- Todo esto quedó muy ahí - me dijo - muy pendiente... Desde hace un montón de años...
Al día de hoy, cuando ya pasaron más de seis meses y medio de ese día, su voz persiste en mi mente.
- Si, ya sé - le contesté.
- Y me parece que ya está, que ya es el momento de decirte todo lo que te quise decir y que se vaya todo a la mierda...
Lo miré bien fijo y pensé que había llegado el momento de develar una duda con la que había convivido ocho años y no había podido sacarme de ninguna manera. A riesgo de vivir con ella todo el resto de mi vida, le contesté:
- Si, creo que si hay algo que te quedó pendiente para decirme, me lo tenés que decir. Sea lo que sea - añadí, por si quedaba alguna duda.
Fuera lo que fuera, aquello que él no se animaba a decirme, pareceríamos haber llegado al límite.
- Quiero acostarme con vos - dijo, luciendo un semblante comprador y con los ojos brillando de deseo.
Un segundo después, sonrió y se puso colorado. Me quedé callada por un segundo y se me escapó una sonrisa de incredulidad. Por fin me lo estaba diciendo y me parecía irreal escuchárselo enunciar luego de sentir que estaba loca por ocho años.
- ¿Eso? - pregunté, tratando de entender si todo se condensaba en una sola frase.
- Si.
- Ok - musité.
Me tomé un momento más. La única persona que me había dicho que no en la vida, precisamente cuando estaba más que enamorada, era la que ahora, o más bien, ocho años después, en el contexto de un encuentro casual, me confesaba todo esto.
- ¿Por qué me lo decís ahora? ¿ Querés hacerme desear o algo así? - pregunté.
- No. Pero cuando te ví hoy, y veo que estás así, que sos así... Se reflotó todo - musitó - Veo que te convertiste en una mujer hermosa... Miles de veces te prometí que nos íbamos a tomar un vino, y hoy, pensé toda la tarde en esto... Y tomé la decisión de no callarme más.
- ¿Tomaste la decisión en base a que para vos crecí y ahora se puede? - le pregunté.
- Más o menos. La charla que tuvimos hoy, me gustó mucho. Nosotros tenemos química, es una situación muy particular...
- Sí, eso es verdad...
- Yo te amagué muchas veces, porque no podía... Y, hace un tiempo, te iba a escribir para invitarte a tomar este vino que te prometí y... justo falleció un amigo. Estuve mal, bajón. Más adelante, te iba a escribir y tuve otros problemas. Mí vida siempre es un quilombo. Y hoy... Cuando te vi al mediodía, sentí que me quedé corto.
- Entiendo. Hay cosas que no tienen que pasar... - musité.
- O sí - me dijo - Ahora, por ejemplo, estamos tomando este vino... Te invité. Viniste.
- Si... Te juro que no se ni por qué vine.
- ¿Ah si?
- Si. Es que yo jamás me imaginé que iba a cruzarte y todo lo demás. Pero cuando me dijiste de venir, vine. Sin más.
- Me pone bien que estés acá. Todo esto. Este intercambio.
Sentí la transpiración mojándome las manos. La piel de la nuca se me puso como la de una gallina. Un escalofrío, de inmediato, le dió entrada a una ola de calor que me recorrió completa. Eso era él para mí. Hundirme en el frío y llevarme derechito hacia el calor.
- Sí, veo que estás más suelto y cómodo con la idea de que esté un poco más grande ahora ¿no?
- Si. ¿Está mal? ¿Nosotros no tenemos confianza?
- No, no, me parece raro nada más... Como que ahora sos vos realmente y antes habías sido siempre una versión de Javi más moderada. - musité - Igual, en el fondo, lo supe siempre. Que te guardabas algo. Vos y yo nos conocemos hace un montón de años y algunas cosas todavía nos acordamos del otro.
Él sonrió.
- Yo me acuerdo muchas cosas. Cambiaste un poco pero seguís siendo igual de rebelde. Eso no cambió.
- Ponele - le dije, y me reí.
- Bueno. Esto es lo que yo te quería decir.
- ¿Que querés tener sexo conmigo? ¿Eso es? Está bien. Es normal. Creo.
Javier se rió.
- Sonsa - dijo - te estoy diciendo que me volves loco. No es solo eso - argumento - Te deseo, es toda una atracción hacia vos... Me gustas mucho. Y me calentas, claro. Pero me enloquece todo esto que se genera entre nosotros, lo que pasa cuando charlamos... Lo que me pasa cuando te reís, cuando me peleas los puntos, cuando me contestás así como sos vos... Me encanta - admitió.
Miré fijamente al hombre del que me había enamorado a los diecinueve años. Al único hombre del que me enamoré de esa manera. Lo miré y me costó trabajo asimilar algo que en el fondo siempre supe que podía pasar, aunque en realidad, estuviera resignada a que efectivamente se diera.
- Claro, es todo esto - le dije, en relación a la atmósfera que se generaba estando en la misma habitación. Tomé un poco más de vino y esperé:
- Vos estás con alguien - le dije.
- Si. Vos también - argumentó.
- Si . Por eso.
- Pero esto está pendiente - dijo.
Lo miré y sacudí la cabeza. Suspiré.
- Ya sé. Pero... - me quedé callada - no quiero lastimar a nadie... O sea, sí, pero no. ¿Entendés?
- Yo tampoco quiero lastimar a nadie. No es esa la intención con la que hago esto... Esto lo hacemos por nosotros, no lo hacemos para herir a nadie. Lo hacemos pensando en nosotros... Por una vez, tenemos que pensar en nosotros - argumentó.
- Me estás diciendo que te querés acostar conmigo. ¿Eso es pensar en lo que vos realmente querés?
- Sí. Es algo que a nosotros dos nos quedó muy pendiente. Hace muchos años viene esto, no es de ahora... Y bueno.... Para mí ya está esto de que esté pendiente... Me decidí. Ya te lo dije. Yo tengo cincuenta años. No puedo dar más vueltas. Basta. Estuve toda la tarde pensando en esto y ya no puedo estar a los cincuenta años así.
- No, ya se. Pero... es feo - lo miré fijo - No quisiera ser la mujer que cagan el día de mañana.
- No vayas por ahí... Porque nos vamos a hacer mal. Yo no quiero que asumas responsabilidad por la relación que yo tengo. La asumo yo.
Lo miré. De nuevo, midiendo cada paso. Cada verbo. Cada confesión.
- Es la verdad. Tengo que asumir responsabilidad por mi propia relación, de todos modos.
- Ya se que es la verdad - dijo - Pero no quiero pensar en eso ahora. Necesito decirte esto. Quería tomarme este vino con vos hace mucho tiempo... Y siempre por una cosa, por otra, no lo hacía. Me cansé. Cuando te ví hoy, y te sentaste acá al mediodía, pensé que había llegado el momento.
- Te juro que no lo puedo creer...
Se rio.
- Si estás bárbara... Tenés un cuerpo espectacular, un pelo que es hermoso , y sos así como dos. ¿Qué querés?
Lo miré. Bebí un poco de vino. Y dejé que la bebida estallara en mi estómago casi vacío.
- Por favor, no me digas eso, no hace falta que me mientras para decirme que querés tener sexo conmigo... - le pedí.
- Es la verdad... Es lo que yo veo. Yo te veo y quiero hacerte el amor. Me encanta tu pelo, me miras así como me miras y me pongo pelotudo...
- Ya lo sé... Pero no está bien y me lo repetís y repetís y... no me podés decir eso ahora, en serio... O sea, ¿ahora? No tenés piedad... ¿Qué, te chupa un huevo todo ahora? ¿Ya está, todo a la mierda? - argumenté.
- Pero es la verdad... Necesitaba decírtelo. Te lo digo y te lo repito: quiero hacerte el amor. Y sí, hoy me importa todo un carajo. No lo dije durante tanto tiempo que más lo repito y mejor me siento - admitió.
Me miró, con franqueza, y sonrió. Cómo si fuera muy obvio que me quisiera hacer el amor todavía ocho años después de haberme rechazado frente a todos. Después de seguir con la misma mujer por la que me cambió, con el argumento de que era, a su edad, una buena compañía. Como si todo lo demás no contara, como si ésta fuera una decisión que uno puede tomar a la ligera.
- Me lo estás haciendo adrede... Dale, disfruta, goza este momento donde me dejaste cuadrada , dónde me pudiste hacer lo que yo te hice siempre - lo burlé.
Nos reímos.
- ¿Vos querés? - me preguntó.
- No. Para. Nosotros dos no vamos a hablar de este tema. No importa si quiero, si no quiero, no se puede y punto. No voy a pensar si quiero... ¿Para qué?
- Decime eso nada más... Si querés. Si querés, ya está, me doy por satisfecho.
- Mentira. Vos no te vas a dar por satisfecho... Yo te llego a decir lo que pienso y vos no me dejarías salir de acá. Me agarras y me llevas a upa hasta la cama. Olvídate. Sos muy diferente en este estado de "no me importa nada más".
Sonrió.
- Es verdad, tenés razón, no me voy a quedar con ganas de decirte esto. En todos estos años me preguntaba por qué no lo hice. Por qué no te lo dije. Ahora más lo digo y mejor me siento - me repitió.
- ¿Por qué no lo hiciste? Contéstame eso. Siempre quise saber por qué no.
- Porque me parecía que te iba a perjudicar. Que eras muy chica. Que si te daba a elegir, ibas a elegir mal. Me ibas a elegir a mí, y eso estaba mal, porque yo te podía hacer sufrir. Y no quería. Tu amor me encantaba, era muy dulce, pero.... Te iba a hacer mierda porque eras chica y me pareció que no estaba bien que hiciera nada con vos.
- Ah, bueno, pero qué confianza en mis capacidades... - ironicé - Supusiste mal. Elegiste por mí, también. Re diplomático, él. Supuso y eligió como si yo fuera un muñeco chiquito - ironice
- Es que eras chica, realmente... No podía dejarte elegir. Menos podía... - dijo y me hizo una mueca.
Sonreí.
- Admitir que te pasaban cosas conmigo mas sexuales que amorosas, cosa que no es ningún pecado - le dije, interrumpiendo - Me sorprende que te haya llevado tanto tiempo reconocer una calentura. Digo, al menos para vos... A uno le pasa lo que le pasa.
- No es tan así... No es sexual solamente, ya te dije, es un todo. En cambio, ahora si, puedo decirte esto, podemos tomarnos este vino, estar acá, charlar, te puedo decir todo lo que tenía guardado.
- No, no podés - le dije, secamente - En términos literales no podes. Ahora que te hagas cagado en todo y puedas , es otra cosa.
- Puedo. Ya está ahora, ya cagaste... Me hace sentir bien esto, poder hablarlo con vos. Ahora te voy a decir todo. Todo lo que piense. Lo que quiera.
Nos reímos.
- Ay, no. No jodas con eso. Me das miedo Javi - musite riéndonos.
Comprendí a qué se refería. Era la sensación de haber mantenido oculto algo profundo durante muchos años, aquella que cuando la podemos liberar sale a borbotones. La desesperación por sentir que lo escondido tiene un asilo en la vida del otro. Que no tiene que disimular más. Que no tiene que controlar lo que siente. Lo ha dicho. Finalmente, lo ha confesado.
Respiré muy hondo. Me froté la cara. Lo miré:
- Te juro que no entiendo cómo mierda se te pasó por la cabeza tirarme esta... Ahora, Dios mío, no puedo creer que estés haciendo esto ahora. Tantos años después...
- Pude.
- Te tomaste un poquito tu tiempo igual... Ocho años, querido... Fue un tiempo extenso, digamos... - manifieste.
- Pero pude - dijo.
- Yo no puedo, ahora.
- ¿O no querés?
Baje la vista.
- No puedo. No sé dónde voy a terminar, no quiero saber. No puedo descubrir eso.
- No quiero hacerte sufrir - dijo - ni a vos, ni a nadie. Pero ahora sabés cuál es la situación. Ahora sabés todo. Te lo tenía que explicar.
- Sí. Hoy estás con ganas de mandar todo a la mierda, se ve...
- Sí.
Lo miré y me quedé callada. Un escalofrío me subió por la espalda.
II
- ¿Me gusta mucho tu cuerpo, sabés? Perdón, no quiero incomodarte, pero tenés una piel fantástica y y ese perfume... - sonrió, complacido - Y tenés muy lindo ***. Me encantan.
Inspiré hondo.
- No me digas eso, por favor... No seas malo conmigo. Yo no te torturo así. No te digo que tenés de lindo para mí o qué me entusiasma - le expliqué - ¿Por qué sos así conmigo? No me apalabres.
- Vos me re contra torturas... Estás acá, en mi casa, tomando un vino conmigo, hablando como vos hablas, contestándome todo, me volvés loco... Me re contra torturas... Viniste.
- Mentira. No te provoco, no te envuelvo... No hago nada para lastimarte. No lo haría nunca. Vine acá porque no podía no venir. No me lo iba a perdonar nunca. Pero no vine a ponerme desnuda en frente de tu cara - argumente.
Sonrió.
- Ni se te ocurra...
Se rió.
- Lo que me gustaría eso, no te das una idea...
- Ya lo sé.
- ¿Cómo lo sabes? ¿Por qué?
- Porque soy humana como vos, Javier. Y porque el deseo es algo que pasa por el cuerpo de cualquier persona. Pero no quiero ponerme en esa vía. No quiero lastimarte ni joder a nadie.
- Ya lo sé, ya sé que no me lastimarías - me contestó - y yo no quiero que vos sufras... Solamente, quiero que la pasemos bien, disfrutemos y no tengamos este pendiente...
- ¿Y ahora te das cuenta, boludo? ¿Cuántos años pelotudeando para decirme todo esto en este momento donde no puedo... - suspiré - ¿Por qué siempre venís y me desordenás todo? En serio, qué tipo de mierda, siempre igual... Venis y me dejas como pelotuda queriendo salir corriendo, venir acá, es horrible... - me queje.
Me lo quede mirando en silencio. Un profundo silencio. Se me quedó mirando largamente. "Cuánto lo amé... Dios mío, cuánto lo amé y ahora es esto...", me dije, asombrada.
- ¿Y vos a mí, que? - exclsmo- Dos mensajes que me mandas como respuesta y yo ya te quiero ir a buscar. Quiero ir a buscarte, llamarte, invitarte acá... Hacerte el amor todas las veces que me lo pidas. Y me muero de culpa cuando quiero hacer todo eso porque esto hay que tenerlo en claro y con una sola cosa que vos hacés te mataría... Te juro, te mataria porque sos tremenda para mí.
Lo miré en silencio.
- ¿Me matarías?
- Sí. Te llamaría y te diría basta de joder, te paso a buscar, vení conmigo... Se acabó. Basta. Basta del pendiente, del mensaje, del te llamo, de la culpa, basta del amague - dictaminó - Vení conmigo y ya está. Y ya está ¿entendés? Que pase todo lo que hace años queremos que pase.
Nunca, casi en diez años de conocerlo, lo había visto así. Ese era él al final, y sin dobleces.
- Perdón si te la compliqué. Te juro, no disfruto con esto, no lo hago con esa finalidad - le dije, admitiendo lo que estaba pasando- A mi me pasa lo mismo con vos. Es como que me quiero ir corriendo porque me voy a mandar una cagada... - le dije con mucha dificultad... Y me muero ¿entendés? Al mismo tiempo me muero...
- ¿Y que tiene de malo? Mandatela. Nos la mandamos, dale.
- Tiene todo de malo, Javi. Y no puedo correr para escarparme de esto... Y eso es horrible. Yo se que no debería estar acá y acá estoy. Y vos sabés que no deberías mandarme el mensaje y me lo mandas. Es una locura.
- Yo también me siento así. Ya te dije que sentía mucha culpa. Y que tengo miedo a que sufras, no quiero lastimar a nadie... pero... Todo esto que se genera me encanta. Me hace sentir bien. Y tengo una ganas de estar con vos....
- Sí, entiendo. Ya entendí eso. Me lo dijiste mil veces desde que me sente. Te juro que lo tengo re re claro.
Suspiró y sonrió.
- Mejor. Me gusta que lo sepas.
III
- Esto es sexo... ¿Vos sabés eso, no? - me dijo Javier en otro momento de la charla.
- Sí, ¿por?
- No, porque yo no sé cómo voy a reaccionar después... Capaz que me alejo. O capaz que no, que te vuelvo a escribir... Pero te quiero decir la verdad.
- Igual esto es una excepción. O sea, no es una constante. Esto es un momento. Nada más.
- ¿Está bien, entonces?
- No sé si está bien o está mal, yo lo tenía en claro de esa forma. No implica vincularse el sexo.
Me miró fijamente, algo sorprendido.
- Está bien - dijo.
- Me parece que vos no lo tenias tan en claro que esto desde el vamos lo entendi así. Yo no contaba con eso del llamado ni nada...
- Qué fría, tajante, terminante... - sonrió.
- Es la verdad... No entiendo, realmente, por qué me decis todo esto. Pero me parece que es más para vos, que para mí. Vos mismo te estás asegurando para no confundirte.
- Sí, es verdad. Yo necesito tener muy en claro que si algún día pasa es sexo. Una cosa es una cosa, y esto, es sexo. Nada más.
"¿Por que tanta necesidad de asegurarse a si mismo, si nunca me quiso de verdad?", pensé. Estuve a punto de decirle: "no te asustes tanto, igualmente, que es imposible tener algo mas que sexo con una persona a la que nunca quisiste".