Todavía recuerdo ese momento. Y a la luz del presente, lo recuerdo más. Fue la noche de la confesión, específicamente, en la parte donde ya me lo había dicho todo y yo estaba mediada por un estado de shock inmenso y, además, por una conmoción interior a la que no le podía poner nombre. Me había besado, yo había creído congelarme, y luego mi cuerpo y toda mi historia habían respondido.
Javier me arrinconó, como nunca había hecho antes, y me sentí completamente sobrepasada por su cuerpo. Era más fuerte, más grande y más alto, me tocaba muy diferente. Usaba su cuerpo como móvil para imponerse en presencia de una manera que no podía creer.
¿Recordaba así a ese tipo? No. Mi idea, o la idea con la que me había quedado, era propia de otra clase de hombre. La imagen que tenía de él a los 19 años era del tipo que me abrazaba. Que me tapaba cuando mirábamos películas, que me pedía empanadas porque no me gustaba mucho la pizza. Que me buscaba el vaso siempre para servir bebida. Me abrazaba, dándome besos en la cabeza. Que me llevaba a mi casa para que no tome frío. Que me tocaba como si me fuera a romper y a quien pensé, más de una vez, en pedirle que me desnude porque me daba cuenta que no reaccionaba de la manera en que deseaba hacerlo a ninguno de mis palos. Solamente, me decía que pare, que me aleje, que no correspondía. Y yo sufría porque notaba que quería tanto como yo dar el paso, pero que no se animaba.
En esa época, lo ví dudar tanto y llegué a creer, con el paso de los años, que no le gustaba lo suficiente. Que se fijaba en que mi cuerpo no era de lo más lindo. Que no era suficiente para lograr encender su deseo, especialmente, cuando el mío estaba creciendo por primera vez de esa manera y no sabía si ponerme a llorar, si explicarle, si salir corriendo, si decírselo. Incluso, llegué a hacerle la pregunta claramente, a los diecinueve: "Javi ¿yo no te caliento lo suficiente, es eso?". Es que Javier se mostraba por momentos tan esquivo, me quería lejos físicamente, y por otros momentos no hacía más que abrazarme. Confundía. ¿Qué pasaba? Se lo pregunté y me dijo que no era eso, que yo me merecía algo mejor. Que se trataba de algo más, y por lo cerrado del comentario y de la postura, confirmé que seguro era poco lo que podía ofrecer físicamente y por respeto no me lo estaba diciendo. Eso me devastó y el fantasma del rechazo me torturó hasta mucho tiempo después. No entendía que había hecho mal pero sabía que no había resultado.
Los años acomodaron finalmente las cosas. Se sucedieron los hechos muy despacio y, con la llegada de Galeno, había llegado a comprender apenas que yo no estaba mal hecha, solamente, que con Javier no nos habíamos encontrado en el momento adecuado. Y que sin dudas no había nada más indicado para ese momento, que Galeno, quien no lo había dudado ni un solo instante y con quién había recuperado la calidez en el corazón más allá de todo contacto sexual. Creer en el amor me hacía mucha más falta entonces que aprender destrezas sexuales y sin dudas él cumplió con ese propósito y con todo el resto sin mezquindades.
Sin embargo, con Javier, me pasaba algo tan suyo y tan mío a lo que no le cabía significado. Existía una noción de pasado tan fuerte, pero principalmente, de dudas sobre ese pasado, que eran imposibles de negar.
El abril donde nos reencontrarnos de todo eso correspondiente a los 19 habían pasado muchos años. Aquélla noche, el Javier de casi 51 años, me escurría entre su cuerpo y él me apretaba como para asegurarse de que no me fuera. ¿Quién quería irse de ahí, si no sabía ni cómo me llamaba, si no podía pensar, si todo eso se condensaba en ese momento? En ése, no en ningún otro, sino, en ese. En ése momento donde tenía 27 años, y Javier 51 años, y estaba pidiéndome por favor que pudiera pensar, solamente, en todo lo que nos había quedado pendiente. En ése momento donde yo ya no tenía 19 años y él no tenía 42.
Todo se definía en ése otro momento donde estábamos parados frente a frente, casi uno encima del otro, en la cocina de su casa, sin dejar de mirarnos después de casi diez años.
Subí mis manos a sus hombros, acariciándolo, quedando también casi colgada, y lo miré. Rodeé su cuello con lo que me llegó de las manos y apoyé mi cuerpo contra el suyo. Ya no quería, como a los 19 años, que me desnudara. Sabía que lo iba a hacer tarde o temprano y ese anticipo era solamente placer. Me daba paz, una paz difícil de explicar, saber que tarde o temprano eso iba a pasar. Esa paz mezclaba culpa y alivio. Un alivio de llegar a lograr algo que no sabía que necesitaba tanto hasta que lo tuve. Un alivio feroz porque me acababa de confesar que me deseaba tanto como yo lo había querido, desde la misma época, y los mismos momentos. ¿Cómo podía pensar en otra cosa que no fuera sobrepasar el dolor, la frustración, el enojo y cualquier cosa que estuviera en medio? Había que pensar, sí claro. El resto no tenía la culpa. Y pese a todo era demasiado difícil salir de esas emociones para debatirse.
¿Nosotros, teníamos la culpa de lo que no habíamos podido vivir? ¿Existía justicia en el destiempo?
Lo miré.
- ¿Vos estás seguro, Javi? - pregunté.
- Sí.
- ¿No querés pensar un poco más? Yo sé que estamos así y que... pero, podés pensar un poquito más. Te entiendo ¿si?
- Ya tomé una decisión, no quiero pensar más, quiero estar acá con vos. No me importa más nada - afirmó.
Sonrió. Me apretujó más cerca de él. Me acarició la zona cercana al culo y se puso colorado.
-Qué atrevido, miralo - lo burlé - ¿Estás buscando algo en particular?
Javier se rió.
- Te quiero tocar, acariciarte ¿mjm? Sos hermosa vos, ya lo sabes eso. ¿Qué querés de mi, eh? ¿Qué querés que haga? - musitó.
- No estoy tan buena, tampoco la pavada... No seas chamuyero - le susurré - Quiero que no te metas en líos, por tu bien. Que estés bien.
- Yo estoy bien. En este aspecto, nunca estuve mejor. Jamás había sido tan sincero con vos, como hoy. Te lo pude decir, estoy bien. Y más te lo digo, y mejor me siento.
- Mentis, mentis - dije, y se rió - porque estás excitado. ¿Pensás que me tenés que convencer? Estás loco, no es eso - le dije.
- Te está pasando lo mismo que me pasaba a mí - dijo.
Ese comentario me dolió.
- No. Yo no lo hago porque tengo pareja y porque vos también salís con otra. Si hubiese podido, tenido tu oportunidad, lo hubiera hecho. Pero... ahora, no puedo ni pensar en esto... ¿Qué querés que te diga? - añadí, angustiada.
- Quiero que lo desees como yo lo deseo. No te quiero convencer, quiero que tengas aunque sea un cuarto de las ganas que yo tengo de estar con vos.
- Ay, Javier. Por favor, las cosas que me decís- le dije, muriéndome.
- ¿No tenés ganas, ni un poco? ¿No te gustaría saber cómo? ¿No te da curiosidad? - me preguntó.
- Sí. Pero no... quiero entrar en un lugar donde yo no sé si puedo salir - argumenté - Disfrutá esto, esto de que no te pueda contestar, porque no va a pasar nunca más.
Javier sonrió.
- Te estoy hablando con la verdad. ¿Te burlás de mi? ¿Te estás vengando o algo así?
- No. Vos me estás mintiendo. Y yo, no te quiero tomar en serio. ¿Vengarme? No. Jamás te haría eso. Pero como me estás mintiendo...
- No miento - me respondió.
- Javi, no hace falta , te juro que no hace falta. ¿Creés que yo no quiero? Quiero. Pero no puedo. Entonces, por favor, no te quieras hacer acá el macho que me apalabra para poder coger conmigo - le dije, con sorna - No hay nada más. Ya pasó todo, esto está terminado, en algún momento se tiene que acabar... No existe nada más. Ya pasó.
Junté valor para decirle eso y recé porque funcionara.
- ¿No? ¿No hay nada más? - me preguntó.
Se acercó y quedó a muy pocos centímetros. Supe que había perdido casi toda mi fuerza para resistirme.
- No. No hay nada - dije.
Fueron las cuatro palabras más difíciles de esa noche.
- ¿Segura? - me dijo, cerca.
- Si - esperé
Esa fue la otra palabra más difícil.
Javier sonrió.
- ¿Y esto que pasa, qué hacemos con lo que nos pasa? - aclaro, acercándome a su cuerpo. Mí cuerpo se acercó y correspondió.
- Calentura atrasada - musite - y yo, que tengo sensibilidad.
- Sos una hija de puta - dijo, y se acercó, riéndose.
Me dio un beso apasionado que me dejó temblando las piernas. Disimulé aunque se lo devolví con la misma fuerza.
- Te odio - le dije, mientras lo besaba. Lo agarré del pelo, apretándolo fuerte. Tomé aire y mientras él estaba cada vez más pegado a mi cuerpo, volví a besarlo. Lo mordí apenas, suavemente - Te odio. Odio todo de vos - insistí.
Javier me miró, sonrió con algo que registré como la bruma de la gente cuando está en otra órbita de placer y suspiró, atontado.
- Yo no - dijo entre pausa y pausa - Yo no te odio a vos.
Me quedé arrinconada un momento más, y después, bajé la cabeza sin mirarlo.
- Mirame, dale - me susurró - No me bajes los ojos - dijo, muy despacio.
Me tomó de la barbilla y levantó mi rostro. Lo miré y me sonrió, con una mirada que lejos estaba de ser lasciva. Era una mirada de deseo totalmente compartido. Me sentí totalmente atrapada, vista, descubierta, vulnerable. Pero por primera vez no me sentí avergonzada consigo. Esa era yo, y esas eran mis formas, después de casi diez años.
- Mira la intensidad que tenés. Sos intensa, pendeja. ¿Me das otro beso? Por favor. Me gustó mucho.
Lo miré y me sonreí.
- Perdón si te dolió - musité - Creo que te agarré fuerte del pelo.
- No, no me dolió - dijo, dulcemente - Me gustó mucho. ¿Me besas así otra vez?
- No puedo, no seas tonto...
- Mirá todo lo que tenías guardado, Dios. ¿Como me vas a besar así? ¿Vos querés que yo me muera? Me voy a morir con vos.
- Soy intensa, si. Vos no supiste verlo pero siempre fui asi.
Javier sonrió, y suspiró.
- Soy un boludo.
- Si. Me subestimaste por joven y eso es de pelotudo.
Me reí. Javier se rió, y me apretujó súbitamente.
- ¿Me perdónas? Dale, por favor. Dejá de pensar en el pasado y de reprocharme. Por favor. No quería hacerte mal, no sabía si vos ya... y tenía miedo de darte una mala experiencia... entendeme, por favor. Ahora es distinto.
- ¿Por qué? ¿Porque me acosté con otros? Yo quería acostarme con vos y vos no. Ahora, no sé por qué, parece que querés. ¿Qué pasó? ¿Te avivaste?
Javier se rió.
- Arrrrrrrg - dijo, y me apretó - No, no es así. Pero ahora es diferente porque... me siento más tranquilo.
- No tenés la presión de ser perfecto, de hacer todo perfecto, como si eso fuera verdad - murmuré - ¿De dónde saliste, Javi? Dios mío.
- Bueno, yo pensaba así. Creía que era lo mejor, y de hecho, sigo sosteniendo que fue lo mejor en ese momento. Ahora, es otro momento - dijo, risueño de pronto.
Mientras me hablaba, no cambió nunca su posición. Yo lo miraba ya más relajada, acariciándole la nuca con los dedos, tocándolo como si jamás lo hubiera dejado de hacer. Con una naturalidad que me dejaba ciega frente al contexto. Como lo había tocado antes, pero sin miedo, con mucha más seguridad, con certezas de que podía convocar su deseo si quería.
- Si, ahora entiendo lo mucho pero lo mucho que me estabas respetando.... - lo burlé, con cariño, de forma inevitable - Realmente, qué gran esfuerzo estabas haciendo... Me sorprende.
Se rió.
- Mucho, sí - dijo.
- Al final, sos peor que yo. Más intenso de lo que pensaba. Mucho peor, más oscuro... No quiero ni imaginarmelo.
- ¿Yo? Sí - dijo y sonrió con picardía - Soy mucho peor. Mucho.
- ¿Me vas a corromper? - le pregunté, fingiendo que no sabía - ¿Eso querés, llevarme por el mal camino, maldito?
- Si vos querés, yo soy el primero en la fila para llevarte . Te prometo que la vas a pasar muy bien.
- ¿Me querés volver loca? - le pregunté - ¿Para eso viniste tantos años después, a cogerme porque te quedé a mano?
- No seas hija de puta - musitó - No me quedaste a mano, no digas eso. Vos me volvés loco a mí. Estás hermosa, me tocas y me besas asi... yo me muero - añadió- Claro, sabes que sos linda y por eso me tratas asi.
¿Así? - pregunté.
- Te burlás de mí. De lo que te digo. Sabés que sos hermosa, que me pones pelotudo, y me tratás así.
- ¿Y qué tengo que hacer, en teoría? ¿Tomármelo en serio? Mmmmm - musité.
- Sí, hija de tu madre - dijo, sonriéndose.
Me abrazó. Lo abracé fuerte.
- Por favor - dijo, en medio de ese silencio.
- ¿Qué?
- Dejame estar con vos. Hace años que estamos así. No demos más vueltas, no pensemos en nada. Sólo en lo que vos y yo queremos.
- No puedo, sonso. Ahora, no podemos pero por otras cosas. Es una mierda, yo lo sé. Te juro que es una mierda. Pero no lo hago porque sea forra, ni porque me quiera vengar... Al contrario.
Me separé un poco de él, para darnos aire. Nos miramos frente a frente.
- Pero olvidate de todas esas cosas... Por hoy, por lo menos. Olvidate. No pienses.
- ¿A vos no te importa, de verdad? ¿En serio me decís eso, Javi?
- No, no me importa - anunció.
- ¿Pero... y los demás? Existen los otros.
- Ya sé, ya lo sé... - dijo y suspiró - Ésto te lo digo como defensa. Porque si me pongo a pensar en lo que me pasa, en lo que te estoy diciendo y todo lo que quiero hacer con vos, me siento un hijo de puta. Y yo no soy un hijo de puta.
- Ya lo sé. No te juzgo, me pasa lo mismo. Quiero que pensemos. No te vas a poder sacar y poner el corazón, por eso te lo digo. Quizá nos convenga pensar.
- Yo ya pensé en todo. Estoy seguro. Tomé la decisión de mandar todo a la mierda hoy cuando te fuiste de acá. No soy un hijo de puta, pero me cansé. No aguanto más.
- Javi, por favor - supliqué - tenemos que poder pensar. Vos venís, me tirás todo esto en la cara, ¿cómo querés que reaccione?
- Vos seguro pensás que yo soy un mal tipo, un garca, pero no es así. Te lo juro, yo no hago ésto. Estaba tranquilo. Hace mucho tiempo, ya. Soy muy culposo y no quiero lastimar a nadie... pero... si yo no te decía la verdad a vos me iba a sentir muy mal. Necesitaba que supieras toda la verdad. Para que pudieras elegir. No te quiero lastimar, pero tengo que ser sincero con mi situación.
- Y está bien que lo seas. Yo también tengo una pareja. Te lo dije cuando me preguntaste. Y como sabemos, los dos podemos elegir qué hacer. Vos podrías elegir otra cosa...
- Yo ya elegí. Quiero tocarte, besarte, tenerte toda para mí - dijo - no suelo hacer éstas cosas, pero es la verdad. Ésto es lo que me pasa. Te lo tenía que decir. Perdoname, pero es la verdad. Sí, tenés razón en enojarte conmigo, pero... en todo este tiempo, intenté mil veces decirtelo y no podía. No podía. Y hoy cuando te ví, pude. Sentí que había llegado el momento... Hace diez años que me pregunto cómo sería todo con vos. Cómo sos, cómo hacés... todo... me lo imaginé mucho tiempo... Saquémonos la duda.
Me rasqué la cara, nerviosa.
- Javi ¿qué es lo que me estás proponiendo? ¿Que tengamos sexo? - le pregunté.
- Sí. Que quieras acostarte conmigo. Que tengas ganas.
Sonreí.
- ¿Un polvo? ¿Eso?
- No seas hija puta - se quejó.
Nos sentamos a la mesa
- A ver - dije - sentate, vení, vení - lo alenté.
Javier se sentó.
- ¿Vos me decís que querés tener sexo conmigo, no es cierto?
- Sí. Quiero tener sexo con vos y que vos tengas ganas de estar conmigo. Que lo desees como lo deseo yo.
- Bien - dije - ¿Y tanto quilombo para decirle a una mujer que te querés acostar con ella? Porque tenés miles oportunidades de engañar a tu novia. Yo sé que siempre fui un culo lindo para vos, pero... vos sabés que para mí era diferente. ¿No se te ocurre querer tener sexo con otra?
- No es eso, solamente. Es todo.
- ¿Y qué es todo? Dame un ejemplo. Más específico. Así te entiendo...
- Todo, todo esto que se genera cuando vos estás acá. Cómo me hacés sentir. Yo me siento diferente cuando vos estás acá. Me pongo tonto. Y a vos te pasa algo también.
- A los dos nos pasa lo mismo - le dije.
- ¿Y entonces, por qué no querés?
- No es eso. Es por otras cosas...
- Quedó todo pendiente, es así. Va a pasar tarde o temprano.
II.
Un mes y medio después de esa charla, volvimos a encontrarnos. Yo ya había pensado todo y la única evidencia era que en ese mes y medio no había existido un día dónde no hubiera pensado en Javier. A diario, e incluso las veces donde me lo encontraba de casualidad por el barrio (hecho que no había sucedido con esa frecuencia en ocho años), pensaba en él. En el trabajo, en la facultad, en mí casa. En todos lados, pensaba en él.
Cuando nos reunimos luego de ese mes, Javier seguía en su postura. Una postura que nunca jamás abandonó hasta el día de hoy a más de un año de lo ocurrido. El quería vivir la experiencia.
- ¿Viniste a verme? - me preguntó.
- No. Vine a hablar de Comercio Exterior con un Despachante de Aduana y a tomarme con él un vino.
Javier se rió por lo bajo, divertido con mi repuesta. Me invitó una copa.
- ¿Qué querés tomar? Tengo otras cosas...
- Si no me convidas una copa de vino, es una falta de respeto.
Sonrió y me sirvió una copa.
- Tenés razón. ¿Te gusta éste vino? ¿Lo conocías? - me mostró - ¿Te parece?
- Sí, no lo conocía pero vamos a ver cómo es - dije y la acepté - Gracias.
Javier cortó la picada, sencilla pero necesaria.
- Sentate, por favor, ponete cómoda - me indicó - Contame, ¿qué hacés vos en Comercio Exterior?
- Ahí salió el Despachante - musité y me sonrió - Trabajo, Javi. ¿Qué más voy a hacer?
- Ya lo sé, pero ¿cómo llegaste ahí, qué tareas haces, qué hace?
(...)
- ¿Viniste en serio por las SIMI? - quiso saber un rato después.
Habíamos hablado de laburo largo , de su vida, de su oficina, de sus cosas. Pero no, obvio, de nosotros.
- Sí. En serio trabajo en ésto. No voy a investigar para caer a tu casa - lo burlé.
- Ya lo sé, pero... pensé que habías pensado y que... - dudó.
- ¿Querés que hablemos del tema, no?
- Sí.
- Bueno, hablemos. Te escucho - dije, sin ironías.
Javier se puso serio.
- Quiero saber qué pensas vos. La otra vez te fuiste de acá muy enojada. Y no me dijiste nada de lo que pensas. Yo te dije todo. Pero vos no me decís nada de lo que te pasa. Me dejas pensando.
Suspiré.
- No me fui enojada, Javi. Me fui como pude. Si no, me iba a ir en cuotas.
- ¿En cuotas?
- Sí, vos pensá que viniste a vomitarme todo después de muchos años. ¿Qué querías que hiciera? Es difícil. No puedo sacarme la ropa, decirte todo que sí, automáticamente... No es tan fácil para mí por lo menos.
- Perdón. Sí, ya sé... No aguanté más.
- Lo sé. No te juzgo. Te entiendo. Es horrible callarse las cosas. Me alegra, de corazón, que haya salido. Más allá de todo, me parece que te va a hacer bien. No importa si no nos acostamos. Me alegro porque se dió.
- Pero... - preguntó.
- ¿Qué es lo que querés? ¿Sexo? - dudé - La otra vez, me dijiste que vos venías mal con tu pareja. Dijiste que la pasás mal, que no lo sexual no se mueve, que no se están deseando... - alegue- Ya sé que es el típico chamuyo del tipo que quiere usar a otra mujer, pero a vos no te hace falta mentirme. ¿Querés usarme para sacarte las ganas? ¿Eso?
Mofó.
- No, por Dioooos, por qué siempre pensás lo peor de mí.
- Por experiencia, boludo - dije y se rió.
- ¿Por qué creés que yo lo único que quiero con vos es coger?
- Porque lo único que vos querés conmigo es coger. Efectivamente. No sé por qué hiciste semejante quilombo. Tenés ganas de tener sexo con alguien, estás al lado de una persona y no se dan las cosas pero tenés todo construido ahí... -argumente- y yo te quedé a mano. Pero no soy tu puta, Javi.
- No, para. Para. No seas hija de puta - dijo - no sos una puta. Pero estoy en pareja y te lo tenía que decir. ¿Qué querías, que te mienta?
- No, que te lo guardes porque yo no sé para qué me decís algo así ahora, justo ahora, que no podemos hacer nada. La calentura, la flor de calentura que tenés, junto al estrés de todo lo que estás viviendo, no puede terminar en coger conmigo. Justo conmigo, además. Yo soy la última persona.
- No es calentura, solamente. Pero no te puedo ofrecer otra cosa que no sea sexo. Tampoco te podía ofrecer una relación como te merecías antes. Y yo siento que ahora podes elegir. Y tenés que saber todo.
- ¿Y quién te dijo que yo quiero otra cosa con vos? - lo miré, riéndome en su cara.
- No, nadie...
- Ok.
- Yo necesito que esto esté bien claro. Que es sexual, esto es una gran atracción sexual, nosotros nos gustamos mucjo... nos atraemos de una manera terrible- dijo - Compartimos humor y que se yo, se va dando.
- ¿Había alguna duda y yo no me enteré? - le dije, con sorna.
- Necesito que estemos seguros de ésto. Para no confundirse... - me advirtió.
- Creo que para mí está sobreentendido que, en nuestra situación, es sexo. Pero si te deja tranquilo, para mí está clarísimo.
- Bueno, yo porque no quiero que se confunda....
- ¿A quién se lo estás diciendo? ¿A mí, o a vos mismo? - me miró fijamente - Porque yo no te pregunté en ningún momento nada. Lo dí por sentado. No te dije nada del tema. Ni lo toqué porque me parece algo evidente. Está a la vista.
Javier se quedó en silencio. Suspiré.
- Creo que te lo estás diciendo a vos. Y me parece que si te estás confundiendo o mezclando, es que no estás seguro de lo que me dijiste.
- Sí , me lo digo a mí, sí - dijo, mirando para abajo - yo necesito tener ésto muy claro. Que ésto es sexo, y es hermoso, y que lo otro es lo otro. Estoy seguro.
- ¿Y quién te dijo lo contrario? - le dije, con sorna.
- Nadie - musitó - Yo necesito tenerlo claro. Esto es una deuda que tengo con vos. Y lo otro, es otra cosa. Son dos cosas diferentes. Por un lado, lo que me pasa con vos y mi relación y.... con ella tengo un recorrido, y con vos viene de antes... Todo viene de antes y.... quedó todo pendiente y no quiero vivir más con la duda...
Esa justificación en vivo era tremenda para mí, pero no por lo obvio, sino porque estaba dudando en frente mío.
-Yo tengo todo claro, para tu tranquilidad - musité - Para mí es igual. Sabes que tengo una pareja. Con vos, es otra cosa. Nadie va a dejar nada acá. No es una opción.
Me miró, fijamente.
- ¿Entonces, te decidiste?
- Sí. A no ser tu material de descarga, obvio.
Javier me miró raro.
- Javi - suspiré - Creo que estás pasando una situación super compleja, y es entendible que en este contexto, busques placer para bajar. Y que como no lo podés encontrar en la persona que tenés al lado, bueno... Busques otros puntos, digamos - argumenté - pero... yo no voy a dejar que me uses porque tu novia y vos tienen conflictos sexuales. Acepto que me cuentes tus intimidades porque podes confiarme toro. Pero creo que tenés que solucionar los temas con ella, no descargarte conmigo. Y menos, conmigo. Podes cogerte a todas pero justo a mí, con todo lo que ya sabemos, es tremendo.
- Noooo - dijo, y enseguida se acercó - ¿Por qué pensas eso, quién te creés que soy yo? Soy una persona también, me pasan las cosas a mí... Tengo sentimientos. No es por eso. ¿Por qué sos tan hija de puta conmigo? Qué lo parió - dijo, agarrándose la cabeza - Siempre pensando lo peor de mí. Siempre pensaste que yo solo te quiero coger. Como si no me importara nada...
- Por las dudas - musité.
- ¿Pero vos no tenés ganas? Siento que te estoy suplicando. No te quiero mendigar nada. Si no te gusto, ya está. Decime y no te molesto más, no me quiero desubicar.
Suspiré.
- Yo quiero, Javi. ¿Te pone contento que te lo diga? Pero que esté todo hablado me parece lo mejor. Esto es saldar una deuda, nada más, sacarse la duda... Llamalo como quieras, pero tengámoslo claro - ironicé.
- Sí - dijo - Sexo, nada más.
- Listo. Claro - musité.
Tomé un poco de vino y apoyé la copa sobre la mesa.
Se acercó a mi cuerpo, me agarró de la mano y me abrazó.
- ¿Vas a estar conmigo entonces, mh? - me preguntó - Acostémonos ya.
- Sí, voy a estar con vos, sí Javier - le dije - ¿Ya? Mmmm... No se , lo voy a pensar - lo burlé.
Javier se rió.
El resto, es el ritual ya conocido. No entiendo, de todos modos, qué falló en el acuerdo. La deuda está saldada hace más de un año y no se corrió un centímetro de su postura deseante. Aunque la verdad, es todo diferente. Mi paciencia se acaba al mismo tiempo que dudo que la vida nos reserve nuevas oportunidades de encuentros. Pienso que todo se dará como deba darse, como espero que sea lo mejor. ¿Para qué o quiénes? ¿Quién sabe?