martes, 28 de junio de 2022

La experiencia de hoy

 Tomó el vino de a pequeños sorbos. Se desmoronó en la silla de su cocina y se quedó callado. Me miró como si no entendiera mi actitud. Creo que lo sorprendía cómo es que no estaba fuera de eje, pidiéndole que por favor dejara todo, que por favor ésto o aquéllo. 

Ese fue el primer síntoma del cierre: el patrón empezaba a romperse. Mientras, yo estaba bajo un manto de frialdad que no había conseguido obtener en casi una década. Para mí había llegado al fondo. Había hecho algo que no me imaginaba en mi vida. Había ido al infierno de todas mis propias miserias. Y lo único que quería era empezar a encontrar una pista para lograr perdonarme en algún momento. Pero de pedir, de pedirle, nada en absoluto. 

Una parte de mi mente pensaba en Galeno. Acababa de caer en cuentas de que era el. Si, Galeno. El afecto y apoyo que realmente me hacía bien. Que él, que aquel otro, no estaba capacitado para querer bien a nadie. Y que lamentablemente, había tenido que llegar a ese punto de mierda para asir el concepto en carne propia. 

 Durante el encuentro, había deslindado por completo mis sentimientos y mi lado vulnerable, confiado y sensible, de esa última escena. Me había costado sentirme cómoda y en algunos instantes me había encontrado poniendo solamente el cuerpo a una cuenta pendiente. ¿Cómo decir lo horrible que es poner el cuerpo a una deuda pendiente con una persona a la que solo pudimos tenerle mucho más amor del que merecía? Yo, por lo menos, todavía no encontré el modo de explicarlo.  Pero fue así. Todo de redujo a poner el cuerpo frente a la incapacidad de poner otra cosa.  Y poner el cuerpo del presente al pasado, realmente, ahora se que lo único que trae es malestar. 

¿Por qué deslindar? Porque , de ponerle sentimientos a eso, yo quizá no disponía de la fuerza necesaria de terminarlo y mi intención era que el dolor se acabara. Por eso había llegado al fondo de ese abismo; para que finalmente toda esta historia se terminara. 

 Esperé que él, con todas estas actitudes, finalmente se diera cuenta que había estado suponiendo casi una década cosas de mí que no eran.  De otra manera, no tenía sentido que me estuviera advirtiendo que iba a desaparecer si era lo más lógico, si era todo lo que yo esperaba y si era, fundamentalmente, lo que correspondía que hiciera.  Por una sola vez en su vida era lo que tenía que hacer. Huir.   Desaparecer para siempre, una vez la deuda estuviera saldada. ¿No era ése el trato, aquéllo que no estaba sujeto a discusiones? 

- ¿Vos estás en pareja también, o no? - me preguntó. 

Él ya sabía eso. No entendí por qué me lo estaba preguntando de nuevo, si estaba clarísimo, si le había dicho que no por esa razón. Y si incluso había llegado a decirle que no lo quería, que ya no sentía más nada por él. Que la versión de mi no lo elegía más "de esa manera", es decir, a través del cariño. 

- Sí - musité. 

- Yo supuestamente estoy jugando a la pelota, ahora - me dijo. 

- Bueno - respondí, sin saber bien qué decirle. 

- Me quedo siempre después de jugar a la pelota... Hoy en realidad no se jugaba. 

- Mirá vos - le dije, fría - ¿Querés que me vaya? ¿Por eso me decís esto? - le pregunté. 

- No, quedate.  Te cuento la verdad. A vos te puedo contar...  - argumento. 

Entendí que quería saber mi mentira o mi omisión. Por eso, confesaba la suya. Lo miré largamente. Estaba serio, muy serio, y un poco frío. 

- ¿Sabés? Es la primera vez desde que te conozco que no te reís cuando hablás conmigo. Nunca pensé verte así de serio. 

Se rió. Lo miré y le revolee los ojos. 

- ¿Qué te pasa, qué querés saber Javier? 

- Qué le dijiste vos - me preguntó. 

- Nada. 

- ¿Cómo que nada? 

- No, nada. 

- ¿Nada de nada? ¿No te preguntó dónde ibas? 

- No. Hablamos más temprano y hasta ese momento ésto no existía, yo estaba en mi casa. Vos me escribiste después. No quería escribirle para mentir. Yo lo quiero... 

Se me quedó mirando. Se dió vuelta y se puso a buscar algo. O a acomodar algo. Pero lo cierto es que me dió la espalda. Y esa pose, ese gesto, desprendió símbologia aún sin quererlo. 

-  ¿Te hace feliz saber que le mentí? - le pregunté, con sorna.  

- Sí - me dijo, todavía dado vuelta. 

Mofé y me quedé callada, mirándolo, mirándole la espalda, sorprendida de esa felicidad. ¿Cual era el motivo, cual era la victoria? Para mí, todo tendía hacia la perdida y no hacía la ganancia. 

- Bueno, esperaba que no te hiciera feliz, la verdad... - le dije, sorprendida. 

Suspiró, se dió vuelta y me ofreció más comida. Me molestó un poco que me cambiara de tema. Lo que acababa de decir era algo malo solo la vida que yo construía y en eso , desde mi lugar, no había tenido objeciones. ¿Que hubiera tenido que decirle después de todo sobre sus decisiones? 

- No, no quiero comer mas nada - le dije, un poco a la defensiva. 

Lo que yo no quería era, en realidad, compartir. Lo mío había sido un cierre. Y los cierres no implican cenar, llamarse por problemas x , o ese tipo de cosas grises. Cerrar era, simplemente, romper el patrón de repetición en nuestras actitudes, romper la lógica de lo pendiente, y alejarse para siempre. 

- Pero... no comiste mucho... - dijo - y no puede ser que sólo vengas acá y tomes vino... 

Mientras lo miraba, pensaba que una misma persona no puede preocuparse por alguien que no quiso. Que solo quiso ganar. Quizá haya sido eso. El placer de ganarme la batalla y finalmente tenerme entre sus manos, sin poder continuar la resistencia, desbocada, cómo caballo salvaje. ¿Mi placer? No sé.  En el sentido estricto, ninguno. En el metafórico, quizá aprender todo lo que aprendí para alejarme de por vida. 

Creo que las personas que no supieron dar más que emociones negativas, solo pueden seguir generando una mezcla que siempre termina siendo la misma cosa. 

Con la experiencia de hoy, puedo saber por qué no. Por qué esto no. Por qué esto nunca más. Es decir y por lo menos, lo que no había logrado cerrar o comprender del todo en ocho años. 

sábado, 25 de junio de 2022

Nomenclaturas

 - Todo esto quedó muy ahí - me dijo - muy pendiente... Desde hace un montón de años... 

Al día de hoy, cuando ya pasaron más de seis meses y medio de ese día, su voz persiste en mi mente. 

- Si, ya sé - le contesté. 

- Y me parece que ya está, que ya es el momento de decirte todo lo que te quise decir y que se vaya todo a la mierda... 

Lo miré bien fijo y pensé que había llegado el momento de develar una duda con la que había convivido ocho años y no había podido sacarme de ninguna manera. A riesgo de vivir con ella todo el resto de mi vida, le contesté: 

- Si, creo que si hay algo que te quedó pendiente para decirme, me lo tenés que decir.  Sea lo que sea - añadí, por si quedaba alguna duda.  

Fuera lo que fuera, aquello que él no se animaba a decirme, pareceríamos haber llegado al límite. 

- Quiero acostarme con vos - dijo, luciendo un semblante comprador y con los ojos brillando de deseo. 

 Un segundo después, sonrió y se puso colorado. Me quedé callada por un segundo y se me escapó una sonrisa de incredulidad.  Por fin me lo estaba diciendo y me parecía irreal escuchárselo enunciar luego de sentir que estaba loca por ocho años. 

- ¿Eso? - pregunté, tratando de entender si todo se condensaba en una sola frase. 

- Si.

- Ok - musité. 

Me tomé un momento más. La única persona que me había dicho que no en la vida, precisamente cuando estaba más que enamorada, era la que ahora, o más bien, ocho años después, en el contexto de un encuentro casual, me confesaba todo esto. 

- ¿Por qué me lo decís ahora? ¿ Querés hacerme desear o algo así? - pregunté. 

- No. Pero cuando te ví hoy, y veo que estás así, que sos así... Se reflotó todo - musitó - Veo que te convertiste en una mujer hermosa... Miles de veces te prometí que nos íbamos a tomar un vino, y hoy, pensé toda la tarde en esto... Y tomé la decisión de no callarme más. 

- ¿Tomaste la decisión en base a que para vos crecí y ahora se puede? - le pregunté. 

- Más o menos. La charla que tuvimos hoy, me gustó mucho. Nosotros tenemos química, es una situación muy particular... 

- Sí, eso es verdad... 

- Yo te amagué muchas veces, porque no podía... Y, hace un tiempo, te iba a escribir para invitarte a tomar este vino que te prometí y... justo falleció un amigo. Estuve mal, bajón. Más adelante, te iba a escribir y tuve otros problemas. Mí vida siempre es un quilombo. Y hoy... Cuando te vi al mediodía, sentí que me quedé corto. 

- Entiendo. Hay cosas que no tienen que pasar...  - musité. 

- O sí - me dijo - Ahora, por ejemplo, estamos tomando este vino... Te invité. Viniste. 

- Si... Te juro que no se ni por qué vine. 

- ¿Ah si? 

- Si. Es que yo jamás me imaginé que iba a cruzarte y todo lo demás. Pero cuando me dijiste de venir, vine. Sin más. 

- Me pone bien que estés acá. Todo esto. Este intercambio. 

Sentí la transpiración mojándome las manos. La piel de la nuca se me puso como la de una gallina. Un escalofrío, de inmediato, le dió entrada a una ola de calor que me recorrió completa.  Eso era él para mí. Hundirme en el frío y llevarme derechito hacia el calor. 

- Sí, veo que estás más suelto y cómodo con la idea de que esté un poco más grande ahora ¿no? 

- Si. ¿Está mal? ¿Nosotros no tenemos confianza? 

- No, no, me parece raro nada más... Como que ahora sos vos realmente y antes habías sido siempre una versión de Javi más moderada.  - musité - Igual, en el fondo, lo supe siempre. Que te guardabas algo. Vos y yo nos conocemos hace un montón de años y algunas cosas todavía nos acordamos del otro. 

Él sonrió.

- Yo me acuerdo muchas cosas. Cambiaste un poco pero seguís siendo igual de rebelde. Eso no cambió. 

- Ponele - le dije, y me reí.  

- Bueno. Esto es lo que yo te quería decir. 

- ¿Que querés tener sexo conmigo? ¿Eso es? Está bien. Es normal. Creo. 

Javier se rió. 

- Sonsa - dijo - te estoy diciendo que me volves loco. No es solo eso  - argumento - Te deseo, es toda una atracción hacia vos...  Me gustas mucho. Y me calentas, claro. Pero me enloquece todo esto que se genera entre nosotros, lo que pasa cuando charlamos... Lo que me pasa cuando te reís, cuando me peleas los puntos, cuando me contestás así como sos vos...  Me encanta - admitió. 

Miré fijamente al hombre del que me había enamorado a los diecinueve años. Al único hombre del que me enamoré de esa manera.  Lo miré y me costó trabajo asimilar algo que en el fondo siempre supe que podía pasar, aunque en realidad, estuviera resignada a que efectivamente se diera. 

- Claro, es todo esto - le dije, en relación a la atmósfera que se generaba estando en la misma habitación. Tomé un poco más de vino y esperé: 

- Vos estás con alguien - le dije. 

- Si. Vos también - argumentó. 

- Si . Por eso. 

- Pero esto está pendiente - dijo. 

Lo miré y sacudí la cabeza. Suspiré. 

- Ya sé. Pero... - me quedé callada - no quiero lastimar a nadie... O sea, sí, pero no. ¿Entendés? 

- Yo tampoco quiero lastimar a nadie. No es esa la intención con la que hago esto... Esto lo hacemos por nosotros, no lo hacemos para herir a nadie. Lo hacemos pensando en nosotros... Por una vez, tenemos que pensar en nosotros  - argumentó. 

- Me estás diciendo que te querés acostar conmigo. ¿Eso es pensar en lo que vos realmente querés? 

- Sí. Es algo que a nosotros dos nos quedó muy pendiente. Hace muchos años viene esto, no es de ahora... Y bueno.... Para mí ya está esto de que esté pendiente... Me decidí. Ya te lo dije. Yo tengo cincuenta años. No puedo dar más vueltas. Basta. Estuve toda la tarde pensando en esto y ya no puedo estar a los cincuenta años así. 

- No, ya se. Pero... es feo - lo miré fijo - No quisiera ser la mujer que cagan el día de mañana. 

- No vayas por ahí... Porque nos vamos a hacer mal. Yo no quiero que asumas responsabilidad por la relación que yo tengo. La asumo yo. 

Lo miré. De nuevo, midiendo cada paso. Cada verbo. Cada confesión. 

- Es la verdad. Tengo que asumir responsabilidad por mi propia relación, de todos modos. 

- Ya se que es la verdad - dijo - Pero no quiero pensar en eso ahora. Necesito decirte esto. Quería tomarme este vino con vos hace mucho tiempo... Y siempre por una cosa, por otra, no lo hacía. Me cansé. Cuando te ví hoy, y te sentaste acá al mediodía, pensé que había llegado el momento. 

- Te juro que no lo puedo creer... 

Se rio. 

- Si estás bárbara... Tenés un cuerpo espectacular, un pelo que es hermoso , y sos así como dos. ¿Qué querés? 

Lo miré. Bebí un poco de vino. Y dejé que la bebida estallara en mi estómago casi vacío. 

- Por favor, no me digas eso, no hace falta que me mientras para decirme que querés tener sexo conmigo... - le pedí. 

- Es la verdad... Es lo que yo veo. Yo te veo y quiero hacerte el amor. Me encanta tu pelo, me miras así como me miras y me pongo pelotudo... 

- Ya lo sé... Pero no está bien y me lo repetís y repetís y... no me podés decir eso ahora, en serio... O sea, ¿ahora? No tenés piedad... ¿Qué, te chupa un huevo todo ahora? ¿Ya está, todo a la mierda?  - argumenté. 

- Pero es la verdad... Necesitaba decírtelo.  Te lo digo y te lo repito: quiero hacerte el amor. Y sí, hoy me importa todo un carajo. No lo dije durante tanto tiempo que más lo repito y mejor me siento - admitió. 

Me miró, con franqueza, y sonrió. Cómo si fuera muy obvio que me quisiera hacer el amor todavía ocho años después de haberme rechazado frente a todos. Después de seguir con la misma mujer por la que me cambió, con el argumento de que era, a su edad, una buena compañía. Como si todo lo demás no contara, como si ésta fuera una decisión que uno puede tomar a la ligera. 

- Me lo estás haciendo adrede... Dale, disfruta, goza este momento donde me dejaste cuadrada , dónde me pudiste hacer lo que yo te hice siempre - lo burlé. 

Nos reímos. 

- ¿Vos querés? - me preguntó. 

- No. Para. Nosotros dos no vamos a hablar de este tema. No importa si quiero, si no quiero, no se puede y punto. No voy a pensar si quiero... ¿Para qué? 

- Decime eso nada más... Si querés. Si querés, ya está, me doy por satisfecho. 

- Mentira. Vos no te vas a dar por satisfecho...  Yo te llego a decir lo que pienso y vos no me dejarías salir de acá. Me agarras y me llevas a upa hasta la cama. Olvídate.  Sos muy diferente en este estado de "no me importa nada más". 

Sonrió. 

- Es verdad, tenés razón, no me voy a quedar con ganas de decirte esto. En todos estos años me preguntaba por qué no lo hice. Por qué no te lo dije. Ahora más lo digo y mejor me siento - me repitió. 

- ¿Por qué no lo hiciste? Contéstame eso. Siempre quise saber por qué no. 

- Porque me parecía que te iba a perjudicar. Que eras muy chica. Que si te daba a elegir, ibas a elegir mal. Me ibas a elegir a mí, y eso estaba mal, porque yo te podía hacer sufrir. Y no quería. Tu amor me encantaba, era muy dulce, pero.... Te iba a hacer mierda porque eras chica y me pareció que no estaba bien que hiciera nada con vos. 

- Ah, bueno, pero qué confianza en mis capacidades... - ironicé - Supusiste mal. Elegiste por mí, también. Re diplomático, él.  Supuso y eligió como si yo fuera un muñeco chiquito - ironice

- Es que eras chica, realmente... No podía dejarte elegir. Menos podía... - dijo y me hizo una mueca. 

Sonreí. 

- Admitir que te pasaban cosas conmigo mas sexuales que amorosas, cosa que no es ningún pecado - le dije, interrumpiendo - Me sorprende que te haya llevado tanto tiempo reconocer una calentura. Digo, al menos para vos... A uno le pasa lo que le pasa. 

- No es tan así... No es sexual solamente, ya te dije, es un todo.  En cambio, ahora si, puedo decirte esto, podemos tomarnos este vino, estar acá, charlar, te puedo decir todo lo que tenía guardado. 

- No, no podés - le dije, secamente - En términos literales no podes. Ahora que te hagas cagado en todo y puedas , es otra cosa. 

- Puedo. Ya está ahora, ya cagaste...  Me hace sentir bien esto, poder hablarlo con vos. Ahora te voy a decir todo. Todo lo que piense. Lo que quiera. 

Nos reímos. 

- Ay, no. No jodas con eso. Me das miedo Javi - musite riéndonos. 

Comprendí a qué se refería. Era la sensación de haber mantenido oculto algo profundo durante muchos años, aquella que cuando la podemos liberar sale a borbotones. La desesperación por sentir que lo escondido tiene un asilo en la vida del otro. Que no tiene que disimular más. Que no tiene que controlar lo que siente.  Lo ha dicho. Finalmente, lo ha confesado. 

Respiré muy hondo. Me froté la cara. Lo miré: 

- Te juro que no entiendo cómo mierda se te pasó por la cabeza tirarme esta... Ahora, Dios mío, no puedo creer que estés haciendo esto ahora. Tantos años después... 

- Pude. 

- Te tomaste un poquito tu tiempo igual... Ocho años, querido... Fue un tiempo extenso, digamos...  - manifieste. 

- Pero pude - dijo. 

- Yo no puedo, ahora. 

- ¿O no querés? 

Baje la vista. 

- No puedo. No sé dónde voy a terminar, no quiero saber. No puedo descubrir eso. 

- No quiero hacerte sufrir - dijo - ni a vos, ni a nadie. Pero ahora sabés cuál es la situación. Ahora sabés todo.  Te lo tenía que explicar. 

- Sí. Hoy estás con ganas de mandar todo a la mierda, se ve... 

- Sí. 

Lo miré y me quedé callada. Un escalofrío me subió por la espalda. 

II 

- ¿Me gusta mucho tu cuerpo, sabés? Perdón, no quiero incomodarte, pero tenés una piel fantástica y y ese perfume... - sonrió, complacido -  Y tenés muy lindo ***. Me encantan. 

Inspiré hondo. 

- No me digas eso, por favor... No seas malo conmigo. Yo no te torturo así. No te digo que tenés de lindo para mí o qué me entusiasma - le expliqué -  ¿Por qué sos así conmigo? No me apalabres. 

- Vos me re contra torturas...  Estás acá, en mi casa, tomando un vino conmigo, hablando como vos hablas, contestándome todo, me volvés loco... Me re contra torturas... Viniste. 

- Mentira. No te provoco, no te envuelvo... No hago nada para lastimarte. No lo haría nunca. Vine acá porque no podía no venir. No me lo iba a perdonar nunca. Pero no vine a ponerme desnuda en frente de tu cara - argumente. 

Sonrió. 

- Ni se te ocurra... 

Se rió. 

- Lo que me gustaría eso, no te das una idea... 

- Ya lo sé. 

- ¿Cómo lo sabes? ¿Por qué? 

- Porque soy humana como vos, Javier. Y porque el deseo es algo que pasa por el cuerpo de cualquier persona. Pero no quiero ponerme en esa vía. No quiero lastimarte ni joder a nadie. 

- Ya lo sé, ya sé que no me lastimarías - me contestó - y yo no quiero que vos sufras... Solamente, quiero que la pasemos bien, disfrutemos y no tengamos este pendiente... 

- ¿Y ahora te das cuenta, boludo? ¿Cuántos años pelotudeando para decirme todo esto en este momento donde no puedo... - suspiré - ¿Por qué siempre venís y me desordenás todo? En serio, qué tipo de mierda, siempre igual... Venis y me dejas como pelotuda queriendo salir corriendo, venir acá, es horrible... - me queje. 

Me lo quede mirando en silencio. Un profundo silencio. Se me quedó mirando largamente.  "Cuánto lo amé... Dios mío, cuánto lo amé  y ahora es esto...", me dije, asombrada. 

- ¿Y vos a mí, que? - exclsmo- Dos mensajes que me mandas como respuesta y yo ya te quiero ir a buscar.  Quiero ir a buscarte, llamarte, invitarte acá... Hacerte el amor todas las veces que me lo pidas. Y me muero de culpa cuando quiero hacer todo eso porque esto hay que tenerlo en claro y con una sola cosa que vos hacés te mataría... Te juro, te mataria porque sos tremenda para mí. 

Lo miré en silencio. 

- ¿Me matarías? 

-  Sí. Te llamaría y te diría basta de joder, te paso a buscar, vení conmigo... Se acabó. Basta. Basta del pendiente, del mensaje, del te llamo, de la culpa, basta del amague - dictaminó - Vení conmigo y ya está. Y ya está ¿entendés? Que pase todo lo que hace años queremos que pase. 

Nunca, casi en diez años de conocerlo, lo había visto así.  Ese era él al final, y sin dobleces. 

- Perdón si te la compliqué. Te juro, no disfruto con esto, no lo hago con esa finalidad - le dije, admitiendo lo que estaba pasando- A mi me pasa lo mismo con vos. Es como que me quiero ir corriendo porque me voy a mandar una cagada... - le dije con mucha dificultad... Y me muero ¿entendés? Al mismo tiempo me muero... 

- ¿Y que tiene de malo? Mandatela. Nos la mandamos, dale. 

- Tiene todo de malo, Javi. Y no puedo correr para escarparme de esto...  Y eso es horrible. Yo se que no debería estar acá y acá estoy. Y vos sabés que no deberías mandarme el mensaje y me lo mandas. Es una locura. 

- Yo también me siento así. Ya te dije que sentía mucha culpa. Y que tengo miedo a que sufras, no quiero lastimar a nadie... pero... Todo esto que se genera me encanta. Me hace sentir bien. Y tengo una ganas de estar con vos.... 

- Sí, entiendo. Ya entendí eso. Me lo dijiste mil veces desde que me sente. Te juro que lo tengo re re claro. 

Suspiró y sonrió. 

- Mejor. Me gusta que lo sepas. 

III 

- Esto es sexo... ¿Vos sabés eso, no? - me dijo Javier en otro momento de la charla. 

- Sí, ¿por? 

- No, porque yo no sé cómo voy a reaccionar después... Capaz que me alejo. O capaz que no, que te vuelvo a escribir... Pero te quiero decir la verdad. 

- Igual esto es una excepción. O sea, no es una constante. Esto es un momento. Nada más. 

- ¿Está bien, entonces? 

- No sé si está bien o está mal, yo lo tenía en claro de esa forma. No implica vincularse el sexo. 

Me miró fijamente, algo sorprendido.  

- Está bien - dijo. 

- Me parece que vos no lo tenias tan en claro que esto desde el vamos lo entendi así. Yo no contaba con eso del llamado ni nada...  

- Qué fría, tajante, terminante... - sonrió. 

- Es la verdad...  No entiendo, realmente, por qué me decis todo esto. Pero me parece que es más para vos, que para mí. Vos mismo te estás asegurando para no confundirte

- Sí, es verdad. Yo necesito tener muy en claro que si algún día pasa es sexo. Una cosa es una cosa, y esto, es sexo. Nada más. 

"¿Por que tanta necesidad de asegurarse a si mismo, si nunca me quiso de verdad?", pensé. Estuve a punto de decirle: "no te asustes tanto, igualmente, que es imposible tener algo mas que sexo con una persona a la que nunca quisiste". 

jueves, 23 de junio de 2022

El misterio también es profesional

 - En este caso ¿qué plan de cuentas tenemos? - pregunté. 

- El simple. Uno básico como para poder manejarnos. Viene con el módulo en el sistema. 

- Claro. Lo importante sería que a medida que se cargue la facturación, podamos imputarlo a la cuenta que corresponde. Así, se van a reflejar los movimientos como corresponde y a su vez, se generan ok los asientos... 

- Si. Y en cuanto a la contabilidad, vos presentá  los subdiarios al Estudio, y en todo caso, podemos pensar unos asientos mensuales para nuestro control.  

- Si, para reflejar las variaciones - indiqué - Teniendo en cuenta que hasta ahora no tuvo presentación de balance, va a ser bueno arrancarlo de una bien, así cuando llega el momento está todo bien registrado e imputado - comenté. 

- Si. Creo que así vamos a ir viendo estos meses. Es probable - me contestó. 

- Por ahora, la emisión de facturas está pero lo que se trata de informes de composición de saldos, y además, lo que se trata de emisión de notas de crédito y débito, lo tiene trabado.  Te aviso porque calculo que se atrasaran las cobranzas. 

- Si. Eso hay que verlo. 

- Perfecto - dije - Te lo anoto junto con lo demás. Gracias, ***. 

II

Una vez que me alejé y volví para mí escritorio, en cuanto termine está charla con el Gerente de la Pyme en la que ahora trabajo, me quedé pensando cómo mi vida profesional dió un giro al completo. 

Si tengo que ser sincera, me imaginé para estar altura dando clases de Literatura como mis compañeros de facultad y hoy entiendo que dónde estoy, estoy mejor.  Porque esa vida que había imaginado para mí, tampoco es del todo lo que quiero.  Lo que quiero es, creo, lo que estoy haciendo. Aunque a veces me de miedo y sienta que no voy a poder con todo. Creo que eso es normal. Algo para investigar. 

Por lo pronto, también, hay mucho que estudiar. El asunto es que por un lado estoy finalizando una carrera con la que no me identifico ya y por otro, metiendo los primeros pasos en otra cosa que no sé si me veo estudiando pero en la que si trabajo y en la que me gusta trabajar. 

Raro. 


lunes, 20 de junio de 2022

Procesos digestivos

I

Pienso, lentamente, que lo que se ha venido cocinando en mi mente es una conclusión muy clara: la gente, por motivos de deseo, es capaz de cometer las más grandes equivocaciones. Pero además, movidos por el deseo , se corre el riesgo de disfrazar o querer poner más de lo que cada cosa es.  Por eso, es muy importante, mantenerse en la línea. No olvidar las asignaciones que hemos sabido mantener para cada nombre y cada cosa. 

No es un término muy delicado, pero éste es mi espacio, así que lo planteo: para él, fui solamente un polvo. Y acto seguido, pienso: " la cantidad de dolor que puede generar lo inconcluso que hasta se glorifica un polvo".   Mirando a la distancia los hechos pienso qué llevó a una persona a resistir su deseo ocho años. ¿Cómo su deseo no murió, cómo no decayó, cómo no perdió las esperanzas o la atracción sobre el cuerpo ajeno de ese otro con el que quedó todo pendiente?  Ocho años pasaron. Ocho años. Y a veces me cuesta creer que ése pendiente haya sido consumado con tanta rapidez, con tanto desapego, y con tanta frialdad... Porque ¿esperás ocho años para que sea solamente un impulso? ¿Un tirón? ¿Una sacudida? 

Sé mi repuesta a esa pregunta, pero por mera curiosidad, me pregunto por qué al día de hoy él me sigue mirando todas las historias que subo a redes sociales si la deuda está saldada. No obstante eso, yo vuelvo a acomodar e integrar todas las sombras que salieron a la luz luego de nuestro encuentro.  Esa es mi responsabilidad. Darle un sentido superior, o una enseñanza, a este error que cometí. Quizá, así, pueda dejar de castigarme en algún momento por no haber sido lo suficientemente resistente, por no haber podido encontrar mi norte, por haberme dejado llevar precisamente con la única persona que no tenía que aparecer en mi vida porque iba a cagármela. 


¿Cuál puede ser el aprendizaje? Pues saber que no quiero ésto para mí, que no quiero volver ahí. Que éso no lo elegiría ahora, hoy en día, sino que fue lo que eligió una versión anterior de mí, con 19 años, pero que nada tiene que ver con las necesidades o prioridades de ésta persona que soy ahora, con 27 años, y otras ideas sobre las relaciones. 

¿Qué me pasó? ¿Por qué elegí esto, por qué tomé una decisión tan francamente chota para mi salud mental, el bienestar general y mi mentalidad de autocuidado? Por la fantasía o el deseo que implica lo pendiente. Por pensar que el amor que yo sentía por él iba a entenderlo o borrarlo consumando nuestro mayor deseo. Por sentir que iba a cerrar algo, que me iba a dejar de doler esa lanza clavada a un costado con su nombre en la punta, por pensar que me iba a quedar con la duda para siempre y que esa duda me iba a volver a desvelar y a atormentar cada uno de mis días. Pero no, ahora entiendo que nada de eso iba a pasar, porque todo fue a resumidas cuentas muy diferente. 

Un trámite. Eso fue. Un trámite.  Lo mío fue un trámite que me alejó por completo de todas las emociones y  hace un tiempo estoy tratando, en vano, de conectar con ellas. Un trámite que me volvió gélida, ácida, malhumorada e irónica. Que le restó dulzura o suavidad a mi manera de mirar muchas cosas.  Un trámite que me volvió menos transparente, que me hace sentir mal conmigo misma porque siento culpa de decirle te quiero a la persona que realmente quiero, que es no él, obviamente, sino Galeno, el hombre que no se merecía esto, que se merecía la misma calidad de afecto que le dí en estos años, llena de verdad, siendo una persona confiable, asegurándole que no había nada de qué preocuparse.  

¿Dónde meto todo eso ahora, si lo arruiné, si no me siento merecedora de lo que tengo? 

 Éste trámite lo reprimí en mi mente porque no es que me genere placer recordar las escenas íntimas que compartimos, sino, porque no sirvió de nada para hacerle bien a la nadie. Y lo peor, porque no fue sólo sexo, sino, un montón de otras cosas que se redujeron a un encuentro cargado de simbolismos sobre el dolor, el pasado, y el daño que se pueden hacer dos personas que no pudieron - por cobardía - vivir una historia coherente en su momento.   Sí. Las consecuencias de esa privación en su momento, dan ésta mierda como resultado, y se reparten por el radio de nuestras vidas actuales como un montoncito de esquirlas. 

II

Por momentos, esta búsqueda de volver a ser quien era, se vuelve difícil y dolorosa. Deseo mucho sentirme real. Encontrarme luego de buscarme entre todos los escombros. Encontrar la credibilidad, sentirme íntegra, sentirme segura y capaz de dar un afecto que vale. Sé que soy capaz pero tengo dudas hoy en día. Me siento una mala persona, siendo totalmente franca, y me angustia ésto. 

¿Y por qué esta búsqueda que se trata de perdonarme, por qué buscar el perdón en uno mismo antes que en cualquier otra persona? Porque quiero vivir prolija y dignamente una vida donde pueda mirar a los ojos a los demás y sentir que hice lo mejor con lo que me tocó, no que fallé y no me contuve, que no pensé, que el pasado me atrapó y que no fui lo suficientemente madura para verlo a tiempo...  Quiero poder dejar de sentir que me va a pasar lo mismo, y que si me pasa, me lo merezco por puta.  Pero... yo no soy una puta y porque no todo es tan lineal, porque no todo encaja solamente en un compartimiento. 

Ésto no fue algo que hice por diversión, ni mucho menos, por dar como natural estas prácticas. Esto fue para mí un quiebre. Un antes y un después. Una desconexión. Un foso. Una ruptura.  

Y ahora, cada día que pasa, una vez que salí a la luz de ese pozo negro, voy chocándome con los escombros, los acomodo como puedo, me repito que no soy una forra y sigo adelante pensando que mi arrepentimiento es igual de sincero que el quiebre que todo esto supuso. 

 Ojalá, algún día, si mi arrepentimiento es sincero y alcanza con eso, logre el encuentro con el perdón.  Lo necesito para sentirme realmente yo. Eso busco cuando me busco. El propio perdón.  Recuperar la capacidad de disfrutar de las cosas lindas que la vida me dió. 

Poder ser quien yo era, y no ésta sombra, eclipsada por el único hombre que saca mi peor versión y al que lamentablemente, por alguna dinámica de mierda, yo también eclipsé después de ocho largos e interminables años. 


Saber agradecer

Me levanté, a la hora que mi cuerpo dispuso, me arreglé, desayuné y me fui al supermercado. 

El supermercado "milipili" de mi barrio hoy, sin embargo, hacía trabajar a sus empleados media jornada.  Pensé en lo agradecida que me sentía por tener trabajo, y además, por tener un fin de semana largo para descansar.  Recordé el último año, donde mi situación era tan distinta y con tanta incertidumbre que, francamente, me pareció un milagro estar asistiendo a algo que necesité con tanta fuerza y busqué incansablemente durante tantos meses. 

Entré, elegí otros productos, y mientras iba al sector de la panadería me pregunté a mi misma si quería pan para el almuerzo.  Algo muy simple, pero que me hizo dar cuenta del privilegio que representaba poder elegir el pan que quería comer, la cantidad, y que eso no supusiera un problema. 

Salí del supermercado, volví a casa, y me senté un ratito en el jardín. Quería disfrutar del sol. 

Agradezco, mientras escribo, éste pedacito de mi vida. 

viernes, 17 de junio de 2022

Oxímoron

 He cometido un error. Sí, esa es mi conclusión. En cuanto a los acontecimientos vividos con ya sabemos quién he cometido un error. No, no debería haberlo hecho. Quizá hubiera sido mejor quedarme con la duda a quedarme con lo que siento hoy más allá del dolor que un camino u otro me pudieran generar.  Pero tampoco es fácil de determinar que hubiera sido sencillo vivir con una u otra opción porque, en realidad, en este sentido no hay certezas. A éstas se las encuentra en el medio de la niebla. 

A lo largo de todo este último tiempo, me ha costado vivir con esto, porque supone una excepción a mis principios más rígidos. Porque supuso un quiebre a un criterio que llevé los últimos casi diez años y que, en una situación de vulnerabilidad total, rompí.  ¿Y qué se hace con lo roto, si no podemos siquiera reconocer que todo está hecho pedazos?  Me cuesta pensar cómo recuperar la solidez, la credibilidad en mi misma, y la sensación de merecimiento después de haberle fallado a una persona que quiero, después de haberme cagado en los demás, después de haber pensado solamente en lo que sentía. 

Sí, fue terriblemente egoísta lo que hice. No me enorgullece para nada y si bien entiendo que tuve mis razones... cometí un error al ponerlas primero. Hoy sé que debí haber pensado, que debía contenerme y que me fallé y fallé con la única persona con la que no tenía que perderme, con mi debilidad, casi como si recayera en las drogas. 

No lo he hablado con nadie, siento que todo el mundo me juzgaría y con razón, por lo que prefiero guardar silencio y seguir adelante como pueda.  Pero a veces admito que recuerdo lo que pasó y todo se parece a estar metida en una tormenta de arena, a no poder creer que eso existió, a que todo eso realmente ocurrió. 

Una de las consecuencias de éste error que cometí es pensar si en algún momento podré perdonarme y por momentos sentir que no merezco nada bueno, que merezco no ser feliz porque soy una hija de puta.  Pero, por otro lado, yo sé que no soy una hija de puta. Me equivoqué y es un error que no volvería a cometer, pero eso no me convierte en una persona cruel, despiadada, que no reconoce nada de lo que hizo y que no está dispuesta a aprender de su error.  Y ésto principalmente es una contradicción muy grande porque, por un lado, me siento una persona que pese a su error puede seguir "accediendo a la felicidad", pero por otro lado, también siento que la gente que se caga en los demás no merece "acceder a la felicidad". 

¿Es tan así realmente, es tan rígido, o es que hay grises en la vida de la gente? ¿Ser desleal en una ocasión muy particular significa ser desleal en todos los aspectos de la vida, convertirte en una mierda asada, merecerte lo peor? 

¿Cuenta en algo estar dispuesta a aprender del error para poder sentirme nuevamente merecedora de la vida que deseo? No sé, pero estoy dispuesta. Reflexionar sobre lo que hice por más que me duela es una parte de esa disposición. Admitir que cometí un error y que no puedo ser perfecta, es otra.  Decidir si puedo seguir llevando adelante mi vínculo afectivo con otra persona, esencialmente lo es.  Mirar a la cara a mis propias miserias y decirme: "sí, por mucho que hayas sufrido nada te daba derecho a ponerte primero que la lealtad con los demás", no es castigarme gratuitamente, sino, intentar un ejercicio contrario a la autocompasión que me permita crecer a partir de este error y hacerme cargo de mis decisiones. 

¿Hasta cuándo durará la penitencia? ¿Cuándo me será suficientemente castigarme por un error? ¿Cuándo me dejaré de sentir una forra, un fantasma de lo que era, una egoísta?  No sé.  Me siento así, no puedo evitar sentirme así, me cuesta sentir implícitamente que no tengo que estar castigada o ser castigada por haberme equivocado.  O en realidad, por haberme equivocado y por no haber sabido controlarme, dos situaciones que para mí son simbólicas, importantes, porque en las épocas más oscuras de mi vida supe ser una persona con severo autocontrol y que se castigó mucho por los mínimos errores.  Y ahora siento que éstas dos variables vuelven a tocarme la puerta.  Falló el control interno sobre mis propias emociones y cometí un error que, para peor, lastima a otros.  Exactamente, las dos cosas que más me cuesta comprender de mi misma. Las cosas que más le joden a mi ego. Las que más me enojan. Las que me hacen sentir insegura. Las cosas que trato de evitar: desbordarme y herir a los demás.  ¿Qué puedo decir de un suceso donde perdí el control, me desbordé y le fallé a alguien que no se lo merece? Que todo lo que podía hacer mal, en cuanto a estas dos pautas, lo hice muy mal.  Y que me puse exactamente en la posición egoísta y forra en la que jamás me quise poner... Casi como si el monstruo interior hubiera ganado. 

II

Si miro todo el recorrido de hechos que compuso esta historia (2014-2022), si miro para atrás y reviso todos los intentos para escapar a lo que finalmente pasó, entiendo que siempre traté de poner a los demás primero y que respeté su situación todas y cada una de las veces. También entiendo, porque esas fueron las reglas del juego, que por mucho amor que pudiera sentir, él no me había elegido y correspondía retirarme. No importaba para mí si lo anhelaba a la distancia. Él estaba con alguien más y lo respetaba aún a costa de soportar comentarios, cara de pocos amigos o situaciones incómodas. 

Si miro para atrás, además, sé que  me banqué mil contradicciones por parte de él al o largo de todos estos años y que hasta ahora había logrando contenerme apoyándome al cien por ciento en su incapacidad para poner en palabras lo que deseaba y en un compendio de buena voluntad enorme, porque lo pendiente siempre estuvo ahí, pendiente, agazapado, fingiendo que estaba muerto y enterrado... Pero la idea era no verlo.  También, sé que jamás lo provoqué, que mucho menos se me cruzó por la cabeza cuestionar su decisión ni enemistarme con nadie ni odiar ni siquiera envidiar... Que nunca quise interferir en su vida, que le deseé felicidad, que no hice comentarios maliciosos, que jamás conté nada de lo ocurrido, que siempre lo traté con respeto y que hice todo lo que estuvo a mi alcance por perdonar el enorme dolor que me causó su rechazo. 

¿Qué decir cuando después de todo eso, ésta misma persona, logra ponerle palabras a todo eso que se calló y se olvida por una sola vez de todos los prejuicios que lo atormentaron? ¿Qué decir cuando la persona que siempre te dijo que no podía, puede? ¿Qué hacer cuando te dice todo lo que me dijo a mí? ¿Cuando vuelve a tu vida ocho años después para completar todo el vacío de su silencio a lo largo del tiempo? ¿Qué es lo correcto? ¿Con qué vara se mide éste acontecimiento en relación a una situación así?  

Si miro para atrás, no obstante esto, y observo los últimos meses, me digo que nada de todo esto - aunque fuera lo más intenso y movilizante que me pasó nunca - justifica que haya hecho algo así.  Pero lo hice. Y creo que lo único que me puede hacer bien a partir de ahora es la certeza y compromiso por edificar una vida que nunca más me haga odiarme por hacer algo que pueda lastimar a otras personas, que pueda llegar a producir un instante solamente de dolor.   Al menos, que si de mí depende no causar ese dolor, pueda asegurarme de no hacerlo. El deber de no lastimar a nadie si está en mi mano.   La certeza de no volver a ponerme en la disyuntiva de frenar mi dolor a costa de cagarme en otros. 

Eso es lo único que puedo ofrecer. Porque de lo contrario, es un estilo de vida que yo no puedo asimilar ni soportar, al cual no puedo adornar. Al menos para sentirme una mujer digna, para tener el corazón tranquilo, para vivir en paz,  para sentirme merecedora de un buen amor, para sentir que sí doy un cariño que vale la pena (como pensaba hasta antes de todo esto), necesito no volver a hacer algo así nunca más. Y ese un compromiso que he asumido en relación a la insistencia con la vida que, siento, realmente, y más allá de todas las contradicciones, me merezco.  Que cualquier persona que luche por no hacerle el mal a los demás, se merece. 

Si es que por algún designio divino debía vivir esto, obligatoriamente para aprender algo en la vida,  está bien. Quizá todo se trataba de bajar mi soberbia en cuanto al autocontrol y él era la única persona capaz de llevarme al fondo de mi misma y de sortear todas las barreras para que me lo cuestionara todo. Sí, él era la única excepción, el porcentaje de error en mi muralla, la única persona que no se tenía que acercar porque iría a desmoronarme. Lo supe siempre, y por lo mismo, siempre lo controlé. Porque sabía que no tendría limites, que me superaría, y en el fondo, me tranquilizaba que no pudiera decirme nada ya que eso contenía mi propio deseo. Sí. La única persona, era él.  Y él fue quien, contra todo pronóstico, se volvió a cruzar en mi camino. 

¿Qué queda? La certeza de que no lo volvería a hacer. La certeza de que no merecía la pena un hombre así, desde el comienzo, hasta ahora. La certeza de que me hundo con esto o lo uso como abono para crecer, pero ya no puedo seguir dándole vueltas. 

III

La pregunta del millón: ¿después de todo esto, podría decir que me merezco seguir con Galeno? Él si parece ser un hombre que es más noble y valioso.  Mucho es lo que lo quiero, aunque a la luz de ésa acción pudiera parecer que no... Pero ya no sé si merezco que él apueste por mí; le he fallado y pienso que es egoísta de mi parte. Pero al mismo tiempo, quiero darme la posibilidad de volver a ser feliz sin cargar con el pasado. Y en este cruce de caminos todo se vuelve un poco complicado.  Aunque lo quiera, aunque lo cuide a diario, aunque lo acompañe en todo, sé que he roto lo más sagrado que podía darle a alguien y al mismo tiempo, sé que no lo hice con maldad aunque parezca difícil comprenderlo.  Es allí donde todo se condensa y se abrasa en si mismo, dejando las cenizas múltiples y mezcladas. 

Lo que ocurrió con aquél otro es algo que trascendía mi propio presente, que nada tenía que ver con el afecto del presente, que no tenía relación con una problemática del presente o con carencias actuales.  Al contrario. Tenía que ver con un dolor del pasado donde no existía Galeno y todo lo que él significa para mí. Esa es la disyuntiva. No se trata de alguien nuevo, que elegí posteriormente, sino de alguien que yo había elegido, con quien había cosas sin resolver.  Por eso, es posible que siga queriendo a Galeno, que lo prefiera y que me sienta terrible por haber faltado a mi palabra. ¿Cómo decirle a él que hizo todo bien, pero que ésto con aquél otro era anterior a nosotros, algo que me había dado vuelta el mundo antes de conocerlo? 

No, no lo hice con maldad, no lo hice riéndome en la cara de otros, no lo hice creyéndome una sabelotodo.  Lo hice porque no sabía qué otra cosa hacer para que todo esto terminara de una vez y para siempre y pensé que consumando lo pendiente el dolor se iba a terminar. Uno no sabe lo que es capaz de hacer con su propia desesperación pero, de todos modos, ahora sé que el dolor no se frena así. Así, solamente, se incrementa. 

miércoles, 8 de junio de 2022

Hasta luego



Hasta nuevo aviso, me tomaré un tiempo para alejarme de este espacio. 
Si hay alguien leyendo del otro lado, gracias por su tiempo y por su generosidad.

sábado, 4 de junio de 2022

El amor se parece a...

 Siento el roce de los pelos de su barba en mis hombros. Algo muy suave, que me hace dudar si estoy dormida o si estoy despierta. Al primer toque que siento seguido de ese roce, abro los ojos. 

Veo la pared blanca y perfectamente pintada de la habitación del hotel y las molduras muy cercanas al techo.  Esa uniformidad me pone en contexto. Todo es silencioso y limpio. No sé ni que hora es. Tampoco me importa.  Vuelvo a hundir mi rostro en la almohada.  Galeno me acaricia los hombros con sus dedos suaves y extensos. 

- Buen día - me dice, con una dulzura que me derrite. 

- Buen diiiia - murmuro, con voz de sueño. 

Galeno me arrastra contra su cuerpo y me da besos en la espalda. Acomodo todo mi cuerpo al suyo y encajo sus formas en las mías.  Por debajo de la sábana, guío una de sus manos a mi pecho y la encierro con cariño mientras entrelazo sus dedos con los míos. 

- ¿Cómo descansaste? - me susurró al oído. 

- Muy bien. ¿Vos? 

- Muy bien. ¿Tuviste frío? 

Me apretó contra él y me dió algunos besos castos a la altura de la nuca. 

- No, sos una estufita. Me abrazaste y me dormí. 

- Me alegro -dijo, tocándome el pelo, peinándolo desde atrás. 

- Si me vas a despertar todos los días así, no voy a querer salir... 

Galeno se rió. 

- ¿Por qué no? 

- Porque me gusta mucho. 

- Eso no es malo. Te voy a despertar así siempre. 

- Corres serios riesgos de no salir de acá y perdernos el desayuno... 

Galeno se rió otra vez, por lo bajo. 

- Desayunamos afuera... - dijo, y me acarició de otra manera.  Estaba buscando habilitación. 

- Hay miles de lugares en Buenos Aires, te prometo que si - le dije, y estire mis manos para acariciarlo. 

Después de hacer el amor, quedé tendida en la cama y lo miré de lejos. 

- Me voy a bañar - me dijo, y me tocó con la punta de los dedos. 

- Si, anda, anda tranquilo. 

Galeno se baño a la velocidad de la luz y yo disfruté de esa intimidad un momento más. 

Me duche después de el, y nos fuimos a desayunar dentro del hotel, porque todavía estaba disponible. 

Cuando salimos de la habitación, enfilé hacía el ascensor al tiempo que un grupo de señoras. Atrás, Galeno se acercaba a paso calmo. 

- Mira - le dijo una de las viejas a otra - qué extraño una chica tan joven con un hombre tan viejo. 

La miré con desagrado y eso hizo que la otra me observara sin contestar.  Me puse al lado de Galeno, le saqué una pelusita muy pequeña de la remera y aproveché para acariciarlo. Mire a la vieja. Y ella fue la que corrió finalmente la mirada. 

Cuando bajamos a desayunar y nos sentamos en la misma mesa, el grupo de señoras se multiplicó por dos y nos observaron. 

Galeno las miro con franca indiferencia. 

- Esas viejas necesitan ser más disimuladas - musité. 

- Necesitan empezar el día como lo empezamos nosotros. 

Le sonreí. Me miró con esa paz tan suya en momentos como ese y siguió comiendo frutas de su plato. Yo, mientras, aproveche para ponerme protector solar en el rostro al tiempo que se enfriaba mi mate cocido. 

Nos sonreímos. Y nos ocupamos de temas más importantes, como por ejemplo, las vacaciones que Galeno pronto iría a tener con su hija. 

Galeno y yo repetimos esa rutina, con todos los componentes, todas las mañanas del último verano que amanecimos juntos. 

No sé por qué cuando recuerdo estás cosas me sigue constando tanto admitir que el amor más lindo que conocí hasta ahora es el suyo.  ¿Qué me hacía pensar que amor era ese desequilibrio, ese espasmo o la inconsistencia? 

El amor, ahora lo sé, lo he vivido y padecido en estos últimos meses, definitivamente se parece mucho a mis amaneceres con Galeno que a todo lo que no quiero repetir nunca más. 



miércoles, 1 de junio de 2022

Casi un año después...

 Hoy fue un día muy largo. Muy largo. Trabajé un montonazo. Pero pese a todo, estoy MUY agradecida por tener trabajo. 

Hace un año atrás empezaba este mes sabiendo que sería mi último mes en la administración dónde trabajaba. Ese era mi último mes hasta nuevo aviso trabajando en relación de dependencia. Y era un momento muy difícil. 

Hoy un año después las cosas cambiaron. Tengo trabajo y más allá de que tiene sus cosas es para mí la posibilidad de volver a ponerme de pie. De retomar estudios universitarios. De seguir adelante. 

Y aunque hoy desearía que fuera viernes porque estoy muy cansada y resfriada, me voy a dormir agradecida por tener trabajo. Para mí después de todo lo que pasé y de las consecuencias económicas de casi nueve meses sin trabajo, el agradecimiento es la clave.