lunes, 30 de noviembre de 2020

Flash de noticias

Hoy me dí cuenta que, oficialmente, me quedan por cursar seis materias antes de recibirme de Licenciada en Letras. Seis de treinta y seis, una locura.  Me sorprendió decirlo en esos términos, aunque sienta ese vértigo siempre que me doy cuenta que hay materias de menos cada vez que termina un cuatrimestre o un año. Porque yo caigo en la cuenta sólo cuando las tacho de la lista y veo el margen. Y siempre me acostumbré a que fueran muchas más las que quedaban, entonces, simplemente, me relajé y seguí y seguí y seguí. Y laburando desde hace casi dos años la inercia fue aún mayor, ya que mi vida entró en un vértigo donde la facultad dejó de ser la actividad a la que le dedicaba todo mi tiempo.  De todos modos, cuando termine esas materias, habrá finales... así que todavía tengo para largo. Pero estoy contenta porque falte menos después de tantos años, los últimos dos además trabajando,con todo lo que implica correr de aquí a allá. 

Al mismo tiempo, me pasa algo extraño: estoy por cumplir veintiséis años y siento que todavía tengo un cachito más de tiempo para formarme más. La verdad, no me interesa ni formalizar, ni convivir con nadie, ni tener hijos, ni sentar cabeza. 

En especial porque, en pandemia, a los veinticinco, casi no los usé... jaja. 

Opinologia I

Tengo una duda y quiero exponerla acá a ver si alguien me da otro parecer. ¿No les pasa que últimamente la gente los juzga mucho por las decisiones que toman o por la vida que llevan? 

 Porque a mí me está pasando mucho. Con mi familia en particular y con conocidos que suenan urgidos por conocer los hilos de nuestras vidas. 

Ahora resulta que todos tienen una biblia de cómo tenés que vivir, como tenés que comer, en que tenés que gastar tu dinero, la pareja que tenés que tener y como tenés que aprovechar tu vida, "porque los años pasan". 

Mi madre, que el otro día me dijo que yo tenía que dejar a Galeno y ponerme a salir con otro pibe (que a mí jamás me gustó, obvio), solo porque siempre está ahí, porque es educado, formado y porque tendré un buen futuro consigo.  Mis hermanas, que me dicen que nunca elijo a nadie normal para tener una relación (cuando yo les explico que si quisiera una relación formal, seguramente, no estaría con Galeno). Mi papá que se lo toma más a chiste, pero a veces no se da cuenta que tengo sentimientos, porque si bien yo aclare que no es mi novio, tampoco es un desconocido al que no registro, obvio. 

Todos, en conjunto, que me preguntan cuando lo voy a ver, si seguimos, si no seguimos, por qué sigo, para que me interesa sostener esto después de tanto tiempo, por qué no me voy, etc. Y yo, del otro lado, simplemente aguantando porque no todo se puede responder de una. Y porque yo no puedo vivir para responder sus preguntas. 

Para el que sólo observa puede ser muy fácil nuestra vida. Pueden poner todo en orden rápidamente. Pero siempre vivir la vida desde el interior es más difícil. Y no se acuerdan de eso a la hora de hacer preguntas. 

Suerte que pago terapia para tener un espacio de reflexión que me ayude a responder las mías. ¿Alguien más cansado como yo de los opinologos? 

Yo lo único que quiero, es vivir como quiero. 

Fin de la historia


jueves, 26 de noviembre de 2020

Murió Maradona

 Yo no soy fana del fútbol, y en el caso de Maradona, lo consideraba algo lejano a mi cotidiano por esa razón. El fútbol me gustaba de chica , y en algún momento pensé en estudiar Periodismo, pero no me volví fanática del Diego. 

Sin embargo, no puedo negar que hoy, cuando me enteré de su muerte, lo único que rogué fue que se termine de una vez este año con tantas perdidas y tanto dolor para mucha gente. Porque Maradona es, como si fuera imposible, uno más a la lista de todos los que hemos perdido. Y eso, siempre da pena, siempre consterna, siempre duele. Uno no puede acostumbrarse a la muerte, . O al menos, yo no logré hacerlo en todo este año dónde nos pegó con toda su fuerza. 

En mi entorno cercano se murió mucha gente en 2020. Gente que había estado en mi vida desde siempre. Mi "tía"que venía siempre para las fiestas, una vecina que era muy amiga de mis padres y que la conocí de toda la vida, con la que compartimos cosas de la familia, y veinte años de comunión en el barrio.  También murió un amigo muy cercano de mi papá que lo conocía desde los cuatro años, y que era un genio.  

Claro, todo esto, me puso muy al filo de la finitud. Luego con el COVID, también se intensifico el impacto. 

Por un momento no puedo evitar sentirme bendecida porque son muchas las cosas que tengo para agradecer. Pero sin dudas, tampoco puedo ser indiferente al dolor de todos los demás. Es como si ya no aguantara ver tan descaradamente gente muriéndose y sufriendo. Cómo si ya el año hubiese saturado ese cupo por demás. Como si no pudiera evitar pensar "bueno, dale, che, basta de una vez". 

Se murió Maradona, sí.  Y creo que nadie queda indiferente ante esa situación, como nadie quedaba indiferente cuando todavía vivía. 

martes, 24 de noviembre de 2020

Advertencia

"La próxima vez que te vayas a bañar, avisa así no me quedo hablando sola, como una estúpida. Te lo digo, únicamente, porque me molestó. Y no lo quiero dejar pasar, ya", le dije, cuando me escribió hoy a la mañana  un modo de arreglar lo de anoche.  Fue un detalle nada más, pero a mí esa actitud suya me detona furiosamente, porque es un menosprecio a mí tiempo y al valor de un contacto.  Y eso, es algo no negociable para mí. Un límite que le marqué. 

Yo puedo bancar lo que me pasa consigo, aceptarlo para mí misma, reconocerme mis sentimientos, pero jamás autorizaré a que me tomen de estúpida por ellos. Prefiero retirarme del juego con lo que siento, y tomarme el tiempo que necesite para volver a empezar. Pero no que me tomen el pelo. Porque la gente, extrañamente, cuando le decís que la querés, es como que se siente que puede hacer con uno lo que quiere. Y no se qué onda, por qué piensan así, si la gente que quiere también se cansa y se va.  

Cada acción tiene consecuencias. 
Cada silencio o menosprecio, también las tiene. 

No sé quién todavía no sabe esa lección. 


Cuadernito de apuntes para la mañana siguiente:

¿Por qué me tengo que conformar con una relación así, si yo puedo aspirar realmente a una relación con una persona que realmente este interesada en mi? 


viernes, 20 de noviembre de 2020

Bancar

 Entre birras y papas cerveceras me arrimé a la confesión de algo que me venía acribillando la cabeza. Mi amiga me dijo que era antiamor y yo le dije que ¿de qué servía darlo todo, si no había valido la pena?. Me arrinconó con la pregunta: "¿y qué, te vas a quedar toda la vida pensando en eso? ¿Por qué el otro tiene que pagar los platos rotos? Es injusto ". Un rato después, con la boca más suelta, le expliqué que no podía hacerme cargo de lo que me pasaba; pero que me pasaba de todos modos, y me quería morir por eso. De ahí el perfil antiamor, el disgusto, las ganas de salir corriendo, las ganas de rajar. "Igual, yo soy una persona poco expresiva- le dije- así que no me pidas que le demuestre algo más, la verdad, porque no me da el cuero". "Mentira", me dijo. "Vos no sos poco expresiva, vos llevás años escondiéndote, es otra cosa. Te cuidás, pero sentir, sentís. Te conozco hace diez años, amiga". 

Y sí.  Esta charla junto con un largo proceso que estoy llevando adelante de trabajo interno dieron como resultado que después de muchos años me hiciera cargo de mis sentimientos, los pudiera reflejar con ,hechos - como ha quedado reflejado en el pasado - pero, además, los pudiera poner en palabras, cosa que logré hacer en un año complejo, hace pocos días nada más. 

Es fuerte para mí, no lo voy a negar. Ha sido un paso muy importante a nivel personal el volver a decir te quiero con tantos años de miedo y de dolor detrás. Hacerlo, y que lo reciban, representó una liberación gigantesca.Cada vez que surgían las ganas de decirle a Galeno - en persona o a distancia - que lo quería, yo me quedaba muda y la mente se me ponía en blanco. ¿Miedo? No, lo que sigue: pánico.   Haberme hecho cargo de lo que estaba en superficie, desde hace muchos meses atrás, ha sido duro. Por las circunstancias, por descubrirme de nuevo en este papel (aunque ahora estoy más grande), por asumir una responsabilidad afectiva y, principalmente, por vivir esto con alguien como Galeno.  Porque todo esto significa ni más ni menos que una cosa muy puntual: me está sucediendo algo real pese a que estemos en un momento del mundo donde todo parece ser virtual.  

Hace pocos días me conmovió un profundo silencio exterior y un enorme caudal de charla conmigo misma. Pensaba en alejarme definitivamente de Galeno porque había llegado a la conclusión de que no podía hacerme cargo de lo que estaba sintiendo por él. ¿Entonces, para qué seguir? Consideré que quizá lo mejor era usar alguna excusa para correrme. O, en realidad, entendería luego,  para salir corriendo.  Al mismo tiempo, sabía que el silencio era una escapatoria con fecha de vencimiento, ya que en algún momento Galeno se pondría en contacto conmigo y debía responder. ¿Qué iba a hacer? ¿Huir? ¿Convertirme en un fantasma, desaparecer sin más? ¿Era justo que le hiciera algo así?

Creo que pese a todo lo que me costó me dí cuenta que lo que yo siento por él va más allá de las circunstancias. Lo siento y punto, aun en un mundo pandémico que por momentos puede caerse a pedazos. Lo sentí desde el primer día donde chateamos como si nos conociéramos de toda la vida y lo confirmé el día donde lo tuve sentado frente a mí, en Buenos Aires, por primera vez. También lo sentí con nuestro primer beso o la primera vez que tuvimos un encuentro íntimo. Lo sentí cuando llegué a su provincia sola y realmente muerta de miedo pero con el genuino deseo de verlo y de abrazarlo. Lo sentí cada vez que se fue a su casa o que me tocó irme a la mía. Lo sentí aquél día donde, sin que yo lo esperase, me dijo "te quemaste el cuero cabelludo, mira", y me dió un beso en él; porque así me di cuenta que no había sólo sexo en ese gesto, sino, mucho más de lo que alcanzaba a imaginar. 

Ahora, cuando caigo en la cuenta de un proceso que venía negándome, sé que aún mismo este o no este Galeno, debo el vivenciar lo que me está pasando porque permitirme sentir ésto va más allá de las circunstancias. Me lo debo de verdad, en el más estricto de todos los sentidos; para ponerme al día con mi corazón, con mi capacidad de conmoción, con las fibras más sensibles de mi interior.  Y principalmente, para aprender a expresarlo, a ponerlo en palabras, sin sentir que me muero. La lección ha venido a mi vida de un modo muy extraño, lo sé, pero ha llegado la hora de tomarla. 

Yo no tengo idea, realmente, de lo que nos depare el futuro. No sé qué es lo que va a pasar con nosotros. Pero, eso si: he decidido quedarme y hacer lo que haya que hacer. He decidido permitirme vivir esto, al margen de lo que pueda pasar mas adelante. He decidido bancar, pese a que el miedo otra vez se haga presente, y he decidido no salir corriendo. 

Quizá, todo esto, se resuma en una frase: he decidido volver a vivir. 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

En la trinchera

 Galeno me escribió para romper el hielo y para preguntarme si estaba bien, etc porque anduvimos en silencio ambos. 

Me dijo que cuando quisiera podía hablar con el. Que nada era tan terrible. Que no se asustaba de lo que le pudiera decir. Que en el podía en encontrar una oreja. Y yo se lo agradecí realmente, porque eso es así, solo que tenía dificultades propias para expresar mis sentimientos o emociones. Entonces, le expliqué eso, y me pidió que por favor le contara cuando quisiera lo que estaba pensando, qué me tenía así, tan callada. 

Entonces, le dije la verdad, al menos la parte de mi silencio que a él le correspondía hasta ayer: que lo quería, que siempre lo había querido, pero antes se lo había podido demostrar con hechos, que él sabía  a lo que iba. Que el hecho de decírselo no suponía nada raro, simplemente eso, que lo quería. Pero que tampoco le podía negar que para mí era terrible sentirme así, porque esos sentimientos me son ajenos, aún mismo, no supusieran nada diferente a lo que nosotros ya sabemos del otro y compartimos consigo. 

Él me dijo que era un sentimiento muy lindo, a su criterio. Que era lindo que lo diga, que lo pueda expresar. Y que no me tenía que sentir desamparada. Que no me asustara de mis sentimientos. 

Supongo que es un avance para mí, para nosotros, teniendo en cuenta que yo necesitaba que lo escuchara y lo escucho, sin hacerse el tonto ni evadir la cuestión. Sin renegar de eso, sin escaparse, sin hacerse el gil como tanto padecí de otros. 

Esto de estar encerrada sin poder tener chance de demostrar mis sentimientos o importancias con hechos, me arrinconó para que le ponga palabras a cosas que me parecían imposibles de decir otra vez después de tantos años. 

Una locura.

De todos modos, me siento en paz. Es algo muy necesario tener coherencia entre lo que siento, lo que deseo y lo que muestro. 


martes, 17 de noviembre de 2020

Retirada

 Mi psico me decía, la semana pasada, que no me apresure a tomar una decisión. Yo le expliqué que estoy cansada y que, a veces, uno necesita tomar decisiones en la vida. Me explicó que a todos nos estaba pasando tener que lidiar con la pérdida, con la frustración, con la incapacidad de poder decidir y ejercer nuestra propia voluntad en nuestras propias vidas. Que a quien no le pasaba por un lado, le tocaba por el otro, pero que era una constante. 

Desde el domingo a la noche que no hablo con Galeno, hasta ahora. Cuando nos despedimos, no pude evitar sentir que tengo que tomar distancia de él, porque seguir intentando, esperando, hablando, remándola, ya para mí no tiene sentido. Y no tiene sentido, principalmente, porque yo no tengo el coraje que se requiere para hacerme cargo de mis sentimientos. Y por mucho esfuerzo que vengo haciendo hace muchos meses, es algo que ni siquiera puedo terminar de asumir, vaya a saber por qué. Puedo decir todo lo bueno que es para mí, pero nada más de todo lo que en realidad me pasa. 

 Realmente, nunca antes me había pasado algo así. Yo pensaba que por todo lo que habíamos compartido juntos iba a ser posible que yo me reconociera lo que siento, que me entregara al cien, pero no es posible. Y la única diferencia, lo único inédito, es que no quiero seguir más sintiendo la presión interna de las cosas que no puedo hacer, de lo que no puedo decir, de lo que no quiero hacerme cargo, de lo que me reporta demasiado esfuerzo, cuando del otro lado, no hay mucho más. 

 Me agotó todo este tema. 

Creo que para él está todo bien con nosotros. Si no, considero que me lo hubiera dicho o me lo hubiera dado a entender como hizo siempre. Pero también, considero que no se enfrenta a lo que yo me estoy enfrentando, simplemente, porque no le pasó conmigo. Porque no fue que un día se encontró hasta las manos y quiso salir corriendo, como me está pasando a mí. Y quizá tampoco porque no lo conmuevo tanto, vamos a decirlo claramente. Acá no tengo que tener pelos en la lengua, por suerte. 

Luego de la crisis de agosto, nos planteamos seguir o no seguir. Él me dijo que quería seguir y yo le dije que también quería seguir, pero no me pasaba lo que me pasa ahora, es decir, que no quiero enfrentarme al futuro, que no quiero tener que decirle "mirá, yo siento mil cosas por vos y son todas buenas, pero no tengo lo que se necesita para vivir esto, no tengo el valor para entregarme a fondo a una persona con la que no hay posibilidad de nada en el futuro, así que lo mejor es ir cada uno por su lado". Antes, quería seguir intentando valorar lo que habíamos vivido, charlar de las cosas que nos pasaban, confiar en el otro, pensar en un reencuentro, orientar la intención y el interés para ese momento. Pero, ahora, yo no tengo energía para hacerme preguntas, no quiero hacérmelas, no tengo fuerza para vencer los fantasmas. No quiero vivir más incertidumbres, más pérdidas, ni más dolor. No sé cuál es el lado bueno de esto que siento, pero sí conozco perfectamente el lado malo, y ya no estoy tan fuerte para decir "me quedo, y me la banco"... porque el miedo me gana en esta oportunidad. 

Fue un año tan de mierda que no tengo fuerza mental ni espiritual para soportar haberme enamorado de una persona cuando yo lo único que quería que no me pasara, era eso. Puede ser maravilloso para otra gente, no digo que no, pero para mí, es una pesadilla. Para mí el que se enamoraba de nosotros dos, perdía. 

Y perdí. 

Me siento una boluda. 

domingo, 15 de noviembre de 2020

Regreso

 El viernes volví a trabajar a la oficina. Es uno de los días que me tocan, al menos, provisoriamente.  Cómo todo muchos medios de transporte cada día para ir, busque una alternativa menos barata pero más segura para llegar. Solo tomé tres colectivos en un día, lo cual me ayudó a disminuir los seis diarios que tomaba cada día. 

Salvando la cuestión del traslado, el trabajo estuvo igual que en mi casa. Fue extraño porque estuve poco tiempo en la oficina antes de la pandemia y me encontré con un espacio físico al que no había terminado de apropiarme. Pero eso estuvo listo salvado luego de las primeras horas allí. 

Compañeros de otros sectores que pasaban me saludaron y nos dimos la bienvenida. Con distancia social y barbijo, todo muy cuidado. 

A nivel salud mental me hizo bien volver. Necesitaba mi espacio. Necesitaba mi actividad. Necesitaba moverme. Y cuando hice eso, con los cuidados, empecé a acomodar también las ideas. 

Cuando llegue a casa, me desinfecté, me bañé y me conecte a la clase virtual, muy cansada, la verdad... Perdí el ritmo, naturalmente. 

Pero al menos, volví. 

Recuperar pequeñas cosas que hacían a nuestra rutina, a aquel pasado añorado, hace la supervivencia más fácil.  Ojalá pueda seguir conservando mi salud, que es muy importante. 

Mientras tanto, seguiré adelante, adaptándome, sobrellevando todo de la mejor manera que sea posible. 

Ojalá pronto pueda recuperar más espacios deseados y más circunstancias que sumen, como para emparejar un poco el balance. 











jueves, 12 de noviembre de 2020

"Nueva normalidad III"

 Estoy renegando con el CUIDAR, desde la mañana temprano. Esto de la burocracia es lo que menos me gusta de salir un poco más lejos. No sé por qué, pero no me permite sacar el permiso, cuando estoy diciendo la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad... 

Veremos. 

Abismo

 A veces siento que con determinadas cosas en mi vida bordeo un precipicio. No porque me quiera tirar, sino, porque para mí, rendirme, significa caerme. Y seguir caminando al borde implica luchar contra esa posibilidad. Remar. Sobreponerse. Seguir adelante. 

Hace muchos meses vengo trabajando la idea de expresar mis sentimientos. Y debo decir que es un proceso muy difícil, principalmente, porque no lo sé encarar. Porque todavía no estoy encontrando el modo. Y porque también es un proceso lento y doloroso, porque jamás me di ese permiso. Y porque aprendí a vivir callando muchas cosas. Por eso, la gente, se sorprende cuando lee las cosas que escribo. Porque no sabe que viven conmigo y que realmente las siento. Pero bueno. Eso es un ejemplo que no sirve aquí. Porque acá le pongo palabras a todo, pero allá afuera, la vida me es más difícil cuando quiero hablar. 

Últimamente me siento bastante insegura conmigo misma y eso tampoco ayuda a expresarme. Los fantasmas me juegan malas pasadas y otra vez me domina la crítica interior. Igualmente, hago mucho esfuerzo por modificar el chip. Y me trato con amor, y me tengo paciencia y me saco adelante. Porque en el fondo yo sé que puedo. Que voy a poder. Que finalmente voy a lograr lo que me proponga. 

En cambio, con los sentimientos, yo realmente siento que no voy a poder expresarlos. Es como si hubiera llegado a un límite dónde expandirme más no es posible. 

No es algo que pueda manejar. Ojalá pudiera. Expresaría todo, me entregaría hasta el cuajo y le diría a Galeno que si, que soy una boluda, pero me enganché, y que mejor me retiro. 

- ¿Por qué no te vas? ¿Por qué no mandas todo a la mierda? - me preguntó mi psico el otro día. 

Me quedé callada. 

- Porque no tengo fuerza para tomar esa decisión. Pero tampoco puedo entregarme del todo. Y estoy cansada de eso. Me desgasta mucho la autocensura. 

- ¿Podrías irte, no? Y es interesante que no te vayas. Especialmente ahora. Creo en tu esfuerzo. Doy fe que lo estás haciendo. Estás haciendo la tarea todas las semanas - bromeó, porque yo le dije que hago la tarea mental día a día. 

- Si. Yo te juro que trato... Trato pero es difícil. No siento que pueda aguantar más. Me siento mal. Vulnerable. Con Galeno es muy difícil.  Con el resto, es mucho más fácil, pero con el... Uf. No, no sabes lo difícil que es. Demasiado. 

- Yo insisto con que hay que seguir trabajando. Vos ya tuviste un vínculo muy feo, que te enseño lo que no querés volver a vivir. ¿De acuerdo? Sabemos que te dejo en un lugar de mierda y que te puso durante su transcurso en un lugar muy difícil. 

- Obvio, si. 

- ¿Ese vínculo se terminó y te dejo un aprendizaje? 

- Si. 

- ¿Y por qué no permitirte vivir otra clase de vínculo ? Uno que te haga bien. Donde lo que pienses sea escuchado. Donde no se cagan en vos. Donde te cuidan... Donde podés decirle al otro qué es lo que te pasa. 

Me quedé callada. 

- Galeno es la única persona con la que no me siento tonta si pregunto una pavada. Con la que no tengo miedo de quedar mal. El me explica todo lo que quiero ssber y habla conmigo de cosas que yo nunca pude hablar con otros tipos, y eso me hace verlo más humano, más sensible y más real... Por eso es tan especial para mí. Por eso no me voy.   Pero no sé lo puedo decir. 


miércoles, 11 de noviembre de 2020

"Nueva normalidad" II

Ayer fui a merendar con mi madre, con todos los cuidados, para cortar el comienzo de semana. Y, una vez sentadas, con barbjio, a la espera de que nos trajeran el pedido, noté que había un hombre y una mujer compartiendo un café, hablando con una alegría palpable. 

Miré a mi madre, divertida, y le dije: 

- Mirá, má, volvieron las citas. 

Mi madre se volteó, divertida, y miró con discreción. 

- Oh, ¿esa mesa de allá? 

- Sí, ésa. 

- Ah, sí, mirá... Volvieron las citas, nomás. 

- ¿Qué lindo, no? - le pregunté. 

- Y sí, la gente se está volviendo a juntar... 

Me reí, mirando el cuadro con mayor lejanía. 

- Bueno, voy a desempolvar la agenda, entonces - bromeé - Tanto tiempo encerrada que hasta dan ganas de tener una cita. 

Mi madre se rió, barbijo por medio, y tratamos de seguir poniéndole humor a estos tiempos tan raros que nos tocan vivir. Dentro de poco, vuelvo a la oficina. Ya estoy llevando adelante todos los preparativos necesarios. 

Veremos. Pronto pronto lo sabremos. 

martes, 10 de noviembre de 2020

Dudas

- Tengo miedo de verte y que me pasen cosas con vos. Por eso no quiero que vengas a Buenos Aires - le dije a Galeno, casi un año atrás, cuando recién empezaba nuestra historia. 

- ¿Eso sería algo malo? - me preguntó. 

- No. Pero... ¿Y si a vos te pasan cosas conmigo cuando me ves...? ¿Qué hacemos? - le pregunté. 

- Es que a mí ya me pasan cosas con vos y por eso quiero viajar a Buenos Aires a verte en persona. Pero si tenés miedo, yo lo entiendo. Y si, es lógico que te dé miedo. 

- ¿A vos no te da miedo venir? Y que nos conozcamos... 

- No lo he pensado. Siento el deseo de ir a verte. No me importa nada más. Lo siento. Es suficiente para mí. 

Sonreí cuando leí eso. 

- Sos valiente - le contesté. 

- Voy por lo que quiero. Ya te lo he dicho. No estoy acá para mentir, tampoco. Esto es lo que soy. Quiero viajar a verte. Fin. 

Me rei. 

- O principio... - le dije. 

- Sin dudas.... - me contestó. 

- ¿Puedo hacerte una pregunta? 

- Claro... Lo que vos quieras. Pregunta. 

- ¿No te parece una locura tomarte un avión para venir a verme solamente? 

- Para mí, no es poca cosa - me dijo - Y si te preocupa el dinero, pensa que me baje de un colectivo y nos vamos a encontrar a tomar un café. No pienses que me tomé un avión desde otra provincia. 

- No quiero que lo hagas al pedo. Eso es en realidad lo que me da miedo. Que viajes, que vengas, y... No sé. Que algo salga mal. 

- ¿Y si sale bien? - me preguntó - Me parece que vale la pena. Yo cuando quiero algo voy, Veinte. Lamento no ser cobarde , pero es la verdad. Para mí, conocerte, no será ir al pedo a Buenos Aires. ¿Te parece poco que llevamos hablando todos los días hace un mes y medio todo el tiempo? ¿Como no voy a tener ganas de conocerte? 

- Si... Yo también siento que es cada día más... importante que nos conozcamos. Y al mismo tiempo estoy asustada de lo que pueda pasar. 

- ¿Que es lo peor que puede pasar? Ya sabes que no quiero tus órganos, lo hemos hablado - bromeó, porque yo le decía eso en broma. 

- Que me pasen más cosas con vos. Por eso no quiero que vengas. Porque tengo miedo que me pasen cosas con vos qué ya no pueda ordenar. 

- Ahhhhh, eso es otra cosa - me dijo - Ahora quiero ir más que antes. 

Me rei. 

- ¿Que hacemos, Galeno, si pasa algo bueno ese día con nosotros? 

- Lo vivimos. Yo, al menos, no me la quiero perder ni loco. 

- Dios mío - exclamé - Bueno... ¿Tenés SUBE? - le dije, en broma. 

- Si, la última vez que estuve en Bs As me la compré. La puedo cargar y tomarme un colectivo cuando vos estés preparada - me dijo. 

Me reí, a una provincia de distancia. 

- Gracias. Aunque también me voy a hacer a la idea de que realmente te vas a tener que tomar un avión para venir. Y que eso no lo hace cualquiera. Esto no tiene que ver con el dinero. 

-No, claro que no. Tiene que ver con la conexión. Yo siento una conexión muy fuerte con vos. Iría de cualquier otra manera si no pudiera tomarme un avión. Pero por suerte, puedo. Y no tengo problemas en hacerlo cuando me des la habilitación - me dijo. 

Tarde un tiempo más en decidirme. En eludir el miedo y en trabajar al mismo tiempo para atravesar el terreno hacía la realidad. 

Cuando le comunique a Galeno la decisión, en cinco horas, había sacado los pasajes, había reservado un hotel y arreglaría su ausencia en el consultorio médico dónde trabaja como Pediatra. 

- ¿Estás seguro que no vas a ir al consul? ¿No te perjudica? 

- Dejo un reemplazo. Esa persona cobra por mi, no va a hacerlo gratis. Y a mí no me afecta perder un día de trabajo. Seamos sinceros, esto no se trata de dinero. Yo realmente te quiero ver. 

- Pero... No quiero hacerte perder plata ... No sé, podemos buscarle la vuelta si queres. No quiero complicartela. Podés venir e irte para llegar. Te juro que no me molesta. 

- No me la estás complicando. No te la compliques vos, pensa en que pronto nos conoceremos.  Ya arreglé todo y tengo a *** para que me reemplace.  El martes a la mañana recién estaré volando a *** ¿si? 

- Bueno, señor valiente. Serás muy bien recibido en Buenos Aires. Eso ya lo sabes. 

- No tengo dudas. Estoy muy contento por ir. 

II

Y sí... Ya hace un año casi, que nos encontramos por primera vez. 
Pienso que jamas me imaginé estar en la situación que estamos. 

¿Se podrá desear todavía encontrarnos? 
¿Será mucho pedir, en medio de tanto dolor y de tanta muerte? 
¿Será una demostración de egoísmo? 
¿O será un deseo posible? 

Dudas, dudas, dudas... floto sobre algunas dudas, a nivel interior. 

lunes, 9 de noviembre de 2020

Evaluación V

 Recuerdo que, cuando nos despedimos luego del primer viaje, yo volví a mi casa muy tarde. Dos horas después me fui a la oficina y durante todo el día trabajé en silencio. No caía, ése era el asunto, yo no caía. No podía creer, no alcanzaba a procesar, todo lo que había pasado con nosotros, entre nosotros, y todo lo que habíamos experimentado juntos.  Me costaba asimilar nuestra amalgama, es decir, la espesura y la naturalidad de muchos detalles que yo pensé no iba a vivir con nadie. Me costaba entender cómo me había entregado de una forma tan descabellada y cómo, al mismo tiempo, me sentía tan feliz y tan libre en la incertidumbre.  Tan feliz y tan libre como jamás me había dado el permiso de sentirme en el medio de un puro presente, sin avidez de planificarlo todo, y eso confirmaba un avance a nivel crecimiento emocional. 

Aquéllos días consigo me habían traído salud, y esos momentos, eran también un logro en si mismo. Habían reparado mis conceptos y habían movido muchas fichas en mi interior. Porque la persona que yo era antes de encontrarme con Galeno no se hubiera arriesgado si , antes, no hubiera modificado cuestiones internas. No obstante eso, si recuerdo ese momento, sé que cada paso que dí no fue por él; fue por mí.  No en vano le dije a Galeno, antes de que se fuera la primera vez, que él había desterrado ideas negativas que yo ni siquiera sabía que cargaba y había puesto algo mejor. Fue una manera de explicarle, de empezar a explicarle, lo que había significado encontrarnos, porque para llegar a eso, había tenido que abandonar muchos miedos y limitaciones individuales.

 Lo que pareció el comienzo de nuestra historia, en realidad, fue también y principalmente, el final de una larga etapa de mi vida.  Las personas que me conocieron antes de esta historia saben a lo que me refiero. Era otra mujer. Desconfiada, me había subido a una montaña para que no me lastimaran, y nadie parecía lo suficientemente paciente para invitarme a bajar de ahí en buenos términos. Yo solo sentía que los tipos querían hacerme bajar a las corridas, como quien tira con una gomera un proyectil que desplome a un ave.  Y no estaba dispuesta a ceder. Necesitaba a una persona que me tuviera paciencia porque, efectivamente,  no sabía si iba a poder permitirme sentir algo otra vez. Pero nadie estaba dispuesto a darme ese tiempo, a acompañar ese proceso que no era un mambo interior, sino, una prueba incluso para mi, a la hora de construir un vínculo que me aportara cosas lindas y no cosas feas; entonces, prefería quedarme como estaba, en mi frontera, sin querer canjear mi propio deseo por una cuestión de mandato, del tener que estar con alguien porque sí. Lo mío no se trataba de no querer sentir. Al contrario. Una parte de mi lo deseaba, pero la otra tenía tanto miedo, que no sabía cómo volver a empezar después de tantos años.  En ese contexto, Galeno fue muy muy paciente conmigo. A diferencia de todos los demás, subió a la montaña, se instaló a mi lado, y me dió el tiempo necesario para que empezara a bajar. 

Cuando la idea de conocernos en persona fue tomando una fuerza enorme, un día, le planteé que yo tenía veinticinco años y que, en relación a eso, no quería que él perdiera el tiempo conmigo. Había cosas - le dije - que yo no quería apurarme a procesar. Y, el espacio para darle rienda a mis emociones después de tantos años de silencio, era a lo que me refería.  Ante eso, creí que Galeno iba a retirarse; por eso se lo dije, a decir verdad, porque lo estaba poniendo a prueba. Pero él no se fue. Me dijo y prometió que no me iba a apurar, que él ya sabía que había diferencia de edad entre nosotros, y que adecuaría su ritmo a los míos, que yo me quedara tranquila con eso.  Y funcionó. Porque lo que dijo de la boca para afuera lo cumplió con sus gestos día tras día. Se adecuó a mis tiempos y no trató de hacerlo desde el lado de "como yo lo viví, te voy a decir lo que te va a pasar", sino, desde el otro lado, es decir; "es tu camino, esto te tiene que pasar y lo tenés que vivir para entenderlo, estas son cosas que todos vivimos, y es tu turno". 

 Así las cosas que, cuando nos encontramos, comprobé que estaba frente a la primera persona que encontró virtud en todo lo que otros encontraron extrañeza. Que se vinculó conmigo por ser quien soy, más allá de mi edad, de mis costumbres, de mi provincia de residencia, de la parte estética, de la distancia física y de la cantidad de personas con las que podríamos estar, si quisiéramos que las cosas fueran más fáciles o más impersonales. 

Jamás me lo hubiera imaginado esa noche, mientras caminábamos por la calle Corrientes, que esta historia me enseñaría todo lo que me enseñó. Pero ahora,  el tiempo ha hablado, y entiendo que lo tenía que vivir. Si miro para atrás, caigo en la cuenta de que fue el mejor momento.   Ese primer dialogo por chat que iniciamos hace quince meses atrás, resultó ser a fin de cuentas el inicio de algo mucho más profundo. Incluso algo que no tiene nada que ver con lo que se conoce como "una historia de amor" tradicional. Algo que, a nivel individual, si lo tengo que admitir, diría que tiene mucho que ver con la identidad. 

Y para vivir conforme a quienes somos en realidad, se necesita fuerza, valor y mucho coraje. Todavía, a todos estos, los sigo ejercitando. Hay muchas cosas, en mi horizonte, por aprender. 

viernes, 6 de noviembre de 2020

"Nueva normalidad"

 Esta etapa de nuestras vidas está al borde de ser titulada de una forma nueva. O al menos, la mía, cambió de título. 

La semana que viene comienzo a concurrir a la oficina después de ocho meses trabajando en casa. No puedo dejar de admitir que me parece raro, pero, al mismo tiempo, siempre tuve en cuenta que del modo en que trabajaba no era algo que fuera a durar.  

Antes de la cuarentena, hubo un acomodo muy grande en la empresa y a mí me cambiaron de sector y de compañeros. Fui a una de las pocas personas que las desterraron así y las plantaron en otro lugar completamente diferente donde, ya no trato con gente, pero sí tengo trato con los dueños de la empresa y eso hizo que se pensara que estás "del lado de la ley". Pero no es algo personal, es algo del sector, mis compañeras también tienen el mismo trato, y es una cuestión de la tarea a desempeñar, no de la simpatía o la carita .  La verdad es que los primeros meses en cuarentena fueron difíciles porque estaba aprendiendo otras tareas, sola en casa, aunque con mi compañera al teléfono, y me costó muchísimo asimilar todo lo laboral, más la cuarentena en sí

Del otro lado, la gente que está concurriendo a la oficina hace muchos meses, empezó a tirar la bronca. Se quejan porque nuestro sector está funcionando al cien por ciento, pero online, y yo no podría decir si es correcto o no, que nuestra oficina no esté funcionando de manera presencial. Pero lo que si afirmo es que con mis compañeras y mi jefa, trabajamos un montón desde casa y con vencimientos fijados... Aunque la ponzoña la tiran igual, así que nos convocaron. 

Por ahora, son pocos días los que tengo que ir y tendré todos los cuidados. 

Espero no contagiarme, la verdad. 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Evaluación IV

 Las palabras no hacen justicia al paso del tiempo. El tiempo comprendido entre la última vez que nos vimos y éste presente, no fue un tiempo feliz. Al contrario, para todos en el mundo, ha sido duro.  Reflexiono sobre esto, cuando tengo pensamientos tristes, y pienso también que los acontecimientos que nos han tocado vivir a nivel mundial dejan heridas o pérdidas que no son sólo visibles. También, están las heridas de la profundidad. La pérdida de las ilusiones, de un tiempo que no volverá, y de la posibilidad de continuar muchas cosas que estaban dando sus primeros pasos. La pérdida de los deseos, del deseo en si mismo, y del entusiasmo; en contextos donde todo es una prohibición, parece formularse como algo inevitable. Y en contextos donde soñar o proyectar es mucho más difícil, si es que nos encontramos con obstáculos, permisos o peligros por todos lados; resulta un gran desafío seguir creyendo, contra todo pronóstico, que querer a alguien más y jugarse por escribir una historia conjunta con todas las del caso, y con todas las inesperadas, vale la pena. 

Estoy personalmente atravesando una etapa donde, habiendo corrido el enojo, habiendo corrido las actitudes evasivas en las que me encubría, no puedo menos que reconocer la angustia por la posibilidad blindada de vernos durante tanto tiempo. Es la primera vez donde admito y le pongo palabras a un sentimiento que estaba depositado bajo capas y capas de negación, de escepticismo, de desconfianza y de miedo.  Si bien me encuentro profundamente agradecida por tener salud, y por poder tener un plato de comida en mi mesa cada día, al mismo tiempo, también pienso en esas heridas subterráneas que me fue dejando la pandemia en su transcurso, por lo menos, en lo emocional.  Esos rasguños , que parecía poder soportar al comienzo, pero que fueron lacerando lentamente mi voluntad y mi capacidad de pensar que algún día quizá los deseos se cumplan. 

Por eso me cuesta pensar mi relación con Galeno, al día de hoy, como algo posible. Porque con cada mes y cada día que pasó desde marzo hasta acá, mis ilusiones se fueron perdiendo y mi paciencia se fue aplanando. Y la sensación de espera eterna, al mismo tiempo, intensificando. 

Sé, ahora, cuando pude ir diluyendo todo eso con gran esfuerzo humano, que lo que yo siento no tiene nada que ver con Galeno en sí. Podría haberme pasado todo esto, y yo, a diferencia, podría tener más deseo de encontrarme y más ganas y más amor... Pero la verdad es que lo que siento difiere mucho de éstas cuestiones: estoy en punto muerto. 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Éste momento

 - Siempre me morfo todo - le dije a Galeno - No me sé expresar.

(...) 

- Sé que debería poder hacerlo, pero no puedo. No encuentro el modo. Y me como todo, por no encontrar el modo. 

- Te vas a indigestar... 

- Si. 

- Y te va a doler la panza - añadió. 

- Si... no están ahí para que me los coma, lo sé... - le dije - Vos ya sabes que no soy una piedra. 

- Nooo. A veces te pones blandita - me recordó.  

- Sí, cuando exploto. Y sin embargo, nunca encuentro un buen momento para expresar algunas cosas. Más allá de que con vos me expreso, incluso, hay cosas que no sé cómo decírtelas. 

- ¿Te cuidás? 

- Sí. Para mí era más fácil hablar con vos cuando no nos conocíamos tanto. Ahora, me da vergüenza. Pero no es porque no confío en vos. Me cuesta expresar las cosas realmente importantes y no me lo banco más. Esto de mostrar los sentimientos y no demostrarlos... No puedo vivir así... pero no encuentro el modo. 

- Ya lo vas a ir encontrando. Lo principal, es reconocer. Estás reconociendo. 

- (...) 

- ¿Podés creer que no nos vemos hace como veinticinco años y no pude decirte hasta ahora, que exploté, " hola mi ***, sabes que me quiero tomar un vino con vos?". Porque eso es así. Me quiero tomar un vino con vos. Hace meses que lo siento así, la puta que lo parió - espeté. 

Galeno se explayó con una larga carcajada. Yo también me reí. Eso fue como decirle que lo extrañaba. 

- Bueno, pero tuvimos mil charlas durante todos estos meses - argumentó, probablemente, para consolarme. 

-  Si, ya se. Sólo que jamás había dado ese espacio de extrañar, porque sentía que era demasiado, que era entregarle a alguien más un poder de extrañarlo que yo no experimenté nunca... Y no... Te aseguro que no tiene nada que ver con necesitar a la persona y sentirte débil. Es más profundo. 

- Pero claro que sí... - dijo. 

- Es un camino áspero esto de expresar sentimientos y de ponerle palabras a las cosas que siento. 

- Pero a veces es mejor hacerlo... Si están ahí, hay que reconocerlos y dejarlos salir. Es un camino a transitar. Los analizas y a medida que lo hagas, lo decís. Los reconozcas o no, te pasan. No es lo que te gustaría que te pase, o lo que te gustaría sentir, es la realidad. Lo sentís. 

- ¿Vos los podés identificar? - le pregunté. 

Quería entender su proceso, para intercambiar algunos puntos de vista, y entender cómo lo vivía un otro. Porque en definitiva, los dos, somos seres humanos a fin de cuentas. 

- Si. Ya hace muchos años que hace ese ejercicio. Ya me conoces. Lo sabes. Me pasa y lo reconozco, me lo permito, siento lo que siento. 

- Si... Vos no haces la vista gorda... No lo negás. 

- Nunca.  Hay que reconocer lo que pasa. Ahora te toca este momento... - advirtió. 

Luego, continuamos hablando, pero esto fue lo sustancial de la charla. 

Puf. Este momento, pienso. Qué momento. Qué momento el extrañar, el temer, el esperar, el no saber, que vivir palmo a palmo, el no tener planes. Qué bravo el no encontrar el modo de decir. De decirle "la puta madre, qué pandemia de mierda, mi ***, ¿sabés que tengo ganas de verte, no?", sin tanta vuelta, sin que tenga tanta carga...  Porque, en definitiva, ¿no es lo más normal del mundo que eso me pase? ¿O qué más me hace falta para darme cuenta que sí, que lo extraño, que soy humana y que lo extraño? 

Por eso estaba tan rara, tan enojada por momentos, tan negativa. Porque prefería estarlo, porque era más fácil enojarme que reconocer lo que verdaderamente estaba experimentando. 

Ahora sé que lo que me une a él, por lo menos desde la propia experiencia que me está dejando vivir esta historia, son los sentimientos. Mis propios sentimientos que ya, por mucho que me pesen, no consigo negar.