Bajo en mi período de receso. Tengo diez minutos por reloj para comer alguna galletita, entre el fichaje de ida y el de vuelta. Podría salir - pienso - pero en el fondo no quiero porque hace mucho frío.
En medio de mi trayecto hacia el contador donde dejo mi huella, me lo cruzo. Es el Jefe de ****, uno de los sectores de la empresa donde estoy desde febrero. Desde el día uno resultó encantador, con ese acento latino y unos buenos modales que, a mis ojos, lo distinguieron enseguida. Encantador, sí, pero nada más.
- ¡Señooorita! - exclama y abre los brazos - ¿Cómo estás? - pregunta. Me saluda con un beso, un abrazo, y me pregunta qué tal la mañana, dado que entra después que yo. Hacemos algunos breves comentarios al igual que gran parte de las veces donde nos cruzamos. Intercambiamos algunas bromas, ya que es tan sencillo como sociable y, pese a tener responsabilidad y/o jerarquía, trata a todos como a sus pares. Justamente por eso, le comparto mi comida, o lo que haya bajado para el recreito, y subo después de dicho período acotado de tiempo.
Hasta que un día sacó mi teléfono celular de un grupo en común, donde de otro sector me invitaron a una salida, y me escribió para agradecerme y preguntarme mejor qué era lo que habíamos comido en el break. Se lo expliqué, claro, y le indiqué dónde comprárselo, el precio y las diferentes variedades.
No obstante eso, hace pocas semanas, cuando bajé a comer, cuarenta minutos después de haber salido a mi recreo, la pantalla de mi celular, rezaba:
Mensaje de "XXXX Empresa":
- ¡Cada día estás más linda! Hueles riquísimo hoy - y el, asimismo, me decía.
II
Lo leo, enarco una ceja, y automáticamente miro para los costados mientras le respondo con un "jajaja, te pasás. Gracias". No sé por qué pero, de pronto, algo me dicta ser discreta. Éste hombre es un divino, pero está casado, tiene un niño, y yo siempre lo mantuve dentro de ese rol de "tipo que no se toca". No puedo negar que, si otras fueran las circunstancias, me gustaría mucho más el mensaje, aunque reconozco esa chance como improbable y sigo adelante con mi jornada. Él sabe cómo soy: una chica seria, que no quiere líos y a quien le gustan las cosas bien hechas, además de los pocos comentarios en boca de los demás; especialmente, si no tienen que ver con el trabajo.
De eso pasan varios días donde, cuando acabo de subir después de saludarlo y hablar en público si se me acerca; me manda un mensaje, me lo deja a modo de aviso, en el celular. Como sabe que no puedo sacarlo mientras laburo, quizá hasta entra a mi sector a saludar a mi superior y, cuando se va, después de saludar muy cordialmente a todos los presentes, me hace señas por la división vidriada. Yo me río, discretamente, lo saludo, y sigo mirando la pantalla de la computadora desde donde me llueve laburo. Hasta que bajo y, con la incredulidad siempre renovada, me encuentro con un mensaje nuevo suyo, teniendo en cuenta que estamos a dos metros, bajo el techo del mismo edificio, y el flaco acaba de saludarme, verme y hablarme hace menos de una hora.
III
Hace unos días, la chica por la que entré a trabajar aquí, me manda un mensaje. Hablamos mucho, todo el tiempo, intercambiado novedades y pareces acerca de todo el mundillo laboral.
- ¿Así que te escribe ***? - preguntó.
Dejé a un lado por un momento el chat con el hombre en cuestión y me limité a contestarle con la verdad.
- Sí, me escribió el otro día para hacerme un chiste. Se pasa - admití - ¿Cómo te enteraste? - dije, desconcertada.
- Él me mostró que estaba hablando con vos. Yo le dije que ya te contaba siempre que preguntaba por vos y él, muy simpático, me dijo: "no me importa, total, yo hablo con ella", y me mostró la conversación muy por arriba.
- Qué guacho, no sé cómo tiene cara para andar mostrando esas cosas... - le dije, contenta de haberme tomado todo con humor.
- Igual, me las mostró a mi solamente. Tenemos confianza y yo le hablé de vos cuando, sabe que nos conocemos. No se las mostró a nadie más.
- Menos mal, si no... Igualmente, yo sé que él jode, pero me daría vergüenza que lo vean los demás - reconocí.
Es que, "(me) gustan las cosas bien hechas, además de los pocos comentarios en boca de los demás; especialmente, si no tienen que ver con el trabajo... "
- No, igual, quedate tranquila. Yo sola la ví. No te tiene agendada, sólo tiene tu número, pero él solo me dijo que eras vos. Te elogia mucho, eh - se rió, socarronamente - Te dijo que eras una mujer hermosa... - me recordó.
Me reí y no le dí importancia.
- Sí, él es así, las tira. Igual, todo bien - le expliqué.
Y seguimos chusmeando nosotras. Aunque cabe decir que, a ella, si estuviera en otra situación, también le gustaría. Llegó a confiármelo aunque yo no le dije que me pasaría lo mismo, ya que es un buen tipo, pero además, tiene algo. La diferencia reside en que, tal como ella me dijo, me está tiroteando, y aunque a ella también la joda, sus chistes no son así.
IV
Pasa otro día. Pasa otro recreo. Bajo, lo cruzo, lo saludo y hablamos un momento. No llevo encima comida para compartir. Me abstraigo de todo con el celular, respondiendo mensajes de un reaparecido, de un Reo resucitado que me desea buenos días y a quien invito a un evento de cultura como modalidad de mandar todos los miedos y prejuicios a la mierda. De nuevo, lo veo acercarse. De nuevo nos cruzamos, de nuevo lo saludo, de nuevo sube al rato a mi sector y, pasando por el espejo vidriado, me tira un beso riéndose.
Ese mismo día, sin embargo, cuando bajo a comer, un rato después de ese intercambio de risas producto del gesto, tocan la puerta del comedor. Acababa de cerrarla tras mi ingreso, por lo que pensé que era alguno de mis compañeros de almuerzo.
- Paseee - grité, socarronamente.
Y lo ví, a él, parado frente a mí con una sonrisa traviesa.
Me reí, sin poder controlarlo, producto de la incredulidad.
- ¿Qué hacés acá? - lo miré, estupefacta - ¿Me querés decir qué hacés acá, vos? - le pregunté, en susurros.
- Quise venir a darte otro abrazo, a estar un poquito contigo, porque allá arriba había mucha gente...
Mofé, y sacudí la cabeza. Me abrazó y lo correspondí.
- Sos terriiiiiiiible vos, hombre... - le dije - Bueno, sentate, traé algo para comer, no sé... - lo burlé - ¿No te van a llamar la atención?
- Nooo - revolea los ojos con un gesto de superación - Quédate tranquila, soy libre. No quise decirle nada a tu superior para que comas en el mismo horario, porque no quisiste. Sé que no te ibas a sentir cómoda.
Me río.
- Menos mal, si no, no quiero que tengas problemas y es como hablamos el otro día; yo no quiero tener problemas acá, es una manera de trabajar que elegí desde el principio... - admití - Vos viste cómo soy, pongo la buena conciencia por delante para todo - le recordé.
Sonreímos.
(...)
Se quedó conmigo, un rato, hasta que llegaron mis compañeros. Cuando ya no estábamos solos, se levantó, saludó a los demás, y se fue.
- Fue lindo compartir el almuerzo y una charla interesante. La próxima, llevo mi desayuno - decía otro de los mensajes que me mandó, ni bien volvió a su sector, dos segundos después de irse a seguir con sus tareas.
- Paseee - grité, socarronamente.
Y lo ví, a él, parado frente a mí con una sonrisa traviesa.
Me reí, sin poder controlarlo, producto de la incredulidad.
- ¿Qué hacés acá? - lo miré, estupefacta - ¿Me querés decir qué hacés acá, vos? - le pregunté, en susurros.
- Quise venir a darte otro abrazo, a estar un poquito contigo, porque allá arriba había mucha gente...
Mofé, y sacudí la cabeza. Me abrazó y lo correspondí.
- Sos terriiiiiiiible vos, hombre... - le dije - Bueno, sentate, traé algo para comer, no sé... - lo burlé - ¿No te van a llamar la atención?
- Nooo - revolea los ojos con un gesto de superación - Quédate tranquila, soy libre. No quise decirle nada a tu superior para que comas en el mismo horario, porque no quisiste. Sé que no te ibas a sentir cómoda.
Me río.
- Menos mal, si no, no quiero que tengas problemas y es como hablamos el otro día; yo no quiero tener problemas acá, es una manera de trabajar que elegí desde el principio... - admití - Vos viste cómo soy, pongo la buena conciencia por delante para todo - le recordé.
Sonreímos.
(...)
Se quedó conmigo, un rato, hasta que llegaron mis compañeros. Cuando ya no estábamos solos, se levantó, saludó a los demás, y se fue.
- Fue lindo compartir el almuerzo y una charla interesante. La próxima, llevo mi desayuno - decía otro de los mensajes que me mandó, ni bien volvió a su sector, dos segundos después de irse a seguir con sus tareas.