Reflexiono sobre el encuentro de ayer con Javier. O mejor dicho, sobre la casualidad del encuentro de ayer con Javier.
Más allá de todo, y quizá por todo, no me lo esperaba y en parte eso me desorientó. No en vano, lo primero que le dije cuando vi que había frenado el auto y había sacado la cabeza para saludarme, y para esperarme y llevarme, fue un: "¿qué haces?". Literalmente, eso pensé: ¿qué estaba haciendo este tipo si hasta donde yo sabía estaba en su faceta moral? ¿Qué estaba haciendo ahí, esperando como si nada, si del otro lado la que lo mira soy yo?
Vaya a saber. Sacarle poder es sacarle la atención hoy en día. Y si bien en estos encuentros podemos charlar un rato, lo importante es que el rulo vuelva a su lugar... No es que nada de lo que charlamos haya hecho que yo cambie mi opinión, de hecho, sigo pensando lo mismo. Únicamente creo que no es tan difícil elegir sostener una postura y que en esa milla de lo innecesario él se queda atrapado y quiere que yo haga lo mismo. Y no lo digo porque quisiera ser elegida para nada; lo pienso porque no es tan difícil elegir lo que le corresponde hacer, aún mismo, eso implique que no hablemos más...
A mí me cuesta sostenerlo con estos encuentros, pero no cambio de sentido en el camino. No dejaría de elegir mantener los papeles, aunque a veces se me complique. Porque ¿del otro lado, qué hay? Nada.
Mientras hablamos poco, mejor nos va en todo. Así lo siento yo. Y creo que conviene porque mi cotidiano no puede recordar eso constantemente. Yo tengo que seguir. Aún mismo todo. Tengo que seguir. Apreciar. Agradecer lo lindo de mi vida y disfrutar de lo que pueda. ¿Cuánto tiempo más puedo explicarle a Javier algo que no le interesa entender? Prefiero batallar contra otras cosas y dejar de batallar contra lo que él no entiende.
Éstas semanas donde no hablamos y donde pese a los likes boludos que me dejó yo no levanté la mano, nadie murió. Pero cuando todo parecía haber sido amenizado y cuando la rabia tenía una función muy clara para mí, me cruzo con Javier por casualidad en la calle y es como si la vida me desviara de mí propósito y me lo pusiera en frente. ¿Para qué, por Dios? Es innecesario.
Realmente hago un esfuerzo grande para evitarlo. Sueño consigo, pero yo sigo. Me dice cualquiera, yo sigo. Me cruza el otro día y me pregunta de todo y yo sigo.
Claro que debo seguir. Pero también Javier debería decirse a si mismo que tiene que hacerlo.
II.
La otra verdad es aquella más dura: me ve y se pone más pelotudo de lo que es, se le nota en los ojos que algo más le pasa y que aunque me diga una cosa, por otro lado, se guarda muchísimas más. Frente a esa zona de misterio yo no puedo hacer mucho. Se que existe. Javier se la guarda. Supedita sus revelaciones a mí discurso. Si le digo que lo único que podemos tener es sexo, me dice que si, pero en sus acciones, no demuestra lo mismo. Ni siquiera para concretarlo conocí a un hombre con taaaantas dificultades.
Por momentos nos reímos mucho en ese encuentro. No nos odiamos, al contrario. De pronto lo veo haciéndome un chiste, yo le digo otro, y escucho las carcajadas. En todo me quiere llevar la contra, solo porque le encanta verme enojada, y yo hago un poco lo mismo, solo porque me divierte joder consigo. Pero joder no implica lastimarlo ni salir lastimada. Jamás.
Sólo puedo repetirle que nosotros tenemos sexo cuando me pregunta qué quiero. O cuando me dice que se siente culpable y yo le respondo que hay que dejar de hablarnos entonces, que es lo mejor, que está todo bien pero que no hay muchas más soluciones. Él me hace una broma, y pienso que está demasiado confiado. Que cree que yo no podré irme nunca de su hábitat, pero no sé si sea así.
A mí no se me complica irme. De hecho, si no se de el, es mejor, no lo busco, no lo buscaría jamás. Prefiero quedarme sin saber de él para siempre antes de tenerlo siempre cerca como amigo, cuando sabemos que no podemos ser amigos, como no pudimos ser nada más que dos idiotas.
A mí se me complica cruzarlo, verlo, vincularme con él desde su iniciativa... Porque lo que siento cuando lo veo me avasalla. Puedo manejar todo lo que hago, pero no manejo bien la sorpresa, el imprevisto, el ver cómo se transforma en una persona distinta cuando me ve. Y el lunes no fue la excepción. Se transforma cuando me ve y eso es tan obvio. Se le modifica la cara. Parece como si se pusiera contento y quisiera demostrarlo. Pero al mismo tiempo, no puede separar esa actitud del sexo. Y aquella buena onda natural, de siempre, ese humor, esa capacidad de adivinarle la cara al otro, es una puerta directa a la atracción sexual.
El lunes me beso la cabeza y la frente, me tocaba la cara, me molestaba con eso. Yo no lo toque en ningún momento porque se separar la cordialidad del cuerpo y si, me cuesta mucho, pero lo sé.
No sé si eso de conocerme desde antes le da culpa, más allá de su situacion. Yo le ofrecí irse mil veces y Javier siempre volvió. Lo rechace mil veces y siempre me dijo que quedarán bien las cosas, que no hacía falta que nos enojemos. Que si quería no me acostara con el pero que no me cortara.
¿Para qué? ¿Para verme viviendo con otro, en pareja con otro, viajando con otro, disfrutando vinos con otro, logrando todo lo personal y compartiéndolo con otro? Yo ya lo viví del otro lado y preferí perder consigo todo contacto. Y ahora, cuando ya su relación tiene tantos años, y tantos problemas, solo le digo que lo intente, que la escuche, que hablen, que seguramente puede contar con ella. Hacer eso me mata, pero es parte de saber que jamás podríamos tener otra cosa que no fuera un buen rato. En el fondo, aunque sea una vaca de persona, no voy a querer que sufra. Esos son mis motivos. Por eso, me porto como me porto.
III.
Creo que Javier no sabe tener sexo sin vincularse y le cuesta, pero además noto que no sabe separar. Quizá no puede vincularse sexualmente del todo con una persona que conoció en otro contexto y está bien. Pero después viene a decirme que siente culpa. Que no puede sostener la mentira, que siente que tiene que estar a mi altura, que físicamente no puede conmigo, que piensa todo el tiempo, que no quiere usarme. ¿U entonces qué quiere? Digo, si vos tenés solo sexo con una persona no la vas a llevar a la casa, hacerle de comer, preguntarle por el trabajo, contarle todo lo personal, y después decirle que te da culpa. Yo por suerte tengo todo claro y Javier me lo dice. "Yo se que vos tenés todo claro", pero sinceramente no me animo a decirle: "¿Y vos, tenés todo claro?". También, me pregunto: ¿habernos frecuentado un año, en un grupo cultural y haber intentado tener una relación, diez años después, puede seguir pesando tanto?
IV.
Cuando el lunes subí al auto, me sonrió ampliamente y me regaló un Marroc a modo de bienvenida. Me lo quedé mirando un instante, medio segundo, para entender que me lo daba a mí. Así de despistada estoy en todo lo que no implique el mero acto sexual, si viene de él. Así de extraño me parece que haga eso, porque (según sus palabras iniciales) él no me puede dar una relación y lo que desea conmigo es sexo. Pero al mismo tiempo, parece que lo imposible ha cambiado con los años. Hace una decada no podía darme una relación porque tenía miedo de lastimarme, porque era chica, porque no quería arruinarme (según sostenía) y ahora tanto tiempo después no quiere tener sexo conmigo -más allá de que lo demanda, lo propone, me lo explícita y ya lo ha vivido- porque según sostiene no quiere usarme. Ahí es cuando yo le digo: "bueno entonces si no querés tener sexo porque para vos es usarme, ya está. No hay vinculo posible, esto es sexual", y saca un chiste inesperado:
- ¿Qué me vas a decir? ¿Que se acabó, no? - se burló - Listo, se acabó, dice ella, ya está. Dale, decilo. Me vas a decir eso ahora, que se acabó.
Mofo. No puedo creer que me toree.
- No, yo lo que digo es otra cosa (...)
- ¿Vos querés coger? - me preguntó - ¿Eso es lo que querés?
Lo miré. No me lo estaba proponiendo. Me estaba preguntando qué quería. Ni pensé en lo que le respondí:
- Yo no quiero coger todos los días, o sea, no pasa por ahí. Quiero que la cortes un poco con mandarme mensajitos o hacerte el banana para después decirme "portate bien".
- Es que no quiero usarte... - dice.
Pero Javier siempre uso a las mujeres. De hecho yo siento que quiere tomarme dentro de la misma serie y no puede hacerlo. Pero en el camino, por momentos parece ponerse en contacto con esas ganas de huir como hizo toda su vida y por otro lado parece entrar en difíciles circunstancias para huir realmente.
V.
Hace diez años, en una cena a solas, donde yo le confesé que estaba enamorada de él, Javier entre sus millones de argumentos para explicarme el "no", me dijo que toda su vida se había escapado de las cosas; que acostumbraba a pasar un buen rato con mujeres y no mucho más y que lo que le pasaba conmigo, que no le había pasado nunca con nadie, es que él no podía huir.
"Con vos, no se por qué me pasa, pero me pasa, yo no puedo escaparme". Todavía me acuerdo de esa frase.
Conmigo, simplemente, me decía que no podía hacer lo mismo que con las otras mujeres, es decir, que no podía verme únicamente como una mujer para pasar el tiempo, estar conmigo un rato y desaparecer. Me decía que merecía a un hombre mejor, que fuera capaz de ofrecerme una relación donde estuviéramos al mismo nivel, que era lo que él no podía ofrecerme. Me llegó a decir: "mereces que el tipo que tengas al lado se quede toda la vida con vos. Y yo no puedo hacer eso, soy viejo. Nos guste o no nos guste, tengo la edad que tengo".
Una década después, si a ese discurso le cambiamos un par de palabras, notaremos que es el mismo conflicto. Antes, no podía quererme. Ahora, tampoco puede llamarme todos los días para tener relaciones sexuales (que por otro lado no es nada que le pida, es lo que el quiere) porque siente que me usa. Porque me dice que no me puede seguir el ritmo capaz (es decir, que es viejo ahora en otro sentido), porque con algo siempre se excusa. Inclusive, al decirme que tiene pareja, cuando jamás fue para el un impedimento y cuando a mí me peso desde el instante donde supe que había pasado a otra liga esa aventura consigo.
¿Que excusa va a poner para lo que no puede ordenar? Ordenate. Es algo que le vengo repitiendo desde hace dos años y algunos meses. El mismo tiempo que sigue pensando que puede tener todo.
Y ese ordenate, no tiene nada que ver con elegirme. Tiene que ver con dejar atrás todas las fantasías de ambos lados y dedicarnos a vivir únicamente nuestras posibilidades.
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