lunes, 30 de septiembre de 2024

Al 70%

 Anoche dormí mal. Me desperté tres o cuatro veces a la madrugada. Últimamente siento que vengo durmiendo para cumplir. Que mi cuerpo no resiste y se apaga, pero que no descansa. 

Los motivos son bastante obvios así que no me molestaré en detallar. Solamente diré que el trabajo me costó, que tal y como le dije a las chicas, estaba al 70% de mi energía habitual. Y que decidí faltar a la facultad para poder llegar a casa temprano y descansar mejor. 

Trabajé mucho, como de costumbre. Llegué y me puse a leer un libro. También, le escribí a Javier y le pregunté si había tenido algún problema en su oficina porque sé que no es normal lo que pasó el otro día y que la gente del edificio lo conoce. Me dijo que estaba todo bien, que no había tenido problema con nada. Le dije que menos mal y le mandé un saludo.  

¿Si puedo ser seca pero humanitaria? Sí. Simplemente, le hice una pregunta concreta sin mala leche y por otro lado no le di ninguna devolución del encuentro. Ni toque el tema. Ni siquiera aludi al acontecimiento. Una vez que me contestó, le agradecí y me despedí. 

Después, continué relajándome con distintos rituales. Hasta ahora, donde me acuesto a dormir a ver si mí batería llega hasta 100% otra vez. 

Veremos cómo amanece mañana el ladrillo mental que es mí cabeza, porque hasta donde yo sé no funciona a Coca Cola totalmente solo porque todavía no se considera a esa bebida un combustible. 

domingo, 29 de septiembre de 2024

Quien de nosotros

 - Y me dijo que se iba a buscar una amante que no estudiara porque yo tenía que estudiar. Y ahí si que me sacó. Yo se que me lo dijo en joda, pero tiene un humor... 

- Usó una palabra distinta. Es la primera vez que la usa. 

- Justamente. Es un concepto equivocado. 

- ¿Que le respondiste? 

- Que si, que se busque una amante que no estudie. Que le diga todo que si. Que salga corriendo detrás suyo y que no lo batalle. Que yo no iba a ser jamás porque tenía una vida (...) suspiré - Esto es distinto a lo acordado. 

- ¿Por qué? 

- Ser amante es otra cosa. Implica un compromiso distinto pero que no deja de ser compromiso al fin. Construido está. Es como si el otro quisiera construir lo mismo que ya tiene, pero con vos y no renunciar a ninguna posibilidad. Pero además, se entiende que puede tomarse las mismas atribuciones. Las mismas licencias. Las discusiones inclusive, vos no sabes lo picante que es peleando. Por momentos te lo queres comer, por otros lo querés matar... Yo el otro día dije: "no, mira, no te confundas, flaco, la podemos pasar bien de vez en cuando, si los dos queremos, pero yo no voy a rifar todo por vos. No sé cómo explicarlo, pero lo siento diferente. 

- Hay un aspecto simbólico que cambia. Vos serías su amante. Es esto mismo de "yo te cuido", de que, como te dijo,  sea el quien se preocupa por mentir o por ocultar y no vos... - argumentó - Una amante entra como otra cosa más de las que son suyas. Habilita otras cuestiones. 

- Claro, pero... para mí sigo sin tener ninguna obligación con el. Yo no quiero ser amante de nadie, no quiero sostener el secreto. Una cosa es encontrarnos de vez en cuando y no hablar y otra cosa es hablar, organizar entre semana, evaluar tiempos. Dar explicaciones. Yo no quiero eso. Pero Javier es como que asimila lo sexual con lo vincular. Lo veo en lo que me cuenta. Me habla con si yo supiera el nombre del vecino, por ejemplo y el otro día le dije: "Javi, no se quién es Jorge". Pero lo ves contando ahí todo muy tranquilo... 

- Y eso hace que sea más difícil salir. 

- Sin dudas. Y más difícil de preveer. Yo le dije el otro día que no lo quiero arruinar. Que no quiero que pierda todo. Que se va a poner triste si pierde su relación, si algo llegara a pasar. 

- ¿Y qué dijo? 

- Que no me preocupara. Que no lo arruinaba. ¿Que va a pasar? Eso me preguntó. Que el trataba de no pensar demasiado en eso y que a mí no me iba a pasar nada porque él me cuidaba. Pero no lo digo solo por mí. Lo digo por el. Pero no sé, no sé cómo no lo entiende. Además, si quiere tener sexo conmigo no tiene sentido que haga esto. Por eso no lo entiendo. Sexo ya tuvimos. Ayer pasaron cosas que en mí vida me imaginé que iba a hacer. 

- ¿Cómo cuales? 

- Primero, aceptar volver juntos al barrio. Después ir a buscarlo, todo lo que pasó adentro de la oficina. O sea, nosotros estábamos en un viaje astral en la oficina del tipo, alrededor de las cosas de sus empleados. Y te juro que yo pensé "Dios, estoy haciendo cualquiera, es su oficina, no da". Pero después... Mí mente se apagó. Razonar todo todo el tiempo de una tortura. 

Mofe. 

- Cuando pierdo el control, yo no quiero estar tan cerca. Eso es lo que me pasa. No quiero compartir tanto. Y al mismo tiempo, cuando estoy cerca, una parte mia dice: "decile que si" y físicamente es irresistible lo que pasa. Vos no sabes lo difícil que es hablar para nosotros antes de tener un momento  sexual por todo lo que se juega, y lo peor, lo fácil que está siendo esa charla del después para el. 

- ¿Se lo ve cómodo? 

- Si, cada vez lo veo más relajado. La intensidad de lo que vivimos el otro día, tuvo que ver con eso, nos dijimos de todo, todo lo que queríamos hacer, de los dos lados. Y desde ahí me tocaba distinto, me buscaba distinto, era como que buscaba entender y que realmente disfrute. Pero bueno... No sé en qué se basa para él eso. 

- En compartir. Cuando se comparten cosas entre ustedes, también la intimidad cambia. Para vos también cambio. 

- Si. Estuvo mil veces mejor. Pero bueno, es más difícil salir. Prefiero que no compartamos lo cotidiano, no sirve. No le va a servir para tenerme en su mano. Quizá en algún momento yo quiero otra cosa con otra persona y compartir implica tener que explicar mil cosas. No quisiera tener que explicarle nada. 

- ¿Quedaron en algo? 

- No. Cuando me dejó en casa, me dijo "después hablamos", pero seguro es un decir. Necesito espacio. Que sea una semana más calma. Espero que realmente no me mande mensajes porque me cuesta un huevo todo... 

- ¿Qué te cuesta? ¿Pasarla mal antes y decirle que no, o el después donde sentís esto de "qué hice"? 

- Ambas cosas me cuestan. Pero me cuesta muchísimo más decirle que no. Con el si, pese a que es algo moralmente muy pesado para mi, puedo entender. Tenés del otro lado a alguien que constantemente te ofrece lo que deseas, y cuando le decís que si, es liberador. Yo me la paso aguantandome y es una tensión permanente. 

- Es lógico. El punto es que esa tensión se resuelve de una forma placentera que después te genera malestar. Es un momento de placer y otro largo de malestar. 

- Si. Eso sí. Además, no me gusta caretearla. Pero es una lucha. No voy a ser hipócrita. Yo se que me cuesta decirle que no y se que llego a un punto de dificultad intolerante donde lo único que quiero es decirle que si. Pero después, al otro día, no entiendo por qué. O como. Cómo no puedo pensar, en ese momento. Cómo es más fuerte lo impalpable. 

- Y sería bueno pensar esto, fuera de la situación, maneras de encontrar satisfacción que no tengan que estar ocultas. Uno cuando está contento le contaría a su familia, a sus amigos. Y esto si o si tiene que ser un vinculo en secreto.  Javier es tu whisky. 

-Si, lo sé. Te juro que lo sé. Entiendo eso. Y espero poder tener una semana en paz para pensarlo. Para poder probar no hacerme mierda. 

sábado, 28 de septiembre de 2024

Marido

 Mientras volvíamos a nuestro barrio, con Javier, charlamos de muchas cosas. Entre ellos, de conocidos en común, que salieron a flote cuando fuimos sacando temas diversos. 

En eso estábamos, cuando le mencioné al Ingeniero (mí amigo de ese grupo, el contacto más entrañable que me quedó) y le comenté que gracias a un aviso de él yo había adoptado a mi gato. 

- ¿Ah, si? ¿El te dijo? - me preguntó - ¿Seguís hablando? 

- Si. Me respondió un mensaje que publique y me pasó el dato que lo habían publicado al gordo en la historia de una veterinaria. Y bueno, si no fuera por el, no habría historia. 

Javier asintió. Seguimos hablando, pasamos por mil temas. Hasta que me lo preguntó: 

- ¿Así que seguís en contacto con ****? - observo. 

- Siii. Es muy buen tipo. 

- Si. El otro día lo vi con una chica... Que no era ***. Se separaron. 

- Si si, sabía. También sabía que está con una señora. Lo veo súper bien. 

- Con una chica, como una señora... 

- Ay, no, no lo digo por eso... Me refiero a que está con una chica de su edad, una... señora... pero para mí. Es divina la mina. Lo veo más feliz. 

Javier se rió.

- Si, yo lo vi más suelto. Vestido de otra forma. Más pendejo - observó. 

- Si, si, está más facha. ¿A vos no te parece que tiene otra expresión? 

- No sé, no lo vi tanto. Pero me la encontré a *** en el supermercado y me dijo que se habían separado. Que se llevaban bien. Y la verdad, eran muy distintos. 

Me reí levemente. 

- Si. Se habrán encontrado con los hijos grandes y esa sensación de no querer pasarse la vida así. Es normal. No los uniría nada. Yo creo que él ganó. 

- Puede ser. La otra vez me los crucé el la cancha. 

- Claro, ustedes se ven fija ahí... 

- Si, estaba con los hijos, el. 

- Si, el nene está enorme. La piba no se, no me doy, no me bancaba mucho. Yo tampoco a ella. 

- ¿Por qué no te bancaba? 

- No, porque un día la escuché hablando porquerías de mí. A ella y a la madre. 

- ¿En serio? - me preguntó. 

- Si, te juro. Fue incómodo, me pareció feo porque yo siempre respeté... Pero bueno, en realidad nunca me di con la piba. Ya fue. 

- Y no, si es un barrabrava esa piba - dijo, crispado - ¿Que te vas a dar vos con ella? 

- ¿Cómo un barrabrava? - me reí. 

Javier se carcajeó y puso cara de pícaro. 

- Cuando me los crucé en la cancha, me saludó, me presentó a un pibe - dijo , sin reírse - y me dijo "mí marido" - modificó la voz a la de un barrabrava. 

Largué una carcajada. Javier se rió. 

- Qué hijo de puta que sos - me reí - ¿Cómo te dijo, cómo? 

La imitó de nuevo. Me desarme de risa. 

- Ahora cuando la vea me voy a acordar de eso, Javi. Basta. 

- Si, pero si me dijo así. 

Suspiré. 

- El día de mañana, me llegas a ver con mi marido y te lo voy a presentar diciéndote "mí marido" y nos vamos a reir fuerte - lo imité. 

Javier se rió, pero no tanto. Se quedó callado. Miro para adelante y no me dijo nada más del tema. Lo cambiamos inmediatamente después de esa broma al tópico político. Bien serios. Analíticos. 

II. 

Cuando llegamos a casa, le advertí que no me dejara en la puerta, porque a eso amagaba. 

- ¿Otra vez con eso? - se quejó, sonriendo - ¿Te van a decir algo si te traigo? 

- No, Javi. Solo que ni quiero que me vean con vos. Yo no doy explicaciones de nada. No quiero preguntas. 

- Pero qué tiene de malo. Podes decir que nos encontramos, que te traje... Que vinimos juntos del centro... ¿Qué tiene? 

Lo miré. 

- Arriba tuyo me trajiste, dale, Javi. No seas gracioso. Acá está bien. Gracias. Prefiero que no te vean conmigo. Yo soy una persona súper discreta con algunas cuestiones. Es mejor. 

- No, bueno, eso no lo cuentes - se rió - pero lo otro si. Así te dejo en la puerta. 

- No, no voy a contar nada - le sonreí - Ni pienso hacer referencia a tu persona. 

Nos reímos levemente, nos miramos . Javier suspira y me manotea. Yo elijo que el beso de despedida sea en la mejilla. El duda en el encare y es entendible pero no está justificado.  Me abraza con uno de sus brazos y yo le acaricio levemente la cara con mí mano. 

- Hablamos -  dice. 

Mientras camino, pienso que Javier está queriendo saber demasiadas cosas de mi vida con pelos y detalles. Y que eso no me termina de gustar, siendo sincera. No tengo problema en hablar del clima o de los gatos con el, pero si tengo muchísima resistencia a conocer(nos) de nuevo. O quizá, como nunca antes nos habíamos permitido conocernos. 

¿Pero por qué será? ¿Cuál es el sentido? ¿Qué gana? 

Sinceramente, no lo entiendo. 

viernes, 27 de septiembre de 2024

La trama oculta

Me despierto y lo primero que resuena en mi mente es: ¿pasó? Sí. Pasó. Eso también me lo confirmo a mí misma. 

También me lo confirman los pequeños chichones en la cabeza. Cuando me toco la cabeza en una reunión, los descubro. ¿Pero por qué me duele acá, que pasó?" , me pregunto. A los segundos, la imagen vuelve a mi mente. Qué pregunta estúpida que me acabo de hacer aunque sea retórica. 

Javier me apoya contra una de las paredes de su oficina. Mí cuerpo rebota levemente contra esa superficie. Apoyo la frente contra la pared y el me abraza. 

- ¿Vos estás seguro? - le pregunto. 

- Si - me responde y me besa el rostro, como si quisiera confirmarlo. 

Es la primera vez en mi vida donde no me importa si estoy parada, sentada, ni donde estoy. Eso me aterra, porque no soy así habitualmente, pero al mismo tiempo, me libera... porque no soy así habitualmente. 

Me acaricia las costillas, saca de lugar el corpiño que tan justo le tocó en la lotería de mi lencería y con las dos manos, se ocupa de ellas.  Siento placer. No puedo evitarlo. Lo siento y esa corriente me inunda. Me muevo, despacio, y golpeo despacio la frente contra la pared. No me duele nada, mucho menos me imagino que me va a doler este moretón invisible. Me agarra del pelo como me gusta, entierra su mano en mi pelo con ese balance entre actitud y tensión y me acaricia las lolas, de nuevo, atento a la respuesta. Mí respuesta es totalmente sincera. 

- Toda te voy a tocar ¿sabes? - me dice. 

- Si. Lo sé. 

Dios. Ya sé que quiere hacer, me lo viene prometiendo hace semanas. Quiere tocarme. Ya me lo dijo y me repitió pero... Esto es distinto. Cómo lo hace. Me busca, lo prepara, está atento.  Me tiene realmente entre sus manos y su cuerpo, ahí encerrada, en esos momentos. Me besa, me susurra cosas, me respira.  Yo disfruto sin poder controlarlo, sin poder ordenar nada. 

- ¿Por qué te resistias? ¿Mmh? 

- Porque siempre me voy a resistir, aunque lo quiera-  lo burlo. 

Javier se ríe. Me empuja suavemente y me acaricia sobre la ropa interior.  Me mata eso que hace. Me encanta. Realmente se lo ve más tranquilo, su técnica es muy efectiva. 

- ¿Para que, si lo querías? 

- Porque me encanta llevarte la contra. 

Se ríe. Me besa la mandíbula. 

- Disfruta. No me lleves ninguna contra. Vos disfruta.

Nos decimos algunas cosas más. El diálogo es distinto pero existe. Javier humedece sus dedos, de la mano que tenía vendada antes, esquiva mi ropa interior y me toca. Me sorprende lo bien que lo está haciendo, lo mucho que entiende ahora mi cuerpo, la forma de tocarme, el ritmo, la intensidad. 

Gimo. Obviamente. Yo se que quizá no es el mejor lugar, pero no me importa. No tengo espacio en la mente para que eso importe, si en ese solo instante Javier hace casi que no pueda recordar el nombre que me pusieron.  Siento todo. Javier se pone contento con esas devoluciones salvajes y sigue subiendo escalones conmigo. Yo se que estoy cerca, me doy cuenta, me doy cuenta y es el orgasmo más anhelado. Javier también. Entonces, es como si me diera la mano y subiera conmigo de nivel. 

Lo hace mejor, más fuerte, más intenso, y llega conmigo a la meta. Me sostiene unos instantes. Me besa la nuca, y me pregunta: 

- ¿Estás más relajada ahora, mhhh? - me preguntó mientras me recuperaba. 

Asentí, sonreí y vi el gesto triunfante en su rostro. Me mira fijamente, se chupa los dedos como si acabara de comer un postre buenísimo y sonríe. Mofo. No puedo creer que me saborea. Cómo disfruta algo tan íntimo y único.  Me hace poner colorada. Más de la cuenta. Es un rebelde. 

Sin dudas, le voy a devolver el punto. Le pido que me deje, que se relaje y me deje a mi. Pedirle así las cosas es también habilitarlo a qué reciba. Me explicó que necesita dar y en ese momento esa explicación anterior adquiere un valor. Esto lo vamos a hacer. 

- ¿Me vas a... ****? - pregunta. 

- Un poquito. Si vos decís que si - le aclaro. 

- Yo te digo todo que si  - me respondió. 

Me río. 

Javier suspira, mofa, me dice cosas con su voz solida yo avanzo y disfruta. No quiero que cumpla con nada de llegar o no llegar. Solamente quiero que disfrute.  Le hago un chiste, igual que el que me hizo hace un ratito y,cuando se ríe, aprovecho que se relaja para subir consigo los escalones de su escalera. 

Me gusta su técnica para eso también. Se anima a otras cosas que yo quería probar pero no me animaba a proponerle a nadie. Maneras, específicamente, y con eso me sorprende. Es como si su lado oscuro hiciera contacto con el mío y ¿cómo es que nunca antes me había permitido vivirlo de esa forma, hacer lo que deseo, más allá de quedar bien o mal frente al otro? 

Javier disfruta. Alternamos la técnica. Eso es interesante. Cosas inexplicables hacen acuerdo entre nosotros y llegamos. 

Queda jugadísimo y me mira antes de la muerte pequeña. En cuanto se recupera, mofa y relaja. Después de un momento, cuando estamos por salir de la oficina, Javier se estira más relajado y me pregunta si me gustó. Lo miro y le digo que si. El añade que le gustó y mucho. "Concha de la lora", musita, como lamentándose de esa circunstancia y ríe. Lo entiendo. Yo también lamento ese placer que genera alguien como él. Sonrío. Siento que es el momento de irnos. 

- ¿Vamos? - le pregunto - ¿No te olvidas nada? 

- Esto. Necesito estos documentos para leer. 

Bajamos por el ascensor. Alcanzo la puerta de calle que me deja una chica, abierta, como una salida a la civilización. La dejo abierta para que Javier pase, pero él la toma y me deja pasar primero.  Me pasa los documentos por un momento y yo se los llevo mientras acondiciona al perro para volver a Provincia. Vamos charlando y la buena convivencia se da entre nosotros. Pero justamente eso es lo que hoy en día me genera más incomodidad. ¿Que hacemos nosotros, qué mierda hacemos ahí charlando como si nada?  Ya me cansé de contestar esa pregunta. Llevo diez largos años pensando si hacemos o no, por qué o para qué. Desde esa perspectiva, diez años después, me parece impensado estar acostándome con Javier ahora. 

Cuando dejo de repasar mentalmente la situación, concentrarme en la reunión se hace difícil. Muy. Menos mal que es de Marketing, que va a haber más y que no tiene nada que ver con mis funciones... De otra manera, hubiera necesitado reagendar. 

jueves, 26 de septiembre de 2024

After office

 *Mensaje de Javier* 

- ¿Cómo anda usted? 

- Bien. ¿Vos? 

- Bien. Hoy tengo reunión con mi hermano y mí primo por mí tía. ¿A qué hora salís? 

- Me alegro - le contesté - A las cinco y media. 

- Para las 5 ya estoy. ¿Querés que volvamos juntos, charlando? 

- Dale. Pero me vas a tener que esperar esos veinte minutos y vemos dónde nos encontramos. 

- No hay problema. Te espero en la oficina. 

- Ok. Más tarde nos vemos. 

II. 

Toco el timbre después de caminar algunas cuadras desde mi oficina a la suya. 7D. Javier me abre desde arriba y el portero me mira con cada de circunstancia. Estoy vestida con un blazer negro, una camisa y un pantalón negro ajustado. Llevo mochila y cartera. 

- Buenas tardes. Voy al 7D. 

- Buenas tardes. ¿A quien vas a ver? 

- Al Despachante, Javier ****.

- Ah, si, pasá - dice. 

Me subo al ascensor pensando que referirme a Javier como el Despachante, me parece extraño pero no deja de ser efectivo.  Me bajo del ascensor después de chequear mí apariencia en el espejo y cuando salgo, Javier me está esperando con la puerta abierta. 

Escucho su voz, hablando con su perro, y me da un poco de gracia. Trata a los animales con mucho amor y Pepe parece su compañero de oficina. 

Lo saludo con un beso en la mejilla, algo parecido a un abrazo y me sonríe. 

- ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue hoy? - me pregunta. 

Lo miro, y camino por la oficina observando los puestos de los otros empleados. Sus escritorios. No hay nadie más que nosotros dos en ese espacio que sin embargo parece comprimido por una tensión insostenible. 

- Bien. Un poco cansada, un tuve un día duro. Me quedo sin jefa la semana que viene y hay mucho trabajo que tengo que adelantar. 

- Uy, estás hasta las manos. También se me va mañana Jesi. Estoy terminando unas cosas , así las cierro. A las corridas. 

- ¿En serio? 

- Si, una cagada. 

- ¿Que va a hacer? 

- No sé. Pero hace muchos años estaba acá. 

- Si, yo la conozco.... Desde la época de la primera oficina. 

- Claro. Hace doce años que está. 

- Bueno, ojalá que le vaya bien. Y que vos consigas a otra persona. 

- Si, voy a ver eso.  ¿Me esperas un minuto más? Ya ya nos vamos, te lo prometo. ¿Querés algo para tomar? - me ofrece. 

- No, tengo agua - se calza los lentes, es la primera vez en mí vida que lo veo con lentes aunque sabía que los usaba, y teclea - Yo te espero. Hace tranqui, vos. 

Se levanta y guarda papelitos para completar un despacho. Me mira. Se me seca la garganta. Busco la botella de agua que tengo en la cartera con agua mineral y lo miro mientras tomo. Javier está ejecutando su rol y le doy espacio. No le digo nada. Su perro me huele y mueve la cola, aunque no está seguro de mi presencia. 

Junta esos papeles del escritorio y va a su oficina personal después de un momento. Es la segunda oficina que le conozco en mi vida. Esa idea se cruza por mi cabeza y me aterra la naturalidad con la que lo atraviesa. A una llegué con 19 años y más amor que cuerpo. ¿A esta, como llego? Con 29, caminando desde la mía, con una tensión interior que en letra chica odia a ese tipo y sus prácticas izquierdistas de la misma forma en que lo desea y no puede manejarse bien cuando insiste.  Suspiro. Observo todo en la oficina, hasta el más mínimo detalle. 

- Vení, vení - dice - Pasa. Y escucha ¿vos podes trabajar sin ella, todo bien? 

- Van a tener que buscar un nuevo gerente financiero. Puedo hacer foco pero no tengo control de decisiones. 

Me apoyo en el marco de la puerta, a mirarlo. Ordena todo en su oficina personal. Tiene un gran escritorio, lleno de papeles. Una computadora. Muchas carpetas con despachos. Yo continuo en silencio para no desconcentrarlo. No quiero que se olvide nada. 

Agarra más documentos y pasa por mí lado, concentrado. Me acaricia la cintura pasando una mano por mi camisa y sonríe. 

- Ella, ella - musita. 

Lo miro, tomo mas agua y sonrío. Deja todos dos papelitos dentro de una carpeta, junta las llaves y nos miramos por un instante donde no lo duda mucho. Se acerca, me abraza y me toca el pelo. Cierro los ojos. Me suelta brevemente: 

- ¿Estás enojada? 

- Si, un poco. Sos un exigente de mierda. Me rompiste los huevos mal el otro día. 

Javier se rió a carcajadas. 

- Perdón. Yo te jodo. ¿Que iba a pasar si venías el domingo? Era un ratito. Te podías relajar. 

- Vos pretendes que yo esté para vos y no estudie, además paso lo que te conté en mi casa, tenía que estar. Te lo avise. Tenés que entender que yo puedo ir detrás tuyo. 

- Ya se, vos estudia. Perdón. ¿Cómo hiciste? 

Me sorprendió la pregunta. Digo, ni siquiera la esperaba. 

- Bien. Te lo dije porque después podíamos ver si nos veríamos o no. Vos sos el que quiere que vaya, pero a veces no tengo tiempo ni para respirar. Te dije que nos podíamos fijar. No te dije que no. 

- No es por eso de andar atrás mío, te digo eso porque tengo una vida, yo. Diossss. Se me complica. No te enojes. Por favor. No peleemos. 

Se me queda mirando, callado. Lo miro. Se quiere reír. Yo también me quiero reír. 

- Yo sé mejor que vos que tenés una vida. Por eso soy así. Te detallo horarios. Segmentos. Horarios segmentados, bah para que entiendas la situacion. 

- ¿Me detallas queeeee? 

Me sonríe. Me abraza. Me acaricia. Lo huelo. El olor a Javier es de las cosas que más me atraen de el. Es olor a su ropa, a su piel, a todo lo suyo. 

- Segmentos - le digo y me río, me acaricia suavemente y juega con mi camisa. 

- No sé te ocurra sacarme la ropa y menos en modo bruto, porque te mato - me rio, pero no dejo de decírselo - Es ropa delicada. No rompas nada. 

Javier se me pega y dice: 

- Nunca te había visto así. 

- ¿Te gusta el look, eso decís? 

- Si, me gusta - dice y me acaricia - ¿Podemos sacar el bleazer? Es muy delicado, este. Quiero que te relajes. 

Me rio. Tiene razón, aunque esté picandola. El bleazer es de los más delicados que tengo, así que me lo saco y solo queda una camisa como límite entre sus manos y mí cuerpo. Javier me acaricia y me mira como si fuera suya. Me cuesta mucho sostenerle la mirada. Es tan grande el deseo que veo que me hace poner colorada, que me hace sentir cubierta por un manto de su energía. 

Me agarra del rostro con sus manos, y pasa el filo de su lengua por los labios. Juega. El malparido juega. Y yo por primera vez me siento muy bien entendida. Me río y lo avanzo.  Con eso, un gesto sutil, ganó el punto. 

Es un momento. Un momento donde me empuja suavemente contra una de las paredes de la oficina y se que está vez será memorable. Lo veo más seguro y más intenso, más salvaje y eso me hace sentir más deseo. De pronto, lo entiendo: ese hilo fino de ferocidad Javier lo tiene entrenado ahora y va entendiendo como me gusta, y es tremendo pero eso que yo no supe explicar a otras personas en casi 30 años, este lo entiende. Este entiende bien el límite entre el erotismo, el lado salvaje y el sexo respetado. 

Me besa el rostro, mientras me susurra cosas y me doy cuenta que estoy apretando las manos porque la botella de agua que por suerte está cerrada, y todavía tengo en una de ellas, cruje.   La revoleo suavemente. 

Javier me agarra del pelo, como yo quería. Me alcanza desde atrás y me acaricia con la otra mano. Noto que tomo en cuenta los puntos, que algo integró.  Me desabrocha parte de la camisa y remueve la lencería de encaje delicado que llevo, como siempre, porque amo la ropa interior delicada para todos mis días. Pero este momento no es como todos los días. Y ambos lo sabemos. 

Javier me tiene arrinconada. Lo estoy disfrutando. No me deja ni siquiera sacarme la identificación que corre para atrás, tirando un poco de ella, para hacerme reír. Lo consigue. Y sencillamente, aunque escucho el plastico de la tarjeta paseando, no puedo frenarme. Yo ya perdí los estribos, Estoy cagada, pero si, los perdí porque disfruto de lo que pasa. El tipo me desviste parcialmente en su oficina personal y corre camisas, identificaciones, y todo empieza a pasar. Mis manos bajan como tentáculos. Ni yo sé cómo hago, pero enseguida ubico el foco de mi interés. Lo toco y ya no me la complica con cuestiones de yo te doy, sino que compartimos el ida y vuelta. 

- Me dejas tocarte, muy bien - musito. 

Acomoda mí cuerpo, con firmeza.  Me acaricia las lolas como para hacer de mí una persona rendida y suspiro en consecuencia. Me destrona. Me hace sentir cosas en una intensidad y con una rapidez extraordinaria. Ya estoy excitada, muy, y me asombra.  Me siento en otro planeta. 

- Toda te voy a tocar ¿sabes? - me susurra. 

- Si. Lo sé - le contesto con humor. 

Javier se ríe. Me aprieta más. Me agarra más del pelo y lo fundamental, me deja tocarlo todo lo que quiero.  Me deja recorrerlo. Me deja buscarlo. Por primera vez, no se siente culpable por recibir a la misma vez que da. Cuando me deja, me siento cómoda. Compartimos el mando. Y nos empezamos a buscar y a despertar en niveles más profundos. 

Mientras continua acariciándome todo el cuerpo que tiene disponible, y buscando que me rinda a sus formas, hace algo que me destruye. Corre un poco mis pantalones negros. La tela elastizada no se le resiste. Juega un poco, superficialmente y se lo que quiere. Me lo ha venido diciendo en las últimas semanas. Disfruto. Mi cuerpo no se resiste. Lo dejo. Lo dejo tocarme. Lo dejo que se sienta mejor cumpliendo algo que desea. 

Aplicado, se chupa los dedos y corre despacio mi ropa interior, para darme muy placenteras atenciones.  Lo que siento cuando me toca es impresionante, me tiemblan las piernas a medida que avanza. Creo que no puedo precisar el tiempo en el que voy a poder resistir. ¿Cómo puede ser que quiera reventar en tiempo récord?  Sigue tocándome. Lo hace muy bien. Es la mejor de las veces. 

Gimo. 

- Disfrútalo. Déjame tocarte. 

- Recuperaste las dos manos, ya se para que las querías usar. 

Javier me gruñe, divertido. 

- Si, necesitaba las dos manos para tocarte. 

Su mano húmeda se siente cada vez más potente. Siento que no puedo controlar mi cuerpo, que le reponde con exclamaciones. Mientras me toca, logra llevarme donde quiere. Lo logra. Me diluye. Tengo un orgasmo de esa forma y me deja temblando, con las mejillas sonrojadas y sintiéndome agitada, mientras me alienta a que disfrute. 

- ¿Estás más relajada, ahora? ¿Mmh? - me susurra al oído mientras me recupero. 

Lo miro y asiento, sonriendo. Me mira fijamente sonriéndome y se chupa los dedos, victorioso, para sentir algo tan mio que me desquicia.  Mofo. No puedo entender cómo acaba de hacer algo así. Pero lo hace. Me saborea.     Y sonríe. 

Me recupero, rápido y avanzo. Ahora quiero empatar el punto. 

- Déjame a mí - le pido. Javier acepta. 

Y me deja todo lo que puede. Disfruta. 

- Por Dios - dice. 

Lo toco y lo miro. 

- Ya nos vamos, te lo prometo - le repito. Es un chiste obvio. Se ríe. Se relaja. Y yo aprovecho eso para aumentar la intensidad de la repercusión. Justamente logro el cometido unos instantes después.  Javier tiembla, complacido. 

Le doy un momento para recuperarse mientras yo me recupero y se respira otro aire. 

Javier me dice que tiene algunos elementos de tocador por si quiero arreglarme, pero le digo que no hace falta. Saco mí neceser y todo lo necesario. Me arreglo el pelo, el rostro, y la camisa. Me acomodo la identificación. Mientras, el me mira fijamente desde el baño y después se pone a juntar todos los papeles. 

Cuando ambos volvemos a la normalidad, y a la civilización conflictiva, se estira complacido en su semblante y me dice: 

- Ahora si, voy a afrontar esa conversación de otra manera. Mucho más motivado me siento - sonríe - ¿Te gustó a vos también? 

- Si, Javi, fue un after office muy particular - le respondo con sorna. 

Sonrío. 

- Es verdad eso - reconoció - me gustó este after office. Mucho. Concha de la lora - dijo y me sonrió. 

Cuando salimos del edificio, junto a su perro, lo hacemos charlando de cosas que pasaron en la semana. Nadie parece notar lo que acaba de pasar en esa oficina. Y menos mal. Javier me tatuó en una de esas paredes y fue épico. Memorable. Pero hay que salir de nuevo a la civilización. 

Ni siquiera nosotros parece que lo notamos , porque nos manejamos con naturalidad. Hablamos sobre cosas que habíamos mencionado. Viajamos juntos hasta provincia de Buenos Aires, charlando en el auto y en compañía de su perro. Charlamos un montón porque la hora pico es un hecho y parece normal el hecho que acaba de ocurrir. Hablamos de todo, menos de algunas cosas. Javier, en relación a otras veces, habló muchísimo más.  Hablamos de gente en común. Le comento cosas que en otro momento, sobre esa misma gente, no había podido decirle. Hablamos de politica. De mí trabajo. Del suyo. Me pregunta muchas cosas y le cuento. Hablamos en un nivel de confianza mucho más claro que otras veces, aunque no nos tiramos dardos.  Vamos comiendo golosinas, escuchando música y viendo el atardecer. 

Javier se queja del tránsito. Lo miro. Hay cosas que no cambian. Aunque cambie todo. Saco mi celular para mirar una cosa y le hago un comentario cuando noto que lo está mirando. Quiere ver con quién hablo. Suspiro y lo guardo. Hay límites que debemos mantener. 

 Suena un tema de Virus de fondo. Lo canta y yo lo canto. Luna de miel, Luna de miel. Me mira sorprendido y me dice que no sabía que me gustaba Virus. Le digo que si, que lo pongo para todos en la oficina y que las chicas me joden cariñosamente y me piden que ponga a Tini porque ella es de mi edad. Javier sonríe. 

Cuando me deja en la esquina de casa, me ayuda con la mochila que se traba como siempre. Se queja porque no me puede dejar en la puerta y por vez número mil le explico que no quiero que me vean con él.  El se ríe. 

- Como siempre, un displacer verte - ironizo - Chau. 

Javier me da un beso, algo parecido a un abrazo y yo lo agarro de la cara fugazmente. Se ríe. 

- Chau. 

- Suerte con tu charla familiar. 

- Hablar de salud es una cagada. Pero me gustó todo el resto. 

Sonrió y le sonrío. 

- Chau. 

- Hablamos - dice. 

Y se va. Yo también me voy. Es el momento de llegar a casa. Buscar el termo, el mate y sentarme a bosquejar esto mientras se calienta el agua para bañarme.

No sé. De pronto, mi vida cotidiana se tomó licencia y apareció un jueves digno de una novela erótica. Lo escribo para dejar asentado que esto también paso. Esto y todo. 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

La aptitud del amante...

- ¿De dónde saliste? - le pregunté. 

Javier me mandó mensajes, una vez más, ayer a la noche para preguntarme cómo me había ido en el parcial.   Hace días además que viene mandándome mensajes y es hasta esperable que sienta que me está interrumpiendo constantemente, metiéndose por la ventana en una vida porque no le dan las pelotas para meterse por la puerta. 

Me está costando mucho digerirlo. En especial, porque no puedo expresar mi agotamiento con nadie, porque no puedo charlarlo con otros, porque no puedo entender cómo está llevando adelante esta actitud de amante. Me mostró tanto de él estos días, que me espantó. Increíblemente, me espantó. 

Es algo que me tiene bloqueada la cabeza, esa idea. Me horroriza lo que pretende hacer, jugar a la doble vida, hacerse el preocupado. Creo que no tolero tanto su presencia ahora. Es como si se hubiera convertido en una versión más exigente de si mismo, más demandante, pesado. Y no puedo tolerar esa versión de él. Me es imposible. 

Además, me siento cansada. En el correlato cotidiano, el tipo, me molesta. Casi no tengo tiempo para respirar y resulta ser que cada vez me escribe más. Y por raro que suene, todo eso se aleja más de lo que quiero de él y me hace desearlo menos. 

- Nací en *** - dijo haciéndose el gracioso. 

- ¿Quién te enseñó a querer intimar así con las mujeres? - le pregunté. 

Es que Javier, a veces, es un tipo muy corriente. Muy poco virtuoso. Muy del montón en muchas cosas. Vulgar, para qué no decirlo.  Y a mí ese lado suyo no me seduce ni un poquito. Entonces, le pongo algunos puntos en claro. Cada vez esa idea de que esté o no, de que se tome o no a mal las cosas, empieza a importarme menos.  Hay una especie de paz superior que necesito y no incluye personas que me lastiman o me hacen renegar. 

Me doy cuenta mientras hablo con el. Ya no tengo la paciencia inicial. Me aburre, me pone tensa, no disfruto su cercanía todo el tiempo. Ya siento que se quiere embarullar conmigo y eso me espanta. 

Entonces, responde: 

- Yo no intimo por teléfono. Cuando nací, había televisión blanco y negro - dijo - Eso te pasa por meterte con viejos. 

Largué una risa, para qué mentir, aunque arremetí, porque después de la risa sobrevivió el rechazo: 

- Eso le pasa a usted por desconocer la innovación tecnológica - pegué -  Y esto te lo digo con todo el respeto del mundo, pero no podés pretender que todo sea para vos, yo no funciono así, a mi deseo hay que mantenerlo vivo. Todo el tiempo está la exigencia, el pedido, la demanda, pero ¿y lo que deseo yo? Si te sirve de algo saber por qué, no me excito por generación espontánea, no me excito si no recibo, no me mantiene interesada tener que darle al otro permanentemente si el otro no dá. Entiendo que quizá no te interesa, y si es así, está perfecto.  Pero también me parece que, si no, había que avisártelo. 

Javier escribió y borró y escribió y borró durante diez minutos. Me dió un largo párrafo de argumentos del estilo: "vos sabés mi situación", "soy de otra generación", "no sé cómo manejar el ocultar situaciones de forma habitual", "no estoy acostumbrado a usar el teléfono para estás cosas", "no sé cómo hacer, soy de otra generación y me cuesta". 

Y  mi respuesta fue, simplemente: 

- Bueno. Si otra fuera tu situación, te tendría paciencia y sería más humana con vos. No es el caso. 

Se la debía. Obvio que se la debía. Después de como me complicó la tarde de estudio el domingo, mandándome de a seis mensajes seguidos, no le iba a dejar pasar una. Aunque Javier me dijo que quería saber cómo me había ido, porque no me había dejado estudiar y me deseo éxitos, no se lo perdoné.  Por eso, a la primera, contesté con acidez. 

- Vos pedís mucho, pretendes mucho, pero no aportas. ¿Con qué la estás picando? 

- ¿Picando? 

- Si, Javi. A veces siento que no estás siendo lo suficientemente demoledor conmigo. 

- Para, diablo - dice - Sos tremenda. Espera. ¿Todo el tiempo querés hacer de todo, vos? 

- ¿Ese es mi sobrenombre? Me siento cagada a pedos. Pero es la verdad... Vos sos el que demanda. 

- Es otra mi situación y mi edad, señora. Disculpeme.  Espero que, si se nos dan las cosas, pueda hacer todo como usted se lo merece. O al menos, intentarlo. 

Me manda stikers para meterle humor al ácido intercambio y le respondo con otros. Los míos siguen en el mismo sentido. 

- Descansá, Javi - me despido. 

Me agota, pero además, me aburre tener que decirle todo. No me cautiva, ni me genera expectativas lo que hace si lo hace en demasía. La clandestinidad es su problema. La mentira es su problema. No va por mi órbita. Y se lo hago saber , ahora usando una nueva estratégica, saltándome los filtros, dejándole bien claro las cosas. Eso no quiere decir bajo ningún aspecto que yo acepte nada, sino, simplemente, que él no la va a tener tan fácil. ¿Será que así finalmente consigo que se rinda, que abandone esa posicion de yo me las sé todas? Lo veré con el tiempo. 

- Vos también descansá.  Te mando un beso. Espero poder encontrarme con vos en la semana - me dice. 

- Un besito - le respondo. 


lunes, 23 de septiembre de 2024

Finalmente, a descansar

Es increíble lo condicionante que puede ser en mí estado de ánimo rendir parciales. Recién llego de dar el último de los dos primeros del cuatrimestre y siento como si me hubiese sacado una vida de encima. 

El viernes rendí uno. Hoy rendí el otro. Después del particular finde que pasé (temas familiares feos, cumpleaños familiares lindos y el agregado de Javier) fue una odisea para mí enfocarme. Pero no lo deje de intentar en ningún momento. 

Ayer domingo me termine durmiendo cerca de las dos de la madrugada para compensar el tiempo de la secuencia con Javier y hoy me desperté hoy a las cuatro de la madrugada para estudiar, antes de irme a la oficina.

Tocó viajar de Puerto Madero al Conurbano dónde queda la uni , trabajar, rendir y tolerar el sueño enorme que me cubrió en todo el día. Para las cuatro de la tarde llevaba doce horas despierta y para la hora del parcial, ni qué decirlo. Pero... Ya pasó. 

Ahora son poco más de las de las diez de la noche y ya me acosté.

 En cuanto me relaje y mi cuerpo note que ya estamos en una cama cálida y suave, seguramente caiga rendida... 

Los ojos me van pesando... 

domingo, 22 de septiembre de 2024

"Lunes por la madrugada..."

Son casi la una de la madrugada. 

Mi plan de domingo era otro pero estuve en una charla eterna con Javier que duró más de cuatro horas. Me escribió a eso de las siete y hace poco se fue a dormir, después de pedirle por favor que le baje a la intensidad, después de contestar con ironía, de aflojar y de admitir, de que me pinche... La verdad es que tendría muchas pero muchas cosas para decir sobre esto pero tengo que estudiar para un parcial más que rindo mañana y voy a meter todo el enfoque allí. 

Ayer sábado fue un día complejo para estudiar por otras cosas y tenía toda la confianza puesta en este día que también se puso complicado cuando me escribió para que nos veamos, yo le dije que no y me hizo las mil y una preguntas al respecto. 

El error que comete Javier es que quiere mis sí, quiere que acepte todas. Es decir, que pretende que yo vaya a buscar oportunidades consigo. Y eso no sucede. Pretende que esté detrás suyo, que deje de hacer lo que estoy haciendo, y eso no pasa. Y se lo digo: no pretendas que deje de hacer mis cosas por verme con vos, lo podemos compartir el otro momento. Y eso es peor, parece.

El nivel de capricho que me hace, es algo que no vi ni siquiera en mis sobrinos. Algo que no me imaginé en él. ¿Cómo puede ser que se ponga caprichoso? Es muchísimo. No tiene poder sobre mis decisiones y realmente puede decirme lo que sea, pero mi opinión es mía. Y lo sabe. Y se lo digo. 

"Enojate si querés. Javi, hace lo que quieras, de verdad. Yo tengo que estudiar. Lo único que falta es que pretendas que deje de lado el parcial". Javier responde: "Dale, es un ratito, no seas aburrida. No te demoro, no charlamos nada si querés. Tomate un recreo. Te paso a buscar, dale. Te hago masajes. Vos estás pensando en Administrar una empresa y yo estoy pensando en coger con vos. Deja de Administrar. Veniiiiiiii". 

Pero no voy. ¿Quien va a preocuparse por mi carrera universitaria si no soy yo? ¿Él? El ya estudió. Maneja sus tiempos. Si tiene que llegar mas tarde a la oficina, lo hace, le es propia. Pero ese no es mi caso. Yo soy, con este tema, muy fría. Destino mis esfuerzos a conciencia en el trabajo o en la universidad por mucho que me guste el tipo. En el caso de Javier, sobre todo, no hay diferencia en que sea mañana o dentro de seis meses. No abona nada que implique mover mis prioridades tener sexo consigo. Él no deja nada y yo tampoco. Es equidad. Una equidad que lo pone muuuuy inquieto. Que lo muestra más necesitado a el de mí, que a mí de el. 

Hay momentos para todo. Y Javier se encapricha con que cambie momentos míos por momentos suyos, o nuestros, pero eso no pasa. De la misma manera que el se va a jugar a la pelota, yo tengo que estudiar. El sexo podrá darse en otro momento, le digo. Me dice que no sabe, que no sabe lo que puede pasar, que aprovechemos el domingo. Yo le digo que no puedo, y que si no entiende eso, bueno, que tampoco será la muerte de nadie. Que se busque otra persona capaz de dejar todo de lado. Que yo no soy. Que jamás va a pasar.  Es ironico y yo soy peor con la ironía. 

Javier me jode. Insiste pero es más que nada porque no le gusta que le diga que no. Se siente rechazado. Eso lo bloquea un poco, lo vuelve pesado. Quiere entender, cree que hay algo más por lo que le digo que no y no hay mucho que entender. Estoy haciendo mis cosas. Soy libre de priorizar mis necesidades y no estoy pensando en cuando el puede o no. Tengo una vida y Javier es una parte, pero además tengo un trabajo, una carrera en curso, una familia, y no lo resigno. Por nadie. Por nada.  Son mis límites no negociables. 

¿Qué voy a hacer con este hombre? Seriamente me lo pregunto. Ayer llegó a decirme: yo tengo mucho que perder, vos no te preocupes, nada te va a pasar, yo te cuido. 

¿Cuidarme? Dios. ¿Que película está viendo? 

Él realmente cree que yo tengo todo el tiempo del mundo para darle y para mi el tiempo es oro en este momento. Le doy solo lo justo. Además, soy libre. ¿Qué puede reprochar? 

De hecho, mientras me escribía, yo me bañé, cené, preparé la ropa, porque no podía quedarme ahi prendida a sus escenas. Digo, confundirse es poco, yo no soy su novia, no tengo compromisos consigo y no tengo obligaciones. 

II. 

Recién cuando aflojó un poco el picanteo y el decirme cosas para que yo salte, pudimos hablar mejor, más allá de lo primitivo. 

- Javier, siento que te estoy arruinando, mira lo quee escribís. Hace horas estás dándole vueltas. Sinceramente. Yo no quiero que te destruyas, que pierdas. Se puede hacer si querés pero no así. Se ordenado. 

- Vos no te preocupes. Yo me preocupo, vos no. Vos relajate - insistía - Yo me ocupo. 

- Me tenés demasiada confianza, Javi. 

- Si, yo confío en vos. Te estoy invitando y te estoy diciendo todo esto, te estoy pidiendo por favor que me dejes besarte toda. Obvio que confío. Me podés cagar. Si lo hacés, cagué. 

- Yo no confío en vos, pero jamás te traicionaría - le confesé - No puedo pensar lo mismo de vos. Confío y no confio, te odio. 

- Deja de joder. Jamás lo haría. Jamás te haría sentir asi. Confia en mi. Tenemos que confiar entre nosotros. ¿Que tengo que hacer para que me creas que no voy a contar nada a nadie jamas?  Yo te voy a  cuidar. Soy respetuoso, no soy boludo, siempre que te propongo algo, es seguro. ¿A quién le voy a decir? 

- No sé, Javi. No quiero tener tantos acuerdos con vos. Te conviene otra persona si venís en este plan. 

- ¿Cuando lo firmamos?

- No vamos a firmar nada, ni loca. Deja de hacerme reír. 

- Te estoy dando argumentos. Entendés por qué había que vernos hoy. Por esto. Para qué te rías, te dejes hacer masajes y vayas a rendir mañana muy relajada. Deja de Administrar. Deja de lado el esfuerzo por un rato. Después volves. 

- ¿Me dejás estudiar? Buscate otra persona para hoy, yo tengo que estudiarrrrrrrr. Sos un infumable. 

- Me voy a buscar una amante que no estudie - me tiro. 

- ¿Qué dijiste? Hacé lo que quieras, no me vas a correr con nada a mí, yo no tengo compromisos con vos. 

Me manda stikers. 

- Que cabrona... Si querés, tomate un recreo del estudio y te paso a buscar por la esquina de tu casa. Vas a estudiar mejor, haceme caso, decime que si. 

(...) 

Mañana el despertador suena a las seis de la mañana  y y rindo el examen sobre las siete de la tarde. Sinceramente, ya analicé casos de empresas, repaso conceptos, los digo al aire, y pienso que hoy Javier me la complicó. 

Desde el lunes hace quince días donde nos encontramos de casualidad por la calle, y me alcanzó a casa mientras yo puteaba con las bolsas del supermercado, se comunicó conmigo más de lo que necesitaba. Me escribió esa misma semana de nuevo. Me volvió a escribir el miércoles pasado y me volvió a escribir hoy. 

Demasiado para ser algo ocasional. 

Se la pasa horas hablandome. Me hace chistes, me pide que nos veamos, me manda fotos de lo que come. Me recomienda vinos. Googlea dados para convencerme y se pone en un estado de pelotudez astral. A veces me hace reír y mucho pero otras veces lo quiero meter adentro de un contenedor de Aduana y mandarlo a China. 

Yo lo despido veinte veces y el me insiste veinte cuando le digo que no, que no lo quiero ver, que estoy ocupada, que otro día. Le explico de veinte modos diferentes. Me dice "yo te voy a escribir durante una hora hasta que vengas" y me manda stikers graciosos, chistes, huevadas. Idea argumentos por los cuales es mejor que nos veamos y dice que voy a rendir bien el parcial si voy más relajada. Que el se ocupa. 

Pero yo, soy más seca. Me enojo. No me gusta que piense que estoy a su disposición ni que tengo compromisos con él. Se está comiendo la película del amante. Se está empezando a preocupar demasiado por dar y dominar y no es así. Yo no sería su amante. Que se conforme con esta nada sin nombre eventual. Es lo único que existe hoy.

Yo me conformo con aprobar el examen de hoy. 

jueves, 19 de septiembre de 2024

La semana relativa

No estoy segura si está semana pasó volando o pasó de todo. Pero si sé que fue movida. 

Empecé el lunes festejando el cumpleaños de mi sobrino y yendo a trabajar a la oficina. Fue un día muy largo pero diferente a la rutina.

 El martes, seguí con mucho laburo, aunque desde casa y eso me generó cierta dificultad para concentrarme por cansancio; ese día tuve dos reuniones. Después de terminar de trabajar me duche para despejarme, me fui a hacer rápido unas cosas a la zona céntrica y cuando volví me puse a estudiar. 

El miércoles fui a la oficina. Tuve un evento institucional interno. Me enteré que renuncia mi jefa a partir del mes que viene, justo cuando me había acostumbrado a ella, mal que mal. Javier me dijo de vernos y para colmo, dio vueltas. Le confirme a mí dermatóloga que por el momento no puedo continuar con el tratamiento por el acné porque es suficiente estrés y manoseo con la rehabilitación odontológica. 

Hoy jueves me puse a trabajar a fondo aunque me levanté bastante más temprano. Anduve tratando de sacar pendientes con mí jefa para no perder tiempo. Después de trabajar casi nueve horas, me senté a estudiar hasta hace un ratito. Es decir, casi cinco horas más de estudio encima de una jornada de trabajo. 

Mañana viernes rindo un examen. Múltiple choise. No sé si me irá bien o no, pero voy a intentarlo. Estuve haciendo choises viejos, de otras cátedras, de otros parciales para ver si así le encuentro la vuelta. La cátedra donde intenté cursarla por primera vez era pésima y me dejó un mal sabor así que la abandoné con justa causa y ahora la estoy retomando con otros profes que están más actualizados y vinculan mejor la economía con la tecnología. Los parciales con la primera tenían la política de restar todo lo que respondías mal al puntaje que llevarás acumulado de las correctas y eso me pareció bastante poco feliz. Aquí, en esta otra catedra, según los modelos, no se tiene el mismo tratamiento sobre las respuestas y me da la sensación de que un poco van sobre ciertos temas, no así el examen que me había tocado a mí. 

El sábado y el domingo también tengo que estudiar porque el lunes vuelvo a rendir. Ya tengo resúmenes para estudiar, prestados, algunos cuadros que yo me hice con inteligencia artificial y otros punteos para organizar la información que me han venido muy bien.  

No es que sea vagoneta ni siquiera es que no me guste resumir. Cuando tengo el tiempo, se lo doy a la facultad con muchísimo gusto. Pero el tiempo tiene que coincidir con tener la cabeza descansada. Y eso, se da los fines de semana. Y ahí es donde si tengo un parcial, aprovecho para estudiar, comprender y razonar. 

En la semana no tengo tiempo para dedicarle a la universidad más que el que le dedico. Entrego trabajos prácticos semanales en grupo y en esto obvio que me demanda tiempo de lectura, reflexión y armado. Los hacemos en la semana literalmente, porque se mandan los sábados, es decir, que además de cursar, estudiar inglés, hacer la tarea de inglés, y trabajar, lloraría de cansancio si tengo que ponerme a resumir. Fue en medio de esa desesperación, que se me ocurrió que si uso la IA para resumir, el tiempo que gane lo puedo usar para estudiar. Es decir, para hacerlo más calmada. 

Ahora me voy a dormir. Son las 12.00 am y la verdad es que no me di cuenta de cuánto me dolía la cintura y la espalda hasta que no me acosté y mi cuerpo se aflojó. 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Retractación II.

Un ratito después de haberme dicho que lo mejor era vernos la próxima semana porque estaba muy alérgico, cuando todavía estaba en viaje hacia mi casa, Javier volvio a mandar un mensaje. 

Cabe decir que mí respuesta a su mejor nos vemos en otro momento cuando estemos más tranquilos, había sido calma. Es decir, no le había dicho sos un tarado, me acabas de proponer que nos veamos y cuando me desocupo y te confirmo ¿me decís que no? Sino, que le había seguido la corriente. 

Yo ya se que me explicó que siente culpa por mentir y que no me quiere usar, etc. Pero para mí eso es un tema que está claro: o lo hacemos en este contexto donde insiste y busca y asume las consecuencias o no lo hacemos y punto. Ya expresé mi parecer. Le advertí. Le expliqué lo que era para mí sentirme usada. Es decir, fui consecuente y clara en este sentido. Y sobre todo, le dije: Javi vos tenés que saber que si me buscas, mi reacción va a ser concreta. El sexo tiene dos respuestas si o no y yo tengo 29 años. No soy vueltera. Me vas a preguntar y voy a decir si o no. 

Por eso, no esperaba nada más cuando me dijo un no. Digo, no podes tener tantas dudas respecto a una relación sexual que vos mismo estás proponiendo. Es un si o un no. Pero Javier las tiene. Avanza y retrocede. Cómo si algo lo perturbara. Pero si lo perturba ¿para qué llamar?  Nadie lo obliga a llamarme. Nadie lo obliga a buscarme. Nadie le exige nada ni le propone encuentros a escondidas. Más bien, todo lo contrario. Yo solamente le digo como veo la situacion desde mí punto de vista. 

 Habiendo recibido el no, y pensando en que era un pelotudo obvio, lo que me deseaba era bajarme del transporte e irme a mi casa antes que a la suya. Pero Javier no se queda satisfecho. Evidentemente, algo lo hace cambiar de parecer nuevamente. Y ahí es donde me dice que  ya se siente un poco mejor, que puedo ir si quiero, que se va más tarde, pero que nos podemos ver hasta antes de 19.45. 

Si. Se arrepintió de decirme que si y me dijo que no. Y después se arrepintió de decirme que no. Para eso son las 19.00 y yo no tengo ganas de mover un dedo más por él. Todavía tengo que ir al barrio y eso me llevará más tiempo. Mucho menos, voy a correr por media hora con alguien que no sabe lo que quiere. Que en un contexto así es incapaz de darle placer a alguien.  

También a mí tiene que implicarme una satisfacción negociar el encuentro consigo. Es decir que me tiene que dar ganas de encontrarme con el, y con sus vueltas, logra el efecto contrario. Avanza, retrocede, avanza y yo ni puedo creer cómo cree que eso le puede gustar a una mujer. Es decir, que una mujer va a apurarse y dejar todo como loca, solo porque el se decidió y después se arrepintió y se decidió de nuevo. ¿Cómo una mujer va a querer correr tras el, si se comporta como un indeciso? 

Yo fui clara desde el inicio de la charla. Estoy en el trabajo en CABA, tengo que estudiar el fin de semana, vemos si llego y si no vemos cómo estamos de agenda. No volví sobre lo anterior hablado. Simplemente, respondí en base a lo que recibí. 

Por eso, pregunto:

- ¿No estabas resfriado? 

- Estoy. Pero pare de estornudar, me siento un poco mejor, por eso te digo que podes venir si querés- dice. 

¿Es un resfrío o el problema es algo suyo, que no sabe sostener una postura? 

Nunca me imaginé que diera tantas vueltas un hombre grande para tener sexo y no porque yo sea la más rápida para decidir, sino, porque llega un momento donde tener que decidir. No podes vivir en un limbo porque el deseo de cae. Tarde o temprano. Se cae. Y no se fortalece con las vueltas, más bien, las vueltas restan expectativas y dejan en cero el placer anticipatorio. 

Noto que cada vez están peores las excusas, cuando me busca. Suena más ridículo. Y más deja en evidencia sus dilemas internos. ¿Tanto le puede costar decidir y sostener, si supuestamente lo único que puede darme (textual) es sexo? ¿Si no quiere, para que llama? Este tipo de acuerdo admite dos respuestas. Pero Javier no sabe manejar esto. Lo estoy comprobando. Tiene un racimo de rollos muy importante este tipo pero su mente está haciendo cualquier cosa. 

Recuerdo su comentario de la semana pasada. "Ya se, si está todo bien, ya se que vos tenés todo en claro...", me dijo. Luego observo todo esto. Luego, me digo que ya no importa entender. Que es perder demasiado tiempo. ¿Seré solo yo la que tengo todo en claro aunque sea a la fuerza? 

Para terminar la charla y el día laaargo (no solo por esto, han pasado mil cosas más ayer), le respondo su propuesta con un mensaje de voz. Le hablo, a propósito, en el tono más dulce. Más comprensivo. Contesto a su proposición. 

- Hola, Javi. Qué bien que calmó la alergia. Yo no voy a correr, básicamente. Nos quedaría poco tiempo. No te pongas en ningún compromiso de vernos. No te sientas en la obligación de nada, tranqui ¿si? Después nos escribimos y vemos la agenda de estos días - miento - El Finde tengo que estudiar y es prioridad, no sé cómo estarás vos de agenda con tus cosas. Vemos ¿si? 

- Dale. Después hablamos. Besos. 

- Dale. Pásala lindo hoy en el fulbito - lo despedí. 

Si hiciera un dibujo de la sorna, hoy, le pondría mí cara. El punto mejor jugado es aquel donde el otro no logra su cometido.

 Volví de la oficina tranquilamente a mi casa sin correr para la suya. ¿Por no querer tener sexo es un pelotudo? No. Obvio que no. Yo siempre insisto con que no debe, con que está perdiendo el tiempo, pero cuando me viene a buscar no puede decirme primero que si, después que no, después que si. No puede exteriorizar sus dudas. Es algo que tiene que tener resuelto desde antes de mandar un mensaje impulsivo o bien, si no lo tiene resuelto, tiene que ser capaz de hacerse cargo de quedar como un boludo si agenda y retrocede y agenda y quiere arreglar algo que ya arruinó.

Por eso, le dije que no. Yo le había dicho que si, pero retrocedió y le dije que no. Es lo merecido. Ya quedó expuesto. Ya se demostró confundido. Ya está. Ya sus dilemas van más allá de todo lo que dice que me quiere hacer. Ya me da la sensación de que hay algo más con lo que no puede lidiar. Pero no me importa saber qué es. 

Con Javier, el planteo inicial fue tener sexo sin que nadie se confunda. Yo no creo haberme confundido. Pero juro que no me animo a preguntar de su lado. Dudo además que me diga la verdad. Ahora mismo está siendo poco sincero. 

¿Y si "estornudaba demás" cuando yo justo estaba llegando? Dios, no puedo evitar ser irónica, porque sus actitudes me parecen cada vez más bizarras y no entiendo cómo no se le cae la cara de vergüenza.  Con casi 53 años me pone de excusa para un encuentro, que el propuso, una alergia selectiva. Me dice ahora estornudo menos como si fuera convocante. ¿Creerá que es la última Coca en el desierto? Pues no. ¿Y así cree que soluciona algo, de verdad? Solamente, pasa el problema para adelante. Reduce el deseo. Cansa.

Para mí, los mejores deseos son los que se cumplen. Las historias sean de la índole que sean, son las que se dan. Por suerte, hoy logre controlar algo que no había podido controlar el viernes pasado: mis palabras. 

Las que le dije fueron en un tono muy dulce. Casi como si le diera una palmadita de consuelo. Hace muchos años, le di el espacio para que fuera feliz. Hoy en día, accedo a qué tengamos algo que no tendría con nadie no porque sea especial, sino, porque sé que es lo único posible para nosotros. Y no me quiero morir con la cuenta pendiente. 

Pero Javier insiste...  en complicarlo todo. 

Retractación (en tiempo real)

 *Desarrollo de evento institucional interno en la multi*

Sentada y atenta a la charla, mí celu suena. Es un WhatsApp. Me lo manda Javier. 

- Buen dia (....) - ¿A qué hora estás por el barrio? ¿Querés que nos veamos? Estoy alérgico, pero me doy una ducha, y te espero. Si querés. 

- Hola. Ocupada. En un evento institucional del trabajo. Vemos más tarde. 

- Avísame cuando salgas y si no nos encontramos mañana o pasado o cuando quieras. 

- Te aviso y vemos. 

- Si querés nos vemos otro día. 

(...) 

Viene uno de los Directores a charlar conmigo. Los contactos en el trabajo y el relacionamiento son muy importantes. Más que Javier. Determinarán un aspecto positivo a futuro y hacer más plata me interesa más que él. 

Lo enfrio un rato. Me tomo una media hora para pensar. Decido. Quiero verlo. Parece tener todo claro, me escribe, ejecuta y reacciona. Yo, de esta manera, si quiero concretar. De otra, no. 

Le respondo el mensaje cuando salgo de la oficina. Le aviso que salí, porque para mí lo único que se rectifican son las declaraciones juradas frente a AFIP. Por eso, antes, me tomé media hora para pensar. Porque reconozco que su mensaje me tomo un poco por sorpresa, estaba ocupada y me interesaba más la movida en la oficina que la movida sexual. Pero también reconozco que jugarle el punto hasta el final es propio de mí, tanto como mí nombre. 

Prioridades. Digo ¿Javier acaso no las tiene también? 

En respuesta al mensaje donde le confirmo, me dice que se siente resfriado, que prefiere verme sin congestión, cuando estemos más tranquilos, la próxima semana porque yo tengo que estudiar toneladas. Otra vez, equidad y prioridades. De ambos lados.

Parece que Javier se congestiona más de pronto. Casi como si la alergia fuera hacía mí. Me parece un ridículo. Ridículo lo que hace. Principalmente, porque se que le agarró culpa en el medio y que por eso se bajó. Si, se bajó. Pero ¿ por qué no se bajó antes de mandar el mensaje y coordinar? 

Me enfrio para responder. Le diría que cuando deje de actuar como un adolescente histérico nos juntamos. Pero no le digo nada. No quiero hacer una bola. Menos, las bolas que le faltan para hacerse cargo de lo que sea que quiera de la vida. 

Jamás conocí a un tipo que diera tantas vueltas. De verdad. Hoy llego al récord. 

¿Cómo puede ser que tenga tal nivel de dificultad conmigo? Le sigo la corriente. Este tipo está confundido y yo no tengo ganas de saber por qué, aunque ya lo sepa. Se siente para el orto por hacer lo que hace pero no deja de hacerlo y eso lo convierte en un boludo, alguien que no puede saber lo que quiere. Pero ¿no es sexo lo que quiere? ¿Y por qué si lo pide y se lo dan, sale corriendo? 

Solo le digo: 

- Asumo que es una afirmación. 

- Si. La próxima semana. 

- Si, la alergia te mató en un ratito. Recuperate - digo. 

La alergia y la confusión que maneja hacia mí no deja de sorprenderme. De verdad. Jamás. Siempre es como si no me estuviera pudiendo decir algo que le pasa y frente a lo que lucha. 

La semana que viene quizá me resfrío yo. 


martes, 17 de septiembre de 2024

Mis tirones y mis aflojes

A medida que pasan los días, estoy más en foco con el tema Javier. Me calme, enfoqué y puse paños fríos. Trate de bajar la ansiedad, contextualizar y pensar qué hago con lo que puedo manejar. Es decir, pensar en dejar todo ahí. Que siga su curso, simplemente, sin recoger el guante, volviendo a mí postura habitual. 

Este es un eje temático en mí vida. Trato de entenderlo. Trato de ponerle cabeza. Trato de rehacer el camino y pienso. Trato de entender por qué hago esto, si yo sé que no es bueno para nadie. Escribo sobre esto aquí, converso en terapia del asunto, porque es tanta la intensidad de lo que me convoca y tanto el control que yo pierdo, que me produce angustia. Y esa angustia se apacigua cuando hablo o escribo, porque recupero la capacidad de poder pensar y así dejo de sentir tan fuerte sensaciones que (al no ser concretadas) me agobian. 

2.

Antes, era más fácil. El dolor que me producía su comportamiento y todo lo que no sabía, me paralizaba. Me paralizó durante años la creencia de que yo había imaginado todo, que era feliz con ella, que me había confundido al pensar que yo le gustaba. Llegué a creer realmente que Javier ni se acordaba de mí y me dije que, de la misma forma, yo también tenía que olvidarlo. Llegué a pensar que quizá me lo había imaginado todo porque era tanto pero tanto el nivel de desconsuelo que tenía que darle otra respuesta a esto, más que el silencio que (por entonces) Javier todavía sostenía. 

Ahora, en cambio, es más difícil en algún aspecto porque ya no estoy paralizada. Y nunca antes se había dado este estado de cosas que, ahora, considero tan complejo.

3.

  Cuando nos conocimos con Javier, hace casi 11 años, el estaba soltero. Al principio nosotros éramos buenos compañeros y los dos estábamos solteros. Más allá de que yo tenía pretendientes a los que dejaba de lado y el seguramente también, aunque me juraba que no, nada se parecía a tener una relación. 

La misma noche que le presentaron a la señora a Javier, él tuvo un gesto espantoso. Estábamos los tres en una cena. Javier y yo sentados uno al lado del otro y ella, en frente. Todavía me acuerdo la sensación de saber que lo había perdido. De saber que estaba todo armado para que se conocieran. Que Javier me había dicho "yo si siento pero no puedo con vos" hacía solo algunas semanas... Fue algo que no le deseo a nadie. ¿Cómo le explicas a alguien que presenciaste el momento donde le presentan una opción más apropiada al amor de tu vida? ¿Cómo le decís que te quedaste callada, a verlo, a sufrir en silencio, a cambio de qué alguno de los dos fuera feliz? 

Yo lo vi. Vi lo que habían armado y lo confirme con el tiempo. Y como si fuera poco, vi cuando él me miró, me acarició el hombro disimuladamente y me hizo un comentario al oído sobre mis tatuajes, con un gesto espantoso en el rostro, de total resignación. Cómo si se estuviera despidiendo. Aún mismo ella estuviera en frente, mirándonos, él se tomó esa licencia. Después, tomo un poco de cerveza, y acto seguido le saco tema de charla a ella.  El resto, es historia. 

Una historia que yo vi, obviamente, y por la que quede paralizada. Uno de los dos estaba siendo feliz. Había que renunciar para siempre. Correrse y darle paz, al caso, nadie se iba a morir por no ser correspondido y yo sabía que no me iba a morir. ¿Quien se muere por ver al amor de su vida haciendo su vida con otra? Yo, por lo menos, se que no. No morí entonces, aunque sufrí muchísimo. Y algo que me ayudó a resignarme fue saber que Javier y yo nunca más íbamos a tener contacto porque con eso que acababa de hacer y lo que haría luego con Ella, demostraba ampliamente que a mí no me quería. 

Por entonces, en el mismo momento en que Javier se puso a seducir a la señora, conociendo yo a la legua leí sus intenciones, corté automáticamente el contacto con él. Se abrió paso consigo un manto de silencio enorme que duró años. Inclusive ella quiso acercarse a mí, porque ambas estábamos metidas o graduadas en la misma carrera universitaria, pero yo se lo impedi sutilmente.  Siempre le marqué una distancia prudente pero sin ofenderla ni hacer nada de nada. Ella no lo sabía pero yo respetaba una decisión que solamente Javier conocía y ese silencio era extrañamente el nexo que hablaba sobre el pasado más reciente. Algo que yo internamente mataba a machetazos con un comportamiento muy seco y que del otro lado Javier conocía.

Con el tiempo, la actitud de Javier empezó a mostrar fisuras y ella por consiguiente empezó a ponerme caras de culo a mí. Jamás dije nada.  El se me acercaba en momentos muy cualquiera. A veces estábamos comiendo o charlando en grupo y daba toda la vuelta para rellenar mí vaso con bebida sin que yo se lo pidiera, aún mismo no le dirigiera la palabra. ¿Por qué? Porque eso lo hacía siempre, era nuestro ritual. En los primeros tiempos donde ambos estábamos solteros el me sacaba charla con la pregunta: "¿te sirvo?" y yo siempre le decía: "si, gracias Javi, no hace falta que me sirvas siempre" y acto seguido le comentaba alguna novedad. También me mandaba mensajes con promoción de eventos culturales, al pedo, y yo no sé los respondía. Inclusive llego a mandarme un mensaje un día, diciéndome si quería que me pasara a buscar por mi casa para ir juntos a una reunión y yo no sé lo contesté. En ese momento, él también estaba con ella, pero claro, yo estaba paralizada. 

Con cada cosa que hacía Javier encontraba una pared. Todo en mí era un NO permanente y lo siguió siendo hasta hace dos años atrás, donde yo ya tenía la guardia muy baja, estaba en otra historia, había construido una pareja con otra persona y pensaba que con Javier había confundido las cosas. Que seguro el tenía razón y que yo estaba quizá equivocada. Llegué a decirme a mí misma que quizá como eras más joven, en mi falta de lucidez, me había equivocado. 

¿Quien no se cuenta las mentiras más terribles o estúpidas si sabe que no tiene ni una mínima chance con el amor de su vida?


4.

¿Cuando salí de la parálisis y pase a la hiperactividad? ¿Qué hace que hoy sea tan dificil contenerme consigo? ¿O contener las palabras, o contener las manos? ¿Fue en 2022, con todo lo que me dijo? ¿Fue cuando tuvimos sexo? ¿Fue cuando nos contamos cosas? ¿O fue todo? 

¿Y lo incontenible de ahora, qué es? ¿Descubrirnos en la peor faceta de nosotros mismos, jugar a ser amantes? ¿Que hayamos vuelto a tener sexo? ¿Que no pueda estar nunca segura si el sabe dónde está parado y con quién se está acostando o este solamente siendo un delicuente? ¿Que me haya contado cosas demasiado suyas, que se le haya muerto la mamá en el medio y que casi al borde de las lágrimas me dijera que estaba todo roto? 

Está es una gran contradicción para mí. Nada de esto debería implicar movimientos para mí. Nada debería sacarme de la postura de orden y estabilidad... Pero cuando lo tengo en frente la técnica se me complica hasta lo indescriptible.  Hago el máximo esfuerzo por resistirme y aunque quisiera que una parte mia pudiera paralizarse como en aquel entonces, ya no puedo. No puedo quedarme callada. No puedo guardarme las cosas. Siempre hay un instante donde pierdo la paciencia con las vueltas, donde digo que pasaron diez putos años y que no me voy a poder atar toda la vida. Y ese otro discurso fue el que salió al sol la semana pasada

- ¿Me vas a ****? - me preguntó. 

"Dios, que finito que es", ironicé. 

- ¿Me vas a dejar? - contesté. 

Habitualmente, mí respuesta es un no. Cuando me pregunta esas cosas, yo le digo que no. 

- Por supuesto. 

- Si me dejas, vas a tener que aprender a recibir. 

- Pendeja, yo sé recibir. Vos déjame a mí. 

- ¿Me vas a dejar entonces que *** y que ***? ¿Confirmamos? 

- Siiiiii - contesto - ¿Vos me vas a dejar a mí hacerte masajes para empezar? 

- Noooo - contesté. 

- Daaaale. 

- ¿Solo masajes, Javier? ¡Qué poquito! - le contesté. 

- Vemos si es poquito - me contestó - Después me decís. 

5. 

Todo aquello que me la pasé callando durante AÑOS está tan a la vista, que hay que matarlo para que no siga creciendo. ¿Pero como abordas lo que no podes controlar? ¿Cómo manejas aquello que si bien haces un esfuerzo para contener, en algunos momentos, se te escapa de las manos? 

No tengo respuesta a todas estas preguntas, la verdad. Pero es bueno que estén. Es bueno entender por qué me tomé media botella y un poco más de vino y le dije más de lo que le había dicho el años y por qué él terminó mandándome audios un viernes a la madrugada...  Entender que veníamos de donde veníamos y que ya desde ahí todo estaba armándose mal. 

 Si, el deseo hace esas cosas, lo sé. La calentura opera en nosotros de maneras que no conocía hasta ahora. Eso sí: jamás pensé que fuera capaz de tener tanta fuerza una calentura como para que diez años después y en estas circunstancias, estuviera yo escuchando los audios de Javier diciéndome cosas imposibles o leyendo cosas imposibles o contestando cosas imposibles. 

¿Cómo quedarse quieto, impávido, tieso nuevamente? Es una historia que movió tanto. ¿Cómo vuelvo a esa posición de distancia prudente pero para siempre? 

Pasar tantos años paralizada no justifica ahora un cambio de postura. Pero es innegable. Si me viera la versión mía que estuvo sentada en en esa mesa ese día, no sé qué pensaría.