martes, 31 de mayo de 2016

Así

La muerte es de aquellas cosas que me dejan sin herramientas para actuar.  Será, supongo, porque el hecho de actuar es la vida misma, y en la merma de las acciones, yo no encuentro más que la esencia de la muerte.  

Aunque hoy me esté tocando de costado, por suerte, no puedo evitar pensar que incluso su reflejo es doloroso. ¿Nunca han pasado con la muerte de cerca, como mirándose de refilón, y sin embargo, la pena se acerca demasiado a lo propio? Eso mismo me pasó cuando hoy me enteré de una muerte cercana, muy, que había sorprendido a un compañero de la facultad. Un compañero cercano, inteligentísimo, tenaz, voluntarioso, que nunca termino de entender cómo me mira, pero que siempre, siempre, siempre, me recibe con un chiste elogioso, un palabra de aliento, un piropo, un juicio amable; algo que me hace sacudir la cabeza y pensar que es un sonso, pero un sonso realmente adorable.  Por la camaradería que existe, me puse mal, cuando me contó que había fallecido alguien importante para él. Lo miré sin poder creerlo. Aunque supe que estaba mal desde antes, porque confió en mi casi que en exclusiva para comentármelo, no me imaginé que lo que sólo era presencia de enfermedad, cambiara tan rápido de naturaleza y que lo que en un comienzo hacía vislumbrar este desenlace, lo convirtiera en algo concreto y palpable.  Tan... pronto, imprevistamente, tan así

Fue cuando todos se fueron por un café que nos quedamos solos, y me dí vuelta para mirarlo. No sabía qué decirle, pero tenía ganas de abrazarlo y como el contexto no ameritaba, me aguanté. Aunque sé que él, quien siempre me busca para abrazarme, sin motivos que lo ameriten, lo hubiera recibido bien; fui yo la que me ubiqué e intenté darle el espacio para hablar, en caso de que lo necesitara.  Me miró, sin palabras, pero entendí lo que me quería decir... estaba doblegado por las circunstancias, tenía los ojos tristes y el semblante deslucido.  Le sonreí, un poco, y puse una mano en su pupitre, otra vez, sin decidirme a tocarlo, sin saber qué decirle, sabiendo que lo que le dijera no sería capaz de volver las cosas a un punto de origen, o al menos, indoloro.  

Hablamos de ciertos detalles académicos. Me comentó que desistía de una instancia evaluativa cercana, porque estaba sobrepasado. Asentí y le dí la derecha, le aseguré que estaba bien lo que estaba haciendo. Me miró y asintió. Seguimos hablando de cosas con alto nivel de detalle durante algunos minutos. 

A partir de eso, fue que le dije: 

- Permitite ser persona, de vez en cuando... Hay momentos en donde tenés que dar el tiempo y el espacio para procesar lo que pasó. No importa el estudio, de verdad, importás vos. Las materias las vamos a seguir cursando igual en la medida que se pueda, la facultad va a seguir andando, pero vos tomate el tiempo. 
- Sí, voy a hacer eso, ya lo pensé. Prefiero seguir con las otras. 
- Sí, y vas a poder. Pero no sufras por la facultad, que no vale la pena en este momento. Pensá que sos una persona antes y eso es re importante, eso vale más que todo este circo académico, la presión y esas cosas que nos afectan. Hoy, no valen. Preferible que estés donde está tu mente, porque si hacés algo diferente, es perder el tiempo. Acompañá a los tuyos, eso no hay carrera que lo pague - susurré. 
- Gracias, sí, es verdad - me sonrió, cuanto pudo. 

 Él, a diario es extremendamente afectuoso conmigo, lo cual tengo que reconocer siempre me ha dado a pensar, pero hoy es diferente porque yo también tengo la necesidad de confortarlo. Y aunque no regalo afecto a raudales, me siento conmocionada. En medio de esa estupefacción, esa carencia de palabras, lo miro y me observa de una forma muy dulce y triste en simultáneo.  Siento profunda congoja por la situación. Él apoya su mano sobre mi brazo y después se desliza hasta mi mano, en correlato.  Sin dudarlo, también lo agarro de la mano con la que me queda libre, confiando en que el afecto, calme un poco la turbulencia interior. 

Qué cosa extraña el dolor, qué cosa nefasta, pienso mientras escribo. Qué cosa extraña, también, la muerte, que en lo más imprevisible... une y separa a la vez. 


lunes, 30 de mayo de 2016

Literatura, cuanto menos, ficción: "Dos años"

Ese día estaba rara; llovía y me sentía tan casada como hoy. Dudaba, respecto al hacer y al cómo, mientras viajaba en una combi atravesando la capital hasta cerca de casa. Tenía reunión, la necesidad de despejarme y de escaparme al mismo tiempo. Muchos, así lo recuerdo, sentimientos encontrados. Además, tenía, unos cuantos temitas personales dando vueltas en la cabeza. 

Venía en el recorrido escuchando una banda desconocida y no esperaba nada de la situación.  Pensaba en Él, claro, pero no me imaginaba lo que iba a enfrentar en un radio de tres horas más adelante. No sospechaba que decantara nada existencial, no esperaba, francamente, nada de nada. Llegué a mi casa, cerca de las ocho de la noche, me bañé, me cambié y me fuí para la suya.  No me acuerdo cómo transcurrió la mayoría de la cena, de la que han pasado exactamente, hoy, dos años. Era en una casa que conocía bien en esa época y el objetivo residía en comer algo rico, pasar un momento cálido y reunirnos. Muchos, todos, casi veinte personas. Había varios matrimonios con sus hijos, todos una gran familia de la que misteriosamente, yo era parte. Era, en ese momento, mi grupo social de pertenencia y la misma mesa donde estaba comiendo, era la superficie donde la persona que amaba, comía todos los días, desde hacía muchos años. No quería ni pensar las otras cosas para las que utilizó esa mesa, tiempo después, antes de que yo hubiera nacido y crecido, hasta encontrarlo. 

Mientras esperábamos que hiciera  magia con la cena, me acordé esa otra cena donde yo hablaba con su papá y le explicaba cosas tecnológicas sentada en una butaca que quedaba de espaldas al desayunador. Alrededor, todo era barullo.  Me dí vuelta, por un instante, y lo ví: me miraba de una forma que nunca imaginé que me afectara en el cuerpo, mientras cocinaba y probaba la comida. Fue extraño para mi sentir deseo, amor y deseo al mismo tiempo, de una manera tan certera; pero más extraño fue que me mirara como si me quisiera, como si realmente me quisiera bien y estuviera profundamente afectado por ese racimo de cotidianidad.  Es decir, el vernos a mí y a su padre, junto con la esposa de su padre mucho más joven que él, en una situación de aceptación y de felicidad, cotidiana, simple. El parecido a su propia vida, de seguro, era lo que turbaba. La posibilidad de repetir la propia historia, la perdurabilidad en el tiempo de aquella pareja, lo incierto de la atracción que yo le había explicitado y él se negaba a asumir, todavía, hasta unas horas antes.  La sensación de que su padre no estuviera con su madre, sino, que hubiera cambiado el rumbo de su vida, con una mujer que, paradójicamente, cuando se conocieron le llevaba muchos años. Como nosotros, como yo a él. 

Bajé la vista, ante ese golpe emocional, y seguí hablando ahora, con uno de sus amigos. Nosotros dos, por el tira y afloje de esos días, no hablábamos demasiado, sin embargo, asistir a esa cena era una alternativa viable para cuidarnos a ambos de las apariencias: a nivel grupal, si desaparecía, sumado a la distancia con él, todos preguntaban.  Era mejor, durante aquellos días, permanecer. Irme retirando de a poco, a la medida que sostenía la distancia en el tiempo, para que todo fuera un desprendimiento más o menos natural.  Perseguía ese objetivo, cuando estábamos cercanos al café. Su mejor amigo miraba todo en la cabecera de la mesa, yo estaba sentada a su izquierda y amontonaba migas frente a mi, restos de pan que habíamos comido todos y me quedaban a mano.  <<¿Todos quieren café? >> preguntó él, tranquilamente. La mayoría quiso, y eso que eran muchos. Él se perdió en la cocina en cosa de un segundo y no apareció más. Yo seguí amontonando migas, pensando que alguien debería ir a ayudarlo, cuando se evidenció el motivo de mi rareza inicial: en ese mismo momento, su mejor amigo, me dijo si podía ir a ayudarlo. Lo miré, levantando la vista y sentí alrededor mío una docena de ojos. Asentí, por la misma presión social y me levanté, mientras inspiraba segundos antes de entrar a la cocina. 

- Me mandaron a ayudarte - murmuré, con mucha sorna. Se dió vuelta y me miró, serio, aunque no con furia en los ojos. Yo bajé la vista y miré lo que estaba haciendo, para entender qué faltaba. 
- ¿Si? - preguntó - Bueno, no tengo problema, yo. 
- Sí - asentí y empecé a buscar los platos y las tazas que había que disponer sobre la mesa de la cocina, ajena a todo ese otro grupo, separada por paredes, un pequeño recoveco, distante del ruido. 
- De ahí podés sacar más platitos - me indicó. Me agaché y busqué en la pila donde los guardaba. Platos y tazas blancas muy lindas, delicadas, pensé. El ruido proveniente de los otros me ponía nerviosa. Sabía la clase de distinción que existía con ese silencio y esa incomodidad entre dos personas que se conocen mucho y, por esa razón, no saben como maltratarse. 
- ¿Qué querés vos? 
- Café con leche, si hay.  
- Puedo hacer varias cosas con esta maquinita, ¿estás segura? 
- Sí, eso está bien. 
- Este café te va a gustar, es muy rico. Viene así, mirá - me mostró una caja de cápsulas. 
- Es un café bien, parece.... - observé. 
- Acá tenés lágrima, cortado y tengo para tomar leche con chocolate, ese que toman los chicos, también - me explicó. La referencia a la leche chocolatada me hizo enarcar una ceja, sin que pudiera evitarlo, después de eso, bajé la vista un instante pero llegué a ver cómo me miró, sonrió y siguió preparando cada taza y cada plato.  Nos quedamos callados y para cortar el clima que se había generado, sabiendo los términos del trato, fue que le dije: 
- Con un café así, está bien -  esperé para aprender el funcionamiento de ese artefacto que, un tiempo después tendría historia en nosotros, mientras él se alejaba y se acercaba aleatoriamente. 

Estaba poniendo azúcar, cuando se me acercó. Se me puso la piel de gallina apenas sentí el vendaval de perfume más cerca de mi nariz y percibí que esta vez, esa distancia, se había reducido con un fin diferente. <<*** ...  >> pensé, como si se lo advirtiera. Sabía que tenía que mirarlo, porque se me estaban acabando las posibilidades de negarme. Me iba a encarar en tres, dos... Me estaba avasallando como siempre supe que era capaz de hacer y de la forma en que me gustaba, pero yo estaba demasiado afectada por esa necesidad de tener que tomar distancia, como para responder.   Sin seguir pensándolo, jugada, lo miré.  Me acuerdo perfectamente cómo me temblaron las piernas, y supe que algo iba a pasar en ese segundo, de una manera totalmente imprevista, porque mi indiferencia lo sobrepasaba y se le notaba en el cuerpo, a un nivel físico.  Quise decirle que lo podíamos arreglar después, que no había falta que se jugara así la piel, que si entraba alguien en ese mismo momento, yo no iba a saber cómo explicar la poca distancia y la tensión, esa clase de tensión, que se respiraba en el aire, y mucho menos, ninguno de los dos iba a poder explicar si pasaban otras cosas.  

No obstante eso, inspiró hondo y susurró, con un tono de voz envolvente: 

- No quiero que estemos así, Viente... - mientras dejaba todo lo que estaba haciendo y me clavaba los ojos - No soporto estar mal con vos, necesito que hablemos. Por favor, necesito perdirte disculpas - me miró y me acarició primero la punta de la nariz, después las mejillas, mientras bajaba al cuello. En cinco minutos, el ochenta por ciento de mi voluntad, estaba doblegada. Con ese veinte por ciento, traté de pensar racionalmente y me acordé de los otros. 
- ¿Qué hacés, ***? - le pregunté, en susurros.
- ¿Qué hago? Viente - se rió - Nada, me limpio las manos que tengo mojadas. Eso. 
- Limpiate con ésto - me moví, y le dí un trapito seco. 
- Intento que me perdones... Quiero pedirte perdón. Hablemos. 
- ¿Ahora me querés pedir perdón? ¿Recién ahora? 
- Antes estabas más cerrada, no sabía cómo llegar a vos, sos brava cuando te enojás. 
- ¿Me enojo sola, yo? Vos me hacés enojar y la verdad, no quiero más esto. Estoy mal, sabés, me siento mal. Hace un par de días se murió mi perra, vos sabés lo importante que era para mí, estoy muy sensible, vine para despejarme de eso, vine para cortar el día, estoy estresada por la facultad además, yo  no quiero pelear más, de verdad, no quiero... 
- No, no, no - se acercó más - No quiero pelear, quiero que me perdones, necesito aclarar las cosas - me agarró de los hombros, suave. 
- ¿Quince días después? 
- Sí, porque antes no pude hacerlo. No me escuchás cuando te enojás, no hay manera. Estabas muy enojada, no me podía acercar, no me ibas a escuchar, no nos íbamos a entender. 
- Está bien - suspiré - ¿Cuándo querés que hablemos? Porque ahora resulta que vamos a hablar, chan - chan - lo medí. 
- Ahora 
- Ahora no se puede - me descolocó. 
- Quedate 
- ¿Eh? 
- Sí, quedate. No te vayas con nadie, no te vayas a tu casa, quedate acá. En un rato, los echamos a todos. Después, cualquier cosa, si vos querés volver, yo te llevo... No te preocupes ¿sí? Pero antes de irte, nosotros, tenemos que hablar y amigarnos. 
- No hace falta que me lleves vos, no lo digo por eso...  Está bien, vamos a ver si dentro de un rato no te arrepentiste. 
- Quedate, entonces, no te vayas... No me voy a arrepentir, no seas mala - sonrió. 
- Voy a llevar el café mejor - inspiré - Metele a eso y vení atrás vos también, que estamos tardando - me reí, con la misma ironía de siempre. 
- Sos terrible - susurró, mientras se encaminaba detrás mío, con sólo una taza en la mano, y cuando nos cruzábamos en el pequeño pasillo, me tocaba apenas la parte baja de la nuca; mi punto débil. 

Perfectamente recuerdo cómo me sentí en ese pequeño lapso y cómo me senté, a la vez, en la mesa. Él se sentó a mi lado. Buscó en un gabinete y repartió chocolate a todos, para acompañar la infusión. Era un chocolate muy raro, en su apariencia y yo no acepté. <<Chocolate importado >> me dije, con ironía. Pensé que prefería los míos, los que yo me podía comprar, felizmente, sin toda esa oda al deseo. Estaba todavía nerviosa desde la última vez que había ofrecido chocolate y antes de dármelo en la mano, envuelto, me había torturado desenvolviendo el bocadito con sus dedos aplicando la motricidad fina, mientras me miraba de una forma que, francamente, no puedo explicar con palabras. No era una degeneración en persona, sino que era un tipo como él, seduciendo a campo abierto, a una mina como yo.  <<Probá >> dijo, después de esa instantánea que me quedó gradaba en la memoria para siempre y me tendió su mano con el bocadito intacto. Lo agarré, porque esa noche volvíamos a comer en grupo, y lo comí, tratando de no mirarlo, porque él sí me estaba observando. Y si la situación hubiera sido al revés, yo volvía a ser terrible. 

- ¿Así que vas a viajar? - le preguntó otro compañero. 
- Sí, me voy cerca de la final, saqué las entradas para dos partidos, ya - le explicaba. Su destino: El mundial. 
- No consigo entradas yo, también quería ir - le dijo uno de mis compañeros y eso fue lo último que escuché, antes de hundirme en mi propia mente. 
- La locura que fue el mundial del 86... - le decía a un compañero, con el que recordaban tiempos ajenos - Te juro que festejaba de una forma, estaba como loco - me miraba, sonriente - ¿Vos no te acordás? Los jugadores, eran fantásticos - me dijo. Lo miré. Me lo decía enserio y entendía con esas alusiones por qué se sentía tan torturado, por qué lo perturbaba tanto que hablara o que fuera así, y que al mismo tiempo, tuviera esa edad totalmente discordante. 
- No... - yo sonreía, un poco, y disimulaba. Mucho. 
- ¿Cómo no te acordas? ¡Dale! - insistió. Y al segundo, cayó. Cayó a la realidad. Se le perdió el entusiasmo.  
- ****, cómo se va a acordar ella, con la edad que tiene - le gritó un compañero. Lo miré, con un gesto divertido. El constaste con lo que acababa de pasar, era fuertísimo. Su cara se transformó. 
- Pará... - hizo un freno y me miró. 
- En 1986 yo no había nacido, ***... - dije, rápido, para que doliera menos - Nací en 1995. 
- ¡Es verdad, soy un pelotudo! - me miró, con tantas cosas en los ojos - No estabas ni... No habías nacido, vos... Por Dios, qué estoy diciendo... - susurró. Yo miré mi café y le saqué conversación a un compañero porque me resultaba candoroso ese tema. 
- Yo no me doy cuenta con vos... - me dijo, unos segundos después - Pienso que naciste antes, no sé, soy un... No, no podés haber nacido en el `95 - susurró. 
- Contame cómo eran los jugadores... - le pedí, riéndome - Puedo imaginarte a vos, igual, creo que no cambiaste nada hasta ahora mismo.  Lo venció la risa y se rió.
- Sí, estoy viejo ahora... - me dijo. Lo miré, me mordí el labio y enarqué una ceja. Esperé que ese gesto bastara y bastó. 
- ¿Vos me vas a contar o no de los jugadores? 
- Yo te cuento - atacó otro compañero, ganándole el lugar. 

Cuando nos quedamos solos, esa misma noche, después de que todos se hubieran ido, después de haber ordenado entre todos, después de haber secado todos los platos, después de haber sentido esa extrañeza desde el principio; yo supe que nunca iba a ser la chica que había entrado, un par de horas antes. 

Si no fuera por todo lo que simbolizó esa noche, yo no estaría recordándola así aunque no la haya contando nunca completa, después de dos años. 



jueves, 26 de mayo de 2016

Detalles

Hace unos días, estaba en clase con mi grupo de compañeros de facultad. Es,a saber, también mi grupo de pertenencia en ese entorno, con quienes hacemos trabajos, hablamos, nos reímos. Quizá haga bien en decir que son mi grupo de amigos universitarios. ¿Cuál es el común denominador de ellos? Son todos varones y, aunque curso también con chicas, no me siento cerca de ellas como me siento cerca de ellos.  Los pibes, como les llamo a diario, son buenos.  Me tienen paciencia en mis días de bajón y agotamiento universitario. Si me falta algo o llego pasada de ansiedad, me ayudan a calmar los ánimos. Si yo los puedo ayudar, también lo hago, en ese vaivén que implica la cotidianidad universitaria, las vidas de todos, los momentos de bajón, las cataratas de cosas que hay que comprar, la plata para hacerlo, el tiempo para leer, la organización para llegar.   Así, a los ponchazos, compartimos; estamos; nos conocemos y nos ayudamos a comprender incluso al género, mutuamente, porque tanto como yo no los entiendo, por momentos, en su juventud o en sus procedimientos; ellos tampoco a veces entienden lo que pretenden las chicas. Desde un punto de vista subjetivo les explico lo que me parece desde el ideario de mujer y ellos me explican las inseguridades del hombre joven, los proyectos, sus anhelos. Todo un conjunto de cosas que, sinceramente, para mí son un descubrimiento positivo; toda una excursión a un grupo etario que, aunque me es propio, nunca sentí cercano.   

Hace unos días, decía, estábamos dentro del aula, cuando llega uno de mis compañeros que forma, en cierto modo, parte estable del grupo.  Siempre me pareció un pibe bueno y, con el estilo aleatorio de los grupos universitarios, tuve la suerte de poder hablar más con él, poder conocer ciertas cosas a fines del año pasado, mientras se sumó a una movida  en la facultad,. En ese momento, me preguntó por dónde empezar a leer a un autor latinoamericano del que habíamos estado tratando con el resto de los chicos. Le conté de mi experiencia y me ofrecí a darle una mano en cosas que se le hicieran extrañas, aunque también le reconocí la capacidad. Más adelante, nos encontramos en la biblioteca y seguimos charlando. Nada especial, al mismo tiempo que nada privativo, pero desde una o dos charlas, nos hicimos más cercanos. Las cosas que le gustan, algún que otro amor, las visiones de la carrera, las virtudes para saber leer bien las novelas o para entender los conceptos. Un pibe inteligente, pienso siempre, con el que me gusta conectarme, precisamente, por esa pasión que tiene por lo que hace; una pasión que yo, a mi manera de sentir, también tengo. 

Llegó él, insisto, y le noté el semblante raro. Lo miré pasar por delante de mí, me saludó, le pregunté cómo estaba por cortesía y se fue a sentar un poco más lejos, donde encontró lugar. Escuché cómo una compañera le preguntaba respecto a su cara, con la misma intriga que yo. Él dijo que no le pasaba nada, por lo que escuché, y preferí no ahondar en el asunto. La vida universitaria puede ser, además de la vida en si misma, un poco controvertida y por demás solitaria. Supuse que podía estar un poco agobiado, como habíamos hablado la semana pasada, mientras estudiábamos en grupo. Le comenté que yo estaba igual y mientras me explicaba un concepto, yo le explicaba otro; y así.  

Una vez zanjado ese momento de especulaciones, sin saber bien por qué, me doy vuelta hacia su dirección, como si me hubiera llamado. Lo encuentro mirándome fijamente, y lo miro, esperando que me diga algo. Su mirada me sobresalta, francamente, porque es firme y despejada; los ojos claros que tiene son muy llamativos, desde siempre lo creí, y sé que no soy la primera en pensarlo, aunque me extraña que me mire así; porque no es que me dé la vuelta y tenga, todos los días, ojos fijos en mi perfil cuando estoy hablando con otro compañero, mirando la nada o totalmente ajena al entorno.  Lo miro, entonces, también fijamente, aunque mis ojos no sean turquesas como los suyos y tengan la mitad del atractivo. Él no me dice nada pero no me baja la mirada, que es algo así como pensativa, específica. Yo tampoco la bajo, pero a diferencia le sonrío, en señal de buenas migas y su expresión se ablanda. Otra vez, no me dice nada después de ese gesto.  Enseguida, cambio la vista y me hago la que anoto algo importante en el cuaderno, cuando sólo estoy poniendo la fecha del día y haciéndome un poco la tonta. Me abstengo de pasar vergüenza y a preguntarle cómo está, porque según sus dichos de hacía un minuto, no pasaba nada inusual. 

 Qué detalle, la mirada... Me olvidé el montón de cosas que la gente puede decir, a través de ella, con sus tipos, sus sentidos y sus nociones. 


miércoles, 25 de mayo de 2016

Amigos

El sábado estaba esperando el colectivo cuando, sin mas mediaciones, escuche una seguidilla de maullidos y después lo vi... Era un gatito, precioso que se me estaba deslizando entre mis piernas y entre mis botas, muy rápidamente. Al principio, atravesé todo los estados propios de lo desconocido: miedo, desorientación y finalmente, coraje. <<¿Que te pasa a vos, eh? >> le dije y así, a nuestro modo, nos hicimos amigos.  A los cinco minutos y habiendo entendido que no me quería atacar sino que buscaba afecto, lo acaricie. Lo acaricie mucho, el señorito me miraba y yo lo seguía toqueteando mientras se entrecruzaba en torno a mis piernas y se extendía desordenadamente, supongo, para que lo mimara mas.  Finalmente, este pequeño, resulto ser encantador. ¿Y por que todo es una sorpresa? Porque  a excepción de este precioso, yo no soy amiga de los gatos. Es decir, nunca me gustaron y tampoco nunca tuve, entonces, juro que no se como tratarlos.  En mi casa somos pro- perros y nulo es el vinculo con los gatos, ,esos enemigos íntimos, casi. Por ello, me llevo unos minutos entender a ese pequeño de ojos preciosos que hacia miau miau miau y esperaba que lo comprendiera.

Hace pocos días, después de nuestro primer encuentro del sábado, volví a cruzar a "Gatito-Gatito". Esta vez lo llame, se acerco de inmediato, y lo acaricie con mucho mas afecto. <<¿Como seguís, vos? ¿Estarás solito? Ojala tengas dueño, personaje >> le dije y después me dí cuenta que si, tiene dueño.  El respondió con miau miau de aquí y allá, claro, y siguió haciendo de las suyas. 

Ahora me estoy preguntando, seriamente, cuales serán las claves de los gatos para no solo comprenderlos sino mimarlos mas. El perro, en ese aspecto, es mas familiar para mi, ademas, reconozco sus señales. En cambio, con los gatos, no, solo me doy cuenta cuando estan enojados pero lo demas, un misterio. 

Sin embargo, ahora se que Gatito-Gatito y yo, somos amigos en el barrio y a traves de él, quizá aprenda.  ¿Lo mejor? Se que no va a ser difícil, ahora que me estoy sacando el miedo, porque eso tenia al principio, miedo. Soy tan endeble en este sentido que ya que no me lo puedo traer a casa porque tiene dueño, le quiero llevar comida y, si lo cruzo, charlar un poco con el vecino que lo tiene afuera con estos frios, pobrecito, a ver si se compadece de esos ojos hermosos y lo mete adentro. 

viernes, 20 de mayo de 2016

Papel borrador II

Lo llamativo es que... nada... Simplemente, o en realidad no, no es simple, pero nada me conmueve... a fondo. Siento que entre las personas y mi verdadero fondo, hay un camino muy pedregoso, muy angosto y muy distante, eso, hay mucha distancia.  Es como si el tiempo que paso hubiera construido un muro infranqueable donde solo hubiera lugar para un cierto tipo de emociones; mientras que otras emociones, quizá mas profundas, complejas o encarnadas a mis bases, ya no tienen cupo y no porque no las quiera, sino porque no se da, no nacen, no germinan.  Es como si... - ya encontré las palabras - se hubiera modificado a largo plazo mi capacidad para desarrollar relaciones afectivas fuertes. Como si la forma de sentir amor o inclusive atracción fuera un ensayo de mi misma, en otras épocas. Como si ahora, si a partir de ahora, y quizá para siempre, yo pudiera querer solo de esta forma: a modo de ensayo, un papel carbónico, una fotocopia.  Que alguien me diga por favor "esto también pasara", o bien, que es una consecuencia por exceso de vida universitaria. 

miércoles, 18 de mayo de 2016

Juicios de apariencias

Anoche, una vez llegada de la facultad y transitando la sobremesa, estaba mirando la televisión con intermitencia. Alrededor del rectángulo de madera, estaban sentados mis papas y una de mis hermanas mayores y yo.  

- Que lindos ojos tiene ese hombre - murmure, sin pensar. Teniendo en cuenta todo el cargamento de cosas que tengo en la cabeza, ese comentario fue casi un hallazgo hasta para mi misma. El hombre al que me refería, claramente, era tal y tenia unos ojos verdes, francamente, hermosos. La edad que tenia fue lo ultimo que divise, aunque rondaria la franja entre cuarenta y cincuenta años y, cabe destacar, yo solo habia hecho un comentario al pasar de un rasgo. 

- ¿Que hombre? - intervino mi hermana 
- ¿ESE? Pero ese es un viejo - ataco mi mama. 
- ¿Y? - me encogi de hombros, porque para mi no era viejo o joven, era una persona como cualquierda de la que me gustaron los ojos y punto. 
- ¿Como te puede gustar ese viejo asqueroso, Veinteava? - volvio a decir mi hermana
- Es muy viejo, Veinte, por Dios... ¿como te pueden gustar tanto los viejos? - dijo mi mama, con esa voz que usa cuando te esta tirando municiones con tono tranquilisimo. 
- ¿Y cual es el tema, si le gusta el tipo ese? - intervino mi papa. 
- ¿Que? - le pregunto mi hermana y mi mama lo miro indignadisima, porque por hablar todos encima nadie entendia nada. 

- Que cual es el problema si le gusta un tipo asi, che - fortifico y mi mama se lo quiso comer con los ojos por segunda vez. 
- ¿Como cual es el problema? Es un viejo horroroso - argumento mi hermana. 
- Ay, no te hagas el padre moderno,  es viejo, es viejo, viejo... Vos te moris si viene con uno de esos aca. 
- Pero si a ella le gusta, si ella es feliz... ¿Que importa? No esperes que traiga a un pendejo de veinte años, vos ya la conoces como es ella - le dijo mi papa a mi mama. 
- Eso es hasta que se siente en esta mesa con un tipo que mas de cuarenta años o que tenga tu misma edad. Vamos a ver si ahí te vas a reír tanto... - le dijo mi mama a mi papa esta vez. 
- Los que nos vamos a reír vamos a ser yo y R. - dijo mi hermana, refiriéndose a ella y a su novio - Nos vamos a cagar de risa si llega hasta acá, el viejo. 
- Vos no te podes reír de nadie - le devolví la generosidad, a mi querida hermana - Y vos, mama... ¿cuando vas a entender que, al margen de la persona con la que este, yo voy a ser incondicionalmente tu hija? - la mire, tranquila y seria. 

 Mi vieja, como era de esperarse, se hizo la tonta. Pase de un simple juicio de apariencias a un cuestionamiento profundo que la comprometía de otra manera. Yo se lo estaba preguntando de verdad y quería, claramente, que me diera una respuesta acorde a su critica. 


- No, ya se que vas a ser mi hija, pero no quiero que estés con un viejo. 

- Pero nuestra relación no va a cambiar, no se cual es el problema. Tendría que importarte mas si estoy feliz. 
- Yo quiero que seas feliz... 
- Pero no queres que este con un viejo, como si eso fuera un rasgo eliminatorio para que este bien. 
- Es que vos sos joven, tenes que estar con una persona joven... 
- ¿Y si no soy feliz, porque no es la persona que quiero? ¿Te gustaria mas que estuviera sola, antes que la persona que quiero, aun si tiene... no se, 30, 40 años, este conmigo? 
- Si que vas a ser feliz con un joven... 
- Si no es la persona que quiero, sea joven o vieja, no voy a ser feliz. Vos parece que preferis que no desentone con lo que esperas de mi antes que sea una persona feliz. Y la verdad, yo prefiero ser feliz. Te lo explico ahora porque no me gustaria que, en caso de estar con una persona que me lleve algunos años, nuestra relacion cambie. De mi lado, voy a ser incondicionalmente tu hija y no quisiera perderte como madre. Eso te digo nada mas y con tiempo. 
- Pero vos estas apuntando para otros lados - argumento. 
- Eso no quiere decir nada, mami... - suspire, porque se estaba haciendo mucho la tonta - Que yo apunte por una cuestión de cosas que están pasando no quiere decir que no se cruce una persona mas grande con la que pueda estar, lo que no es lo mismo a casarme, tener hijos y perro como crees vos. Que yo este feliz es lo unico que importa. 
- Pero tu felicidad, para mama, es necesariamente al lado de una persona joven - dijo mi hermana, con sorna. 
- No hace falta que me lo digas - murmure. Y volví a cuestionar a mi mama:  ¿Y si mi felicidad esta al lado de una persona mucho mas grande? ¿Que vas a hacer? Yo no quisiera que mi relación cambie por lo que elija, y no voy a dejar de hacerlo, si es lo que me hace bien; desde ahora te lo aviso. 
- Tu felicidad tiene que estar al lado de una persona joven, es mejor... 
- No puedo creer que me estés hablando enserio, de verdad - sacudí la cabeza -Mi felicidad es estar al lado de la persona que quiera y que me quiera. De una persona que me entienda y que yo sienta que este a la altura de las circunstancias - argumente, mientras mi papa, asentía y se hacia el desentendido, mientras miraba la tele.  
- Ademas, L , dejala decidir a ella. Uno le puede decir lo que le parece, pero ya es grande. Hay cosas que por mas que vos le digas algo, va a hacer lo que le parece. Son decisiones suyas - me miro y yo asentí con la cabeza - Lo que mama tiene miedo es que caigas con un viejo de setenta años... - nos reímos. 
- ¿Ves que sos dramática? - la mire a mi mama - Papa tiene razón - le dije. 

Mi mama se reservo, hasta la próxima oportunidad, sus comentarios. Yo mire a mi papa con gratitud y los salude a ambos antes de irme a dormir. 

Que fácil es hablar de los demás, pensé. Porque por mucho que todos puedan problematizar respecto a mis gustos, nadie se pone a pensar que quien disfrutara la vida al lado de una persona de mi misma edad, de mi generación o con varios - muchos quizá - años de diferencia; seré yo. Únicamente, yo. 


Pasado esto en limpio, continuo con mis arduas e interminables lecturas. 




lunes, 16 de mayo de 2016

Defensa

Tocer. Tocer. Tocer. Tener frio, tener calor. Tener fiebre, pesadez, extremo cansancio. Dormir a cada rato, por todos los insomnios. Descansar la mente, sin pensar en nada, sedada por los antigripales fuertes. Dejarme estar sin preocuparme por mis preocupaciones habituales. Comer, bastante mejor que durante toda la semana, por estar siempre apurada o pensando en otras cosas. 

Transpirar, tiritar y volver a transpirar. Dejarme cuidar y sentir que me duelen hasta las articulaciones de las muñecas, las rodillas y la cintura. Como tambien, descubrir que las rodillas se han llenado de agua que, en formato de lo que sea, esta buscando salir de mi cuerpo y que mas alla de la gripe, algo se me tiene que ocurrir para aliviarme. Levantar fiebre, hacerla bajar, manotear las tres novelas atrasadas y dejarlas por el puro agotamiento. Dejar de sentirme mal por haber perdido casi todo un fin de semana de estudio.  

Elegirme, finalmente. Pensar que, de alguna manera, las cosas van a estar bien. Pensar en curarme, pronto. Y pensar que, la proxima vez donde mi cuerpo me exija un respiro, tengo que darselo si es que me doy cuenta a tiempo, para evitar que se tenga que apestar, inflamar, contracturar o congestionar, en busca del alivio que necesita.  No olvidar que teniendo 21 años, las cosas no tienen por que ser asi. Que, en este momento de mi vida, todavia puedo elegir ser distinta. 

Buscar sentirme bien, tomar contacto con las cosas que importan, absolutamente al margen de todo. 

sábado, 14 de mayo de 2016

Auto-boicot

Estoy metida en un baile, pienso, cada vez que salgo de la  facultad o voy viajando hacia ella. Si bien mi carrera es todo cuanto quise estudiar, tambien es todo cuanto me perturba. Siempre me pasa lo mismo, me repito, frustrada. Y me enoja que asi sea porque en el afan de querer todo ya mismo, es que me termino perturbando. 

¿Que es quererlo todo? Pretender hacer las cosas bien siempre y pretender que mi cabeza entienda todo sin mayores dificultades. Lo cual, haciendo una carrera universitaria como la que estoy haciendo, es un auto-boicot en letras mayusculas. Si algo me toca reconocer es que, al menos de momento, todo esta siendo demasiado complicado y exigido para gozar de comodidades. Aca es cuando me miro a mi misma, el nivel de estrés y agotamiento que manejo, y me siento no menos que ese conejo correteando detrás de una zanahoria que vaya a saber si lograra alcanzar. Me angustio, claro, porque siento que se mueve un circo muy grande para que pueda realizarme y, no obstante, me siento mas agobiada que otra cosa, justamente, porque es tanta la energia que le pongo al realizarme, que termino olvidandome de que no todo en la vida esta escrito y se le puede sacar fotocopia. 

¿Como explicarme a mi misma que, pese a que todo lo que haga sea poco, tengo que aceptarlo como mi mejor esfuerzo? Estoy estudiando tanto y, sin embargo, no me esta yendo bien. Y, lejos de ser pedante, este es el problema: no estoy acostumbrada a dar todo de mi, para que las cosas no me salgan en terminos academicos, no estoy acostumbrada a que no me vaya bien,o al menos, decentemente. Y sentir que uno hace todo para nada, no es bueno cuando se debe seguir dando ese todo, independientemente de los resultados. 

Si algo se es que no le temo al sacrificio, estoy dispuesta a todo. El punto es que ese "todo", me esta saliendo muy caro y me debato entre dejar materias, librar las cosas al azar o entender que la mayoria de las veces a lo largo de una carrera universitaria, las personas hacen las cosas y no salen como quisieran y no por eso la vida es una porqueria inconducente o uno es feo, sucio, malo y va a ejercer la profesión como una idiota.  

Tengo el cuerpo cansado, sufro muchisimo la presion por saber, anticipandamente, que no tengo tiempo suficiente para leer las pilas interminables de modulos, las mas de veinte novelas, los textos criticos de ellas y la teoria de sintaxis. Ademas de los trabajos en equipo, las novelas que uno tiene atrasadas, las copias que son "para ya", el tiempo que conlleva comprender en conocimiento nuevo, las fotocopias nuevas para comprar, las clases, los ratos en la biblioteca, las esperas del colectivo, los malabares para llegar puntual, el convivir con la familia, el tener que limpiar, ordenar y organizar cosas que tambien forman parte de la vida humana... El como voy a hacer con todo esto, sinceramente, no me deja en paz.  La desorganizacion que traigo encima con la facultad me esta comiendo la cabeza y sera por eso que me siento tan agobiada. Soy un ser organizado, muy, porque para mi en ello esta la clave de todo. El punto es cuando no existe tiempo suficiente para organizarse y todo se empieza a desencajar. 

Y, algo fundamental: nadie externo me apura. En mi familia, todos me dicen que tengo que estar calmada, que no importa cuanto tarde en recibirme, que eso no es lo mas importante. Mi papa, que es quien me paga los estudios, siempre insiste en que quiere que sea feliz, que no le interesa cuantas materias meta, con tal de que me vea venir contenta de la facultad y no estresada. 

Y cuando me pongo a pensar en todo esto, descubro que estoy gastandome una broma pesada, dandome donde mas me duele, pensando en que no puedo permitirme recursar, no me puede estar yendo tan mal, no puede ser, cuando si, claro que puede ser.  Si, puede pasar todo eso.  Es mas, me puede ir tan mal en las tres materias que estoy haciendo que no meta ninguna y el cuatrimestre que viene, no pueda hacer nada mas. Si, puede pasar. 

¿Y,  que importa Veinteava? Esa es la pregunta que le sigue. ¿Te vas a morir por recibirte a los 23 o a los 24? ¿Te va a cambiar algo sustancial el haber tardado un año mas, cuando perdes de vista que siquiera habiendo vivido un cuarto de siglo pudiste hacer una Licenciatura en algo que te apasiona? Estupida, me digo, dejate de joder con algo que amas tanto y abrochate a la oportunidad de progresar y de vivir de algo que te aleja de todo lo que te duele, algo que te hace sentir la mujer mas feliz de todas, algo que siempre deseaste hacer. Estupida, insisto, mientras me digo que todo lo que me genera esta carrera no habla de los años que se tarda en hacerla, porque ademas, no tengo que olvidarme de vivir, de que se vive y no por eso sere mejor o peor Licenciada. Importa la pasion,  y la pasion no se mide en cantidad de materias metidas o años hasta el ultimo final. La pasion, bien lo saben las dos partes de mi misma, va mas alla de todo y tiene una naturaleza propulsora mas que degradante. 

Mientras me hablo, suspiro. Me siento una niña cuando tengo que tratar con semejante didáctica, sin embargo, es saber que la unica forma de no presionarme mas es pactar conmigo misma.  La clave es parar un poco, bajarse de la voragine universitaria que implica cursar, regularizar, promocionar. Bajarme de la montaña rusa de hacer tres materias que son pesadisimas, anotarme, medirme otra vez las resistencias y despues putear, porque no puedo y porque no pense que eran tan pesadas y porque - frustración mediante - me va a ir para atras por querer abarcar sin apretujar. 

Eso es lo que, en estos momentos, me esta despersonalizando. Me esta dejando arrastrar al ritmo de mis compañeros de cursada que son brillantes, haciendome olvidar que, no porque sea mejor o peor, mi cabeza tiene otras formas y eso no es nada malo. Y es festejar porque a los pibes les vaya bien pero reconocer que si tengo que perder el grupo de pertenencia por hacer la carrera a mi paso, sera algo que este dispuesta a renunciar. Porque mi salud y mi entereza, Veinteava persona, esta primero, al margen de una casa de estudios.

Hacer las cosas a mi paso, no es equivalente a decir que le tema al sacrificio, mas bien todo lo contrario. Casi todo me cuesta en la vida, esa es la verdad y no quiere decir que eso lo vea como algo malo: nunca me salieron las cosas faciles, entonces, le temo y desconfio a lo caido del cielo. Desde que naci supe que las cosas necesitaban de mucha entrega, paciencia y sacrificio. No puedo, justamente, poner en discusion cosas tan elementales como estas, en este momento de mi vida.  Si bien puede ser este un criterio muy turbio para tener solo veintiun años, es el muestrario que me ha ido tocando. A mi entorno y a mi, todo nos cuesta muchisimo y la nocion del sacrificio siempre la he percibido. Como tambien mis relaciones personales me cuestan un monton, darme mis gustos me cuesta, darme mis momentos me cuesta, confiar en la vida, me cuesta. No sentirme una cascara vacia me cuesta. Desde que tengo uso de razon las cosas mas simples me han costado. Avanzar, en el sentido mas literal de todos y tambien en el mas metaforico, me costo muchisimo. ¿De que me sorprendo entonces? El estudio me esta costando un monton, si, claro, la vida desde hace 21 años se reduce a esto. Luchar, pelear, caerse, levantarse, pelear, ir, afrontar, hacer, persistir, ir, ir e ir.  Pero tambien, me debo el disfrutar. El disfrutar porque si, sin tener miedo a perderlo, a que se caiga, se rompa o desaparezca. A que mi felicidad, esa pequeña muerte en el sentido mas francés de todos, se esfume. A que las cosas buenas que tengo en la vida, no existan mas. 

¿Como es que me sorprenda tanto, cuando algo me sale bien? ¿Como es que, de fondo, siempre me parezca normal que las cosas no resulten? ¿Como es que me extrañan las cosas que, a ojos de los demas, son perfectamente estables y esperables? ¿Como puedo ser tan... asi? 

Lo unico que quiero, sin embargo, en este momento, es alguien que me abrace. Si, suena estupido, pero es un tipo de abrazo que no podria definir con palabras, que no se a quien le corresponde y que no encuentro. Es un abrazo de esos que... a quien te los da, le crees todo, con quien podes ser vos mismo, con la que te volves a conectar con lo realmente importante de la vida, con quien todos los problemas pierden peso, con quien te sentis una persona repleta de sentido, colmada, y no una cascara vacia.  Quisiera un abrazo de esos y que alguien en quien realmente crea me prometa que se me va a pasar la gripe para poder seguir leyendo todo cuanto tengo por leer, que todo va a estar bien a la larga, y especialmente, que pese al esfuerzo del hoy y la angustia del hoy, la vida, el dia de mañana, va a ser cosechar de esta siembra. Y los frutos hablaran de haber sabido conducirme con paciencia, no haberme rendido antes del final, de haber podido seguir adelante aun estado agotada y de no haber perdido el profundo amor por lo que estoy haciendo.

Respiro hondo, me seco los ojos y pienso que la gripe no es una simple casualidad. Que, lo mas pronto posible, tengo que hacer algo para poder encontrarme a mi, al margen del estres y encontrar mi eje. No quisiera seguir reventando por todos lados. 


lunes, 9 de mayo de 2016

literatura, cuanto menos, ficción: "Una carta de despedida"

Domingo, 08 de mayo de 2016. 


****: 

Definitivamente pensé que nunca iba a estar en condiciones de escribirte esta última carta. Quiero decir que ha pasado mucho tiempo y muchas cosas en el medio, como para todavía tener la voluntad de sentarme a escribir para vos. Sin embargo lo hago porque, francamente, no doy más.  Si lo extiendo por fuera de mis cuadernos es porque este hecho se acerca un poco, solo un poquito, a lo que desearía poder haber hecho en la realidad; me refiero a decirte todo lo que sigue, aunque ya no importe.  Lejos de tener en tener en cuenta fechas hay ciertas cosas que no quiero seguir pasando el tiempo sin escribirlas, sin decirlas, porque dos años negandolas poco han servido de algo.  Justamente por eso es que no doy más. 

 ¿Por donde empezar? Por donde te sientas mejor, me dirías, así que por ahí empiezo. Dieciocho años tenia la primera vez que nos vimos y un año después las cosas eran de esas que nunca, en nuestra vida, hubiéramos podido imaginar. Esa noche de agosto nos presentaron entre tantos de un mismo grupo social. Vos todavía tenias cuarenta años. ¡Que me iba a imaginar yo, esa noche, que de entre todos los que se sentaban en esa mesa larguísima yo iba a terminar con vos, si en la cabeza, yo había ido ahí para hacer y disfrutar de otras cosas! Todavía recuerdo la simpleza con la que te salude mientras hablabas por teléfono y me dijeron tu nombre. " Ah, este es  ***, es el ****, seguramente" pensé, intentando conectar nombres y referencias con las caras de esas veinte personas.  Lo siguiente no lo recuerdo muy bien, solo se que en el trascurso de tiempo que paso desde agosto hasta septiembre los dos nos hicimos amigos enseguida, como si nos conocieramos de antes, con una simpleza para los vínculos que en ese momento, te lo aseguro y te lo asegure ya, yo no tenia con demasiada gente. Con vos, no sé bien cómo pasó, me quedé sin defensas.  "¿Como te vas a tu casa? " quisiste saber una noche en septiembre. "Me tomo un remis " te dije, mientras te quería saludar vos me frenabas y yo no entendía qué bicho te había picado.  "No, deja, veni conmigo que te dejo en tu casa, estoy solo en el auto " te ofreciste y todos se quedaron un poco pasmados cuando, después de la duda inicial, confié de la forma en que había confiando sin pormenores desde el primer día. No me iba con nadie, hasta ese momento, donde me fuí con vos.  Entonces, ese día, algo cambió al menos para mí.  Me pasó algo muy distinto, nuevísimo, ajeno, cuando estuvimos solos. Recuerdo que charlamos en el camino y esa "sencillez" resultó demasiado familiar para mí. Imaginate, me costaba con todo el mundo... y con vos, no. ¿Cómo podía ser que me costaba con toda mi generación, con la gente en general, y con vos no; si me llevabas tantos años? ¿Cómo carajos iba a explicarme a mi misma entenderme así con vos, de una forma tan amena? Ese día preguntaste por mis estudios, tenias idea respecto a lo que escribía, claro, y sabias que me gustaba la literatura. Estabas escuchando un disco y lo bajaste, para escuchar mi voz que te contaba de a poco pedazos de mi vida. El silencio, que con mucha gente se me volvia en contra, con vos se me hizo placentero. Pense, me acuerdo, que solos se estaba muy en paz porque me hacías sentir cómoda sin esfuerzo y , sin dudas, sabiendo que tenia dieciocho años eso era muy extraño.  

Lo siguiente que me acuerdo, es algo muy divertido: estábamos en tu casa jugando un juego de mesa de mierda, con una cierta cantidad de alcohol en sangre Era noviembre de ese mismo año y nosotros hacíamos equipo contra otro matrimonio; vos fumabas en el jardín un habano y me corrías el humo con insistencia para que no me pasara ni cerca. Te hice señas para que no te preocuparas, porque era un espacio abierto, pero apagaste el cigarro definitivamente, porque no querías que me intoxicara, me dijiste. Mientras, secreteábamos e intentábamos adivinar las preguntas.  Lo divertido era la gracia que nos causaba el hecho de que todo cuanto yo conocía vos no y lo mismo de mi lado.  "Vamos a perder, nosotros, puta madre" me dijiste, riéndote. "No, nos vamos a complementar y listo " te dije sin pensar el peso que, unos meses después, conllevarían mis propias palabras.  Al final de partida, me dabas la razón... Eramos un buen equipo. 

Esa noche me aseguraste que me llevabas a casa, yo te aconseje que te quedaras porque no era necesario, podia llevarme otro como me ofrecían o podía volverme sola. Insistiendo vos, te ayude a juntar los últimos vasos y platos antes de que nos despidiéramos. A los pocos días, cuando nos volvimos a ver, muy concentrada estaba yo en previa para proyectar una película, cuando sentí un tirón suavecito a la altura de la muñeca recién tatuada. Me llamo poderosamente la atención el haber reconocido tu tacto, como si ya lo hubiera sentido cien veces. " ¿Me dejas ver? Perdón si te asuste " dijiste, con una mueca divina; la que después se convirtió en mi favorita. No sé por qué, pero ví algo. Algo más.  " Me di cuenta que eras vos " respondí, mientras me acariciabas despacito los contornos de la figura hinchada. "Es mas chico de lo que pensé, pero te queda muy bien... Me gusta, *** " me dijiste, otra vez, sin pensar siquiera en la connotación que tendría ese gusto por mis tatuajes, solo un par de meses después.   Así, progresivamente, vos bien lo sabes, pasamos de ser amigos y muy buenos compañeros, a ser nosotros dos. 

Para decirlo de alguna forma el que unos meses después, teniendo en cuenta la diferencia de edad, yo pudiera expresarte un algo que recuerdo como: <<no me asusta que me digas que estas todo arruinado, vos sabes que no me importa tampoco. Me gustas igual, sonso. De hecho, no te imaginas lo que me gustas vos con esa cara de desconcierto que pones, que me muero"; era hacer mas de lo que había hecho... nunca. Que tu respuesta fuera una sonrisa ancha, precisa, y una sacudida de cabeza que era señal inequívoca de estar volviéndote loco antes de lo que seguía, era de esas cosas que el dinero sigue sin poder comprar. 

Si, no podía evitar recordar todo esto y escribirlo, porque me parece que en este caso es volver a pasar por el corazón cosas que, en su momento, me hicieron muy feliz.  Si bien la diferencia de edad era y sigue siendo abismal, no puedo negar que fue una de las etapas mas felices de mi vida toda esa maraña de quilombos como también de complicidad, de deseo, de ternura, de camaradería,  miedos, dudas, de peleas que terminaban muy bien y de besos. En especial, de besos, porque hicieras todo lo que quisieras yo perdía la compostura (mal, mal) con los besos. Y si bien implica no haber confiado en la experiencia de tus años, nunca me imagine que pudieras ser tan... expresivo, desconcertante, persuasivo, comprador, intenso y dulce, a través de ellos. Los muestrarios de mi generación, definitivamente, no habían sido... así. Y mas, si le faltaba lo fundamental, que en nuestro caso refulgía: deseo. Nunca te lo dije, pero estoy segura de que se me notaba: no podía pensar cuando me besabas, y eso que es uno de los gestos mas reproducidos de la historia de la humanidad, a la vez que, de tu parte, eran mi punto débil. 

Quizá no lo notaste en general, pero puedo decirte que implico un sinceramiento muy profundo respecto a  saber, a entender, que era capaz de sentir -y de las cosas que era capaz de hacer- por amor, haber estado esos meses juntos. Desde antes, haber estado juntos de tantas maneras, implicó sincerarme conmigo misma. ¿Te acordás la primera vez que me llamaste con un dedo, me hiciste señas para que me sentara al lado tuyo y sin decirme absolutamente nada, mientras yo miraba como iban reaccionando nuestros compañeros, me agarraste de la mano?  Yo me acuerdo muy bien de ese día. Y cuando vuelvo a ver aquél banquito, en ese local de comidas también me acuerdo de quienes éramos en esa época, de lo que significaba que hicieras eso, de la noche de año nuevo que había pasado "algo raro". Me acuerdo de lo que sentí en tantos sentidos cuando me diste la mano, firmemente, y confirmé lo evidente: estaba hasta las manos; literal. Porque si bien aceptaba que me gustabas un poco, no quería aceptar lo otro y "lo otro" se explicaba por si mismo cuando un gesto tan mundano lo era todo. 

Probablemente no entiendas como, un año y pico después, puedo seguir hablando de amor y de vos en un mismo párrafo. Me centro en decirte que fuiste el móvil para que vea cuanto podía hacer si me enamoraba y eso es un motivo por el que siempre estaré agradecida. Te aseguro, como te lo dije en su momento: yo no sabia lo que era capaz de hacer, o mejor dicho de la profundidad con la que podía sentir algo hacia un otro, antes de conocerte. Por esa razón, la última vez que hablamos, te dije que lo que más deseaba era que amaras tanto alguna vez como te amaba a vos, porque sentirse así, era bárbaro, después de todo.  Jamas había querido asi, de la forma en que me salio hacerlo con vos, tan desaforada, tan suelta... y, al mismo tiempo, tan verdadera. Supiste desde el vamos que yo era muy reacia a todo lo que implicara el contacto físico, no porque me hubiera faltado, sino porque no podía ser mas tímida y porque me costaba muchísimo expresar mis sentimientos.  Sin embargo, todo lo que parecía poder contenerme o defenderme de los otros, se escondía con vos. 

También me acuerdo de esto; de ese noviembre inicial, antes de que todo lo de mas arriba pasara, cuando estábamos organizando un evento y yo había ido - al parecer - especialmente linda ese día. Todos me lo decían y sufría un acceso de pudor importante ante esto. Pasé a amplia distancia de vos, caminando, con un vestido y el pelo recogido, cuando empezaste a hacerme señas. Me frené, pensando que necesitabas algo y te miré, preguntándote qué querías, con la cara. <<¡Qué linda, por favor, basta! >> dijiste molesto, y sacudí la cabeza, haciéndote un gesto de espantar un fantasma, mientras me iba. <<Dejá de mentirrrrrrrrrr >> me quejé y seguí con mis tareas.  Esa frase idiota, es algo que me acuerdo con especial cariño, no porque era un elogio, sino porque fue una franqueza notoria de tu parte.  Lo mismo que ésta vez: <<yo no voy a parar hasta que te saques esa timidez, asi que ahora vas a venir a tomar una cerveza, te vas a sentar enfrente de todos, vas a aflojarte. Despues te llevo a tu casa, lo que quieras, pero no vas a zafar diciéndome como siempre todo que no, no, no - me hacías burla igualito, mientras agregabas << De verdad te digo... no voy a parar hasta que te vea cómoda porque vos no sos asi, es el tema este de que tenes vergüenza y de que podes tener vergüenza, vos, estas loca. Vamos, dale, que tengo calor, vamos, vamos..." y fuimos.  Claro que fuimos. Ya te digo, estaba en problemas con mis sentimientos ya para esa época. 

Pero... volviendo a ésta... ¿Por qué te escribo ahora? Porque... ya no puedo hablar con vos y, para qué voy a mentir, me hacés mucha falta. No extraño quizá lo que te imaginás, no extraño la incertidumbre o el que me escribas. Lo que me hace mucha falta es saberte ahí para mí y poder estar ahí para vos, independientemente de todo lo que haya pasado y de lo que pase. Eso es todo el meollo, a decir verdad. El saber que si te pasa algo, puedo acercarme para ayudarte tanto como vos me podés preguntar qué tal estoy, cómo me va todo. ¿Sabés lo que más extraño? Tomar mate juntos. Ya sea porque te cebaba miles o porque hacías unos de primera; pero extraño mucho eso... Y es una estupidez, si te lo ponés a analizar, pero hablábamos, de cualquier cosa y era muy lindo hablar con vos. Creo que al margen del mate, lo que realmente extraño, es lo que fundamentaba: que habláramos, que pudiera sentirte cerca mío, humanamente. Que, sabiendo que no te gustaba contar, a mí me contaras. Todo este tipo de cosas, como podrás ver. 

Y, sin embargo, aunque reconozco la falta que me hacés, hago bien también en escribirte esto a modo de "chau, chau, adiós".  Empiezo por reconocer que pese a todo lo que sé que significaba para vos, me acompañaste en lo que pudiste y lo hiciste con mucho respeto; con una naturaleza para escucharme que desde el primer día me resulto demoledora. Reconozco también que ademas del respeto hubo animosidad, ternura, humor, calidez, todos los matices que necesitaba en ese momento y los que valore mucho mas, viniendo de una persona que al llevarme tantos años, casi que había olvidado como abordar ciertas cosas que, obviamente, con otras mujeres contemporáneas se daban por entendidas. Reconozco que si algo valoro hasta el dia de hoy fue de tu capacidad de estarte ahí, escuchándome, sin decirme nada apresurado porque sabias perfectamente que a veces yo nada más necesitaba gestos. La escucha, la aceptación, la paciencia con la que me hiciste ver tantas cosas...  ¿Como no reconocerte eso? Gracias, de verdad, pese a todo. Se que llegaste en el momento donde, es evidente, necesitaba que lo hicieras para empezar a vivir una vida acorde a mis propios deseos. Así es que te agradezco y, ya que es la ultima carta, también te  digo lo siguiente: para vos que pensabas que era una valiente de primera, confieso que tenia miedo a todo. No te das una idea del miedo que tenia cada vez que te veia en frente mio, mirándome asi, y no sabia como verbalizar un sentimiento tan profundo y puro, que me aterraba. Nunca habia amado a una persona de ese modo y pese a que no te lo dije, a mi tambien me excedia lo que me pasaba con vos, vos tambien eras terrible para mi, yo queria todo lo tuyo, lo quería todo con vos. Y no hablo de perro, hijos o casa, como me recalcabas que no me ibas a poder dar cuando los quisiera. Hablo de todo lo que pudieras darme, de todo cuanto me quisieras dar sin pensar, por una vez, en la diferencia de esa, la diferencia de edad. 

Por otro lado...  reconozco que si bien te reproche muchas cosas fue porque estaba dolida, enojada, muy desilusionada, cuando me di cuenta que tenia que dejarme de revolucionar tu vida, porque era desgastante para los dos y porque te ibas a infartar, literal, en cualquier momento, de lo complejo que era para vos pasar por encima de tu propia vara, erguida en base a los prejuicios que siempre habías tenido, y que ahora, se sentían en carne propia con lo que eso implica. No, bobo, no te creas que no entendía lo difícil que era. Siempre lo entendí, y por eso yo también tenia mis dudas - no sobre si estaba bien, sino sobre si iban a tener razón los demás  - por lo cual al mismo tiempo no esperaba milagros del tema. Lo único que esperaba radicaba en que pasara lo que tuviera que pasar sabiendo que la vida es arriesgarse tanto como no hacerlo, y de esa decisión, dependía nuestra felicidad y nuestros logros. No obstante, de boca siempre es mas fácil que ponerle el cuerpo a un enunciado.  

 ¿Te acordaras, Negro, la forma en que nos miramos cuando te dije todo eso y medio que me levante, la última noche en tu casa? No llore mientras te hablaba, pero vos no me dejaste de mirar con una fiereza imprevista, mientras con la cabeza hacías un gesto de negación, como más enojado que nunca por algo que nunca, tampoco, llegué a entender. Me desarmo verte así y me volví a sentar. "Si, que vas a poder con otra mujer que te quiera, vas a ver... Quizá yo soy el problema, porque soy chica, pero seguro que con alguien grande te resulta " te decía y vos me decías que no, que no iba a pasar eso, que no iba a haber y que no había otra mujer, que yo no era ningún problema para vos. No te entendía, la verdad.  Conmigo, sentías pero no podías. Otra mujer en ese momento no había, de eso estoy segura. Y, si miro ese instante a través del tiempo, lo único que puedo recordar ahora es un hombre amurallado por su propia desidia.  ¿Te acordas lo que paso después? Me quede mirándote en silencio y tomaste un whiskey con la cabeza baja. Cuando levantaste la cabeza, todavía lo siento, me mirabas como si te doliera una infinidad de veces mas algo. Nunca supe qué era, te confieso. Algo me dice que era dejarme así, pero sé que... es tan triste que no puedo asumirlo, porque las personas no se dejan así, porque eso no se hace. Porque, de otra manera, vos no hubieras resistido. ¿O sí? El ejemplo está a la vista, soy yo misma, y no quiero ir por ese camino. No quiero hablar por vos. No estás acá para completar tantos espacios en blanco.  Siempre senti como si estuvieras renunciado a alguien que realmente, vos querias... y al mismo tiempo, me decías que eras demasiado boludo para estar conmigo, que merecía a alguien mejor que vos. ¿Quién puede entenderte? 

A partir de esa noche todo fue tan discordante, parecía apropósito.  La primera vez que vos la viste fue en el mismo lugar que nos conocimos nosotros., por empezar. Me senté y al lado te me sentaste vos. No te mire, porque estaba empezando a entender todo ese juego macabro, en cuestión de segundos. Lamente haber sido tan perceptiva cuando me tocaste un tatuaje, como si fuera la ultima vez y agachaste la cabeza antes de sacarle tema de conversación a ella. "Tocate el culo, hijo de puta" pensé. Te falto decirme  "que boquita que tenes, por favor, Señora de Letras" si lo hubieras escuchado.  Pero cómo no enojarme, si yo te vi rarisimo hasta que me basto mirarla a ella, recordar esa expresion lastimosa de antes que llegara mientras me mirabas como pidiendome perdon con los ojos, en silencio, sentados solos frente a frente. Recién cuando la ví, lo entendí. Te la habían traído especialmente, esa noche y el que me miraras de esa forma, tenía un claro significado. Era tu "chau, chau, adiós", en particular. 

¿Sabés qué me pasó ese día?  Francamente, pensé que estabas harto de mi... Nunca pensé que era una especie de renunciamiento mucho mas concreto, tan literal, pero fue cosa de esperar nada mas. Fue, como vislumbre en esa cena, una mera cuestión de tiempo para ver todo lo que hubiera querido para mi, en manos de La señora. Esa noche, que aunque no lo parezca recuerdo tan bien, estabas empeñado en llevarme a casa después de haberte desecho en esos modos que tan bien ejecutabas conmigo. Tenia atragantada la comida, te hubiera cagado a trompadas ahí mismo y no falto el deseo de que se te prendiera fuego el auto y tus zonas genitales. ¡De verdad! ¡Era para pegarte una trompada porque había visto en ella todo lo que necesitabas, todo lo que no podías permitir que yo te diera y todavía vos me querías seguir cuidando como si te importara que me afanaran o que me fuera sola, incluso, tomando un remis? ¡Qué te importa lo que me pase, pelotudo! pensaba. Y es que... habia visto en ella la calma después de unos meses sin poder dormir durante la noche, por estar conmigo o pensando en que "me ibas a cagar la vida, no me ibas a poder dar hijos, no ibas a poder formar una familia conmigo, ni tener un hogar juntos" y todas otras nociones que, bien sabes, nunca te pedi y que, estando al lado tuyo, posponía con gusto. Había visto todo lo que yo no iba a poder ser nunca, para vos. Ése era le problema, eso era lo que me enojaba tanto. 

 "¿Vas a traer eso, para el martes, me prometes? " me dijiste y yo, que ya me habia subido al asiento del acompañante obligada, asenti con la cabeza, mientras me aguantaba las ganas de llorar.  Te entendia en un punto, sabía que estabas haciendo lo correcto desde la exigencia de ese muestrario social que representaban nuestros 18 compañeros, pero... tenía bronca, porque les hacías caso a ellos y no a mí, que te quería bien. 

- Che, Veinte... ¿lo vas a traer, de verdad? -  insististe, y yo te dije que si - No, porque *** me dijo y no cumplió.  
- No importa, yo cumplo... - señalé. 
- ¿Segura? 
- Si. No hace falta que me repitas, ***, entiendo de una vez todas las cosas que me decís  - musite para vos, mandándote a freír churros con un tono tranquilo, como si fuera un rezo. 
- Ahora si que sos vos, Veinte. Ya me volves a poner tus caras, ya me tenes cortito. No te enojes conmigo, dale, por favor... Estamos hablando bien otra vez, de nuevo. A mi me encanta que me vuelvas a hablar, que tengamos esta relacion de odio, donde se nota que nos odiamos, que no nos soportamos.
- Odio... - mofé - Si, la verdad es que no te soporto más. Sos un ser odioso.  
- De verdad... - miraste al frente y después a mí  - Nosotros dos si nos enojamos los dos la pasamos mal despues -  esgrimiste sin mirarme. Te mire, desconcertada, porque me llamo la atencion lo frio que eras, lo... calculado que parecia tu comportamiento. Lo empeñado que estabas en complicar las cosas, cuando lo mejor hubiera sido dejarme volver sola a casa sin oponer tanta resistencia.

 - Es que... no estoy enojada con vos, me parece que te faltan un par de jugadores, nada mas -  te dije porque, era obvio, estaba enojada. Faltarian siete cuadras para llegar y no me queria quedar callada. 

-  Por favor, no... Hablemos del trabajo, de lo otro no, por favor... Estabamos hablando de trabajo, sigamos con eso... -  me marcaste por primera vez los limites como nunca antes. Me quede callada y te mire, mientras tenia apenas iluminada la cara por el reflejo del alumbrado publico, las propias luces del tablero ultima generación y toda esa parafernalia de mundo material que tanto asco me daba si te escondes en eso. Te pusiste duro y no miraste más, pese a que la calle estaba vacia en nuestro barrio.  

- Estamos hablando de trabajo, del odio, de lo mucho que nos odiamos, claro... Sigamos - te dije. 
- No salgamos de eso, entonces - apuraste. 
-No, como vamos a salir de eso, si siempre hemos sido unos excelentes compañeros nosotros dos  - murmure, cuando habíamos llegado a casa. 
- Veinte, no te enojes conmigo, por favor, dale, hagamos el esfuerzo- me advertiste, como si próximamente irían a crecer los motivos para enojarme. 
- Yo lo que único que te digo es que toda esta estupidez de una persona de mi edad es esperable, pese a que no lo estoy haciendo. Pero de la tuya... no. Crece, haceme ese favor y ahi si que vamos a poder hablar sin calentarnos -te dije.  Ya habian pasado tres semanas de aquel veinte de julio y las cosas, antes de calmarse, se empeñaban en juntarnos aun en las peores circunstancias. Y de verdad, vos sabes que fueron las peores. Y justamente, después, puntualmente decís de ese 16 de agosto, tu amigo del alma, te pasó el teléfono de La señora. 

Cumplí, eso es lo único que te digo. Cumplí, mi querido, cumpli la promesa que te hice, respecto a mi actitud frente a que estuvieras con otra, porque empezaste a estar con Ella. Despues de que me quedara por ultima vez hasta muy tarde en tu casa, la noche del veinte de julio, era como si estuvieras empeñado en demostrar que si, que ibas a ser feliz, que ibas a gritarle al mundo " estoy bien, estoy pleno, me siento bien", cuando quiza por dentro, te estabas cayendo a pedazos. Y ese fue todo el contexto, era como si mi mayor miedo se me realizara en la cara y no pudiera impedirlo. Lo había intuído tan claramente y no tenía forma de evitarlo. Por este motivo ese viaje me resultó tan  espantoso. Fue el ultimo viaje antes de... la vieja. 


Hoy me pregunto qué querias demostrar. Nunca lo entendí y sin embargo, cuando estás frente a mí, con ella, no me da otra sensación que no sea esta. No me importa verte poco, porque siempre es eso mismo. Creo que el día que no te vea esa mirada, va a volver a cambiarme la vida, como cuando te la ví por primera vez.  Sin embargo, la vida sigue... Esta misma vida, sigue, pese a tantas cosas. 

Lo que querias nunca lo supe. Tampoco nunca pude entender por que, si a la legua se notaba que te estaba soltando, deseando lo mejor... Empezaste a hacer todo esto, precisamente, que me hacia mierda: contarle a tu mejor amigo, desde hace veinte años, que yo la estaba pasando mal, pedirle que se encargara de todo, y aceptar el telefono que te paso, a cambio, despues de esa charla donde me contaron que estabas tan preocupado por mi. Se que lo llamaste a tu amigo mientras venia por la ruta y muy compinche El canciller, siquiera hizo parada en su propia casa, para ir a verte a la tuya, un domingo a las once y pico de la noche porque lo habias llamado. ¿Sera todo esto cierto? ¿Como podias estar tan angustiado por mi, y al mismo tiempo, capacitado para conocer a La señora? ¿Por que, antes de que sea el quien fuera a tu casa, independientemente de que nosotros estuvieramos recien distanciados, no fui yo quien se sento en esa mesa, con vos, ese domingo? Quince dias atras, solo quince, Negro, vos estabas convecidisimo de que otra mujer no iba a haber y, de verdad, se que no habia, pero cómo te alcazó tan poco tiempo y para mí tuvieron que pasar casi dos años... ¿Cómo iba a haber otra, si tan poco tiempo antes estabas conmigo? Como si yo necesitara comprobaciones, me dabas tu telefono para que te explicara como usar las cosas, para que lo configurara, para que te borrara los mails que me pedias, para que lo revisara si se me antojaba. Me dabas tu telefono, el acceso a tus cuentas y te distraias haciendo otras cosas, mientras que me decias "no me importa si queres leer algo, lee tranquila, no me molesta". Sin embargo, yo creia en vos, al menos, hasta ese domingo a la noche, donde contaste a tu amigo de toda la vida, cosas que él, fallutamente - porque incluso a vos te cagó - me contó a mí. Siempre lo pensé, pero es que... parecía que hacías todo apropósito, después de esa charla como para que dijera: "este tipo es un pelotudo, hice bien en no cagarme la vida con el". ¿Sabés lo que me acuerdo, justamente ahora, y nunca había recordado en estos dos años? Que la última noche, donde todo terminó de decantar, vos me dijiste algo como: "prefiero mil veces que vos creas que yo soy un pelotudo, de hecho prefiero pasar como el más boludo, el peor de todos y prefiero que te enojes, no me importa.  Pero no quiero que creas que soy un hijo de puta, que no me importa nada de vos, que me da igual toda esta situación, que yo te quiero lastimar. Al contrario, me importa mucho más de lo que vos pensás. No quiero que sufras, de verdad, no quisiera que estés así, no quiero que sufras nunca, vos ". ¿Qué hacer, entonces, si yo veía ahora ese ser boludo del que me hablabas? Nada. Todo lo que había podido hacer, estaba. 

Ese 20 de julio me había calado hondo y no terminaba de salir de una cosa, que pasaba otra. No te puedo explicar lo que fue, esa noche, irme a casa con la sensacion de una pausa inevitable, con la marca de que a partir de ahi, todo iba a ser diferente en mi vida. No, no era por vos, era por lo siguiente: si lo que yo hubiera necesitado se compraba, lo hubieras ido a buscar, lo hubieras comprado o exportado, como también, si hubieras encontrado una receta dolorosa, muy, para alejarme... la hubieras usado.  ¿Que cómo lo sé? Lo vi en la forma en que querias abrazarme, prometerme, asegurarme, convencerme, de que me merecia algo mucho mejor que vos; porque vos no ibas a poder darme hijos, ni un perro, ni una casita, nada; pero también lo ví en la forma de actuar que tuviste después. Era una manera de decirme "ves, ves, que soy una mierda, para vos?" y de paso, tapar todo como durante toda tu vida. 

Y a mí no me importan tus errores, tu pasado... Me importaba que siguiera siendo, como siempre,  la persona que sabia sacarte las mascaras y besarte debajo de las llagas que escondías por tenerlas demasiado adheridas a la cara. Me importaba que sigas siendo para mi el hombre bueno. No quería que fueras nunca más ese ser humano que se escondia detras de tanta mierda, que fingía todo el tiempo, que era demasiado endeble, pero se mostraba fuerte e impasible. Deseaba con todas mis fuerzas que no se muriera ese tipo risueño, tierno, mi lector de mentes personal, que conmigo parecia olvidarse de todo, al punto tal que te daba miedo, porque necesitabas pensar y yo te abrumaba con mi forma de ser, como me decías siempre, tanto como cuando nos veíamos como cuando estabas solo, pensando en la situacion, mientras trabajabas manejabas,  no dormias ó vivias.  Esto, en esto nada más, residía "lo primero". 

 ¿Como le explico a todo el mundo lo que significa mirarte y que me sigas mirando de la forma en que lo hiciste hasta la ultima vez donde nos cruzamos; y todo eso pese a que hayan pasado casi dos años?  Y de esto también quiero hablar, porque ya que es la ultima carta, pienso decirte todo.... ¿Por que me miras como si el tiempo no hubiera pasado? ¿Por que veo que es como si tu cuerpo pidiera pista en el mio, todo el tiempo? ¿Por que te empeñas en preguntarme las mismas estupideces de la facultad, si no cambie en nada? ¿Por que, hay momentos, donde me ignoras tan tan tan deliberadamente, que hasta un muerto se da cuenta de que estas haciendo un esfuerzo? ¿No podemos ser normales? Quiero decir, ser normales, vos me entendes, ni que finjas vos, ni que finja yo. Si esto seria solo verte mirandome algun sector especifico, digamos, vaya y pase... Pero no es solo eso y esto ultimo se vuelve un tormento.  ¿Por que, parece que me quisieras, cuando te me quedas mirando tan largamente, pensativo, mientras hablo con los tuyos, si es que nos encontramos todos? ¿Por que, aquella vez que estaba con el bebe de *** en brazos, te acercaste y le hiciste esas caras hermosas, le hablaste con tanto afecto si yo sostenia yo, y sabias que hacer algo asi, para nosotros, tenia tantos significados? ¿Sabes todo lo que me removio verte hacer eso despues de ausentarme por dos meses y de que no nos veamos asi de cerca? ¿Que ganaste? ¿O no sabias lo que me gustan los bebes, cuanto me gustabas vos? ¿No entendias que quedaba como el traste la felicidad de ese nene, mientras yo lo arrullaba, vos le cantabas y el estiraba una manito hacia cada uno de nosotros? ¿Por que te pensas que se acerco ella, como un halcón, a quien le estuviera robando la comida, en cuanto te separaste de mi y del bebito, porque yo no te segui ni un chiste? ¡No podia ni hablar, porque iba a ser mucho peor que empezaramos a hablar de lo lindo que era el nene, de lo bien que decian todos que me quedaba, de la cara de adoración que tenias vos cuando nos mirabas, y tantos etcteras? Eso que hiciste con el pichoncito no te lo pude perdonar. 

Ella es exactamente a quien me referia desde el imaginario de mujer que vos ibas a encontrar, con la que ibas a ser feliz. Quiero que seas feliz. Y no sentir que lo tuyo es felicidad acartonada; esa estupidez que parece una puesta en escena con esa actitud adolescente que te queda tan pero tan mal... En especial, para quienes conocemos la otra cara, para quienes te hemos visto desarmado, desorientado, muerto de miedo, deseoso, perdido; etc. ¿Que queres demostrar? ¿A quien? No sirve, no te sirve, no te acostumbres a las cosas como si no pudieras hacer nada para cambiarlas, no te conformes, no te ajustes. Deja, por favor, de vivir entre apariencias y circos y dignate a reconocerte como sos, con lo que queres e incluso, con lo que te gusta. ¡Cual es el problema, mi querido, si el unico que vive solapado sos vos, para agradar a los demas! ¿No te diste cuenta, ahora que vas a tener 44 años, que no sirve? ¡De que te quejas, cuando decis que estas cansado de todo, si seguis haciendo siempre lo mismo! Te reto, si, en cierto modo estoy haciendo eso... Porque aunque sea repudiable esto que voy a escribirte... lo sabés: siempre voy a quererte un poco.  

Y para despedirme, yo vuelvo al punto de partida y ese punto es escribirte la última carta. Te he escrito muchas en estos años, muchas, pero siempre consideré que la última sería verdaderamente la que no te escribiera llorando , sino más bien la que pudiera esbozar sin un contenedor de lágrimas por mi cara, porque era la unica manera en que podria ver las cosas como, desde mi lado, considero que fueron para bien y para mal. 

En este preciso momento esta siendo muy complicado escribirte, pero no estoy llorando. Hace meses que vengo posponiendo este ejercicio porque sé que no lo es, que no es meramente esto que aparenta ser. Aunque nunca te lo haga notar, estoy muy triste desde hace tanto tiempo y no quiero estarlo mas. Me parece que escribirte es lo unico que tengo a mi alcance y lo unico que me puede ayudar con todo lo que siento, porque si, no puedo ser mentirosa. 

Te deseo que  seas feliz, que estés bien, que ella pueda hacerte feliz, porque que me mire mal no significa que sea una anciana desalmada con vos, y eso es lo que me importa en el fondo. Te deseo que estés bien, que viajes mucho, que algún día dejes de agobiarte con el trabajo. Ojalá que todo lo que quieras se concrete. Te deseo vida, mucha, mucha y de las felices.  Siempre vas a ser importante para mí. Siempre. 

No puedo escribir más.  Se está haciendo cuesta arriba. 

Que Dios te cuide siempre ¿sabés? Conocerte me cambió la vida. Y lo que más deseo, es que ahora, vuelva a cambiar para bien. Ojalá tambien esto se cumpla ya ya no me sienta en un aspecto, tan triste. 

Te mando un abrazo... gigante. 
Te quiero, 

Veinteava.