Esto es sexo, nada más. 

- Ya seeee. Pero es eso, no se como tratarte a veces. 

- No me importa si no cocinas. Si me quiero buscar un tipo que me cocine algo rico y se preocupe por si comí,  no cuento con vos - repeti. 

Era algo que también le había dicho ya por mensaje sobre el tema. 

- Ya entendí. Esta todo bien. Ya lo entendí. Todo bien. - insistió. 

Su tono denotaba ironía y sorna. 

- Es sexo. Y para mi cuando es sexo hay que hacerla corta.  Es un si o un no. No hacen falta masitas.  

- Esta todo bien. Todo bien. Todo bien. 

Lo miré. 

- Que fría que sos, pendeja de mierda - dijo. 

Nos reímos. 

- Vos sos un destratador que no me hace comida rica. Jamás te lo voy a perdonar - lo burle. 

- Guacha. 

Suspire. 

Ese dia me dije que como ya había amado tanto a Javier, y había querido hasta la cosa más minina consigo, y sin embargo, a él no le había importado... ya no podía exigirme nada. Porque yo podía desear su cuerpo y su manera, pero no iba a aceptarlo de esa otra forma jamas. No iba a permitir que usando la excusa del sexo comenzara a meter otras circunstancias más cotidianas. 

Por eso, tantos meses después, necesite encerrarme en el baño un momento para ensayar la postura a tomar. Me aseguré de lo que quería hacer y pensé que no había bastado nada de lo dicho antes. Entonces, iba a tener que asegurar bien los clavos. 

En la mesa, con Javier, no charlamos largo. Pero si, charlamos duro. Resolvimos desacuerdos parcialmente. Comimos. No acepte que me sirviera más vino y hasta pedí el Uber que tocó cancelar. 

Mientras hablábamos, le dije: 

- Nosotros tuvimos sexo un par de veces. Eso no te da derecho a demandarme cosas. Vos pensa que si yo quisiera estar en una relación con compromiso, me pongo a salir con algún otro pibe y listo. Pero no quiero demandas de nadie. 

- Ya seeeee. Ya lo se lo de las demandas. Yo te jodo más de lo que te pido - me insistió. 

Y me di cuenta que no me iba a gastar más en explicarle. Simplemente, le iba a tener que echar el fuego a él cuando se pusiera a querer agregar cosas, para incomodarlo. 

Por eso, cuando me pegunto si ya había pedido el uber, porque evidentemente pensó que no lo iba a hacer tan directamente, y me dijo que me llevaba a mi casa, le dije: 

- Decidí. 

Me dijo que si, que el me llevaba  si habia dejado el auto afuera (para llevarme, obvio, porque aunque se haga el boludo siempre lo guarda antes de las doce de la noche) y me decía "dale, no me cuesta nada". 

¿Qué queres hacer vos? Decidí. Corre por tu cuenta. A mi no me cambia nada - le advertí. 

Para mi, es un embole que crea que tiene que jugar a algo conmigo. Porque yo no quiero jugar a nada. Ni darle un solo centímetro de lo que yo soy dentro de una relación. 

Esa oportunidad y experiencia se la perdió hace diez años. 

lunes, 25 de noviembre de 2024

Los últimos lunes del año

 Luego las vacaciones, volver a la oficina me costó mucho. Especialmente porque mi jefa se tomó vacaciones y me dejó muchos temas a cargo en lo concreto y un peso extra en lo simbólico: ser la cara de Finanzas por si saltaba algún quilombito. 

Por suerte, hasta hoy, la cobertura fue positiva. Saltaron cosas, claro, pero las pude resolver o posponer de una manera prolija. Y lo fundamental, no saltaron urgencias graves que me implicaban reunirme con la CEO, que era lo que más me atemorizaba de estos días. ¿Qué corno iba a hacer yo con la CEO? Si bien sé que sabe de mi, porque con mi jefa comunico cosas y porque me felicitaron por la gestión de facturación masiva en el evento institucional grande que se hizo este mes; las reuniones son diferentes.  

Este piloto, me hizo reflexionar algunas cosas. ¿Cómo es que hace un año y medio entré allí y la gente deposita las cuestiones en mi, si no fue algo comunicado oficialmente? Pensando en eso, creo que hay un orden simbólico entre la imagen que doy y lo que siento que puedo dar internamente. Sin ir mas lejos: otra de mis compañeras está allí hace años, pero no sólo la delegación de los temas sino la confianza de los otros, me cayeron como una sorpresa estas semanas. La gente me venía a preguntar por pagos, contratos y facturas a mi como si yo fuera compatible con esa posición. Y yo le ponía la mejor onda para dar respuesta, seguimiento, espacio y orden a su necesidad. Pero... solo por unos días, claro. 

Las posiciones altas en empresas para mi son un misterio. Yo no creo tener pasta de líder, más bien, tengo pasta de laburante. De hacer puro. Y este quien este al frente, mi actitud es la misma. Si es por mi, te remo en dulce de leche Havanna. Pero también si es por mi, no quiero la responsabilidad excesiva ni el perder terreno de la vida personal con sobrecarga laboral. Por eso, hago lo mejor que puedo mi laburo, pero además, me ocupo de estudiar pensando que un trabajo es temporal pero un título es para siempre. 

¿Y en términos de resultados? Termino cansada. Quiero que sea viernes de nuevo, aunque aprecio que terminé por este año la facultad. Aprecio que esta es mi última semana de inglés del año. Y aprecio que esto me permitirá descansar, seguir escribiendo mi borrador como manera de sobrevivo espiritualmente y vivir un poco más fuera de las ocupaciones. 

Si puedo, mi idea es retomar natación en diciembre. Tengo muchos más horarios disponibles después de la oficina, sin clases presenciales o virtuales de la facultad. Es decir, que podría nadar otros días que no sean los sábados. Eso me entusiasma bastante. Supone un aliciente. Y creo que me va a ayudar a terminar el año mentalmente más liviana. 

En diciembre tengo la fiesta de fin de año del trabajo en un lugar super careta. También, brindis de despedida. Tengo eventos, almuerzos, que pensar ropa, gastar algo de plata porque no temgo ropa acorde a la etiqueta que solapadamente demandan y... 

Y de antemano confieso que cada vez tengo menos voluntad para el acartonamiento que esos eventos me suponen. Es algo que considero evitable, pero que acá no puedo evitar. Y eso sería un motivo por el cual, cuando me harte, seguramente cambie de laburo. Porque no todas las consultoras son así, pero esta, si, ¿y que da que las ptras no?. Esto me hace reflexionar sobre ventajas y desventajas de cara al próximo año. 

Todavía no supero la incomodidad del evento de este mes, donde me pasó por al lado un ex presidente de nuestro país. Particularmente,  uno que no es de mi signo político. Particularmente,  uno que tiene para mi una vibra fuerte, incomoda.  Y pienso: ¿cuanto tiempo me puedo quedar en un entorno así? ¿Hasta que aprenda que o hasta que gane cuanto, que justifique la renuncia a la vida más simple que hago cuando tanta abundancia de finolis me persigue? 

A veces, no quiero saber nada con un cóctel formal. A veces, veo que hay oportunidades de aprender y aprendo más allá de la apariencia. Pero otras veces, como hoy, solo quiero estar tomando una cerveza negra bien helada, luciendo ropa cómoda y sin preocuparme por nada. Sin pensar en nadie. Solo la cervecita y yo. 

Sin embargo, ahora, estoy acostada. No cené. La cabeza me estalla. Mi gatito hermoso, duerme a mi izquierda. Y si, siento gratitud por este instante pese al cansancio. El instante donde somos él y yo terminando un lunes húmedo y cansador. 

sábado, 23 de noviembre de 2024

En lo que me sigo reconociendo

 Todavía amo las nubes. Las estrellas. El mate. Y el otoño. Amo a los animales. El viento cálido y el guiso de lentejas.  Mucha gente dice que he cambiado y si, es verdad, yo cambié mucho en estos últimos cuatro años. Y en consonancia, la gran parte mi que otros conocían, se modificó... pero todavía amo el sol de invierno, tibio y amigable.  También, amo las plantitas de mi casa o los viernes a la tarde. Amo a mi familia. A mis sobrinos. Amo el vino tinto. Las empanadas qué hace mi mamá y la Coca. Amo a mis sobrinos (ahora son dos). 

Si, quizá ya no uso las botas de gamuza beige. Tampoco ya no estudio Ciencias Sociales. Tampoco tengo los amigos de siempre. Hubo mucho, mucho, mucho, que abandoné en el camino y que me abandonó por no coincidir con una nueva versión de mi que hace cuatro años nació. 

Pero me tranquiliza, hoy, después de mucho revuelo interior, de momentos de incertidumbre, de dudas, de no reconocerme (porque cuando cambias mucho aunque lo deseas es costoso adecuarse), verme y estar contenta con este cambio.  Fue algo que me costó taaaaanto, y que se resolvió con aceptar la vida tal y como viene y luchar con eso a favor, jamás en contra. ¿Increíble o real? Hacer eso fue mejor. Las cosas dejaron de pesar tanto y aceptar me acerco un montón de cosas lindas. 

No fue un cambio que busqué. No decidí un día perder a mis amigos que me dejaron de reconocer cuando empecé a alejarme del mundo del arte y de la idea de vivir de lo que había estudiado, aunque el fruto fuera escaso para mi. Tampoco decidí quedarme sin trabajo y salir a buscar trabajo como Licenciada en Letras durante 9 meses y darme cuenta que no encontraba nada y que lo que había conseguido era en negro, que me terminaron estafando un montón de dinero en un momento donde solo tenia deudas y angustia.  Mucho menos planifique de antemano apostar todo lo que tenia en una nueva carrera a la que solo había entrado por curiosa y porque sentía que aprender me ayudaba a trabajar mejor y ni que decir sobre el hecho de apostar todo por un plan B y que termine siendo tu actual trabajo, tu interés, tu bichito de confianza y pasión por el futuro. 

Yo no lo sabía,  pero fue todo parte de un proceso casi inevitable. Todo me fue llevando a despedirme de la vida y de las personas que formaban parte de ella, que no eran las que seguirián acompañándome. Yo no lo sabía, claro, y sufrí mucho perdiendo, pero hpy en dia con esa gente no comparto nada. Ni siquiera, el interés por vivir a su manera. 

Yo pensé que la vida era muy injusta porque no podía trabajar de lo que amaba, ni tener amigos leales. Ni tener una mejor amiga que confiara en mi y no creyera que la envidaba. ¿Como mi vida podía estar tan rota? Veía salir cosa tras cosa y yo pensaba que ni me iba a poder levantar. 

Si, mi vida se rompió toda. Pero también, la estoy haciendo de nuevo. Y francamente,  ahora no sé cómo no lo hice antes. Es decir, cómo no aposte a un plan B si lo de Letras no resultaba. O como en nombre de la amistad, banque mil años un vínculo que no era recíproco, donde quien consideraba una hermana para mi se "olvidaba de contarme cosas", porque sentía que yo la envidiaba. ¿Como me iba a dar cuenta de todo lo que había que dejar a un costado si no era perdiendo y perdiendo? Me resistí. Di oportunidades en vano. Hasta que me di cuenta que la chica del pasado estaba bloqueada en muchas cosas. Y que había que saltar al vacío para desbloquear el siguiente nivel. 

Y rota como estaba, salté.  Si. Me mandé y salte.  

Todavía me siguen gustando las nubes. El viento cálido. El vino. La comida de mi mamá. Los animales. Pero ahora no tengo perros, adopté a un gato de esos que me habían dado miedo toda la vida. Y me sigue encantando la literatura pero ahora es un pasatiempo al que no le exijo que me de la vida que deseo porque dejé en pausa la carrera a siete materias de recibirme. También, sigo escribiendo pero no para el diario de mi ciudad sino en este espacio.  Me sigue gustando mucho comer helado, pero cambie la heladería porque conocí otra más rica. 

Me sigue encantando el guiso de lentejas, y ya no volví a comprar botas de gamuza para ir y venir, porque  ahora uso ropa formal casi siempre porque trabajo en una oficina y me compro botas negras.  Tengo reuniones corporativas y no con padres. Entrego informes de facturación o cuentas corrientes y no creo entregar jamás un boletín. No tengo alumnos. Imagino la docencia como un sueño de algún día, porque me gusta, y que en la oficina se traduce en una capacitación a un compañero. 

Sin embargo,  me gusta la nueva vida que construí estos cuatro años. Estoy fuertemente  agradecida por haber podido construir un sentido nuevo, que satisfaga los deseos de hoy, pese a que me dio muchísimo miedo reconocer en un comienzo que mis deseos habían cambiado.  Y me sigo reconociendo en muchas cosas. 

Mis sentimientos, lo que me conmueve.  Mi crianza. La Educación. Lo que disfruto sin mirar nada. Lo que me importa. Lo que elijo. En todo vuelvo a recordarme.  A encontrarme. 

Hoy, cuatro años después de esa idea de explorar mas alla de como me habian etiquetado los otros; estoy feliz. Una felicidad silenciosa. Chiquita. Pero viva. Un manojito de dicha y una fe linda, de que todo lo lindo me esta esperando. 

Hoy en día, después de pelear por ser la que ya no iba a volver a ser jamás (porque tampoco era feliz del todo, pero me daba pánico perder la versión de la vida que conocía), admito que tomé decisiones de las que no me siento orgullosa en algunos aspectos de mi vida, pero que además, tomé decisiones espectaculares. Valientes. Únicas. Y que fue esa valentía lo que me permitió darle un sentido nuevo, lo que expandió las fronteras. 

Hoy en día, me gusta mi trabajo. Me gusta lo que estudio en Administración. Me gusta trabajar de lo que estudio. Me gusta haberme sacado el pánico a aprender inglés. Me gusta haberme dado cuenta que no quiero mendigar jamás una amistad. Me gusta andar con menos gente, pero con la gente justa. Me gusta la soledad y la reciprocidad y me gusta mucho más sabiendo que no hay nadie tan leal como yo lo debo ser conmigo misma. 

Me gusta mucho sentir que la vida, la profesión, y la vocación, pueden convivir de otra manera. Me alegra que los números sean mi lugar lindo y que los fines o cuando puedo, los libros estén acá. Me gusta saber de las dos cosas. Aprender. Poder leer un poco de todo y entender. Me gusta leer de empresas y analizar casos. Me gusta leer poemas y sentir todo intensamente. 

Me gusta cuidarme más. Haberme animado a una transformación de salud que la Veinte de hace cuatro años no se permitía mentalmente por sentir que era demasiado bueno para ser real. Me gusta que para quien soy ahora, todo y más de lo que consideraba imposible sntes, sea posible... 

Y me gusta más vivirlo. Estar en una circunstancia donde la vida y sus vueltas me sorprenden. Y donde construyó día a día una vida basada en la gratitud y en la guía de un destino que acepto pero que desconozco. 

viernes, 22 de noviembre de 2024

Concilio

- A vos te enoja eso - dijo - Pero yo siempre fui así. No es contra vos. A mi me cuesta mucho hacer las cosas por obligación, de hecho, no puedo. Por eso, desaparezco. No porque tenga una pareja. 

Lo miré y asentí, fría. 

- Desaparecer es lo que tenés que hacer. La verdad es que a mí no me molesta que lo hagas. Antes, sí - le aclaré - pero ahora me chupa un huevo. 

Mofó. 

- Estás con alguien, es obvio que tenés que desaparecer. Vos ya sabés lo que pienso de eso. De eso y de todo. Lo sabés. 

- Sí, pero yo no lo hago porque esté con alguien. Lo hago porque tengo que hacer un proceso respecto a vos - admitió. 

Noté que se había puesto un poco nervioso, así que no lo ataqué y pregunté: 

- Un proceso ¿sobre qué, o en qué sentido? 

- Necesito tomar distancia de vos para poder sostener la mentira. Para poder... 

Javier levantó la cabeza. Lo miré y tomé lo último que me quedaba de vino en la copa. 

- ¿Para poder qué? 

- Para poder... separar las cosas. 

- Ok - dije, nada más - ¿Necesitás ese tiempo para separar? 

- Sí. 

- Ok - insistí. 

- Porque yo soy muy boludo para mentir. Se me nota todo.  Y necesito tomar distancia de vos para poder hacerlo porque no puedo si no... 

-  Entiendo. No comparto, ojo ¿eso lo sabés, no? 

- Ya lo sé. Sí. Por eso desaparezco, pero vos sabés que siempre entre nosotros va a estar todo bien. Con vos está todo bien, siempre. 

Lo miré en silencio. 

- Ponele - dije, en voz baja.

Sonrió. 

- Pero a vos eso te enoja. Yo lo sé. Sé que te enoja que desaparezca - insistió. 

- No, no creas.... Antes, en otro momento, sí que me enojaba. Pero yo te lo decía porque la situación era distinta entre nosotros - dije - Ahora, vos desaparecés y yo descanso de vos, Javi. Además, creo que tenés que desaparecer.  

- Ah, mira vos - dijo, ofendido. 

- Es que... vos aparecés y, si aparecés como el otro día, olvidate. Me dan ganas de mandarte a la mierda. 

- Sí, sí, yo sabés que dije: "ésta me va a mandar a la mierda" - musitó riéndose. 

- Y bueeeno ¿ves? ¿Para qué rompés los huevos? Te dije, además, que no tenía ganas de hablar mucho del tema. Me mandaste fotos de los vinos y yo te respondí eso. No podías pretender que te dijera: "hola, sí, muy ricos los vinos pero más lindo vos" - argumenté. 

Sonrió. 

- Yo te jodo más de lo que te pido... 

- Pero me jodés. Y ese día que me agarraste yo tenía un día de mierda. Estaba cansada, con muchísimo laburo, preocupada por los nenes... 

- Igual no pasaba nada. 

- No, ya sé que no pasa nada... Obvio. Pero vos preguntá. Yo no vengo acá de la nada y te digo: "¿y Javi, para cuándo?". ¿Me entendés? 

- Sí - dijo, y se rió - Pero yo no te pido tanto... Yo te jodo. Me encanta joderte. Me encanta cuando te enojás - me explicó. 

- Bueno, eso, vos ahí me sacás el lado violento y yo te quiero matar. Por eso me fui, no te respondí más. Me hinché los ovarios - musité, dando por concluida la charla. 

- Cabrona.  Te enojaste, eh - dijo. 

- Para mí, tiene que haber algunos límites. Yo sé que nosotros solamente tuvimos sexo algunas veces, pero tiene que haber límites con el tiempo del otro. Y no pasa por expectactivas ni nada de eso que me pusiste en el mensaje, pasa por entender que somos personas. Vos sos un tipo con una vida, yo soy una mina con una vida. 

- Entiendo - musitó - ¿Y sobre lo que pasó recién, entonces, está mal? 

- No. ¿Por qué? 

- Porque yo te pregunté... 

- Claro, vos me lo ofreciste y yo acepté y bueno, acepté aceptando aceptando - argumenté. 

Javier se rió. 

- Es distinto a venir de la nada como si yo estuviera a tu disposición. No lo estoy. 

- Ya lo sé. 

- Hay que labrar la tierra del otro más allá del tipo de explotación - le dije y le sonreí. 

Miré mi celular. 

- ¿Tenés internet para compartirme? Se acaban de morir mis datos y quiero pedirme un uber. 

- ¿No tenés datos? 

- Se me terminaron recién. 

- Mmmm, me voy a fijar, esperá - dudó - dejame que te busco la clave. 

- Andá a tu celu y compartimelo por el QR. 

- ¿Y cómo se hace eso? 

- Andá a wifi - dije. 

- ¿Acá? - me mostró. 

- Excelente, sí - dije - ¿Me prestás un segundo? 

- Sí, tomá - me dió su celular , busqué el QR y me lo compartí  - Ya está conectada. Gracias. 

Me miró. 

- ¿Cómo hiciste? Mostrame a ver.... como hiciste. 

- Acá, mirá - le mostré - ¿ves este cosito? Bueno, tocás ahí si alguien te pide y el otro pone la cámara y escanea el código QR y se conecta automáticamente.  Ni hace falta que le des nada. 

- Mirá qué bien - dijo. 

- Ahora sí - musité y me puse a buscar el Uber para irme. 

- ¿Qué, ya te lo vas a pedir? Dejá, yo te llevo, dejé el auto afuera. 

- No, dejá. Ya lo pedí. 

- Pero cancelá. ¿No se puede cancelar? Cancelá. Dale. 

- ¿Qué querés hacer, vos? ¿Me querés llevar o no? Por mi no vas a hacer la diferencia. Decidí. 

- Sí, te llevo. Cancelá. Dejé el auto afuera. 

- Igual no hacía falta, me podía pedir un Uber - le dije, ácida. 

- ¿Un qué? Noooo - dijo, burlón. 

(...) 

Nos subimos al auto en la noche de un martes en nuestro barrio. 

- Ahora - dijo Javier - voy a sacar a pasear al perro y a los gatos. Así damos una vuelta.

- ¿Los gatos van y vuelven con vos? 

- Sí. Saltan, juegan, pero vienen conmigo y con el perro. Siempre lo hacemos y después nos vamos a dormir. 

- ¿Mañana arrancás temprano en CABA? 

- Sí, tengo que ir bastante temprano a la oficina mañana, tengo cosas que terminar... ¿Vos? 

- Voy a dormir hasta más tarde. Estoy de vacaciones. 

- Ya lo sé. Pero ¿qué vas a hacer? 

- Preparar algunas cosas para el viaje - dije, escueta y fuimos cerrando la charla. 

- Espero que te desenchufes. Pasala lindo. Capaz que ahora estás más relajada, dale, que te hace bien desenchufar. 

- Gracias, espero que sí - dije y lo saludé - Feliz cumple el lunes. Yo no creo poder saludarte. 

- Está bien. 

- Pero te los adelanto sin mala suerte - dije y sonrió, dándome un beso en la mejilla, que siempre le pongo. 

- Chau. 

Cuando volví a casa, antes de entrar, ví como su auto se perdía en la calle después de que yo estuviera a resguardo. Me quedé mirándolo como un símbolo más de esa historia.  Una vez el silencio del barrio me dió cobijo mientras el ruido suave del motor se iba haciendo cada cuadra un poco más invisible. 


martes, 19 de noviembre de 2024

Casamiento

 - Cuando te cases en Puerto Madero, invitame - dijo Javier la semana pasada. 

Fue uno de los mensajes que me mandó la otra noche. Punzante. Irónico. Patético. Cuando me case con otro, obvio. ¿Qué clase de broma es esa? 

- ¿Que decis? - le contesté. 

- Que el día que te cases seguro lo haces en Puerto Madero. Te pido que me invites, seguro va a ser con gente muy top. Voy a ir a tomar vino. 

- No me quiero casar. Menos en Puerto Madero. Deja de decir huevadas. 

- Concheta. 

- Nada más lejos. 

- Sos una concheta. Vas a esas charlas con ex presidentes de derecha. Te pones ropa formal. 

- ¿Qué tiene que ver? Es mi trabajo. 

- Trabajas con libertarios. No sos más peronista. 

- Deja de molestar, te cuento lo que vivo en confianza.  Si me llego a casar con uno de derecha, te doy el permiso para pegarme. Es más, podes venir a mi casamiento y tomarte el vino. 

Me reí. 

- Voy a ir. Te vas a terminar casando con uno. Estas demasiado cerca de esa gente. 

- ¿Vas a cambiar de tema o no? 

- Si. 

Que humor ácido tiene. 

Regresando a la rutina

Ayer volví de mis vacaciones en la playa. Si bien mis vacaciones comenzaron el martes pasado, hasta hoy, recién en el último tramo pude meter un viajecito. 

Fue un viaje especial, y un desafío a nivel inteligencia emocional, porque fuimos con mis hermanas y mis sobrinos. Nosotras, cuando éramos chicas, por motivos económicos, jamás tuvimos oportunidad de tener unas vacaciones en familia. Y, cuando crecimos, empezamos a viajar cada una por su cuenta, según sus tiempos y posibilidades. Por eso, hacer éste viaje, tenía cierta mística relativa a poder compartir cosas como hermanas y además, con nuestros niños, la nueva generación de ésta familia. 

El viaje comenzó el viernes, llegando a la playa temprano. Fue un viaje de mucho desgaste físico y mental, pero que me sirvió para reflexionar sobre lo grandes que están los nenes, sobre lo lindos que son, sobre lo importante que es generar recuerdos con ellos. Son revoltosos, sí. No se quedan quietos dos segundos, sí. Se pelean, se besuquean y se abrazan, sí.  Pero son nuestros. Son nuestros niños.  Y creo que todo merece la pena por eso. 

Con mis hermanas la relación atraviesa menos tensiones que hace un año y medio, y creo que se hizo el mejor esfuerzo en cuanto a crear un equipo y un clima para un objetivo común: disfrutar todo con los nenes. Salió todo bastante bien, en ese sentido. Más allá de algunos acuerdos donde no todos salían contentos, que es algo habitual en los grupos, se logró el objetivo de salir a comer, disfrutar, jugar con los nenes, merendar en multitud, mirar pelis de Navidad, charlar con ellos, en especial con el mayor y mostrarles un poco de la vida cotidiana. Creo que lo más importante de todo fue que, cada una, trató de respetar la forma de vivir de las otras dos y apeló a una convivencia sin conflictos.

La playa no es mi lugar favorito para viajar, siempre prefiero inviertir el dinero en otros destinos, pero ésta vez fue todo distinto. Ver a mi sobrino mayor, mi precioso bebé, corriendo por la playa, jugando con el agua, saltando olas y disfrutando, fue tan valioso como ninguna otra cosa.  El menor tardó un poco más en adaptarse, porque se sintió bastante mal en el viaje, pero terminó pasándola bárbaro. Tan bien que lloraba al irnos del departamrnto. 

También, disfruté bastante de las vistas. De la comida, que era buenísima. De las risas con mi sobrino mayor. De sus salidas y ocurrencias. De jugar al veo-veo. De los besos cotizados de mi sobrino menor.  De los comentarios elogiosos del mayor, tales como "me gusta tu look", mientras me miraba en el espejo maquillarme o de su amabilidad. "Titi, te traje las ojotas para que estes más cómoda", me dijo, cuando me vió lavando los platos en zapatillas. ¿Cómo no me voy a morir de amor, si él es así conmigo? 

En el viaje de ida, les llevé algunas sorpresas que preparé. Al estar de vacaciones, tuve más tiempo y les armé unas bolsitas de viaje que tenían un mazo de cartas de sus personajes preferidos, una mini pastroflita, un chupetín y unas gomitas. Además de un auto de colección que juntan entre los dos, y les encantan. Por suerte les encantó a los dos y anduvieron todas las vacaciones jugando con eso, más los juguetes que llevaron. 

Durante la estadía, le compré alfajores a mis viejos en Havanna. Me hubiese gustado que mi madre viniera con nosotras pero creo que también estuvo bueno construir esta experiencia entre las tres, con los nenes. También, me compré una taza más grande para el desayuno de la mañana y stikers para decorar el termo (variadísimos, muy lindos). 

Pasamos una vuelta mucho mejor que la ida, donde los nenes estaban activos y se sentían bien. Jugamos. Tomé matecitos y escuché música. Cuando quise acordarme, estaba en casa, ansiosa al mil por pasar tiempo con mi gato. ¿Dato de color? Lo hice videollamada casi todas las noches, y dicen que los gatos te reconocen por la voz, por lo que mi mamá le acercaba el celular. ¿La sorpresa? Él se frotaba contra el celular y movía la cola suavemente, como si se diera cuenta de todo.  Cuando volví, le di mimos, besos, premios, y no se me despegó por un rato laaargo. Además, durmió conmigo de una manera diferente al resto de las noches. 

Era como si no quisiera despegarse y, la verdad, yo tampoco de él. 

II. 

Cuando volví, en paralelo, tal y como estaba evadiendo en mi mente, me encontré con lo inevitable: ayer era el cumpleaños de Javier y no tenía ganas de hablar con él, pero, a la vez, me daba un poco de sensibilidad no saludarlo en una fecha chocante, siendo el primer cumpleaños suyo desde que se murió su mamá.

Tenía el facebook lleno de saludos y no había respondido ninguno, por lo que dudé un poco.  ¿Si no quiere hablar con nadie?  Finalmente, le mandé un mensaje bastante tarde, cuando me acomodé mentalmente en casa, solo deseándole un feliz cumpleaños. Me respondió en segundos agradeciendo y me contó que se estaba yendo a dormir, que estaba muy mal de la panza, con un ataque de hígado que lo tenía para atrás. "Obvio, se está comiendo el garrón de no tener a la madre y se habrá chupado hasta el cuello de la botella de whiskey", pensé. Me mandó besos, hablamos, otros besos, y hasta ahí llegó la potencia de mi voluntad para saludarlo sin que sea un campo de batalla, o un capítulo más de una novela erótica o una oda a la nostalgia. 

La semana pasada, cuando cenamos juntos y todo lo sabido, mencionó que le había gustado su regalo de cumpleaños. Lo miré, me reí levemente, y se lo dejé pasar. Conocí a Javier a sus 43 años, cuando yo tenía casi 19. Sinceramente, no puedo creer que ayer haya cumplido 53 años y que por lo bajo, casi como un susurro, nuestro contacto sea una melodía interminable.  El tiempo también te hace caer en cuenta de algunas cosas sutiles pero demoledoras a la vez. ¿Cuánto tiempo hará falta para no hablar más? ¿Cuantos años serán suficientes para cortar todo en seco? 

No es mal tipo, pero es un tipo que a veces se equivoca, con el que no quiero tener un vínculo pero lo tengo, al que en el fondo quiero pero a quien repelo en superficie. Qué se yo, es inclasificable para mí.  Algo así como la variable que no te cuadra en un gráfico, como la solapa que te queda despegada en un sticker que traés de la costa. El tipo que no quiere estar pero está. El que hace cosas "demás". El que no se va. ¿Por que no se va? ¿Por sexo? ¿Tanto te podes jugar por una noche de vez en cuando? 

Por eso ni quiero hablar, a veces. Pero por otro lado, si pienso que Javier cada día es un poco más viejo y cada día estamos más cerca de la nada... Entiendo que no tendré otras oportunidades. Soy muy concreta con algo: Javier me lleva más de veinte años y no tenemos toda la vida para dar vueltas y yo no quiero eso. Yo no puedo vivir pensando en por qué no lo saludé cuando era el momento. Lo saludé, no me sentí mal, y adiós. 

III. 

Ni qué decir el desbarajuste de mails y cosas que me encontré cuando prendí la compu hoy. 60 correos pendientes, fácil. 

A veces tampoco me doy cuenta de lo mucho que hago, pero si. Es. 

De a poco, en más de un sentido, retomando la rutina. 

¿Para que mentir? Quiero que sea viernes. 


domingo, 17 de noviembre de 2024

La dosis de desenfreno

 Javier me mira y yo lo miro. Estoy arriba suyo, en movimiento, y noto su esfuerzo físico. Su frente se cubre de un sudor atractivo que lo despeina solo de un lado.  Me gusta eso, está atractivo en ese instante donde parece tener un único objetivo. 

Jamás pensé verlo así, pero ese precepto se rompe. Gruñe complacido y me acaricia entera. Sube con sus manos por mis costillas, se queda en mis lolas un segundo y enrosca en sus dos manos las franjas de pelo que caen suspendidas. Me tironea suavemente y me quedo más cerca. 

- ¿Por que me prometes y no cumplis? 

- Porque no. 

Yo lo agarro de donde puedo. Hago fierza sobre su pecho, le acaricio la frente, el pelo. Literalmente, necesito tocarlo para que el disfrute sea total. Apretarlo hubiera sido algo por lo que pediría disculpas en otra situación pero consigo es algo necesario. Lo sujeto. 

Mantengo un ritmo más pausado entre intervalos de potencia. Soy asi: trato de tener momentos de suavidad para poder asimilar. El resto, es ampliar la potencia e ir subiendo o bajando según como el otro vaya respondiendo. Pero Javier me cambia el juego. Estoy expectante a mi placer y no puedo llevar la delantera en ese momento. 

- Te estoy dando trabajo- musito. 

- No. Yo te quiero dar todo - me aclara. 

- Me estas dando todo, Javi. 

- Más. Espera - dice - No te vayas. 

Me quedo callada. Quieta. 

- ¿Estas bien? 

- Perfecto estoy- como puede, pone música - quería poner música. ¿Por que no te moves? 

- Porque pensé que querías que me fuera. No violo gente. 

Se ríe. 

- No. Yo no quiero que te vayas. Quiero que te muevas como más te guste. 

Me río. No puedo evitarlo. Siento que esta loco. ¿Más? ¿Cuánto más? Casi que no puedo imaginar la intensidad que se avecina. Que es posible consigo. Que es para el y para mi una chance. 

Me muevo pensándolo. Lo miro y dudo. Es un segundo donde no puedo manejar las cosas y un leve fantasma de inseguridad me fastidia. 

Inspiro hondo. Pienso que si quiere que sean así las cosas está bien. Que no me ocuparé de devolver nada. 

- No estas acostumbrada vos a que te agarren bien. Pero ya te lo dije, a vos no te pueden coger así. 

- No me cogian así, Javier. 

- No. No te cogian como yo. 

- Han sido muy condescendientes conmigo. Pero... - gimo - vos no. Vos no, Javier. Ni un poco. Hijo de puta... 

Se ríe. 

- No, conmigo eso no. Yo no voy a dejarte controlar todo como los otros. Vos te vas a dar cuenta lo que es no mandar y disfrutar. 

Me suelta el pelo y me agarra de la cintura para guiar mas. Disfruto mucho esa alineación. Acomoda las piernas para que vaya sintiendo diferentes cosas mientras yo sonrio y lo disfruto. Pero también, mientras me desespera ni poder controlar. 

A decir verdad, me encanta su ferocidad. Me encanta su salvajismo y me encanta que comande. Pero me cuesta reconocerlo. El hecho de no tener en control, de solo preocuparme por recibir y disfrutar, me hacen sentir extraña.  Siempre he tenido sexo desde un lugar honesto y pleno, pero no se parecía a esto.  El nuestro es un sexo como de fin del mundo. No es solo entregarse a la experiencia sino también a la manera. Una manera donde admitir que se ocupa el, y que se ocupa muy bien, cruza directo con esa sensación que tenía sobre Javier, es decir, que consigo no iba a aprender nada. 

- ¿Te gusta? - pregunta. 

Javier me acomoda sobre el y se interna en mi. Lo hace fuerte, como si se fuera a morir ahí, y a mi me encanta. Ha integrado gran conocimiento sobre todas mis preferencias y no duda en usarlo. Todo lo hace como lo prefiero. Hace algo que solo le pedi una vez, la primera vez que tuvimos sexo hace dos años, y eso me descoloca. 

- Si. Me gus... - lo que hace me corta las palabras- Javier, estas loco. Voy a explotar. 

Me acaricia la espalda y me aprieta para inyectarme fuerza. Donde sea que me esté llevando, deseo ir. 

- Explotá. Dale. A ver si me decis de nuevo que nadie te doma... 

Ruidosamente, jadeo. Obviamente lo estoy disfrutando pero reconocerselo es otra cosa. Me río.  

- No vas a poder. Nunca - le retruco.  

- Si que voy a poder. Vas a ver. 

Cuando Javier se siente así, disputado, todo en el nace. Es tan fuerte su necesidad de dominarme y tanta mi resistencia qué eso lo convierte en un ida y vuelta interminable. Y cuando ese ida y vuelta pasa al terreno del sexo, ese concilio llega solamente con nuestros orgasmos. El recorrido hasta llegar ahí se concentra entonces en una tensión que se rompe solamente cuando llegamos juntos y agarrados del cuerpo del otro como si fuera una tabla en el mar bravo. Pero en ese instante, todavía nos falta. Y en el medio, lo que sigue, son los diálogos sexuales más intensos que he tenido. 

- Creo que así te había gustado mucho, la vez pasada- dice y me hace desear con un movimiento lento, que es una debilidad en si misma. 

Por Dios, pienso. Es cuestión de un segundo donde una oleada de deseo y placer me sube por todo el cuerpo. Donde me siento en la cima. Donde simplemente no puedo pensar en nada más que no sea lo que me pasa en el cuerpo. Donde me siento en otro mundo. 

Es suave. Es intenso. Es más intenso cuando me ve en una. Es más intenso cuando quiere pelearme. Y más, cuando quiere imponerse y yo le llevo la contraria.

- Javi, no... 

- ¿No qué? 

- No puedo más. 

- Si que podes más. Mucho más. Vas a ver. 

Y tiene razón. No solo puedo hablar, gemir, discutirle o sentirlo. Ahora parece ser que también puedo gritar. Si, yo, que no me imaginé esa respuesta en mi vida. Que soy una acartonada para mil cosas. Que soy estructurada hasta para dormir... Si. Justamente yo, que soy civilizada con las reacciones en la vida civil. Que te quiero medir todo. Que pretendo ponerle medida a cualquier cosa. Con esto, no puedo. Justamente... ahora, descubro lo que es gritar de placer. ¿Y que es lo peor o lo mejor o lo que no puedo medir? El prodigio de una oscuridad suya que se pone en relación con la mía y nos transforma. 

Javier es más careta en un montón de cosas. Finge mucho en su vida. Pero acá, no hay nada más salvaje que lo que veo, lo que me hace y lo que me enloquece. ¿Quien es? ¿Qué mierda hace este tipo? Logra lo que otros no. Simplemente. Tiene una especie de código morse con mi cuerpo donde se dan y se piden las mismas cosas. Me lleva de una manera donde me expande y grito. 

Ese grito es liberador. Es un alivio. Y es un descubrimiento. Él insiste.  Me pide que le de todo. Me elogia y celebra. 

- Eso. ¿Ves? Eso, muy bien. Así. 

- No puede ser - digo . 

Mi estructura cruje. No puede ser, pero es. 

- Javi, es un montón... - digo y sonrío. 

Definitivamente, el encuentro es épico. Y me doy cuenta que eso es un problema. Un problema grave. 

- No es un montón. Es lo que te mereces que te hagan. Dámelo todo a mi. Yo lo quiero todo. Grita. 

Cambiamos de modalidad y lo que pensé que iba a ser parecido, es finalmente distinto. Javier me posee. Me agarra de todos los lugares que puede mientras me investiga. 

- Esto nunca lo hice- le advierto - Probemos. 

- Así, mira - dice. 

Me desespero. ¿Qué es esto nuevo?

- Forro. Dame un respiro. 

- Jamas, dejame a mi vos - se ríe, contento- ¿te gusta? 

- Suave. Mucho. 

Se ajusta y todo lo que sigue es la gloria. 

- Ahora si... ¿Ves? 

Me muestra y esta atento al disfrute. 

- Si, Javi. 

Me eleva el cuerpo y lo ajusta. Sus cambios no hacen más que perfeccionar la situación. Atrevido. Esa es la diferencia: Javier es más atrevido que todos y saca a la luz un lado mio que tiene lo intenso y lo atrevido compitiendo.  Quiero todo, ahora. 

- Te voy a domar a vos. 

- No señor... No se si puede. 

Nos reímos. Desaforados. 

- Si, pendeja. 

Me insiste y gana. 

Lo se cuando me saca la mano con la que me tapo la boca y me pone sus dedos para que grite, lo muerda o lo que me pinte. 

¿Cómo se supone que voy a salir siendo la misma después de todo esto? Eso no me puedo dejar de preguntar. 

 - Ah, bueno, lo que fue esto por Dios - dice, cuando se levanta de la cama. 

Lo miro. Me quedo callada. En unos instantes me levanto, agarro mi ropa y me voy a vestir lejos suyo.  Escucho que pone música. Una canción de amor. Qué finito todo. Menos mal que tengo una buena escucha para irme: 

- Voy a boxes - digo. 

- Bueno. Anda. Ahora pongo a calentar la comida.

Me llevo la ropa y me encierro en el baño. Allí, sola, pienso que quedarme a comer con él es algo muy difícil para mi. 

jueves, 14 de noviembre de 2024

De lo que huyo y no puedo

 Me miro al espejo anterior a la entrada del dormitorio y calzo mi pantalón. Chequeo que este todo bien. Me pongo la remera, la acomodo y me acomodo el pelo. Eso es más difícil. Javier tiene una fijación con mi pelo, le gusta, y siempre apunta a el cuando tenemos sexo. Me lo llena de frizz y pienso en eso mientras vuelvo a peinarme. 

Javier esta en el dormitorio con su celular. Manda un audio a un amigo, creo. "Tenía el celular cargando. Recién veo dos llamadas perdidas. ¿Te paso algo?", pregunta y miente.  "El celular cargando y sepultado", pienso, con ironía. 

 Me mira a través del espejo y yo le corro la mirada. Tengo las mejillas coloradas como siempre que lo doy todo. Mis vasos sanguíneos se revolucionan y bajarlos es una cuestión de tiempo. De tiempo donde mi cuerpo se recupera luego del orgasmo.  

Qué extraño. Cada vez que tenemos sexo con el, surge algo distinto. Algo que no me deja el sabor de lo repetido. Algo que me hace dudar. ¿Se cansa la gente de mentir? ¿Algún día Javier se cansara de mi?  Suspiro. Me miro los brazos. El cuello y la espalda. Toda marcada estoy, así que necesito un rato. Un rato para que mi rostro y mi cuerpo se apliquen en el arte de dejar de evidenciar lo ocurrido. 

Cuando nos sentamos a comer, me mira sonriente: 

- ¿Todo bien? ¿Estas bien? 

- Si. Todo bien. 

Le sonrío. 

- ¿Más relajada, mejor? 

- Siiiiii, Javi. ¿Vos? 

- Si. Todo bien.  En cinco comemos. Ya puse a calentar. No se paso. Lo apagué justo. 

- Se iba a quemar, si no. Mejor. 

- Si pero ahora vamos a comer rico.  Te vas a ir de acá relajada y bien comida - sonríe. 

- Que boludo - me río - ¿Te llevas viandas a la oficina? 

- Si, hago muchas comidas y guardo. Después saco. Hoy pensé en cocinar porque me encanta y dije podría hacer algo así... Por eso te pregunté si podías comer. 

Pienso por qué le importa que coma. Me insistió con eso. Yo no veía congruente quedarme. Simplemente, estaba buscando la manera de entender.  Y Javier aplicadamente calentaba la comida un momento.  Me ha dicho más de una vez que no puede ser que yo vaya, no coma nada, que el se siente un forro por no decir nada. Que no sea así. 

Pero para mi hay que ser un poco asi. Aunque el no lo vea, o diga que no quiere hacer las cosas por obligación o me explique que le cuesta mentir y que sabe, en el fondo sabe, que conmigo juega con fuego... Hace cosas innecesarias. 

Cocina rico. Será un tóxico de mierda pero tiene la habilidad para hacer un matambre qué se corta solo. Esta gratinado con dos quesos. Si, está rico. Aunque yo no tengo mucha hambre. Me cuesta comer con el. Compartir. Trato de hablar pero no me engaño, ni tengo ganas. Solamente se que vamos a hablar antes o después del desacuerdo del otro día porque es inevitable.  

¿Quiero solucionarlo? La verdad, no, para mi  nada de esto se soluciona. Para mi, se corta.  Ni quiero discutir. Pero hablar... hablar es necesario. Mucho más en relación a lo que vivimos un rato antes. 

Finamente, hablamos.

- Al final, si querías estar conmigo. 

Lo miro. Revoleo los ojos. 

- Te resultó la táctica, parece. Ni idea. 

Sonríe. Se siente desafiado. 

- No parecías incomoda. Tampoco enojada. 

- Estaba cómoda. Y no estaba enojada. Vos parecías muy involucrado. 

Me mira y pone ojos. Sus ojos. Hace un gesto de "dios, vaya si me me involucre". 

- Pero yo se que el otro día me mandaste a la mierda. Sabes que yo sabía. Sabía que te habías enojado. 

- No me enoje mal. Te puse límites. Lo que yo no apoyo es la demanda. Que me demandes un día cualquiera. Que aparezcas a pedir como si uno no tuviera su vida. 

- Yo... desparezco. Y aparezco. 

- Ya lo se. Te conozco, Javi. 

- Y estas enojada por eso. 

- No. Antes me podía importar, pero ahora me chupa un huevo. Lo que si me importa es ponernos algunos límites. Yo se que nosotros vamos por izquierda. 

Sonríe. 

- Tenemos sexo, lo comprendo. Pero no tolero demandas. De nadie. Por eso te dije que vos no podías venir de la nada a pedirme cosas. Tenes que generar un antecedente porque yo por compromiso no hago nada. 

- No, esta bien. Esta bien. Me doy cuenta. 

- Tengo un montón de rasgos evitativos - le confieso - Tengo una conducta super evitativa. 

- ¿Qué quiere decir eso? 

- Que yo no quiero atender la demanda de nadie. Si yo quisiera atender demandas, Javi, me pongo a salir con un pibe joven, con otro grado de compromiso. 

- Ya lo seeee - dice. 

- Bueno, entonces en eso estamos de acuerdo. Esto para mi es tener sexo. A veces vamos a querer. Otras veces no voy a querer o vos no vas a querer y si pinta vemos y si no, todo ok.  Pero si vos me pedís cosas, me insistis, yo paso a no querer. Me molesta. Me genera todo lo contrario. Es como que me siento obligada y ni en pedo... 

- Es más lo que jodo que lo que te pido. No estas obligada. Pero bueno, yo jodo porque quizá vos te prendes. 

- Pero vos pensa si yo te haría lo mismo. Me cortas en seco. O te vas. Y esta bien. O sea, tenes que irte. Pero yo el otro día te conteste sobre los vinos que compraste no para terminar hablando de sexo. Vas y venis y encima venis a reclaaamar. ¡Anda a llorar a la iglesia! 

Nos reímos. 

- Si, me voy, pero yo me voy porque soy así. No porque este en pareja. Puedo estar meses sin hablar con otros. Si ni me nace, no lo hago. Y con vos, hay un proceso que tengo que hacer. Algo interno. Tomar distancia de vos para poder mentir. Ser más distante para poder... hacer esto. 

- Bueno. Yo no cuestiono que te alejes. Para mi no hablar es un descanso. Yo descanso de vos. 

- Ah. Mira vos - dijo de mala gana. 

- Es que si hablamos, pasa esto.  Antes si me hubiera molestado que te cortaras, pero ahora simplemente no me importa.  Solo te aclaro que me tienen que nacer las cosas. Y obvio, cuento con tu respeto. 

- Bueno. Pero vos el otro día me prometiste que... 

- Estaba teniendo sexo con vos cuando te lo prometí. Y no te digo que no. Pero si pregunta antes. Pregunta si estoy para esa joda. No me juegues a nada, solamente,  deja que me nazca o que no. De otra manera, no funciona. 

- Esta bien. Entonces recién estuvo mal... yo no quise presionar. 

- Recién , estuvo muy bien. ¿No te diste cuenta? No me volviste loca con hagamos esto o aquello y ... 

- Obvio. Te dome. Y te gustó no tener el control. 

Negué con la cabeza. Suspire burlona.

- Nadie me llevó al límite a mi. Vos por ahora te posicionas como el desaforado de los dos y lo haces. Tenes un punto. Pero no se si puedo seguirte. Me gusta tu manera pero te combato porque soy así, intensa.

- No se, no se. No se si sos intensa. 

Se ríe. 

- Molesto, sos.  Pone un emprendimiento de cocina. Te sale bien. Deja de joder. 

 - Vos deja de querer mandar, pendeja. 

- Vos no vas a mandar tampoco, cocinero. 

Cuando salimos de ese trance, volvemos a ser los dos civilizados. Con Javier no tenemos mucho en común.  Vivimos vidas distintas. Trabajamos en cosas diferentes. Pensamos diferente el mundo. Deseamos otras cosas. Estamos en momentos distintos de la vida.  El ha logrado muchas cosas que yo estoy gestando y vivo además la vida como alguien de mi generación. 

¿Como y por que sin embargo nos llevamos bien? 

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Reconciliación inesperada

 Cuando llegue anoche a lo de Javier encaré directo para la reja y la abrí, sabiendo que iba a poder pasar.  El ya estaba esperándome del otro lado y me pregunté si no estaría detrás de la ventana, porque abrió demasiado rápido.  

- Hola - digo. 

- Hola. 

 Pasa, pasa. Hola - dijo y me saludo con un beso y un abrazo. 

- Hola, gordo. ¿Como andas? - le dije a su perro que me hizo fiesta de bienvenida. 

- Bien - me dijo él. 

Lo mire y pase por la cocina. 

- Le hablaba al perro - dije- ¿Todo bien? - pregunté. 

Tenía puesta una remera naranja y una bermuda beige de gabardina. Pensé que le quedaban muy bien los colores vivos, como siempre. Olía a recién bañado. Y tenía el pelo algo mojado. 

Javier me miró y asintió, leyendo algo en el celular. 

- ¿Temas con ARCA? 

- Estoy viendo eso. Volaron a muchos en Aduana. 

- A nivel aplicación es lo mismo. Veremos en Comercio Exterior. 

Leyendo algo más, me miró. Sonrió. Se que le gustó como me había ido vestida porque su rostro lo traduce.  Tengo un pantalón de jean con una rotura, una remera blanca lisa y sandalias. 

Lo miro seria. Voy a su encuentro pero estoy dispuesta a ponerlo en su lugar si hace algo que implique hacerme enojar.  

- ¿Todo bien? Estas como rara. Tensa. 

- Estoy preocupada por otras cosas. 

- ¿Por que cosas? 

- Por mis sobrinos. Quilombos. Me tiene de mal humor el tema. 

- ¿Pero que paso? 

- Nada, es que - le conté -  y revoleo un auto de esos Hotwheels... 

- ¿Así se llaman ahora? 

- ¿Se llamaban de otra forma? Ni idea. Para mi siempre fueron Hotwheels. 

- Acordate que hay veinte años en el medio. 

- Bueno, discúlpame - me quejo - Taaanto lío, viejo, por un auto. 

Sonríe. 

- ¿Me dijiste viejo? 

- Noooo, Javi. No sos viejo según mi percepción del tiempo. 

- Ah. Ok. Vos me decis que paso mucho desde la última vez que... cuando yo te digo del cigarrillo. Esta vez no hay nada que pueda incomodarte.  

Lo miro con sorna. Sonrio. 

- ¿Que que? 

Me hace un gesto. Se refiere a la última vez que nos acostamos. 

- Que la última vez nos acostamos y desde ese día que fue hace poco estoy sin cigarrillo. 

- ¿Hace poco, Javier? Paso bastante. 

- ¿Paso mucho para vos? 

- Y, si... no me acuerdo bien la fecha. 

- Ay, ella, la pendeja superada que ni se acuerda cuando se acostó con el viejo. 

- No, estúpido, no es eso. Es que vivo corriendo. Pasan muchas cosas en una semana. El laburo,  la facultad, parciales, las cuentas, obligaciones... 

- Paso hace poquito para mi. 

- Bueno. Igual todo bien. No te juzgo. Ni modifica lo que paso. 

(...) 

Javier saca el vino que me gusta de la cava. Lo abre. 

- Hice un matambre a la pizza que... Con puré. ¿Te gusta el puré? No se si me salio bueno.

- Si. Me gusta. No te preocupes. 

Javier me sirve el vino. Es algo que hemos compartido en otras oportunidades. El vino para nosotros es lo que compartimos además de lo físico. Algo que ambos amamos. Brindamos.  

- Salud. 

- Salud - sonrió.

Cuando deja la botella sobre la mesa, atina a tocarme la cabeza. Me corro. 

- Es como si me tuvieras desconfianza. 

Lo miro. 

- Creo que haría bien. Pero no... Estoy hostil.  No tuve un buen día hoy. 

- No te preocupes. No te acaricio si no queres. 

- No me conoces de mal humor. A veces me olvido - le digo, como disculpa. 

Sonrió. Me acaricia la cabeza y vigila la comida. 

- No tengo ganas de tener sexo hoy. Vine para que me veas y no me digas que no me animo a verte y para que después no demandes. 

Se ríe. 

- Yo te molesto. Para joder. Y es más eso que lo que realmente te pido. Además, me gusta como te enojas y si se que te molesta, te voy a molestar más. 

- Y yo te voy a mandar a cagar. Vas a sacar el lado forro de mi. Te voy a luchar. 

Se ríe. 

- Me encanta ese lado - dice y me acaricia la cara - ¿Te puedo decir algo? 

- Si. 

- Estas muy rígida. Afloja.  

Suspiro. Tomo vino en silencio. El me da espacio y yo me hago sonar el cuello. El lunes fue un día de locos y hoy martes estoy de vacaciones pero con otros problemas. No he podido desenchufar aún. 

Cuando Javier nota ese movimiento,  se acerca y me acaricia el cuello. Busca los nudos de mi espalda suavemente. 

- Cerra los ojos- me pidió - Yo te hago masajes. Me gusta. 

- No tengo voluntad sexual hoy - le adelanto. 

- No te pido nada para mi, hoy. Solo que me dejes ver algunas cosas.  Estas muy estresada. Yo no te voy a decir nada. Deja de preocuparte...

- A ver si me descubris los secretos... 

- Si me dejas, pruebo. Te relajo. 

Me hizo masajes reales. Mi cuerpo empezó a crujir y los huesos a sonar. Suspiré y me relaje realmente luego de esos minutos. 

- Eso. Ahí lo saqué. Tenías un nudo lindo. 

De nuevo, hice sonar mi espalda y devolvió el agradecimiento con ruidos. 

Sonreí. 

- Gracias, Javi. Te podes poner a hacer masajes. 

- Te hacían falta unos mimos, para sacar la tensión- dijo. 

- Puede ser. Pero salio, por suerte. Me sacaste el nudo. 

- Y me parece que esto también- musito y me beso la nuca, acariciándome el pelo. Me mordió suavecito y me sorprendió el gusto que me generó algo tan simple. 

- ¿Esto aplica? 

- Si. Te va a hacer bien. Ya que solo vamos a tomar vino y a comer, me mido. Así no termina mal viste... Masajes y un beso. ¿Va? 

Lo miro y no le digo nada. 

- ¿Eso es medirse? 

- Si. Absolutamente. Te haría más masajes. De tooodo. 

¿Como lo había logrado? Solamente unas pocas caricias habían desplazado de mi mente todas las argumentaciones. Lo deseaba. 

- Podes hacerme masajes. 

Unos instantes después, me llevó abrazada al dormitorio.  

- Voy a hacer masajes bien. Si llegas a seguir, seguimos. Y si no, no hacemos nada. 

- Ok. 

- Voy a ser respetuoso. 

- Gracias, Javi. Yo siento que tengo que decirte cuando no quiero porque no te quiero hacer sentir rechazado. Pero hoy estoy como abajito ¿sabes? No tengo mucho para dar. 

- No hace falta que te preocupes por darme nada. ¿Que queres recibir? ¿Masajes? 

- Si. Acepto. 

Me acuesto y me hace masajes mientras charla conmigo. Me susurra cosas. Empiezo a sentirme mejor. Mi cuerpo empieza a mostrar señales de conciencia y vida. Es como si la tristeza por temas con mis sobrinos desapareciera. 

Me besa toda la espalda y cuando me acaricia lo hace de una forma que me desespera. Me hace desear. Y desearlo de 0 a 100 en un segundo es impredecible. Un poco desolador.

- ¿Estamos bien? 

- Si. ¿Pero solo esto da? 

- Si. Da. Si vos lo queres. Relaja. 

Me relajo. Javier me acaricia la espalda y me da besos en ella. Me toma del pelo. Me besa el cuello. Me acaricia las lolas. Y me susurra cosas. Hasta que lo miro y sonrío. 

- ¿Por que tenemos química nosotros? Que castigo. 

- ¿Te puedo no hacer caso en una cosa? 

- Si. ¿En cual? 

- Déjame ver algo. 

Me desnuda con cautela. No me quita enseguida la ropa interior. Más bien, espera. Juega con ella. La corre de a poco y va ganando mucho terreno. Yo ni se como decirlo pero me tiene. Tengo ganas. Empiezo a tener muchas ganas. 

 Se desnuda y lo miro. Se acostó sobre mi y me abrazo.  Solo hizo eso. Se quedo quieto unos minutos.  Puedo sentir todo su cuerpo. Su calor. Su piel y su contacto.  Me besa y me estremezco. 

- Para ser tan desobediente, tenes tácticas lindas. 

- No soy tan malo como vos crees. Vos sos tremenda- me acarició. 

Suspiré. Me moví y lo mire. Estaba tocándome y yo quería más. 

- Javi, ¿te puedo pedir algo? 

- Lo que quieras. 

- ¿Me tocas? 

- Si. Yo hago lo que vos me pidas. 

- No entiendo como te deseo, a veces. Y acá entiendo todo. Es horrible. 

- No, no es horrible. Esta bueno entender. 

Javier me toco dulcemente. Se tomo todo el tiempo del mundo. Fue tocandome despacio y cuando fue subiendo el modo, mi cuerpo empezó a ser consecuente. 

De pronto, todo se encendió. Mi cuerpo había llegado al extremo de necesitar su contacto en otra intensidad. Quería más que sus manos, sus dedos o su contacto. 

Había logrado que lo desee sin ningún miramiento. 

- ¿Queres algo más? 

No podía ni hablar.  

- Si. 

- ¿Y como lo queres? Yo ya se como, pero como vos no me dijiste no te puedo decir... 

- ¿Qué harías? 

- No hacer caso a nada. 

- Hacelo. No me hagas caso. 

Me acomodo el cuerpo para un abrazo más sexual y me acaricio en mis puntos favoritos. Me beso la mandíbula y me lo pidió. 

- Si, Javi. 

- ¿Como? 

Lo toco. Me toca y dedica atenciones. El cuadro se pone intenso. Baja por mi cuerpo y me besa tan íntimo que me muero. 

Jamás sentí desesperación por alguien, pero en esto se lo merece. Lo tomo con pasión. Quiero adueñarme de su cuerpo. ¿Que mierda me pasa? Ni lo entiendo. 

Lo toco. Lo busco. Lo acaricio. Le acepto lo que me pide aunque lo que me pida sea que hagamos lo que quiera, lo que yo desee, para que pueda liberar el control. 

II. 

Lo miro. Llevamos un ritmo donde no puedo creer saber sentir más. Me asusta. Siento molestias pero Javier va moderando. Me explica que yo merezco una invitación a una intensidad distinta para dejar de controlar. Y además dice que como soy tremenda, no puedo pretender un tipo dócil.  Que el no va a dejarse mandar como todos los otros. 

- Fueron condescendientes 

- Demasiado. Pero vos estas malcriada. Te acostumbraron a decirte que si y dejarte hacer todo. 

- ¿Vos no me vas a dejar? Déjame. 

- Si, pero primero te voy a coger para que dejes de ser una malcriada y controlar. Para que sientas. 

- No viví esto antes. Me da miedo. 

- ¿Qué te asusta? Déjate. Yo te voy a hacer disfrutar un montón. 

- Lo haces, Javi. 

- Pero más todavía... 

Le digo a Javier que me da miedo eso de sentir hasta el limlte. Me dice que es bueno. Le digo que no puedo. Y el me dice que si, que puedo. Que me deje llevar. Y me dejo. 

Exploro esa zona de no confort. Me muevo. Intento. Fallo. Disfruto. Javier me lleva super bien por ese río oscuro del misterio que es no tener siempre el poder. 

Cuando lo miro, no me mira como si fuera su presa. Me pelea suave. Me dice que siempre me dejaron mandar pero que me tengo que dejar de controlar. Me mira y lo miro como si fuera alguien familiar.  ¿Lo es? Esta cómodo. Tranquilo. Se siente pleno dando. Y yo misteriosamente me siento más plena que nunca recibiendo. 

- Te voy a domar a vos. Siempre me decis qie nadie pudo... Hasta ahora. No saben tratarte. 

- Vos nunca me vas a domar. No te voy a dejar. No soy tuya. 

- ¿No? - me embiste. 

Disfruto. Me gusta. Pero no se lo admito. 

- No. 

- Si. Te gusta así. Deja de mandarme. 

- Nunca. 

- Me voy a quedar adentro tuyo hasta que te canses. Y te voy a domar.

- Si yo quiero. Si no - jadeo - no vas a poder. 

- Si, yo se tratarte. Se lo que te gusta. ¿Y sabes que? Te voy a hacer todo. Te voy a domar, si. Y te va a gustar entregarte.  Siempre controlaste,  pendeja, vos. Y conmigo no es así. Toda te voy a tener. 

- Te odio - gimo. 

- Ódiame. Pero nunca te entendieron a vos. No hicieron las cosas como mereces. 

- ¿Vos si? 

- Yo si. Te voy a coger hasta que te entregues del todo. ¿Todo quiero, sabes? Dame todo a mi. Cógeme a mi, yo quiero todo - dice y me embiste de nuevo. 

- Estoy acá - lo aprieto, destruida del profundo placer - ¿Qué más queres? Me tenes acá. Estoy acá. 

Me muevo arriba suyo. Acaricia mi cuerpo y lo miro. Me siento en las nubes. Me siento bien con mi cuerpo. Me gusta ser vista por el. Me gusta que mi única preocupación sea no gritar. 

- Esto quiero. ¿Ves? Muy bien. ¿Te gusta así? 

- Mucho. 

- ¿Ves? Vas a disfrutar tanto conmigo,  vos. Déjame que te lleve. 

Un momento después, Javier me acomoda en prácticamente otra órbita. Me agarra de las manos y se dedica a mirarme. Estamos entrelazados y unidos en esa carrera al final.

Me da la mano. Lo aprieto. Esta dándome el acceso a un sexo diferente. Me tiene. Soy suya. Lo ha logrado. Físicamente me da indicaciones y cumplo todo mientras mos derretimos en un sudor de pasion y trabajo físico. Saca a jugar todo lo que aprendió qué me gustaba y lo hace.  El placer es indescriptible.  No trato de controlar nada, solo de sobrevivir a su intensidad.  Tiene razón: siempre controle y entregarse es un experimento distinto que me encanta. ¿Como se acordó de cada detalle? Ni yo tome tanta nota. 

Verme así, suya, para Javier eso es un concierto. Un placer en si mismo. Gimo ruidosamente. Le pido por favor que no me haga sentir más porque me da hasta vergüenza. No controlo los ruidos. Pero Javier lo hace. Me dice te voy a hacer sentir todo. Y lo siento. 

Lo hacemos más fuerte. Más despacio. Y salen a la luz maneras nuevas. Lo que no lograba darle a otros. Lo que nunca pude darle a Galeno. Lo que intentamos y le rechazaba porque no podía entregarme. Todo eso, en ese momento, le pertenece a Javier. 

Logra tenerme y para peor, logra que ceda sexualmente y físicamente. Y ceda disfrutando. Ceda deseandolo.  

- No te calles. Grita todo. 

- Hijo de puta,  sos tremendo. Me encanta. 

- Me parece que estas un poquito domada. Un poquito nomas. 

- Anda a cagar. Ni loco. 

- Ni loca vos. Me encanta que me des todo. Yo sabía. 

- ¿Que? 

- Que tenias que dejarme cogerte así. Ahora vas a ver. 

Gimo. 

- Javi, me muero. En serio. Por favor. No puedo más. 

- ¿Te gusta? 

- Si, pero... - digo y ya no puedo hablar. El placer y todo lo que recibo me bloquean. 

Me contengo para no gritar. 

Busca mi boca. Me besa despacio jugando con su lengua y haciendo toda la fuerza que tiene. Me muerde suavemente uno de mis hombros y me saca las manos de la boca para que no me reprima. A cambio, pone sus dedos y juega mientras me embiste con intensidad. 

Si, si que veo. Chau. Pierdo. Grito. Nunca en 30 años había sucedido eso. No entiendo nada. Es demasiado intenso. Pero es muy especial. Muy deseable. 

- Eso. Dame todo a mi. Así. Muy bien. 

Y si. Es todo. Todo lo que tengo. Y es suyo por ese rato. 

Mientras cenamos, más tarde, no termino de entender lo que pasó. Solo se que me gustó. Que hace estragos conmigo y que parece feliz de la vida por eso. 

Cuando me deja en casa, más tarde,  me dice: 

- Espero que desenchufes y que la pases más relajada en el viaje, ahora. Disfruta. 

- Gracias,  Javi. Feliz cumple adelantado. No creo poder saludarte. 

- Graciassss.  

Sonreímos. 

- Como siempre, un displacer verte - irónica, me despido. 

Se ríe. Me pone cara de bueno y me saluda con un beso cariñoso en la mejilla y paso una mano por su cara. 

- Chau.