Volví a la Uni después de casi dos años, es decir, que volví después de la pandemia. Y, aunque parezca mentira, en épocas como las que estoy viviendo, me ayudó a conectarme conmigo misma. Entendí cuánto cambié y crecí positivamente en estos dos años. Y entendí que la Uni es mi lugar, más allá de todas las circunstancias que hoy están diferentes a como las conocía, y más allá de los problemas cotidianos, y más allá de todo y de todos... Sí, más allá de todo. Voy ahí, a hacer lo que sea, y enseguida me encuentro. Encuentro mis razones, en realidad. Encuentro las huellas de mi sacrificio y mi esfuerzo. Encuentro todo lo que pude lograr. Encuentro el saber que recorrí mucho y que tengo mucho por delante. Encuentro un lugar que me atravesó durante los últimos siete años de mi vida y me hace valorar mucho hasta donde llegué pese a éste presente con tantas complicaciones por momentos y con tantas enseñanzas por otros.
Mientras caminaba por la facultad, me acordé que cuando yo iba a la universidad, y no conseguía empleo pensaba que estaba fallando. Que yo estaba mal y que nunca iba a tener una oportunidad para demostrar que era muy capaz. Pero también, la mayoría del tiempo, si dejaba a un lado el hecho de que no conseguía - todavía - un trabajo formal, sabía que todo lo que estudiaba y todo por lo que me esforzaba daría algún día sus frutos.
Hoy por hoy, si no fuera por todo eso que estudié y que me esforcé, yo no tendría posibilidades de generar algo de dinero de una manera que me permitiera avanzar. Lisa y llanamente. Si no hubiera estudiado ésta carrera durante los últimos seis años de mi vida, y estuviera casi por recibirme ya, yo no podría ni siquiera trabajar freelance en lo que trabajo ahora. No podría usar el conocimiento adquirido en mi carrera para ganar algo de dinero, que si bien no es ni un cuarto de lo que preciso, me permite sobrevivir.
Y de eso me di cuenta cuando pisé la Universidad de nuevo. Recordé mis preocupaciones y mi enorme felicidad por estudiar, y el cansancio de tantas noches, y tantas tardes estudiando en el bar. Y pensé: ¿por qué soy tan dura conmigo misma, si tengo tantos motivos para estar orgullosa? Y entonces, me sentí realmente orgullosa de todo lo que logré.
En muchos momentos durante todos estos meses no puedo negar que ví mi valor a través de lo que podía generar. Pensaba que, al no tener trabajo, yo era tonta; nadie me iba a tomar, ni nadie me iba a dar una nueva oportunidad. Y, la verdad, aunque todavía no he logrado dar con un trabajo formal como preciso, debo admitir que no paré ni un segundo de hacer cosas y de intentar superarme a mi misma. Y por eso, también tengo que estar orgullosa.
Durante toda esta etapa fue difícil acallar las voces del miedo, la preocupación y la desesperanza. El desempleo también es una guerra contra todos los pensamientos negativos que te puedas generar. Es una especie de batalla diaria con vos mismo, en la que nadie más te puede ayudar, por mucho que te aconsejen. Y lo sigue siendo, pero, si tengo que ser sincera, cada día me adapto más a lo que me está tocando vivir y lo transito con más tranquilidad.
Entendí que no puedo controlar nada de lo que estoy viviendo, pero que mis esfuerzos valen. Y no sé si valdrán para la sociedad, o para conseguir el mejor trabajo del mundo, pero valen para mí. Especialmente, en los momentos malos, donde toda tu mente te dice que no vale la pena hacer el mejor esfuerzo, donde mi mente me lo ha dicho muchas veces en estos tres meses. Vale el haber tratado de vivir esto lo mejor que pude, habiendo transitado todos los estados posibles, y habiendo sentido todo lo que yo creo puedo sentir frente a esta situación. Es curioso porque digamos que la situación no ha mejorado, pero sí, creo que yo he mejorado en cuanto a la resistencia sobre ella y la manera de llevarla. Y eso, es un gran progreso.
Al principio, todo esto del desempleo que se aproximaba fue una piña. Creí realmente que no iba a poder aprender a vivir lo que la vida me estaba presentando, que iba a deprimirme mal sin nada que hacer. Y derroqué esa propia creencia día tras día donde me levanté y me propuse intentarlo. E incluso, esos días donde tuve entrevistas para trabajos en negro o mal pagos y me di hasta el reconocimiento para decir "no, te agradezco, pero prefiero seguir buscando".
Hoy, todavía, al día de hoy, miércoles 06 de octubre, no conseguí un trabajo. Mañana, quizá, diga: "hoy, jueves 07 de octubre, ya conseguí un trabajo y me siento super feliz y agradecida por esto que ahora estoy viviendo". Pero el punto es que esa circunstancia no determina ya mi valor ni lo que yo creo de mi misma, ni tampoco, y esa es la parte más difícil, lo que será mi futuro incluso a la luz de un presente tan complicado.
¿Cuánto cuesta creer en nosotros mismos cuando las cosas se ponen picantes, no? ¿Cuánto cuesta separar el presente que parece tan absoluto de un futuro que siempre da revancha, que siempre da victorias, y que siempre pero siempre recompensa de algún modo? ¿Cuántas veces yo pensé que el presente que viví en aquél momento jamás iba a cambiar, y al final, se dió vuelta como una media?
¿Cuántas veces creí, durante esos seis años que estudiaba, ayudada por mis padres, siempre con tanto sacrificio, que nada iba a mejorar? Más de una vez, lo sentí. Y sin embargo, mejoró. Mejoró y conseguí un trabajo que me permitió pagarme los estudios holgadamente; que me permitió disfrutarlos al cien sin que el dinero fuera una preocupación a resolver y que me permitió además darme y darle a mi familia lo que se me antojara. ¿Creía en mí en esa instancia más que ahora? Aunque parezca mentira, no. Creo en mí todavía más en el presente de lo que creía en mí entonces, que por cierto, era bastante.
¿Y por qué, si todo está para el culo hoy por hoy? Porque no todo está siempre para el culo, y volver a los lugares que me constituyen a nivel recorrido humano, me hace recordar todo lo que dí y todo lo que merezco, y todo lo que llegó y todo lo que llegará y todo por lo que me siento enormemente orgullosa y agradecida.
Al día de hoy, después de tantas cosas vividas en lo que va del 2021, creo en mí pase lo que pase. Y eso, es muy fuerte, es un gran logro, porque sé que pase lo que pase, voy a encontrar la manera de poder con ello y de salir adelante.
Creo en mí, sí. Aunque mucho de mi equilibrio sea desequilibrio e incertidumbre. Sé que lo próximo que me toque lo voy a poder atravesar y superar.
Creo en mí tenga o no tenga trabajo hoy, porque es algo que pueda cambiar y porque un día estás en la lona y otro día se te acomodó todo. Creo en mí aunque no sea el perfil buscado por X empleador, aunque no tenga toda la experiencia del mundo y aunque no tenga el nivel de inglés que desearía o la formación tan brillante por lo que trabajo arduamente a diario para lograr algún día.
Creo en mí aunque las cosas se tomen su tiempo y mi impaciencia, -bien característica de jovencita de menos de treinta años- quiera todo ya y todo ahora.
Creo en mí pese a los tropiezos tan presentes en este año.
Creo en mí pese a la opinión de los demás, que creen solucionarme la vida sin conocer mis batallas.
Creo en mí pese a las pelotudeces que diga la gente que no está viviendo tu proceso.
Y creo en mí, especialmente, porque cuando todo mejore como sé que mejorará, voy a seguir necesitando ser mi mejor compañera como hasta ahora para poder disfrutar todo lo lindo que aparezca. Será la recompensa por haber creído en mí como nunca antes y por haberle dado pelea a todo tipo de obstáculos durante este tiempo.
Cuando veo este progreso, éste acompañamiento que ahora me puedo dar a mi misma, éste espíritu fuerte, ésta mente sólida, pienso que la Veinteava de ocho, nueve, u once años, estaría tan pero tan tan tan orgullosa, que no me alcanzan las palabras para explicarlo.
Y resulta que uno se preocupa por el trabajo, al final... Mirá todo lo que hemos avanzado.