El 2021 para mí fue un año muy muy difícil. No me da vergüenza decirlo aquí, en mi lugar seguro, más allá de que no haya optado por gritarlo a los cuatro vientos. De hecho, creo que desde aquél 2014 no pasaba un año tan difícil como sí fue el 2021, ni siquiera, el inolvidable 2020.
Y, si bien en un año así lo recomendable sería no hacer balance, he tomado la decisión contraria.
Hacer balance en mi caso particular va a residir en el intento sincero de verle el lado bueno al año. Pese a lo malo que fue, el lado bueno, algo por lo menos, chiquito aunque sea, sigue estando ahí. E ir tratando de poner blanco sobre negro, sí, aunque hayan sido vivencias agridulces, me parece que vale la pena.
Ha sido duro, pero me di cuenta que hasta cuándo estás pasando las peores situaciones que imaginaste en algún aspecto de tu vida, lo estás pasando, es decir, que lo estás transcurriendo para dejarlo atrás en algún momento... Y me parece que, dentro de las dificultades que conlleva el pasarla mal, es un punto para enmarcar.
También creo que algo muy bueno de este año ha sido el sostén que he tenido de mis padres. Siempre supe que eran incondicionales, pero este año después de lo que serán seis meses buscando trabajo, francamente, entendí que lo más incondicional que conozco en mi vida son mis padres. No sólo confirmé en las buenas lo que yo creía sino que lo súper confirmé en las malas.
Algo duro de éste año sucedió cuando personas que quiero mucho me juzgaron y me dieron la espalda, por no tener empatía suficiente, ante los momentos duros que me tocó vivir en el aspecto laboral, profesional, etc. Mucha gente que yo consideré como mi propia sombra falló en la empatía, y se despachó, haciendo comentarios innecesarios, hablando desde fuera, juzgando sin saber. Y eso dolió, sí, pero me ayudó a darle a cada uno el lugar que le pertenece... Y lo considero algo bueno.
Durante este 2021 también entendí que es muy necesario poner límites. Y aunque sea un poco incómodo, dado que hace a la vida que quiero vivir, está bueno.
Entendí que los vínculos no porque sean cercanos implica que sean sanos y que, en esa instancia, no es aconsejable mi empatía. Que cuando una persona se beneficia de tu falta de límites, por muy cercana que sea, cuando le pongas los límites, se va a alejar. Y eso es inevitable.
Entendí que los malos tiempos sirven para acomodar lealtades. Conté en estos seis meses tan duros con gente que ni pensé que me podía ayudar y me dejó sola gente que realmente daba por hecho que me iba a acompañar. Y eso, aunque también fue duro de vivir (como un daño colateral de otras pérdidas concretas) me sirvió y me ayudó a saber quién realmente está para mí.
Entendí que a veces la gente te tiene celos, aunque uno no sea capaz de sentir celos ni de un perro tirado al sol un día donde tenés cosas que hacer. Y que frente a eso importa cuidar la esencia.
Entendí que los vínculos a veces se transforman y terminan siendo bonitos en sus versiones posteriores, también, porque se puede rescatar el afecto, el amor y la esencia de ese vínculo más allá de todo.
Entendí que no me quiero dedicar a lo que estudié, y lo considero algo bueno, porque no implica que no me guste o que lo vaya a dejar, sino, solamente, implica que probablemente no sea lo único a lo que me dedique. La Literatura sigue estando en mis células y la sigo amando como desde pequeña, pero ahora, no es lo único que existe en el mundo... Y está bien.
Entendí que no tengo ni ganas de tener una pareja formal, que sigo sin querer casarme, que pensar en tener hijos me da fobia, y que amo ser tía con toda mi alma, no sólo por lo que mi sobrino es, sino por la incondicionalidad que siento hacia su persona y el profundo amor que me inspira.
Entendí que enojarse está genial. Que tendría que haberme enojado hace mucho, de mil formas, y que hacerlo ahora se ha convertido en un regalo. Sí, enojarse - que no es lo mismo a vivir enojado - es libertad. Y la libertad es algo más que bueno... Aunque llegue de formas inesperadas.
Entendí que sentir aquello que parecería no se puede sentir, es válido. Que la dictadura de la felicidad de nuestros tiempos dará su frutos con personas incapaces de expresar sus emociones y que, por el contrario, quiero poder validar las mías, explorarlas, transitarlas y salir triunfante de mi interior.
Entendí que perdí un amigo querido, y con ésta pérdida, entendí que lo que nos pasó fue que ya no compartimos nada aunque el cariño esté pero sea, más bien, una reproducción de lo anterior.
Entendí que el mejor regalo que te puede hacer la vida es no dejar de decirle a las personas, o de demostrarles, que las querés. Esto ocurrió con una amiga de mi familia muy querida por mí, con quien una noche tuve una charla hermosa. Le dije que la quería, que siempre la iba a querer, que había sido como mi abuela , y ella se emocionó. Cuatro días después, la internaron por un colapso que tuvo producto de una enfermedad ya contraída. Nunca salió de esa internación. Nunca más volvimos a hablar. Pero en esa charla, hoy estoy segura, nos despedimos con enorme amor. Y pese al dolor por la pérdida, agradezco la oportunidad de despedirme.
Entendí que lo mejor que me pudo pasar con respecto a Javier, fue que se hiciera lo que hizo en mayo, porque más allá de todo lo que produjo en su momento, me dió respuestas que creí no iban a llegar a mí nunca. Y agradezco que ubicó, con sus idioteces, partes de esa historia donde yo pensé que "estaba volviéndome loca", porque en realidad tuvieron que pasar siete años para entender que no, que la loca, no era yo.
Entendí que el tiempo es algo muy valioso, que mi trabajo vale, que mis conocimientos valen y que el miedo jamás va a ser un buen aliado.
Entendí que no tomar riesgos, y no hacer espacio para lo que verdaderamente deseamos, es lo que nos condena a soportar - sin siquiera haber intentado modificar algo - una vida infeliz y llena de rencor. Y que esta vida, la única que tenemos, no puede convertirse en ésa clase de experiencia.
Entendí que debo ser más organizada en ciertas cosas y eso es un desafío para mí.
Entendí lo importante que es la salud.
Entendí lo importantes que son los vínculos.
Entendí y re-confirmé que nadie vale lo que tiene, si no, lo que es.
Entendí que lo forzado, ni desde los demás, ni desde uno, vale realmente la pena.
Entendí que fue sanador el post-relación que con Galeno supimos regalarnos.
En síntesis, diría que entendí que en un año pueden cambiar muchas cosas y que se pueden capitalizar y eso está bien... Pero que es sano, no obstante esto, llorar lo que se tenga que llorar para resurgir. Tarde o temprano. Aunque parezca que no. Tarde o temprano, todo llega.
En 2021, todo me ha costado mucho trabajo; pero puedo decir que está bien, que seguiré luchando e intentando, que no me voy a rendir. Porque todo lo que entendí, indefectiblemente, me ha convertido en otra persona un poquito más madura que cuando este año comenzó y sé que voy a ser capaz de disfrutar las buenas nuevas cuando llamen a la puerta.
Quizá, y sólo quizá, el año siguiente sea como un río, donde todo fluye y llega como recompensa a la larga y cansadora lucha de éste. Mientras, haré todo el esfuerzo, de corazón, para seguir soñando. Y me agradeceré, infinitamente, que no lo que no fue para mí hasta el momento, intenté conseguirlo con todos los recursos que tuve a mi alcance cada uno de los días. Porque eso, también es valioso.
Las aventuras, continuarán en 2022.
Por ahora, todo es balance para terminar 2021.