La última vez que hicimos un careo, la charla duró largas horas. Creo que fue una de las pocas veces en mi vida donde hablé tanto con alguien. Donde fui tan pero tan sincera en una charla.
Fue así que, le pregunté:
- ¿No valió nada la pena para vos? ¿Nada? ¿Ni una sola cosa? - lo miré, desconcertada - ¿No te ves, ***? ¿Qué creés que deberías haber hecho para que una chica, en este caso yo, te quiera? ¿Ser otro? - ironicé - ¿Sos boludo, vos?
Se rió.
- No, es que… No sé. No entiendo cómo me podés querer así… Vos, encima.
- Yo no entiendo cómo voy a hacer para no quererte más, a vos encima – ironicé - ¿Creías que tenías que ser otro, para que yo te quiera? Mala suerte. Tuviste tanta pero tanta mala suerte, que te cruzaste con una piba que te vió, así, como sos, con todos tus defectos y todas tus virtudes, y se enamoró de vos. ¿Qué terrible, no?
- No digas así… - sonrió, dulcemente.
- Es que me causa gracia, un poco más, boludo – me reí, desconcertada - ¿Vos tenés esa idea en la cabeza de que levantarse a una mina es llevarla a cenaaar, a un buen telo, hacerte el banana, no? - se rió, con un gesto travieso – Y más, con una pendeja, claro, que tenés que presumir lo que no sos, parece…
Sacudí la cabeza, indignada, desconcertada, riéndome con perversidad. No podía entender cómo era incapaz de darse cuenta lo real de mis sentimientos.
- Tanta mala suerte tuviste y tan boluda fue la pendeja, que se enamoró de vos por lo que sos. ¡Se enamoró de cómo comés pizza con cara de boludo, con esa cara de nene al que le gusta algo! - enumeré- ¡Se enamoró de los gestos que hacés cuando tomás mate, cuando hablás de algo que te gusta! - le dije, siguiendo - Se enamoró de lo pelotudo, de lo enormemente pelotudo que te ponés cuando querés que la pendeja se ría - remaché - ¿Es terrible, no? Te quieren por lo que sos, y te parece terrible… Tenés todo mezclado, vos… - suspiré.
- No, no tengo todo mezclado… - contraatacó – Es que no tengo nada para corresponder a tanto. No tengo fuerzas para soportar esta intensidad… No me da la cabeza, ya, para pensar cómo te devuelvo tanto… ¿Cómo hago para bancarme si sale mal una cosa así, con vos, encima? –se puso firme –Entre más permito que estés conmigo, entre más cosas… pasan entre nosotros, entre más cerca estás de mí, te juro que es peor. Para mí, es peor, cada día de pasa… - tomó aire.
Lo miré, extrañada, seguramente. Se frenó, esperando que le hiciera la pregunta que, es evidente, ya le había hecho con los ojos.
- ¿El afecto es peor para vos? – musité.
Mofó.
- No, no es peor, no es malo, no… - se enredó. Me quedé mirándolo. Tomó una gran bocanada de aire.
- Es demasiado para mí - musitó.
- Si lo mejor que te puedo dar, para vos, es lo peor… - me encogí de hombros - Cagamos, ***.
- Es lo peor, justamente por eso – sonrió, con cara de embobado – Porque es impresionante, para mí, y al mismo tiempo, me está enloqueciendo… No puedo vivir así, Veinte. No me lo puedo bancar, ya pasé por todo eso hace muchos años atrás, y no se compara, tampoco. De sólo pensar en pasar por esto… No tengo fuerza. No es que no me importes… Es que no voy a poder bancarme abrirme así, después de tantos pero tantos años … - bajó la mirada – y que … no funcione. No soportaría.
- Pero es así, la vida, el amor no siempre sale bien. ¿No nos miraste todavía? – mofé, con algo de sorna.
Se rió. Me contagió un poco.
Suspiramos.
- El día de mañana, no voy a poder… evitar que sufras.
- Ni vas a poder evitártelo vos – agregué, mirándolo fijamente.
Cortó el contacto visual.
- No, es cierto, no hay garantías… - me dijo, en voz muy baja - Pero estoy seguro de que todo lo que yo pueda ofrecerte, en esta etapa de mi vida, va a ser poco para responder a lo que me estás dando vos y a todo lo que me darías...No tengo dudas. No hacés las cosas mal, al contrario, las haces bien, demasiado bien… Y justamente por eso, por lo que sos, te merecés tener al lado un tipo que se pueda quedar con vos toda la vida y yo no lo puedo hacer. Tengo 42 años, nos guste o no nos guste.
Sonreí, porque pensé en un comentario con aires de chiste en una situación seria. De lo difícil que era para mí afrontar esta situación, no tenía filtro. Decía, prácticamente, todo lo que sentía, lo que pensaba, las cosas a las que le temía, las cosas que me había guardado pensando que tendría tiempo de plantear y de conversar consigo, los gestos que había pensado para demostrarle mis sentimientos.
- Decilo, dale… - me dijo, reblandecido, porque, evidentemente, me delataba el rostro.
- Que a mí sí me gusta… - admití, como enojada conmigo misma.
- Ay, Dios… - se tapó el rostro con sus manos, luchando consigo mismo - ¿Por qué sos tan terrible, eh? - ocultó una sonrisa de cariño - ¡Vos te merecés a un tipo que te de la seguridad de que se va a quedar con vos, y yo no te la puedo dar, a mi edad! ¡Vos no me podés decir esas cosas… ¿¡Sos loca?! Por favor te lo pido... - inspiró hondamente - Te merecés a un tipo que te de todas las garantías que se te ocurran, y yo no te las puedo dar. Entonces, ¿cómo voy a hacer? No lo puedo hacer. Puteame, enójate, mandame a la mierda cien veces; está bien. Hacelo si lo necesitás, si te hace bien… pero yo no puedo. No podría vivir con eso si sale mal. Ahora, aunque esté todo bien y no entiendas por qué hago esto, yo sé que no es demasiado tarde. A vos, en el futuro, te van a pasar un montón de cosas lindas, yo no te puedo cagar así… – dijo, con aires de promesa, aunque con muchísima tristeza – Te vas a poder enamorar de nuevo, de un hombre muchísimo mejor, y vas a estar bien con él. Vas a poder estar contenta y no enojarte, y no vas a tener que sufrir… por culpa de un viejo que no te puede dar nada a ésta altura del partido.
Me quedé sin palabras.
- ¿Lo que estás haciendo ahora es cuidarme para vos? – dije.
Asintió.
- No puedo dejar que esto… pase más… Que siga pasando. No puedo, no. Es una locura. No puedo. Tengo que pensar . Tengo que poder pensar con vos. Es así.
- Tu que “esto no pase más”, para mí, es “agradezco haberte conocido” – le marqué - Hoy te vas a ir como una rata, te vas haber sacado a la pendeja fastidiosa y cuestionadora de encima – le advertí – Pero no trates esto como si fuera consecuencia de un error… Porque vos sabés que no es eso.
- Yo no digo que esto sea un error, pero no puedo permitir que pase… Por tu bien.
Sacudí la cabeza, en total desacuerdo.
- ¡Hacete cargo, y asumí que es tu bien, y no el mío, lo que está en juego acá! ¡Una vez hacelo, no puede ser que no asumas, que siempre la pelotuda franca sea yo! - me quejé - Te estás cuidando el culo, como un nene, pero no vas a poder evitar que te quiera como puedo en este momento. ¡Vos jamás vas a ser una vergüenza para mí!
- Vos tampoco vas a ser una vergüenza…
- Y no, obvio, yo no soy nadie para vos. Ni siquiera, una cañita al aire, imaginate… - le hice un gesto de saturación.
Sacudió la cabeza. Se pasó ambas manos por la barba.
(…)
- No creo poder arreglar todo esto para vos. Estoy trabado. No puedo demostrar sentimientos, yo. Hace muchos años, después de que me pasaron tantas cosas, me dije que no quería saber más nada. Me cerré completamente. Y… arreglar eso, ahora, es imposible ya, yo creo que no tiene retorno… - me confesó.
Dudé mucho antes de preguntar:
- ¿Entonces vos no sentís nada conmigo? ¿Que yo esté acá con vos, en éste momento, no te provoca nada?
- Sí. Es obvio que sí - dijo, sin dudarlo.
- Entonces no entiendo… - admití, doblegada - ¿Vos lo que querés decirme es que no nos miramos de la misma forma, que no nos queremos de la misma manera? ¿Eso es? O sea, sí, todo bien conmigo, pero no te gusto… ¿Eso es? - en voz alta, pensé e intenté identificar una sola idea clara, buscando su ayuda.
- No, no es todo tan así, Veinte - me dijo.
- Es que te puede pasar, ***, y por eso te lo planteo. No serías ni el primero ni el último en no corresponderme, ni en calentarse, solamente, con una pendeja... Está todo bien...
- Es que… ¿no te das cuenta? A mi edad, y a la tuya, se quieren de dos maneras diferentes. La forma en que me querés vos a mí, Veinte, es… - hizo un gesto de efusividad.
- ¿Intensa? - pregunté.
- Muy.
- Claro - caí en la cuenta - Y vos, a mí por lo menos, no me querés así - lo miré, pero bajé la cabeza - Está bien. Lo entiendo. Aunque sigue sin tener nada que ver la edad…
-Es que yo no te puedo querer así… - insistió - Una persona joven, sí te podría querer así. No yo.
- Pero… ¿qué tiene que ver la edad, me estás jodiendo? - le dije, saltando la banca.
- Que, a ésta edad, yo no tengo nada para darte. No tengo… las energías que se necesitan para estar en una relación con vos.
- ¿Energía? - pregunté.
- Vos, a tu edad, tenés una energía… - dijo, con profundidad - Y yo, no tengo cómo hacerlo.
- Pero, hasta ahora, no habíamos hablando de energía. ¿No te das cuenta como reaccionás, como reacciono yo? ¿Eso no es energía también? ¿O qué, no se te mueve un puto pelo, no te pasa nada cuando estoy en frente tuyo? - quise saber, desde la mayor honestidad - ¿No te das cuenta o yo me drogo? - espeté.
Sonrió, por mis formas. Mis formas. El modo en que no tenía filtro.
- ¡Más vale que me pasa! - dijo, gesticulando - ¡Claro que siento, yo sí siento con vos – dijo – pero te juro que no puedo, es demasiado todo esto…! - me atajó.
- ¿Qué quiere decir que no podés?
- Que no puedo – dijo.
- ¿Qué no podés?
- Arreglar eso para vos, prometerte que voy a poder, que me va a salir bien, que voy a poder estar bien con vos… No sé, hacer todo cómo te lo merecés. Porque, te lo juro, vos no te das cuenta… Pero te merecés todo con lo que sos. Y yo no te puedo dar certezas, y si sigo adelante con vos y todo sale mal… - se le cortó la voz - ¿No te das cuenta que sería un hijo de puta? No es que sea un mal tipo, es que no puedo darte garantías de abrirme más después de tantos años y que todo resulte con vos. ¡Con vos, encima! - agregó, a la exclamación.
- Pero es no para mí, es para vos. No me tenés que prometer nada, a mí. Yo te quiero, y mientras que yo te vea feliz, está todo bien… - suspiré - ¿Sabés lo que pasa? Vos no me vas a entender, pero, para mí, con vos, no es tan científico… A mi me pasan cosas con vos que no me habían pasado nunca en mi vida. Y se dan así, con miedos,con enojos, con todo… Pero se dan o no se dan... - reconocí - Lo que yo creo que te pasa es que vos no te querés preguntar qué carajos te pasa conmigo porque me llevás veintitrés años… ¿Y cómo se va a dar, no?
- Es que no puedo, Veinte, te lo juro que no puedo… - me confesó, con notorio malestar en su rostro - No tengo fuerza para soportar esas preguntas. Hace muchos años, ya, pasó ese momento de mi vida. Éste es otro momento, yo ya me contesté esas preguntas hace muchos años y volver a hacérmelas ahora es… imposible para mí. No quiero, hacérmelas de nuevo - insistió - Perdón, te pido perdón, pero… no puedo, y tampoco quiero.
Asentí con la cabeza, terminante.
- Bueno… está bien... - dije nada más - Entendí.
- Pero, escuchá, eso no quiere decir que me chupes un huevo vos. De verdad, vos no, Veinte - dijo.
Evadí sus palabras.
- ¿Algo que haya hecho mal, que te haya lastimado? - pregunté.
- No, en absoluto. ¿Sabés qué pasa con vos? Hacés… - tomó aire - demasiado bien todo para mí, de hecho… Tenés todo, hacés todo bien, querés de una forma, vos… ¿Qué te doy yo, a cambio? ¿Cómo carajo hago con vos? ¿Qué te ofrezco, a los cuarenta y dos años? Ni siquiera te puedo ofrecer la seguridad de que yo me vaya a abrir más todavía y me vaya a salir bien. ¿Y vos te pensás que yo no me doy cuenta las cosas que sos capaz de hacer? Pero, a ver, esto pasa porque no tengo con qué corresponderte, no porque no me gustes, ni por nada de eso… ¿Estás loca? - se rió - Pero, fijate, en serio: yo no tengo belleza, cómo vos, no tengo tu edad, no tengo nada…
Volví a desestimar sus palabras respecto a las apariencias.
- Es que no importa nada de eso. ¿Sabés lo que no tenés vos? Voluntad, ganas de estar conmigo - admití - Por la razón que sea, te pesa todo esto que está pasando. Es una carga para vos, lo padecés, estás del culo pensando por qué mierda aparecí yo en tu vida tan pero tan ordenada - arremetí, con calma, aunque con firmeza - Pero ya desde ahí te estás haciendo un par de preguntas - le dije, con sarcásticamente - Y, ojo, yo entiendo que hoy, ahora, en éste momento, no puedas hacértelas y ver, por qué estás así, qué carajo te pasa conmigo. Que ni quieras saber qué carajo te pasa conmigo, por qué te estás poniendo así, que no te quieras cuestionar más, porque te pone mal meter el dedo ahí… - le dije, dando la pauta de que no era ninguna tonta respecto a lo que percibía en sus ojos, en sus gestos y en sus modos de tratarme - Pero, yo sé que te las vas a hacer y no te lo digo porque sea forra, sino porque es así... – le dije – No te vas a escapar toda la vida de las preguntas, no se puede vivir así. Y quizá, listo, vos me digas que esto es una locura, que merezco a un chico joven, que no te querés cuestionar; pero, lamento decepcionarte, las preguntas están. Siempre van a estar ahí, lo quieras o no. Si no es ahora, conmigo, dentro de cinco años, vas a preguntarte. Si no, no estarías vivo - le expliqué - Sacá ésto de nosotros del medio y pensá en general, sin asociarlo conmigo o con vos… Aunque uno se quiera esconder abajo de la cama, las preguntas te encuentran - musité - A mí me encontraron cuando te conocí a vos y me quería matar, te lo juro, porque no entendía para qué me estaba pasando esto, por qué vos, por qué en ése momento de mi vida, por qué todo… ¿entendés? - asintió con la cabeza, mirándome con atención - Y tuve que hacerles frente porque eras más fuerte que yo… Me mirabas o te me acercabas y yo me moría porque por dentro me pasaban tantas cosas raras - me reí, con tristeza y Él me sonrió con la misma tristeza - Y acá, en tu caso, la cosa es al revés: si quisieras, podrías, pero no querés. En el fondo, lo que pasa con vos, es que no te bancás el precio, que no te dá para hacértelas, porque te falta voluntad… No energía porque tengas o no tengas 40 años, sino, voluntad. Uno puede tener huevos toda su vida. O nunca - le aclaré.
Bajó la cabeza.
- No… es que sí, tenés razón, pero yo tengo esa fuerza... No puedo. De verdad, perdón, perdóname, te pido disculpas, pero no puedo. Vos no te ves, pero tenés una fuerza… Para mí es impresionante. Pero yo no tengo nada con qué corresponderte a eso. Y estoy seguro que… no soportaría si salen mal las cosas con vos.
- A Seguro se lo llevaron preso – musité – Y vos lo que no te bancás no es si sale mal, esto; lo que vos no soportás, es el amor. Ése es el tema. No soportás el amor, que algo te parta la cabeza. A vos, te chupa un huevo mi amor. Quizá el de otra no, pero el mío, estoy segura de que sí.
(…)
- ¿Ya mismo te querés ir?
Asentí, decidida, hermética y dura.
- Vení conmigo - me dijo, acercándose.
- No – musité – Por favor. Lejos, por favor.
- Veinte, por favor - me dijo, y se evidenció su cansancio.
- Estoy intentando ser clara. Me está costando mucho, por favor te pido… No sea egoísta.
- Pero vos sos clara. Yo entendí. Te lo juro.
- No, no entendiste. Si no, no te acercarías.
- Pero es que no puedo… - se quejó.
- ¿Qué hacemos con todo esto, si voy con vos, de qué sirve todo lo que estuvimos hablando? - le pregunté, desorientada, como si me estuviera juntando en pedazos con una cuchara sopera.
- Sí, entiendo tu punto… Pero ¿ no te puedo abrazar una vez más? Después, no me vas a mirar más la cara, parece, y yo te quiero dar un abrazo de despedida por lo menos. Si te vas a ir, te quiero abrazar.
Se me acercó, despacio hasta quedar parado frente a mí. No lo miré a los ojos ni dispuse la cabeza para que me la agarrara entre sus manos, para besarme o acariciarme la cara, siempre tan delicado. Agaché la cabeza, un poco y la levanté, como si me hubieran pegado un latigazo en coronilla. Miré los cuadraditos de su camisa azul y beige, frente a mí, considerando mi altura.
(...)
- No sé cómo hacés para barcártela… – le dije.
Bajó la vista, con el semblante entristecido.
- En un tiempo, te lo prometo, va a estar todo bien para vos - me susurró, despacio - Va a ser mejor. Vas a estar bien, yo te lo prometo. Esto no te va doler tanto con el tiempo, vas a ver. Va a pasar el tiempo, y yo no te voy a importar tanto. Te vas a olvidar de mí, vas a conocer a un tipo mejor y te vas a olvidar rápido… - sonrió, con tristeza - Vas a ver. Creeme, sé por qué te lo digo...
- Yo no sé para qué me lo decís...
- Te juro que no te lo digo para lastimarte - me anotició - Es lo que hay que hacer, esto, es lo que corresponde - anunció - No te lo digo para joderte, ni para nada malo. Creo que tiene que ser así, que merecés tener una vida normal... - reconoció.
- Yo sé que todo lo que me decís es para que no sufra, de verdad, ya me di cuenta… - reconocí, en voz alta - Pero, por favor, escuchame, no me cuides, no intentes darme consejos ni nada - suspiré - Es una mierda que me digas esto para mí - reconocí.
- Pero, es que así va a ser… Estoy seguro de lo que te digo. Una persona como vos no se merece sufrir por un viejo como yo, que no tiene nada para darte. Vos tenés que querer a otra persona que se quede con vos ¿sabés? Que viva toda tu vida con vos, y yo ya no puedo eso, Veinte. Soy viejo, no tengo la edad suficiente... Es una mierda, pero...
Suspire y bajé la vista.
- ¿Me estás sacando de encima, en teoría, no te acordás? – me reí - Tenés que ser duro. No me podés hablar así, porque te juro que te diría que no sos viejo todos los días, como un remedio, cada ocho horas hasta que te des cuenta... - bromeé, vencida - Pero te veo a vos tan tranquilo que, de verdad, siento que hice y vi y entendí siempre todo mal… - le confesé, en un susurro - ¿Como puede ser que no me haya dado cuenta que para vos esto está re cocinado y yo estoy acá sufriendo cómo una forra? - le pregunté, sin rencor, solamente, desorientada al entero.
Sonrió, por mi expresión.
- No me digas así -me pidió - Es muy difícil esto para mí. Te entiendo, te lo juro, yo sé que te duele… Es horrible, esto… Ya lo sé. Ya sé, yo, te juro que te entiendo… – me repitió - Yo sé que te duele…
- Entonces sé bueno, no me quieras abrazar ni nada, dejá que me vaya a casa así… ¿si? - le pedí, más dulcemente.
- Es que… - suspiró - Veinte, no me podés pedir esas cosas… - dijo, cómo un nene chiquito.
- ¿Y cómo vamos a hacer, si no? - se me quedó mirando, en silencio - Sé que es decadente que te lo diga, pero te juro que no sé ni cómo voy a hacer… Te miro, en éste momento, y no sé cómo carajo voy a hacer para poder querer a otro tipo… - le confesé, al borde del llanto - que no seas vos. Ojalá, te juro, ojalá tengas razón y me pase… Pero si no me pasa, por lo menos, ubicate, sé bueno. Decime, si no nos alejamos así, a lo bestia, ¿como vamos a hacer, como lo sostengo? ¿No te das cuenta que es insostenible para mí?
- Para mí también es una mierda. No hagamos las cosas así, busquemos la mejor manera, la manera en que sea menos doloroso para los dos - me indicó.
- ¿Hay? - musité.
- Sí, sí que hay - me dijo con dulzura - No nos enojemos. Por favor, no pienses ni te quedes con que soy un mal tipo. Yo no soy un hijo de puta. Quedate con todo lo bueno. Si no, es una mierda.
- Ya sé que no sos un hijo de puta - admití - pero, si no creo eso, ya te lo dije, no sé cómo hacer. Lo que viene después de esta bronca, es lo peor, por eso me enojo - le dije, confesándoselo - ¿Cómo se hace?
Todavía muy cerca de mí, bajó la vista. Yo también la bajé, casi apoyando la cabeza en su pecho.
- Vamos a tener que aprender a vivir con lo que nos pasa, nosotros dos… – musitó, sin tocarme - Es así ¿sabés? Vamos a tener que aprender a vivir con lo que nos pasa.
Me quedé callada. Acababa de soltar todas mis armas, mis escudos, mis razones. Nada era tan fuerte como ese horrible momento de alejarme de Él.
III
Casi cinco años después, cumple 47 años. Lo saludo. Chateamos. Me dice que tenga ojo, que el tiempo va a pasar para todos, en broma. Yo le digo que lo sé, ahora, a través de mi sobrino que viene en camino y pienso en el perro que se compró hace poco. Pienso en como cambia todo y, a veces, en lo lento que se da ese proceso.
“Felicitaciones, tía”, me escribe en otro momento de la charla. Sonrío pensando en que, aunque no lo vea, esa forma de escribirme tiene una base dulce y no burlona. Lo acepto, de su parte, y se lo agradezco, con otra broma leve, sin intenciones malas.
“ Te dejo que tengo un parcial”, insisto, luego de que me responda, para dejar las cosas así.
Nos mandamos caritas de besito con corazón, a modo de despedida.
“Y tranqui hoy”, añade en referencia al parcial, igual que hacía hace cinco años, cuando yo no estudiaba en esta Universidad y, ni siquiera, estaba a pocos años de recibirme, a diferencia de ahora.
Mientras tanto, seguimos construyendo nuestras vidas. Y, a veces, me parece pensar que quizá sí, aprendimos a vivir con lo que nos pasó, o estamos aprendiendo, o vamos a seguir aprendiendo todo el resto de nuestras vidas.