sábado, 30 de noviembre de 2019

Consustanciación

- ¿Qué hora es?  - pregunté, a un Galeno adormilado que descansaba a mi lado. 

- No sé - musitó - Tarde. 

- Ok - dije, y saqué mi largo pelo del cuerpo suyo, evitando pasarle calor . Él me abrazó, de costado, y me pegó a su lado, besándome el rostro ahora sin tanto cabello sobre el. 

- Quedate a dormir conmigo - dijo. 

Sonreí, en la plena oscuridad, sin que me viera. 

- Dormí. En serio, tranquilo, no me voy a ir - le susurré, pegándome a su abrazo. 

Me acarició la espalda y la parte baja de la cintura entre dormido, unos minutos, hasta que finalmente el cansancio lo venció y se quedó callado. Antes de eso, mientras yo estaba envuelta entre su cuerpo y sus brazos largos, musitó: 

- Dormí, dormí... En serio, dormí conmigo...  - dijo, y yo volví a reirme sin que me viera. 

Le di un beso en su pecho, casi sin pelos que me molestasen y lo acaricié allí, hasta que se relajó.  A los pocos minutos, noté cómo su respiración se adecuó al ritmo del sueño profundo y propiamente dicho; y sin embargo no se despegó ni un centímetro. Lo sentí respirar, dormir, dejarse ser vulnerable a mi lado. Lo sentí como jamás había tenido la chance de poder sentir a un hombre.   ¿Cómo era posible que éste hombre me abrazara para dormir tan confiado, como si nos conociéramos de toda la vida? ¿Cómo era posible que yo, con todos los antecedentes del caso, pudiera sentirme así entre sus brazos, pegada a su piel, amoldada a su cuerpo, compenetrada fielmente a la marea de sensaciones en consideración? 

Cuando quise darme cuenta, lo siguiente que noté y lo primero que ví cuando desperté fue el cuerpo de Galeno descansando casi igual de cerca que el mío. 

No me desperté asustada. No me desperté extrañada. No me desperté sintiéndome ajena. No me desperté como hubiera creído que iría a despertarme, como he llegado a despertarme alguna vez. Sino que me desperté como si hubiera dormido en sus brazos durante años; acompañada con una naturalidad y una sensación de hogar injustificable. Como si ya lo hubiese conocido, y simplemente, lo estuviera reencontrando, como si dormir con él hubiera sido algo en lo que yo estuviese acostumbrada... desde antes. 

II

Más tarde, al otro día, mientras charlábamos después de la intimidad, Galeno me dijo, en un momento: 

- Lo que más me llama la atención es... esto - nos señalo, con un gesto esclarecedor - Siento como si te conociera, como si fuéramos dos amigos, no sé, dos personas que se reencontraron después de muchos años sin verse y ... que nos conociéramos de antes, realmente. Tenemos buena comunicación, eso quedó demostrado estos días, pero... también... lo demás...  

Se quedó callado. 

- Es muy loco, sí - admití. 

- Yo sentí eso con vos, desde el principio, desde que empezamos a hablar ése primer día y le metimos tres horas de charla, como si nada... Y que cada vez que hablabábamos era igual, no se cortaba, pasaban horas y esa conexión estaba ahí.  Eso fue lo que me dijo que tenía que venir... Lo hablé con Pablo. Él cree más en todas esas cosas... Yo no sé, no creo... pero él me explicó cosas sobre la energía, la conexión... - suspiró, hablándome de las charlas mantenidas con su amigo de toda la vida - No sé.

- Yo sí creo en la energía. Para mí, Dios, es energía. Sé que vos no creés en Dios, pero es un concepto equivalente con lo que te explicó Pablo - argumenté - y lo de nosotros dos es rarísimo, Galeno.  Ésto, estar así, acá, ahora... 

- Ni hablar - dijo, y me acarició la cara. 

Le sonreí. 

- Ni hablar - lo burlé y le di un besito corto. 

Sonrió. 

- Pero estamos acá. Eso es lo importante ahora. Estamos aquí y ahora - le dije , de forma irreconocible, hasta para mi misma. 

- Sí, exactamente... Acá es mejor... - dijo, apoyando mi cuerpo en el colchón para, con cuidado de no aplastarme, besarme apasionadamente - ¡Y acá, ni te cuento! - añadió, besándome el cuello.  

Me reí, suavecito, después de corresponderlo y tomarlo por asalto para devolver ese beso descaradamente bien dado.  

Enredé mis brazos alrededor de su cuello, perdiendo mis manos por su pelo e intentando asirlo por la espalda, la maciza figura. No sé por qué, en ése momento, me acordé del poema de Neruda ,recitado por Awada , que me había mostrado un día antes: 


"(...) quiero no tener límites y alzarme hacia aquel astro.
Mi corazón no debe callar hoy o mañana.
Debe participar de lo que toca,
debe ser de metales, de raíces, de alas.
No puedo ser la piedra que se alza y que no vuelve,
no puedo ser la sombra que se deshace y pasa..." 1

*Llénate de mí - Pablo Neruda 

jueves, 28 de noviembre de 2019

Con(placer)

Aquél mediodía caminábamos por Palermo codo a codo. Habíamos decidido comer en un lugar especial para nosotros y, una vez satisfechos, quedaba la parte de hacer la digestión y la recorrida de lugares estratégicos. 

- Es linda esta zona - dijo Galeno, mientras almorzábamos - Cerca de acá, una vez, encontré una librería hermosa - murmuró. 

Lo miré, oculté una sonrisa de placer y le pregunté cuál era. 

- Ahora voy a buscar la dirección que es lo que recuerdo bien - me explicó y agarró el celular dispuesto a interpretar el mapa. 

Volví a mirarlo, asentí con la cabeza y seguí comiendo. 

- Si te parece... podríamos ir ¿no? Te quiero llevar ahí. Te va a gustar. 

- Obvio, sí, vamos - le expliqué - Vos sos el turista. Yo puedo venir mil veces más pero quiero que vos elijas dónde querés ir, qué querés hacer... 

- Vamos, entonces... 

- Dale. Ahora terminamos de comer y vamos - le dije, y emprendimos camino. 

Un rato después llegamos, luego de ciertos transbordos, a la librería indicada. Era, efectivamente, y tal como me había prometido Galeno, un lugar maravilloso. Entré sin siquiera dudarlo, tomando la puerta por asalto y, apenas ví todo ese lugar, me di vuelta para mirarlo con complicidad ya que había dado en el clavo y quería compartir esa experiencia de grato acierto consigo. 

- ¿Te gusta? - me preguntó, con una sonrisa leve. 

- ¡Amo éste lugar, Galeno! - exclamé. 

- Tiene muchos libros - susurró, mientras nos quedábamos progresivamente más callados atraídos por las encuadernaciones. Absortos. Ensimismados. Atraídos como perros con el hocico pegado a las portadas.  Y yo, secretamente, también atraída por un Galeno que sabe de libros, que lee mucho, y que completa mi experiencia en librería mejor que cualquier otra persona que haya conocido antes... porque compartimos la misma pasión. 

A medida que recorríamos los distintos anaqueles, le mostraba cosas, libros, referencias, ediciones. Incluso tomé mi celular para sacar algunas fotos que me quedasen de recuerdo. Y fue en ese contexto cuando me di vuelta y lo encontré a Galeno sacándome una foto, distraída, contemplando, sacando la belleza de lo cotidiano, o mejor dicho, de lo extraordinario. 

- ¡Ey! - me reí - ¿Me estás sacando a mí? 

- Sí - dijo, algo avergonzado. 

- ¿Te querés sacar una foto conmigo? - le pregunté. 

- Sí, claro - dijo, y enseguida puso el modo selfie. 

Sacó varias, en las que no salimos de maravillas, pero en las que estamos juntos en una librería digna de todos los mejores y más bonitos sueños que pude haber tenido. Aparecemos abrazados, juntos, con miles de libros de fondo. 

Cuando salimos, le confesé: 

- Es hermoso este lugar, Galeno. Estuviste muy bien con esa idea. 

- ¿Te gustó, eh? 

- Mucho. 

- Se nota en tu cara - sonrió, riéndose, de a poco. 

- ¿Tengo cara de nerd complacida? - le pregunté. 

Se rió. 

- Somos dos nerds complacidos - remachó. 

- Gracias por presentarme este lugar. Es fácil complacerme para vos, parece, qué milagro... - lo burlé. 

II

Más tarde, esa misma noche, cuando ya estábamos en el hotel, me acosté y dejé que hiciera lo que quisiera conmigo. Durante un largo rato se dedicó a acariciarme todo el cuerpo, hasta relajarlo por entero, le pedí un favor. 




- Me quiero poner así 

- Sí, vení, ponete así... - dijo, dulce y me abrazó enseguida, pegándose a mi cuerpo maravillosamente.  

- Me gusta... 

- ¿Qué?  

- Que me abraces. Porque cuando me abrazás asi, es lo más, me vence completamente...  Me voy a quedar dormida, no vale. 

Se rió y empezó a darme besos en el cuello, en la nuca y en los hombros. Rapidamente me hice un bollito, dejándome abordar por detras. 

- Ayer yo te dije que eso me gustaba... - le recordé 

- Ya lo sé... Por eso lo estoy haciendo... - se rió - Te estoy coimeando... 

Me di vuelta, de pronto, y me pegué a su cuerpo invirtiendo posiciones. 

- ¿Vos querés que yo me muera? 

- Noooo - arguyó - Quiero quedarme así y acariciarte todo el día... ¿Vos sabés, no, que sos masticable? Sos muy receptiva, además, no pensé que ibas a ser así. 

Me reí y comencé a besarlo muy despacio.  De a poco, incrementé la fuerza. 

- No, no sabía que soy comestible hasta ahora - lo burlé - Pero vos comés a la gente de una forma re tierna, Galeno... ¡como para que yo no reciba lo que me hacés sentir! 

Se rió despacio y me contestó con un beso donde mordió mi labio inferior y lo capturó por entero. Se lo devolví, con la misma pericia, haciendo uso de un lenguaje físico recién estrenado pero increíble y difícil de explicar.  

- Me encanta tu boca... - admitió, entre risas - Cuando te vi, en el café, pensaba en hacer ésto - dijo, y volvió a besarme, despacio, tomándose todo el tiempo necesario para apoderarse por completo de cada parte de mi boca.  

- Me alegro que te guste. Está siendo muy bien atendida en estos momentos , en serio... - parodié y le di un beso corto, muy breve, 

- Es perfecta y , ésto - dijo, tocándome la hendidura sobre el labio superior - es un detalle que me vuelve loco - reconoció. 

Me reí, algo tímida. 

- ¿Cómo se llama, Doctor, esa parte de mi anatomía? 

- Filtrum - dijo, con su aporte - Me encanta tu filtrum - se rió. 

- Me encanta que seas tan nerd  y me sepas contentar a todo lo que te pregunto - lo burlé, por mi parte, para seguirle el juego. 

Y volví a besarlo. 
Galeno, embebido en ese ritual, me devolvió el beso lento , muy lento, intensa y dolorosamente lento. 

Sí. Galeno se ha convertido en el hombre que más besé durante todo un fin de semana... pero también, en el que con solo un beso dado hasta el estremecimiento logró darme un placer que yo no sabía que iría a conocer. 


miércoles, 27 de noviembre de 2019

"La realidad tiene fecha"

La primera vez que Galeno me dijo que quería viajar a Buenos Aires desde su provincia de residencia, en septiembre pasado, yo le dije que sí... pero, al poco tiempo, le pedí disculpas y le dije que no.  Tenía tanto miedo respecto al no saber con quién o con qué me iba a encontrar que tampoco encontraba el modo de gestionarlo positivamente. Por primera vez el temor me estaba ganando la partida de una persona que, por su parte, mostraba con determinación sus cartas. 

Todavía hoy, y aún más ahora, recuerdo el día donde le dije que no quería que viniera a Buenos Aires a pasar un fin de semana conmigo porque no estaba preparada para eso. Y recuerdo, también, que se lo dije para alejarlo definitivamente considerando que, por lo demás, en concreto, ya vivía lo bastante lejos.  Sin embargo, fue ese el momento donde entendí que me había pasado algo diferente con nosotros... El problema que, creí, se solucionaría con esa decisión de dar por perdida la partida, sólo creció; y cuando acabé esa conversación me di cuenta que había tomado una decisión cobarde. La primera decisión cobarde, y con noción de esa cobardía, en casi veinticinco años de vida.  ¿Cómo me iba a pasar una cosa así a mí? Éso me preguntaba todo el tiempo. ¿Por qué me iba a pasar una cosa así a mí? Ésa era la siguiente pregunta que llegaba sin falta. 

Luego de esa charla del cinco de septiembre creí con todas mis fuerzas que Galeno iría a alejarse y que me dejaría de hablar definitivamente.  Había hecho todo lo posible para alejarlo, para desacreditarme, para explicarle que no iba a tener gracia que viniera y, aquélla maniobra, constituía la estocada final. 

II

Del cinco de septiembre a mediados del mismo mes , contra todas mis creencias, Galeno no dejó de escribirme ni un sólo día, más allá de dos donde imperó un silencio que nos tomamos después de esa primera negativa.  Cuando volvimos a hablar, notamos que la naturalidad inicial, que había sostenido, previamente, y durante un mes entero las charlas en todo momento, no estaba perdida. Él comprendió que yo no estaba lista y, por mi parte, yo empecé a pensar que quizá no era un asesino serial que quería matarme. 

De los mensajes de voz pasamos a las largas charlas por teléfono; a las risas por teléfono, a las lágrimas, a los días buenos y a los días malos. De las charlas por teléfono de media hora pasamos a las de dos horas y media y de los temas más intelectuales pasamos a nuestras historias más personales e íntimas... Hasta que llegó el día donde le confesé a Galeno que tenía terror a verlo en persona por miedo a que me gustase, porque desde que había llegado ese primer contacto en las redes, yo sentía que me estaba rompiendo... y romperme me daba muchísimo miedo. 

Galeno, en su experiencia, se lo tomó con calma. Luego de la primera negativa hizo todas las preguntas del caso y me juró que me iba a tener paciencia para conocernos, que comprendía que yo tuviera miedo, que no estuviese lista tan sólo un mes después del primer chateo. Me prometió que nada iba a cambiar en nuestro contacto. Yo, obstinada, le dije que lo más sabio era ver cómo se daban las cosas con el tiempo (porque estaba segura que se iba a cansar y se iba a buscar otra chica que le quede más cerca) y , así, pasaron todos los días que necesité para estar lista, habiéndose dado todas las charlas que necesité tener para estar preparada. 

Por fortuna, llegó el momento donde reuní todo el valor que sentí alguna vez a la altura de las entrañas y, mientras me hablaba de la asistencia a un Congreso de Pediatría, le dije: 

- Creo que podríamos pensar en alguna fecha para organizar y vernos... después del Congreso. 

A lo que Galeno, muy tranquilo, me contestó: 

- Sí, claro. ¿Pensaste en alguna fecha que te interese? 

- ¿Qué te parece el último finde largo del año? - le pregunté. 

- Podría ser. Sólo dejame ver si tengo algún compromiso y te aviso - me dijo, sin perder en absoluto los papeles. 

A los pocos días, volvimos a tocar el tema en una conversación telefónica. Finalmente, el encuentro, al parecer, quedaba pactado para el fin de semana comprendido entre el 16 de noviembre hasta el 18 de noviembre inclusive.

13 de octubre de 2019 

- Cuando salgo del Consultorio me pongo a buscar pasajes, si te parece...  - dijo, habiéndome dado el espacio de hacerme a la idea inicial que tanto había temido. 

- Sí, me parece bien. Avisame si encontrás algo - le dije. 

Y cuando salió, y cuando llegó a su casa, y cuando me avisó que se desconectaba para poder buscar finalmente alguna fecha posible de arribo a Buenos Aires, se tomó cinco horas de ausencia y de silencio. En esas cinco horas, creo que jamás creí poder pensar tantas cosas diferentes, pero lo cierto es que me mandó un mensaje diciéndome que tenía novedades, y yo, me imaginé lo peor. 

- ¿Podemos hablar y no usar los mensajes en este caso? - pregunté. 

Me envió un audio que me paralizó después de esperar durante cinco horas alguna novedad. Lo reproduje con cuidado y escuché, finalmente, su: 

"  Te quería contar que ya saqué los pasajes y reservé el hotel (...) para estar el sábado al mediodía por allá ". 

III

- Bueno, ahora sí... - me dijo, más tarde, en otra charla por mensaje. 

- Sí, ahora sí nomás - admití  - Vamos a pasar al plano de la realidad. Realmente vas a venir... 

- Sí,  yo nunca dudé en ir a verte...  - me recordó - Ahora, la realidad tiene fecha. 

sábado, 23 de noviembre de 2019

Asilo

Atardecer del lunes feriado. Luego de haber almorzado, con Galeno, no teníamos hambre. Habíamos fracturado los horarios después de pasar una larga jornada juntos, paseando, comiendo y conversando.  En ése instante, sin embargo, yacíamos en la cama grande de hotel todavía abrazados. 

- ¿No querés que bajemos a comer algo, a comprar algo en un rato.. ? - me susurró - ¿No tenés hambre? 

Lo miré, a pocos centímetros de su rostro, y le dije que no. 

- ¿Vos? ¿Tenés hambre?  Bajamos si querés... 

- No, yo estoy lleno...  pero lo digo por vos... Te debo una cena - contestó. 

Me reí. 

- No, no me debés nada - musité - Lo que sí, voy a prender la televisión... - dije 
- Prendé, prendé... 

Me estiré lo suficientemente para buscar el control remoto. Lo tomé y encendí la televisión. Una vez que lo dejé tirado por ahí, volví a abrazarlo. Se me quedó mirando, unos breves segundos, como si estuviera pasmado, anonadado. Después, me dió muchos besos pequeños en los labios, haciéndome sentir que el tiempo y el espacio comenzarían a borrarse pronto. 

- ¿Qué vas a mirar? 
- Las noticias... Quiero saber qué está pasando en el mundo, allá afuera - le expliqué. 

Mirando la pantalla, fijamente, me dijo: 

- El mundo es una porquería afuera, Veinteava... 

Me enderecé, levemente, y tracé mis movimientos para que me dejaran casi mirándolo de frente. Galeno me sacó el pelo de la cara y acomodó los mechones sueltos detrás de las orejas, dejando al descubierto mis hombros y el resto de mi cuerpo en un estado tan pero tan vulnerable como es la absoluta desnudez. 

- ¿Cómo decís eso? ¿Y esto, entonces?  - le dije, acariciándole muy suavemente la barba tan recortada y perfumada como - sabe - me pierde. 

- ¿Qué? 

- Está también dentro del mundo que llamás porquería, Galeno - le recordé, con algo de sorna. 

Me miró y sonrió de una manera dulce. Negó con la cabeza y me acarició la frente con la yema de su pulgar. 

- No, ésto está fuera de la vulgaridad... Éste es nuestro mundo. 

- ¿Y entonces? - dije, solamente, para no pensar en lo cursi que estaba siendo todo ese momento. 

- Que no es una mierda, al contrario. Éstos son los días que justifican a todos los demás. Afuera estarán los otros días, igual al que vamos a tener mañana, por ejemplo, cuando tengamos que volver cada uno a su trabajo... 

- Y vos a tu casa...  - admití, con cierta pena, mientras me apretujaba más a su cuerpo. 

- Exactamente- afirmó - Por eso, Veinte,  éstos momentos así, son lo extraordinario en la vida... La vida son éstos momentos. Los demás días son la pausa antes de éstos donde estamos así como ahora... 

- Bien ahí. Hay que agradecer a la vida que nos hizo este regalo. Mañana, cuando vuelvas a tu casa y yo a la mía, pensemos en ir a trabajar para que sigan siendo posibles estos días fuera del mundo... 

- ¿Eso? ¿Ves? Vamos a aprovechar... - dijo, y me abrazó fuerte, dedicado a olerme. 




- ¿La pasaste bien éstos días? - le pregunté, luego de un ataque de mimos. 

- Ufff - espetó. 

- ¿Sí? 

- ¿Te parece que la estoy pasando mal? - se rió, levemente. 

- No, eso es cierto - medité - Yo creo que la estás pasando bien, pero quería saber. 

- La pasé muy bien... desde el sábado en el café, hasta ahora... - admitió - La mejor parte fue cuando te dormiste conmigo. Yo me acordé cuando, al principio, me dijiste que vos no dormías con nadie en quien no confiaras... 

Le sonreí y lo miré de costado. 

- Fui feliz este fin de semana, Galeno - le dije - Y hasta me dormí ¿viste? - hice una mueca graciosa. 

Sonrió, sin mostrarme los dientes y me besó la frente varias veces. 

- Sí, dormiste conmigo... - musitó. 

miércoles, 20 de noviembre de 2019

El día después del día después...

Sentado en el café esperándome por primera vez. Alto, flaco, aunque no desgarbado. Hablando conmigo durante horas, mirándome, fijamente a los ojos un rato después.  También caminando finalmente, por Buenos Aires. Su forma de hablar, su tonadita. Galeno y esa metodología tan particular que tiene de observar el mundo que lo rodea. Galeno comiéndose un sándwich y elogiando la gastronomía local. Galeno en jean impecable y zapatillas, oliendo rico.  Galeno y yo, paseando, caminando, observando, charlando de un montonazo de cosas. Galeno, sentado en la cama del hotel, observando el regalo sorpresa que le preparé. La imagen, imborrable ya , de Galeno, sentado silenciosamente en la cama, leyendo la nota que le escribí junto al paquete.  

Galeno poniendo nuestra música favorita. Galeno abriéndome la puerta de los lugares para que entre primero y sabiendo lo que voy a tomar, como si me conociera de toda la vida. Galeno comiendo de mi helado, riéndose, como un niño, elogiándolo. Galeno tomándose una copa de vino mientras almorzamos juntos,  mirándome con una elegancia y, al mismo tiempo, una sencillez capaz de desarmarme. Galeno arrastrando sus manos por la mesa de un restaurante para tomármelas, tan suaves y pulcras.  Galeno acariciándome la cara cuando acabo de hacer una broma y le digo que lo único que quiero para comer es "comida común".  Galeno riéndose cuando lo acuso de hablar con una tonada que me mata.

Galeno besándome absolutamente todo el cuerpo. Galeno durmiendo conmigo y yo, durmiendo con Galeno; abrazada a su cuerpo desnudo, como una garrapata. Galeno y sus maneras de indagar, conocer, explorar, magnificar, adorar y conmover mi propio cuerpo.  Galeno abrazándome por detrás y susurrándome un : "dormí, dormí", llenándome de besos el cuello. Galeno parado dentro de un subterráneo un domingo al atardecer mirando con detenimiento el espacio que lo rodea y yo mirándolo a él, sin que importase el espacio.  Galeno caminando, perdido y absorto, en una librería. Galeno caminando y preguntando en todos los anaqueles.

Galeno...

Así, sin más.

II

- Bueno, mi ***, llegó el momento - dije, juntando valor, con una sensación totalmente extraña en la panza. 

¿Angustia quizá? No lo sé. Todavía hoy soy incapaz de saberlo.

Justo antes de salir de la habitación del hotel, estaba apoyada en un pequeño mueblecito dándole el espacio para que se vuelva a vestir.  Después de un largo rato languideciendo recién bañado en la cama, sólo envuelto por partes, se había decidido a levantarse.  Acababa de yacer a mi lado y yo, sin salir de la conmoción, lo miraba detenidamente vestirse como si quisiera quedarme anclada en ese momento. 

Llegó el momento, le había dicho, pero también, me lo había dicho a mi misma. 

- Sí, así parece - dijo, serio, calzándose sus Levis de un tirón, mirándome, metiendo primero una pierna y después la otra.  

Inspiré hondo y suspiré, mirando el vacío. 

- Sí, así  es - admití, finalmente, volviéndolo a mirar. 

Galeno sonrió por un instante muy breve. Enseguida se puso frente a mí después de dar dos cortos pasos y me envolvió en un abrazo estrecho al cual correspondí sin dudarlo. Instantes después, puso mi cara entre sus manos para besarme una vez más, muy apasionadamente.

Mierda - dije y me reí.  

Un rato después, estábamos en la puerta de su hotel. Había bajado a despedirse porque, por una cuestión de formas, yo no me quedaría a dormir esa noche. Al tener que ir a trabajar al día siguiente, no podía dejar de pasar por mi casa para agarrar mis cosas. No obstante, volví en plena madrugada a mi barrio y, pocas horas después, ya estaba dirigiéndome casi sin dormir a la oficina. 

Un rato antes, sin embargo, todavía en la puerta del hotel donde se hospedó y donde yo pasé casi 72 horas a su lado, se dedicó a abrazarme y a besarme varias veces. 

- Fue un placer conocerte... - le dije, entre beso y beso, abrazándolo. 

- Para mí también fue un placer conocerte - dijo, y siguió abrazándome, suspirando. 

- Ahora sí, señor... - le sonreí, juntando fuerzas y me dió un beso breve - Hasta pronto.

No tuve el coraje de mirar para atrás.

Sólo cuando subí al auto para irme a casa pude empezar a pensar el salto que había implicado emocionalmente ése fin de semana. Aunque fuera el único. Aunque fuera el primero. Aunque fuera simplemente una experiencia inefable.   

martes, 19 de noviembre de 2019

El día después...

Galeno viajó a Buenos Aires el sábado temprano. Se trata de una de las circunstancias más extrañas y ... paradójicamente de las más inabarcables en veinticuatro años de vida. 

Creo que todo puede ser resumido en una frase: 

«Este fin de semana fui feliz, Galeno» dije, de pronto, mientras me miraba envuelta entre sus brazos. 

Hasta nuevo aviso, esa es lo único que puedo escribir al respecto. Cuando se me vayan acomodando las ideas, y todo vaya siento integrado, veré cómo consensuar en mi mente que un fin de semana ha sido lo mejor que pasó en los últimos cinco años.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Epítome IV

La habitación es puro silencio. El más puro silencio digno de un viernes por la noche después de quince horas y media fuera de mi casa. Galeno, en otra provincia, y en otro colchón, duerme sus sueños plácidos y ansiados después de un día movido. Hoy hablamos un ratito pero no llegamos, por distintos motivos, a hacer ése otro ratito de la noche que ya tiene una denominación consumada.  Sin embargo, me digo: "por fin un poco de silencio, un poco de intimidad, por fin un poco de tiempo para pensar y sentir de adentro hacia afuera y no viceversa" y, aunque su presencia del otro lado de una pantallita no me moleste, siempre me gusta estar sola.

 Reconectar conmigo misma ha sido algo que, entre trabajo y facultad, he venido posponiendo y he elaborado, a la vez, arriba de colectivos, trenes, autos, en medio de clases, en tiempos de manicuría, compras, estudio en bares apurando un café mientras tengo un bache; y una lista de largos etcéteras.  ¿Será que solamente, al menos desde mí, puedo sentir que me pienso mientras escribo con la rigurosidad que necesito? De seguro, todo se centra en que casi no tengo tapujos. En que escribo como si fuera un granito de arena flotando en la inmensidad y, así, me siento libre. Libre de las ocupaciones, de los correos del laburo, de la Universidad y sus exámenes, de las cuentas, de los horarios, de los compromisos...  Y dispongo, solamente, un ratito antes de dormir, aunque mañana trabaje, para poder pensarme. 

¿Qué hay para decir? 

¿Podría empezar por admitir que no esperaba nada de lo que me está pasando? 

Supongo que eso es lo más sincero para asegurar, siendo también lo único posible a éstas alturas.  Haciendo una reflexión rápida, si me preguntaban cómo veía mi vida hace casi un año atrás, hubiera podido precisar muchas cosas, pero otras, no las hubiera sabido ni siquiera imaginar de antemano.   Para mal y para mal... Porque, si algo he aprendido, a lo largo de todos estos meses, es que no todo puede ser blanco y negro, como soy yo, como era yo. Sí, hay grises. Y lejos de ser tristes, son necesarios.