miércoles, 28 de agosto de 2019

Secretos

Bajo en mi período de receso. Tengo diez minutos por reloj para comer alguna galletita, entre el fichaje de ida y el de vuelta. Podría salir - pienso - pero en el fondo no quiero porque hace mucho frío. 

En medio de mi trayecto hacia el contador donde dejo mi huella, me lo cruzo. Es el Jefe de ****, uno de los sectores de la empresa donde estoy desde febrero. Desde el día uno resultó encantador, con ese acento latino y unos buenos modales que, a mis ojos, lo distinguieron enseguida.  Encantador, sí, pero nada más. 

- ¡Señooorita!  - exclama y abre los brazos - ¿Cómo estás?  - pregunta. Me saluda con un beso, un abrazo, y me pregunta qué tal la mañana, dado que entra después que yo. Hacemos algunos breves comentarios al igual que gran parte de las veces donde nos cruzamos.  Intercambiamos algunas bromas, ya que es tan sencillo como sociable y, pese a tener responsabilidad y/o jerarquía, trata a todos como a sus pares.  Justamente por eso, le comparto mi comida, o lo que haya bajado para el recreito, y subo después de dicho período acotado de tiempo.  

Hasta que un día sacó mi teléfono celular de un grupo en común, donde de otro sector me invitaron a una salida, y me escribió para agradecerme y preguntarme mejor qué era lo que habíamos comido en el break.  Se lo expliqué, claro, y le indiqué dónde comprárselo, el precio y las diferentes variedades. 

No obstante eso, hace pocas semanas, cuando bajé a comer, cuarenta minutos después de haber salido a mi recreo, la pantalla de mi celular, rezaba:  

Mensaje de "XXXX Empresa"

- ¡Cada día estás más linda! Hueles riquísimo hoy - y el, asimismo, me decía. 

II  

Lo leo, enarco una ceja, y automáticamente miro para los costados mientras le respondo con un "jajaja, te pasás. Gracias".  No sé por qué pero, de pronto, algo me dicta ser discreta. Éste hombre es un divino, pero está casado, tiene un niño, y yo siempre lo mantuve dentro de ese rol de "tipo que no se toca". No puedo negar que, si otras fueran las circunstancias, me gustaría mucho más el mensaje, aunque reconozco esa chance como improbable y sigo adelante con mi jornada.  Él sabe cómo soy: una chica seria, que no quiere líos y a quien le gustan las cosas bien hechas, además de los pocos comentarios en boca de los demás; especialmente, si no tienen que ver con el trabajo. 

De eso pasan varios días donde, cuando acabo de subir después de saludarlo y hablar en público si se me acerca; me manda un mensaje, me lo deja a modo de aviso, en el celular. Como sabe que no puedo sacarlo mientras laburo, quizá hasta entra a mi sector a saludar a mi superior y, cuando se va, después de saludar muy cordialmente a todos los presentes, me hace señas por la división vidriada.   Yo me río, discretamente, lo saludo, y sigo mirando la pantalla de la computadora desde donde me llueve laburo.  Hasta que bajo y, con la incredulidad siempre renovada, me encuentro con un mensaje nuevo suyo, teniendo en cuenta que estamos a dos metros, bajo el techo del mismo edificio, y el flaco acaba de saludarme, verme y hablarme hace menos de una hora. 

III

Hace unos días, la chica por la que entré a trabajar aquí, me manda un mensaje. Hablamos mucho, todo el tiempo, intercambiado novedades y pareces acerca de todo el mundillo laboral. 

- ¿Así que te escribe ***? - preguntó. 

Dejé a un lado por un momento el chat con el hombre en cuestión y me limité a contestarle con la verdad. 

- Sí, me escribió el otro día para hacerme un chiste. Se pasa - admití - ¿Cómo te enteraste? - dije, desconcertada. 

- Él me mostró que estaba hablando con vos. Yo le dije que ya te contaba siempre que preguntaba por vos y él, muy simpático, me dijo: "no me importa, total, yo hablo con ella", y me mostró la conversación muy por arriba. 

- Qué guacho, no sé cómo tiene cara para andar mostrando esas cosas... - le dije, contenta de haberme tomado todo con humor. 
- Igual, me las mostró a mi solamente. Tenemos confianza y yo le hablé de vos cuando, sabe que nos conocemos. No se las mostró a nadie más. 
- Menos mal, si no... Igualmente, yo sé que él jode, pero me daría vergüenza que lo vean los demás - reconocí. 

Es que, "(me) gustan las cosas bien hechas, además de los pocos comentarios en boca de los demás; especialmente, si no tienen que ver con el trabajo... " 

- No, igual, quedate tranquila. Yo sola la ví. No te tiene agendada, sólo tiene tu número, pero él solo me dijo que eras vos. Te elogia mucho, eh - se rió, socarronamente - Te dijo que eras una mujer hermosa... - me recordó. 

Me reí y no le dí importancia. 

- Sí, él es así, las tira. Igual, todo bien - le expliqué. 

Y seguimos chusmeando nosotras. Aunque cabe decir que, a ella, si estuviera en otra situación, también le gustaría. Llegó a confiármelo aunque yo no le dije que me pasaría lo mismo, ya que es un buen tipo, pero además, tiene algo.  La diferencia reside en que, tal como ella me dijo, me está tiroteando, y aunque a ella también la joda, sus chistes no son así. 

IV 

Pasa otro día. Pasa otro recreo. Bajo, lo cruzo, lo saludo y hablamos un momento. No llevo encima comida para compartir. Me abstraigo de todo con el celular, respondiendo mensajes de un reaparecido, de un Reo resucitado que me desea buenos días y a quien invito a un evento de cultura como modalidad de mandar todos los miedos y prejuicios a la mierda. De nuevo, lo veo acercarse. De nuevo nos cruzamos, de nuevo lo saludo, de nuevo sube al rato a mi sector y, pasando por el espejo vidriado, me tira un beso riéndose. 

Ese mismo día, sin embargo, cuando bajo a comer, un rato después de ese intercambio de risas producto del gesto, tocan la puerta del comedor. Acababa de cerrarla tras mi ingreso, por lo que pensé que era alguno de mis compañeros de almuerzo. 

- Paseee - grité, socarronamente. 

Y lo ví, a él, parado frente a mí con una sonrisa traviesa. 

Me reí, sin poder controlarlo, producto de la incredulidad. 

- ¿Qué hacés acá? - lo miré, estupefacta - ¿Me querés decir qué hacés acá, vos? - le pregunté, en susurros. 
- Quise venir a darte otro abrazo, a estar un poquito contigo, porque allá arriba había mucha gente... 

Mofé, y sacudí la cabeza. Me abrazó y lo correspondí. 

- Sos terriiiiiiiible vos, hombre... - le dije -  Bueno, sentate, traé algo para comer, no sé... - lo burlé - ¿No te van a llamar la atención? 
- Nooo - revolea los ojos con un gesto de superación - Quédate tranquila, soy libre. No quise decirle nada a tu superior para que comas en el mismo horario, porque no quisiste. Sé que no te ibas a sentir cómoda. 

Me río. 

- Menos mal, si no, no quiero que tengas problemas y es como hablamos el otro día; yo no quiero tener problemas acá, es una manera de trabajar que elegí desde el principio... - admití  - Vos  viste cómo soy, pongo la buena conciencia por delante para todo - le recordé. 

Sonreímos. 

(...) 

Se quedó conmigo, un rato, hasta que llegaron mis compañeros. Cuando ya no estábamos solos, se levantó, saludó a los demás, y se fue. 

- Fue lindo compartir el almuerzo y una charla interesante. La próxima, llevo mi desayuno - decía otro de los mensajes que me mandó, ni bien volvió a su sector, dos segundos después de irse a seguir con sus tareas. 



sábado, 17 de agosto de 2019

Defalco

Siendo las vísperas del Día del Niño, hoy quedé en encontrarme con mi hermana mayor y mi sobrino para pasar un día juntos. Cabe decir que, producto del feriado, me libré de trabajar los sábados como hace meses largos no sucedía por lo que encontré tiempo donde normalmente hay horarios de oficina. 

Por la tarde, cuando llegamos a la zona céntrica convenida previamente como punto de merienda, nos encontramos con una libería al lado de la confitería elegida. 


Así, mi hermana, hizo la pregunta del millón, la fatídica, la de respuesta más obvia: 

- Che ¿querés entrar, Veinte? - y me sonrió. 

- Sí, obvio - le dije y me adentré. 

"¡Para qué!", me digo ahora, mientras escribo. 

Ni bien ingresé al local, descubrí que había una considerable cantidad de ofertas. Libros buenos a precios  bajos, es decir, entre los cincuenta y los doscientos pesos. Eso me llevó a pensar, realmente, si era una oportunidad para desaprovechar teniendo en cuenta cuáles son mis consumos y/o mis "deudas", la situación del país y el volumen de mi sueldo.  Recordé que la última vez que me había comprado libros había sido el mes pasado; uno para un trabajo de la Facultad y otro para no olvidarme de mi proyecto de vida. Recordé que, unos días después, había comprado uno más de Cortázar porque era una edición chiquitita, hermosa, que me había llamado la atención. 

Aunque, sin poder evitarlo, mi hermana me señaló uno: 

- ¡Mirá! ¡Compralo, como el primer paso a tus sueños! ¡Es de París! - me arengó. 

Y entonces ocurrió lo inevitable. Me acerqué a los libros, los palpé, los tomé y arranqué a elegir... Porque si bien mi idea desde que comencé a trabajar fue la de comprarme un libro por mes, a excepción de los que sean para la carrera, para poder hacerme una  buena biblioteca y para sentir que re-invierto el dinero de mi sueldo en algo provechoso; hoy alteré por completo esa promesa.

Y me llevé éstos ocho

  1. "Autobiografía de una pulga" ( Autor Anónimo, Gran Bretaña 1881) 
  2. "Historia de O" (Dominique Aury, Francia, 1954)
  3. "Saló o los 120 días de Sodoma", también conocida como "La escuela del libertinaje" (Marqués de Sade, 1785)
  4.  "Best Seller", (Roberto Fontanarrosa, Argentina, 1981)
  5.  " Uno nunca sabe" (Roberto Fontanarrosa, Argentina, 1993)
  6. "Nada del otro mundo" (Roberto Fontanarrosa, Argentina, 1987)
  7. Francia ( mini guía turística, sin más). 
  8. "Sueño de una noche de verano" (William Shakespeare, escrita alrededor de 1595) * 

Cabe decir en mi defensa que, el último, lo necesito para elaborar una monografía y rendir un final de la Facultad, y fue el único que no estaba en oferta.  Todo lo demás, lo adquirí porque si hay algo con lo que no me puedo contener, son los libros. Sin embargo, siendo buena conmigo misma, me digo que si hubiera tenido que comprar en precio normal éstos libros habría gastado miles de pesos. Literalmente, más de mil pesos, segurísimo... y lo cierto es que ni siquiera me asomé a esa suma en esta ocasión. 

Creo que eso explica todo lo adquirido... y es un buen argumento para haberme consentido. Desde que sólo era una adolescente de quince años soñaba con mi propia biblioteca grande y variada; y enseguida me decía que el día donde tuviera trabajo me iba a comprar muchos libros. Y acá estoy, sí, finalmente, casi diez años después de esos deseos... ¡re compulsiva! 

¿Por dónde empezar, no? Ésa es la pregunta a partir de ahora. Ya que dentro de unos diez días, retomo mi cursada en la Facultad, considero que quizá y sólo quizá podría aprovechar para ir calentando motores con lecturas personales. 

viernes, 16 de agosto de 2019

"Cansado, ¡sí!, cansado" *

Lee. Escribe, poquito. Fotografía paisajes. Es culto. Muy culto. Muy muy culto. No sólo sabe de Medicina, la cual ejerce y de la cual vive. Sabe de Historia. Sabe de Literatura. Sabe de Sociología. Sabe de Arte.  Y me encanta eso.  Sabe hablar. Sabe decir (me). Tiene un humor ácido, pero, al mismo tiempo, a veces, las ocurrencias de un niño. Sabe entender que, por mi parte, no tengo la capacidad de preguntar tanto y me deja practicar consigo. Y me encanta eso. Hace preguntas precisas, a veces, preguntas que me incomodan porque me siento vulnerable, como si me pegara justo en la esquina de la cual nadie sabe, de la cual los otros no se dan cuenta, de la que los pibes de mi generación, y a veces aún más grades, no entienden nada. Y me sorprende eso.  No derrocha elogios, no me dice todo que sí. Plantea un debate, cuestiona mis nociones, prueba a ver hasta dónde defiendo mis causas cuando le cuento de mi vida.  Otras veces, en el intento de saber quién soy, sólo habla conmigo. Yo, cuando se dá la oportunidad  lo escucho o leo calladamente, respetando lo que me está contando, dándole el espacio sin juzgarlo, tomándome el tiempo de sacar mis conclusiones antes de contestar.  Me gusta hablar, me gusta poner en valor la palabra y el tiempo con una persona que no me pregunte sólo qué me gusta comer.

Físicamente, estamos muy lejos. A nivel etáreo, también.  En términos de libros, somos perfectamente iguales. Leemos lo mismo. Amamos al mismo escritor y, más allá, de él , tenemos la misma inclinación por la misma rama de autores latinoamericanos.  Nos gusta la misma música. Apelamos a palabras que el otro no necesita googlear. Se da lugar a razonamientos que son realmente imposibles con otra clase de gente.   Eso, llega siendo franca llegó a asombrarme. 

¿Por qué será, sin embargo, que esa gente está del otro lado de la montaña de la vida?  Éste hombre del que hablé más arriba es sólo un ejemplo que viene a ilustrar una situación general. Realmente lo pienso ¿por qué, para qué será, qué tendré ya que aprender de todo esto? Todo el tiempo , con cada hombre más grande que me cruzo, corroboro lo mismo: puedo entenderme muchísimo más que con mi generación, aunque, del mismo modo, ahora mismo, en éste presente de mi vida, trate más con chicos de mi edad que con tipos más grandes en lo cotidiano y eso implique un sinfín de situaciones curiosas que voy experimentando estando rodeada de ellos.

No obstante, a la hora de pensar en un lazo afectivo,  es inevitable, admitir que me genera una profunda rabia sentirme tan regocijada, tan entendida intelectualmente con tipos que saben llevar una buena conversación, tomarse un buen vino, detenerse en el arte, la literatura o los monumentos destacados a lo largo de sus viajes por todo el mundo... Pero que me llevan ciento cincuenta y siete mil años.  Porque, si bien cuando era más chica no me pesaba, la situación no se mantuvo así por siempre. Muchas cosas, al respecto, se han ido modificando en relación a la diferencia de edad. Y no es que la critique, ni la odie; claro. Yo veo una pareja en la calle con diferencia de ella y secretamente la celebro y les deseo de corazón lo mejor. El punto es que, a mí, personalmente, ése tópico me duele.  Y aún mismo me encante el tipo, no puedo evitarme sentir que estoy volviendo a algo que ya viví, por lo que sufrí, que me destruyó, y que no tengo por qué volver a pasar.  ¿O es que me falta conocer el lado B de esta rama? 


II

Ya me he cansado de esta situación. Ésa es la verdad. Me he cansado de las connotaciones, de la situación, de los sí pero, de las diferencias, que, al mismo tiempo, se acomodan en coincidencias armoniosas a la velocidad de dos o tres suspiros y amenazan con durar demasiado poco.  Me he cansado de decir "uy, no sé, creo que es difícil", de pensar en el futuro, un futuro bastante complejo, multidimensional, en dicha situación.

Me he cansado de decir "uy, tiene chicos" como un punto para pensarlo más. Me he cansado de pensar en lo que eso significa teniendo en cuenta que yo soy sensible, que adoro a los chicos, pero que tengo rechazo a otro tipo de responsabilidades. Me he cansado de imaginarme siquiera intentando contarle a mi familia la edad del fulano, una vez que esté hasta las pelotas con quien sea el Fulano, y ya no pueda escondérmelo, y de entender que no son esas, precisamente, las cuestiones que uno puede compartir apaciblemente. Porque también me he cansado de explicar que, honestamente, algo debe ser diferente en mi que me llego a entender con otra clase de hombres, más allá de lo físico, más allá de ser una chica joven en el aspecto externo del asunto.    Ya que, si antes no me pesaba, ahora, sí.

III

También me he cansado de estar frente a personas que ya han hecho lo que yo estoy haciendo, ya que eso me supone una especie de superioridad simbólica, de capital simbólico, intelectual y no sólo monetario, que no me deja en igualdad de condiciones. Al caso, muchos de los tipos que me han invitado a salir, muchas muchas veces, habían alcanzado un cierto regusto muy común con la esencia de los logros consumados, una estela de prestigio que denotaba inteligencia o al menos tiempo invertido en proyectos personales destinados al progreso.  Tipos que ya han estudiado, ya se han recibido, ya han trabajado en veinte lugares, ya han pasado por los sobresaltos y han combatido lo que a uno le está costando el sudor de su frente, desde otra realidad, con otras circunstancias.

¿Qué tendría, más allá de lo estético, para ofrecerle a una persona que prácticamente vivió tanto o más de la mitad de su vida? ¿En qué se fijaría, qué podría apreciar más allá del concepto subjetivo de belleza de cual se apoye en una de esas?

Me he cansado de esa duda producto de ésa otra diferencia...  Porque he acabado por comprender que, todo eso que ha terminado por derrotarme, por agotarme, con un par etario, con una persona contemporánea, simplemente, no está. Como tampoco están otro cúmulo de cosas, de cuestiones, que no favorecen lo que es el amor espontáneo.  Así, voy entre las personas. La vida se empeña en hacerme conocer tipos, de todas las clases y colores, y, de nuevo, a veces me cuesta aceptar que no se puede tener todo...  O acepto que le falte de un lado o me condeno a asumir, afrontar y bancarme que le sobre de otro , pagando el precio.

IV

Cabe decir, si embargo, que sí hubo algo que encontré sólo en una persona mucho mayor, por ahora, fue el poder inmenso de la  conexión. Un nivel de profundidad, ése vaivén que sólo lo da la experiencia, a la hora de mirarse y no necesitar casi palabras.  Ésa magia que reside en el saber entender los planteos, ése poder compartir la vista del mundo como si lo estuviéramos haciendo desde un mirador diferente, aunque conjunto, frente a una misma sociedad.

  Hoy en día no dejo de pensar que lo ideal sería poder hallar  ésta misma correspondencia, ésta misma expectación incluso sólo a partir de una mera charla con alguien joven. Alguien que no esté del otro lado de la montaña de la vida, que no tenga cincuenta años, que no haya vivido todo...  Porque, si algo es seguro, es que yo hasta ahí ya no llego. Me quedo, elijo y aproximo cada día más acá. No siento que, en ése estado de las cosas, con un hombre que ha recorrido tanto camino, en comparación, tenga algo que aportar.  Me he cansado de perseguir lo que, acabé por comprender, para mí, es ya un imposible.

 Tendré, inevitablemente, que elegir. Algún día, tendré que elegir si me quedo con unos o con los otros y finalmente olvidar las carencias o las debilidades de la otra posibilidad. Ahora, para qué mentir, la edad sí me importa... y, que tenga tantos más, lejos está de alegrarme.

No es casualidad que, por momentos, sienta que nací diseñada a la medida de una clase de persona que, en este mundo, quizá, y sólo quizá, ya no existe.  Pero ¿y... si.. ?

lunes, 5 de agosto de 2019

"Qué bueno que pude contar con ellos".


 17-06-2019 
"Hoy, me duermo pensando en todo lo que tengo; y elevo un enorme agradecimiento. Porque a  veces, hay que frenar, agradecer y continuar. Y yo, aprovecho la noche luego de este domingo en familia para agradecer.  Por todo lo que está, aunque una parte de mi no esté bien.  Porque, probablemente, no tardará en llegar el alivio que vengo buscando, pero mientras tanto, no me rindo. Sé que los tengo a ellos. 
Que me quieren.
Que me apoyan.
Que me ayudan.
Que me acompañan.
Que me llenan de amor.
Que están acá, conmigo.
Que son, que viven, que permanecen.  
Y quiero tenerlos todavía cuando vuelva a salir el sol para disfrutarlo con ellos. Porque saldrá. Si, saldrá. Saldrá y lo apreciaré desde otros ojos, y saldrá y yo me diré que cuánto lo necesitaba, que qué alivio, sin tener en cuenta que nunca se fue del todo mi sol.... Que siempre los tuve a ellos, aún en los tiempos difíciles. Ellos son mi sobrino, mis hermanas, mis papas, mis amigos ...  Todo lo que tengo.  ¡Y cuánto!  
Porque, finalmente, cuando el sol y todo vuelva a resplandecer, pensaré: "qué bueno que pude contar con ellos".  Y eso, no tiene nada que ver con todo lo demás que me está pasando. Eso sigue estando acá. Eso no cambió. Eso no se compra con dinero. Entonces gracias, vida, por rodearme de personas que me quieren cualquiera sean las circunstancias.  Ellos también lo son todo para mí.  Aunque parezca mentira, hoy por hoy, en especial, me salvan... "

 Sí, en efecto, ellos me han salvado. Pero también, en el camino, descubrí que en el medio de la oscuridad había estado siempre una mano tendida, esperándome, sin condiciones... La mía. Y también lo agradezco.


domingo, 4 de agosto de 2019

Aprendizaje

- ¿Necesitas ayuda, amiga?  - me dijo, mi compañero de trabajo, haciéndome sonreír por un chiste interno. 

Entre finales de mayo y principios del mes de junio me cambiaron de lugar en la oficina. Estaba al lado de un chico con el que no me hablaba y al lado de una chica con la que recién empezaba a conversar. De un momento para el otro, una mañana, cuando llegue, me dieron la pauta de que me mudaba de escritorio. Acababa de llegar luego de dos días con un tremendo malestar físico y mental por la presión y el trabajo que me habían colapsado haciéndome enfermar del estomago.  Pense, en ese momento, en llevarme las cosas y no enfocarme en lo malo. Trabajar, al caso, iba a seguir trabajando en cualquier parte de la misma manera o de mejor manera.  Al lado mio, se sentaba un pibe con el que habia hablado solo al principio pero con el que después no habia intercambiado mas palabras. Muy simpático y cálido, enseguida note que se llevaba bien con todo el mundo, por lo que me alegre de que no fuera distante porque lo tenia muy cerca. Al punto de darme codazos o rozarme las manos todo el tiempo. Así de cerca.  

- Vamos a ser vecinos a partir de ahora - recuerdo que le dije. 

- Bueno, bárbaro, lo que necesites me preguntas - dijo, sin ningún drama. 

 Desde ese momento, empezamos a hablar mas. Justo fue la época donde estaba pasando el peor momento laboralmente y, por otra parte, poniendo en juego todos mis recursos y mis esperanzas para poder irme a la brevedad. Recuerdo que, al comienzo, hablaba con el y pensaba en irme, en que quizá pronto ya no seriamos mas compañeros; aunque con el tiempo me enfoque en pensar que mientras fuera mi compañero valía la pena entablar un buen vinculo. 

Pasado el tiempo, nos dimos cuenta que eramos los dos de la misma zona por lo que empezamos a hablar del trasporte. Una vez, a la salida, caminamos juntos hasta la estación y me pregunto como me sentía con el trabajo. Me dijo que me notaba muy tensa, a veces, y que se daba cuenta que estaba incomoda, si me pasaba algo en especial, si podía ayudar. Le conté muchas cosas, siempre con cuidado, respecto a ese lugar, al trato de los superiores, a como me hacia sentir eso. Me contó de su experiencia, de sus vivencias, de las bases de la empresa y del manejo de las cosas. Dijo cosas reales, pero necesarias para mi, que me ayudaron a entender a nivel global como tenia que manejarme en ese lugar. Porque eso era lo que yo no entendía del todo... El como tenia que manejarme o el como debía jugar bien mis fichas.  En los sucesivos viajes juntos me pregunto de la Facultad, me contó de su familia, de su hijo chiquito, y así, hablando del trabajo y no tanto, me ayudo a pasar esa tormenta. Me tranquilizo saber que, de alguna manera, todo iba a ir bien. Trabajando desde hace bastante tiempo mas que yo, el pudo darme pareceres de cuestiones que no terminaba de entender por entonces y hacerme sentir calmada respecto a mis propios procesos de aprendizaje (y no apelo solamente a lo laboral, claro) que, durante algunos momentos, fueron muy duros. De hecho, en ese preciso momento, yo sentía que no podía soportar demasiado en ese lugar porque estaba siendo muy duro el proceso y muy hostil el contexto. 

De eso, paso todo junio, todo julio. 

Inaugurando agosto, le conteste a su pregunta: 

- No, no, estoy bien - musite y seguí mirando la pantalla de mi compu, muy muy concentrada - Gracias igual, amigo - lo burle - Estoy con estos casos, me dieron a cagarse ¿viste? - sonreí, levemente. 

Se rió. 

- Vos tranquila, tranqui, tranqui - insistió. 

Le sonreí. No me anime a expresarle mi agradecimiento pero, realmente, lo sentí. 

- A todo ritmo, querido - lo burle, en respuesta a su arenga. 

II

Decir que me molesta a diario, es una metáfora. Decir que es mi amigo, también es una metáfora. Pero decir que me hace reír en un contexto donde yo no encontraba motivos para reírme no es mas que una literalidad. No me olvido de las jornadas donde salí llorando de ese lugar, por eso, valoro tanto cada gesto de humanidad. 

- ¿Te das cuenta, ladrón, me molestas toooda la jornada y después te vas como una rata solo a la estación? ¡Trucho!  - lo increpe. 

Se rió, porque es una risa con patas, y me hizo señas. 

- Te espere, te espere, pero me fui caminando con *** para zafar de vos... - bromeo. 
- Menos mal - ironice - Yo tampoco te banco. Honestamente, te soporto mas de lo que pensé soportar a un tipo escorpiano, pero ya superas mis limites, hermano... No se puede laburar así - la seguí. 

Se ríe, de nuevo. 

- Callate, vieja. ¡Callaaaaate, personaje! - exclama - ¿Que tieeeeeene que ver? 

- Hoy ya charlamos del vinculo entre Capricornio-Escorpio - le recuerdo, en joda. 
- ¿Como se llevan la mujer de Capricornio y el hombre de Escorpio? - me pregunto. 

" Son tremendos juntos ", pensé, porque recordé al hombre escorpiano que conocí y la intensidad manejábamos para bien o para mal. Los tipos de Escorpio, para mi por lo menos, son muy fáciles de distinguir. Tienen una especie de sello característico que me permite entender su parte amigable enseguida. 

- Para la mierda - le dije, con sorna, porque en realidad no es asi - ¿O no lo ves? El tipo de Escorpio es un molesto y la mina de Capricornio le tiene una paciencia, mamita... - me reí - Todo el dia me jodes, boludo, todo el día...  ¡Te fumo de una forma impresionante! 

- Me causa gracia joderte. Yo te jodo porque quiero que me mandes a la mierda - se ríe. 

- Que no nos caguemos a trompadas en la oficina es una cosa, ñato - lo burlo - Acá, agarrate - insisto. 

Se ríe a carcajadas por esa salida. Yo también me río. Mientras tanto, seguimos caminando bajo el sol. 

Hay veces donde las personas ignoran, a menudo, cuanto nos ayudan con cuestiones muy simples pero muy valiosas a la misma vez.  Yo aprendí a apreciarlas mas que nunca. Y sigo aprendiendo cada día.