martes, 28 de diciembre de 2021

Chau, 2021

(por Carolina Aguirre) 

(...) la gente ama las orquídeas y las rosas que son flores quisquillosas y débiles que necesitan miles de cuidados para dar una flor y yo adoro los cerezos, las camelias y las magnolias que florecen generosas en el invierno más feroz, los lotos, que salen de un pantano lleno de barro y de mugre, resilientes y hermosos, sin una sola mancha del suelo.

Cuando yo era muy chica mis padres no querían que me fuera de la empresa familiar para escribir. "Te vas a morir de hambre" "Te vas a casar, vas a tener hijos y no vas a ejercer", "nadie es guionista en argentina, es un trabajo de hombre". Y yo, que en esa época era una chica insegura y miedosa que fumaba 60 cigarrillos por día, tenia 50 kg de mas y ningún ahorro igual me tuve fe y me fui a porque sentía que si no escribía me iba a morir. No tenía celular ni internet en casa porque no podía pagarlo. Iba a buscar  trabajo a un locutorio. Mi ex marido tenía un solo par de anteojos partido y pegado con cinta porque no podíamos comprar nuevos. Pase noches sin dormir pensando cómo iba a pagar el alquiler o la luz. Nunca recibí dinero de mi familia. Trabajaba todo el día en un call-center y de noche me quedaba a escribir hasta la madrugada. 

Nunca imagine esta vida para mí. Escribir ocho meses y viajar cinco por el mundo escribiendo crónicas y libros todos los años. Sentía que esas cosas le pasaban a otros. Que a mí me tocaba fumar, ser gorda, trabajar con mi familia, casarme con un proveedor y olvidarme de ser guionista. Ahora me río sola pensando que estos viajes los pago con palabras, con ideas, con personajes que inventé yo. Sé que poder escribir es un don y no un mérito. Que tuve suerte. Pero también sé que algunos árboles, algunas flores y algunas personas tienen esa vocación de crecer encima de un templo de piedra o florecer con las ramas dobladas por la nieve y otros se mueren ante la primera helada. Me emocionan esos árboles doblados buscando la luz con sus ramas. Me hacen acordar a mí". 


domingo, 19 de diciembre de 2021

Diálogos de amor

 En la semana, pasé tiempo con mi sobrinito "bebé" que está próximo a cumplir ya tres añitos. Mi hermana y mi madre fueron hacer unas compras y antes de irse le explicaron que nos íbamos a quedar solos por un largo rato. 

Él escuchó atento lo que decía su mamá y siguió desayunando conmigo como si nada. Me hizo bien que se quedara calmo a mi lado, porque fue señal de confianza. 

- Desayuna tranqui, ***, y después de eso vamos a jugar. Yo te espero  -le indiqué. 

- ¿Me esperás? 

- Sí, gordo. Tomate todo el tiempo que necesites, te espero. Comé tranquilo. 

Mi sobrino se tomó todo su tiempo, como debe ser, hasta terminar de tomar su yogurt bebible. 

- ¿Querés? - me ofreció. 

- No, no. Gracias, mi vida. Comé, comé vos - insistí. 

- ¿Y después vamos a jugar a la pieza?  - me preguntó. 

- Siiiii.  Podemos jugar a armar un castillo si querés o con estos autos...    

- ¿Y me esperás? - me volvió a preguntar. 

- Obvio. Y te voy a cuidar, también. 

- Yo te cuido, tía *** -  me dijo. 

Y me abrazó de costado, de pronto, como un gesto de ternura espontánea.  

Es decir, una dulzura.  Cerré los ojos porque me moría de amor con su gesto y su actitud. 

- Bueno, mi amor, ¿me vas a cuidar, entonces? 

- Sí, tía. 

- La tía también te va a cuidar... 

- Ok - me contestó. 

Lo abracé más fuerte, de costado, apretujándolo todo. 

-  Ay, chinito lindo, cómo te amo por favooorrrr - le dije, mientras le hacía mimos en la cabeza. 

Me puso cara de circunstancia y sonrió.  Es muy mimoso. 



miércoles, 15 de diciembre de 2021

Sobre entrevistas laborales que tuve en 2021

Desde mayo, hasta diciembre inclusive, he tenido diez entrevistas de trabajo formal al margen de mi trabajo en negro, freelance, como Licenciada en Letras (que recientemente abandoné y fue la mejor decisión que tomé en este año). 

De algunas hablé, más al comienzo de este proceso, y sobre otras ni me molesté. Algunas de ellas tuvieron una segunda parte, en el proceso, y decantaron por otros candidatos. En otros casos, me dijeron que estaba sobrecalificada para el puesto. Y en otros casos, me eligieron dándome a cambio un sueldo de 30 mil pesos por jornada completa, cosa que no acepté, y  en otro de los casos en particular, ni siquiera terminaron confirmándome el horario de la misma cuando les devolví el contacto que ellos mismos habían iniciado. 

Como es evidente, tuve de todo en estos meses de búsqueda; y eso trajo aparejado mil y una sensaciones diferentes.  Lo que creo que me llamó más la atención de cada uno de los procesos fue, en líneas generales, la cantidad de personajes con los que me encontré. Sí, cada personaje, algunos agradables y otros muy desagradables, que me ayudaron a pintarme el panorama de búsqueda laboral en pandemia. 

El caso de los abogados de Puerto Madero fue uno de los que comenté, allá por el comienzo de la búsqueda. Dos personajes, pero de los desagradables. Creo que el par de tontos más repulsivo que conocí en 26 años. Lo peor que vi en ellos fue el desprecio y el menosprecio con el cual hablaban del trabajador y entendí que eran gente de mierda, y que por eso, cosechaban los empleados que pensaban que existían en el campo laboral.  También, me di cuenta que en ese caso yo estaba sobrecalificada para ellos. Por una jornada completa, de nueve horas, ofrecían 30 mil. 

Otro de los casos fue por un puesto administrativo en una librería full-time.  La señora en cuestión no te registraba en blanco, te descontaba el monotributo, no te daba días de estudio - recordemos que son ley - y te exigía trabajar feriados jornada completa, pero no te los pagaba. Además de las tareas administrativas te exigía la limpieza del local, la recepción y descarga de material de los proveedores y un trabajo de lunes a sábado; todo por la módica suma de 30 mil pesos por un trabajo con horarios de comercio.  ¿Querer ahorrarse las cargas sociales que implica la inscripción de un trabajador? ¿Dóóóóónde? 

Otra de las entrevistas que tuve fue para un puesto como vendedora part-time en una tienda de mi barrio. El sueldo era ajustado al convenio, eran poquitas horas pero estaba en blanco, y me servía bien para estudiar aunque no fuera el tipo de trabajo al que estaba acostumbrada. Sin embargo, me indicaron que estaba sobrecalificada para la posición y que teniendo estudios no era el perfil que ellos buscaban.   Con el tiempo, me dió igual que no me hubieran elegido, porque estaban en lo cierto: en cuanto consiguiera algo mejor, me iba a ir. 

Otra de las entrevistas fue por un puesto administrativo en una multinacional. Ése puesto sí me entusiasmaba, más que nada, por las condiciones de trabajo y el horario hermoso. Pasé por dos etapas del proceso, y aunque eligieron a otra candidata más avanzada, me quedó en el recuerdo que me preguntaron por Lingüística en plena charla, aprovechando mi formación en Letras, y les terminé hablando de Saussure. Fue súper extraño y con el tiempo terminamos riéndonos con mis padres y mi mejor amiga del asunto.  Además,  me hablaban de trenes a Europa como quien está hablando del Roca o el Sarmiento y yo ponía cara de circunstancia porque no conocía del asunto.   Gente peculiar, sin dudas, esos dos. Pensar que yo había sacado en cuotas con la tarjeta "mi ropa de entrevistas" como para poder ir acorde a las reglas de vestimenta más o menos valoradas por estos lugares...   Igual, al pepe no fue porque la ropa la seguí usando. 

Otra de las entrevistas fue grupal, para otra firma multinacional, que me permitió entender la dinámica de ese tipo de procesos. Era una posición temporal y aunque no se enfocaban tanto en los estudios como sí en la experiencia, me gustó pasar por eso para saber de qué se trataba. Por conocidos a los que sí eligieron me comentaron que si bien la experiencia en el lugar es valorable por el prestigio, el nivel de trabajo es muy muy duro por la sobrecarga, y pese a la experiencia, es totalmente agotador. 

Otra de las entrevistas tuvo lugar hace algunas semanas. Me contactó un tipo que resultó ser un influencer re contra conocido, con miles de seguidores en IG (entre ellos mis vecinos y hermanas) y que yo ni conocía.  La charla con su asistente, estuvo bien, aunque no les convenció para nada la distancia hasta el trabajo desde mi casa. Y lo entiendo, pese a que cuando me dieron la oportunidad de trabajar lejos de casa, era la primera en llegar a la oficina y no suponía un problema conmigo... Pero sí, lo entiendo. Ellos no me conocen como empleada.   

Otra de las entrevistas fue para un puesto administrativo, también, en un complejo de edificios en zona norte. Quedarme en la cola del mundo, era poco. Pero, como era una posición remota, lo consideré.  Me mandaron un mail citándome y jamás me confirmaron el contacto cuando les respondí ni dieron ninguna otra señal.  Creo que se dieron cuenta un poco tarde que me quedaba en la cola del mundo, aunque fuera remoto, porque llegaba más rápido a Misiones en avión que a Olivos en colectivo o trenes o subtes o cohetes.

Y sí. Como yo le decía a mi madre no desprecio propuestas de trabajo. Considero que las entrevistas son oportunidades y siempre me expongo a saber qué ofrecen y a destinar mi tiempo y energía porque uno nunca sabe. Quizá, lo que parece un bolazo, termina siendo algo especial.  

Sin embargo, todo este proceso, también me hizo entender que me gustaría trabajar en un lugar que comparta mis mismos valores, o al menos, que me de la oportunidad de desarrollarme con humildad en este momento de mi vida, donde considero que estoy aprendiendo, donde sigo estudiando, donde sigo adquiriendo experiencia y donde estoy en una transición de rubro, por lo demás. 

Al día de hoy, creo que una entrevista es algo así como un trailer. Uno pondrá lo mejor de sí en esos minutos, tratando de que lo miren al completo, pero el resto depende del espectador y sus expectativas.  En caso de que la película finalmente se proyecte, y veamos su desarrollo al cien por ciento, otra será la historia. 

Lo que sí rescato es que, muchos de los procesos, me dijeron cosas muy positivas sobre mi desempeño académico y profesional. Y considero que eso no es obligación de nadie, menos en una entrevista, así que lo recibo con humildad.   No obstante eso, no me dejo llevar tanto por sus palabras.  Entiendo que muchas veces pueden ser dichas desde la empatía y eso me parece más lógico sabiendo que la persona que busca trabajo va con su historial personal bajo la ropa mejor planchada o el pelo más liso. 

Eso precisamente estoy viviendo hace cinco meses y medio.  Ir con mi historia, con la más reciente experiencia, con mis valores y mi forma de ser y de trabajar, bajo el brazo,  poniendo la mejor sonrisa, diciendo siempre la verdad, siendo franca y coherente con lo que puedo dar, a la espera de recibir un tipo de respuesta que sea favorable. 

Lo que sí, es que estoy hasta la coronilla de "Tinchos ejecutivos". Ni que hubiera pedido dentro de la hoja de ruta de mi vida cruzarme con tantos, la verdad.  Pero se trata de verle el lado divertido o bizarro. Y acá, tenemos de todo. 

martes, 14 de diciembre de 2021

Poniendo en la balanza...

 El 2021 para mí fue un año muy muy difícil. No me da vergüenza decirlo aquí, en mi lugar seguro, más allá de que no haya optado por gritarlo a los cuatro vientos. De hecho, creo que desde aquél 2014 no pasaba un año tan difícil como sí fue el 2021, ni siquiera, el inolvidable 2020.  

Y, si bien en un año así lo recomendable sería no hacer balance, he tomado la decisión contraria. 

Hacer balance en mi caso particular va a residir en el intento sincero de verle el lado bueno al año. Pese a lo malo que fue, el lado bueno, algo por lo menos, chiquito aunque sea, sigue estando ahí. E ir tratando de poner blanco sobre negro, sí, aunque hayan sido vivencias agridulces, me parece que vale la pena. 

Ha sido duro, pero me di cuenta que hasta cuándo estás pasando las peores situaciones que imaginaste en algún aspecto de tu vida, lo estás pasando, es decir, que lo estás transcurriendo para dejarlo atrás en algún momento... Y me parece que, dentro de las dificultades que conlleva el pasarla mal, es un punto para enmarcar. 

También creo que algo muy bueno de este año ha sido el sostén que he tenido de mis padres.  Siempre supe que eran incondicionales, pero este año después de lo que serán seis meses buscando trabajo, francamente, entendí que lo más incondicional que conozco en mi vida son mis padres. No sólo confirmé en las buenas lo que yo creía sino que lo súper confirmé en las malas. 

Algo duro de éste año sucedió cuando personas que quiero mucho me juzgaron y me dieron la espalda, por no tener empatía suficiente, ante los momentos duros que me tocó vivir en el aspecto laboral, profesional, etc. Mucha gente que yo consideré como mi propia sombra falló en la empatía, y se despachó, haciendo comentarios innecesarios, hablando desde fuera, juzgando sin saber.  Y eso dolió, sí, pero me ayudó a darle a cada uno el lugar que le pertenece... Y lo considero algo bueno. 

Durante este 2021 también entendí que es muy necesario poner límites. Y aunque sea un poco incómodo, dado que hace a la vida que quiero vivir, está bueno. 

Entendí que los vínculos no porque sean cercanos implica que sean sanos y que, en esa instancia, no es aconsejable mi empatía. Que cuando una persona se beneficia de tu falta de límites, por muy cercana que sea, cuando le pongas los límites, se va a alejar. Y eso es inevitable. 

Entendí que los malos tiempos sirven para acomodar lealtades. Conté en estos seis meses tan duros con gente que ni pensé que me podía ayudar y me dejó sola gente que realmente daba por hecho que me iba a acompañar. Y eso, aunque también fue duro de vivir (como un daño colateral de otras pérdidas concretas) me sirvió y me ayudó a saber quién realmente está para mí. 

Entendí que a veces la gente te tiene celos, aunque uno no sea capaz de sentir celos ni de un perro tirado al sol un día donde tenés cosas que hacer. Y que frente a eso importa cuidar la esencia. 

Entendí que los vínculos a veces se transforman y terminan siendo bonitos en sus versiones posteriores, también, porque se puede rescatar el afecto, el amor y la esencia de ese vínculo más allá de todo. 

Entendí que no me quiero dedicar a lo que estudié, y lo considero algo bueno, porque no implica que no me guste o que lo vaya a dejar, sino, solamente, implica que probablemente no sea lo único a lo que me dedique. La Literatura sigue estando en mis células y la sigo amando como desde pequeña, pero ahora, no es lo único que existe en el mundo... Y está bien.  

Entendí que no tengo ni ganas de tener una pareja formal, que sigo sin querer casarme, que pensar en tener hijos me da fobia, y que amo ser tía con toda mi alma, no sólo por lo que mi sobrino es, sino por la incondicionalidad que siento hacia su persona y el profundo amor que me inspira. 

Entendí que enojarse está genial.  Que tendría que haberme enojado hace mucho, de mil formas, y que hacerlo ahora se ha convertido en un regalo. Sí, enojarse - que no es lo mismo a vivir enojado - es libertad. Y la libertad es algo más que bueno... Aunque llegue de formas inesperadas. 

Entendí que sentir aquello que parecería no se puede sentir, es válido. Que la dictadura de la felicidad de nuestros tiempos dará su frutos con personas incapaces de expresar sus emociones y que, por el contrario, quiero poder validar las mías, explorarlas, transitarlas y salir triunfante de mi interior. 

Entendí que perdí un amigo querido, y con ésta pérdida, entendí que lo que nos pasó fue que ya no compartimos nada aunque el cariño esté pero sea, más bien, una reproducción de lo anterior. 

Entendí que el mejor regalo que te puede hacer la vida es no dejar de decirle a las personas, o de demostrarles, que las querés. Esto ocurrió con una amiga de mi familia muy querida por mí, con quien una noche tuve una charla hermosa. Le dije que la quería, que siempre la iba a querer, que había sido como mi abuela , y ella se emocionó. Cuatro días después, la internaron por un colapso que tuvo producto de una enfermedad ya contraída. Nunca salió de esa internación. Nunca más volvimos a hablar. Pero en esa charla, hoy estoy segura, nos despedimos con enorme amor. Y pese al dolor por la pérdida, agradezco la oportunidad de despedirme. 

Entendí que lo mejor que me pudo pasar con respecto a Javier, fue que se hiciera lo que hizo en mayo, porque más allá de todo lo que produjo en su momento, me dió respuestas que creí no iban a llegar a mí nunca. Y agradezco que ubicó, con sus idioteces, partes de esa historia donde yo pensé que "estaba volviéndome loca", porque en realidad tuvieron que pasar siete años para entender que no, que la loca, no era yo. 

Entendí que el tiempo es algo muy valioso, que mi trabajo vale, que mis conocimientos valen y que el miedo jamás va a ser un buen aliado. 

Entendí que no tomar riesgos, y no hacer espacio para lo que verdaderamente deseamos, es lo que nos condena a soportar - sin siquiera haber intentado modificar algo - una vida  infeliz y llena de rencor. Y que esta vida, la única que tenemos, no puede convertirse en ésa clase de experiencia. 

Entendí que debo ser más organizada en ciertas cosas y eso es un desafío para mí. 

Entendí lo importante que es la salud. 

Entendí lo importantes que son los vínculos

Entendí y re-confirmé que nadie vale lo que tiene, si no, lo que es. 

Entendí que lo forzado, ni desde los demás, ni desde uno, vale realmente la pena. 

Entendí que fue sanador el post-relación que con Galeno supimos regalarnos. 

En síntesis, diría que entendí que en un año pueden cambiar muchas cosas y que se pueden capitalizar y eso está bien... Pero que es sano, no obstante esto, llorar lo que se tenga que llorar para resurgir. Tarde o temprano. Aunque parezca que no. Tarde o temprano, todo llega. 





En 2021, todo me ha costado mucho trabajo; pero puedo decir que está bien, que seguiré luchando e intentando, que no me voy a rendir.  Porque todo lo que entendí, indefectiblemente, me ha convertido en otra persona un poquito más madura que cuando este año comenzó y sé que voy a ser capaz de disfrutar las buenas nuevas cuando llamen a la puerta. 

Quizá, y sólo quizá, el año siguiente sea como un río, donde todo fluye y llega como recompensa a la larga y cansadora lucha de éste. Mientras, haré todo el esfuerzo, de corazón, para seguir soñando. Y me agradeceré, infinitamente,  que no lo que no fue para mí hasta el momento, intenté conseguirlo con todos los recursos que tuve a mi alcance cada uno de los días. Porque eso, también es valioso. 

Las aventuras, continuarán en 2022.  

Por ahora, todo es balance para terminar 2021. 

viernes, 10 de diciembre de 2021

Flashes

 Todavía me acuerdo el momento donde sentí por primera vez en muchos meses ganas de hablar consigo. Volvía en el colectivo, ya hacía frío, y era bastante de noche. Me había quedado trabajando hasta más tarde en la empresa, luego de la noticia de la desvinculación y del cierre, finalmente se acercaba el momento de disolución del departamento donde yo estaba, el último disponible, el último en pie. Se terminaba esa etapa de mi vida, a la fuerza, por motivos que no sabía entender en esos días y que tampoco entiendo del todo hoy por hoy, aunque ya no importan tanto. 

Estaba triste de una manera que no le podía explicar a nadie más que a Galeno. Eso me pasaba. Me permití pensar, por primera vez, porque así lo sentí, lo bien que me haría que estuviera presente en mi vida aunque fuera a la distancia, con su manera de saber entenderme y de saber cuidar sus palabras para no lastimar.   Pensé que me haría bien hablar con él, por su visión del mundo, por su manera de ver las cosas,   que siempre me calmaba. 

Imaginé las preguntas que me haría si yo le escribía diciéndole que necesitaba hablar con alguien porque me sentía muy triste y preocupada ese día, pese a que ya hubieran pasado meses de la noticia, porque sabía que se acercaba el final y que la desvinculación estaba cada vez más cerca.   No sabía qué hacer, ni sabía qué iba a pasar conmigo. Y aunque tenía fe en mi para pasar ese tránsito de tanto estrés,  extrañé en ese viaje en colectivo sus palabras, o nuestras palabras, en realidad.   Esas charlas mágicas de horas donde parecía que el tiempo no importaba, aunque fueran diarias, y aunque fueran de lo más mundanos nuestros temas. 

Entendí sin embargo que eso no era posible, aunque fue un entendimiento con mucha paz, sin rencores o resistencias.  Acto seguido suspiré y me mentalicé.  Pese a lo ocurrido, y al que ya no estuviera para darme sus consejos, más allá del cariño que nos habíamos conservado y de la conexión tan fuerte que teníamos,  yo todavía tenía a mucha gente que sí estaba y con la que sí podía contar en lo inmediato.  Pensé en mi familia directa, en mi sobrino y en mi mejor amiga. Y me alegré de que existieran. 

Mientras miraba por la ventanilla del colectivo y escuchaba música, reflexivamente, me dije: "tengo que aferrarme a ésto, aunque sé que me entendería mejor que nadie... Es normal que me pase, además, porque yo le contaba todo y le hubiese contado ésto y él siempre estaba para mí... Pero bueno, ya está, ojalá esté bien y esté contento". 

Galeno me mandó un mensaje dos horas después. Solo. Inesperadamente.  Hacía meses que no hablábamos.  Me dijo que quería saber cómo andaba y me pidió disculpas de antemano por si interrumpía, dado lo inesperado del contacto.  

Inesperado para él, quizá, pensé asombrada cuando leí sus palabras. Yo me sentía en conexión con algo que ni siquiera podía nombrar. 

Ese día charlamos largo rato. Le comenté brevemente que no era de los mejores por todo lo que me estaba pasando. Me escuchó y me consoló. También hicimos chistes, nos reímos y eso ayudó a relajarme.   Le pregunté cómo estaba, cómo estaba su hija, su hermano y sus amigos de antaño. Estaba por suerte todo bien. 

Fue una de las cosas más extrañas que me ocurrió en 2021. 


lunes, 6 de diciembre de 2021

Balance anticipado

 Va llegando fin de año y pienso, mientras repaso todo lo vivido hasta ahora como una película: "mierda, qué de cosas me pasaron este año...".  

Y sí, la verdad, que fue un año que yo había planeado de atenciones para mi misma, de nuevos proyectos, de nuevas búsquedas positivas, y resultó en que una de las búsquedas más constantes que abordé fue la búsqueda laboral y que, eso, implicó dejar muchas cosas de lado, para cuando cambie la marea. Tuve que dejar de lado muchos proyectos. Parte del cuidado hacia mi misma se basó en aprender a vivir con lo que me tocó para este año, y realmente, debo admitir que ha sido muy duro al principio. 

Si bien semana a semana fueron sucediendo cosas que supusieron tener que aferrarme a algo bello para no bajar los brazos (y por lo que estoy super agradecida) no puedo evitar admitir que fue duro. Porque decirlo no se trata de ser malaonda, sino, de reconocer las cosas tal y como son , permitiéndose ver el lado malo y el lado bueno. 

Al principio, sentía que mi vida era muy rara, no me hallaba en ella. A partir de la pérdida de mi trabajo sentí el peso de las limitaciones como nunca antes en mi vida las había sentido. También entendí que no todo depende de mí, de mi fuerza de voluntad, con la cual yo creía poder comandar todo lo presente en mi mundo.  Me di cuenta que la vida no es justa, una vez más. Entendí que las cosas pasan cuando tienen que llegar y en el medio hay que sobrevivir y que a veces eso cansa más que vivir. Dudé de mis creencias como jamás lo había hecho. Desconfié de mis capacidades. Me frustré más que en toda mi vida, cuando me vi fallar en todos los ámbitos posibles y tuve que respirar hondo y pensar: "esto va a pasar". Ví como "esto no pasaba". Ví que aún en los peores momentos tenés que permitirte disfrutar. Entendí que ningún ser humano conserva su esencia intacta si en los peores momentos no es capaz de permitirse disfrutar de lo que sea, con tal de recordar de qué está hecho. 

Y acá estoy.  No sé ni cómo. Ni por fuera ni por dentro ha quedado nada como estaba hasta antes de abril 2021. Y si tengo que decir algo, con toda la humildad del mundo, es que éste 2021 fue mucho más complicado para mí que el 2020 y que sólo deseo que el 2022 sea mejor. 

¿Si tiene algo, algo chiquito, que sea bueno?  Sí, obvio, parte del permitirse disfrutar es saber que por más complicado que esté todo, siempre hay algo bueno, y merecemos vivirlo. A través de toda esta experiencia horrible valoro el haber crecido. No podría ponerle palabras a todo lo que crecí en estos meses tan difíciles, pero aseguro que me permití sentir todo lo que viví y eso más allá de lo doloroso que fue sigue siendo también maravilloso. Especialmente, porque cuando termine, voy a ser mucho más fuerte y voy a estar mucho más curtida. Aunque creo que hay cosas que no cambiaré jamás, ni siquiera, porque me pasen cosas complicadas. 

Me permití hacerme cargo de mis miedos y pasar por las peores pesadillas.  Me frustré como, realmente, nunca me había pasado en toda mi vida. Comí tierra y fracasé como en 26 años no había creído que podía.  Perdí relaciones, perdí un trabajo, perdí estabilidad, perdí partes de mi identidad que me habían acompañado toda la vida, hasta este año. Me alejé de personas con las que yo no siento la misma espesura en los vínculos. Comprobé lealtades. Encontré nuevas formas de vivir relaciones y vínculos ya establecidos. Y sí, puse límites, además de que la vida me los puso a mí, a lo loco. 

Me permití enojarme y dejar de poner la otra mejilla, siempre, siempre tratando de mirar más allá de los errores de los demás, para pensar en mí. Me permití perdonar y apreciar el vínculo con alguien con quien evidentemente nos vamos a querer más allá de todo, de la forma en que sea.

 Me permití estudiar. Me permití luchar por progresar desde ese lugar, con o sin laburo formal, con o sin preocupaciones, con o sin miedos, imaginando la bonita vida que podré seguir viviendo independientemente de ciertas circunstancias. 

Me permití probar cosas nuevas, que quizás, en un momento de comodidad, ni loca hubiera hecho. Me permití corregir textos por primera vez y mostrar algo de lo que me gusta hacer. Me permití asumir mi propio sacrificio y valorar mis estudios como nunca antes, cuando pude ponerle el precio indicado y las condiciones a mi trabajo, lo que no es poca cosa. 

 Me permití estar orgullosa de mí, pese a la frustración, y entendí que ese era el mejor orgullo posible, porque no estaba basado en la perfección sino en la tolerancia de los errores.  Entendí que no hay que tener miedo de las cosas porque uno siempre tiene una tonelada de fuerzas demás, como un fondo emocional de emergencia. 

Me permití no determinar mi valor por nada externo, y seguí haciendo fuerza por creer incondicionalmente en mí, pese a los altos y los bajos, después de haber pasado por dudas como nunca antes. 

Amé a mi sobrino, amé su vocecita al teléfono, amé sus abrazos, sus besos, sus "te quiero mucho, tía", sus travesuras, nuestros juegos juntos o nuestros ratos mirando películas de Disney y quise protegerlo del mundo como sucede desde hace casi tres añitos.  

Y acá estoy, sí. Cagada a palos, pero estoy. Curiosamente, esperando por un 2022 mucho mejor y procurando soñar como quinceañera en cumpleaños aunque esté súper cerca de los 27. 

Lo que más me gusta de esta época es que hay una energía de final en el aire. Y aunque a veces los balances sean difíciles, los finales son posibilidades de saber hasta dónde hemos llegado y a todo lo que hemos sobrevivido. No logré muchas cosas en 2021, la verdad. Pero las poquitas que logré , con todo lo que pasé, las valoro el doble. Y valoro enormemente la forma en que las personas que elegí que formaran parte de mi vida me acompañaron en este trance tan difícil.  Eso incluye a los lectores manifiestos y silenciosos de este lugar, que fue de gran ayuda, y de gran sostén para mí. 

Sé que pese a lo difícil que ha sido este año, sobreviví. 

Ojalá sea este diciembre el final de un largo y duro año para mí y que el próximo me traiga calma, salud, trabajo, y la posibilidad de retomar esos sueños y estos proyectos que me ha tocado postergar.  Ojalá lo sea para todos los que están en la misma.

 Si algo entendí, además de todo lo anterior, es que todos merecemos estar mejor, sentirnos mejor, disfrutar, proyectar, desear y aferrarnos a la vida desesperadamente. De lo contrario, la vida es un espasmo. 


sábado, 4 de diciembre de 2021

Lo que valoro hoy por hoy...

 Lo que más valoro hoy en día de la gente que me rodea es la lealtad que puedan demostrar. Y estoy agradecida por los padres que tengo, agradecida por mi mejor amiga, agradecida por mi sobrino, por la gente que conocí en el pasado que de vez en cuando vuelve a mi vida para pasarme un aviso, para preguntarme si me encuentro bien, para estar ahí, demostrando lealtades que a veces me sorprenden.  Agradecida por las personas de carne y hueso que en silencio o comentando me leen acá, y me están aguantando los trapos virtuales.  Agradecida por mi terapeuta que me pasa avisos, de corazón, más allá del trabajo que hacemos juntas en sesión.  Agradecida por los conocidos que me recomiendan en mi emprendimento académico-literario y que me dan la posibilidad de hacer algo de lo que sé hacer. Agradecida por mis ex compañeras de la administración, con las que hablamos todavía y a las que tanto aprecio.  Agradecida por el te quiero mucho que me dice mi sobrino, que me paraliza la tierra de tanta felicidad en tiempos tan duros y por su sola existencia en mi vida, que me hace cada día más feliz y más feliz.  

II 

En uno de los sucesos ásperos de este año, una de mis dos hermanas, me dijo en modo recriminación: " vos siempre tenés a alguien con quien contar, claro, no vas a entender lo que es que te dejen de lado, si vos tenés a todo el mundo que siempre te acompaña".

Y quizá sea cierto, sí, tengo a mucha gente a mi alrededor y lo agradezco, aunque también sepa lo que es la exclusión y no creo que eso le suceda a mi hermana (pero eso es otro tema).  Quizá eso hayan venido a enseñarme estos tiempos; que la incondicionalidad presente en mis vínculos vuelve ahora, cuando más lo estoy necesitando. 

Y agradezco de nuevo que eso pase, más allá de todo lo otro que también ha pasado y sigue pasando. 



miércoles, 1 de diciembre de 2021

Creer

 En estos momentos de mi vida me decidí a no creer en nada ni en nadie más, si antes no creo en mí.   La posición formal es ésta: la creencia interior debe erigirse en mí como pilar fundamental para luego sostener o no todos los tipos de fe que existen en la vida.

Hoy por hoy, que crea en cosas, en personas, en situaciones, cuando "dudo hasta de mi nombre al escribirlo", es demasiado. 

Toca meter una pausa al positivismo tóxico y repensar.