Desde agosto de 2014 entre él y yo la comunicación se cortó muy de golpe. Vivimos muchas cosas, nos contamos cosas intensas para los dos, pero de ésto, no hablamos casi nada. Supongo que estábamos desbordados, que no sabíamos qué hacer, que no nos podíamos poner de acuerdo. El veinte de julio tuvo una de las noches más tristes que recuerdo, y en mi vida, pocas llegan a esa categoría. El veinte de julio lo dejé irse, porque eso quería... No yo, él. Él me dejaba sin medios para demostrarle que jamás lo iba a lastimar, que si me metía en sus miedos era para soplar donde le ardía y ayudarlo a cicatrizar, porque estaba dispuesta a poner mi juventud a su disposición, porque le proponía vivir otra vida ajena a lo que pensaran los demás y mucho más fiel a lo que sentía, a lo que le pasaba, a lo que deseaba. <<¿De qué tenés tanto miedo? >> le pregunté la primera vez que me quedé en su casa, la vez donde él asumió los efectos que tenía en su vida desde mis planteamientos. <<No sé >> me dijo, lo recuerdo pesadamente. Nos quedamos muy muy muy callados y lo mire, apenas recostado, con sus ojos de perro, muy perdidos. Agaché la cabeza. << Yo te aseguro que no te voy a lastimar... No tengo ninguna mala intención, ninguna intención ajena, nada de lo que cualquiera puede pensar. Yo te quiero por quien sos, grabatelo, no me importa ninguna otra cosa... Yo.. No quiero lastimarte... De verdad te lo digo...>> le dije, abriendo mi cabeza, mi corazón, mi mente y disponiendo mi cuerpo. Así empezó todo.
Terminó porque lo veía raro y ese era un fantasma que me acechaba muy seguido. Una vez más tomé la posta y le pregunté. Su miedo hizo desastres con una profundidad y una prolijidad enorme. Me dijo no sentir nada por nadie, me dijo no poder sentir. Minutos después, me dijo sentir, sentir... pero no poder...Qué enunciado diferente, usando casi las mismas palabras, pienso ahora, a la distancia. Le pregunté si era yo, le aseguré que quizá era yo el problema, que me lo dijera porque necesitaba entender y que estaba todo bien si así era, porque nos podía pasar, porque nos llevábamos muchos años. Me dijo que yo no era el problema, que merecía mucho más. Le pregunté qué habíamos estado haciendo, qué había estado haciendo él, durante todo ese tiempo. <<¿Si no sentías nada, qué hiciste? >> le hubiera querido preguntar, pero estaba conmocionada y me salió: <<¿Entonces vos nunca sentiste nada de nada por mí ?>>. No, yo sí sentí, me dijo. Añadí que no entendía, entonces, cómo era la situación. <<¿Qué sentías? >> le dije. Esperaba que me dijera calentura, deseo, atracción física, ganas de... Qué se yo. <<Yo si siento... Pero no puedo >> planteó. Mi mundo se detuvo en seco. Fue a buscarse una bebida y volvió a la mesa más resuelto a darme un ejemplo práctico: "A ver... Mi hermano me da un abrazo y me dice que me quiere... ¿no? >> asentí con la cabeza <<Bueno... Yo no puedo. Yo aunque quiera decirle a mi hermano que lo quiero, no puedo... >> susurró, sin mirarme. Y su ejemplo siguió, pero al segundo ya había embarrado la cancha de nuevo, porque le costaba un triunfo explicarse. <<Entonces... ¿Quiere decir que nosotros no nos queremos de la misma manera, no? >> le pregunté buscando entender; porque pocas veces había estado tan perdida respecto a lo que me quería dar a entender una persona. Se quedó callado, mirándome. Era nada más que decirme claro, sí, exacto, a eso me refería, estas en lo cierto, perfecto, lo entendiste ó " fue un momento de debilidad y nada más"... Pero no me dijo nada, así que hice otra pregunta, dándolo por sentado a medias: <<¿A vos te molestaría que yo esté con otra persona? >>. Él negó con la cabeza, tapándose la boca con un dedo, mostrándose de hierro y dijo no en un tono endurecido. <<No >> pensé... <<No >> y nada más. Nada de la felicidad del otro, nada del es lo correcto, nada. Era un no. Un podés ser libre de hacer con tus veinte años lo que se te cante. <<Entonces ya está esto... >> recuerdo que le dije, bajando la cabeza. Me estaba dando la vía para ser libre. <<¿Y a vos te molestaría que yo esté con otra mina? >> inquirió. Esa no era precisamente la pregunta que me esperaba, sabiendo que si para él yo no era importante - como me hacía sentir, dejándome la vía libre - no le importaría tampoco mi juicio al respecto. Cuando vos no querés a alguien de la misma forma, sabés que no le tenés que preguntar al respecto. Por eso me sorprendió la pregunta a la que respondí: << No te voy a decir que no, porque yo no te miento, pero si en cambio a vos te veo bien... Eso a mí me importa, así que aunque me molestaría... >> le expliqué mientras me encogía de hombros. También lo dejé libre, aunque se me fue un pedazo de mí con eso. Pasaron dos semanas y me encontró en una situación poco ventajosa donde me contuvo, donde admitió que éramos dos tercos que no podía entender el motivo por el que se habían encontrado, donde el límite se empezó a congestionar. Lo que restó de ese fin de semana fue contarle a su mejor amigo cómo me había encontrado a pesar de todo lo que le había pedido que no abriera su boca de jarro. Me dijo, vía mail, frío y seco, que había sido para que estuviera atento a todas mis necesidades. A mí no me interesaba su gente. Yo lo quería a él haciéndose cargo de lo que le pasaba. A las pocas semanas, menos de un mes, se puso a salir con ella. La persona que le pasó el teléfono de la mujer en cuestión fue el mismo al que le fuí encargada, a modo de cargamento ese fin de semana. Demasiadas cosas raras de las cuales, yo nunca pude entender una mierda. Repaso todos estos acontecimientos y a veces me da la sensación de que no se ha parado a pensar en nada de ésto y que allí radica la clave, dado que justamente, él no quería pensar más. Repaso todo esto y entiendo que mi presencia en su vida era revivir viejos planteos, era cambiar su propio cauce, era vivir... Pero no vivir en la pasividad de la rutina, esa muerte prematura, ni tampoco en el colchón del bienestar económico; sino que era vivir de verdad, con sobresaltos, con intensidad, con pasión, con planteos, con nuevos puntos de vista, con energía.
¿Y qué pasó entonces? Nos seguimos viendo durante más de un año, hasta ayer. Más de un año... Hasta ayer. Ayer, donde intentándolo por vez número tres o cuatro, o cinco, durante tantos meses en los cuales yo no podía llevar adelante una charla, hablamos, sí, literalmente hablamos casi como dos personas normales.
Habíamos tenido a principios de año algunas pocas palabras en común donde el había tenido la iniciativa - como siempre - y yo lo había tomado mas mal que bien, casi que contestando a la fuerza y no creyendo nada de lo que me decía ni de sus caras. Más adelante, otra vez, hace poco más de un mes lo vi sin su pareja actual en una reunión en común; se sentó al lado mío y no pudo olvidarse de mirarme con esa mezcla de ternura y cariño con la que me observaba cuando yo me equivocaba en algo o metíamos la pata y brotaba en mi lo que que mi vieja llama cara de circunstancia. Yo cambié la vista enseguida y no le di el pie a nada, ya acostumbrada a que me mire de lejos. Tampoco le presté atención cuando le pidió al mozo mi habitual menú y en el momento recordó que yo no iba a comer esa noche, retirando lo dicho. Y así pasaban los días, y así pasaba yo las noches pensando que lo hacía apropósito para molestarme mientras que lo único que lograba era acumular días sin hablar como si fueran millas. Esa situación resuelta de dicho modo me hacia sentir bien, creía tener control sobre la situación referente a ignorar lo que ame alguna vez. Pasó otro mes más, casi sin pesar; después de que haya pasado un año en este estado de las cosas, un mes se siente como nada y los días ya ni se cuentan.
Un mes más, hasta ayer, donde me vuelve a ver y en cuanto ella no está, se acerca sin dudarlo con la mirada, que no miente. Ayer, donde me mira cuando yo termino de cruzar la calle y me mira como si ahora pudiera, cuando en realidad puede siempre, pero por algún motivo no lo ve de ese modo y tiene la necesidad de esperar que ella se vaya, no esté, para acercarse a mí y relajarse... <¿Qué problema tiene con eso, si yo soy una compañera más, si él lo dispuso de esa manera? ¿Qué problema hay si su pareja seguirá siendo tal, más allá de que hablemos como habla tranquilamente con las demás, frente a quien sea...? > me pregunto y no tengo respuestas. Evidentemente, por razones que no sé, algo lo lleva a hacer esa distinción innecesaria. Lo más normal, como con todos, es que se acerque y me pregunte lo que me pregunta - que no es gran cosa - frente a quien sea. Lo más normal, no, sino lo normal, sería hacer eso. <<¿De qué tendrá miedo? ¿De qué lo reten? >> pienso y me causa un poco de gracia, inclusive. Yo no entiendo de esas cosas, la verdad, y me reservo las opiniones. Entretanto, se me queda mirando mientras contesto un mensaje y sonrió a la pantalla y nos rodean nuestros compañeros y así está bien. Me corro para hablar por teléfono y sé que sigue ahí. Aprovecho para volver al círculo y ponerme más distante de su posición. Agarra su teléfono y escribe, dejando de mirar (me) así que lo miro de reojo y sigo en la mía. Creo que está todo controlado... Quiero creer que es así. Entonces bajo la vista y escribo yo. Él levanta la cabeza, me mira de nuevo. Todo se nota porque estamos frente a frente, manteniendo menos de un metro de distancia y a la vez, creo que ninguno de los dos entiende por qué lo hace. Es ahí, efectivamente, donde se me queda mirando fino, y me hago la estúpida, porque no me queda otra.
Pasó meses buscando una fractura en mi resistencia y yo pasé meses haciendo fuerza para que se esté lejos. Como lo sé, todo tiene un límite pero en ese momento sé por demás que estoy apunto de mandar el enojo como escudo protector al carajo y hablar. No por seguir queriéndolo de esa forma, sino por no poder seguir sosteniendo mis propias restricciones, después de haberlo querido precisamente así. Son apenas segundos donde mi necesidad de hablar con él es fuerte, muy fuerte. Brota, se me escapa, quiero. Eso es lo que me pasa, yo quiero y no tengo la fuerza para negármelo otra vez. Lo siento en ese instante donde lo único que quiero que haga es llamarme y hablar, de cualquier cosa, pero hablar. Lo miro, sin poderme contener, dado que es la única forma de comunicación que nunca hemos perdido... Lo miro y espero un segundito: puede aceptar o puede esconderse, lo sé. Espero apenas y en ese preciso momento lo veo dudar. Duda una vez, duda otra, pasan segundos largos. Yo también dudo, claro, pero él es quien habla.
Habla cauteloso. <<¿Cómo va la facu? >> inquiere, después de pronunciar mi sobrenombre. Recorro la distancia en dos segundos y le respondo una sola palabra: bien. Después hace otra pregunta y me sale un sí, un estoy cómoda. A la tercera pregunta deslizo un chiste que duda en reconocer, así que me rió para que entienda mi humor; cuando lo hace y sonríe, descontracturando toda, toda su cara. Detrás de toda esa compresión llego a detectar un gesto de alivio, de alegría. Es la primera vez en una año y pico que vuelvo a ser la chica que conoció, bajo sus ojos. Sonrío yo también y él sigue la conversación, la estira, es como si estuviera contento. <<¿Puede que sea así, que esté contento? >> me digo, pero vuelvo a orientarme en lo importante... Ya habrá tiempo para preguntas, quizá.
Cuando intercambiamos unas oraciones es evidente que parece no haber pasado un año y medio para una mueca tan relajada que hacia mucho no veía. Vuelvo a ver la cara del hombre que amé mucho, vuelvo a reconocer sus ojos, la forma en que siempre me miró. Es distinta a la forma en que me miraba al principio, cuando estaba como subido a un caballo, como empeñado en sobresalir, como exaltado. Es distinta la forma en que me mira ahora... También es diferente de la forma en que me miró hace dos meses cuando lo hizo muy muy serio, al punto de que no terminé de entender por qué, pero lo dejé pasar, como a toda su persona. Su mirada de ayer se parece más a esa forma casi tierna de mirarme, como cuando estábamos en el bar. No le hago caso al hecho y me centro en que contra todo pronóstico y a pesar de que creí nunca poder hacerlo, pude hablar con él y no importa con qué carita de perro, gato o pajarón me mire.
- Sigo allá - insisto, refiriéndome a los estudios.
- Si ya se, la última vez que hablamos me dijiste que ibas allá, las materias - añade.
<< No entiendo por qué preguntas, entonces... >> pienso, pero me controlo.
- ¿Estás en Letras?
- Sí, che - me sonrió y acompaña - No, no pienses que la dejo y la retomo todos los días... - sacude la cabeza y asiente, todavía sonriente.
- Sí, ya lo sé... - admite - Es decir que estas terminando el cuatrimestre...
- Estoy terminando el año - enfatizo y asiente lentamente con la cabeza - Hace casi un año que estoy allá. Encontré mi lugar, finalmente. Después de tanto tiempo encontré mi lugar... - añadí. Se me queda mirando y baja la cabeza, ingresa como una sombra al paisaje de su cara y no entiendo a qué se debe. Le estoy hablando sin rencor, le estoy diciendo que me halle finalmente, le estoy hablando bien... Pero su cara está extraña. No sé si está cansado, triste, aliviado, o las tres cosas, pero no es esa mueca soberbia que se come el mundo. Algo de lo que dije lo molesto o afecto de algún modo. La situación se volvió a tensar. Su cara refleja algo que, como siempre, no alcanzo a detectar. Es como si algo le doliera, es como si le doliera la panza y lo estuviera aguantando. Es como si algo le doliera y se esforzara en ocultar, es como si lo lastimara algo... <<Siempre pudiendo ver más allá de sus ojos >> pienso fugazmente y desecho esa oración casi enseguida porque aunque es verdad, ese poder hacerlo, además, hace un poco de daño.
- Que bueno, che... - me dice, de una forma que aunque quisiera no puedo sentir falsa y sigue preguntando. En cuanto puedo terminar el tema lo hago. Hasta ahí, sí, hasta ahí nomás, me repito. Un compañero menciona, uniéndose a la charla, a mi perro. Convenimos en que es hermoso y yo me relajo porque seamos más que dos.
- ¿ Tenes perro nuevo? - pregunta otra vez.
- Sí, otra vez tengo perro. Lo encontré hace un año ya... - argumente, con naturalidad.
- Ah.. - con un poco de delay, se apuro a decir - ¿Qué raza es?
- *** - le dije.
- Uy... Es hermosa esa raza, son hermosos... - me miró, como con nostalgia.
- Si, él es hermoso, la verdad - sinteticé - Bueno... - me alejé y empecé a saludar. Él me saludó y cuando se acercó el dichoso mejor amigo, se hizo un silencio entre ellos. Ninguno hizo mayores comentarios sobre nada. Ni siquiera un chiste. Silencio total.
Sigo mi camino sin mirar y a otra cosa mariposa. Es movilizador ver cómo se perdió las cosas más simples. Es dimensionar y entender lo que fue habernos desentendido del otro durante más de un año. Es sentir el paso del tiempo a fondo, en los detalles más comunes, es no haber podido siquiera hablar del clima, es haber dejado de compartir, son cosas tales como no haberse enterado de que ahora me gusta la pizza y cuando estábamos juntos él siempre me pedía empanadas.
Movilizador también fue ver que no tardó ni un segundo en tildar un mensaje que le envié mostrándole unas cosas que acometían en cierto modo. Cuando fui a adjuntarle lo que pretendía, estaba ahí, del otro lado, sosteniendo el hilo que tantas veces había dejado caer de sus dedos. Estaba esperando que escribiera un año y pico después. Entonces cuando lo hice, él pudo deslizar un chiste y un después contame qué te parece... Y ante esto mandar un beso de mi lado me pareció lo mejor.
Para ser que pasó más de un año, encontré el vínculo distinto de lo que me imaginaba. No encontré resentimiento por ninguna parte, sino que me sentí víctima de una gran pausa. Para ser que pasó más de un año sentí que me reconoció en sus ojos y yo pude reconocer la persona que sé que es, aunque se esfuerce en aparentar con los otros, otras cosas. Reconocí al que siempre supo ser conmigo, mal que me pese.
¿Cómo es que pasan estas cosas? Eso es lo que me asombra de todo esto, lo que tomo a modo de aprendizaje. Yo pensé que nuestro vínculo se iba a diluir con el tiempo, pensé que íbamos a ser incapaces de decirnos nada, nunca, realmente, nada. Yo pensé que nunca volveríamos a poder hablar... Siquiera del clima. Ahora lo único que pienso es en la capacidad que tenemos los seres humanos para hacer cosas de la nada.